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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Miércoles 4 de mayo de 2022

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Garcigrande y Domingo Hernández (1º, 2º y 6º) (bien presentados en general, de juego diferente, mansos casi todos; los mejores, 1º, con mucha clase, y 4º).

Diestros:

El Juli: Estocada trasera (dos orejas); pinchazo, estocada (oreja). Abre la Puerta del Príncipe.

José María Manzanares: Tres pinchazos, estocada desprendida (silencio); estocada caída (oreja).

Pablo Aguado: Media al encuentro, tres descabello (silencio tras aviso); pinchazo hondo tendido (silencio).

Banderilleros que saludaron: Manuel R. Mambrú, en el 2º de la tarde, e Iván García, en el 6º.

Presidente: José Luque Teruel.

Tiempo: soleado, con algún chaparrón al principio.

Entrada: hasta la bandera.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Otra Puerta del Príncipe excesiva

Decíamos ayer…pero esta vez de verdad, fue ayer mismo. Que las Puerta del Príncipe no puede ser tan barata y que las orejas en la Maestranza no se pueden regalar. Pues nada, seguimos con los regalos: El Juli, este “nuevo” Juli que ha venido a Sevilla a torear con naturalidad y temple, estuvo otra vez muy bien, pero no para salir por la puerta de la gloria, después de pinchar a su segundo toro ni hacer nada con el capote. Ha salido muchas veces y es una más, pero devaluar este máximo premio no nos lleva a nada bueno con la seriedad que debe tener esta plaza. Su orejita y la segunda del primero de la tarde fueron iguales que la de Manzanares, que habíah estado mejor con el 2º al que, incomprensiblemente en su caso, pinchó repetidas veces. Pablo Aguado lidió con la más fea, dos mansitos y rajaditos -lo digo por lo de la poca fuerza en general que tuvo la de Garcigrande- que apenas le dejaron lucirse con el capote y en una de sus tandas verticales. En fin que como esto siga así, con el público tan de pueblo y orejero, la cosa no tiene más que dos soluciones: o se cambia al público -que es el que paga- o se cambia a la autoridad, o sea a los presidentes, porque las orejas se están dando, además de muy baratas, con peticiones minoritarias. No hay excusas.

Lo mejor, lo peor

Lo mejor. Se repetirá en esta página lo bien que ha estado este nuevo Juli con su capote, con su muleta: la hondura, el temple y la naturalidad con la que ha toreado, qué largo y profundo… Así que nos centramos en el picador José Antonio Barroso, qué bien lo ha hecho en el cuarto, cuántos aplausos ha cosechado al volver a la puerta de cuadrillas por el callejón maestrante…

Lo peor. Y también resultaría reiterativo señalar aquí lo que casi todos destacan: lo “barato” que está el pescado en Sevilla en plena Feria de Abril. Por eso le toca la puya al del castoreño en el tercero de la tarde: Juan Carlos Sanchez tapando descaradamente con el caballo la salida natural al toro; y además se pasó más de tres cuartos de la raya de menor diámetro… Un disparate.

Crónicas de la prensa

Por Andrés Amorós. ABC. El Juli, preciso como un reloj

Vuelven las figuras, cartel de 'No hay billetes', bulla tremenda en la calle Iris y en la Puerta del Príncipe; chaparrón fuerte al comienzo, como otra tardes, que pronto pasa. A pesar de los chubasqueros, ambiente de gran fiesta social.

Tres Puertas del Príncipe ya, de toreros de a pie: Daniel Luque, Tomás Rufo y El Juli. (Además del rejoneador Guillermo Hermoso de Mendoza). Hace mucho que no pasaba algo parecido y es bueno para la Fiesta, por supuesto, pero también es cierto que el nivel de esta Plaza de los Toros parece estar bajando, como tantas cosas, en esta España de Pedro Sánchez. Lo veo en todas las Plazas, por supuesto, pero también en Sevilla, y eso me apena especialmente.

A su gran técnica, añade El Juli un carácter luchador que es privilegio de muchas grandes figuras. Esta tarde, con el mejor lote, despliega su mejor versión. El primer toro sale suelto (como harán también sus hermanos). Anecdóticamente, se asoma por encima del burladero y deja su baba en lo alto. Parece un mansito, algo flojo, pero Julián lleva la lidia con la precisión de un reloj: nada que sobre, nada que falte, todo tiene un sentido, para mejorar las condiciones del toro, que va a más. Y, además, lo muestra al público, para que valoren lo que está haciendo. Lo lleva al centro del ruedo y, allí, al bajarle la mano, muestra la res su fondo de gran nobleza y obediencia. Los naturales son relajadísimos, como si estuviera en el patio de su casa; el de pecho, llevándolo muy toreado, magnífico. ¡Lástima que el público aplauda más los efectistas circulares! Lo ha cuajado por completo. Aunque la estocada queda trasera (con ese salto, es normal), corta las dos orejas - algo muy raro, en esta Plaza, en el primer toro - y deja ya entreabierta la Puerta del Príncipe. Para redondearlo todo, sale el sol y disfrutamos con el brillo deslumbrante del albero.

En el cuarto, también suelto, lo va metiendo poco a poco. mostrando al público la necesidad de la lidia. El toro acude de lejos al caballo de Barroso, que agarra un buen puyazo, y embiste alegre, en banderillas. El comienzo de faena, sin una duda, es impecable: buenos ayudados por bajo, con la pierna flexionada. Aunque el toro embiste desigual, El Juli, muy en corto, le va sacando todo lo que quiere, con la Plaza ya rendida. A la segunda, agarra una estocada de rápido efecto: justa oreja y salida por la Puerta del Príncipe.

Manzanares posee una innata elegancia y solemnidad que, en Sevilla, encuentran amplio eco. Quedó a medias con los toros de Jandilla que le correspondieron: uno flojo y otro, bravo, pero esa tarde falló su casi infalible espada. El segundo toro se da una vuelta de campana y flaquea. Se lucen Duarte, en la lidia, y Mambrú, con los palos. Intenta José María que no le tropiece los engaños pero le cuesta acoplarse. Sólo al final logra una serie rematada por completo. Sorprende al público al fallar con la espada: hay rachas…

El quinto es incierto, espera, también se da un vuelta de campana. Duarte se asoma al balcón, en banderillas, con mérito. El toro sigue siendo poco claro; cuando José María se mete en su terreno, responde mejor. El público jalea algunos derechazos solemnes pero la faena ha tenido picos, sólo al final ha sonado la música. Mata entrando muy rápido pero la espada no queda en lo alto. Aún así, se concede una oreja que me parece generosa.

El mayor foco de atención de la tarde ilumina a Pablo Aguado, que ya lidió la muy deslucida corrida de Juan Pedro, el Domingo de Resurrección. Tengo amigos sevillanos que le siguen, con fervor, de Plaza en Plaza. Él y Ortega han puesto de moda de nuevo la estética clásica sevillana, que tanto echábamos de menos: Pepe Luis, Pepín, Curro, Manolo Vázquez… Mi incógnita es muy clara: con el toro bueno, sabe torear muy bien pero, ¿es capaz de superar las dificultades de un toro difícil? (Lo mismo digo de Juan Ortega). De eso depende que sea un hermoso verso suelto o que logre ser uno de los mandones del toreo.

Después de verlo, esta tarde, en su Plaza, mi duda permanece. En el tercero, de salida, dibuja bonitas verónicas pero el toro se va porque el matador no lo sujeta. Sufre un desarme al llevarlo al caballo y queda al descubierto. En la faena de muleta, se sale muy pronto con un molinete. El animal protesta, va a su aire, acaba rajándose. No lo ha dominado. A toro arrancado, deja media perpendicular.

En el último, levantan un clamor los lances de salida, con naturalidad y sencillez, dentro de un estilo muy personal. Clava banderillas muy bien Iván García, como todas las tardes, ganándole la cara al toro. Éste parece que va a servir, se abre un poco, la gente se ilusiona: traza Pablo algunos muletazos con clase pero, de nuevo, no lo sujeta y el toro se va. Alternan los naturales pulcros con los enganchados. En tablas, deja sólo un pinchazo, que basta.

Ha tenido una gran tarde El Juli, plena de madurez. ¡Cómo hubiera disfrutado Juanito Bienvenida, su gran partidario, desde el comienzo de su carrera! Su precisión iguala la del mejor cronómetro. (Espero que tenga igual precisión Benzema, frente al Manchester, por la noche). Y nos repite una lección absolutamente indiscutible: sin lidia, sin mando, la estética, por muy atractiva que sea, queda coja.

Por Jesús Bayort. ABC. Cunde el hedonismo en la Maestranza

Estamos a miércoles de farolillos y llevamos cuatro puertas del Príncipe y veinticinco orejas. ¿Es ésa una buena señal? Espero que leyeran la contracrónica de ayer (« devoción por los efectos especiales»), porque será ésta una continuación de aquella. En ningún caso pretendemos desmerecer lo que han realizado los toreros sobre el ruedo, pero sí reflexionar sobre esa desvirtuación que venimos advirtiendo en la identidad de esta plaza. El espectáculo de masas en el que se está convirtiendo el toreo (cuatro tardes ya con el cartel de 'No hay billetes') se rige por las pautas del triunfalismo y hedonismo. Apología de éxito y el placer como justificación de la fiesta. Un propósito populista que degrada el criterio y la categoría del gran templo del toreo.

Vaya por delante nuestra condena de cualquier improperio que se lance durante la lidia de un toro, pero el lamento de aquel aficionado de tendido de sol tenía su parte de razón: «Presidente, vas a poner esto como la plaza de Écija». Y fíjense que el presidente, con su parte de culpa, es el menos culpable de todos. Aquel hombre citó Écija como podría haber citado Olmeda de la Cuesta (Cuenca). Su mensaje había calado: triunfos más provincianos que capitalinos.

Julián López 'El Juli' dio una magistral tarde de toros, pero el resultado numérico se antoja más que exagerado. Como todo lo que está ocurriendo en esta feria. El compañero y amigo Isaac Escalera lo resumía en un tuit, tras las dos orejas del primero de la tarde: «El Juli, máxima figura del toreo, ha estado más que sublime con el toro. Perfecto, natural y toreando despacio. Pero todas las faenas no son de dos orejas, por muy bien que esté un torero. Esto es el absoluto final. Qué pena. A mí me da pena la deriva absoluta que toma Sevilla». Qué habilidad para resumir con tanta exactitud, y en 280 caracteres, el naufragio de la Maestranza. El Juli había desorejado a un animal de evidente condición mansa, que se abría en los vuelos de la franela y le permitía torear como si de una becerra se tratase. Eso tiene todo el mérito del mundo, pero la carencia de emoción y peligro no pueden rubricarse con dos peludas. Ya puestos, en el cuarto, que es en el que verdaderamente se mostró pleno de capacidad y emoción, mereció cortar un rabo. Porque en Olmeda de la Cuesta lo importante no son los pinchazos, sino los triunfos: veintitrés orejas y cuatro puertas del Príncipe.

Por Patricia Navarro. La Razón. El Juli sale por la Puerta del Príncipe en una Sevilla sin rumbo

Una sonrisa se les escapó a Aguado y Manzanares al verse en el patio de cuadrillas a pocos minutos de hacer el paseo en Sevilla. Habían elegido mismo color y bordado en azabache para esta Feria de Abril. El Juli no escapaba lejos, pero en oro. La lluvia vino antes esta vez. Pertinaz e impertinente cada tarde, aunque dio tregua. Aún así los tendidos se llenaron a rebosar. Aguado y Sevilla era una ecuación muy jugosa como para perdérsela. El toreo vibra ante la incertidumbre de lo que pueda venir, la emoción de lo imprevisible. Y ahí justo la tarde nos metió el primer gol. Un Domingo Hernández, que salía suelto de los primeros tercios, se entregó en la muleta de El Juli con la claridad, humillación y clase que hace que el toro sea un animal único. Qué tremendo. Tomaba las muleta con la curva de la felicidad, sin querer soltar los vuelos ni un solo instante. De ahí que los muletazos se convirtieran en eternidad, de ahí que costará dejar de mirar lo que hacía el de Domingo porque él en sí mismo era un espectáculo, el eje que llenaba todos los espacios. Soñarlo mejor para el toreo es difícil, los habrá más bravos en el caballo, pero ver cómo a El Juli le bastaba sacar media muleta para torearlo al natural o los pases de pecho que podía convertir en casi circulares, era una delicia. Julián, que conoce la casa lo supo antes que nadie, y lo disfrutó. Dejó sobre el albero fogonazos de toreo largo y profundo con otros que alargaba tanto el muletazo que se desdibujaba la belleza con la pierna retrasada. No estuvo a la altura del toro ni elevó la faena a lo inolvidable. La estocada fue limpia y efectiva. Dos trofeos para Julián y ovación para el toro, tibia para lo grande que había sido.

El cuarto fue Garcigrande a la medida para lo que estaba pasando. Noble y franco. La faena de Juli fue tan templada como por fuera, pero si eso es lo que gusta y se jalea, ole, con ole y olé!. No comparto. Hay triunfos que pasan los años y las emociones todavía deambulan, saberte espectador de un acontecimiento incomparable. Emociones que estrujan y empujan entre el cielo y el infierno. Lo de hoy fue otra cosa.

Vino con alegrías el segundo, por bueno, repetidor y franco. Manzanares anduvo delante de él, como si supiera que tenía toro y rebuscara las teclas pero no encontraba ni media. Ni frío ni calor durante la faena, hasta ya vencidos los plazos cuando de verdad se la dejó puesta y ligó una tanda extraordinaria. La espada bajó el calentón.

Bueno echó también el quinto. Casi pleno. A Manzanares se le fue el tiempo en probaturas, espacios en blanco, solo invadidos por su empaque (sin necesidad de toro). De vez en cuando dejaba el engaño en la cara y arrancaba una tanda buena y vuelta a empezar. Esta vez la espada dijo sí.

Hubiera sido de justicia divina que el tercero hubiera tenido algo de la clase de los anteriores. Pero no. Poco pudo hacer Aguado.

Y entonces salió el sexto, se abrió Pablo de capote y crujió Sevilla con el corazón, oles de verdad. Iván García se desmonteró después. El toro se quiso rajar y en esas coordenadas transcurrió una faena periférica. El corridón lo había echado Garcigrande y El Juli se iba por la Puerta del Príncipe, la séptima de su carrera. Sevilla sin rumbo.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. El Juli: siete Puertas del Príncipe

Los amantes de la estadística andarán frotándose las manos recontando años, ternas y esos carteles que pusieron a Romero y a Espartaco a la cabeza del ansiado honor. Pero la Puerta del Príncipe, y las tres orejas que la validan, no son parámetros demasiado antiguos. Son historias que ya habrá tiempo de contar cuando se apaguen los rescoldos de esta Feria de Abril que ya había sumado los ‘portazos’ de Daniel Luque y Tomás Rufo además del de Guillermo Hermoso, que cotiza en otra escala mientras rehúse la verdadera competencia.

El caso es que El Juli se paseó por séptima vez bajo el mitificado arco de piedra gracias a una grandiosa actuación global que le devolvió a sus mejores fueros en esta plaza, uno de sus escenarios talismán. El precoz maestro madrileño, que ya se acerca a sus bodas de plata como matador, ya había mostrado ese excelente estado de sitio en la mojada tarde de los ‘victorianos’. Entonces fue otro torero de la casa Lozano –Tomás Rufo- el que salió en volandas de cara al Guadalquivir. Pero Julián ya había andado por la plaza en verdadero maestro, preconizando lo que estaba por venir…

Todo se lanzó con el primer toro de la tarde, un excelente ejemplar de Garcigrande, sueltecito en los primeros compases de su lidia, que mostró su buen son en los capotes y el gran tranco que anunció en banderillas. Julián cumplimentó al palco con prisas y se marchó sin más a los medios. La faena comenzó a brotar de menos a más y marcó la definitiva frontera en una hermosa trincherilla que abrió la puerta a una tanda espatarrada, trazando con mucha nitidez los muletazos. Pero es que El Juli iba a subir la cosa de volumen con la muleta en la mano izquierda, pasando al toro con exquisita cadencia, preciso pulso antes de romper por completo el trasteo en un exuberante pase de pecho.

A partir de ahí estaba el asunto lanzado, perfectamente enhebrado a la bondad del animal. Pesó en ciertos momentos cierta frialdad ambiental –era el primer toro y había gente aún en busca de su localidad- que no fue obstáculo para que el madrileño toreara en redondo con ampulosidad y pusiera, por fin, a la gente de pie con un largo cambio de mano. Aún hubo sitio para larguísimos naturales y otro de pecho más largo todavía antes de abrochar el excelente trasteo con muletazos ayudados. La espada, eso sí, cayó trasera y tendida. No fue óbice para que el palco validara el doble trofeo. Desde ese punto ya olía a Puerta del Príncipe.

Una puerta que iba a ser inapelable después de vaciarse de nuevo con el cuarto, un toro mansito, mentirosete en los primeros tercios y un punto descompuesto en banderillas al que adivinó pronto su buen fondo, sus verdaderas posibilidades. El Juli, que brindó al público, le cogió el aire después de las primeras probaturas para torearlo a placer: primero a izquierdas, después por la diestra, totalmente espatarrado antes de liberar la tensión con un ceñido molinete. El torero lo dio todo, recuperado en sus mejores fueros, y se echó a la piscina en un primer pinchazo del que salió comprometido, teniendo que tomar el olivo. Sin perder tiempo agarró la estocada definitiva que puso en sus manos el preceptivo tercer trofeo. Su séptima puerta ya estaba abierta…

Pero ése no fue el único lote cargado de posibilidades que saltó dentro del envío de la familia Hernández. Hay que reconocer que segundo y quinto también olían a triunfo gordo. Le tocaron a Josemari Manzanares, que volvió a hacer honor a su proverbial suerte en los sorteos. ¿Cómo estuvo el alicantino? Pues sólo podemos constatar que sigue lejos de sí mismo, de ese estado de gracia que le hizo torero adoptivo de Sevilla. ¿Para qué vamos a entrar en demasiados detalles? El Manzana, que toreó muy bien de capa a ese codicioso segundo, llegó a cuajar instantes más que intensos e interesantes en una labor falta de unidad, planteamiento, redondez… Muy al final hirvió la cosa en una breve pero muy intensa tanda que también sirvió para descubrir la verdadera exigencia del toro. Con la espada, y eso sí es noticia, estuvo hecho un pinchaúvas.

Pero también hay que reconocer que Josemari no suele marcharse sin puntuar. Y le cortó una oreja sin demasiados oropeles al potabilísimo quinto al que toreó bien con intermitencias por ambas manos. Una vez más, y ya era tarde, volvió a poner la intensidad en una serie diestra más reunida y compacta que llegó a arrancar la música con brevedad. Su proverbial espada sí entró esta vez a la primera. Paseó el trofeo rodeado de un cariño que parece inmarcesible.

Dejamos para el final el nombre de uno de los toreros más esperados en este ciclo continuado en el que sólo aparece una tarde, que se antoja escasa. Pablo Aguado tuvo la suerte de espaldas llevándose un lote de mansos que no le permitieron concretar casi nada. El primero, un buey de carreta, acabó huyendo de todo y de todos con genio del malo. Bastante hizo con cazarlo cuando buscaba la puerta. El sexto, al que pudo cuajar de capa, tuvo mejor aire en la embestida pero su condición de manso pesó sobre cualquier otra calidad por más que el sevillano se esforzó, llegando a dibujar muletazos de bella factura. Con el bicho en franca huida la faena se tornó en pelea, muy cerrado en tablas. Habrá que esperar a septiembre para volver a verlo en la plaza de la Maestranza.

Por Antonio Lorca. El País. Séptima Puerta del Príncipe para el toreo de salón de El Juli

Que no es por llevar la contraria, no. Que El Juli es una figura por méritos propios que se muestra en plenitud de facultades técnicas y artísticas; y que no es casualidad que haya abierto ya siete veces la deseada Puerta del Príncipe. Tan cierto es todo eso como que la plaza de La Maestranza se ha consagrado en lo que va de feria como un mercadillo barato, barato, en el que se ha perdido todo atisbo de exigencia y se regalan las orejas como los vendedores de frutas reparten gajos de naranjas.

Tres orejas cortó El Julio y una Manzanares; pero los tres podían haber paseado cuatro si hubieran acertado con la espada y hubieran puesto (el de Alicante y Aguado) algo más que insulso postureo. Honor y gloria para don Julián López, y un gorigori para el prestigio de esta plaza, que ha muerto por decisión de los espectadores y la cooperación necesaria de los presidentes.

La corrida del ganadero Justo Hernández, de bonitas hechuras, fue mansa en los caballos y repartió nobleza por todos los rincones. Hubo toros de sangre dulce y bondad infinita, como el primero, al que El Juli le cortó las dos orejas.

El torero, que es catedrático veterano, supo antes que nadie que tenía delante un merengue, y se dispuso a disfrutar como si estuviera en el patio de su finca. El animal era un bendito, y la muleta de El Juli, una varita mágica que conducía la nobilísima embestida con suavidad, lentitud y elegancia suprema. El maestro toreó a placer, para su contento y la mirada aprobatoria del público. Pero no hubo pasión porque no puede haberla en el toreo de salón. Surgió el biennnnn…, que sale de la boca, pero no el olé que brota del corazón.

El Juli lo hizo bonito; hubo dos derechazos y dos naturales que completaron el círculo que fueron una preciosidad, pero nadie se levantó de su asiento. Fue una faena fría, en la que el toro era un carretón que no molesta ni hace sudar. Fue, también, una faena de catedrático veterano que se sabe la lección, pero que, de tanto repetirla, la cuenta sin darle importancia. Mató mal, de una estocada muy trasera, pero qué más para este público tan presto al triunfo y al reparto de regalos…

La ceremonia continuó en el cuarto, otro muchacho de buena familia. Elegante fue el inicio de la faena, por bajo, rodilla en tierra, una trincherilla, un remate y un largo pase de pecho. Hubo destellos, algunos brillantes, y otros despegados, en el conjunto de una obra desigual. Volvió a fallar en la suerte suprema, pero… Toda la cultura que va contigo te espera aquí.

Manzanares también cortó su orejita de rigor; y se escribe en diminutivo porque diminuta fue su labor ante el quinto, al que acompañó en su noble embestida y se implicó en una labor de menos a más que no acabó de redondear. Pero estuvo en ese mucho mejor que ante el segundo, el más codicioso y menos templado de la tarde, al que muleteó despegado y abusando del pico del engaño.

Y a Aguado se le vio conformista en exceso, como en ocasiones anteriores. Si el toro es de carril, aquí está el artista; y si no, a tirar líneas. No. Hay que dar un paso más, hay que atacar alguna vez y no limitarse a acompañar. No mostró mucha entrega su primero, la misma que se le vio al sevillano, y sin el ánimo necesario para superar la sosería obediente del último. En verdad, se lució a la verónica en su lote, pero supo a poco. En fin…

Mientras tanto, El Juli se preparaba para salir por la Puerta del Príncipe un día en el que se limitó a repetir la lección y nadie lo puso en apuros. Le costó más trabajo llegar a la furgoneta que matar a los dos muy bonancibles toros de Garcigrande.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. El Juli y su idilio con Garcigrande

Esto va viento en popa y a toda vela, ya que con el rotundo triunfo del Juli van a batirse todas las marcas en relación con el número de triunfos, sobre todo por la cantidad de salidas por la mayor puerta del toreo que está registrando esta Feria de pospandemia. Con sus toros favoritos, los de Garcigrande, Julián logró su séptima Puerta del Príncipe, superando de esa manera el número de salidas triunfales de sus colegas.

De nuevo se colgaba el ansiado cartel de no hay billetes y también de nuevo la lluvia aparecía cuando se estaba a punto de iniciar el festejo. Afortunadamente fue una breve irrupción, la tarde se encalmó y todo iba a transcurrir en do mayor con la salida de Ofiverde, un toro excepcional herrado con la marca de Domingo Hernández. Y desde que sale y se observa cómo El Juli lo cuida en un alarde de complicidad y se vaticina un lío gordo. Fue como la repetición de aquello que el madrileño protagonizó con Orgullito. Una conversación en la que no caben las disonancias, todo a favor del toro para que la recompensa sea para el torero. Cuidándolo en el primer tercio y sobándolo con mimo para abrirle las embestidas, la conjunción de torero y toro conducía al éxito. Redondos redondísimos, naturales naturalísimos, la tauromaquia del Juli se ha podido comprobar en esta Feria que ha tendido a una calidad indudable. Lección magistral en toda regla y aunque la estocada fue made in Juli, las dos orejas fueron el justo premio a su labor.

Y ya con dos orejas en el esportón, a Julián no se le escapaba la Puerta del Príncipe, una más en su carrera. De nuevo, mucho temple con el capote, nada de capotazos inútiles por parte de la cuadrilla y cuando brinda a la plaza nadie duda de que el séptimo portazo está al caer. Y cae a pesar del pinchazo que precede a la estocada. La petición es muy fuerte y José Teruel, el usía, no tiene otra salida que facilitarle al madrileño el salvoconducto con el que se permite franquear la Puerta del Príncipe.

El idilio de Manzanares con Sevilla continúa sin flaquear, pero el alicantino no encontró en su lote las posibilidades que le hubieran hecho alcanzar un nuevo triunfo. Pero aunque ese triunfo no fue tan rotundo como se deseaba, cortar una oreja fue el balance de este torero tan querido por la clientela de la Maestranza. Hay momentos en la faena del primero en que el triunfo revolotea sobre la vertical de Josemari, pero el toro va apagándose. No obstante, la faena remonta el vuelo y cuando el torero monta la espada y enmudece el Cielo andaluz que ya es pieza habitual que acompaña la obra de este torero nadie duda de que una oreja cae. Pero un matador tan rotundo como

El quinto, que era el toro más serio del encierro va a ser entendido a la perfección por su matador. Desde la suavidad de los lances hasta de qué forma se dobla con él para someterlo, la faena va a más, pero el toro no ayuda lo suficiente. Mucho mejor el pitón derecho, el toreo en redondo de Josemari brilla y con el consabido cambio de mano antes del pase de pecho, la plaza entra en ebullición. Sigue siendo el toreo en redondo la cimentación de una faena que acaba con un estoconazo inapelable que pone una oreja en manos del alicantino.

No tuvo suerte Pablo Aguado en el sorteo, pero quizá no fuera toda la culpa de su lote. Por ejemplo, en el primero discurrió el primer tercio como a guisa de herradero. Demasiados capotazos que contribuirían a que el toro fuese a peor. En el sexto y tras mucho lucimiento con el capote, el toro se negó a acompañar los vuelos de la muleta y, por mucho que Aguado insistió, aquello no encontraba el camino adecuado. No encontró opciones y sale Pablo Aguado de esta Feria sin que le hubiera tocado un toro de esos que a él le sirven, conque a ver si cambia la suerte y nos reencontramos con su toreo.

Por Toromedia. El Juli hace historia al conseguir su séptima Puerta del Príncipe

El primero de la tarde salió suelto del capote y El Juli intentó recoger su embestida. Hizo un quite por chicuelinas y el toro manseó en el caballo y en banderillas. El Juli lo metió en la muleta en la primera serie y el toro rompió, permitiendo la ligazón. Sonó la música y el diestro de Velilla toreó al natural con delicadeza y naturalidad en la mejor serie. Continuó disfrutando con la noble embestida del Garcigrande, llevándolo muy largo hasta el final. Creó ambiente de triunfo grande y mató de estocada algo trasera pero efectiva. Cortó dos orejas.

En el cuarto dejó dos buenas medias como broche al recibo de capa. El toro fue dos veces al caballo con prontitud pero sin emplearse. El Juli comenzó la faena en los medios con muletazos con una rodilla en tierra y un cambio de mano larguísimo, seguido de otros excelentes que hicieron sonar la música. La siguiente serie al natural fue ligada y profunda, igual que la que siguió. Cambió a la derecha para seguir buscando profundidad y terminó de nuevo al natural. Un pinchazo previo a la estocada no le apartó de conseguir una oreja y abrir su séptima Puerta del Principe.

Manzanares toreó con compostura a la verónica a su primero. Mambrú volvió a protagonizar un gran tercio de banderillas, saludando montera en mano. El toro tuvo movilidad en la muleta y Manzanares se ocupó de atemperar y dominar en las primeras series. Siempre se acopló mejor por el lado derecho, por donde llegaron los mejores momentos de su faena. Sonó el pasodoble y la última serie fue la más redonda de todas, rematada con un gran pase de pecho. Emborronó la entonada obra con la espada. Silencio.

Manzanares no pudo lucirse de capa en el quinto y optó por tantear la embestida del toro. Banderilleó muy bien Daniel Duarte y el alicantino comenzó a construir la faena por el lado derecho, ligando con compostura. Probó al natural pero fue de nuevo con la derecha fue cuando atacó más y llegó al tendido. La faena fue creciendo en una siguiente serie al natural y otra con la derecha. La música sonó y hubo una serie más antes de matar de estocada. Se pidió la oreja y le fue concedida.

Pablo Aguado se gustó con el capote en el recibo al tercero, dejando lances con mucha compostura. El toro derribó en el primer puyazo y fue mal picado en el segundo. En la muleta embistió con aspereza, rebrincándose y tirando cornaditas al final de cada muletazo. No fue un buen colaborador el de Garcigrande y Pablo no pudo lucir la exquisitez de su toreo a pesar de intentarlo. No era su toro y, sin duda, el peor de los lidiados hasta ese momento. Se puso difícil para matar el toro, Pablo pinchó y sonó un aviso.

El recibo de Pablo Aguado al sexto tuvo verónicas a cámara lenta por el pitón derecho. Fue el mejor toreo de capa de la tarde. Iván García se lució en banderillas, saludando montera en mano. Pablo comenzó doblándose con el toro y dio una primera serie con la derecha con empaque y en la que el toro salió suelto. Mansito el de Garcigrande, salía de las suertes distraído y eso impidió que la faena rompiera definitivamente. A pesar de ello, hubo naturales con prestancia hasta que el astado se rajó por completo. Pablo insistió en terrenos de tablas y se empleó para sacarle todo el partido al toro.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

04_mayo_22_sevilla.txt · Última modificación: 2022/05/19 11:08 por paco