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Plaza de toros de Tánger

La primera plaza: El coso de El Mediar fue la primera plaza de toros de Tánger, ubicada en una finca así llamada, a las afueras de Tánger. Concretamente junto al llamado puente Internacional. Era propiedad de Abelardo Sastre y se ella se tienen noticias fechadas en el año 1890. También se tienen noticias de que la primera corrida de toros en Marruecos tuvo lugar en Tánger en 1911.

Ya en los años 40 del siglo XX, en plena esfervecencia del Tanger internacional, se celebró un festival taurino en el conocido por Estadio de Marchán. Uno de los principales impulsores de la fiesta en Tánger fue Rafael Ordóñez Aguilera, hermano de El Niño de La Palma y miembro de una de las grandes estirpes taurinas. Le ayudó un tal Romerito que, después, se fue a Casablanca donde también había Plaza de Toros (plaza de Casablanca).

La escuela: Rafael Ordóñez Aguilera creó una escuela, la Escuela Taurina de Tánger. Los alumnos se entrenaban en la plazoleta que había cerca de la Estación, junto a la entrada al muelle por la Avenida de España. Él mismo confeccionaba los capotes con telas de lona y carretón.

“La zapatería del Cine Mauritania era el lugar más taurino de Tánger, donde se veían todos los torerillos y se deleitaban viendo las fotografías y carteles que tenía colgadas en las paredes”.

La plaza nueva: La ‘plaza toro’, nombre con el que los tangerinos conocen también al barrio en el que se encuentra-, se construyó, pues, en la época del Tánger internacional, una década donde la ciudad conoció su gloria en el mundo del arte, del espectáculo y el ocio.

Las obras comenzaron en 1949 sobre una parcela de 21.540 metros cuadrados. Con 72.120 euros de presupuesto, fue construido por la empresa española Ingeniería y Construcción. El proyecto estuvo participado por Moulay Ahmed Rissouni, uno de los jefes religiosos de la ciudad y ‘caïd’ (gobernador) de la ciudad de Larache. Fue realizado por el arquitecto Francisco Rodríguez-Álvarez López.

Tenía una capacidad de entre 9.000 y 13.013 localidades (?) y disponía además de cuadras de caballos, corrales, almacenes, toriles, quirófano, enfermería, capilla, baño, sala de toreros y una vivienda para el conserje. Su estructura, tendidos, andanadas y asientos, son de hormigón armado y se construyó en un tiempo record de catorce meses. Su ruedo estaba cubierto con albero de las canteras sevillanas de Alcalá de Guadaíra, porque los tangerinos querían que su ruedo recordase al de la plaza de Sevilla. Además de su arquitecto, Francisco Rodríguez-Álvarez López fue el pimer empresario de la plaza.

Inauguración: La inauguración tuvo lugar la tarde del 27 de agosto de 1950. Las localidades se vendieron al completo. En el cartel, un toro de Juan Belmonte para el rejoneador Ángel Peralta, y toros de Fermín Bohórquez, para Agustín Parra Parrita, José María Martorell Navas y Manuel Calero Cantero Calerito. El festejo fue anunciado durante las semanas previas con gran bombo en el diario España, periódico propiedad del conocido periodista y crítico taurino Gregorio Corrochano.

“Era un domingo de agosto, un día inolvidable, toda la ciudad estaba paralizada, kilómetros de atascos de tráfico que se dirigían a la plaza, vendedores, periodistas, espectadores y curiosos, todos estaban allí. Asistieron espectadores de todas las ciudades, de forma que se aumentaron las frecuencias de los trenes, los autobuses y barcos incluso se organizó un vuelo especial entre Gibraltar y Tánger”.

Esa temporada hubo más festejos como el del 10 de septiembre, con el mexicano Antonio Toscano y Pepín Martín Vázquez y El Vito con toros de Salvador Guardiola.

Corridas internacionales: El 8 de junio de 1952 el mexicano Manuel Capetillo torea reses de Conradi, junto al sudamericano Raúl Acha “Rovira” y el madrileño Julio Aparicio. Y recordar la corrida celebrada el 10 de agosto de 1958 donde el norteamericano Sidney Franklin mató una corrida de Miura junto Julián Marín y José Aguilar “El Ranchero”.

El rey Mohamed V, abuelo del actual monarca marroquí Mohamed VI, asistió de incógnito a una corrida. Aunque ya con la independencia de Marruecos en 1956 y la consiguiente marroquinización de la ciudad, se apagaron las luces del ruedo de Tánger.

Última etapa: El 12 de julio de 1970 nuevos promotores madrileños, la casa Lozano, abrieron de nuevo la puertas del coso. Hasta el 4 de octubre del ese mismo año, con la intervención de Manuel Benítez El Cordobés, Gabriel de la Casa y Manuel Lozano Martín, que tomó la alternativa. Lidiaron toros de Eusebio Galache. Aquella fue la última corrida de toros en esta plaza.

Én la plaza de Tánger lograron magníficos triunfos toreros como Ángel Peralta, Juan Belmonte Fernández, Pepe Luis Vázquez, Luís Miguel Dominguín, Julio Aparicio, Miguel Báez ‘El Litri’, Manuel Benítez ‘El Cordobés’, Antonio Ordóñez, Pepín Martín Vázquez… Fueron igualmente numerosos los españoles residentes en Tánger que tentaron a la suerte en el coso tangerino, como Pepito Medina, Primo Díaz y Campos El Portuense, Manolo Bernal, Luis Marquijano, Luis Álvarez El Andaluz o Jesús Cañizares.

En el Tánger internacional se vió torear a una mujer, Conchita Cintrón, cuando en España aún estaba prohibida la participación del sexo femenino en el mundo del toreo.

Etapa negra: Tras su clausura, el edificio fue utilizado como Centro de Reclusión de Inmigrantes. Tristemente, en 1993, la plaza de toros de Tánger fue noticia por haberse convertido en un centro de confinamiento donde las autoridades de Marruecos retenían a los africanos detenidos en su territorio cuando intentaban embarcarse ilegalmente hacia España. Ante las protestas de diversas organizaciones humanitarias de la ciudad , dejó de utilizarse para tales fines. Actualmente, los bajos de la plaza se utilizan como sala de muestras y exposiciones.

Proyecto de rehabilitación: En septiembre de 2005 la Diputación Provincial de Cádiz y el Consejo Regional Tánger-Tetuán firmaron un acuerdo para llevar a cabo el proyecto de recuperación de la Plaza de Toros de Tánger. Su objetivo primordial era convertir el coso en un espacio multiusos en el que se puedan llevar a cabo no sólo corridas de toros, sino conciertos, espectáculos de arte ecuestre, teatro, óperas, motocross, y todo tipo de eventos socioculturales propicios para organizar en este recinto. El proyecto no se ha puesto en marcha.

Placita de Villa Harris

Tras la cogida mortal de Ignacio Sánchez Mejías, el torero Alfredo Corrochano, que le acompañaba en la plaza de Manzanares la fatídica tarde del 13 de agosto de 1934, a su vuelta a Tánger quiso rendirle homenaje y le encargó al arquitecto Viladevall el diseño de una placita de toros de madera que instalaron en Villa Harris.

La Surpatte-El Guateque

Pablo hizo sonar el timbre de la entrada. Una villa antigua (en Tánger siempre se dijo “vila”, quizá por influencia francesa), en el Marchán, una villa en cuyo jardín había pasado tantas tardes, jugando con Margot, con Odile y con Albert, durante la más remota infancia. (…) Reconoció “La Corrida”, de Gilbert Bècaud, una composición en modo alguno pensada para bailar. (…) Se sintió como el toro que respira la plaza. Husmeando la muerte que pasa deleitándose. Una muerte cualquiera. Tuvo tiempo de burlarse de sí mismo, un crío de diecisiete años apenas cumplidos, pensando en la muerte, creyendo saber lo que un toro siente al salir del chiquero. Él, que jamás había asistido a una corrida, ni siquiera en la flamante plaza de su ciudad… De la novela “El corazón antiguo”, de Ramón Buenaventura.

Una nueva vida para la última plaza de toros de Marruecos

EFE, 14/03/2019. Por Javier Otazu. Debe ser la única plaza de toros en el mundo rodeada de mezquitas: el coso de Tánger, construido allá por 1950, ya nunca más verá una corrida. Su destino inmediato pasa por convertirse en un centro comercial o una sala de espectáculos.

Si no fuera por la que existe en la ciudad de Melilla, la de Tánger es la última plaza de toros en pie en toda África, y por ella han pasado figuras míticas del toreo como Luis Miguel “Dominguín”, el “Litri” o Manuel Benítez “el Cordobés”.

Pero ya no queda ni arena en el ruedo, ocupado ahora por una frondosa higuera, un olivo raquítico y ropa tendida al sol, que pertenece a una de las cuatro familias que ocupa los bajos de esta plaza de 11.000 localidades.

Aunque los tangerinos llaman al lugar “plasa toro” (sic), lo cierto es que la mayor parte de su vida este enorme espacio ha servido para otras cosas de lo más variopintas: feria comercial, ring de boxeo y sala de conciertos.

Incluso fue utilizada como centro de internamiento temporal de inmigrantes subsaharianos en los años noventa, cuando Tánger pasó a ser la palanca de acceso para probar fortuna en El Dorado europeo.

Posteriormente, ha servido solo como escenario de conciertos, pero en realidad ha permanecido casi todo el tiempo cerrada a cal y canto. A su alrededor, en el barrio de Moghogha, entre charcos y malas hierbas, deambulan por las noches vagabundos y pandilleros, y los vecinos se quejan de la peligrosidad del lugar.

En 2016, el gobierno marroquí declaró la plaza tangerina como “monumento nacional”, para blindar el lugar contra cualquier cambio que pudiera afectar a la morfología y la arquitectura del lugar.

Sabedor de esta particularidad, el ayuntamiento de Tánger, propietario del coso tras un regalo del rey Hasán II, emprendió el pasado año una búsqueda realista de posibles destinos para la plaza, y comenzó por indagar en lo sucedido en las plazas catalanas de Barcelona y Tarragona en su nueva etapa post-taurina tras prohibir el parlamento regional las corridas de toros en 2010.

Cuenta el vicealcalde tangerino Driss Rifi Temsamani que el modelo que finalmente les convenció fue el aplicado en Valencia, donde continúan las corridas de toros pero se alternan con otros usos recreativos, y no tanto porque en Tánger vaya a regresar el ganado bravo -algo totalmente descartado-, sino porque el ayuntamiento ha decidido que quiere un “modelo mixto”.

Así surgió la idea de encargar a la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia un concurso de ideas abierto a todos los alumnos para “explorar posibles estrategias de intervención arquitectónica y tratamiento urbano del entorno”, que estarían premiados con entre 500 y 2.000 euros.

A principios del pasado diciembre, el ayuntamiento seleccionó a los tres ganadores, para optar por una “fusión” de todos ellos y apostar por un futuro para la plaza que combine los usos culturales y los comerciales, teniendo en cuenta además los resultados de un sondeo entre los vecinos del barrio de Moghogha.

En todo caso, Temsamani entiende que el proyecto llevará “entre cinco o seis años”, y avanza una cifra aproximada 20 millones de dirhams (unos dos millones de euros) como gasto mínimo para acometer la reforma.

La plaza tangerina fue construida en 1950, en los años de mayor fervor nacionalista español impulsado por el franquismo. En Marruecos, nadie pensaba entonces que la independencia del país estaba cerca, y España ejercía su protectorado en el norte del país con la confianza de un largo futuro por delante.

El estatus internacional de Tánger siempre molestó a España, como recuerda el historiador Bernabé López García, y por ello el régimen franquista multiplicaba los gestos patrióticos en defensa de “la españolidad de Tánger”.

Cuenta el historiador que la plaza, inaugurada a bombo y platillo un 27 de agosto de 1950 con “7 bravísimos toros 7” toreados por Parrita, Martorell y Calerito, nunca fue rentable porque todo -los astados y los toreros- tenían que llegar de la Península, y la Legación española tuvo que sufragar con frecuencia los gastos.

La plaza tuvo seis años escasos de actividad continuada, pero en 1956 (año de la independencia de Marruecos) terminan los festejos. Se reabrió brevemente en 1970 con El Cordobés como cabeza de cartel, pero aquel fue su certificado de defunción.

Y comenzó entonces una nueva vida, pero nadie sabía qué hacer con ella.

La plaza es desde hace unos años hogar de cuatro familias, que se dicen descendientes más o menos directos de Ahmed Yasini, el último acomodador del ruedo tangerino, según relata su hijo Hasán.

Sea o no cierto, Hasán tiene la llave de la única puerta de acceso a la plaza, además de una serie de documentos expedidos por las autoridades españolas de entonces a nombre de su padre. Hasán nació y vive ahora con su mujer y sus dos hijos pequeños en los bajos de la plaza, junto a tres familiares más y sus retoños.

En los restos oxidados y carcomidos de un escenario levantado para quién sabe qué actividad, la familia de Hasán cuelga la ropa a tender, porque afortunadamente tienen al menos luz eléctrica y agua corriente.

No queda ni un solo cartel o resto que recuerde que allí hubo toros y toreros. Poco a poco, los visitantes han ido llevándoselo todo.

Varios perros vagabundos merodean por los graderíos vacíos y ladran sin ton ni son en el silencio del mediodía.

Sostiene Hasán que “hace unos meses” escribió al Consulado español de Tánger para que le den alguna especie de gratificación en reconocimiento a su familia por haber guardado el lugar durante décadas. No recibió ninguna respuesta. No sabe o no quiere saber que la plaza ya dejó de ser española hace medio siglo.


plaza_de_tanger.txt · Última modificación: 2020/12/31 13:11 por paco