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Real Maestranza de Sevilla

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Lunes, 6 de mayo de 2014

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Jandilla Vegahermosa (bien presentados, bravos y encastados en general aunque escasos de fuerza)

Diestros:

Sebastián Castella: Estocada trasera (silencio); estocada trasera, descabello (silencio).

Manuel Escribano: Estocada caída (vuelta al ruedo); estocada trasera (saludos desde el tercio).

Iván Fandiño: Estocada (silencio); estocada, aviso (silencio).

Banderilleros que saludaron: de la cuadrilla de Sebastián Castella, Javier Ambel en el 1º y José Chacón y Vicente Herrera, en el 4º.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado, caluroso al principio.

Crónicas de la prensa: en breve.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Sobre el papel el cartel de hoy era atractivo, pero al final nos llevamos una pequeña decepción. Los Jandilla/Vegahermosa bien presentados fueron nobles, salvo uno, con poca fuerza otros, y apagados al final. No re rajó ninguno, ni mansearon, que no es poco. Ni tampoco mucho. Con esos mimbres, Castella no tuvo mucha opción con el primero pero sí con el segundo, con el que empezó muy bien para diluirse, con su enemigo, en faena de altibajos. Escribano fue a lo suyo: la portagayola, las banderillas con riesgo y con la muleta demostró, una vez más, que baja mucho la mano y tiene gran temple. También lució con el capote esta vez. A su primero le hizo faena de oreja pero la espada cayó baja. Hubo petición mayoritaria, sin duda, que el presidente antirreglamentariamente, obvió. Y yo puedo estar de acuerdo con él como aficionado, pero el presidente no otorga la primera, ni puede imponer su criterio sobre el de la mayoría. Además de que en Sevilla -el mismo Gabriel Fernández- ha concedido otras con mucho menos mérito y pañuelos. En fin que el de Gerena tuvo clamorosa vuelta, bronca el palco , y otra merecida ovación en el 5º al que también sacó todo lo que pudo. Fandiño se encontró con el garbanzo negro, un toro bronco, al que ni siquiera él, tal vez el más cualificado del escalafón para ello, pudo domar. En el sexto la cosa fue de más a menos y se fue de vacío. Habrá que esperarlo otros días. Y nada más, que nos vamos a la Feria. Desde allí brindaremos por nuestra audiencia. Va por ustedes.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Escribano golpea de nuevo. Manuel Escribano ha firmado hoy una gran tarde en la Maestranza. Sólo le ha faltado rematar, por uno otro motivo. El diestro de Gerena repitió la gesta del Domingo de Resurrección y en ambos toros se fue a portagayola. Espectacular fue el par que puso sentado en el estribo donde el toro le apretó hacia dentro. Tomó altos vuelos la faena tras una buena y templada serie con la zurda y otra más con la diestra. Su actuación fue a más, rematando con una estocada. El público sacó los pañuelos, pero la presidencia (unos días más generosa que otros) no consideró oportuno conceder el trofeo, llevándose una gran bronca. El quinto se apagó muy pronto, pero para el recuerdo queda el recibimiento con el capote. Hubo dos verónicas y la media a cámara lenta rozando la emoción. Fandiño volvió a Sevilla tras un año de ausencia. El torero de Orduña dejó muestras de firmeza y entrega en una tarde en la que pechó con un primer toro complicado y con el sexto todo quedó en un vibrante comienzo en los medios con pases cambiados.

Lo peor: Castella vs Sevilla. Lo de Sevilla y Castella es una relación complicada. El francés no termina de cuajar entre el público maestrante, que termina pitándole cada tarde que hace el paseíllo aquí. Lo cierto es, que Sebastián tampoco consigue acoplarse a sus toros. Le queda aún otra tarde esta Feria.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Cuidado con Escribano

El triunfo no se materializó en orejas pero posiblemente es lo de menos. Si el feo espadazo que despenó al segundo de la tarde escamoteó el trofeo que se había ganado Escribano, las fuerzas claudicantes del quinto también fueron determinantes para que su valiosa labor sólo fuera premiada con una maciza ovación. Pero no importa porque el matador de Gerena dio una gran tarde de toros en todos los tercios de la lidia con el borrón consignado de ese acero que por dos veces cayó trasero y algo caído.

Pero dio gusto paladear el exquisito temple; los toques exactos, la colocación precisa y esa evolución torera que ha elevado considerablemente el techo de Manuel. El propio matador lo venía anunciando en algunas entrevistas: “no me conformo; persigo otras cosas, quiero enseñar otro concepto que ya he podido experimentar en algunos ruedos de menor consideración…” No era la retórica hueca al uso. Fue una verdad constatable en esa faena instrumentada al nobilísimo ejemplar que saltó en segundo lugar, al que recibió con su ya clásica larga de rodillas y a portagayola, prácticamente plantado en los medios. Manuel se explayó a la verónica y volvió a crear espectáculo en banderillas, que esta vez quedaron en un segundo plano a pesar de levantar un clamor con ese tercer par, tan suyo, que clava en un palmo de terreno y citando desde el estribo.

Escribano sabía la calidad que atesoraba el toro de Jandilla pero también conocía de sobra que tenía la gasolina justa para un paseo. El toreo comenzó a brotar al natural con temple líquido. Fueron tres o cuatro series, no aceptó más el toro, pero todos y cada uno de los muletazos estuvieron adobados de esa colocación, de esos toquecitos suaves, casi impercentibles que limaban cualquier aspereza. El comentario de los aficionados y los profesionales era unánime. Cuidado con éste. Aún hubo otra serie diestra, compacta y reunida, en la que el torero se comportó como un mecanismo de precisión pero el toro ya había quemado la última gota de combustible y echó el freno. Ya lo hemos dicho: la colocación de la espada le arrebató esa oreja que tenía en la mano pero, qué más da.

Volvió a marcharse a la tierra de nadie para recibir al quinto, que le hizo algunos extraños, como de reparado de la vista, que acabó corrigiendo. En ese punto se reveló el mejor Escribano: templado, expresivo, naturalmente compuesto… definitivamente artista en el manejo de un capote que iluminó la plaza en unos segundos de gloria celestial. ¡Cómo torea este tío con la capa! El crecimiento del torero se había hecho definitivamente patente. La gente se apretó contra los asientos presintiendo que podía pasar algo importante y Manuel mantuvo el ritmo de su labor en un ceñido galleo de frente por detrás para colocar al toro en el caballo. Brilló en banderillas, incluyendo ese quiebro al violín -el par de la Calafia- que forma parte de su repertorio más clásico. Pero el personal lo que quería es verlo de nuevo con la muleta. El toro mantenía su calidad, mostraba clase pero tampoco andaba sobrado de fuerzas a pesar de tomar el primer muletazo con alegría desde la larga distancia. La faena brotó más y mejor por el lado izquierdo con cadencia y suavidad, citando en corto y muy abajo para alargar las embestidas con las bambas de la muleta arrastrando por el suelo. Pero el toro se aplomó demasiado pronto. El matador siguió en la cara, fresco y feliz, sabiendo mejor que nadie la verdadera trascendencia de una actuación que voló por los teléfonos y las redes de los profesionales del toreo. Tampoco anduvo afinado con la espada pero ha elevado su papel de cara a la tercera actuación que tiene firmada en el abono. Cuidado con Escribano…

La tercera pata del banco era el diestro vasco Iván Fandiño, un torero en prolongado trance de lanzamiento que retornaba a la plaza de la Maestranza después de un año en barbecho. No se puede negar que sudó la camiseta, que entró en todos los quites que le correspondían -no siempre con buena fortuna y oportunidad- y que dio todo con los dos toros que le tocaron en suerte. Se ciñó toreando a la verónica al tercero de la tarde, un animal que protestó con aparato en el caballo y que brindó al público para sellar el reencuentro. Pero ese toro, con el hierro de Vegahermosa, sería a la postre el garbanzo negro del encierro de los Domecq Noguera. Llegó a cogerle el aire a base de temple pero sobre todo, aguantando y consintiéndole. Llegó a enjaretarle una serie diestra, pulcra y muy reunida antes de que el toro dijera basta. Con la cara por la nubes y la defensa muy alta se negó a pasar por el pitón izquierdo. A Fandiño sólo le quedó matarlo bien y por arriba aunque la espada cayó un punto atravesada. Iván volvió a entregarse sin fisuras con el sexto al que supo exprimir por el lado derecho en una labor que tuvo la virtud de saber tapar y tirar de la remisa embestida. Pero le costaba un mundo repetir y rematar las embestidas por el otro lado -definitivamente soso y sin transimisión alguna- impidiendo que la faena tomara vuelo.

Y dejaremos para el final la aburridísima actuación del francés Sebastián Castella que sólo se pareció a sí mismo, a sus mejores tiempos, en el ceñido y vibrante inicio de faena al cuarto de la tarde, un ejemplar aparatoso que planteó demasiadas dificultades por el pitón derecho sí, pero que tenía otro para revocar el largo historial de tostones que Castella ha ido registrando en el coso del Baratillo. La faena no tuvo hilo ni trazo ni ajuste y la gente ya andaba mosca después de que el francés estrellara la débil calidad del primer toro del festejo en una faena estropajosa y llena de tirones que no ayudaron nada a levantar el tono de su labor. Le queda otra más en la Feria pero su papel en Sevilla está definitivamente devaluado.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Oscuridad antes del alumbrado

Varios factores determinaron que la séptima de feria transcurriera sin pena ni gloria; o, al menos, con poco brillo. Como punto primordial, una corrida de Jandilla, de desiguales hechuras y comportamiento, a la que le faltó clase. Por otro lado, Manuel Escribano, que consiguió el único balance positivo en un festejo bastante plúmbeo, no remató adecuadamente una faena desigual, en la que brilló especialmente al natural. Porque el resto, apenas si tuvo interés para un público que parecía desenganchado por momentos del espectáculo, envuelto en un calor de respeto.

Manuel Escribano, de nuevo con gran pundonor y entrega, recibió a sus toros con sendas largas cambiadas frente a toriles y banderilleó de manera desigual –mejor el último par a su primer toro–. Además, toreó con el capote muy bien en diferentes pasajes. Saltó el segundo, de buenas hechuras. El gerenense, con brindis al presidente del Sevilla, José Castro, destacó en su primera faena con ese segundo, un ejemplar manejable, con cierto temperamento. El diestro brilló especialmente en un par de series con la izquierda. Cambió a la diestra y bajó la intensidad. En cualquier caso, con el público a favor, mató de estocada caída, por lo que la presidencia no le concedió el trofeo que pedía el público.

Con el manejable quinto, al que le faltó empuje y codicia, Escribano llegó a sujetar al animal que salía suelto en los lances de recibo. Pero más allá del platillo y en terrenos próximos a sol voló con gracia el capote, con mimo, en unas verónicas acompasadas. En cuanto a su labor con la muleta, no llegó a calar con la misma intensidad, con el toro a menos;salvo en unos naturales sueltos, sin ligazón, pero de caligrafía suave de un Escribano que volvió a matar al primer envite, pero con la espada caída y trasera. Hubo petición mayoritaria que no atendió el presidente, quien fue abroncado.

Sebastián Castella no llegó a medir sus trasteos. Los dilató en exceso. Incluso el público pidió que cortara en su segundo, en el que escuchó un aviso tras una faena extensa. Con el primero, un toro serio, que repetía, pero que se quedaba cortísimo, realizó una labor porfiona y sin frutos. Mató bien.

Ante el cuarto astado, un ejemplar de cuerna acucharada y que duró mucho –fue el que mejor juego dio del encierro–, hubo un comienzo explosivo de faena por parte de Castella, con los pies atornillados y con un muletazo por la espalda de infarto. Todo se diluyó en un trasteo en el que se salvaron algunos naturales sueltos.

Iván Fandiño, con el peor lote, no tuvo opción con el tercero, un manso con cierta guasa, al que recibió con buenas verónicas. Labor con mando en su inicio, que acabó salpicada con demasiados enganchones.

Con el sexto, noblote, aunque le costaba embestir, apertura de largo, con muletazo por la espalda y esfuerzo baldío en una labor basada principalmente en la diestra.

Aunque la corrida de Jandilla no fue un encierro con clase en su conjunto y tuvo problemas que resolver, la terna pudo sacar mayor provecho a los toros, especialmente Castella. Hubo oscuridad y más de un apagón antes del alumbrado, donde el público de los toros tenía puesta la cabeza.

El País

Por Antonio Lorca. Esta fiesta es una ruina

Visto lo visto, la solución al problema es harto difícil. Entre las desertoras figuras, cuya ausencia se nota en la taquilla —y vaya que si se nota…—, los toros nobilísimos, pero faltos de motor en sus entrañas, y toreros mecánicos, fríos y vulgares, incapaces de interesar al respetable, da la sensación de que esta fiesta ha entrado en una espiral ruinosa de la que no será sencillo salir.

Una tarde más no se picó ningún toro, lo que, a estas alturas, ha dejado de ser noticia y pone de relieve la profunda degeneración de la cabaña brava. Pero a los seis, en mayor o menor medida, les rebosó la nobleza, y algunos, incluso, estuvieron adobados con migajas de casta, y todos de buena condición y calidad contrastada. Y lo curioso es que no pasó nada; bueno, pasaron dos horas y media de un aburrimiento insoportable, que no vislumbra nada bueno para esta fiesta.

¿Y los toreros? Pues, un misterio indescifrable; Feria de Sevilla, tarde de lujo, toros a su gusto y manera, y van los tres y salen de la plaza con media estocada en las agujas. Tan incomprensible como cierto.

No resulta fácil acertar con las verdaderas causas del desastre. No se sabe si es que el toreo ya solo es patrimonio de artistas excelsos; o que no todo el mundo puede hacer una gran obra el día y a la hora que marca el cartel, o, sencillamente, es que Castella, Escribano y Fandiño dieron ayer todo lo que llevan dentro y se ha visto y comprobado que su bagaje es ligero y de escaso recuerdo.

No se entiende nada la labor de Castella, torero valiente, técnico y experimentado en mil batallas. Sin ánimo de exagerar pudieron llegar a cien entre capotazos y muletazos que dio a su primero, noble y repetidor, y solo acertó a aburrir a las ovejas. No es que el animal fuera de bandera, pero el torero estuvo rematadamente mal. Su faena fue interminable, reiterativa y destemplada y construida toda ella desde la mediocridad, aunque lo mató muy bien de una soberbia estocada. Más animoso se le vio ante el cuarto, otro bombón, y tras un pase cambiado por la espada cayó de nuevo en el toreo acelerado y con escaso gusto.

Una gran parte del público criticó la decisión presidencial de no conceder la oreja del segundo a Escribano. Algo habría hecho el muchacho; pues sí, que mandó a la otra vida a su oponente de un feísimo bajonazo; y aun así pedía la gente la oreja (dónde hemos llegado…). Recibió a sus toros de rodillas en los medios, los banderilleó con mucha voluntad, pero ya está, y los muleteó, esa es la verdad, con mucho gusto, con suavidad, gracia y templanza. Mejor a su primero, que se movía más, y aprovechó sus animosos andares para trazar un toreo salpicado de hondura por ambas manos. Pronto se apagó el quinto y su labor se redujo a un manojo de buenos naturales a cámara lenta. A los dos los mató mal y volaron las orejas. Pero en los dos destacó a la verónica, que conste.

Había interés por ver a Iván Fandiño (Iván Jiménez lo renombraron en el programa oficial, osú, osú…) y decepcionó, para qué vamos a poner paños calientes. Brindó su primero al público y se vio desarbolado por un toro que le enganchó prácticamente todos los muletazos que esbozó. Mejoró ante el noble sexto, pero dijo poco, casi nada, y no emocionó.

Que no se olviden los nombres de Javier Ambel, José Chacón, Vicente Herrera, Pedro Lara, Miguel Martín y Jesús Arruga. Todos ellos brindaron momentos de buen toreo con el capote y los garapullos.

La Razón

Por Patricia Navarro. Paréntesis de toreo bueno

Fueron paréntesis acotados por tiempo/espacio/toro/torero. Pudieron ser más, sí y quedaron en menos. Pero esos paréntesis resultaron la cuerda para saltar la tarde. Manuel Escribano fue el intercalador de toreo. De nuevo se lanzó por dos veces a la puerta de toriles, más cerca de las rayas tirando a los medios, dos veces dos. En sus dos toros y da la sensación de que en veinte si así fuera preciso. Lo lleva grabado en algún lugar de su plan trazado y allá va. Y allá fue. Aunque el toreo bueno de capa llegó en el quinto. Tan lento, tan despacio, que le dio tiempo, ganas y capacidad de hundirse en el viaje, de acompañar para querer abandonarse en el trayecto del toro hasta abrochar aquello a una media sobresaliente. A la verónica la lentitud y en la muleta la espera. Echó el freno el toro cuando estaban las bases más asentadas. Muy reposado Escribano, sin brusquedades, buscando en el leve toque la continuidad de la embestida, sin tirones. Y con lo que tuvo, perfecto. Pero esta vez al toro le faltó empuje, justo de fondo y empeño.

Mucha calidad sacó el segundo de la tarde. Tuvo la faena distintos tramos, fases opuestas. Una inicial en la que el toro perdía el ritmo en el tirón de Escribano. Todo cambió con el temple, cuando el sevillano se asentó y le esperó, el toro colocó la cara abajo, la llevó hasta el final y los naturales de Manuel gozaron de cadencia y credibilidad. Ahí residía el toreo. El toreo de la tarde, en la mano izquierda, en la suavidad, en la exquisitez… Hundió el acero a la primera, más abajo de lo ideal, se le pidió un trofeo y acabó por dar la vuelta al ruedo en la segunda tarde de su feria.

El primer toro de Sebastián Castella tuvo muchos matices pero todos tendieron a las complicaciones. Se quedaba el toro encima, pegajoso, haciendo hilo, no era fácil ni tampoco eran dificultades que llegaran muy a las claras al tendido. El francés tiró de oficio y resolvió. Su cuadrilla al completo se desmonteró ayer en Sevilla. Primero Javier Ambel con los palos y después Chacón y Herrera con el cuarto. Este toro fue otra historia, sobre todo por el pitón izquierdo. Descolgó mucho la cara, ya lo cantó en la brega de Ambel al desplazarse con muy buen son en la tela. Perdió el fuelle pronto después, pero le quedó la calidad para coger el engaño muy por abajo y con mucho temple. Compuso Castella pero no llenó la faena de contenido y al final entre unas cosas y otras no ocurrió nada.

Iván Fandiño tuvo un lote duro de pelar. El primero de pocas luces, deslucido y sin fondo con el que no cabía mucho enigma que desvelar y un sexto, que pareció contener más emociones pero le duraron poco. Entre los tiempos de aquí y de allí fue muriendo la tarde.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El agravio comparativo de Escribano

No se sabe a ciencia cierta si Manuel Escribano pagó ser del Sevilla Fútbol Club. Pero el caso es que la banda le racaneó la música y el presidente, una oreja. Escribano se decantó con el brindis a José Castro, presidente en libertad de sus colores, y ya las facciones béticas de la afición murmuraron por lo bajini o no tanto. Al final allí se pusieron todos de acuerdo, menos el palco: don Gabriel Fernández Rey quizá se agarró, hablando en serio, a los centímetros de caída de la espada, porque la pañolada se hacía mayoritaria y, en estos supuestos, la Ley Taurina se interpreta según los días: de levante, pares, y de poniente, nones. Debía soplar poniente porque fueron nones y hacía un calor desértico. A uno que viaja por todas las ferias de España como los turroneros, las putas y los carteristas, las tardes posteriores a las corridas de rejones, cuando las orejas se dan a espuertas con que se hundan los rejones en lo negro, le parecen un agravio comparativo. El último domingo mismamente en la Maestranza con un marcador de cinco, una manita de 'peludas'.

En ese ni tuya ni mía que podría sostenerse hasta la eternidad con el señor Rey, yo sí la hubiera concedido a Manuel Escribano, que se fue a portagayola, lanceó con lucimiento, banderilleó con especial mérito al quiebro y además toreó con tempo, sitio y pulso por la mano izquierda a un aleonado jandilla que lucía dos puntas como no ven los caballeros rejoneadores ni en las películas de Cañero. Que por qué no siguió por esa mano deletreando el toreo al natural es otra cuestión. A lo peor por provocar al maestro de la batuta ciega en sones de largos derechazos, muy avanzada la faena, que precisamente fue cuando arrancó el pasodoble. El toro, paradote pero notable, respondió al planteamiento de más espacio y menos amontonamiento mejor. O sea cuando el torero de Gerena desgranó naturales muy despacio. A últimas quiso volver, pero ya el toro lo había dado todo. La vuelta al ruedo se convirtió en premio de ley, que digo don Gabriel que con el palmarés de feria que se presiente tampoco habría pasado nada.

Por si había duda de su ambición, Manuel Escribano marchó de nuevo a portagayola, o donde interpreta que es la suerte: casi en la boca de riego. Lo que sorprendió, más allá de la larga cambiada o del extraño fugaz del toro, fue la manera de torear a la verónica con los brazos absolutamente dormidos, yertos, caídos, mecido el lance. Una lentitud pasmosa también en la templadísima embestida del perfecto jandilla de Vegahermosa. ¡Ay, si dura! ¡Qué hechuras y qué manera de colocar la cara! Pero el mal general de la corrida de Borja Domecq, se resumió en el fondo, el motor, la duración, lo que algún cursi llamaría la 'durabilidad'. Escribano enganchaba los viajes con la muleta al hocico, mas a aquella ensoñación de toro, humillado por los flecos, se le hizo demasiado pese a los tiempos muertos que extendieron la tarde.

Al síndrome de persianas bajadas de los nobles jandillas se le sumó el síndrome de Sevilla que sufre Sebastián Castella y le pesa como una losa. Cuesta entender que un tipo que viene toreando con la izquierda extraordinariamente bien, como ha demostrado en Valencia o Castellón tarde un mundo y parte del otro en ofrecérsela al cornalón, cariavacado y frágil cuarto que embestía por esa mano como aparentaba, como una vaca vieja. Puede que los inicios fueran mejores que los finales, pero, coño, vaya usted a comparar con el bruto cuajado de sorda guasa, siempre punteando, apoyado y frenado en las manos, que se despachó como aperitivo. La espada no le falló como tampoco su cuadrilla.

Lo cierto es que el acero respondió a los matadores. También a Iván Fandiño, torpón y enredado en sus quites a los toros de Escribano. El último, de noble pitón derecho antes de cerrar la tienda, que al menos le dio las opciones que le negó el anterior, demostró lo que un compañero sostiene: que Fandiño cita con el palillo de la muleta más que con los vuelos. Pena de progresión.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amorós. Manuel Escribano da la única vuelta al ruedo en Sevilla

Los de Jandilla y Vegahermosa, bien presentados, con casta, nobles, permiten cierto lucimiento de los diestros pero varios, justos de fuerzas, se apagan pronto. Roza el triunfo Manuel Escribano, al que el presidente niega una oreja. No consigue brillar Castella. Fandiño se justifica con dos grandes estocadas.

Comparece por primera vez en esta Feria el francés Sebastián Castella, con su estilo, basado en el valor y la impávida verticalidad. Para que esta transmita emoción, se necesita un toro que acuda con viveza a la llamada del diestro, inmóvil. Esta técnica favorece el aguante, más que el dominio. En el primero, saluda Ambel. El toro embiste con desigualdad. También la faena del diestro francés es desigual, además de larga, y peca de monotonía. Mata con decisión.

En el cuarto, saluda Chacón. El comienzo de faena es brillante: cerca de tablas, Castella hace el poste, después de un pase cambiado. Como el toro se mueve mucho y el diestro se queda quieto, la cosa tiene emoción. Pero todo deriva hacia lo simplemente correcto.

Manuel Escribano es uno de los puntales de la Feria, con cuatro tardes. Sus dos toros embisten con suavidad pero se apagan. Además de su habitual decisión, ofrece momentos de un toreo de categoría, superior al del año pasado. En los dos va a portagayola, enlaza con verónicas, banderillea con variedad y riesgo. En el segundo, tira bien del toro, baja la mano, liga buenos muletazos. El espadazo de efecto rápido provoca la fuerte petición de trofeo, que no se concede.

En el quinto, se luce Manuel en verónicas muy lentas, de verdadera calidad: la vez que mejor le he visto torear con el capote. Logra muletazos suaves y mandones. Pero el toro es soso, se apaga. Mata con facilidad y decisión.

Esta Feria de las ausencias podría ser buena oportunidad para un diestro como Fandiño. Brinda al público el tercero, bien picado por Manuel Bernal, que parece alegre, pero el toro va a peor, saca brusquedad y violencia. Iván traga, corre la mano con valor pero el toro derrota y engancha: gran estocada, con su personal estilo.

El último es serio pero, después de dos trompazos en los burladeros, flaquea. Fandiño, muy firme, hace el péndulo, alarga las embestidas, le echa coraje pero el toro se apaga: otra gran estocada. El día de los Victorinos puede ser su ocasión, en esta Plaza.

Firmas

Por Gastón Ramírez Cuevas. ¿Cuál es el séptimo Mandamiento?

Como todos sabemos por nuestras lecciones de catecismo, el séptimo Mandamiento es: “No robarás”. Pues bien, la autoridad, el presidente, usía o el juez de plaza (llámele usted como quiera) debe pertenecer a alguna de esas absurdas religiones o sectas de nuevo cuño en las que todo está permitido, hasta birlarle al prójimo lo que de manera indiscutible le corresponde. Y a Manolo Escribano ayer le robaron la oreja de su primer toro. Juzgue usted si no. El torero de Gerena venía dispuesto (como el Domingo de Resurrección ante los miuras) a darlo todo y así lo demostró a lo largo del festejo. Se fue a porta gayola con éxito y después del lance de rodillas se gustó toreando a la verónica para cosechar la primera ovación de la tarde. Quitó por más verónicas de muy buen trazo y remató con una salerosa media. Tomó los palos, y ha clavado un tercer par al quiebro en tablas en la mínima distancia que valió el boleto.

El toro era un burel manejable aunque bastante débil. Escribano sabe torear muy templado, con una suavidad sorprendente y así lo constatamos en cada muletazo. Grandes fueron los pases por ambos pitones, tirando del toro con un conocimiento perfecto de las distancias. Manuel está sobrado, tiene mucho sitio y cada vez le imprime mayor clase a su tauromaquia. Ahí quedaron los naturales y los forzados de pecho, por ejemplo, por no hablar de los adornos y los remates.

El triunfador indiscutible de la feria del año pasado se perfiló y cobró una estocada de efectos fulminantes. La afición sevillana, pañuelo en mano, se regocijaba con el triunfo de uno de sus toreros consentidos anticipando la presta concesión de una oreja. Pero no, por razones que preferimos no averiguar, el presidente hizo caso omiso de la nutridísima e indudablemente mayoritaria petición.

Escribano dio una clamorosa vuelta al ruedo y el respetable se acordó de los progenitores del usía. Amigo lector, si a Esaú Fernández el mismo presidente le dio una oreja ratonerísima, no es fácil explicarse por qué ese hombre se puso el antifaz, gritó ¡manos arriba! y con el trabuco de su investidura le atracó, hurtó, mangó y afanó un premio ampliamente merecido a un muy buen torero.

En el quinto Escribano volvió a repetir la dosis de entrega y toreo del bueno. Recordamos las enormes verónicas en cámara lenta, cargando la suerte, rematadas con una media de gente grande. También puso un arriesgadísimo violín al quiebro en tablas y logró excelentes muletazos, pero el toro no podía ni con su alma y todo se apagó muy pronto. La oreja robada estaba en la mente de toda la plaza cuando sacó a Escribano a saludar en el tercio. Castella, el primer espada del cartel, sorteó el mejor lote. Su primero era un toro con su puntito de bravura y bastante nobleza, además sólo fue un poco débil, no un inválido. Mas el francés ha ido adquiriendo –desde hace no pocos años- la aniquiladora lacra de la mediocridad, como solía decir el cronista mexicano don Roque Solares Tacubac.

No completó un muletazo y todo se le fue en desarmes, enganchones, sustos, achuchones y otras monerías. Este otrora buen torero es el más claro ejemplo de aquel célebre personaje de los ruedos: El Vulgar Pegapases. Viéndole torear a sus dos colaboradores (que no enemigos) porque los bichos sólo pedían ayudar al diestro de Béziers, también recordé lo que decía don Enrique Guarner (escritor taurino español que acabó viviendo en México) acerca del funesto Manolo Martínez: “Sólo tira telonazos con su enorme mantel”. ¡Y pensar que la empresa se ha sentido generosa y nos ha obsequiado contratando otra tarde a Castella! Iván Fandiño, el tercero del cartel, anduvo por ahí con mucha parsimonia, sin grandes posibilidades de triunfo debido a lo malo de su lote, y bastante denso en general. No podemos decir que estuvo mal, pero mucho menos podríamos decir que estuvo bien.

Es de agradecerse que la tarde se haya saldado con seis estocadas, un solo golpe de descabello y sendos avisos para el francés y Fandiño, pues igual que en la corrida de Juan Pedro los cuatro toros del primer y segundo espadas fueron soporíferos.


Sevilla Temporada 2014.

sevilla_050514.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:19 (editor externo)