Sevilla, el 7 o el 31 de agosto de 1917
Debút en público: el 1 de enero de 1929, en la plaza El Toreo de México. Junto a Manuel Bienvenida y José Bienvenida. Erales de Atenco. Iba de rosa y oro.
Temporada 1929: debuta en Guatemala, en la plaza «La Reforma», el día 20 de enero, matando dos becerros de San Mateo, de México, saliendo en hombros con sus hermanos. Vuelve a triunfar el 3 de febrero saliendo nuevamente en hombros. Luego se traslada a Perú y el 21 de marzo debuta en Lima en el beneficio a Manolo y Pepe, estoqueando dos becerros de Leguía Swayne. La plaza se llenó por completo, asistiendo el Presidente de la República don Augusto B. Leguía. La prensa limeña elogia y destaca en jugosos titulares la presentación del joven torero: «Debut de Rafaelito, el torero más joven del mundo…». El 31 de marzo se despidió del público de Lima lidiando con sus hermanos dos becerros de «La Rinconada de Mala» (oreja). Unos días después embarcan rumbo hacia España.
Temporadas 1928-1933: torea unas 15 becerradas, con triunfos en plazas importantes como Ceuta (aquí debutó en España), Cartagena (en cuya plaza debuta en la península, junto a Alfredo Corrochano), La Coruña, Zaragoza y Barcelona…
Otros datos. Nombre completo: Rafael Mejías Jiménez. Vino al mundo en Sevilla, en la calle Trajano, número 21, piso primero y fue bautizado en la parroquia de la Magdalena. Hijo del Papa Negro y hermano de Ángel Luis Bienvenida, Antonio Bienvenida, José Bienvenida, Juan Bienvenida y Manuel Bienvenida.
Fallece: El 17 de marzo de 1933 a los 16 años es asesinado en Sevilla por el administrador de su casa.
Le relató el fatídico suceso a Antonio Santainés José Sánchez Elena, sobrino de Ignacio Sánchez Mejías: «El autor del asesinato se llamaba Antonio Fernández y era en la casa como administrador y además le daba clases a Rafaelito Bienvenida. Vivían entonces los Bienvenida en la finca La Gloria. Rafael se presentó un día en La Gloria y dijo que no quería volver a Sevilla. Todo el invierno estuvo recluido en el campo. Le tenía miedo venir a Sevilla. Llegó marzo y vinieron Manolo y Rafael a comer a nuestra casa, a la casa de Ignacio Sánchez Mejías que teníamos en la calle Génova, que después fue José Antonio y ahora Avenida de la Constitución. Allí estuvimos Manolo, Rafael, mi primo José Ignacio Sánchez Mejías, mi prima, mi tía y yo. Nosotros acompañamos a la estación a Manolo Bienvenida que marchaba a Valencia a torear en Fallas. Mi primo José Ignacio y Rafael se fueron a casa. Fue mi primo el que llamó a Antonio Fernández para que viniera a tomar café. Mi primo estaba sentado en la habitación que compartíamos mi tío Ignacio Sánchez Mejías, mi primo José Ignacio y yo. Era una salita en plan moro. Rafaelito se sentó en mi cama. Leía una revista que yo coleccionaba. La revista Campeón que hacía ABC. Llegó ese señor y mi primo le dijo: «Un momento. Ahora llamo a una muchacha para que traiga café.» Se supone que en ese intervalo, Antonio Fernández le insistió a Rafael en que se quedase a vivir en Sevilla, que si no le iba a hacer algo malo. Cuando llegó mi primo los dos estaban callados. Antonio seguía paseando por la habitación y Rafael leyendo. Mi primo sentado en el brazo del sillón de espaldas, seguía hablando con una novia. Al rato mi primo oyó un disparo. Se volvió creyendo que era una broma, una detonadora, cuando vio a Rafaelito que caía doblado con un tiro en el corazón. Sobresaltado mi primo tiró el teléfono. Antonio le puso la pistola en el pecho diciéndole: «Tu vete, que si no te mato.» Y mientras bajaba las escaleras oyó dos disparos. Uno que le dio ese hombre a Rafaelito en la cabeza y otro que se pegó él también en la sien, suicidándose. Cuando subí Rafael Bienvenida estaba en el suelo. Había tropezado con una mesa y había caído un cuadro de José Gómez Gallito que teníamos en la mesa. ¿Qué razones tuvo aquél hombre? Todo el mundo supuso que ese hombre tenía poco más que amistad con Rafael. Rafael era pequeño y se dejaba sobrellevar por él, que no fuera a ningún lado. Cuando Rafael ya fue un poco mayor quiso deshacerse de los cariños o de la amistad fuerte de ese hombre y decidió irsea la finca. Ese día vino y ese día pasó la desgracia».
El crimen del joven torero que llevó al 'exilio' madrileño a la familia Bienvenida
ABC, 13/02/2023. Por Silvia Tubio. Antonio Bienvenida es el gran torero de Madrid. Pero esa fuerte ligazón se debió a un acontecimiento trágico que llevó a su familia a salir de Sevilla cuando el archiconocido diestro era sólo un niño. El asesinato de su hermano Rafaelito, en unas circunstancias que nunca quedaron del todo claras, llevó a esta dinastía del toreo a poner distancia con la tierra que les vio crecer. Ésta es la historia de aquel chaval que fue asesinado cuando no había alcanzado aún los 16 años.
Se llamaba Rafael Mejías Jiménez (Bienvenida VI) y en plena adolescencia se había convertido en una firme promesa del toreo. Pero bien por el empuje de su madre, que quería tener a algunos de sus cinco hijos varones alejado del coso o porque se fue apagando su vocación; cuando su vida se esfumó estaba ya más enfocado a trabajar en los asuntos familiares que a vivir del traje de luces.
El 17 de marzo de 1933, cuando aún no había cumplido los 16 años, Rafaelito Bienvenida quedó para almorzar con su amigo José Sánchez, hijo de otro nombre ilustre del toreo: Ignacio Sánchez Mejías. Sobre las cuatro de la tarde, los dos jóvenes se encontraban en la vivienda que poseía Sánchez Mejías sobre el antiguo restaurante la Punta del Diamante, en la esquina de la calle Alemanes con la avenida de la Constitución -por aquel entonces llamada avenida de la Libertad-.
La crónica de ABC y de otros medios como el diario Ahora detallan cómo en un momento dado se presentó en la casa Antonio Fernández Gallego, una persona que trabajaba de administrador de la familia Bienvenida y que había ejercido también de apoderado de Rafaelito en las becerradas que había lidiado. Los tres hombres estaban en el cuarto de la gramola, una suerte de salón de estar cuando algo ocurrió que desató los peores instintos del mayor de todos. Fernández Gallego sacó una pistola del calibre 6,38 y disparó contra el joven Rafaelito.
Junto a la víctima estaba el hijo de Sánchez Mejías que después testificaría que al producirse el primer disparo estaba al teléfono hablando con una amiga y no estaba al tanto de la conversación que mantenían sus dos acompañantes. «Me has hecho una mala faena y me la tienes que pagar». Le escuchó decir a Fernández Gallego cuando se giró al escuchar la detonación. «Tú quítate de en medio que a ti te aprecio mucho y no quiero hacerte daño», fueron las últimas palabras que le dirigió el asesino a José Sánchez, que salió corriendo escaleras abajo, aterrorizado.
En su huida escuchó dos disparos más. El empleado de los Bienvenida había rematado a su víctima y después se había disparado. Cuando llegaron los primeros empleados a la estancia, encontraron al joven torero ya muerto con dos disparos en la cabeza y en el pecho. Su asesino aún respiraba pero tan sólo eran los últimos hálitos de vida. Moriría poco después en la casa de socorro del Prado. El arma empleada era del padre de la víctima que se la había cedido al administrador para que se sintiera seguro cuando salía de noche. Nunca pensó que sería la misma pistola que se usaría para acabar con la vida de uno de sus seis hijos.
José Sánchez, la persona que podía contar lo que había pasado, fue localizado horas después en una finca familiar, donde había buscado refugio. La Policía lo retuvo para tomarle declaración. Quedó en libertad tras ser interrogado por el juez, que no encontró prueba alguna de su participación en los hechos. En la información que trascendió semanas después, cuando el juez dio por cerrada la instrucción, se apuntaba que el padre de Rafaelito, Manuel Mejías, apodado el Papa negro, había decidido despedir al administrador después de haber recibido información de su hijo de que no estaba gestionando bien algunos asuntos familiares.
Pero con el paso de los años, otras posibles explicaciones se fueron abriendo camino. Una de esas versiones, que se ha ido consolidando con el tiempo, es que el asesino quería tener una relación estrecha con la víctima, a la que había cuidado durante años. Aquel niño que se había convertido en un hombre no estaba dispuesto y trató de poner distancia con aquel empleado de la familia. Una decisión que provocaría la tragedia. Lo cierto es que lo ocurrido llevó a toda una estirpe del toreo a 'exiliarse' de las habladurías y las especulaciones a Madrid. Una ciudad que acabó fundiéndose para siempre en el apellido de los Bienvenida.
El crimen tuvo una amplísima repercusión mediática