Écija (Sevilla), 13 de febrero de 1959
Debut en público: el 18 de mayo de 1975, en el coso de Osuna (Sevilla).
Temporada 1977: 44 festejos, cabeza de su escalafón. El 19 de junio toreó una novillada picada en Pamplona con Andrés Romero y Mary Fortes, con oreja y vuelta, ganando a los dos novilleros.
Temporada 1978: el 4 de junio en Pamplona cortó tres orejas toreando junto a Mary Fortes.
Debut en Las Ventas: 25 de marzo de 1979, con Antonio Ramón Jiménez y Patric Varin, y novillos de Samuel Pereira Lupi.
Alternativa: Real Maestranza de Sevilla, el 15 de abril de 1979, en el ciclo ferial. Padrino: Curro Romero. Testigo: Manili. Toros de EL Torero Salvador Domecq. “Ofensor” el toro de la alternativa.
Confirmación en Madrid: el 17 de agosto de 1980. Padrino: José Soler. Testigo: Santiago Burgos, "El Santi".
Temporadas 1981-82: marcha a México, en donde lidia múltiples corridas cosechando importantes éxitos.
Confirmación en México: El 11 de enero de 1981 en la Monumental Plaza México llevando como padrino a Curro Rivera y de testigo a Mariano Ramos, con “Estanciero” de Piedras Negras.
Temporada 1984-85: contrata 25 corridas en cada temporada.
Temporada 1987: el 23 de abril sufre gravísima cornada en la Real Maestranza de Sevilla, por el toro Espanto, de la ganadería de Joaquín Barral.
Temporada 2002: corta oreja en Ecija, en la tarde del 13 de abril.
Otros datos. Nombre completo: José Luis Vargas Álvarez. Durante varios años fue director de la Escuela Taurina de Écija, en la temporada 2014 dirige la Escuela Taurina de Espartinas y actualmente enseña su toreo, junto a Luis de Pauloba, en la Escuela Taurina de Sevilla. Desde 2014 es, además, tesorero de la Asociación Andaluza de Escuelas Taurinas.
Pepe Luis Vargas: el último transmisor del toreo sevillano
ABC, 29/04/2021. Por Jesús Bayort. La Candelaria lo cobijó como torero y la Macarena lo embaucó como apoderado. El niño que un día se exilió de su Écija natal vivió en las dependencias parroquiales de San Nicolás; el hombre que hoy día bendice a la última rama del toreo sevillano habita adyacente a San Gil. Pepe Luis Vargas ya cumplió sus bodas de oro en el toreo. Con los dedos de una mano mostraba su edad cuando empezó a merodear el coso de Pinichi. Nadie sabía qué hacía esa criatura por allí. Y Palmeño se lo preguntó. Ni corto ni perezoso, éste le contestó: «Quiero ser figura del toreo».
Y el sueño lo acarició con las yemas, pero luchó contra unos elementos inflexibles. Ya lo sentenció el Guerra: «Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible». El astigitanito quería torear como le habían enseñado Manolo Vázquez, Pepe Luis, Pepín o Rafalito Torres, «pero es que con esas corridas era imposible», señala. Aquella prematura afición le había costado más de un disgusto a su familia: con nueve años fue detenido por lanzarse de espontáneo durante la parte seria del Bombero Torero; el municipal que le tuvo que echar mano era su padre. Dos años después apareció en casa acompañado por una pareja de la Guardia Civil que lo había visto deambular por un tentadero en Osuna.
La familia desistió ante aquel afán irrefrenable del niño y pidieron consejo: «Para ser torero tiene que ir a Sevilla». Y así desembarcó en la capital: en una mano, una maleta con algo de ropa; en la otra, un hatillo con los trastos de torear. Sobrino del sacristán de San Nicolás, dormía en la buhardilla de las dependencias parroquiales. Cada mañana, antes de tomar la calle San José, entraba para encomendarse a la Candelaria. Ávido de aprender las pautas de la torería empezó a frecuentar los centros neurálgicos del toreo sevillano y trianero: en el Charco de la Pava, con Vicente Vega, Curro Puya y banderilleros del viejo arrabal; y en el antiguo Cine Andalucía, con Pepe Luis Vázquez, Manolo Vázquez y Rafael Torres.
Aunque materializar todo ese contenido con auténticos galafates era su mayor hándicap. «Había tardes en las que algún toro se equivocaba, pero era contraproducente porque si triunfabas con esas corridas te repetían con ellas». En su lucha contra los elementos recibió una veintena de cornadas, además del famoso boquete de ‘Fantasmón’. «Aquel toro me quitó de la circulación. La pierna nunca más me volvió a funcionar».
Le quedó la frustración de no haber podido torear como él creía, pero se siente compensado con los éxitos de su etapa al frente las escuelas taurinas de Écija y Sevilla. «Pero mi mayor logro me llegó hace cuatro años en el Arco de la Macarena. Juan Ortega vino a pedirme que lo apoderara. Le dije que me lo tenía que pensar porque yo nunca había hecho esas labores. Entramos en la Basílica y rezando por él me entró un escalofrío. Era la señal que me mandaba la Macarena. Así que ahí, bajo sus pies, le contesté a Juan que ya tenía nuevo apoderado».