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Plaza de Toros de Bilbao

Jueves, 23 de agosto de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Parralejo, bien presentados pero de escaso juego.

Diestros:

Antonio Ferrera: palmas y ovación.

Miguel Ángel Perera: silencio y pitos.

Ginés Marín: silencio y silencio.

Entrada: Menos de media plaza-

Galería de fotos: http://www.bilbao.choperatoros.com/corrida/de-bilbao-2018-6a-de-las-generales-2/

Vídeo: https://twitter.com/i/status/1032704915263631360

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. Adiós a la lidia

El ganadero tendrá un buen disgusto porque la corrida, como se dice ahora, no sirvió para que se lucieran las figuras. Pero la corrida, que no fue perfecta, tuvo vértices a tener muy en cuenta. Muy bien presentada en líneas generales, -espectacular la fachada del cuarto, que lucía dos auténticas perchas-, cumplió con nota en los caballos -muy bravo el segundo-, varios galoparon en banderillas y todos se quedaron sin fuelle en el tercio final; nobles, a excepción del muy bronco quinto, pero agotados y sin alegría en su mirada.

Pero los toros no sirvieron para las figuras, es verdad. No hubo, por ejemplo, toreo de capa si se descuentan un par de verónicas de Marín al tercero, y un quite de dos chicuelinas y una media de Ferrera a ese mismo toro. El capote lo utilizaron los toreros como arma defensiva más que como objeto para el lucimiento. El mismo Ferrera lo intentó de salida con el de las exageradas defensas y pronto desistió, desbordado por la codicia primera del animal.

Saludó en banderillas Montolíu tras dos buenos pares al primero, y también se lució Antonio Manuel Punta ante el tercero, pero hubo varios medios pares, pasadas en falso y excesivas precauciones.

Y en la muleta quedó patente una vez más que las figuras actuales están encasilladas en el derechazo y el natural, y, si ello no es posible, todo se viene abajo.

Pero la corrida más sobresaliente en varas, hasta ahora, ha sido la de El Parralejo. Empujaron primero, segundo, tercero, quinto y sexto, y la pelea del segundo fue de bravo, el toro más bravo de la feria. Lo picó con conocimiento y torería Francisco Doblado, que aguantó el empuje del animal en un largo primer puyazo, en el que el toro se dejó picar con fijeza en el peto, y otro más del mismo tenor. Pero allí lo dejó todo, y llegó a la muleta sin vida.

Galopó el segundo en banderillas y propició que Montolíu saludara montera en mano, pero también se vino abajo. Y algo parecido sucedió a los demás. Como si fueran toros diseñados solo para la muleta, para el lucimiento de los toreros y no para aguantar el duro trance del picador y las banderillas.

Así pues, no hubo faenas artísticas, que es el objetivo de la mayoría de los ganaderos actuales. Y se duelen, claro está, cuando sus toros no tienen veinte pases de carril.

Pulcra e insulsa la labor de Ferrera ante el soso que abrió plaza, e interminable y anodina ante el guapo e inválido cuarto. Fue una pena que el precioso toro, de nombre ‘Pajarillo’ perdiera las manos una y otra vez, y obligara al torero a tratarlo con un delicado mimo más indicado para un noble becerro que para un toro.

No tuvo suerte Perera con su lote. Al bravo segundo le faltó brillo y codicia, lo mismo que al torero; y ante el quinto, que no tenía un pase moderno, abrevió en demasía. Escuchó algunos pitos que pudieron sonar injustos, pero un torero de su poderío debe estar de otra manera ante un toro difícil.

Y Ginés estuvo desdibujado ante la nobleza fría del tercero, y muy precavido ante el aburrido sexto. Otro que busca el toro perfecto y naufraga cuando encuentra dificultades.

En fin, que la culpa fue de los toros, pensarán los toreros. Pero no es esa toda la verdad: los de luces mostraron una preocupante carencia de dotes lidiadoras de principio a fin, insulsos y con muy escasas ideas.

Normal es que el ganadero esté preocupado si cría toros para las figuras. A estas alturas ya se sabe que el tercio de varas no vale y está en vías de desaparición, pero quede constancia del buen juego desarrollado en varas por la corrida de El Parralejo.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Estratosférico petardo de El Parralejo

Desde el mediodía, tras el tradicional apartado, que en Bilbao se vive como un rito, sólo se hablaba en las redes sociales y foros taurinos del “imponente trapío” de la corrida de El Parralejo. Con ella debutaba en Vista Alegre Pepe Moya. El porte de sus criaturas quitaba el hipo. Es cierto. Como un susto. Una presencia estratosférica. Por su cuajo y alzada unos -como primero y segundo, tanques de la acorazada Brunete-; por sus testas destartaladas otros -como los desproporcionados cuarto y quinto, dignos de otros espectáculos-; por su fealdad alguno más -como el zambombo sexto-; por no ser ni chicha ni limoná aquel otro -como el simplón tercero-. El “imponente trapío”, que decían, fue realmente la ceremonia de la confusión. Un totum revolutum del mal gusto. Una hoguera de las vanidades en la que arderá ahora mismo Moya como titular del hierro. Y Rafael Molina como asesor áulico. Y toda su cohorte de palmeros.Confundieron Bilbao con algún pueblo torista. La categoría del toro bravo es otra historia. No humilló ni uno. Ni galopó. Ni hubo verdadera bravura. Ni atisbo de clase. El prometedor debut degeneró en un fracaso estrepitoso. Cuando no había tantos eufememismos para definir una corrida, se resumía como mala. Y punto.

El viejo cinqueño pasado de Antonio Ferrera lucía una culata de caballo de Rubens. Altón y zancudo pero estrecho de sienes. La lidia de Ferrera fue un primor de orden y concierto. Exacta la colocación en cada momento. La precisión para salir y entrar de la liza y dejar y sacar del caballo al toro. Que no descolgó nunca. La fijeza y la obediencia como materia prima. El veterano extremeño se dobló con él en la apertura de faena. Para conducirlo más que para obligarlo. A su altura le planteó las cosas. En su derecha se defendía. El recorrido escaso demasiado pronto. Con el freno de mano echado. Y así, cuando AF le propuso la izquierda, no había apenas viaje. En corto y asomando media muleta, apuró. Siempre con la madura y seria torería por estandarte. Un bajonazo ensució su cabal hacer.

El curtido oficio de Antonio Ferrera sería de nuevo digno de admiración. La amplísima cuna del destartalado cuarto levantó una ovación… Un metro de pitón a pitón. Por detrás era otro toro. Sin remate ni riñones. Ferrera le cambió los terrenos cuando apretó y echó las manos por delante. Y en posición de brega lo gobernó hasta una media genuflexa de estampa antigua. Las fuerzas y el poder no habitaban el extraño cuerpo -no precisamente alto- del toro. Que amagaba con humillar de modo muy limitado. Blandito y condicionado. El aire de la faena recobró las imágenes de los tipos currados en mil capeas. Lo de la capea léanlo más por el funo que por el magisterio del maestro de Extremadura. Que lo pasaba, lo sobaba, le graduaba las alturas y andaba con él con una suavidad orteguiana.Veinte años y treinta y cuatro cornadas para hacerse con toda la enciclopedia del saber. El extenso metraje acabó otra vez sin rúbrica con la espada. Y de nuevo AF saludó una ovación.La alzada y la altura de agujas del toraco que estrenó el lote de Miguel Ángel Perera -¿cómo se enlotó?- apuntó ya de salida la querencia de toriles. Donde terminaría la lidia. Descabalgó del caballo a Francisco Doblado. Que agarró una segunda vara superior. Renqueaba el parralejo de una mano, mal trotaba sin tranco. Por la esclavina -por donde embestía- ensartó con sus puñales en el capote de Javier Ambel. Y escarbó en banderillas. Perera lo trató a favor de obra. A su aire en la primera serie de derechazos; ligado y con la muleta por debajo de la pala del pitón en la siguiente. Ésa que tanto le dolió en su triste fondo. La pérdida del celo -si alguna vez lo tuvo- destapó por completo su manso ser. Y se desentendió totalmente. Basculando siempre hacia el punto de partida. Media estocada sin efecto acarreó un calvario con el descabello. No tanto como el quinario que la descomunal cabeza del quinto preñada de malas ideas le hizo pasar. Una prenda. MAP no tuvo otra que abreviar con aquel marrajo que olía la sangre y tiraba con toda su artillería. La sabia afición bilbaína no lo entendió. Y la pitada adquirió injustos decibelios.Ginés Marín se enfrentó con facilidad al tercero de escaso perfil que soltaba la cara con movimientos sincopados. Y también con la fealdad andante que reunía el amorfo y gordo último. También se embiste como se es: desaborío, arrítmico, cambiante. Ginés cumplió con el tiempo de estar delante. Y, como en el anterior, recetó una estocada en su sitio. Suyas fueron las verónicas de la estratósferica corrida. Proporcional al petardo de El Parralejo.

ABC

Por Andrés Amorós. Romances del Parralejo en Bilbao

Los toros del Parralejo lucen muy hermosa estampa: serios, bien armados y, sobre todo, con casta, pero no dan tan buen juego como yo mismo esperaba. Con ellos, tres extremeños, de maneras muy variadas. Una tarde más, yo veo solamente media entrada. Disfrutamos con los toros, con su bellísima cara: toros «de Bilbao», de siempre, que requieren lidia clásica.

Torea ahora Ferrera mucho mejor, con más calma. En el primero, saluda Montoliú por cómo clava los palos, como su padre, en la escuela valenciana. Antonio, con buen oficio, las embestidas alarga pero le engancha la tela y la faena no cuaja, salvo muletazos sueltos y la espada queda baja. El cuarto es todo un galán, luce una preciosa estampa; asusta pero flaquea desde la primera vara. No logra impedir Ferrera que varias veces se caiga aunque, siempre a media altura, suaves muletazos traza y el público le agradece su maestría veterana.

Al toreo poderoso de Perera le hacen falta toros que tengan poder, no borregos sin pujanza. El segundo, que es muy serio, empuja con fuerza en varas: algo que muy pocas veces ya lo vemos, por desgracia. Manda el diestro pero el toro lleva la cara muy alta. Las ilusiones se esfuman; cayó la espada muy baja, falla con el verduguillo y todo se queda en nada. El quinto luce pitones, mucho morrillo y culata, pero espera en banderillas, no se entrega, saca guasa. Perera lo machetea, a la tercera lo mata y la gente, es natural, con una bronca le paga.

Siempre confío en Ginés Marín: su cabeza es clara, su capote es elegante y sus formas, depuradas, pero debe espabilar y no dormirse, en la fama. El tercero, al picador, le da una gran costalada; en la muleta, protesta y embiste con poca gracia. Ginés muestra voluntad. Lo mejor es la estocada. Brinda al personal el sexto, que algunos pases se traga pero pega tornillazos, pone el pitón en la cara. Hace falta mandar más con toros de mucha casta. Vuelve a matar con acierto y así la corrida acaba.

Saliendo de la Plaza, un amigo, que conoce mi gusto por las rimas, me entrega un papel: «Es otro romance. Lo siento, no es muy optimista». Yo me limito a copiarlo:

«¿Dónde ha quedado Bilbao? ¿Dónde ha quedado esta Feria? Los carteles son muy buenos, la Plaza nunca se llena. Envían los ganaderos toros de caras muy serias, con un aspecto imponente, pero ruedan por la arena. Cuidan aquí los detalles como en ninguna otra tierra: su Apartado es ceremonia que en ningún lugar se encuentra; el presidente resiste cuando la masa se encrespa por no conceder trofeos a una mediocre faena, aunque ya no se mantiene aquel nivel de exigencia que fue enseña de esta Plaza pero pocos ya respetan. ¿Dónde quedó la afición? Si se fue, ¿dónde se encuentra? Se mantiene en los coloquios del Cocherito, esa peña, pero es una minoría y la masa es lo que impera. Se siguen lidiando toros de ganaderías selectas porque, si no, a las figuras, no las traen ni a la fuerza, pero estos toros de ahora ya no son aquellas fieras, sino suaves borregos que obedecen la muleta y se echan a descansar en la cenicienta arena. ¿Es que no existen más toros? Si los hay, no los aceptan los toreros consagrados, los que mandan en la Fiesta, y el público sólo acude las tardes que ellos torean, aunque se aburran después, en una corrida pelma, porque, sin toros, el arte tristemente se despeña. ¿Dónde quedó aquel Bilbao, el de los toros con fuerza y la afición entendida, exigente y muy severa? Me temo que en el recuerdo, como tantas cosas quedan, por mucho que nos disguste, en esta España tan nuestra».

La Razón

Por Patricia Navarro. Torneo de «mansodontes» inservibles

23_agosto_18_bilbao.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)