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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Viernes 23 de septiembre

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Hermanos García JIménez-Olga Jiménez (con distinta presentación y juego desigual. Algunos con mucha dificultad, pitado el 2º)).

Diestros:

Morante de la Puebla: Pinchazo, media estocada (saludos desde el tercio); pinchazo, aviso, media que escupe y estocada entera (oreja).

Juan Ortega Pardo: Pinchazo hondo, descabello (silencio); pinchazo y media estocada tendida (silencio).

Tomás Rufo: Pinchazo y estocada (saludos desde el tercio); pinchazo, tres descabellos (silencio).

Banderilleros que saludaron: Fernando Sánchez y Sergio Blasco, en el 3º de la tade.

Incidencias: Al finalizar el festejo se cortó la coleta el banderillero José Antonio Carretero, que se despedía hoy de la profesión. Tomás Rufo le brindó la faena del sexto toro a su subalterno.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado, caluroso al principio.

Entrada: casi lleno.

Imágenes

Video resumen AQUí

Crónicas de la prensa

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

San Miguel y otra de Morante para el recuerdo

Comenzó San Miguel 2022, con buena entrada pero no más que mañana con el papel acabado, aunque a muchos nos parezca éste de apertura mejor cartel. Vaya por delante que el encierro de Matilla, con pitoncitos, con carita que se dice, para disimular, fue una auténtica mierda. Y el 4º también, por mucho que algunos hablen del dúo perfecto, de la simbiosis artística entre el toro y el torero. El toro no valía un duro y Morante en otra época. o en otra tarde, no le hubiera dedicado medio minuto. Eso sí, el de La Puebla se dijo “con éste que nadie le sacaría ni un cuarto de faena, voy a poner esto a reventar”. Y lo hizo y por ello es ya una faena para la historia de la Maestranza. Sobraba la oreja después de pinchazos y bajonazos. El primero al que realizó (de salida, sin picar) un recibo de verónicas lentísimas, a cámara superlenta, tenía aún menos fuerza. Como todos los que salieron, que se apagaban como una cerilla en cuanto empezaba el último tercio. Juan Ortega apenas pudo dar unos capotazos en el segundo y Tomás Rufo hizo lo mejor con el tercero, que aguantó un poquito más en la muleta. Pero dicho lo dicho, que con otros toreros habríamos salido hasta cabreados de la plaza por la estafa ganadera, con Morante se obró el milagro y de una mierda de toro logró un monumento de faena. Ah, y se despidió con honores José Antonio Carretero, un pedazo de torero.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Morante: sinfonía de otoño

Una, dos, tres, cuatro, cinco… La cuenta se perdió mientras un hombre vestido de manzana y oro desafiaba el tiempo lanceando al primero, un toro ofensivo y cornalón que rompió la tarde a la vez que la plaza, como una sola voz, jaleaba esas verónicas que convertían en poesía visual el vuelo de una tela, el viaje de una embestida y el encaje de un artista que no tiene techo. Fue la obertura de la grandiosa tarde de toros que brindó Morante de la Puebla, uno de los mejores toreros de nuestras vidas.

La cadencia, el temple y la sencilla naturalidad de esas verónicas ya se habían quedado grabadas en las retinas. Después de un feo puyazo, recetado muy trasero, el diestro cigarrero volvió por el mismo palo cerrando con dos medias de clamor. Entró en su turno Ortega, con lances bellísimos; un punto hechos. El toro tenía cositas buenas pero también andaba perdiendo gas como una gaseosa abierta. Abrió por ayudados, dibujó un natural aquí, otro de pecho allí pero el animal ya había dado todo lo que tenía por más que Morante buscara el encuentro y la reunión e hiciera promesas de profundidad. Un pectoral inmenso marcó esa declaración de intenciones pero la cosa, definitivamente, iba a menos…

¿Había quedado ahí todo? La gente se puso de uñas a la salida del cuarto, que llegó a poner en muchos apuros al diestro de La Puebla cuando trataba de pararlo. El personal quería adivinar no sé qué cojeras, problemas de vista, qué sé yo… El palco acertó al mantenerlo en el ruedo y José Antonio anunció que venía dispuesto a torearlo en tres chicuelinas aladas, casi insinuadas, en las que tuvo que aguantar dos coladas de escalofrío. No le echaron demasiada cuenta, enfrascados en los gritos y la traumatología. Pero todo iba a cambiar…

Los ayudados por alto y por bajo con los que inició la faena empezaron a marcar la altura de lo que iba a pasar. Pero no era un toro fácil; nunca iba a regalar nada. Había que tirar la moneda, jugársela de verdad, apostar al todo o nada… Así lo supo ver Morante, hundido y espatarrado, entregado a todo trapo en una faena expresionista en la que mezcló lírica y épica. Los muletazos surgían como un desgarro del alma, extraídos uno a uno mientras el público, olvidados de taras y cojeras, rugía y berreaba dando rango de acontecimiento a la labor del torero.

Para él no era aún suficiente. Se echó la muleta a la mano izquierda jugándose la vida sin darse importancia. La expresión ganaba a la perfección mientras se cruzaba, entregado al límite mezclando cadencia y heroicidad. Pidió la espada, cayeron sombreros al ruedo… La espada se atascó en los primeros viajes y quedó enterrada a la tercera. Le dieron una oreja. Era lo de menos. Habíamos asistido a un auténtico acontecimiento.

A partir de ahí… ¿Qué quieren que contemos del resto de la tarde? Juan Ortega manejó un lote sin demasiadas posibilidades para mostrar su momento ascendente. El segundo, serio y astracanado, sólo le permitió dibujar un lance allí, una larga acá… Fue un animal blando y sin alma, de nula raza, con el que esbozó uno de sus majestuosos inicios de faena. Pero por más que se encajó y se puso no había enemigo. La misma canción se iba a repetir con el quinto, al que volvió a torear con gusto y clasicismo a la verónica. Al cambiar el tercio echó a mano al banderillero Jorge Fuentes, que salió con las taleguillas destrozadas y sólo un susto. El bicho se quedaba a medio viaje, sin emplearse, embistiendo con malos modales que chocaron con las bonitas formas del diestro sevillano que, desengañado, acabó marchándose a por la espada.

Tomás Rufo, que volvía a Sevilla después de abrir la Puerta del Príncipe en abril, estuvo muy cerca de puntuar con el tercero, un toro que no tuvo demasiada duración pero sí brindo veinte arrancadas con nervio, codicia y alegría que el joven matador toledano apuró con solvencia en dos tandas intensas y rítmicas pero también un punto mecánicas. La cosa empezó a cambiar cuando se echó la muleta a la mano izquierda y el toro, rajado y venido a menos, renunció a esa pelea. La impresión con el sexto, rumiando lo que había pasado antes con Morante, fue más desdibujada. Era el último toro bravo que lidiaba José Antonio Carretero, ese as de la plata que recibió el brindis de su matador y la ovación del público, en el que se contaban más foráneos que sevillanos. El trasteo resultó tan espeso como la embestida del toro de Matilla. De la retahíla de descabellos mejor nos olvidamos. Y que viva Morante.

Por Andrés Amorós. ABC. Faena cumbre de valor y dominio de un genial Morante de la Puebla

Después de haber estado en bastantes cosos, da gusto volver a la Plaza de los Toros sevillana: siempre ha significado la belleza, una historia única y el respeto al rito, sin el que la Fiesta pierde su sentido. Aunque ha llegado el otoño, en Sevilla brilla el veranillo de San Miguel pero las velas nos protegen del sol. Me gusta esta Feria casi más que la de Abril, con menos barullo.

Triunfaron en Abril los toros de García Jiménez pero esta tarde duran poco, se apagan. Sólo Morante corta un trofeo; si acierta con la espada, hubiera sido mucho más.

Morante es el único diestro que torea dos tardes. Es justo y oportuno. Como se dice en el fútbol, torea en otra Liga que los demás: en todos los cosos, grandes y pequeños, sin rehuir compañeros ni divisas. Eso es lo propio de las figuras de verdad.

El primero, astifino, embiste con nobleza pero justo de fuerzas. Lo recibe meciendo el capote en siete verónicas magníficas, cargando la suerte, ganando terreno hacia la boca de riego, que ponen al público en pie. Repite en el quite. (Se equivoca Ortega al querer competir por el mismo palo). El comienzo de faena también es sevillanísimo, con ayudados a dos manos ligados con naturales: sencillez, armonía, naturalidad sin afectación… pero el toro se apaga. No hay más que hacer. Mata a la segunda, sin estrecharse.

El cuarto sale flojeando mucho pero, a pesar de las protestas, el presidente lo mantiene. Intenta Morante animar a la gente con garbosas chicuelinas pero, por la izquierda, el toro se vence con peligro. Lo recibe en tablas y le aprieta pero Morante aguanta , sale con preciosos ayudados por bajo. Tragando, liga muletazos meritorios. A pesar del evidente peligro, le saca pases preciosos. Ha sorprendido al público, que se preparaba para la bronca. Con valor y dominio, metido entre los pitones, embraguetándose, le saca derechazos lentos, extraordinarios. Y todavía logra muletazos de categoría por el lado malo, a cámara lenta, con valor auténtico. El sabio público sevillano, en pie, enloquecido, no cree lo que está viendo, interrumpe la faena con gritos de ¡torero! La espada no entra hasta la tercera pero la faena ha sido cumbre: ¡ahí queda eso, para el recuerdo! Suena un aviso pero el público exige la oreja. Si hubiera acertado a la primera, las dos orejas eran seguras y le hubieran pedido el rabo.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. Morante, punto y aparte

Arrancaba la Feria de San Miguel y la tarde iba transcurriendo con poco que reseñar. Una faena de salón de Morante tras haber dado un recital a la verónica, unos lances de ese gran capotero que es Juan Ortega y una labor de más a menos del toledano Tomás Rufo. No era gran cosa lo que daba de sí este inicio de feria como tanto era para tirar cohetes lo que sucedería después del gran suceso de este 23 de septiembre de 2022. Un suceso que ha entrado por la puerta grande de los anales del toreo y destacado con caracteres de oro entre los capítulos más brillantes que registra la tauromaquia.

Eran las siete de la tarde pasadas cuando salió por la puerta de chiqueros Derribado, del hierro de Hermanos García Jiménez, herrado con el número 55, negro zaíno, nacido en febrero de 2018 y habiendo dado en la báscula 540 kilos. Nada hacía presagiar nada viendo cómo se comportaba, cómo se movía con tanta falta de compás y tras haber achuchado a Morante, que tuvo que tomar el olivo. Y el público, deseoso de ver a Morante, instó al usía, el muy acertado Gabriel Fernández Rey, a sacar el pañuelo verde, pero Derribado no se caía y hasta hizo una brava pelea en el caballo de Aurelio Cruz Ríos. Ahí en el peto mostró que su fuerte estaba en el pitón izquierdo y en esto que Morante le endilga tres pedazos de chicuelinas como el que lava, suaves y sin forzar la figura, tres prodigios de naturalidad. Pero el público seguía queriendo que fuese devuelto a los corrales cada vez con más ahínco y el usía sin dar su brazo a torcer, sin que afortunadamente diese su brazo a torcer.

Y ahí surge la figura del torero más torero de la contemporaneidad. Al hilo de la tablas lo recibe arrebatándose por momentos, hasta el punto de que ya nadie volvió a exigir la devolución del morlaco. Cuánto le agradecimos, le agradecemos y le agradeceremos a don Gabriel que mantuviese a Derribado en el ruedo, ya que llevaba en sus entrañas el material adecuado para que José Antonio Morante y Camacho por su madre labrase la maravillosa obra que iba a salir de sus manos.

Estábamos ante un portentoso ejercicio de pasión, cara a cara de un prodigioso sueño despierto de cómo un hombre provisto sólo de un trapo puede crear tanta belleza. Pero es una belleza apasionada que sale de las entrañas de un genio dotado para hacer felices a las miles de personas que acudieron a verle. Contar lo que pasó no es tarea fácil porque, por ejemplo, ¿cómo se pueden sortear todas las leyes físicas para pegarle a un toro un redondo de 360 grados?, ¿eso cómo es posible? O de qué forma nos recordó al Paula en esa suerte de toreo que parece al revés colocando la pierna de salida más adelantada que la del embroque, en fin… Tomás Rufo brinda la faena del sexto toro a su subalterno José Antonio Carretero, que se despidió de los ruedo.

Esos naturales llevando al toro hasta detrás de la cadera, sabiendo, además, que el toro por ese pitón sabía qué se dejaba atrás. Y es que era una obra de arte preñada de peligro, que hay que ver lo que Morante tragó en cada muletazo. Qué cerca se lo pasaba y qué despacio, cómo sus remates eran pura improvisación, ora por abajo en una trincherilla para el recuerdo. ora por arriba en unos pases de pecho memorables. Y le pregunta es la de qué hubiera pasado si el estoque funciona. Pero el estoque no funcionó y don Gabriel, en su postrero acierto, le concedió la oreja que el público pedía. Subraye, lector, este 22 de septiembre de 2022, no lo dude.

En Sevilla Morante… un punto y aparte

Por Inma León. El Español. Morante, punto y aparte

Lo que ha hecho esta tarde Morante de la Puebla en la feria de San Miguel en la Maestranza de Sevilla sólo lo puede hacer él. Sólo lo sabe hacer él. Es de punto y aparte, de ese ser peculiar y fuera de lo habitual. Hay que suspirar, volver a coger aire y parar después de verlo torear así.

Con un animal de la ganadería Hnos García Jiménez que estuvo a punto de ser devuelto porque salió algo descoordinado, hizo pura magia a la altura del tendido ocho bordando el toreo en la última parte de la faena.

En tres tandas dio una auténtica lección de una personalísima tauromaquia, la suya, y de cómo sacar agua fresca de un pozo seco, un toro que no valía nada, el segundo de su lote. La espada entró a la tercera y la oreja cayó por sí sola. Imagínense…

Con el pecho siempre por delante y con una valentía extraordinaria, si no no podría torear así, Morante fue capaz de hilvanar muletazos lentos, despaciosos y rompiéndose las muñecas, la cintura, el tiempo y el alma en cada uno de ellos.

Peligroso fue el pitón izquierdo, ya lo avisó en las chicuelinas del quite, pero ya Morante estaba por encima del bien y del mal. Un estado que sólo alcanzan los genios tras colocarse perfectamente entre los pitones, acariciando la pala en más de una ocasión y con los riñones encajados. En definitiva, muy de verdad.

Rafael de Paula estaba en el callejón y pudo comprobar una vez más cómo a Morante le cayeron al nacer todas las bolitas con las que él describió el arte, las que le llueve en la cabeza a algunos y a otros no.

El saludo capotero a su primero fue de excelsa belleza. Pausado, como si estuviera acunando a un bebé para dormirlo y parando el tiempo en cada lance, pero todo se quedó ahí. Destacó el inicio por estatuarios y algún muletazo muy encajado hasta que el toro acusó su falta de fuerza y comenzó a defenderse.

Del resto de la tarde, poco que contar. Morante marcó el antes y el después. Antes, Juan Ortega topó con un toro muy deslucido de García-Jiménez (Matilla) como toda la corrida en general y poco pudo hacer. Y Tomás Rufo, que en la pasada feria de abril salió por la Puerta del Príncipe, supo tocar las teclas del tercero para que se viniera arriba y aunque el público le jaleó la faena con música y todo, no pasó a mayores.

Después, sinceramente, con la borrachera de torería no lo recuerdo bien. Poca emoción, a excepción de la despedida de José Antonio Carretero, quien esta tarde bregó el último toro de su vida y Sevilla se lo reconoció con un entrañable aplauso. Hubo corte de coleta del grandioso banderillero en el albero a manos de su hija y con Morante, que tantos años lo llevó en su cuadrilla, como maestro de ceremonias.

Quien sabe lo que hubiera pasado si su primer toro hubiese tenido un tranquito más y la espada hubiera entrado a la primera tras esa obra maestra. Hagan sus apuestas, pero con la embriaguez de torería que llevaba más de uno, era para salir toreando por la Puerta del Príncipe y acabar la faena en Triana entre los gritos de ¡torero, torero!

Esos mismos ecos que salieron de las gargantas durante su grandiosa faena. Una faena de eso… de punto y aparte y que, por mucho tiempo, no sea de punto final porque cuando se vaya, a ver qué hacemos.

Por Toromedia. Faena excelsa de Morante de la Puebla, que corta una oreja en la primera de San Miguel

Morante de La Puebla comenzó bordando el toreo a la verónica en el primero de la tarde, provocando hondos oles en los tendidos. En el quite brillaron dos medias. Un toro justo de fuerza y empuje limitó la faena del de La Puebla, que firmó un suave comienzo toreando a dos manos y lo intentó por ambos pitones, mostrando por momentos el bello trazo de su toreo hasta que el toro se acabó por completo. Pinchazo y pinchazo hondo que fue suficiente. Ovación.

El sexto no le gustó nada de salida a Morante. El de Matilla parecía algo descoordinado y fue protestado, pero fue el propio torero quien pidió calma y aguantó al toro. En un quite por chicuelinas, el astado le avisó dos veces por el pitón izquierdo. La faena la comenzó con preciosos muletazos a dos manos y cuando intentó el toreo en redondo encontró algunas complicaciones derivadas de la poca fuerza. Morante no se dio por vencido y, con convicción y entrega, pisó un terreno comprometido hasta que sacó el fondo bueno del toro. Cuando lo hizo llegaron muletazos profundos y despaciosos sobre todo por el pitón derecho que fueron un monumento al arte del toreo. Sevilla se entregó al toreo excelso y Morante tuvo las orejas en sus manos. Pero pinchó y el premio quedó en una. Eso era lo de menos después de tal extraordinaria faena.

Juan Ortega esbozó algún buen lance en el segundo de la tarde, uno toro limitado de empuje que llegó a la muleta sin fuelle y sin transmitir. El diestro sevillano lo intentó en vano por ambos pitones sin encontrar emoción en sus embestidas. El público le pidió que entrara a matar. Silencio.

Bien a la verónica Juan Ortega en el quinto, toro que puso a las cuadrillas en apuros en banderillas. En la muleta se encontró con un animal al que le costaba desplazarse y que, al igual que su primero, no transmitía nada. Lo intentó el torero pero no había materia prima.

Tomás Rufo toreó con soltura de capa al tercero, ganando terreno y rematando con un airoso recorte soltando una mano. Con la muleta conectó enseguida con el toro y con el público. Templó muy bien en las dos primeras series diestras y sonó la música. El toro pedía sometimiento y el torero le bajó la mano y le apretó, ligando con emoción. Cuando cambió a la zurda, el toro se vino a menos y la faena también. Pinchó y fue ovacionado.

Rufo brindó el sexto a Jose Antonio Carretero, que se despedía hoy de los ruedos. La ovación fue cerrada en reconocimiento a su trayectoria y valía. Rufo comenzó bien, ligando por el derecho. Bien colocado y firme, sacó todo el partido al toro de Olga Jiménez, que también fue a menos, limitando la labor del torero, cuya labor fue finalmente silenciada.

Fue bonito el final de la tarde, cuando José Antonio Carretero recibió el homenaje de sus compañeros en el ruedo y su propia hija le cortó la coleta con la ayuda de Morante y Tomás Rufo, el toreo a cuyas órdenes toreó la última corrida de su vida.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

23_septiembre_22_sevilla.txt · Última modificación: 2022/09/24 09:31 por paco