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Toros en Jaén

Temporada 2021

Feria de San Lucas 2021

Domingo 10 octubre: Clase práctica para los alumnos de la escuela taurina de Jaén con novillos de Antonio Martín Campos.

Sábado 16 octubre: Toros de Garcigrande y Domingo Hernández 3º y 6º para Morante de la Puebla, oreja y dos orejas, Emilio de Justo, ovación tras petición y ovación, y Juan Ortega Pardo, palmas y silencio.

Domingo 17 octubre: Rejones. Toros de Adolfo Martín para Diego Ventura dos orejas, dos orejas y ovación, y Leonardo Hernández, oreja, ovación y dos orejas, mano a mano.

Triunfo de Morante en Jaén con tres orejas en el esportón. Grupo Joly, 16/10/2021. Por David García. La tarde en Jaén, que rezumaba aires de cante grande, dio comienzo con la terna pisando el tercio después del paseíllo, recibiendo la cerrada ovación del respetable. Un presagio de las ganas de ver a Morante en compañía de dos primeros espadas que en esta temporada han hecho méritos suficientes como para estar acartelados el próximo año en todas las ferias.

Y con la voluntad puesta sobre la mesa, la terna se encontró con un mal encierro de Garcigrande y Domingo Hernández, manso, descastado, desrrazado y envueltos de esa melindrosa nobleza que algunos tanto gusta. Y, por eso, pasó inédito el toreo entre sus astas; cuando no dejaron claro qué corría en sus entrañas, como fue el caso del primero, que nada más sentir el hierro de la puya salió despavorido como alma que lleva el diablo. Qué suerte de no ser cárdeno; de lo contrario, a lo mejor, hubiera acabado con las viudas sobre el lomo.

Y con estas mimbres, contra todo pronóstico, Morante tiró de medicina taurómaca para recetar doblones al inicio del trasteo, y conseguir así que el toro rompiera hacia adelante; todo ello, eso sí, marca de la casa, revestido con la solemnidad de sus muñecas. Se puso derecho y poco más pudo hacer. Un marmolillo al que dispensó elegantes muletazos con la diestra y efímeras acuarelas en el remate de las primeras series. La bonancible toreabilidad, tan efímera para la retina y el paladar.

El cuarto titular devuelto sin justificación alguna, dio paso a un sobrero de Sancho Dávila premiado, también sin justificación alguna, con la vuelta al ruedo. Mientras tanto, el diestro de la Puebla se entretuvo en mantear a su oponente con el percal, quedando inédito el toreo con el capote.

Templado el toro tras los primeros tercios, el inicio de faena tomó otros aires. Se rebosó en la franela y Morante, en los primeros compases, volvió a reunir el espíritu de la parroquia a favor de obra. Al hilo del pitón, corrió la muleta con la cadencia que acostumbra. Le cogió el aire a la embestida y con la izquierda sembró el espíritu que había estado suspendido en el aire durante la tarde. Preludio para un ensayo de improvisados recursos, preñados de la mejor torería, con los que rompió el olé y el alma de la plaza. El público, extasiado tras haber visto destapar el frasco de las esencias.

Esbozó el toreo a la verónica De Justo en el primero de su lote y confirmó, una vez más, la pasta de la que está hecha. Elegancia. El toro manseó en el caballo, repuchando el castigo, y la encerrona de la varilarguero contra las tablas, sin embargo, contó con todo el favor del público que se deshizo en loores hacia algo que, por definición, va contra aquello que lo debe ser la suerte de varas.

Con luz propia brillaron los subalternos del diestro extremeño. La cuidada brega de Morenito de Arlés, con dos capotazos largos y por abajo, muchos debieron quitarse el sombrero. Emilio de Justo, en cambio, abusó de toreo perfilero en lo que duró la vida de Gracioso. Que, dicho sea de paso, de gracia no tuvo nada. Medias y moribundas embestidas que, a fuerza de voces, hicieron arrancar la música. Nunca Agüero, con sus castañuelas, habían sonado a nana y a música de dentista. Esa melodía que acompasa el tiempo de espera antes de que se ejecute la suerte de verdad, la que consagra y te pone arriba: la estocada. En la que, De Justo, es precisamente un verdadero maestro. Pero, para colmo, recetó un bajonazo.

Con las inercias de la tarde, y tras lo de Morante, no quiso Emilio de Justo pasar in albis. Larga cambiada de rodillas, Verónicas y delantales quisieron volver a encender al público pero no rompía el toro como para eso. En la muleta cogió el ritmo del animal pero la mansedumbre del toro, buscando las tablas, no permitió mayor lucimiento. Dantesca imagen la de un toro - ¿bravo?- perfilado en la misma puerta del chiquero. Ni los desatinos con la tizona del cacereño hicieron que el público animara, dispuesto a no dejarse un solo olé o un solo aplauso en la alforja.

Y por allí anduvo, también, Juan Ortega. Sin oportunidad ni lote, ni ganas tampoco de complicarse la existencia. Fugaces destellos de un arte y un estilo intuidos pero que no florecieron por la falta de toro e ilusión. Así despachó a su primero y así llegó al que cerraba plaza, el que más cumplió en el caballo, metiendo riñones en las dos entradas. Cogió la franela y estuvo ante la cara del toro, más dejándolo pasar que queriendo meterlo de verdad en la canasta. La gente prefirió que abreviara. Con Morante ya habían amortizado la entrada.

Otros festejos celebrados

Sábado de Pasión, 27 de marzo. Toros de Victorino Martín, que debuta en plaza, el 5º de vuelta, para Rafaelillo, ovación y oreja, Ruben Pinar silencio en su lote, que pinchó, y Alberto Lamelas, oreja y vuelta.

Oreja para Rafaelillo, en su feliz reaparición, y Alberto Lamelas con serios victorinos en Jaén. ABC, 27/03/2021. Por Andrés Amorós. Emocionante reaparición de Rafaelillo, después de su terrible percance: corta una oreja, igual que Alberto Lamelas; Rubén Pinar pierde las dos por la espada. Debutan en Jaén los toros de Victorino: una corrida seria, encastada, exigente.

En Jaén hubo fiestas de toros desde el siglo XV. En 1919, con una corrida de Gallito y Belmonte, se hizo realidad el ‘lleno hasta el tejado’: allí se tuvieron que sentar muchos aficionados… Es tierra de toros y de grandes toreros.

El 14 de julio de 2019, en San Fermín, el menudo Rafaelillo citó de rodillas a un Miura, más alto que él: le bastó al toro con girar la cabeza para estamparlo contra las tablas. Sufrió fractura de catorce costillas, con grave riesgo de su vida. Reaparece ahora con cuarenta años cumplidos y veinticinco como matador de toros: el gesto de un auténtico héroe. El primero se queda corto desde el comienzo. Brinda a su mujer y a sus hijas. Con oficio y decisión, le va sacando muletazos; sonríe, en medio de los pitones. Para nada se le ha notado el percance. Una faena de mérito con un toro complicado pero falla al matar. Muletea con reposo al cuarto, que flaquea y desluce el trasteo. Logra sólo algunos naturales suaves. Mata rápido y el cariño del público le otorga una oreja.

El albaceteño Rubén Pinar se sobrepuso a un gravísimo percance, en el campo. Es diestro poderoso y técnico, con el temple propio de su tierra; sabe ya lo que es indultar a un victorino. El segundo tardea y humilla, parece dormidito pero despierta en banderillas y saca claro peligro. Dos grandes pares de Ángel Otero, que saluda. Brinda a Rafaelillo. Muletea con suavidad pero el toro tiene sentido, no admite ‘Filigranas’ (su nombre) sino machetear y quitárselo de en medio. El quinto, serio, sale incierto pero Pinar le da la lidia adecuada y el toro saca su buen fondo. Traza muletazos mandones, templados, rematados con buenas trincherillas: la espada le priva de trofeos y al toro se le da la vuelta al ruedo.

El jienense Alberto Lamelas es un claro ejemplo del luchador incansable, que ha lidiado corridas duras en Francia y en Las Ventas. (Ha compatibilizado su profesión como matador con la de taxista). Recibe con una larga de rodillas y vibrantes verónicas a ‘Placentino’, que embiste con alegría al capote y al caballo. Brinda al público y aprovecha las encastadas embestidas para ligar muletazos emocionantes, jugándosela de verdad. Una faena de torero macho, decían los revisteros, aunque el toro va a menos. Pincha antes de la estocada pero corta un trofeo. Al último, con cien kilos más que el primero, lo recibe también con una larga de rodillas. Acude el toro al caballo de lejos y David Prados se luce en un gran puyazo, muy aplaudido. Brinda a Rafaelillo. Se coloca de frente, adelanta la muleta, intenta conducir las serias embestidas. No es un exquisito pero sí muy valiente, la faena tiene riesgo y emoción. A la segunda, la espada cae baja: petición y vuelta.

Recuerdo –y altero– una de los primeros poemas de la lírica castellana: «Tres valientes / se la juegan / en Jaén: / Rafael, Alberto y Rubén». Los tres han dado la cara ante victorinos serios y encastados: la verdad de la Fiesta. La sonrisa de Rafaelillo, en su vuelta al ruedo, es el feliz colofón a su gesto. Ya está otra vez en los ruedos: le deseo lo mejor. ®Foto: Tauroemoción.


jaen_temporada_2021.txt · Última modificación: 2021/10/26 14:01 por paco