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Plaza de Toros de Bilbao

Domingo, 19 de agosto de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victorino Martín bien presentados, de juego diverso, peligrosos 4º y 6, los tres primeros más flojos.

Diestros:

Manuel Escribano: de gris plomo y oro. Ovacion y vuelta.

Jimenez Fortes: de malva y oro. Ovación y ovacion, herido leve.

Alvaro Lorenzo: de sangre de toro y oro. Oreja y ovación.

Entrada: Un tercio de entrada.

Galería de fotos: http://www.bilbao.choperatoros.com/corrida/de-bilbao-2018-2a-de-las-generales/

Vídeo: https://twitter.com/i/status/1031371576283987968

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. La entrega, ese valor auténtico

Manuel Escribano acabó la lidia del cuarto toro de la tarde con una cara de tremendo enfado. No era para menos. El fallo con la espada le impidió cortar un trofeo que se había ganado a pulso por su entrega heroica ante un toro que le complicó seriamente la existencia durante quince minutos. Y la comprometida actitud del torero llegó a los tendidos, que obligaron a Escribano a dar una más que merecida vuelta al ruedo.

Algo parecido le sucedió a Fortes, pero, tras una cerrada ovación a la muerte del quinto, enfiló el camino de la enfermería para ser atendido de una leve cornada en la corva de la rodilla derecha, producto de una tremenda voltereta que le infligió el toro cuando intentaba muletearlo con la mano derecha.

Ambos, Escribano y Fortes, dieron una verdadera lección de entrega torera, al igual que su compañero Lorenzo, ante escaso público y abundantes toros de Victorino Martín, complicados, sosos, de corta embestida y muy escasa calidad, que vendieron caras sus vidas y dificultaron la labor de los toreros.

Quizás, el momento de gran emoción llegó con el tercio de banderillas al cuarto de la tarde, a cargo de Escribano. Lo había recibido, como a su inválido primero, de rodillas en la puerta de chiqueros con una larga cambiada, que luego repitió por dos veces en el tercio. Clavó dos pares a toro pasado, y, como es habitual en este torero, se sentó en el estribo para colocar el tercero al quiebro. Tardó el toro en notar su presencia, lo miró y se fue acercando sin prisas hacia las tablas al tiempo que el torero se alejaba como podía sin despegar la carne de la madera. El silencio se apoderó de la plaza ante la inminencia del riesgo palpitante de la escena. Se mantuvo firme el torero, aguantó lo que parecía imposible, clavó el par de banderillas y un misterio es cómo pudo salir del encuentro, emparedado entre los pitones del toro y la barrera. Solo la punta de un capote o una toalla surgida del callejón lo salvaron de lo que parecía una cornada inevitable.

Brindó Escribano al respetable, y desplegó toda una lección de valor intenso ante un animal sin clase, cortísima embestida y malas intenciones, que llegó a derribarlo, buscarlo y pisotearlo sin más consecuencias que el susto y los golpes. Sudó el torero para ganar una pelea incierta y difícil, y solo dos pinchazos impidieron lo que hubiera sido una merecida oreja. Justificado estaba, pues, su tremendo enfado.

Fortes es más frío y trasluce menos sus emociones, pero es verdad que acudió a Bilbao dispuesto a confirmar la buena imagen que dos días antes había dejado en la feria de Málaga. Sufrió dos volteretas -la primera, cuando recibía a la verónica su primero, y la otra, ya reseñada, ante el quinto-, y dejó el buen sabor de un torero valeroso, firme, seguro y con el oficio y la hondura suficientes para que el triunfo no le vuelva la espalda.

Trazó buenos muletazos con ambas manos ante el soso primero, blando y descastado, y se jugó el tipo ante el otro, deslucido y complicado.

Debutaba Lorenzo con victorinos y en Bilbao, paseó una oreja muy generosa de su primero, el más noble del encierro, con el que se eternizó con la muleta, casi siempre al hilo del pitón, y solo al final se gustó con una tanda de hondos naturales. Insistió ante el sexto, soso como sus hermanos, y le robó otros dos buenos muletazos con la zurda.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Álvaro Lorenzo: un buen debut entre toreros machos

Pasaron los tres toreros por delante del monumento a Iván Fandiño inaugurado a mediodía en la puerta grande de Vista Alegre. Entre concentrados por la responsabilidad y azorados por el gentío, pasaron ligeros e inadvertidos frente al recuerdo de la muerte reciente y heroica del compañero caído. Sólo Manuel Escribano se atrevió a levantar la mirada, acercarse al bronce y tocarlo con la confianza de quien desafió a la señora de la guadaña una tarde de junio en Alicante. Fortes ya le ha plantado cara unas cuantas veces. Y Álvaro Lorenzo aún anda, afortunadamente, limpio de experiencias tan atroces. Por ahí desfilarán los 21 matadores restantes anunciados en las Corridas Generales.La corrida de Victorino esperaba. Dieciocho años ininterrumpidos fiel a la cita bilbaína. La pobre entrada no hacía justicia a su historial. Los ausentes se perdieron una tarde más que interesante. Aun a falta del toro que rompiese con lealtad a la leyenda de la A coronada.Manuel Escribano marchó a portagayola con la normalidad de la costumbre. El victorino apareció sin fijeza en el hombre arrodillado. Y lo rodeó como envolviéndolo. Cuando libró el sevillano la larga cambiada, los chiqueros prácticamente se encontraban a la espalda. Ya en los capotazos en pie el toro evidenció las nulas fuerzas de su cuerpo huesudo y estrecho. La cornamenta veleta lo coronaba. Escribano lo cuidó en el caballo y lo mimó en la muleta. Entre uno y otra, banderilleó con facilidad. Dentro de su invalidez, el cárdeno quería embestir bien. Y lo hacía con calidad. Pero apenas podía. La faena se sostuvo a puro pulso. Hasta más allá de donde el poder exiguo daba su embestida.

De Fortes firmó Álvaro Acevedo en Málaga una de las más bellas piezas de la temporada. Hubo motivos para el cante grande. Ese peso del toreo, la misma plomada, idéntica verdad, exhibió sobre la oscura arena frente al castrante comportamiento del victorino. La humillación como máxima virtud. Entre el escaso celo y el contado empuje, la obediencia también asomaba. Su movilidad recta, por dentro -como cuando se le venció por el derecho en el capote y lo derribó-, Fortes la hizo curva. Siempre enfrontilado, a los vuelos, desnudo de toques, conducía y aguantaba la embestida al paso. La taleguilla embadurnada de la sangre del toro en la que se rebozaba. Desde el asiento atalonado, las tres últimas series intercalando ya las manos -la faena apostó por el izquierdo de mayor apertura aun sin rebosarse nunca-, lograron compactar el trémulo fondo que decía tan poco. Con mayor contenido que eco.De pie cayó Álvaro Lorenzo. Que debutaba doblemente. En Bilbao y con Victorino. En su lote, la suerte y el toro más santacolomeño de los tres soltados. Y el de mayor vida, transmisión y recorrido. Sin terminar de humillar. Lorenzo lo entendió muy bien. Desde el comedido castigo en varas. En línea, la mano baja y el temple. El gobierno de su derecha. Terso, encajado, fácil, el ajuste limitado, la cabeza despejada y la frescura calaron en los tendidos. Por el izquierdo, el victorino perdía gradualmente el celo y la humillación. Los naturales brotaron, por tanto, más hilvanados que ligados. La intensidad regresó en la última tanda de derechazos. Como la ligazón. Y en los adornos del broche antes de la estocada que le entregó la oreja en justicia.

La hombría de Manuel Escribano alcanzó cotas épicas con la dureza y la orientación del cuarto. De tío a tío la batalla. Las desabridas acometidas, los cabezazos intempestivos, la agresividad en el modo de rebañar de la bestia, encontraron a un torero dispuesto a todo. Desde las tres largas cambiadas del saludo -incluida la salvada a portagayola-, pasando por el apuradísimo par al quiebro que nace del estribo, hasta la faena de pedernal. Un esfuerzo bárbaro. De no esconderse nunca ni volver jamás la cara. Un volteretón al vaciar un pase de pecho acabó milagrosamente incruento. Sólo la espada se interpuso en el camino de la gloria. La vuelta al ruedo contuvo la importancia de un triunfo de ley.Fortes también se jugó la vida a pelo con el cargado quinto. Que no pasaba. Tan apoyado en las manos. No renunciar a la pureza en el infierno adquiría un mérito mayúsculo. El temido percance se produjo. A la velocidad del rayo, tuvo al victorino en las corvas. Y lo hirió -sin gravedad, luego se supo- por esa zona. Siguió sin mirarse ni inmutarse. Entre frenazos y parones. Lo liquidó de una vez y se dirigió a la enfermería con la frente alta.Muy fino y astifino era el último dentro de la variedad de tipos de la corrida. Cómo se enlotó es un misterio. Descolgaba más que repetía. Cuando Álvaro Lorenzo, siempre muy centrado, le dejó la muleta en el hocico, ligó una ronda de profundidad al natural. Pero al victorino le costó un mundo seguir las cosas que prometía. Intermitente, lo hacía. Cada vez menos. Hasta acabar totalmente parado. El joven toledano insistió en la búsqueda del pitón contrario. Bilbao le reconoció su buen debut entre toreros machos.

ABC

Por Andrés Amorós. Comienza Bilbao con serios victorinos

No cabe mejor comienzo –o cierre– para una Feria que los toros de Victorino. Los de esta tarde, serios, en el tipo, han dado juego variado: aplaudidos, tercero y cuarto. Álvaro Lorenzo corta un trofeo y Escribano lo pierde, por la espada.

Junto a San Isidro y la Feria de Abril, las Corridas Generales de Bilbao son las tres cumbres de la temporada. Bilbao significa toro serio, una Feria bien organizada, tradición y categoría. El orgullo que sienten muchos bilbaínos por su tierra supone un muy loable deseo de excelencia. Por eso, aficionados de todo el mundo acuden con respeto a la gran cita taurina del verano.

La crisis económica trajo una bajada de espectadores. Para contrarrestarlo, en un año decisivo –el próximo, habrá nuevo modelo de gestión–, se han puesto en marcha varias iniciativas: con ventajas para jóvenes y jubilados; y lo fundamental, muy buenos carteles, que reúnen, como ha dicho Javier Aresti, a las figuras con las ganaderías de prestigio. Repiten actuación cuatro figuras: Ponce, Juli, Manzanares y Roca Rey. Y se recuerda especialmente a Iván Fandiño.

Manuel Escribano alcanzó su cumbre con el indulto, en Sevilla, de un victorino; en Bilbao, ha hecho algunas de sus mejores faenas. En los dos, acude a portagayola y se luce con los palos. En el primero, que embiste bien pero flaquea. logra buenos naturales, clásicos, de mano baja, deslucidos por las caídas del toro, y mata bien. En el cuarto, carga la suerte en las verónicas; arriesga muchísimo en el par al quiebro, en tablas. El toro vuelve rápido y, en un derrote, lo derriba y pisotea. El trasteo es –como antes se decía– «de torero macho», con mérito, pero falla con la espada.

Repuesto de sus percances, Fortes está avanzando, en su carrera. El segundo, veleto, ovacionado de salida, como varios, lo derriba en los lances de recibo pero no se inmuta. Saluda Raúl Ruiz. Brinda a Chopera, el empresario. Traza buenos muletazos pero al toro, noble, le falta chispa, embiste dormidito. Mata con decisión. Muestra serenidad y valor en el quinto, que se queda corto, lo engancha por detrás, le avisa varias veces. Mata pronto. Pasa a la enfermería.

Debuta aquí Álvaro Lorenzo, formado en la escuela toledana de los Lozano, que ya abrió la Puerta Grande de Las Ventas. En el tercero, que derriba, logra muletazos largos y templados. El toro no llega a «Soberbio» (su nombre) pero sí es muy noble y tiene una muerte de toro bravo: oreja. Ha toreado con buen estilo pero no ha llegado a poner la Plaza boca abajo. El último se le queda debajo, en el recibo. Le pegan fuerte. Magnífico Sergio Aguilar, con los palos. El toro es reservón pero, aguantando mucho, le saca buenos naturales. Me ha gustado mucho en éste, más complicado que el tercero.

En las escaleras que llevan a Vista Alegre, le gastaba yo bromas a Victorino padre. Leo ahora el libro de Javier Molero, que ha editado el querido Club Cocherito, sobre «Un ganadero de leyenda». En ocho ocasiones, un toro suyo fue el más bravo de las Corridas Generales. Me decía, siempre socarrón e inteligente: «Sin el toro, no hay nada». Tenía toda la razón. Por eso no lo olvidamos.

La Razón

Por Patricia Navarro. Bravos toreros con desigual victorinada

El riesgo fue un hecho verídico. Palpable. Tétrico. El que pudimos paladear, justo después de que se nos atragantara y tuviéramos que digerirlo con el fin de que no se convirtiera en bola y asfixia. Concatenación real de hechos de un aficionado. Era el cuarto. El cuarto toro de Victorino y estaba Manuel Escribano sentado en el estribo como si no hubiera tiempos. Y no los debe haber cuando en las décimas de segundo que vienen está tu integridad en juego. Apenas dos metros separaba al toro del torero y un par de banderillas en la mano. No más. Por los adentros. Miedo. Se escuchaba la respiración ajena. Un susurro. Una bocanada. Oxígeno para los temerosos. Fuego en el fuego. En lo inverosímil, ante el estupor y la cara que se gira por el temor a no querer ver el desenlace, Escribano le prendió el par de banderillas al quiebro y por los adentros. Y la respiración de después, un hundimiento propio. Soltó la cara el toro sin consideración en la muleta y en una de esas se lo llevó por delante. Le estaba avisando. Regresó Manuel con el valor íntegro y logró resolver por el derecho. Ni uno tenía al natural. Cazaba el Victorino. Era la primera corrida de la Semana Grande. Un plato fuerte la de Victorino Martín. Duro de digerir, de procesar para mentes urbanas, corrientes y frágiles. Victorino es puerto de montaña que se suma al otro puerto de montaña que supone en sí la plaza de toros de Bilbao, con esa arena negra que se mete en las entrañas con un punto inquietante. Ocurre ahí abajo la seriedad del toro, se impone por encima de la media de las plazas, donde suena la música y la fiesta… Y el jolgorio. Aquí suena por dentro, cuando hablamos de la musicalidad del toreo. No siempre ocurre. He aquí el misterio. El misterio del toro bravo. Escribano, Manuel, que abría el cartel de la corrida de Victorino cumplió con su tradición de irse a la puerta de toriles a recibir al toro y salió el animal disperso y hasta que no llegó casi a la mitad del ruedo no se dio cuenta de aquello. De la gesta de esperarle de rodillas capa en mano. Imagen, si la sacamos de contexto, absolutamente de locos. Y en el contexto también. No quiso caballo «Patudo» y flojeó, punto negativo para el ganadero de Galapagar, pero tuvo ritmo y buena condición. De ahí que le dejara a Escribano ponerse por ambos pitones en una faena larga pero inconexa, sin esa estructura que dejara algo que decir, más allá de su incondicional actitud que es innegable. Calidad del toro.

«Milhijas» tuvo nobleza y si me apuras buena condición, pero le faltó fondo y forma. Fondo para aguantar en la muleta, para empujar de verdad y que la faena de Jiménez Fortes trascendiera de veras. Resultó puro el trasteo y hasta repleto de relajo en algunos momentos, por la diestra, pero costaba encontrar la transmisión porque el animal iba con lo justo y porque no es lo esperado en este tipo de ganaderías. Apretó el quinto en la muleta de Fortes. Y le cazó. Ni se miró, pero le sangraba la corva de la rodilla. Volvió a la cara, como los valientes. Ni un guiño ni un cambio en el gesto. Y no era una broma, porque el toro medía cada segundo minuto y resultado y era un trago. Lo pasó con las armas del valor y la honestidad

Álvaro Lorenzo no cambió sus maneras a la hora de enfrentarse al tercero, que mejoró el toro en la muleta. Se dejó hacer el animal, sin demasiada codicia y desentendiéndose en la salida, pero lo suficiente para que Álvaro Lorenzo fuera montando la faena hasta llegar a cortarle un trofeo después de una estocada que fue suficiente. Tiró de oficio y buena voluntad. Costaba ver al sexto, porque no acababa de definirse la cosa. Lo hizo del tirón cuando le cogió la distancia, le citó con los vuelos y esperó. Ahí era el toro y el toreo canela en rama, pero fue difícil repetirlo. La faena se alargó y se valoró la disposición. Bravos toreros con una desigual corrida de victorino, en la que no hubo el toro estrella, pero tampoco nos aburrimos.

19_agosto_18_bilbao.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:16 (editor externo)