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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del jueves, 5 de mayo de 2011

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Torreherberos (1º, 4º, 4º-bis y 5º) y de Torrehandilla (de distinta presentación y juego desigual, descastados, justos de fuerza y mansos, sobre todo 5º y 6º). El 4º fue devuelto a corrales por debilidad manifiesta.

Diestros:

El Cid. De azul pavo y oro. Estocada (oreja); pinchazo, estocada (aplusos).

Cayetano Rivera Ordóñez. De verde oliva y oro. Media estocada (palmas); pinchazo, estocada (vuelta al ruedo).

Daniel Luque. De blanco y oro. Dos pinchazos, aviso, media estocada caída (saludos desde el tercio); gran estocada tras aviso (oreja).

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: Soleado. Temperatura agradable.

Entrada: Lleno.

Crónicas de la prensa: Diario de Sevilla, El País, El Mundo, El Correo de Andalucía, La Razón, EFE, ABC, Firmas.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Hoy también “jandillas”, como la de ayer, aunque salió mejor. Mañana tocan los “jandillas” jandillas, para entendernos. Tres tardes seguidas el mismo encaste, que podían haberlo separado. Hubo de todo en esta ganadería que se anuncia con dos líneas, Torreherberos y Torrehandilla: no mucha fuerza, tres o cuatro huídos y muy bonancibles para el torero, en general. El Cid aprovechó la coyuntura y se ganó la oreja del primero, en una faena justa, algo despegadita, que el público no apreció en su justa medida. Cayetano está para lo que está -la duquesa fue de mantilla como una chavala a verlo- y se ganó el favor del sol toreando a un burel nobilísimo que apenas tenía tres tandas y el se empeñó en alargar, abusando del pico del pico. ¿Porqué lo de quitarse las zapatillas al empezar la faena?, tal vez para popularizarse con el publico de la solanera. Daniel Luque estuvo muy bien en sus dos toros. Al rajón tercero le hizo una faena inteligente y de mucho mérito, por la que ya mereció la oreja, que perdió con la espada. Y que se ganó en el sexto, más rajado aún, pero lo hizo al favor del sol, en la querencia y en tablas, donde el toro se dejó. Debería haber un referendum para ver qué se hace con el director de la banda. Aquello suena o se apaga sin motivo ni criterio alguno.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: el esfuerzo de los toreros

En sus diversas versiones los toreros del cartel de ayer hicieron su esfuerzo particular y obtuvieron sus recompensas. El Cid venía a despedirse de sus actuaciones maestrantes y una vez más la providencia puso en su camino un ejemplar dulce como el almíbar. El toro era de dos orejas por largura, temple y humillación, mas la faena del torero de Salteras tuvo bastantes altibajos, sobre todo por el pitón izquierdo. En cambio, con la mano diestra obtuvo los pasajes más brillantes de todas sus tardes. Encajó los riñones, se la dejó adelante y tiró de la embestida del animal hasta donde le llegaba el brazo. Hubo acople en ciertos instantes y volvimos a ver a ese Cid profundo, hondo, poderoso y aguerrido al que nos tenía acostumbrados. Se va con buen sabor de boca.

A Cayetano se le esperó en el primero de su lote como a una figura del toreo. ¿Lo es? No, desde luego, pero lo aparenta. Dos tardes en la feria, en carteles más o menos rematados y con dos ganaderías de garantías… Eso lo puede exigir alguien que manda lo suyo. Y por esas circunstancias el personal se mantuvo a la expectativa. En el segundo del festejo, hubo algunos muletazos sueltos que dijeron algo y otros que se perdieron en el olvido. En el quinto hizo ese esfuerzo hercúleo del que hablábamos. Ante un astado reservón decidió dejársela en la cara, tocarle fuerte abajo y llevar la embestida muy tapada. Algunos derechazos contaron con el picante imprescindible y un sector de la afición se lo jaleó. Un pinchazo le privó de su premio, pero la prueba del algodón fue superada. Ya dispone de argumentos para volver la temporada siguiente.

Luque tuvo la llave de la corrida. Apostó en el primero y dejó patente su decisión y buena técnica. A base de sobar al animal le arrancó un par de series de bella factura. Con en el que apostó fuerte fue en el sexto, un cuatreño tan rajado como noble que, en su terreno cerca de las tablas, tomaba bien la muleta y tenía cierto recorrido. Lo aprovechó inteligentemente Daniel Luque y sacó muy templados derechazos. Supo administrar los tiempos, coser los pitones a la tela roja y pulsear la embestida sin ningún tirón. Su oreja estuvo más que justificada.

Lo peor: la ausencia de casta

Los toros de Torrehandilla y Torreherbero se presentaron por primera vez en la Maestranza y, salvo el primero que duró bastante más que sus hermanos, todos acabaron rajados y buscando la puerta de toriles o sus cercanías. Fueron nobles casi todos, algunos se dejaron más y otros menos, pero ninguno puso en el más mínimo aprieto a su matador. Fácil para los toreros, el encierro acusó una alarmante falta de casta a la vez que derrochó mucha nobleza. Fue ideal para los toreros, pero no sé si el ganadero estará satisfecho. Está en el filo de la navaja, es decir, a un paso de que se le vaya la ganadería por el sumidero de la mansedumbre.

Los banderilleros tienen que ser eficaces en su labor y los buenos aficionados saben calibrar a la perfección las dificultades de sus oponentes. Cuando el lucimiento no es posible, hay que pasar cuanto antes y facilitar la labor al espada. Que tome nota El Boni, que abusa de las preparaciones en los pares de banderillas para luego dejar los palos donde caigan y que se espabile con la capa, pues los oles son para el matador.

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Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Premios para El Cid y Luque

El festejo más largo del abono -camino de las tres horas- estuvo marcado por actuaciones voluntariosas de la terna -El Cid, Cayetano y Luque- ante una corrida de Torrehandilla-Torreherberos, muy desigual en presentación y con el denominador común de la mansedumbre.

El Cid, en el toro que abrió plaza, y Luque, con el que la cerró, fueron premiados con sendos trofeos en una tarde bochornosa y con una legión de mosquitos asaeteando a un público muy receptivo -especialmente los espectadores de sol- que ovacionaron todo cuanto sucedía en el ruedo. Y entre lo mejor -que me disculpen los matadores por la escena que más me llegó al corazón- ese brindis al cielo, a su esposa, a la que perdió no hace mucho, de ese grandioso banderillero que es Alcalareño, quien prendió dos pares de banderillas haciendo honor a la dedicatoria y recogiendo una ovación estruendosa, de órdago.

El Cid, en su última tarde, lanceó bien a la verónica al buen toro que abrió plaza, el mejor del encierro, un astado manso, pero que embistió con franqueza y transmisión por el pitón derecho; no así por el izquierdo, por donde topaba. El saltereño, que brindó a Ramón Valencia, cerró una bella apertura con una preciosa trincherilla y se fue a los medios para una faena basada en la diestra. Primera tanda casi de estudio; segunda más despacio y una tercera vibrante por la ligazón. Por la izquierda, el toro se desentendía y el sevillano cortó para volver a la derecha, pero ya con el toro casi acabado. Le sobraron un par de tandas. Mató de certera estocada.

Con el manso quinto, El Cid volvió a conseguir los mejores muletazos con la derecha y sufrió una seria colada por el otro pitón. Sin un toro boyante, acabó en la distancia corta, tras un trasteo sin emoción.

Cayetano estuvo más dispuesto que en su anterior comparecencia en esta feria. Al menos, con el capote, intervino en todos sus quites, como en el que realizó en el primer toro de El Cid, con unas gaoneras ajustadas.

Con el manso, pero manejable segundo, sorprendió en su variedad capotera en un quite por rogerinas y en otro por cordobinas -un lance apenas conocido en España, que fue creado por el mexicano Jesús Córdoba, y es muy parecido a la tafallera y villaltina, con la diferencia de que se realiza de espaldas, con el compás abierto y el capote cogido a media altura por el reverso-. Pero Cayetano, con la muleta, dio una mala imagen, abusando del pico en una labor en la que los muletazos resultaron muy desceñidos. Sin embargo, con el mansísimo quinto, se entregó junto a tablas de sol, donde se refugió el toro, para un trasteo basado en la diestra y en el que un par de tandas las coronó con rotundos y preciosos pases de pecho. Con el público -especialmente los espectadores de sol- totalmente entregado, cuadró al toro. Pero antes de un estoconazo precisó de un pinchazo. Dio una vuelta al ruedo tras petición.

Daniel Luque consiguió quizás la faena más completa de la corrida de ayer ante su primero, un toro difícil, que lanzaba constantes derrotes. Luque, junto a tablas, salió ileso de milagro de una colada que cortó la respiración a los espectadores, en un pase con la derecha. Por ese pitón tragó mucho. Faena inteligente en la selección de terrenos, los tercios, en la que expuso mucho y en la que, con variedad, empleó todo tipo de recursos, como molinetes y trincherillas, para salvar situaciones comprometidas, unas veces, o para sujetar al toro en otras. Sin embargo, precisó de hasta tres envites en la suerte suprema, y todo quedó en una ovación.

En el mansísimo sexto, refugiado en tablas desde que salió por la puerta de toriles, Daniel Luque se empleó en una faena larguísima -hasta el punto que escuchó un aviso antes de entrar a matar-. Labor tesonera y ajustada a un manso de libro, con el que jugó utilizando sus querencias y contraquerencias y en la que se metió al público en el bolsillo. Brilló especialmente en un par de tandas con la diestra y una con la zurda. Una estocada fue la rúbrica del trasteo premiado.

En resumen, corrida muy larga en metraje, con un público muy agradecido ante una terna que a su manera se entregó y dos trofeos, uno para El Cid y otro para Daniel Luque.

El País

Por Antonio Lorca. Madera de figura

Solo un torero con madera de héroe, un luchador nato, un serio aspirante a figura le corta una oreja al sexto toro de la tarde, un manso de manual ante el que se plantó el joven Daniel Luque y lo obligó materialmente a embestir. Solo un torero que se atreve a jugarse el tipo y a romperse para alcanzar el triunfo es capaz de emocionar como ayer lo hizo este cuando, pasadas las nueve de la noche, el público comenzaba a abandonar la plaza. Había brindado Luque al respetable y, para su sorpresa, al segundo muletazo, el toro da media vuelta y se dirige al trote hacia las tablas cercanas a toriles. Estaba claro que el manso, ya declarado en los tercios anteriores, tiraba la toalla y no estaba dispuesto a embestir ni una sola vez más. Toda la plaza parecía convencida del aserto menos el propio torero, quien respetó los terrenos del toro, respiró hondo, hizo el esfuerzo que solo pueden hacer los toreros grandes y se obró el milagro. Le mostró al manso la muleta, dejó que le oliera los muslos, se situó donde mandan los cánones y el toro no tuvo más remedio que embestir. Lo sometió de verdad, se entregó plenamente, ligó los muletazos ante la codicia del animal y los tendidos saltaron como un resorte. Había un torero en el ruedo. Arriesgó también por el lado izquierdo y le robó naturales que parecían imposibles. La faena fue larga, pero transcurrió en un instante. Sonó un aviso antes de que volcara sobre el morrillo y enterrara el estoque hasta el puño. La plaza se cubrió de pañuelos, y Luque paseó la oreja como un justo triunfador.

La verdad es que si no es por esta heroicidad, Luque se va de vacío, porque aunque se mostró hondo y pinturero con el capote en el toreo a la verónica, no pasó de discreto ante su primero en una faena de cierta entrega, de menos a más, pero sin terminar de romper.

Pero romper, lo que se dice romper, no rompen un plato ni El Cid ni Cayetano; y mira que el primero cortó una oreja en su primero, y el segundo a punto estuvo de conseguirlo si no pincha al quinto. Pero, no. No convencieron, ni dijeron aquí estoy yo y van a ver cómo se torea. A los dos se les vio muy tristes, comodones y ventajistas. Cayetano, por ejemplo, se sentó en el estribo de la barrera de sombra a esperar que le trajeran el quinto desde los terrenos del sol. Para que vean…

El Cid no levanta cabeza. Su primero tenía más de ovejita que de toro. Repostería fina llevaba en su embestida, nobleza y fijeza a raudales, calidad suprema. El toro soñado en la feria de Sevilla. Y va Manuel Jesús y lo muletea despegado en tandas cortas de tres pases y el de pecho, sin tiempo para gustarse, deleitarse y derretirse de arte. Fue la suya una labor limpia, pero fría, sin intensidad, sin alma… Y citó fuera cacho, sin cruzarse, despegado siempre. No es eso, no es ese el torero que conmocionó a la afición con el toreo puro y auténtico. Este no es mi Cid, que me lo han cambiado. Paseó una oreja, pero él sabrá mejor que nadie que no tenía ningún peso. Muy parado resultó el cuarto, y el torero no dijo nada.

Cayetano estaba sentado en el estribo a la espera de que su cuadrilla le devolviera el quinto toro cuando la gente se lo recriminó. Se levantó el hombre e hizo el esfuerzo de tomar el camino del sol. Allí paró la noble embestida del manso doblándose por bajo con gallardía y suficiencia. Y los que lo pitaban se volvieron locos de contentos. Y el torero se animó, se quitó las zapatillas y se puso a torear. Y lo hizo bien por ambas manos, con dulzura, acompañando el largo viaje del animal y con una entrega relativa. Pero la gente parecía estar asistiendo a un milagro. Su toreo, ya se sabe, es elegante y de buen gusto, pero eso no basta para arrebatar. Y Cayetano no parece estar, hoy por hoy, para arrebatos. Como pinchó, el premio se redujo a la vuelta al ruedo; la oreja hubiera sido tan barata como la de su compañero. Por cierto, ante la sosa embestida de su primera ovejita ni se inmutó. Acompaño su recorrido, muy despegado siempre y salió del paso sin una gota de sudor.

El triunfador, sin duda, fue un chaval que quiere ser torero. Y ayer cambió su destino: un silencio seguro lo convirtió en un triunfo de clamor.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Luque destaca en una corrida pueblerina

Fue una de esas corridas en las que la plaza de Sevilla pierde su identidad y se convierte en una plaza cualquiera. Este tipo de festejos sí que le restan prestigio al coso, no el indulto de un toro de bandera. La plaza estaba arrebatada y se lanzó a un triunfalismo excesivo, como si quisiera justificar su presencia en un día de farolillos.

Para un espectáculo de tan mínimos contenidos es necesario que haya unos antecedentes. De entrada, fue una corrida anovillada, salvo el sexto, impropia de la plaza. El coladero se suele abrir en farolilos y ya todo vale. Valieron el primero, segundo y quinto, de ínfima presencia, sobre todo el quinto, un toro lavado por todas partes. La corrida se coló con el consentimiento de la autoridad. El público, feriante e inocente, no dijo nada. ¿Dónde están los aficionados de Sevilla?

Además de poca presentación, la corrida tuvo pocas fuerzas, manseó y sólo tuvo alguna nobleza. Salió un quinto que se llamaba ‘Arrojado’, el mismo nombre que el indultado, pero era otro toro por su mansedumbre. El toro moderno se parece más a los de Torrehandilla y Torreherberos de ayer, un toro que está en el borde del precipicio en cuanto a la casta brava.

Como se puede deducir no hubo suerte de varas en ninguno de los animales lidiados. A algunos toros no se les picó, en una actitud lamentable por parte de los varilargueros, que marraron deliberadamente para evitar el castigo. Es lo mismo que ocurre en algunas plazas de pueblo, donde todo esta parafernalia puede ser medio admitida, pero que en el templo del toreo es algo intolerable.

Y como remate, a la plaza se le aflojaron las manos a la hora de pedir orejas. Contra la virtud de pedir lo que no se debe está la de no conceder lo que no en conveniente. La oreja concedida a El Cid en el primero fue impropia de una plaza de primera, con el agravante de que no había ni mayoría, como fácilmente se podía comprobar al ver los tendidos.

Es decir, que la autoridad permitió la lidia de un encierro sin trapío y concedió un trofeo sin entidad. La oreja de Daniel Luque en el sexto fue otra cosa, porque el chaval de Gerena se la jugó sin trampas y mató de una estocada a un manso entablerado.

El Cid ha finalizado su paso por la Feria con una oreja de mínimo peso. El de Salteras no tiene la culpa de que se la concedieran. El torillo que abrió plaza era dulce y Manuel Jesús le enjaretó varias tandas con la derecha de buen corte, de pocos muletazos, aunque con brillates remates de pecho. El sobrero cuarto era tan inválido como el devuelto. Una birria de toro sin casta ni nada.

También acabó Cayetano. Se marcó una vuelta al ruedo en el quinto por su santa voluntad. Me gustan los toreros con coraje; más me gustaba Sevilla cuando frenaba a los que se querían dar una vueltecita al ruedo por su cuenta.

Cayetano toreó al segundo, animal escuálido, con el mando a distancia. Mejoró en el manso quinto, metido en terrenos de sol, en una labor desigual con buenos remates de pecho. El de Torreherberos estaba rajado y el diestro se mostró compuesto y con mayor entrega. De ahí a la vuelta al ruedo media un abismo. La solanera, confundida y alegre por haberlo visto tan cerquita, quería la oreja.

Daniel Luque se despidió de la Feria con una actuación muy seria. Toreó bien con el capote a los dos de su lote. El capote de Luque debe tomar más vuelo con el paso del tiempo. Se mostró ambicioso con el flojo y reservón tercero en una faena de muleta que fue a más, hasta prolongarla en exceso. Dio la cara y se guardó para el sexto.

Ese toro que cerró este atípico espectáculo perecía un toro normal para la plaza sevillana. Fue manso en todos los tercios. Lo lidió bien Antonio Punta y se fue a las tablas desde el primer muletazo. Luque no se anduvo con contemplaciones. El animal quería tablas y allí le puso la muleta en tandas emotivas con remates cumbres por la forma de echarse el toro por delante. Lo mató con entrega. Se llevó una oreja con fundamento. Así se justificó una tarde en la que la Maestranza llegó a parecer una plaza cualquiera.

El Mundo

Por Zabala de la Serna. La Maestranza bajo mínimos

Esto de las ganaderías partidas en dos hierros, dos nombres, dos divisas, cuando pastan en la misma finca y proceden de idéntica sangre (Jandilla es este caso), unidos propietarios, son ganas de enredar la crónica. Torrehandilla/Torreherberos y todos al saco. Incluido el sobrero que suplió al flojo cuarto. A este también lo saludó El Cid con verónicas ampulosas, sólo que el temple del primero, 'Menudito' de nombre, las hizo más cadenciosas. 'Menudito' estaba definidísimo desde el minuto uno en su calidad. Sueltecito de viajes. Tanto que Cayetano hizo el quite rondeño. El Cid lo había hecho con dos verónicas y media. En el capote del Boni el toro tomó vuelo por el izquierdo; El Cid apostó por el derecho -tiene razón Arnás cuando incide en que El Cid se encuentra más a gusto sobre la diestra ahora-. El principio iluminó una trincherilla. La derecha de Cid corrió ligada, fluida, larga y espaciosa. En la frontera que divide el bieeeeen del ole. A la cuarta serie presentó la izquierda, un poco tarde porque el buen toro venía apuntando tablas. Cid se lo volvió a sacar a los medios y siguió en prórroga de eco menor. Al final una estocada, unos pañuelos tiraron de otros, oreja de “Menudito”…

El cuarto de abiertísima cara apuntaba a feo. Pero el sobrero lo empató como si fuese hermano gemelo. Y blandeó cuasi igual y se le abrían los cuernos milímetricamente creándole una frente como un campo de fútbol. En dos serie diestras se desfondó. Por el lado zurdo se defendía.

Cayetano tuvo el toro ideal antifatiga, de bondad inocua e intrancente, el ideal para el toreo de Cayetano, del mismo calado. Un saludo correcto, un quite de tijerillas vistosas, un galleo por rogerinas. Todo lo exterior le sale fácil. En la muleta se ve más sin tanto vuelo de capote.

El quinto era un novillón al que Cayetano le puso escenografía. Más bravucón que bravo. Del novillote se podría decir lo mismo. La gente tragó. Cuando Cayetano se quitó las zapatillas, el acabóse. Hizo un esfuerzo el hombre como si se estuviera jugando el tipo con uno que le exigiera el carnet, allí bajo los tendidos de sol que luego pedirían la oreja, tras pinchazo y estocada. Sevilla estaba de gachera. Vuelta al ruedo aclamada.

El tercero podría encarnar lo que José Mota llama el chotacabras para definir un animal misterioso. Pues ante este, mita choto, mitad cabra, Daniel Luque se creció en actitud. De ir y venir la embestida, Luque le puso fibra. Por las dos manos. Larguísima la función para cuando salió el sexto. Dos horas y media en baderillas se cumplieron. O casi. El sexto se rajó en seguida. Para desgracia de Luque, que en tablas le buscó las vueltas. Tampoco es que Luque se embraguete con un toro. Pero funciona a base de golpes de rabia y arrabato. Y al personal le transmitió calambrazos. Lo mató de una. Oreja tra aviso a la constancia. Oreja de listo.

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El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Luque da un paso al frente

Días atrás decíamos que era el tapado. Luque había decidido asumir la Feria de Sevilla desde un planteamiento mucho más estratégico y sabiéndose capaz de aprovechar la ocasión en cuanto la pintaran calva. Esta vez no se trataba de proclamar pronunciamientos antes de que sonara el clarín y programar supuestos gestos que casi nunca salen como se pintan. Se trataba tan sólo de salir a darlo todo en una tarde, la segunda que tenía contratada en el ciclo, a pesar de sortear el peor lote.

Pero al joven diestro de Gerena no le importó. Y aunque el descaradito que hizo tercero salió rajándose del caballo y casi le arrolla de puro manso le plantó cara con autoridad y mando, sobándolo hasta meterlo en la canasta en una faena con más fondo que forma, de esas que saben valorar -y mucho- los profesionales y los verdaderos catadores del toreo. Más allá de la factura de los muletazos, Luque estuvo importantísimo, templado y entregado a tope, especialmente en el serio toreo al natural que abrochó con un enorme pase de pecho sin enmendarse. El toro, espesito y remolón, no tuvo más remedio que claudicar en la muleta de Daniel, que aún se regodeó en una nueva tanda y un sabroso molinete cosido a otro de pecho que puso a todos alerta. Cuando se sintió podido el animal amagó con marcharse pero Daniel Luque aún le enjaretó un sensacional puñado de muletazos por el lado diestro antes de marrar repetidamente con la espada por andar el astado excesivamente distraído.

El fallo a aceros le birló una oreja de peso pero no le iba a importar al prometedor torero sevillano que se fue al centro del ruedo a brindar el sexto de la larguísima tarde sabiendo que la papeleta no era nada fácil. Había costado mucho meter en el caballo a ese ejemplar que protestó mucho en la brega y acabó siendo banderilleado en los terrenos de chiqueros. Manso declarado, huyendo descaradamente de su matador y refugiándose junto a la puerta de caballos no sabía que Luque no estaba dispuesto a dejarlo escapar. En ese momento nadie podía haber apostado una peseta por lo que vendría después, pero el ambicioso diestro de Gerena le fue arrancando pases uno a uno hasta que el toro se entregó sin reservas en una faena resuelta en un palmo de terreno en la que el torero no se cansó nunca de estar entre los pitones. Luque montó un verdadero lío sin cansarse de obligar a su oponente, tapándole todos los defectos, consintiéndole todas las querencias hasta imponerse por completo y dar un definitivo paso al frente que le coloca varios puestos por delante en la fila. La oreja, lograda después de un contundente espadazo, era de las que tienen peso específico.

Pero la tarde, excesiva en el metraje y abundante en esos tiempos muertos que tanto le van a la lidia contemporánea, aún tuvo otros momentos más o menos felices. El primero fue el excelente son y galope del toro que rompió plaza, un ejemplar que se pegó un volantín a las primeras de cambio y al que El Cid toreó con temple y dicción clásica a la verónica en un mazo de lances rematados por una deslizante larga. Repitió ese mismo son en el quite posterior siendo replicado por Cayetano, que desempolvó ese quite de Ronda que liga una larga cambiada con gaoneras. El caso es que el toro se comportaba de manera sensacional en la brega a pesar de la premiosidad de El Boni, que parece andar siempre mirándose en un espejo. Banderilleó con acierto Alcalareño y saludó mirando al cielo…

El toro llegaba con excelente son a la muleta y El Cid lo pasó en series de acople creciente e intensidad intermitente en varias series consecutivas que no lograron apurar en ocasiones la excelencia de un ejemplar que también se rebosó, más brevemente, por el pitón izquierdo por el que amagó huida. La postrera serie diestra fue más arrebujada y el espadazo con el que remató su labor despertó una petición que acabó siendo atendida.

El de Salteras puntuaba por fin a la vez que se despedía de una Feria en la que las cosas no han salido siempre como se esperaban. Para rematar su participación en el ciclo sorteó un ejemplar algo rajadito y protestón que se dejaba en la muleta. En cualquier caso duró poco y la faena no llegó a tomar vuelo.

Resuelto a reconciliarse y a hacerse valer, Cayetano había enseñado su mejor versión -lejos de la decepción de hace una semana- en la plasticidad y el personal empaque con el que resolvió su faena al segundo, un toro desinflado como un balón pinchado. Pero la definitiva reconciliación con el público sevillano se la puso en bandeja el excelente colaborador que salió en quinto lugar a pesar de la masacre en varas. La faena, comenzada de rodillas, se vivió en el filo de la navaja y mantuvo un tono de emotividad, de sinceridad y desnudez técnica que estuvo a punto de poner en sus manos una oreja.

La Razón

Por Patricia Navarro. Los toreros saldan cuentas con La Maestranza

La tarde duró una eternidad. Como la faena de Daniel Luque al sexto. Toda de principio a fin en tablas. Donde le había llevado la mansedumbre del toro. Bendito manso que acudió después a la muleta de Luque sin racanear los viajes. Estuvo el sevillano como si se le fuera la vida, la feria, a darlo todo. Todo lo dio, de largo. Muy serio, arrancando las series y manteniendo la fe de principio a fin. Alargó el trasteo. Escuchamos el aviso antes incluso de perfilarse en la suerte suprema, pero algo dice que tenía la seguridad de que la espada entraría por el lugar acertado. Convenció a la gente, primero a los que tenía más cerca y después, poco a poco, fue cayendo el resto de La Maestranza, en dilatada tarde. Dos horas y tres cuartos de festejo. Camino de la eternidad íbamos, ¿o no? Pero no nos llevábamos los bolsillo vacíos. Habían pasado cosas. Se notaba que Farolillos da ya sus últimas vueltas, aunque en un ambiente raro, cambiante a veces. Daniel Luque metió en vereda al sexto. Y salvó su tarde. Pero antes, con el tercero, estuvo dignísimo. Tenía el toro toda la sosería a cuestas y además regaló alguna miradita pendenciera. Ni caso hizo. Asumiendo el punto de encuentro que hace al medio toro que parezca mejor.

Cayetano se encontró con la versión B de «Arrojado». El de Núñez del Cuvillo está en el campo a punto de padrear. La vida padre de semental. Pero ayer el quinto de Torreherberos llevaba el mismo nombre y, aunque rajadito y lavado de hechuras, tuvo castita que torear. Cayetano dio ayer otra dimensión. Serio, relajado, asentado y con valores recuperados. Entre las rayas del tercio hizo toda la labor, pero resolvió con torería. Dejó varias tandas diestras ligadas, que recordaban al Cayetano de hace algún tiempo, muletazos que encontraban final en pases de pecho largos, no de irse, sino de quedarse para disfrutarlos. Con el segundo, de poco fondo, cumplió con la muleta, y destacó en el toreo de capa. Gaoneras para llevar el toro al caballo y réplica por tijerillas al quite de Luque.

El Cid se llevó la primera oreja con un toro que se empleó en la muleta, aunque se rajó en el último tramo, pero el tranco que tenía al embestir era muy bueno. No supo medir los tiempos y bajó la intensidad del trasteo. A pesar de que los olés no fueron tan rotundos, sí se le pidió la oreja. El cuarto no sirvió para redondear. Estaba para pocas bromas.

De una manera u otra, cada uno quiso saldar sus deudas en La Maestranza, antes de emprender la guerra de Madrid.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Tenacidad y arrebato

La constancia siempre tiene premio. También en el toreo. Una máxima que resume los triunfos de hoy en La Maestranza del “Cid” y Daniel Luque.

Por contra, Cayetano no tuvo el debido reconocimiento a pesar de haber puesto tanto tesón, y, todavía más, finura también en la interpretación. La mala rúbrica con la espada fue determinante. Empezó “El Cid” cortando la oreja al primero. Un “Cid” que bordó el toreo a la verónica, lo mismo en el recibo que en un quite posterior. A este toro le hizo Cayetano un quite, una verdadera preciosidad, de frente y por detrás.

Punto y aparte para la actuación de un hombre de plata, “Alcalareño”, por su entrega y torería en los dos pares que puso. Un lazo negro en la bocamanga simbolizaba el luto por la reciente muerte de su joven esposa, dedicándole con disimulado gesto al Cielo la ovación final.

Más emociones en la faena de muleta. Un buen toro el de Torreherberos, que de entrada hizo “el avión”, planeando sobre el engaño, con viaje largo y franco. Toro de cara o cruz, de delicada apuesta, ya que como éste son los que pueden dejar en evidencia a los malos toreros.

Mas ganó el sentimiento y la capacidad de “El Cid” en una faena “in crescendo” por el pitón derecho, y eso que en un ligero tropiezo al natural -sin llegar a ser desarme- paró la música. Una jugarreta muy frecuente, pero no hay voces que desautoricen al director de la banda como representante de la sensibilidad de La Maestranza. No se entiende. Es lo que hay en Sevilla.

Un mérito añadido de la faena fue superar la censura musical al insistir por la derecha y en unos circulares de mucha consistencia. La estocada, aunque ladeada, resultó efectiva.

En el cuarto no pudo redondear “El Cid”. El toro se frenaba, quedándose en el centro de la suerte, cuando no agarrado por completo al piso, como dicen en México.

Cayetano tuvo otra notable intervención con el capote en su primero, al que lanceó a la verónica dando el medio pecho y echando la pata “pa'lante”, ganando terreno hasta los medios. Siguió un lucido galleo por detrás. Y después de que Luque interviniera en su turno por verónicas replicó otra vez por saltilleras. Conviene resaltar tan buenas intervenciones en una época en la que el toreo de capote anda bastante olvidado. La pena es que la faena de muleta no llegó a tomar altura, no se sintió el torero tan inspirado. En el quinto, en cambio, hubo cosas muy notables, y ello a pesar de que el toro apenas colaboró. Manso y aquerenciado. Cayetano lo buscó en tablas donde se hacía fuerte el animal. Le dio todas las ventajas al tiempo que le tapaba todas las salidas.

Faltó ligazón entre pases por la condición del astado, pero hubo unidad en el trasteo aunque parezca paradójico. Porque no terminaba el muletazo, con el toro queriéndose marchar, cuando ya tenía otra vez la muleta delante para el siguiente. A pesar de que fueron de uno en uno, los pases, todos muy limpios, tuvieron mucha consistencia y sentimiento.

Faena de empeño y arrebato, incluso de pellizco. El mérito de sujetarle, y después de torearle. Pese al pinchazo hubo una petición de oreja muy importante que el presidente no atendió. No obstante, la vuelta al ruedo final de Cayetano tuvo sabor a triunfo.

Luque estuvo voluntarioso y entregado, firme, muy por encima de su noble pero huido primero, en el que es posible que le hubieran pedido también trofeo si lo llega a matar bien.

En el sexto, de parecida condición, que estuvo prácticamente todo el tiempo pegado a tablas, fue donde encontró Luque el premio a la tenacidad, pues a base de insistir, en actitud siempre atacante, llegó a un emotivo arrimón final que fue la clave de su triunfo.

El entusiasmo fue tanto que llegó a tocar la música en un tramo de faena tan al límite en el tiempo que al parar la banda sonó el aviso. La estocada fue espectacular y efectiva. Y cayó la oreja.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/andres_amoros_bn.jpg"/>Por Andrés Amorós.

Todos queremos más

Dicen algunos sevillanos que hoy es el día «treinta y cinco de abril»: así cuadran, con ingenio, la fecha de la Feria. De buena mañana hablo con mi tocayo Andrés Luque Gago: un excelente banderillero, un sevillano cabal. Toreó con grandes maestros: Luis Miguel, Rafael de Paula… Sale ahora su libro de recuerdos, que será, sin duda, interesantísimo.

En su tertulia, junto a la Plaza de San Francisco, está Julio Pérez Vito: otro excelente banderillero, otro sevillano cabal. En el libro «Las orejas y el rabo», Jean Cau cuenta una temporada con Jaime Ostos y su cuadrilla. Julio va hecho un pincel: nadie dudaría de que es un torero. Recuerda siempre un hermoso artículo que le dedicó Antonio Burgos. Andrés Luque Gago y El Vito son dos ejemplos claros de esa torería sevillana que todavía encontramos, al pasear por esta «ciudad de la gracia», como definió José María Izquierdo y recuerda ahora, en el ABC sevillano, Francisco Robles.

En abril de 1924 llegaba a Sevilla Gregorio Corrochano y escribía en ABC: «¿Qué tiene la Feria de extraordinario? Nada. La Feria es un pretexto para venir. Lo extraordinario es Sevilla».

Se despiden hoy de la Feria los tres diestros. Debuta una nueva ganadería, con sonoro nombre, Torrehandilla y Torreherberos: otro domecq. Los toros no han tenido demasiada fuerza pero han resultado muy manejables, han ofrecido oportunidades a los tres diestros para un triunfo sonado.

No estuvo a gusto El Cid el otro día con el quinto del Pilar. Hoy puede sacarse la espina con el primero, cortito, justo de todo. Desde el comienzo, el diestro está muy asentado, disfrutando con lo que hace. Ovación a Alcalareño en banderillas. Con la muleta, El Cid alarga la embestida, liga, templa, consigue naturales largos y excelentes de pecho. Una estocada pone en sus manos la oreja.

El cuarto, sobrero, se cae dos veces y se apaga, se duele en banderillas. El Cid le da distancia, conduce bien la embestida pero por la izquierda se cuela. Faena aseada, sin más.

El segundo se queda prácticamente sin picar. Brilla en el quite Luque y Cayetano le replica sin éxito. Toda la faena de Cayetano tiene una apostura de espejo, con poco mando y demasiado lejos del toro. Se ven las limitaciones técnicas del diestro que, además, no arriesga. La división surge ya durante la faena.

El quinto se llama «Arrojado», como el indultado del otro día, pero es manso, se va a chiqueros. Pasa apuros con el capote Cayetano. Espera sentado en el estribo a que se lo traigan los peones. Como no lo consiguen, va allí, tira los zapatos y encadena derechazos, más quieto que en el anterior. Hace el esfuerzo y los de sol lo agradecen pero no mata bien y la petición —a la que colabora la duquesa de Alba— es insuficiente. Da la vuelta al ruedo: al final, ha salvado algo su Feria. Pero le espera Madrid…

Luque va haciéndose con el tercero poco a poco, con naturales uno a uno. La faena es desigual; sólo al final da el paso adelante que necesitaba. Y mata muy mal: ha cogido un tranquillo malo, con la mano muy alta.

El último flaquea y huye a tablas. Lo brinda al público. Intenta sacarlo al centro sin éxito. Le planta cara en tablas, donde el toro quería (el famoso consejo de Marcial Lalanda) y allí consigue una faena ardorosa, aguantando parones, con arrimón final. Se tira a matar con decisión y logra la oreja.

Si comparamos con lo visto ayer, lo hemos pasado bien. Si tenemos en cuenta los toros que han salido, podíamos haber disfrutado mucho más. Es la vieja canción: «Todos queremos más». Esperemos que sea mañana.

Firmas

Por Gastón Ramírez. La normalidad tan añorada y reconfortante

El encierro de Torrehandilla no fue para echar las campanas al vuelo, ni mucho menos, pero estuvo dentro de los parámetros normales de una corrida de toros. Hubo ejemplares mansos, uno bravo y fuerte, otros con cierta guasa, cinco débiles… Lo dicho, animales de lidia, no saltarines y descastados rumiantes como los pupilos de Ricardo Gallardo, el ganadero de Fuente Ymbro.

El Cid debe comprar infinidad de billetes de lotería, tiene una suerte enorme. Ha sorteado a lo largo de su carrera infinidad de lotes muy potables. Ahí está para muestra el que abrió plaza, “Menudito”, que fue un toro de lío gordo. El diestro de Salteras estuvo más digno que en sus dos anteriores comparecencias, pero nunca a la altura de sus días gloriosos. Por momentos clavó las zapatillas en el albero y hasta completó bien los derechazos, no obstante toreó casi siempre para afuera. Mató bien, cosa que tanta falta le hizo unos años atrás y la gente pidió para él una oreja baratita que el torero agradeció de verdad. En el segundo de su lote, Manuel Jesús volvió a las andadas. El toro tenía su faena y del Cid sólo puede decirse que estuvo aseadito y despegado, sin mandar jamás y sin completar un solo muletazo. O sea, todo normal.

Cayetano le hizo un quite colosal a “Menudito”. Lo comenzó con una larga cordobesa de pie y siguió con gaoneras. Ya en su primer toro siguió demostrando su amplio y envidiable repertorio capotero llevando al toro al caballo por tapatías. Luque hizo un quite por verónicas rematado con una media, y Cayetano replicó con espléndidas cordobinas y una media larga. Ya con esto el público había presenciado algo superior a lo acontecido en los tres días anteriores. La faena de muleta estuvo marcada por cierta abulia, tanto del cornúpeto (que así, en masculino, escribían la palabra los viejos revisteros) como del coleta.

Salió el quinto, que algunos criticaron por su discutible falta de trapío, pero creo recordar que hace apenas unos años ese tipo de burel era el tan cacareado toro de Sevilla. No sé, debo estar reparado de la vista y de la memoria…

Nada con el capote pues el bicho era débil y manseaba. Así las cosas, vino el momento de iniciar la faena de muleta, con el toro a sus anchas en los terrenos de los tendidos ocho y diez. Cayetano se sentó en el estribo junto a matadores para esperar al toro, no sabemos si en plan provocador o por haberse confundido bastante. Pasado este momento se fue a buscar al toro en su querencia de sol y engallándose le pegó una tanda de poderoso doblones por bajo, rodilla en tierra, que fueron quizá lo más emocionante y torero de toda la tarde.

En otro instante de ofuscación o de calculada chulería, el hijo de Paquirri se quitó las zapatillas antes de pegarle al encastado en manso la primera tanda de derechazos. Con una actitud y un arrojo envidiables, aguantando horrores, el torero se fajó y toreó con clase. Los pases de pecho fueron dignos de un cartel. Pinchó en lo alto y luego mató trasero, cosa que influyó para que sólo diera una merecidísima vuelta al ruedo.

Daniel Luque fue el triunfador del festejo. Salió al tercio en el primero de su lote tras una faena que tuvo altibajos, pero en la que estuvo valiente y elegante en los adornos finales. Destacaremos también que durante toda la tarde estuvo bien con el percal.

En el que cerró plaza, un manso parecido al quinto, se pegó un arrimón con momentos importantes por el pitón derecho y colosales pases de pecho. Lo mejor fue la estocada, volcándose sobre el morrillo para tumbar al toro de manera espectacular. Le fue concedida una oreja pedida por unanimidad. En esta duodécima de la temporada sevillana quedó demostrado que el público quiere al Cid y que todavía le concede el beneficio de la duda; que Cayetano, haga lo que haga, tiene a la mitad de la plaza en contra; que Luque es un gran favorito de la afición hispalense, y que con que los toros den algo de juego, la gente sale conforme: todo normal, sin novedad.

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Imágenes: El Cid, Cayetano y Daniel Luque/Empresa Pagés.

Sevilla Temporada 2011.

sevilla_050511.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:20 (editor externo)