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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del martes, 3 de mayo de 2011

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Pilar (de diferente presentación y juego desigual; 1º y 6º los mejores).

Diestros:

Morante de la Puebla. De carmesí y azabache. Pinchazo, media estocada (silencio); pinchazo hondo, tres descabellos, aviso, descabello (silencio).

El Cid. De sangre de toro y azabache. Estocada (saludos desde el tercio); pinchazo, estocada tendida y caída (silencio).

Esaú Fernández, que tomó la alternativa. De blanco y oro. Estocada desprendida (oreja); estocada desprendida(oreja) .

Presidente: María Isabel Moreno.

Tiempo: Soleado.

Entrada: Hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: La Razón, El Mundo, EFE, El País, ABC, Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía, Firmas.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Los toros de El Pilar no fueron los de temporadas precedentes. Algo flojos, alguno mansito, otros sosos y alguno viniéndose arriba en el último tercio, como el enorme burraco que salió quinto, muy desparejo de todos sus hermanos. Morante venía a la última y se va de vacío. Bueno, con una tanda de recibo al cuarto de categoría -otro quite más- que le confirman como el triunfador con el capote. Supongo que es poco para él. En el segundo hizo faena de aliño porque se apagó pronto y en el cuarto quiso, pero la embestida descompuesta del morlaco le privó de brillantez. El Cid estuvo más o menos como siempre. Toreó muy ligero al tercero aprovechando la derecha y también ligero al burraco que se le fue complicando en la faena y acabó desanimado. El toricantano lo tuvo todo de cara, en especial el lote. El de la alternativa fue el toro soñado, bonancible, le hizo una faena con gusto y cortó la orejita. Al que cerraba plaza, también bueno, lo toreó en tandas limpias, pero con pases muy despegados, abusando hasta el infinito del pico de la franela. Un público fácil consiguió la oreja, a pesar de la estocada algo caída. Que no se crea que tiene todo hecho. Y, sobre todo, que se olvide de las ventajas. Es un consejo.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: los sueños, a veces, se cumplen

Seguro que Esaú Fernández, cuando niño, había soñado con una alternativa en Sevilla, en la semana de Farolillo con la ganadería triunfadora del año anterior y con los dos toreros sevillanos de más tirón de la época. El destino tiene esas carambolas y ha hecho realidad las previsiones de un espigado espada de Camas, que de tapadillo y con toda la responsabilidad imaginable en sus espaldas por ser un día tan ansiado, se convirtieran en realidad. La suerte quiso que en sus manos cayese el mejor lote de una potable corrida de El Pilar y que la tizona viajase certera en las dos ocasiones.

Mostró a la concurrencia sevillana que, el día que se vestía de blanco inmaculado por primera vez ante un cuatreño en público, venía decidido a dejarse matar y a reventar el ambiente y se fue dos veces a esperar a sus oponentes a la puerta de los chiqueros. Ante el primero no le pudieron los nervios, supo jugar sus cartas y le endilgó dos tandas de derechazos aguerridas y sabrosas. Sin embargo, con el que estuvo decidido aunque con algunos altibajos fue en la faena del sexto, un precioso animal bien armado, fuerte, alto como él solo y astifino hasta decir basta. Su calidad por el derecho fue magnífica y gateaba por el alberto maestrante persiguiendo la bamba de la tela roja de Esaú movía lentamente, pausadamente, templadamente. Fueron dos series pletóricas, armoniosas, melódicas y acarameladas. Aunque bajó el diapasón por el izquierdo, las series se venían arriba por la parsimonia de los pases de pecho. Dos orejas de ley que cierran un sueño que las hadas de la tauromaquia convirtieron en realidad para este jovenzuelo de Camas, que ahora debe refrendas su apoteosis por todos los cosos de España.

Lo peor: el negro fario de Morante

Por mucho que nos empeñemos no le sale un lote bueno a Morante de la Puebla. De las tres veces que ha hecho el paseíllo en ninguna ocasión le ha salido un ejemplar con posibilidades serias para desgranar su toreo. Lo ha intentado en todo momento con algunos toros a contra estilo y no atinó con la tecla ante la fiereza del primero de su lote de la corrida de Cuvillo. Habrá que esperar a ver si se cumplen los vaticinios y en los seis toros que se barruntan para el 12 de octubre se muda el mal fario.

No me gustó ninguno de los dos primeros toros. No estaban bien presentados. Sus hechuras son indignas de la plaza de toros de Sevilla. Escurridos de carnes, sin rematar por detrás y muy lavados de cara. Este no es el camino: ni los sospechosamente astifinos astados de Cuvillo ni los altones y sin presencia de El Pilar, aunque su comportamiento haya sido notable.

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La Razón

Por Patricia Navarro. Sevilla se ilusiona con la alternativa de Esaú

Si la noticia buena es que Sevilla, su plaza, se ilusionó con la alternativa de Esaú Fernández, con un cartel de auténtico lujo, la mala es que a Morante se le pasó en blanco Abril como un nubarrón que nos dejó ese regusto amargo. Casi como siempre, la maldita suerte en los sorteos le dejó en el abismo de la última tarde. El último cartucho. La última/lo último… Y esta vez no funcionó. El lote no fue propicio para casi nada y anduvo ya Morante ofuscado, con poca frescura, condenado a irse de la Feria de Abril, el serial de su tierra, con la desdicha de no haber cuajado ningún toro. Y la etiqueta en lo alto. Ni el segundo, descastado y con poco fondo ni con el cuarto. Ya no iba a ser. Y no fue.

Otra historia vivió Esaú Fernández el día de su alternativa. Ese que los matadores recuerdan por siempre jamás, aunque después sea superado artísticamente. La suerte le vino de cara, como debe ser para la ocasión. El toro de la ceremonia fue un ejemplar de El Pilar, terciado y de preciosas hechuras, y que además desarrolló una nobleza infinita en las telas. Con él, como lo haría después con el sexto, gesto de torero que le honra, se fue el diestro a portagayola. Fue encontrando después el son en la muleta en una faena de mucha ilusión y basada en la ligazón. Mucho más descarado de pitones salió el toro que cerraba festejo. Quitó por verónicas Esaú y dejó después una faena templada, ligada, con el pecado de torear el toro por fuera. Será el verdor. Pero Sevilla estuvo encantada de dar la bienvenida a un nuevo torero en el escalafón de matadores. Con la espada estuvo rápido y hábil. Y otra oreja más paseó con ese terno blanco y oro. Radiante.

De padrino de ceremonia había estado Manuel Jesús «El Cid», que se las vio con un toro que tenía fondo para armar el lío. Era el quinto. Quiso lucirlo primero en los medios y ponerse a torear, pero después no apostó por él. Se quedó en la ligereza, sin cuajarlo, sin entregarse. Al final el público acabó por verlo y enfadarse con él. Y eso que con el tercero había pasado algo similar y Sevilla estuvo de su parte.

El Pilar llevó a La Maestranza una corrida muy desigual. Nada tuvieron que ver los tres primeros con los dos últimos. Pero hubo toros, además del sexto, que fue para ponerle un piso, que tuvieron que torear… Pero hay días, y días. Así es la Fiesta.

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El Mundo

Por Carlos Crivell. La alternativa del joven que repartía los programas

Hace pocos años, Esaú Fernández era uno de esos jóvenes que reparten el programa de mano a la entrada de la plaza. No es el primero que ha llegado a torear en la Maestranza. Los repartidores del programa son casi todos aspirantes a toreros. Esaú no sólo ha repartido muchos programas, sino que ha visto muchas corridas en la plaza. Tiene el desparpajo del chico listo que se sabe la lección. Hoy se ha convertido en matador de toros y ha vivido la gloria con su plaza entregada en ovaciones.

La base del triunfo de Esaú fue su temple, una clarividencia rara en quien se juega su futuro en dos toros, así como un valor sereno que le ha permitido matar a los de El Pilar de sendas estocadas. El Pilar fue la ganadería triunfadora de la pasada Feria. La corrida de esta tarde ha tenido de todo, desde dos toros absolutamente impresentables para Sevilla, el primero y el segundo, hasta dos enormes de volumen, como quinto y sexto. Esa desigualdad en la presentación se compensó con el buen juego del primero, quinto y sexto, que fueron ovacionados en el arrastre. A pesar de ello, fue una corrida por debajo de la triunfadora del año pasado.

Tres sevillanos de pueblo sobre el redondel. Los pueblos también son Sevilla. La Puebla, Salteras y Camas en la Feria de Abril. La plaza se llenó con ganas de animar a sus toreros. Esaú, porque era el más joven, gozó de algunos privilegios a la hora de recibir el cariño del tendido. A Morante se le esperaba, como siempre hay que esperar a quien detenta en sus muñecas los secretos de la gracia torera bañada por el río llamado Betis en tiempos romanos. A Manuel Jesús tampoco le faltaron partidarios.

La corrida se la llevó el camero. De blanco impoluto, traje de alternativa, el chaval no escatimó ningún esfuerzo. Se fue a la puerta de chiqueros en el primero y en el sexto para dejar dos largas a portagayola limpias. Hizo quites, mostró una tranquilidad impropia de un día tan comprometido y tuvo la suerte necesaria para que ‘Portillo’ y ‘Holandero’ embistieran a su muleta por derecho.

Lo demás lo puso con su temple, muy notable, con esa forma de rematar con los de pecho y con dos estocadas por arriba. Triunfo legítimo. Decíamos que esta alternativa era un regalo. No estaba envenenado. De momento, Esaú el de Camas, el chaval que repartía los programas de mano tiene que volver muchas tardes a torear a la plaza de Sevilla. Y a muchas otras.

Los toros de Esaú, primero y sexto, embistieron con clase, adornados con un punto de falta de raza y algo de mansedumbre, pero con recorrido y fijeza. Hubo otro toro en la corrida: el quinto. Fue un toro enorme, según la nota de capa negro burraco de capa, casi ensabanao capirote, que también tenía ritmo en sus acometidas.

Manuel Jesús «El Cid» no acabó de centrarse con este astado. Es como si las prisas por lograr una buena faena hubieran programado su muleta, que se movió con más velocidad de la cuenta. El toro se vio mucho y Manuel Jesús pudo templarse en una tanda con la zurda como mejor logro de una faena que acabó con media plaza desencantada. La ovación en el arrastre fue para ‘Dudoso’; el cruel silencio lo recibió el de Salteras. Muy doloroso. El Cid toreó bien de capa a sus dos reses, sobre todo a este quinto, donde quiso replicar a un quite hecho por Esaú y ya no resultó brillante el intento. Le queda otra para saldar deudas. A Morante no le queda ninguna. Se va de la Feria sin rematar ninguna labor completa, ni con el capote ni con la muleta. Debe pensar el genio de La Puebla, tal vez debiera llamar a quienes lograron que la pasada temporada fuera un torero en perfecto estado físico y anímico. Debe recapacitar, porque se notan algunas ausencias. La calidad y el donaire de su estilo es imperecedero. Tres verónicas al cuarto fueron excelsas, también el comienzo de la faena a ese mismo toro con un molinete y una trincherilla de cartel, los derechazos sueltos, todo bellísimo pero inconexo, eso fue lo que nos dejó para el recuerdo. Poco o mucho, según se mire. Es poco para lo que se espera; es mucho porque pocos hacen el torero como el de La Puebla.

Esaú se fue a hombros por la puerta principal. La espada fue la mejor referencia de la tarde en que un muchacho que repartía programas de mano se convirtió en matador de toros. Enhorabuena.

El Mundo

Por Zabala de la Serna. Exitosa alternativa de Esaú Fernández

Muerto el tercero ganaba la tarde el toricantano Esaú Fernándéz por una oreja. Un premio a la voluntad del que llega, a sus muletazos largos, en el aire de Jesulín. Sería injusto que fuese precisamente a uno que llega exigirle lo que no se le exige a otros de ajuste, pero convendría que se pasase el toro con más verdad. En esa línea construyó la faena con un buen toro, que para dar el paso de novillero a matador era el ideal, siendo más novillo que toro. Noble. Esaú tuvo mérito de irse a portagayola. Esperar una eternidad y tirar una larga perfecta. La plaza le jaleó todo con actitud paternalista. Estocada desprendida y premio para el recuerdo.

La mala suerte de Morante le ha llevado a la ofuscación. La cosa ya empezó torcida cuando su primero, también sin ningún remate, se le cruzó, le buscó la espalda, terminó por desarmarlo y en la huida hacia tablas alcanzó la barrera sin facultades para saltarla. Volaron las toallas al quite. Revuelo de capotes. Uy! El toro se dio un volatín y quedó echado como la maja desnuda. Quedó pegajoso el bicho. Hilo hacía. Morante de vez en cuando le ligaba un par de ellos y al tercero se venía encima. Un tirón lo paraba. El saludo al más toro cuarto, bizco y cercenado del derecho, fue barroco, caro, forzado, agitanado; verónicas distintas a parsimoniosas, más abigarradas estas; en el tercio de muleta el toro no se definía, se los tragaba para adentro y no quería para afuera. Mirón. Un trallazo de trinchera tampoco ayudó. Un molinete se coreó. Voluntad. Viento. Ofuscación. Impotencia.

El Cid desigual como el torillo, que se las traía por el izquierdo pero que se dejaba mucho por el derecho. Luego se vería que la corrida se había partido en tres y tres. Los primeros anovillados; los otros con mayor remate. Cid, demasiado abierto con el toro, corrió la mano con tersura y ligereza. Los pases de pecho a la hombrera contraria fueron lo más ajustado. Mucho más toro fue el quinto. Y mucho mejor con sus cosas. La principal la tuvo toda la corrida: la escasa fijeza, la mirada desparramada. El Cid quiere apostar y le cuesta un múndo pisar el sitio. Se vio cuando brindó al público y citó de lejos. Se vino al galope el toro y se quitó. Logró muletazos buenos intercalados. El Cid quiere y no puede. No le responden las piernas ni el corazón. El toro la tomó cuando le exigió muy por abajo con importancia. Había que ponerse, no quitarse. Pinchazo y media baja y tendida.

El último era un tío. Me lo había cantado Manuel Luque por la mañana: “Ese es el toro de la corrida, ya veras como rompe”. Y vaya si lo rompió. “Holandero” se llamaba. Esaú se había llevado toda la baraka en el el sorteo. Toda es toda. Muleteó con las misma virtudes y defectos que en anterior, sólo que por el volumen del toro se veía menos el hueco. “Holandero” hacía el avión. Se sumó el temple. Bajonazo y oreja.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Disposición, temple y gusto

Corrida muy apta para hacer el toreo. Hay que empezar por ahí. Aunque no se entiende cómo el único que sacó provecho fue el nuevo matador de toros, muy dispuesto y centrado, en contraste con la actitud y capacidad de los dos veteranos, padrino y testigo, respectivamente de su alternativa. Es cierto que el toricantano tuvo los dos toros más claros del envío, pero no por ello hay restarle méritos, pues suelen ser este tipo de astados los que pueden dejar en entredicho al torero si no da la talla.

Un dato para contrastar su excelente disposición: se fue dos veces, en el primero y el último, a la puerta de chiqueros, aguantando una barbaridad de tiempo antes de firmar las correspondientes largas cambiadas. Y en uno y otro, lances a la verónica de muy buena compostura, con quite de igual guisa en el que cerró plaza.

El toro de la alternativa tuvo clase, pero sin “transmisión”. La emoción la puso el torero, muy asentado, encajada la figura y con gran sentido del temple. Exquisita estética y hasta profundidad por la derecha, y una tanda de naturales con mucha usía.

Faena de música, interrumpida por un ligero enganchón -menuda guasa tiene la Banda en La Maestranza, tocando al libre albedrío del director, que sabe perfectamente cuando beneficia o hace daño a una faena-, pero remontando enseguida, aunque ya sin el pasodoble de fondo. Todavía algunos remates muy pintureros. Y la estocada, de la que salió el toro rodado. Una oreja.

El último, toro suavón, tuvo un pitón derecho muy claro. Por ahí se empleó Fernández toreando muy despacio, con regusto y aroma, en un clima de auténtico frenesí. Otra vez la música, que ya no pararía hasta la estocada final. Pasó un poco de puntillas la prueba del toreo al natural, pero pasó. Y entre tandas, las “alegrías” de los cambios de mano, trincherazos y de pecho. Todo muy limpio y muy sentido. Esta vez se le fue un poco la mano al matar, pero la oreja fue más que merecida.

“Morante” hizo su tercer y último paseíllo en el ciclo. No se puede decir que haya tenido un toro claro de los seis que ha matado, pero con su primero de hoy quizás podía haber estado más allá de los simples apuntes. Toro blando, pero bueno. Hubo desorden en la lidia, y nada justifica el poco esmero de “Morante”, que corrió para atrás con el capote y apenas sobresalió en un par de filigranas con la muleta. En el cuarto, el peor, anduvo embarullado e intermitente.

“El Cid”, otro tanto, o peor aún, estuvo inseguro y acelerado en su primero, que regaló muy claras embestidas por el derecho. Y sin arriesgar un alamar frente al bravo quinto, toro que no fue tan fácil, pero precisamente por ello era de triunfo grande si se hubiera puesto con él en el sitio y de verdad. Vuelve “El Cid” a las andadas de otras temporadas de dubitativos comienzos. Y el domingo le espera en Valencia el mano a mano Miura-Victorino. En sus manos está, o lo que es lo mismo, la ocasión la pintan calva para callar muchas bocas.

Al final de la corrida de hoy se hablaba de eso. Y por supuesto de las posibilidades de Esaú Fernández. Dos orejas en la alternativa, y en La Maestranza. Ahí hay torero.

El País

Por Antonio Lorca. El destino de Esaú

Esaú Fernández es un joven sevillano nacido en Camas que quiere dejar de ser un desconocido y convertirse cuanto antes en figura del toreo. Tiene buena planta y mucha suerte. No es poca fortuna tomar la alternativa en la feria de Sevilla junto a Morante y El Cid; y no lo es menos que le tocara en suerte el lote más noble de la tarde y cortara una oreja a cada uno de sus toros.

Él puso de su parte, claro está. De entrada, tuvo el detalle valiente de recibir a los suyos de rodillas en la puerta de chiqueros. Todo un gesto del que salió indemne. Participó en un par de quites por chicuelinas y verónicas, y dejó constancia de sus ganas. Con la muleta en las manos se encontró en primer lugar con un novillo tan terciado como bondadoso, un auténtico caramelo por su dulzura, recorrido y fijeza. Y el nuevo matador lo toreó con suavidad, cierto temple, algo despegado, quizá, y con sentido de la ligazón. Y cortó la primera oreja tras mostrar una enorme disposición a la hora de matar. Más cara de toro mostraba el sexto, pero dulce, también, como su hermano, y lo toreó de igual modo, de más a menos, por debajo de las condiciones de su oponente. Volvió a encumbrarse sobre el morrillo y paseó otra oreja en tarde tan importante para su carrera. Enhorabuena al chaval y que le acompañen los triunfos.

Pero no debe equivocarse. Hace pocos años, esas dos orejas se hubieran quedado en sendas vueltas al ruedo. Porque estuvo bien, pero no de ole. Gustó, pero no emocionó. Toreó, pero no deslumbró. Le faltó intensidad, rabia, ganas de comerse los toros a pares. Le faltó romper la tarde, y exprimir un lote de nobles oponentes que no será fácil que se le vuelvan a cruzar en su camino. Ojalá no lo engañen, y no se crea lo que no es. Ojalá las dos orejas le sirvan para pulir, reflexionar y avanzar. Suerte ha tenido mucha; deseos, también. ¿Su destino? Él es el dueño.

Ninguno de los dos artistas compañeros estuvieron a su altura. Quizá, no se encontraron con el toro de sus sueños; quizá, las metas las tienen ya cumplidas. Lo cierto es que Morante ni El Cid dijeron nada bonito. Unas verónicas de ambos, airosas y olvidables, y mucha inseguridad, indecisión, impotencia, aceleración, desconfianza, monotonía y fragilidad.

El novillito segundo puso en apuros a Morante, que se mostró incapacitado para saltar al callejón y se salvó de milagro de un percance. Muleta en mano, no pasó nada porque el animalito era una birria. Mejor el cuarto, aunque soso, y la labor del torero fue desordenada y deslavazada. No era su día. Y tampoco el de El Cid, que estuvo mal, sin paliativos. Algunos problemas le planteó su primero, y no se sabe cuáles les vio al otro, encastado y con recorrido; lo cierto es que no es el torero centrado y seguro de antes. Por el contrario, le pueden las prisas, se sitúa generalmente fuera cacho, da medios pases, no somete a los toros y, en consecuencia, no manda nada. Brilló en varios pases de pecho verdaderamente largos y sentidos, pero ahí se acabó la historia. Toda su labor estuvo carente de mesura, cadencia y gracia. El triunfador de su cuadrilla fue el picador Manuel Jesús Ruiz Román, que toreó a caballo en el quinto de la tarde.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/andres_amoros_bn.jpg"/>Por Andrés Amorós. Claveles rojos para Esaú

Hace unos días, el amigo Rogelio, Trifón, me enseñaba la taurinísima iglesia del Baratillo: los cofrades forman nada menos que en el coso. En otros tiempos, los diestros rezaban allí, pasaban a la Plaza de los Toros directamente, por una puertecilla. Con mucha seriedad, me señala «un documento histórico muy importante: el testimonio del primer corte de oreja». Sólo veo, allá arriba, un cuadro oscuro… Me aclara: «Es la oreja que cortó San Pedro a Malco, el criado del Pontífice». La guasa sevillana…

La tarde de su alternativa, Esaú Fernández, de Camas, ¡nada menos!, consigue cortar no una sino dos orejas, una en cada uno de sus toros. Le empuja el público, tiene suerte al llevarse los dos mejores toros, pero también se lo gana con su decisión, con buenas maneras.

A sus dos toros los recibe a porta gayola (el primero que lo hace, esta Feria). El que abre plaza, justo de fuerzas, embiste con nobleza y el chico lo aprovecha. Está asentado, tranquilo, liga los muletazos, administra las pausas. Se vuelca en la estocada, de efecto fulminante, y consigue su primera oreja. Igual que San Pedro, pienso…

Repite la hazaña en el último, pegajoso, que se mueve mucho y embiste con suavidad: verónicas cargando la suerte, quite, brindis al público. Consigue derechazos con temple y suavidad. Una gran estocada da lugar a la pañolada unánime: otra oreja.

No ha tenido suerte en esta Feria Morante pero ha dejado muestras claras de su arte: un par de quites literalmente extraordinarios, que ganarán, sin duda, todos los premios. Tampoco le ayudan hoy sus toros: el segundo da una vuelta de campana y se resiente, embiste descompuesto. Lo prueba por alto, le coge el sitio y logra derechazos con clase, pero por la izquierda se abre mucho: corta la faena y mata mal.

Algo parecido en el cuarto, huido, manso, mirón. Lo recibe con meritorias verónicas, ganándole terreno. Con la muleta brilla sobre todo —créanme— su valor, su decisión y la capacidad de improvisar: sale de un apuro con un molinete. Pero el toro acaba bronco, sufre un desarme y vuelve a matar mal: decepción, porque se espera mucho de él.

Hoy tampoco tiene suerte El Cid. El tercero huye descaradamente: ganándole terreno, le saca derechazos. Está firme, decidido, lo lleva muy tapado y logra una buena estocada.

Al quinto, un bonito burraco, lo pica muy bien Manuel Jesús Ruiz Román. Brinda al público, cita de largo, pero el toro es muy exigente, engañoso: la pelea acaba en tablas.

Cae el sol de la tarde, a la salida de la Plaza. Recuerdo las frases de un sevillano enemigo de tópicos, Luis Cernuda: «Alta ya la tarde, se alza el grito: ¡Claveles! ¡Claveles! Y el pregón se clava en el pecho bien herido, como una puñalada cuya cicatriz el tiempo no podrá borrar». Los claves rojos que luce, en su triunfal vuelta al ruedo, el nuevo matador Esaú Fernández.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. El halcón de Camas vuela alto en su alternativa

Cuando bauticé a Esaú Fernández como El halcón de Camas, tras imponerse con autoridad a un lote de novillos de Los Azores, apunté el potencial de este joven torero: capacidad, ambición y temple, con una arma explosiva con la que pocos diestros cuentan: la ligazón. Cuando sus apoderados -Javier Chopera, Jesús Rodríguez de Moya y Manuel Espinosa- acordaron con la empresa de Sevilla su alternativa en la Real Maestranza se levantaron algunas voces que dudaban de las cualidades del diestro. Y es que la apuesta era una de las más arriesgadas de los últimos tiempos. Pero el toreo no es para comunes y atolondrados gorriones, sino para listas aves rapaces, como demostró ayer El halcón de Camas, que no se amilanó en su primera actuación de matador de toros, en la que nada menos compartía vuelo en el inigualable cielo sevillano con José Antonio Morante de la Puebla y Manuel Jesús El Cid.

El halcón de Camas quizás no volase todo lo alto que con más horas de vuelo se supone lo hará. Todavía tiene carencias. Pero aunque no alcanzase el cielo, subió lo suficientemente alto y cayó sobre sus presas con seguridad ante un lote precioso y boyante de El Pilar, al que le sacó partido con una de sus armas predilectas, que ya he apuntado y que son esenciales para conmover al público: la ligazón.

Esaú Fernández fue doctorado por Morante de la Puebla para lidiar un precioso torito, un zapatito, un dije, de pinta tostada, de nombre Portillo, número 125, al que cuidó en el caballo y que derrochó suma nobleza en la muleta. El torero lo recibió con una arriesgada larga cambiada de rodillas a portagayola, tras esperar una eternidad. La escena fue indicativa de la firmeza y ambición con la que afrontaba su doctorado. Y con la franela, tenso, nervioso, lógicamente, se lució en sendas tandas por ambos pitones, empalmando los muletazos con suma facilidad. Epílogo con varios adornos pintureros. Una entera desprendida de efecto rápido fue suficiente para que el público solicitara el primer premio.

Con su segundo toro, sexto del encierro, un colorao bien hecho y al que también volvió a cuidar en el caballo, Esaú Fernández volvió a demostrar su ambición, recibiendolo de hinojos, frente a la puerta de toriles. De pie, lanceó con desparpajo a la verónica. En este segundo acto suyo -ojo, era el segundo toro de su carrera- toreó más asentado y despacio, aunque siempre buscando la ligazón. Comenzó con una tanda por la diestra, que resultó suave. En la segunda por este pitón, en la que toreó más ceñido, se lució en un largo y precioso pase de pecho. Con la izquierda, tanda correcta. Sacó al toro a las afueras. El animal, a menos, ya no humillaba y la faena se fue diluyendo a medida que se consumía la presa a la que había atacado el halcón. Otra estocada entera; y el público, volcado y generoso con el toricantano, solicitó mayoritariamente otro trofeo.

Morante de la Puebla, al que se esperaba como agua de mayo en esta tarde de cielo despejado, firmó una pésima actuación en su tercer y último compromiso en la Feria de Abril. Su primero, segundo de la tarde, le hizo pasar apuros en el capote y el de La Puebla tuvo problemas cuando intentaba saltar las tablas. Al toro, de justa presencia y capa negra, quebrantado por una voltereta, suelto, sin clase, blando y manso, lo finiquitó de inmediato el torero sevillano. Con el bonito, pero exigente cuarto, Morante levantó el ánimo a sus partidarios con un manojo de bellas verónicas, con el mentón clavado en el pecho y las plantas asentadas. Pero la esperanza duró poco. El trasteo fue una mezcolanza de muletazos sueltos estimables, enganchones y un desarme. Con los aceros tampoco estuvo acertado.

Manuel Jesús El Cid tuvo enfrente un primer oponente castaño, de buenas hechuras y con dos buenos puñales. El astado manseó de lo lindo. Y el saltereño, que inició su labor con una buena tanda con la diestra, sufrió una escalofriante colada a continuación en un pase de pecho. La segunda parte de la faena contó con unipases en otra tanda diestra. Y subió el tono, con la franela en esa mano, en otra en la que ligó y llegó al público, aunque faltó reposo. Muy bien en dos hermosos pases de pecho, cerrados en la hombrera contraria. Después de una estocada fue ovacionado.

Con el burraco y cuajado quinto, un buen toro que sería ovacionado en el arrastre, y al que picó excelentemente Manuel Jesús Ruiz Espartaco, El Cid, desconfiado, no llegó a acoplarse. Citó de lejos al astado para una primera serie con la diestra, con muletazos muy rápidos. Y a lo largo del trasteo faltó reposo y seguridad para imponerse a un astado que se metía algo por el pitón derecho. Para colmo, mató mal, de un pinchazo y una estocada caída.

El halcón de Camas, al que trató su gente con un cariño extraordinario, no sólo levantó vuelo en el compromiso más fuerte y maravilloso en la carrera de un torero, sino que voló alto por el cielo de Sevilla, descendiendo con hambre de triunfo, capacidad y resolución sobre el albero de la Maestranza.

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El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Esaú Fernández corta dos orejas en su alternativa

La verdad es que el camero, nos pongamos como nos pongamos, le pegó un repaso a Morante de la Puebla y El Cid, que oficiaron de padrino y testigo respectivamente de una alternativa que llegó casi por sorpresa cuando la prensa especializada andaba maquinando las habituales quinielas previas a la presentación de los carteles del abono sevillano. Esaú Fernández no defraudó a nadie y, con las lagunas lógicas de un torero nuevo, se mantuvo siempre a la altura de las circunstancias con ese desparpajo y naturalidad que le han acompañado desde sus inicios. No parecía la tarde de un chico que accediera al grado de matador de toros. Tuvo la oportunidad y la aprovechó sin importarle la alcurnia de sus ilustres colegas, que no tuvieron su día.

Como el que sale a pasear el perro, Esaú Fernández se fue a portagayola en el toro del doctorado, que se hizo de rogar bastante antes de plantarse en el ruedo evidenciando no andar demasiado cargado de pilas. No importó; después de la cesión de trastos, el nuevo matador se templó en los primeros muletazos, cuidando bien de las febles fuerzas de su oponente, para revelarse como un muletero cadencioso en una enorme serie diestra que puso a la habitualmente extraña parroquia del martes de farolillos sobre alerta. Se entregó el toro por ese lado y Esaú también quiso pasárselo por el pitón izquierdo sin que hubiera la misma entrega del animal, que protestó al final de una faena entonada y solvente, rematada con una estocada suficiente que puso en sus manos la primera oreja.

Otra más cortaría del sexto manteniendo idéntico aplomo y frescura; volviéndose a ir a la inmensa puerta de chiqueros del coso del Baratillo para estirarse después manejando el capote. Ese sexto fue un descarado colorao y ojo de perdiz que blandeó en los primeros compases de su lidia pero mostró una embestida boyante y enclasada, un puntito rajada, que Esaú Fernández aprovechó con ese toreo templado y relajado que le puede poner a funcionar. La virtud del camero fue dejarla siempre puesta para recoger al toro después de los embroques paliando su tendencia a tomar la puerta. Posiblemente no hubo el mismo pulso al natural pero al grueso de la faena nunca le faltó el hilo argumental necesario. Otra contundente estocada terminaba de despejar las dudas. La segunda oreja cortada al buen encierro de El Pilar iba a parar a manos de Esaú Fernández, que tiene motivos para andar más que satisfecho. Enhorabuena.

Pero la corrida tuvo una cruz que fue especialmente rigurosa para un torero, El Cid, que no termina de sacudirse los malos vientos de la pasada campaña. Se le pudo conceder el beneficio de la duda con el decepcionante encierro de Victorino Martín pero no hay forma de tapar el naufragio de ayer, especialmente con el excelente ejemplar que salió en quinto lugar, que se fue para el desolladero entero y verdadero.

Imponente, ensabanado, calcetero y capirote, pidió plaza desde que salió por la puerta de chiqueros y aunque Manuel Jesús se apercibió pronto de su calidad y hasta le enjaretó un puñado de verónicas estimables, luego no fue capaz de mantener el tono.

El toro se movía en banderillas con ese galope de los toros buenos y llegó a la muleta pidiendo pulso, cadencia y una muleta que supiera estar a su altura. Desgraciadamente no llegó ninguno de esos factores y el El Cid se perdió en un mar gestual de dudas y vacilaciones, siempre con la marcha atrás, en una faena decepcionante que acabó con la paciencia de gran parte del público. Un feísimo espadazo despenó al gran ejemplar de Moisés Fraile, uno de los mejores toros que este año han saltado a la arena de la Maestranza.

Pero el caso es que el diestro de Salteras estaba confirmando los peores augurios. No había sido capaz tampoco de entenderse con el tercero de la tarde. Acelerado, a mil revoluciones, muy mal colocado hasta ser descubierto por su oponente, dio una pobre impresión que está obligado a enjuagar en el compromiso que tiene mañana mismo, en esta misma Feria.

¿Y qué quieren que les cuente de Morante? Pues que ya está bien de quites milagrosos, de esas dos y media con las que quiere redimirse demasiadas tardes. Ayer concluyó su particular Feria de Abril con un papel que cotiza a la baja. No anduvo a gusto con el segundo de la tarde, un toro que pasaba a trompicones y que tampoco llegó a emplearse por completo en la muleta de Morante.

Pero tampoco se empleó el de La Puebla del Río con el bizco que hizo cuarto a pesar del expresivo, hondo y desgarrado recibo capotero. Una vez más, ahí quedó la cosa y a Morante hay que exigirle más, mucho más. El cigarrero no llegó a encontrar el acople ni a templarse con ese ejemplar con la muleta en una faena intrascendente que remató de media lagartijera. Que poquito…

Firmas

Por Gastón Ramírez. Esaú Fernández se doctora y triunfa

En un marco no tanto triunfal sino triunfalista, Esaú Fernández, el torero de Camas, ha salido en hombros de La Maestranza para iniciar su vida como matador de toros.

El primero de la tarde no tenía hechuras, para efectos de esta plaza era muy, muy anovillado y feo. Ese hecho para mí deslució toda la labor del muchacho. Esaú se fue a porta gayola y logró salir con bien del trance. Su cuadrilla lidió lamentablemente al raquítico rumiante y ya en la faena de muleta el toricantano dio varias tandas de muletazos entre los vítores del público. Mató con eficacia y la gente, que –supongo- lleva enormes lupas a la plaza para ver toros y faenas de gran tamaño, pidió una oreja a la presidenta, la cual ésta soltó con desparpajo. Sí, con el mismo desparpajo con el que había aprobado a la sabandija que abrió plaza.

El sexto ya fue otra cosa. Era un toro colorado de buena presencia, pero que no tenía casi nada de raza. No obstante, se dejó torear. Esaú volvió a irse a porta gayola y nuevamente pegó un buen lance. Después toreó bien a la verónica rematando con dos excelentes medias. Brindó al público y logró gustarse en tandas de derechazos templados y sin ajustarse, rematadas con el martinete. La faena empezó a decolorarse debido a que el toro perdió interés en embestir y se desentendió de la muleta del torero. Esaú –difícil acostumbrarse a que los toreros tengan nombres tan del Antiguo Testamento- le propinó al burel una muy buena entera y cortó la segunda oreja de la tarde. La gente lo paseó a hombros y este joven coleta de apenas veinte años ya tiene una gran anécdota para contarle a sus nietos.

A Morante se le acabó otra feria y no le salió un toro bravo, que es lo que mejor le va a este gran torero. Pero un día a José Antonio le tocará el toro de bandera en esta plaza y espero estar presente. Hoy el segundo de la tarde lo puso en serios aprietos cuando lanceaba. Luego el animalito dio una vuelta de campana y el costalazo lo dejó listo de papeles. El cuadrúpedo llegó débil y rebrincao a la muleta y no hubo lucimiento posible.

En el cuarto Morante pegó unas verónicas y una media que –si me permite el viejo y manido tópico- valieron la entrada. Hay en los lances del de La Puebla del Río una proporción, un ritmo, una distancia y un temple inigualables.

A la postre, el toro resultó manso (¡qué casualidad!) y peligroso. Embestía sin clase alguna, se colaba y tiraba gañafonazos. Morante aguantó y estuvo en plan lidiador, comenzando el trasteo con muletazos de castigo, un molinete y trincherazos enormes. Valiente como él solo, toreó al de Moisés Fraile por el pitón derecho en la mínima distancia, aguantando a un toro que se vencía mucho y sacándole pases de bella factura y muchos riñones. Pronto se acabó lo que se daba y después de un susto y un desarme, Morante pasó fatigas para deshacerse de su enemigo.

El Cid sorteó un buen lote. Su primero fue manejable por débil y mansito. Pero el de Salteras se alivió en demasía, gritando mucho y sin parar nunca. Por estar muy mal colocado y dejarle mucha luz por poco lo coge el toro. ¿Lo mejor? Algunos pases de pecho.

Lo del quinto ya no tuvo excusa ni nombre. “Dudoso” se llamaba este precioso toro, carbonero (que así se llaman los berrendos sucios y entrepelados, como me lo explicó don Ernesto Fernández Nogales), capirote y botinero de pinta, que además fue bravo y noble. A este tipo de bichos, cuando El Cid era El Cid y los mataba, les cortaba las orejas, y cuando no, triunfaba de todos modos. Ahora Manuel Jesús estuvo atropellado, con prisas, sin tocar a tiempo, desconfiado, zaragatero, etc. Por ahí se aparecieron como fantasmas dos naturales de los buenos tiempos, de esos largos y mandones, pero nada más.

Según el filósofo alemán Leibnitz vivimos en el mejor de los mundos posibles. De ese modo, a Esaú le tocaba la alternativa soñada y al Cid aun debían acompañarle esta tarde la suerte y el favor del respetable; ningún resultado podía haber sido mejor o más justo. Donde esta filosofía del conformismo cae por su propio peso es cuando trata uno de aplicársela a Morante: la tarde verdaderamente grande de este espada está todavía por llegar, lo bueno es que cada vez falta menos.

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©Imágenes: Esaú Fernández, Morante de la Puebla y El Cid/Empresa Pagés.

Sevilla Temporada 2011

sevilla_030511.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:08 (editor externo)