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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del sábado, 7 de mayo de 2011

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Jarrama (1º), Manolo González y Salvador Domecq (5º) (de distinta presentación y juego desigual, descastados en general).

Diestros:

Juan Mora. De verde hoja y oliva. Estocada tendida, cinco descabelos (silencio; estocada baja (silencio) y media estocada baja y descabello en el que mató por Curro Díaz.

Curro Díaz. De verde y oro. Estocada contraria, descabellos (saludos desde el tercio). Resultó cogido en el 5º.

El Fandi. De pizarra y oro. Estocada baja y atravesada (saludos desde el tercio); estocada caída (silencio).

Incidencias: el matador de toros Curro Díaz resultó cogido en el 5º de la tarde. Parte médico: “Herida asta de toro en cara externa de pierna derecha que presenta dos trayectorias, una ascendente de 7 cm con fractura a nivel de 1/3 superior de perone y otra en sentido descendente de 15 cm con destrozo de musculatura tibial y gemelo asi como desgarro de vena tibial. Se procede a limpieza de herida, reduccion de fractura y cerclaje con material reabsorbibles manteniendola reducida. Reparacion de planos musculares, drenajes y cierre de herida. Inmovilizacion con ferula posterior. Comprobamos mediante Doppler lineal normalidad en los flujos arteriales de pedia y tibial posterior. Pronóstico grave. El Cirujano Jefe : Dr. Octavio Mulet Zayas.

Saludó. José M. Calvo Montoliú, de la cuadrilla de Curro Díaz, en el 2º.

Presidente: María Isabel Moreno.

Tiempo: Soleado.

Entrada: Lleno con huecos.

Crónicas de la prensa: El País, El Mundo, Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía, la Razón, EFE, Firmas.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

El nuevo invento sabatino no tenía visos de que acabara bien desde su montaje, y así fue. Recuerden que en esta víspera de cierre de Feria se ha estado montando, estos últimos años, la llamada “corrida del tomate”, para delectación de seguidores de telebasura y prensa de vísceras. Era extraordinaria la idea de traer a Juan Mora en este momento de madurez, pero debía haber tenido hueco en otro cartel con toros más a propósito para su toreo. También Curro Díaz cae bien en Sevilla, pero en otra tarde habría ido mejor. El Fandi da igual donde lo pongan: llega, pone sus banderillas a toro pasado, cansa a los toros con las carreras y después se lía a pegar mantazos. Los de Manolo González fueron flojitos de fuerza, blandos, algunos nobles, con poca clase, pero se apagaron todos pronto en la muleta. Mora tuvo detalles de su torería en los dos toros. Curro Díaz lo intentó y se la jugó con el peligroso quinto de Salvador Domecq que se quedaba cortísimo, y acabó dándole una cornada y partiéndole la pierna. Al Fandi le tocó el mejor, pero da igual, él a lo suyo, aunque en el violín desafinó y lo tocó al segundo intento.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: algunos detalles

Es difícil escoger algo sobresaliente en una tarde de resultados muy mediocres. Hablando en plata con ese calificativo no hubo nada en el memoria. Merece la pena destacar algunas pinceladas de Juan Mora en el primero de su lote, un animal que, si le apretabas por el pitón derecho, respondía un tanto rebrincado pero con obediencia al engaño. Algunos muletazos diestros tuvieron cadencia y compás así como ciertos cambios de manos.

También es de recibo señalar los meritorios naturales de Curro Díaz al toro de la cornada. El espada de Linares fue haciéndose con él poco a poco, a base de mucho toque seco para fijar la embestida del animal. En varias ocasiones corrió bien la mano y fue empujando al burel hacia delante. Lástima que cuando más confiado estaba, el cuatreño de Santiago Domecq se quedó debajo de la suerte y tiró un gañafón a la pierna del torero.

La espectacularidad del tercio de banderillas de El Fandi. Algunos pares no gozaron de buena colocación, sin embargo, su regularidad, su imaginación y facultades merecen el respeto de los aficionados.

Lo peor: el estreno de Octavio Mulet

Por desgracia, la feria nos ha dejado el estreno como cirujano jefe de la plaza de toros de Sevilla de Octavio Mulet. Hubiésemos celebrado como un gran acontecimiento que en los dieciséis festejos continuados no hubiera actuado, sin embargo, el destino le ha jugado una mala pasada de Curro Díaz y ha propiciada que el galeno tuviese que enfundarse la bata blanca. Y es que los designios del Señor son inescrutables. Para que vean, un toro que no estaba reseñado para la corrida, que entró por puro azar puesto que el día anterior se habían aprobado el encierro completo, ha sido el causante de la desgracia. Por la mañana al ver el encierro en los caorrales, se observa que uno de los toros tiene estropeados los pitones y se escoge otro de Santiago Domecq que la suerte quiso que cayera en las manos del torero jienense. Bejarano, alto, cuajado, bien hecho, engatillado de pitones y rematado por detrás, hizo hilo con el matador a la salida de un natural, prendiéndole por la pierna derecha y asestándole un certero golpe en el muslo que le llegó directamente al peroné. Todo ocurrió en un suspiro… haciendo cierto el fatídico dicho popular: “la muerte saca su entrada todos los días de corrida”.

A lo largo de casi toda la feria hemos observado la maniática costumbre de cerrar al toro en tablas antes de iniciarse la faena de muleta, para luego sacarlo con pases de tirón o corriéndole por la cara. No siempre es necesario, como se demostró en el segundo toro de Juan Mora y en el último del festejo, al que finalmente El Fandi plantó cara con muchos recursos en los tercios. Las cosas bien hechas cuentan con su justificación técnica… su degeneración en algo rutinario las convierte en un pasaje soporífero.

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El País

Por Antonio Lorca. Curro Díaz, herido grave

La peor parte de un festejo plúmbeo, pesado y soporífero por culpa de los toros y los toreros se la llevó el diestro Curro Díaz, que resultó feamente prendido por la pantorrilla de la pierna derecha cuando muleteaba con la mano izquierda al quinto de la tarde. Eran los compases finales de la faena; el animal, de corto viaje y de cierta bronquedad en su embestida, se revolvió con rapidez y sorprendió al torero enganchándolo con un derrote seco que hizo carne. La hemorragia brotó de inmediato y Curro fue trasladado con celeridad a la enfermería, mientras Juan Mora se limitaba a montar la espada y mandar al desolladero a un toro manso y con genio con el que Curro Díaz estuvo voluntarioso. Insistió por el lado izquierdo y los pases fueron surgiendo sin gracia ni hondura porque el torero citó siempre fuera de cacho y al hilo del pitón. La verdad es que hoy no se cruza casi nadie en la cara del toro, y los muletazos resultan insustanciales y vulgares. Curro es torero fino y elegante, pero cuando las cosas no se hacen bien, lo único que destaca es el aburrimiento. En ello estaba cuando llegó la cogida y lo trastocó todo.

Ciertamente, la tendencia actual a la comodidad parece innata en la inmensa mayoría de los toreros. Es condición humana, claro está, aunque de tal modo no se produce la necesaria emoción en la fiesta de los toros. Curro lo hace bonito, pero todo su toreo supo a bisutería barata porque estuvo ayuno de hondura.

Por eso, tampoco lució en su primero, otro manso desclasado, y otra vez aburrió el torero con esa manía de guardarse las espaldas fuera de los terrenos del toro. Y así es imposible.

De la misma condición parece labrado Juan Mora, quien volvía después de varios años de ausencia empujado por su sonoro triunfo en la pasada feria de otoño madrileña. Sus toros no merecieron la pena, pero a él le sobraron frialdad y fragilidad. Decepcionó, en una palabra. Se esperaba un torero diferente, y resulta que es tan soporífero y triste como los demás. Dio la impresión de que no estar dispuesto a arriesgar; sin mando, sin decisión, sin voluntad de triunfo, muy desangelado todo. Se limitó a acompañar a su primero y no dijo nada; el otro, dificultoso, se rajó pronto. En fin, que para este viaje no hacían falta alforjas.

Así las cosas, el único que divirtió fue El Fandi en el tercio de banderillas. Aunque clava casi siempre a toro pasado, su fortaleza y seguridad encandilan al público, que se lo pasa en grande. Recibió a su primero con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio, y se mostró animoso y alegre con la muleta durante la poca vida de su oponente; ante el sexto, le superó el ambiente, y la vulgaridad del toro puso el resto. Acabó pronto y todo el mundo se lo agradeció.

Que no se olvide un detalle torero: José Manuel Calvo Montoliú, hijo del malogrado banderillero del mismo nombre y muerto en esta plaza, rememoró a su padre con un precioso par de banderillas al segundo de la tarde. Saludó, montera en mano, mirando al cielo.

El Mundo

Por Zabala de la Serna. Curro Díaz cae herido

Curro Díaz inauguró desgraciamente la enfermería después de catorce tardes. Toreaba con la mano izquierda al quinto, que era de Salvador Domecq, noble pero falto de un tranco por ese lado que era el más largo. Se le quedó en las zapatillas y lo levantó de seco derrote en la espinilla. En seguida asomó la sangre. Y también la incierta certeza de que no era grave. Una tanda de naturales había quedado como bello sello antes del percance. Juan Mora lo mató con eficaz media de derrame pulmonar.

La jornada se había iniciado por la mañana con ardiente debate sobre la corrida de Jandilla, a la que muchos trituraron en la batidora de los desastres. Tuit: “Firmaba por que un 80 por ciento de las corridas fuesen así”. Una forma de decir, la peor como esta la quiero yo. Incluso con los garbanzos negros. Pretender que embistan los seis no es una corrida, es un milagro. El podio ganadero de Sevilla lo ocupa Cuvillo en el cajón del oro. Y Garcigrande (pese a la “correcta” presentación), Jandilla y El Pilar. ¿Por qué antepongo la de Borja Domecq a la de Moisés Fraile? Por la fijeza. La corrida remendada de Manolo González me vino a dar la razón por la tarde. Bueno, la corrida es mucho decir, porque, visto lo visto, Manolo González no tenía corrida para Sevilla.

Juan Mora anduvo en torero con un toro que no humilló en una faena breve. Sorprendió con la espada nada más cerrarlo. Como lleva la de verdad, le atizó un sopapo en un abrir y cerrar de ojos. Sólo que el puntillero se lo levantó y tuvo que descabellar. El cuarto parecía más de Miura que de González. Los lances a pies juntos de salida quedaron como el mejor recuerdo. Quiso Mora con la muleta después de brindar al público, pero el toro se defendió mucho hasta que se rajó. Murió de una estocada baja allí en toriles.

Curro Díaz también se llevó otro fuera de tipo alto como un caballo. Manso para más inri. Buen par de Montoliu. Le costaba humillar. Díaz lo quiso encelar con la muleta retrasada que era lo más adecuado para no atacarlo y que se acabase antes de lo que se acabó. Otra Estocada. En imagen inédita, el toro se descabelló en un arreón con el matador tratando de evitar la oleada en carrera y casi de espaldas. Único.

El espectáculo del Fandi no falló con las banderillas con un toro de lámina pelendrina. De plaza de tercera. Como si le hubiese dado un aire en la cabeza. Dos largas cambiadas con el capote y tres series con la muleta de largo trazo. Se rajó el toro. Una estocada lo tumbó. Saludó desde el tercio.

Raramente Fandi falló en su infalible par al violín al sexto, que derrotó arriba, al brazo, e impidió la suerte. El toro embistió siempre muy apoyado en las manos, pegajoso, sin irse. Otra porquería para cerrar la tarde.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Curro Díaz, herido grave y fractura de peroné

Extraía el jiennense Curro Díaz naturales de oro, uno a uno, en la derruida mina de embestidas del quinto toro, un serio castaño de Salvador Domecq, que topaba en sus acometidas, cuando el astado le asestó una certera cuchillada en el gemelo de la pierna derecha y, lo que es peor, le fracturó el peroné. Díaz intentó levantarse tras el impacto de la voltereta. Pero como si una fuerza endiabla tirase de su pierna hacia abajo, el torero cayó rendido, pese al esfuerzo que quererse poner de pie. La sangre empapó de inmediato la media del diestro, que esbozó una mueca de resignación. El Fandi saltó de inmediato y, en un abrir y cerrar de ojos, ya lo tenía en vilo, como otros compañeros para acometer de inmediato el camino hacia la enfermería, que enfilaron peligrosamente, por la precipitación, por los mismos medios. Curro Díaz había brillado en bellos naturales ante un toro sin franqueza alguna, al que estoqueó Juan Mora.

Con su primero, aceptablemente presentado, manso, noblón y de escaso recorrido, Curro Díaz comenzó su trasteo con un desarme. Con la diestra consiguió una buena tanda; y, con la izquierda, algún natural suelto estimable.

Juan Mora retornaba tras varios años alejado de la Maestranza. Con el que abrió plaza, un toro chico, en el tipo de su encaste Núñez, muy bajo en casta, presentó las telas con ese aire de otros tiempos. Pero no hubo ligazón y la labor resultó deslabazada y muy mal rematada con los aceros. Ante el cuarto, el placentino, quien se forjara como torero en Sevilla, se lució en unas preciosas verónicas -casi delantales- a pies juntos. El colorao Buscalíos, que precisamente no quería batalla alguna, llamó la atención de salida por lo descarado que era. El astado cabeceó constantemente en la muleta, con la que Mora concretó un trasteo desigual, con algún muletazo estimable y también con enganchones. Tras una estocada, en un gesto respetuoso, y de manera tímida, que pasó desapercibido para muchos, recogió un puñadito del albero de la Maestranza en su montera y enfiló el callejón, desde donde escuchó palmas a su labor.

El festejo, que resultó bastante soso y deslucido, tampoco pudo levantarlo ese gigante atlético que es David Fandila El Fandi. Para su principal baza, el segundo tercio y ante su primero, se valió de un poderío físico descomunal en dos pares de banderillas; si bien, el mejor, fue el último, único prendido en la cara. En otro, espectacular, llegó a fallar en el par del violín, algo inusual en este espada-banderillero.

David Fandila El Fandi se enfrentó en primer lugar, muleta en mano, con un astado manso, de contadas arrancadas por el pitón derecho y con una acometividad cortísima por el izquierdo, con el que únicamente sacó una tanda aceptable con la diestra. Lo mejor llegó en la suerte suprema: estoconazo contundente.

Ante el sexto y con el público ya cargado con una enorme mochila de descontento y desilusión, El Fandi tampoco se complicó mucho la vida. Probó su deslucida clase por ambos pitones y lo mató de bajonazo.

Cuando salíamos de la plaza de la Maestranza, la operación continuaba en la enfermería. Lamentablemente, la decimocuarta corrida del abono quedaba grabada en la historia de la presente feria abrileña como la primera en la que un torero, Curro Díaz, caía herido y estrenaba el quirófano de la enfermería.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Ya no hay más cera que la que arde

La corrida pesó como una losa. La verdad es que, a priori, el cartel despertaba pocos entusiasmos y los sucesos vividos en el largo serial habían colocado unos listones tan altos que resultaba imposible afrontar la tarde sin esa sensación de hastío y hartazgo a la que se sumó la escasa calidad de un encierro marcado con tres hierros distintos de la casa González Sánchez-Dalp, una corrida que nunca llegó a romper para delante pero que quizá brindó un par de toros que no llegaron a ser apurados.

Juan Mora llegaba a Sevilla con esa aura lucrada en el otoño madrileño un tanto marchita después de las últimas tomas de posiciones. Dicen que después de aquel suceso que le supuso la resurrección profesional andaba elevando un caché que, vista la pobre entrada de ayer, no podrá sostener por mucho tiempo. Porque ésa es otra. En un sábado de farolillos los tendidos del coso sevillano no llegaron a congregar más de las tres cuartas partes de su aforo. El personal se acomodó a sus anchas después del paseíllo y tapó parte de las claras disimulando el desolador panorama. Seguimos en las mismas: con o sin crisis, el gran público está empezando a responder sólo a la llamada de la calidad. San Abono es un santo que está empezando a perder su infabilidad en todos los ámbitos y las empresas deben tomar nota para el futuro.

El caso es que Mora salió a torear en la búsqueda de ese desmayo premeditado que a veces le hace olvidarse de llevar, mandar y poder en los toros. Y así, no llegó a acoplarse a la embestida noblona y distraída que le brindó el primero de la tarde por el pitón izquierdo, un toro que además respondía más y mejor cuando no se le dejaba parar.

El caso es que no llegó a meterle mano en serio aunque sorprendió a todo el mundo echándolo abajo con una estocada por sorpresa facilitada por esa loable costumbre a imitar que es llevar siempre la espada de acero.Tampoco se llegó a entender por completo el diestro placentino con el cuarto de la plúmbea tarde, un ejemplar amplísimo, colorao, bragado y salpicado que se emplazó en los primeros compases de su lidia. Mora volvió a las andadas, buscando esas formas premeditadas para gravitar en las afueras de una res que tuvo movilidad en el inicio del trasteo aunque acabó protestando y rajándose por completo.

Y como la cosa iba de arte, el segundo en liza era el estilista linarense Curro Díaz, que poco pudo sacar de su lote y se llevó una cornada acompañada de fractura de peroné que le va a tener una buena temporada alejado del frente. La verdad es que el segundo no le brindó demasiadas opciones. Blando y manso en los caballos, sí dejó lucirse a Montoliú con esos peculiares andares heredados de su recordado padre. La costalada que se pegó saltando al callejón la dejaremos para otro día. Curro anduvo hasta firme pero el toro no terminaba de emplearse ni de rematar los viajes. Tardo, sin humillar, se dejó algo más por el lado izquierdo y propició los muletazos de mejor trazo de una faena que nunca llegó a despegar por completo.

El quinto, ya se lo hemos dicho, lo mandó al hule al primer descuido. Quizá andaba demasiado descolocado y buscando la composición de la figura después de apercibirse de que el lado izquierdo, sin rematar los viajes por completo, tenía muchas más posibilidades. Curro llegó a pasárselo al natural con buen trazo pero cuando parecía que aquello podía remontar llegó la aparatosa cornada.

Completaba el cartel, fiel a una fecha que tiene sitio fijo en su agenda, el diestro granadino David Fandila El Fandi que volvió a salir al ruedo con esa proverbial entrega que le hace bullir en todos los tercios. Pero, ay, el calendario es inapelable para todos y El Fandi ya no rezuma la frescura juvenil de antaño. Al tercero de la tarde -que chorreaba sangre por un pitón escobillado- lo recibió con sendas largas cambiadas en el tercio. Solvente, espectacular y preciso en el tercio de banderillas creyó, como todos, que el toro podía servir en la muleta. Pero sólo fue un espejismo. El animal comenzó a quedarse corto hasta desinflarse por completo en el último tercio.

Cuando salió el sexto el festejo pesaba ya como esas moles de granito que levantan los vascos. Para colmo, el toro ni pasaba y esperaba en todos los lances y en todos los terrenos. Sorprendió ver a El Fandi fallar el tercer par por un frenazo del toro. Arrancado en su amor propio, el granadino recogió los palos del suelo retomando el empeño para dejarlos prendidos en todo lo alto. Pero no había nada que hacer. El toro se quedaba corto y hacía hilo y aunque El Fandi andaba buscándole las vueltas con habilidad era imposible levantar el vuelo de la faena. El animal se defendía echando la cara arriba y buscando los tobillos del torero que se le quitó de enmedio como pudo.

La Razón

Por Patricia Navarro. Curro Díaz derrama su sangre en Sevila

El desánimo era nuestro, pero no esperábamos la cornada. Curro Díaz estaba metiendo en la muleta al quinto toro, de la divisa de Salvador Domecq, un astado con los pitones negros, que poco quería saber de la muleta por el derecho, pero que pareció que se dejaría engañar ante la insistencia de Curro por el izquierdo. Le enganchó tres o cuatro buenos y ante nuestra sorpresa, y la suya, entre un muletazo y otro, pareció alargar el cuello para cogerle de manera certera, eficaz. Un derrote seco un poco más abajo de la rodilla y la herida empezó a sangrar de manera abundante. No había manera de estar en el ruedo. Puede que fuera producto de mi imaginación, casi seguro, del susto, qué sé yo, pero prometo que en ese instante, puñetero segundo, en el que el toro extendió el cuello, lo hizo infinito y colgó del pitón al torero me pareció que la cornada iba acompañada de un ruido. Un golpe. Joder, !si las cornadas no suenan! Será la música interior que acompaña a la imagen. Le metieron para dentro raudo mientras la sangre salía a borbotones. Le había atravesado el gemelo y roto el peroné. Así en décimas de segundo. Nos quedamos fríos, más fríos todavía quiero decir. Salió Juan Mora a darle muerte, que no había otra cosa que hacer ahí. Curro Díaz se había esmerado con el toro. Como también lo hizo con el segundo, que parecía estar elegido a mala leche. Alto, escurrido y sin plaza.Tardó en desinflarse menos que un globo de feria.

El desatino de feo salió en cuarto lugar. Un colorado muy abierto de pitones que no podía ser más horroroso de hechuras. Pero en esta plaza sale todo tipo de toro, en la misma tarde, y todo vale. ¿Cuál es el toro de Sevilla? Juan Mora quiso, y lo toreó con buen aire con el capote. Cabeceó a destiempo en la muleta. Qué mala pata, con lo que le había costado a Mora volver. Sabiéndolo se puso cerquita y buscó el arrimón. Quizá el primero tuvo en lo bueno la prontitud, aunque luego no acababa de rematar a las claras. Mora hizo una faena medida, y antes de que nos diéramos cuenta tenía la espada dentro.

Ni la fuerza del El Fandi cundió ayer. Lo intentó en largas cambiadas de rodillas para romper el hielo y en las banderillas de después. Muleta en mano, regresó la frialdad. Tan agotado estaba el toro… Media arrancada tuvo el sexto. Y mirando para atrás. Fandi lo intentó, por uno y otro lado, pero en eso se quedó la faena, y la tarde. Sólo que un torero estaba herido en la enfermería y eso lo cambiaba todo.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Lo peor, la cornada

Otra corrida impropia de Sevilla. Y en esta Feria van unas cuantas. La notable desigualdad de tipos -una “escalera”, como se dice en la jerga-, las hechuras tan bastas, no traen nada bueno. A la vista del escaparate, no embistió ni uno. Y en todo caso, las escasas arrancadas que tuvieron los seis, resultaron ásperas y violentas. Corrida muy difícil, por no decir imposible, para hacer el toreo.

Lo peor fue la cornada a Curro Díaz. En un momento de confianza, por intentar poner reposo y cadencia donde no cabía, el toro le echó mano.

Hay que advertir que tanto el herido como los otros dos alternantes, Juan Mora y “El Fandi”, intentaron lo imposible, queriendo ir mucho más allá de lo que cabía con este tipo de ganado.

Mora tuvo un primer toro bajo de raza, incierto y sin recorrido, que “le medía” constantemente. No obstante anduvo el veterano torero muy dispuesto, y resuelto, tanto que llegó a pegarle pases aislados de cierta enjundia y aroma.

Algo muy bueno, la estocada, por sorpresa, pues, como acostumbra, toreaba Mora con el estoque de verdad cuando el toro se cuadró “pidiéndole” la muerte. Fue rápido y bonito. Lástima que después de estar echado falló el puntillero, “levantándole”, y fue necesario el descabello.

El cuarto, descarado de cuerna, embistió descompuesto, “metiéndose” por los dos pitones. Pero nada amilanó a Mora, que lo lanceó con finura y entrega a pies juntos, y se la jugó después con la muleta en un trasteo otra vez de mucha suficiencia, con notables pasajes sobre todo al natural. De nuevo funcionó la espada con sorpresa y efectividad.

Curro Díaz quiso mucho en su mamarracho primero, un toro sin raza, corto de recorrido cuando no parado de todo, al que a pesar de todo extrajo muletazos sueltos de muy buena expresión.

En el quinto, que se frenaba también, y volviéndose antes de pasar el fielato, quiso estar Curro como si se tratara de un toro de embestida franca, ensayando el toreo bonito. Pero el arte no casa con la guerra, y llegó la cornada. No dio tiempo ni a meditar la situación. El bruto fue certero, así que llevaron a Curro a la enfermería, y tuvo que salir Mora a matar.

“El Fandi” entusiasmó en lo suyo, entiéndase, las banderillas. Espectacular y muy seguro, destacó en un segundo par de la moviola al tercero y en otro de dentro a fuera en el sexto. También se dejó ver con el capote en su toro primero, con dos airosas y valientes largas de rodillas pegado a tablas. Pero hasta ahí.

El tercero, el menos malo del envío, regaló unas cuantas embestidas al comienzo de faena, más humillado que el resto, lo que aprovechó el granadino para hacerle pasar con cierta estética. Pero se vino pronto abajo, apagándose al unísono toro y faena. El último tampoco permitió desahogos, y a pesar de ello “El Fandi” volvió a dar la cara. Pero se impuso la falta de ritmo, otra vez todos los inconvenientes de los seis toros.

Firmas

Por Gastón Ramírez. Curro Díaz: cornada y fractura de peroné

Poco que contar y mucho que lamentar hubo en esta corrida del sábado de farolillos. El encierro parchado quizá fue bueno, pero sólo desde el punto de vista del gremio de los carniceros, pues los toros no ayudaron en nada al lucimiento de los espadas.

Juan Mora no se había presentado en La Maestranza desde hacía casi once años. Una de esas ausencias que demuestran con creces que la empresa de Sevilla padece serios problemas de afición y coherencia. En fin… En su esperado regreso, el torero nacido en Plasencia se enfrentó con el lote más deslucido que pueda usted imaginarse. El primero de la tarde tenía un buen pitón derecho, pero también tenía una debilidad y una falta de raza pasmosas. Todo quedó en una tanda de derechazos muy toreros y en el espectáculo de llevar la espada de verdad desde el inicio de la faena de muleta, estoqueando certeramente cuando el toro pide la muerte.

Con el cuarto, Juan Mora estuvo torerísimo con el capote lanceando por mandiles y por un momento pensamos que la tarde podría levantar el vuelo, pero eso nunca ocurrió. Esta vulgar imitación de un toro de lidia probaría ser un animal inválido y rajado que embestía en la muleta con menos alegría que un sofá de media casta. Tras liquidarlo, el torero cogió un puño de albero, lo puso en su montera y la gente le ovacionó. Curro Díaz salió muy decidido a darlo todo, y así lo demostrarían los hechos, aunque hubo un tabaco que lamentar. En el segundo de la tarde un toro agalgado y blando que se caía consiguió buenos momentos toreando al derechazo y rematando con el de pecho. Ejecutó bien la suerte de matar a toro parado y nos reveló una nueva manera de descabellar a los bichos: corriendo para atrás y dejando el estoque de cruceta en el testuz hasta que el rumiante se ensarte solo.

El quinto del festejo, el que remendaba el pobrísimo encierro de Manolo González, fue poco claro desde el principio. Tenía media embestida, se frenaba, estaba quedado, tiraba la cornada, etc. En el primer tercio sorprendió al tumbar al picador Agustín Navarro, pues había salido de toriles dando ciertas muestras de debilidad ¿habrá sido porque el jinete no sabe usar la vara de detener?

El trasteo parecía que no iba a tener ni un momento interesante, pero el torero de Linares comenzó a consentir al cornúpeto y a exponer más y más. El taimado pupilo de Salvador Domecq fingió que pasaba en una tanda de naturales, el mejor momento en cuanto a temple y dimensión en los pases de toda la tarde, pero al volverle a presentar la muleta con la zurda el toro dio una embestida, se revolvió, derrotó y le levantó los pies del albero, perforándole la pantorrilla derecha y partiéndole el peroné. Así es la Fiesta, hay percances y hasta tragedias en la lotería de cada tarde.

El Fandi fue fiel a sí mismo durante todo el festejo, si bien sorprendió al respetable en algunos momentos de clasicismo con las banderillas. Al tercero de la tarde, un toro horroroso de hechuras, tan cabizbajo que parecía estar arrepentido de su basta estampa, y que según la pizarra tenía cinco años ocho meses, el granadino lo recibió con dos medias largas de rodillas verdaderamente emocionantes. Llevó al toro a caballo con las chicuelinas andantes de Pepe Ortiz, también llamado el quite por las afueras, y terminado el primer tercio tomó los palos. El segundo par fue el mejor de los tres, El Fandi expuso de verdad y clavó en todo lo alto aguantando mucho. El galafate ya habíase dado una vuelta de campana en el capote y con las carreras maratónicas que David Fandila hace dar a sus toros uno hubiera supuesto que estaba listo de papeles, pero no, tuvo todavía la bondad de embestir unas seis veces antes de claudicar. El castaño sexto, de agradable presencia, fue otra cosa pues tuvo transmisión, recorrido y bravura.

Extrañamente, al colocar los garapullos el torero no corrió hacia atrás sino que los puso de manera ortodoxa. Inclusive marró colosalmente al intentar poner al violín el tercer par; pero que conste que hubo un sesgo por fuera (el segundo par) que fue grande de verdad. Con la muleta El Fandi estuvo como siempre, sin mandar, sin completar los muletazos, con la muñeca petrificada, sin hacer humillar al toro, aperreado, etc. Y así cualquier toro con un poquito de instinto bravo y motor parece ser el legendario barrabás, el pregonao. Lo mejor de su labor muleteril fue un arriesgado molinete en tablas al iniciar la faena. Este toro, de nombre “Sobretodo”, debe haber muerto presa de la decepción, pues seguro salió al ruedo pensando que le había tocado en suerte a Juan Mora o a Curro Díaz, pero no, lo habían engatusado.

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©Curro Díaz, Juan Mora, Curro Díaz y El Fandi/Empresa Pagés.

Sevilla Temporada 2011

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