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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Miércoles, 8 de mayo de 2019

Corrida de toros Mixta

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Los Espartales y cuatro de Garcigrande (de diferente presentación y juego desigual)

Diestros:

Diego Ventura: tres pinchazos y rejón de muerte (saludos); pinchazo, rejón y tres descabellos (saludos).

El Juli: pinchazo, estocada atravesada, ocho descabellos, aviso (silencio); pinchazo hondo, tres descabellos (silencio).

Cayetano: estocada trasera (vuelta al ruedo); pinchazo, estocada (vuelta al ruedo).

Presidente: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: primaveral, agradable. Con rachas de viento.

Entrada: hasta la bandera.

Video: https://twitter.com/i/status/1126218336860348416

Galería de fotos: https://plazadetorosdelamaestranza.com/cayetano-da-dos-vueltas-al-ruedo-en-la-decima-del-abono/

Crónicas de la prensa:

Portal Taurino

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver Cayetano da dos vueltas por su cuenta

Lo del público de la Maestranza es para hacérselo ver, sin duda. Desde que la crisis dejó el abono de siete mil en unos dos mil, esto ya no es lo que era. Cada tarde, sobre todo las de lleno, viene un público cateto, que pide orejas sin sentido, da olés a los mantazos, aplaude vueltas al ruedo inmerecidas, jalea estocadas en los bajos, pide música en todas las faenas (es lo habitual en los pueblos, para eso la banda la paga el alcalde) y hasta abronca a los músicos por tocar tras el arrastre. Un desastre, vamos, y va a peor cada tarde. Por si fuera poco canta fandangos, pega voces de compadre a los toreros o vivas a España destempladas. Se acabó lo del silencio maestrante, lo del respeto, lo de la educación y lo del señorío. Cuanto más cateto, mejor, Y así están convirtiendo la Maestranza en una plaza mala de pueblo, que las hay bien buenas. Se me olvidaba, hubo una mixta, Diego Ventura pinchó sus dos toros tras una gran exhibición de su cuadra, El Juli fue doblemente silenciado y se le escapó un buen toro, además de seguir matando de vergüenza. Y a Cayetano también, aunque los mató muy dignamente, le pidieron orejas sin justificación alguna (qué público, Dios mío), y dio dos vueltas por su cuenta. Por qué los de Domingo Hernández se fueron con las orejas al desolladero, como decía Bob Dylan, “la respuesta está en el viento”.

La Razón

Por Patricia Navarro. Dos vueltas para Cayetano en una Sevilla de todo vale

Cual misil de guerra fue lanzado José Antonio Barroso por el segundo en la primera vara. Por delante, más bien por encima, se había llevado al caballo y al piquero. Apretó. Suave le había mecido con la capa El Juli y quitó Cayetano. Todo en orden a la hora de la verdad. El terciado toro de Domingo Hernández que tenía cara de plaza de tercera tuvo miga y era la doble apuesta de El Juli por la misma ganadería. De los comienzos relajados y suavones de faena poco quedó al rato. Exigía a El Juli estar muy centrado con él, acudía por abajo, pero también le costaba irse de la muleta. Bravo y encastado ejemplar de Domingo. La faena tuvo altibajos, condicionada por el viento y los intentos de acople que lograron consistencia solo por momentos. Un constante empezar. La espada remató en negativo. Humillaba el quinto, bronco y de corto recorrido. Le empujó en ese viaje Julián, más como si fuera una faena de campo que la plaza de toros de Sevilla. Abundó en la faena y se le atascó la espada. Dos vueltas para Cayetano en una Sevilla de todo vale

A Joselito Rus ya le había tomado la matrícula el toro en el primer par y apuró y le apretó mucho en la salida en el segundo. Cayetano brindó a Espartaco. Fue tan mansito como extraordinario el de Hernández. Puñetero viento, que ya había condicionado a Julián y movió la muleta de Cayetano sin piedad. Buscaron ambos cobijo en tablas y trepaba el toro detrás del engaño con una calidad tremenda. Sólo cuando el viento descomponía, la cosa se complicaba. Desafió a las inclemencias y se fue a los medios Cayetano, que puso raza y ganas y dejó ver esa falta de solidez técnica. Eso sí, compone bonito. Tras la estocada vino la petición, pero no concedida y dio la vuelta al ruedo. Tiró de raza para echarse sobre el albero y comenzar la faena al sexto de rodillas. Interesó también el toro. Y Cayetano, que quiso hacer todo en los medios y forzó la máquina con los mismos mimbres de quien acaba de llegar, no dudó en desprenderse de sus zapatillas como si le quemaran y tampoco en mandar callar a la música cuando esta decidió que había llegado el momento de honrar. En ese juego emocional Cayetano quiso hacer faena, la gente estaba de su parte y de quien haga falta, y de aquí para allá y de allá para acá, Cayetano montó su faena, con algún apretón, con un pinchazo que precedió a una buena estocada y una vuelta al ruedo después de petición. Dos vueltas para Cayetano en una Sevilla de todo vale

Tardó poco en compensar Ventura su falta de tino con el primer rejón de castigo al llevar cosida la embestida del toro a la cabalgadura con temple, exposición y emoción, justo antes de clavar en su primero. Tenía un buen compañero de viaje por delante. Y lo explotó. Templó, incluso abusó de la cercanía con el animal, pero mostrando una solvencia y seguridad extraordinarias. Y así la entrega del público que se metió de lleno en su espectáculo con varios momentos estelares, entre ellos cuando le quitó el cabezal y clavó a dos manos. Espectacularidad refrendada con la calidad. El rejón de muerte no estuvo a la altura y quedó en menos, pero la emoción se había palpado desde el comienzo. Y así con el cuarto. La entrega se nota desde La Puebla y la gente le sigue en su aventura. Lo dio todo con el manejable ejemplar y firmó momentos de mucho interés. El rejón restó. Como había restado la presentación de la corrida de Domingo Hernández y como había restado una liviandad tremenda en las faenas, a pesar de que en Sevilla, como en muchas plazas, todo vale.

ABC

Por Andrés Amorós. Funciona poco el invento de la corrida mixta

Vuelven las figuras, se agolpa la gente en la calle Iris y en la Puerta del Príncipe; se llena la Plaza, con un público benévolo, deseoso de triunfos. Este invento de la corrida mixta, aunque esté extendido, no me agrada. No es lo mismo el toreo a pie que a caballo. Y, si alternan dos diestros, no es ningún mano a mano, cuando su experiencia taurina es muy distinta.

Esta tarde, sirve para que sí actúe Diego Ventura, después del conflicto del pasado año, sin hacer otra corrida de rejones ni cambiar la que el domingo tuvo escaso éxito. Falla Ventura con el rejón de muerte dos faenas espectaculares, de categoría. El Juli no repite su triunfo, con dos trasteos aceptables, mal rematados con la espada. Cayetano, voluntarioso, da dos vueltas al ruedo. Nada más. Y esta tarde no se puede echar la culpa a los toros de los Espartales y Domingo Hernández: todos, encastados, de buen juego.

Después de haber cortado un rabo, en Madrid, y haber matado allí seis toros, Diego Ventura es ahora mismo la indiscutible figura del rejoneo. Tarda en centrarse con “Lambrusco” pero “Nazarí” levanta un clamor, llevando cosido al toro, una vuelta completa. Con “Dólar”, hace un quiebro, en tablas, muy de cerca y , quitándole el cabezal, logra el par a dos manos. Ha estado enorme pero pierde trofeos, al pinchar. En el cuarto, después de fallar una vez, al clavar, entusiasma con el extraordinario “Sueño”, que retrocede hasta las tablas, le deja llegar y clava muy en corto. La emoción sigue con “Bronce”, toreando de verdad, y, de nuevo, clavando a dos manos con “Dólar”, sin el cabezal. La faena ha sido desigual pero con momentos de gran intensidad. Mata a la segunda y tres descabellos. De nuevo ha perdido el seguro trofeo pero ha demostrado su categoría y la calidad de sus caballos.

El Juli es, por ahora, el único diestro que ha abierto la Puerta del Príncipe pero dudo que su actuación sea lo que más recuerdan muchos aficionados. Vuelve con la misma ganadería con la que triunfó: por mucho que le gusten estos toros, una primera figura debe abrirse a otros encastes. El segundo embiste con nobleza de salida, le permite verónicas suaves. En cuanto ve al caballo, va, de lejos, y derriba a Barroso; embiste codicioso a la muleta. Molesto por el viento, El Juli tarda en acoplarse; logra ligar muletazos en el platillo, con dominio creciente. La faena es larga y el toro, encastado, termina defendiéndose.. No ha acabado de estar a gusto con él. Pincha, con salto, antes de la estocada y falla feamente con el descabello. Escucho un juicio: “Ha ganado el de negro”. Mete bien la cabeza el quinto, en los lances de recibo, empuja en el caballo. Rueda por el albero pero repite, en la muleta. El Juli muestra su profesionalidad y oficio en un trasteo largo, que es aplaudido pero no llega a encender el entusiasmo. Entrando de lejos, no mata bien. No ha devuelto el éxito del otro día pero tampoco lo ha aumentado.

Sigue Cayetano su personal trayectoria, con su gancho popular y sus discretos resultados. No le falta carácter pero comenzó a torear tarde y eso suele notarse. El tercero flaquea pero repite. Brinda a Espartaco. En el voluntarioso trasteo hay más valor que dominio. Al final, en el centro, logra algún natural suave pero el toro sale suelto y le pone en apuros. Ha toreado en varios terrenos. Mata atracándose, con rotundidad (una de las suertes que mejor domina): petición y vuelta. Sentencia un vecino: “Le falta el oficio que le sobra a El Juli”. El último se encela largo rato en el peto. Empieza Cayetano sentado en el estribo y, en seguida, de rodillas. La gente aplaude el arrebato. En el centro, liga muletazos, aunque el bravo toro flaquea. Suena la música y él la hace callar ( – no entiendo por qué - pero luego la acepta. El público agradece su entrega apasionada, aunque el toro enganche a veces la muleta y el diestro pase algún momento de apuro. Mata a la segunda y vuelve a dar la vuelta al ruedo.

El invento de la corrida mixta no ha dado el resultado esperado. Prefiero yo lo de siempre: tres matadores y, a veces, por delante, un rejoneador, con un solo toro. Sevilla debe conservar el clasicismo, que tiene un sentido; como decía Rafael el Gallo, lo clásico es lo “arrematao”, lo que no se puede hacer mejor. En arte, a eso hay que aspirar.

El País

Por Antonio Lorca. ¡Sardinas frescas!

En lugar de toros, en La Maestranza hubo sardinas. Frescas y relucientes, es verdad, pero sardinas, por lo que la plaza se convirtió en una pescadería, lo cual no está nada bien. Y la gente se las comió —las sardinas— sin rechistar. Cosas de la modernidad… Se anunciaron toros, pero escasearon, y eso, en plena Feria de Abril, y en la muy prestigiosa plaza sevillana no se debiera consentir.

La ausencia de queja no exime de responsabilidad a la autoridad, los toreros y la empresa. La ausencia de queja es la prueba evidente de la crisis de la fiesta, en la que se ha perdido la exigencia, condición imprescindible para su supervivencia.

El Juli, figura indiscutible del toreo, nunca debió anunciarse con la sardina que lidió en primer lugar. Eso es una falta de respeto a Sevilla y a él mismo, y lo peor no es que ese novillo fuera impresentable, sino que su condición era de un manso cordero. Así, no, por favor; así, acaban ustedes con la fiesta, mucho antes que los antitaurinos.

Lo capoteó a placer, con más tranquilidad que en un tentadero, por templadas verónicas y chicuelinas con las manos bajas; y en la muleta, el comportamiento pastoril del toro —con perdón— quedó una vez más de manifiesto. Tardó en entenderlo el torero en una faena larga, de menos a más, que deslució con un pésimo manejo del descabello.

Y hermano gemelo parecía el primero de Cayetano, torero proclive a la gestualidad y al enfado. Algunos de los naturales que trazó tuvieron empaque y escaso mando, quizá porque se le ve más preocupado por la colocación estética que por el toreo de verdad.

Más apariencia de toro tuvo el segundo de El Juli, con el que no pudo redondear faena por su escaso recorrido y codicia. Demostró el torero, no obstante, su solidez y exprimió la pobre embestida de su oponente. También en este falló con el descabello y la plaza guardó silencio.

A por todas salió Cayetano en el último. Muleta en mano lo recibió por alto sentado en el estribo. Bondadoso como toda la corrida, el animal repitió con exquisita nobleza y le permitió al torero un superficial lucimiento con tandas despegadas, salpicadas de más pasión que hondura. Fue exigente con la música, a la que mandó callar, molesto, quizá, porque no le había acompañado en los primeros compases de la faena, pero, como se ve, no actúa con la misma decisión a la hora de elegir los toros.

Abrió plaza el rejoneador Diego Ventura, y otra vez demostró que ha alcanzado la cima del toreo a caballo. Pero se le ve tan fácil, tan cómodo, que le cuesta emocionar. Sobre todo, si se enfrenta a toros simplemente nobles, simplemente tontos, apagados y agotados como los de ayer. Es verdad que en los dos falló con el rejón de muerte; es verdad que protagonizó momentos cumbres a lomos de una cuadra que raya la perfección, pero se muestra tan sobrado que comunica mucho menos de lo que pudiera.

Con Nazarí cinceló un monumento al temple, a dos pistas, sencillamente perfecto; y al quiebro con Lío, y a dos manos y sin riendas con Dólar; falló en las banderillas con Sueño, pero el conjunto de su actuación fue de un consumado maestro. Qué pena que no se enfrente a toros que parezcan y sean toros.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La suerte y la mixta de Caye

La fórmula mixta de la corrida ídem convocó un entradón: entre El Juli y Diego Ventura suman 16 Puertas del Príncipe, si se pudieran sumar. Cayetano, que le daba el carácter total de mixta al evento, aportaba su cuota mercantil y mediática. Y, lo que son las cosas, la coartada de taquilla, sin problemas de competencia para Julián, se volvió del revés en el ruedo con toda la suerte del mundo de su parte: Caye se levantó una bolita de ensueño, el lote ideal de los cuatro toros de Domingo Hernández, la ganadería predilecta, y digamos que exclusiva, de Juli. Y si a esta hora el menor de los Ordóñez no cuenta con un estreno por la Puerta del Príncipe es por sus propias limitaciones novilleriles, idus de mayo al margen. Que el viento molestó a los de a pie toda la tarde. A El Juli, por delante y por detrás, por la baraka del no competidor, y por el lío de Ventura -otro que perdió la ocasión de ver el atarceder de Triana en volandas- le birlaron el protagonismo, la suerte y la mixta. Que se los llevó Rivera de calle.

El jaleo de las misceláneas genera un agravio comparativo abisal. Incluso al deshacerse el paseíllo: Ventura se pegaba una vuelta al ruedo de recogida de ovaciones como si se tratase de un festejo ecuestre puro; Juli sacudía su capote en silencio unos días después de abrir la Puerta del Príncipe, fuera como fuere. DV levantó su caballo Prestigio en espectacular levada y la plaza se puso en pie; JL se guardó en el callejón.

Habría que redactar ciertas normas de protocolo para estas ensaladas. La música, tan cara en Sevilla para el toreo a pie, sonó generosa en cuanto apareció Nazarí, ya en banderillas. Luego, Nazarí y Diego pidieron no sólo pasodobles, sino poetas. A dos pistas cosieron al toro de Los Espartales -que no había sido fácil de enfrentar con los hierros- en una vuelta al ruedo completa. La Maestranza erupcionó como un volcán. El alboroto continuó con Lío en quiebros en los medios y casi a caballo parado en tablas. La locura alcanzó decibelios de manicomio con el show de Dólar sin cabezada y el triple mortal del par a dos manos. Abrochó con Remate y las rosas en tributo a Don Ángel Peralta. Y, cuando la gloria se había puesto a tiro, pinchó, y pinchó, y pinchó, ametrallando el feliz final de su regreso a Sevilla.

Para el toreo a pie había, agravando las diferencias del trato y de las puntas, claro, un viento hostil. El Juli lo sintió pronto en sus vuelos. Como la brisa templada de Cuarenta, una redonda pintura de toro de Domingo Hernández de afamada reata. Las verónicas ahondaron en aquella forma de embestir tan tempranamente deslumbrante. La bravura bañada por la dorada capa de la clase despertó en el caballo: Cuarenta se empleó con alegría, tranco y empuje hasta derribar a Barroso. El quite julista por chicuelinas respetó a Chicuelo en su centenario. Por alado y sutil. Con la misma cadencia de la media verónica del cierre. Visto el esfuerzo del primer encuentro con el jaco, Juli ordenó no castigarle nada en el siguiente. Cayetano se animó en un quite por tijerillas de vistoso epílogo.

Tanto había prometido el toro, que pronto se percibió la decepción con el viento desarbolando el toreo. Porque Cuarenta era verdaderamente bravo y no gastaba bromas por las ventanas que abría Eolo. Y porque el prólogo genuflexo de faena había marcado altas cotas. Pero fuera de las rayas azotaba el racheado vendaval la muleta. La derecha era la mano del garcigrande del llorado Domingo. Y por ahí El Juli le enjaretó importantes redondos cuando no bicheaba el aire. Por la izquierda, la tela flameaba sin la ayuda. Y el toro se crecía en el desgobierno con su casta encendida pero sin darse igual: rebañaba con picante. Antes de que se parara del todo, en los medios, en desesperada apuesta, el torero le exigió todo con la embestida ya durmiéndose. Los aceros, esa manera de irse de la suerte, y el descabello enterraron todo en el olvido.

A Cayetano le salió un monísimo toro llamado Polizón, el más anovillado de la feria, sueltecito de carnes, un amigo con su punto mansito para abrirse, su deliciosa humillación, y con su fácil y dócil embestir. Entre las rayas, pues el viento se hacía impertinente perpetuo, le hilvanaba su estilo sin apreturas por las dos manos. De salón no te lo hace igual un colega con el carretón. Y duró lo suyo. Hasta que después de sacárselo al platillo, tras alguna pincelada fina, como una trinchera o un cambio de mano, Polizón se rajó. Bajo el sol, Cayetano le dio rápida muerte con una estocada relampagueante. Los tendidos se poblaron de pañuelos en el son de Polizón. La presidenta, que no lee revistas del corazón, se enrocó y pasó ampliamente. Cayetano se mosqueó y paseó la vuelta al ruedo entre aclamaciones.

Menor fue la petición con un castaño sexto de exactas hechuras, hijo de la vaca Taladora. De fondo y alegrías tan notables como sus formas: Cayetano se arrebató en el brindis al público y en el inicio de faena sentado en el estribo y de rodillas. Un arrebolarse muy loco y enrazado. Crecido y descarado, propuso el toreo por la mano derecha: Talador se estiraba y repetía como una máquina. Tan subido y seguro andaba Rivera, que mandó callar a la rácana banda del maestro Tristán; luego ya no. De aquella esperanzadora fase, del empaque que le pone más allá del embroque, perdió el punto el torero. Y el toro empezó su declive al no hallar el tacto apetecido. Pinchó una vez Cayetano antes de fulminar al domingohernández de otro espadazo y darse una vuelta al ruedo de despedida.

A estas alturas, El Juli sufría su frustración entre barreras después de la trabajosa faena a aquel quinto de recortadas hechuras, recogida cara y más carácter del percibido por el gentío feriante. Tan agarrado al piso. Un sordo esfuerzo apenas valorado que acabó como las luces de Ventura, arruinadas por el acero.

Cayetano se fue tan pimpante.

8_mayo_19_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:13 (editor externo)