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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del lunes, 12 de abril de 2010

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Conde de la Maza (muy bien presentados, bravos; 1º y 2º con peligro; el 5º fue ovacionado en el arrastre: toro negro, nº 67 en los costillares, de 545 Kgs., fue premiado posteriormente como el Mejor Toro de la Feria de Abril por el Colegio de Veterinarios de Sevilla).)

Diestros:

Diego Urdiales: De verde botella y oro. Dos pinchazos, tres descabellos, aviso, descabello (silencio); estocada casi entera caída, aviso (vuelta al ruedo).

Oliva Soto. De nazareno y oro. Estocada trasera y caída (oreja); cinco pinchazos, estocada baja (vuelta al ruedo).

Antonio Nazaré. De grosella y oro. Pinchazo, estocada (silencio); estocada casi entera (silencio).

Saludaron: Francisco Javier Andana y Óscar Reyes, de la cuadrilla de Olica Soto, en el 5º .

Presidente: Francisco Tejea.

Tiempo: Soleado.

Entrada: Media plaza.

Crónicas de la prensa: Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía, EFE, El Mundo, Marca, El País, Siglo XXI, ABC, Gastón Ramírez.

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© Oliva Soto triunfa en la Maestranza de Sevilla/ABC(superior). © Roberto Pardo/Marca (inferior).


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Y no la querían, oiga. La corrida no la quería nadie. El mismo Oliva Soto dijo que le traía malos recuerdos, recuerdos de su tío Ramón, por el que hizo repetidos gestos hacia el cielo. Pero es que los del Conde no se dejan mucho, pero cuando se le puede a uno de ellos, sale una faena de importancia. Y cuando uno se deja, aunque sea por un pitón, como ese quinto “Limpidado”, surge la transmisión y de ella la emoción. El segundo fue de orejita -se la dio Teja,a regañadientes, aguantando el tirón, pero consciente de que la pedía el personal- y el quinto de dos orejas. Si lo mata - le pudieron los nervios y las prisas- queda la duda de si el balance golbal hubiera valido la puerta grande. En fin, el camero ha confirmado muchas cosas, además de que torea con buen gusto. El pequeño riojano, Diego Urdiales, valiente, debutó en Sevilla, once años después de tomar la alternativa e hizo lo que sabe, arrimarse. Tuvo mala suerte Nazaré con el lote, pero estuvo por encima. De toros, hubo de todo, alguno se dejó, otros había que engañarlos sin dejarlos pensar y en otros hubo peligro. En resumen una tarde emocionante. Los subalternos, bien. Está cuajando en buen banderillero el camero Javier Andana.


Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: Oliva Soto, lo borda

Esta quinta de abono ha tenido un protagonista único, un torero de Camas, joven, ambicioso y con un don especial para el toreo… Lo lleva dentro y cuando se reúnen las condiciones propicias es capaz de bordar el arte de Cúchares como un artista único, diferente y hechizante. Además, ante la corrida del Conde de la Maza, con todo la guasa que eso suponía para su familia, ha tapado algunas bocas y ha demostrado que le sobra valor para estar delante de dos oponentes astifinos y complicados, sobre todo, el primero. Al segundo de la tarde, un cuatreño largo y de impresionante arboladura, le plantó cara casi en los medios. Oliva Soto aguantó las tarascadas por el pitón izquierdo y supo enganchar la embestida por el pitón derecho para deslizarla hasta el final del muletazo. Las series eran tan cortas como intensas… y los tendidos vibraban con el duende de Oliva. Al quinto le endilgó dos verónicas enjundiosas con las que ganó terreno echando la pata p´alante como los valientes. Crucial fue el inicio del trasteo, rematando los muletazos de castigo por debajo de la pala del pitón. Le funcionó la cabeza, le dio distancia al toro, se lo dejó venir y aprovechó la inercia para cincelar muletazos, hondos, acompasados, plenos de cadencia y acompañados con la cintura. Lo más sobresaliente fueron sus remates por bajo y el sutil toque de muñeca con el que despedía los largos pases de pechos… El arte se derramó por el albero maestrante.

Lo peor: La Puerta del Príncipe… sigue en los sueños

Fue una lástima pero al final, la bisoñez del torero de Camas le jugó una mala pasada. Oliva Soto estuvo tranquilo toda la tarde y en el último instante, cuando debió cambiar el toro a la suerte contraria se precipitó y se perdió lo más soñado por los toreros: descerrajar el portalón de la Puerta del Príncipe. Fue una pena que los pinchazos deshicieran el sueño… Habrá que esperar otra oportunidad.


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Un Oliva puro en su sello, pero con excesiva acidez en la espada

La corrida del Conde de la Maza, astifina y de distintas hechuras, mantuvo siempre el interés para un público que comprendió las dificultades y que se puso de parte de la terna.

El triunfador del festejo fue Alfonso Oliva Soto, quien cortó una oreja a su primer astado y hubiera conseguido, posiblemente, otras dos y la Puerta del Príncipe, si corona su segunda obra con una estocada en toda regla, en lugar de la media docena de entradas que precisó para estoquear a un toro con el que plasmó excelentes pasajes de su personalísima torería.

Oliva Soto se enfrentó en primer lugar a un toro listo, que precisaba de firmeza. El torero camero fue arrollado por el agresivo animal en un cite para un quite por chicuelinas con una violencia despiadada. Lejos de arrugarse, el sevillano lo intentó de nuevo en esa suerte, aunque no consiguió lucirse. La faena la brindó al público y a su tío -montera en alto, mirando al cielo-, el banderillero Soto Vargas, a quien un novillo de esta ganadería mató en esta misma plaza el 13 de septiembre de 1992. Ovación sentida de los aficionados que conocían este hecho. Buen inicio del trasteo, por bajo, con el toro buscándole. Los pilares de la faena se cimentaron en el valor y la distancia adecuada. Se cruzó al pitón contrario, para robar muletazos con calidad. Lo más brillante sucedió en una serie con la izquierda, en la que ligó cuatro naturales y el de pecho, tras los que rugió la Maestranza. Con el viento molestando y el toro rajado, ya en tablas, el torero se precipitó a la hora de la verdad. Entró en el primer envite en la suerte natural y salió muy apurado. Tras un pinchazo y media estocada fue premiado, cariñosamente, con una oreja. La Puerta del Príncipe se le entreabría.

Oliva salió decidido a descerrojar la mítica Puerta ante su segundo. Y en esta ocasión tuvo en suerte, buena suerte, el mejor astado del encierro, con un notable pitón derecho. El espada lo toreó muy bien a la verónica. Y en la muleta hubo torería y gusto, jugando bien la cintura en cada suerte y acompañando la figura en otros pasajes. El comienzo, con un toreo por bajo de muchos quilates, tuvo sello propio en un muletazo de rodilla, muy largo, corriendo mucho la mano. De pie, citando desde largo, llegó a ligar hasta cinco muletazos y el de pecho, haciendo saltar la banca. Hubo una serie que rezumó torería, con cuatro derechazos, con sabor, y una inspirada trincherilla. Con la izquierda -por ese pitón, el toro no tenía franqueza- los muletazos resultaron rápidos. Cerró con otra serie entonada con la diestra.

Cuando el público estaba rendido, el torero, de manera precipitada, acometió la suerte suprema. Oliva no se tiró en corto y por derecho para alcanzar el sueño de un éxito de relumbrón. Precisó de hasta cinco pinchazos y una estocada. El sueño de un triunfo que le sirviera para ascender peldaños en un santiamén, se tornó en lágrimas. Dio una vuelta al ruedo, no acorde con las exigencias de la Maestranza.

Diego Urdiales derrochó voluntad ante su lote. Con el áspero primero la labor resultó insulsa, debido al excesivo número de enganchones. Sufrió un achuchón sin consecuencias y anduvo desacertado con los aceros. Por cierto, Francisco Teja, que retornaba después de varias temporadas a la presidencia, tuvo un despiste y no ordenó a tiempo el cambio de tercio. El torero riojano se volvió a entregar sin reservas ante el cuarto, que le propinó varios hachazos por el pitón izquierdo. Sufrió una caricia en el semblante. La labor, muy seria y meritoria, resultó excesivamente larga.

Antonio Nazaré no dejó huella. Lo pasó mal con el corretón y manso tercero, un astado listo, que le midió mucho. Y ante el burraco y parado que cerró plaza, en su empeño por agradar, acabó ahogando la embestida del toro.

En el aire, quedó flotando el buen toreo de un Oliva puro en su personalidad y casi extra, pero pasado en acidez con la espada.


El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Éste también es de Camas

Podría haber abierto la Puerta del Príncipe. Con un empujoncito de cariño, es verdad. Pero después de haber dado un gran paso al frente para imponerse al malo tirando de voluntad, de verdaderas ganas de ser; y después de ser capaz de cuajar al bueno sin salirse de su concepto más genuino. Y es que el joven matador de Camas no desperdició la oportunidad que se le ofrecía y cuajó una faena intensa y vibrante, llena de ritmo, sembrada de ese compás que llega tanto a los tendidos para firmar la cumbre de una corrida de intenso argumento que, pese a su larga duración, no pudo aburrir a nadie.

Alfonso Oliva Soto supo ver y esperar a ese quinto que se venía pronto y alegre. Hubo torería añeja -muletazos rodilla en tierra- en el inicio de faena, que se basó en tres series espatarradas y sentidas, compartidas con el público que liberaba la tensión acumulada por las serias dificultades que planteraron algunos de los toros de la dehesa de Arenales.

Si una de las series se remató con uno enorme de pecho, otra se cerró con un trincherazo lleno de perfume salvando algún que otro frenazo del animal que no amilanó al joven diestro, que encontró en la colocación su mejor arma. Hasta se echó la muleta a la mano izquierda, aguantando el tirón del pitón más violento antes de seguir la fiesta por el derecho para abrochar su brillante faena por sabrosos ayudados. Lástima que el lamentable petardo con la espada escamoteara el doble trofeo.

Pero no importa, Alfonso, la disposición mostrada tiene que abrirte nuevas puertas. Y es que el gitanito de Camas se sobrepuso a una tremebunda voltereta de la que salió milagrosamente entero cuando replicaba a un quite de Nazaré en el segundo de la tarde. Éste fue un toro que campó a sus anchas en la lidia: un auténtico asesino por el lado izquierdo al que Oliva también supo sacarle partido en una faena corta e intensa, basada en el pitón derecho, que fue el preludio de lo que vendría después. Tuvo mérito este trasteo, consintiendo a un animal que se lo pensaba un mundo antes del primer muletazo. Hasta le hizo sus cositas de artista sevillano antes de que el toro se rajara y lo echara abajo de una estocada trasera y corta que no le impidió cortar una oreja. Oliva está pidiendo pista para despegar.

Pero aún hubo otro toro con posibilidades dentro del variado encierro del Conde de la Maza, en el que se mezclaban caínes y abeles. Ése fue el cuarto, una res que respondía bien por ambos pitones cuando era atacada en tiempo y forma por su matador. Y el torero era el debutante Diego Urdiales, que se esforzó sin terminar de entenderse del todo con este astado que brindó sus mejores embestidas al final del trasteo, citando muy en corto por el izquierdo. Con el que abrió plaza, violento y bruto, anduvo con dignidad aunque sin acertar a someterlo por abajo. Bien es verdad que el toro salía siempre con la cara por las nubes.

Nazaré tuvo que despachar el peor del encierro, un toro manso, tardo y avisado que se quedó corto en todos los viajes y con el que se empleó en un trasteo con más fondo que brillo a pesar de que era imposible el toreo. El sexto parecía desplazarse más, pero andaba siempre pendiente de su matador, probando antes de cada muletazo. Era difícil estar delante y la gente no acabó de valorarlo.


EFE

Por Juan Miguel Núñez. El buen toreo y la mala espada de Oliva Soto

Una del Conde de la Maza que no se comió a nadie. Y porque no fue lo que se temía hay que resaltarla todavía más. Ya es importante que de seis “se dejaron” cuatro. Un trofeo en la tarde para Oliva Soto del segundo, primero de su lote. Pero la noticia pudo ser aún más gorda si llega a matar debidamente al quinto, al que toreó por momentos con mucha hondura, habiéndole valido la salida por la Puerta del Príncipe.

Más allá del notable encierro condeso fue precisamente Oliva Soto quien puso nombre a la tarde. Por sus circunstancias personales dado que un tío suyo, Ramón Soto Vargas, murió hace años en esta misma plaza por la cornada de un toro de la ganadería del Conde de la Maza, esta actuación suya había despertado cierta intranquilidad.

La gente muy sensible, al contrario que la empresa anunciándole con esta ganadería. Menos mal que vinieron las cosas mejor dadas de lo que se presentía. Y si hoy Oliva Soto no cambió el rumbo del destino, aunque duele decirlo, fue culpa exclusivamente suya. No hubo opción a la sensiblería popular, también hay que reconocer, entre otras razones porque este Oliva Soto atesora un gran concepto del toreo, y tiene valor para dar y tomar. Su primera intervención en la tarde, un quite por delantales, en su turno al toro primero. Estupenda tarjeta de visita. Luego pasó un momento de apuro también con el capote ya en su toro primero y en una réplica a Nazaré.

Estaba el animal sin definir, y es más, “acostándose” con cierta peligrosidad por el pitón izquierdo. Todo eso en las probaturas. Cuando el joven Oliva Soto se puso por el pitón derecho, muy plantado, la muleta y el corazón por delante, quieto como un poste y a esperar lo que Dios quisiera, respondió bien el toro, metiendo la cara en el engaño, y yendo tres y hasta cuatro veces seguidas.

Allí estaba el hombre, aguantándole y llevándole muy “toreado”, dominado por completo. Arrojo y arrogancia, buena compostura torera. Y alborozo en el tendido, cuando se arrancó la música, que en Sevilla es dato definitivo para calibrar la importancia de la faena. Fueron tres series de gran estética y mucha emoción.

De pronto, por el izquierdo, el toro se notó vencido, buscando tablas, y ya el trasteo no tuvo el mismo ritmo. Aún así, incluso después de un pinchazo previo a la estocada, hubo premio de oreja.

Oliva Soto se apretó el trofeo al pecho antes de insinuarlo al cielo con cierto disimulo, homenaje a quien marcó su vocación dejándose la vida en este mismo ruedo. Y no quedaría ahí la cosa, pues le esperaba un toro más completo, el quinto, y la faena a éste alcanzaría cotas más altas.

Desenfado y desparpajo en unas verónicas de mucha enjundia. La plaza volvió a estremecer cuando, ya muleta en mano, Oliva se metió por bajo en el tanteo. Run-run en el tendido, presagio de acontecimiento, mientras el del Conde “se comía” prácticamente el engaño, repitiendo incansablemente las embestidas.

Tanda a derechas de tres y el de pecho, y otra de cuatro, ahora con remate de un cambio por delante antes de sacarse otra vez al toro por la hombrera contraria en el remate definitivo. Música y “humo” en las palmas. Oliva firmó ahora una serie por ese mismo lado abrochada con un trincherazo, auténtico cartel.

Pero bajó el diapasón por la izquierda, más embarullados los muletazos, sin terminar de cogerle el sitio al toro. En la vuelta a la derecha, otra vez tanta intensidad. En ese momento ya tenía la llave de la Puerta del Príncipe, a falta de meter la espada, cuando llegó la debacle de pinchazos. Cinco y la estocada. Tendrá que esperar Oliva Soto para acceder al bando de los elegidos.

A todo esto no sería justo pasar por alto el brío y la clase del toro, fundamentales para tan magistral aunque inconclusa faena.

Urdiales, debutante en La Maestranza, se encontró con el único toro imposible del encierro, el primero, topón y sin humillar, con el que lo intentó pero sin llegar a nada. Fue mejor la oportunidad del cuarto, que empezó brusco, pero terminó entregándose, hasta regalar buenas embestidas por el derecho. Urdiales, que no siempre le puso la muleta ni se colocó en el sitio, sacó pases largos de buena factura, pero aislados. Insuficiente.


El Mundo

Por Carlos Crivell. El Conde salda parte de su deuda

El Conde de la Maza saldó una deuda que tenía con la historia y con la familia de Alfonso Oliva Soto. El drama de Soto Vargas en septiembre del 92 pesaba mucho en la historia de la familia ganadera de Los Arenales, cuando el novillo Avioncito acabó con la vida de Ramón. El sobrino de aquel honesto banderillero, el matador de toros Oliva Soto, tenía el compromiso moral y torero de solventar su fututo con toros del Conde, los mismos que causaron la tragedia.

Había cortado el torero una oreja al segundo. La oreja tuvo un alto componente sentimental, no era un trofeo para una plaza como Sevilla ni por la propia faena ni por la forma de hacer la suerte suprema, pero el presidente Teja, que no es ni sombra de lo que fue en su día, se la concedió. Hubo dos tandas con la derecha de buen corte y nada con la izquierda, pero la voltereta en las chicuelinas, impresionante, sensibilizó al tendido y al palco.

El quinto fue bien picado por Francisco Javier Quinta. Oliva Soto le dio todas las ventajas y el toro sacó un fondo bravo y encastado con un pitón derecho de lujo. El diestro disfrutó en tandas sobre la diestra con ese toque artístico que le adorna, bien ligadas y rematadas con los de pecho. El toro del Conde se encargaba de saldar parte de la deuda, porque una tragedia como la de Ramón no tiene precio, pero le debía un toro bueno a su sobrino y ese toro fue Limpidado, que no se cansó de embestir a la muleta para que Oliva dibujara tandas preciosas, tal vez algo rápidas, pero preñadas de emoción. Se masticaba el triunfo grande, se comentaba por lo bajini en los tendidos que era una faena de dos orejas, por tanto, de Puerta del Príncipe como recompensa. El destino se puso en contra del chaval. Se puso en contra la mala suerte y su mala elección de terrenos para matar. Se empeñó en hacerlo en la suerte natural, cuando el toro, ya agotado, había cantado su querencia a tablas. Pinchó una y cinco veces antes de la estocada final. También la vuelta tuvo un sabor benévolo, porque después de cinco pinchazos no es de recibo dar una vuelta, pero de nuevo se impuso el corazón a la razón.

Ese toro del Conde era una deuda pendiente de Leopoldo de la Maza para esta familia. La deuda es impagable porque hay una vida por medio. Me imagino al heredero de Poli Maza satisfecho con la ovación. Seguro que estaba más que contento porque el destino de un sorteo caprichoso le hubiera puesto Oliva en su camino a un toro tan bueno. Son esos milagros que tiene la vida. El de Camas, al margen del triunfo total que se evaporó, se puede seguir soñando.

La corrida no fue buena, más bien hubo dureza y complicaciones, como bien pueden atestiguar Diego Urdiales y Antonio Nazaré. Fue un encierro para toreros machos. Urdiales dejó muestras sobradas de valor seco y de una torería muy estimable. Esa faena al cuarto fue la de un torero hecho y derecho. No cabe más torería ni más serenidad ante las miradas amenazantes de un toro incierto. Urdiales llegaba a Sevilla reclamado por los aficionados. Es un matador para más ferias.

Antonio Nazaré llegó, lo intentó y se marchó con el esportón vacío. Sería cruel acusarlo de falta de disposición, pero hay detalles en la tarde de un espada que delatan su momento. La forma de matar al tercero, sin estrecheces, no deja de ser preocupante. Urdiales confirmó su valor y sigue su marcha ascendente. Para Nazaré la lucha debe seguir, aunque el camino es tortuoso. Oliva ha visto la luz en el horizonte. El Conde de la Maza, desde el más allá, respirará satisfecho.


Marca

Por Carlos Illián. Oliva Soto tocó el cielo y cayó en picado

Tarde de modestos y tarde de emoción y buen toreo. Lo que son las cosas. Sin figuras ni reporteros del corazón a la espera de los mediáticos. No, tres muchachos con hambre de triunfo ante una señora corrida de toros del Conde de la Maza. Y surgió la sorpresa, de nombre Oliva Soto. Se fajó con su primero, que le había dado una voltereta de vértigo en un quite con el capote. Sobre la derecha hizo un toreo aflamencado pero de gran plasticidad. La gente se le entregó y cortó la oreja.

En el quinto tuvo la gloria en las manos. Tocó el cielo en una faena vibrante, con la gente como loca y todo a favor. No pudo con el pitón izquierdo del toro porque aquello era un huracán, pero sobre la derecha hubo ligazón y empaque. Tenía la Puerta del Príncipe abierta. En el momento definitivo entró a matar de cualquier manera, echándose fuera. Perdió las dos orejas y esa gloria de la salida en hombros por esa puerta mágica. Había tocado el cielo y cayó en picado. No volverá a tener otra ocasión igual. Qué pena por el chaval, pero para ser figura hay que jugársela en el momento definitivo y no tuvo agallas.

Diego Urdiales estuvo cicatero y a la defensiva con su primero, dejando la muleta retrasada. No era el Urdiales de Madrid, Bilbao o Logroño. Pero salió el cuarto toro y entonces sí que se la jugó. Faena de torero macho, sin trampa ni cartón. Faena para aficionados con un toro que medía y miraba a las femorales. Fue el Urdiales de verdad. En cada muletazo se sentía el peligro. No se inmutó y a pesar de que por el pitón izquierdo el toro le había tirado un derrote de escalofrío, no se amilanó. También por ese pitón se fajó en naturales de enorme emoción. No hubo música porque aquí la banda es muy mirada y que el chico sea de Arnedo no les debe parecer digno de la música en la Maestranza, aunque se estuviera jugando la vida. La vuelta al ruedo fue un premio legítimo.

Por su parte Antonio Nazaré tuvo una actuación digna ante un lote sin clase. Su primero se rajó del todo. El sexto, un bello ejemplar, se fue parando. Nazaré apenas pudo ligar algunos muletazos


El País

Por Antonio Lorca. Oliva y Urdiales, ardor torero

Se puede discutir la oreja concedida a Oliva Soto, la calidad de las cuatro tandas y la colocación de la espada; se puede argumentar que no hubo petición mayoritaria. Pero lo que es indiscutible es que fue una faena emocionantísima. Una pelea de poder a poder entre un chaval con escasísimo bagaje (una sola corrida en 2009), pero con unas ganas enormes de ser figura, y un toro serio y dificultoso, que, momentos antes, le había propinado una voltereta impresionante. Lo citó Oliva para torear por chicuelinas y, en el momento del encuentro, lo empaló por el muslo derecho, y el torero dio una vuelta completa de campana en el aire, mientras el capote impedía que el pitón calara en la carne.

El toro le avisaba feamente por el pitón izquierdo, pero no se amilanó Después de tan tremendo susto, Oliva tomó la montera y se dispuso a brindar al público la faena. “Te vas a equivocar, chaval”, susurró con sorna un viejo aficionado. Pero lo que se ignoraba era el hambre de Oliva -torero que apuntó finas maneras de novillero- para sobreponerse a las adversas condiciones de su oponente. Así, entre la sorpresa general, se dobló con torería por bajo, mientras el toro lo avisaba feamente por el pitón izquierdo. Pero no se amilanó el torero. La tanda de derechazos brotó inspirada y personalísima, el animal embebido en la franela y el público enfervorecido. Otra, cerrada con un precioso cambio de manos y aroma de torero antiguo. Tomó la izquierda, a pesar del aviso, y se jugó el tipo de verdad. Tragó Oliva un mundo, pero La Maestranza se convenció en cuestión de minutos de que allí había torero. Por verónicas hondas recibió al quinto, una media de cartel y una airosa larga. Después de una fea pelea en varas, Oliva citó de largo y el animal respondió a galope, con embestida larga y repetidora. Surgieron derechazos largos, bien ligados, quizá acelerados por la encastada codicia del toro, pero plenos de arrojo y mando. Comenzaba a entreabrirse la Puerta del Príncipe, que para este chaval tan necesitado de contratos era la gloria misma. Pero, tras unos ayudados garbosos, mató mal, muy mal, y se atrevió, incluso -craso error- a dar la vuelta al ruedo tras cinco pinchazos. Un caso, sin duda, de ardor torero.

Pero ardor, lo que se dice ardor, el que derrochó Diego Urdiales, un torero valentísimo, técnico y muy seguro. Sus toros fueron duros de roer, marrajos los dos, que amenazaban con derrotes asesinos. Superó la enorme dificultad del primero, y sometió y toreó al cuarto, de pésima clase, que lo golpeó con la pala del pitón por encima del ojo izquierdo con la intención de quitarle la cabeza. Pero no se arredró Urdiales; por el contrario, se metió entre los pitones, con suficiencia deslumbrante, y se ganó el respeto de la afición.

Mala suerte tuvo Nazaré con su descastado y soso lote. Puso voluntad y ganas, pero no tuvo oportunidad.


Siglo XXI

<img src="http://t1.gstatic.com/images?q=tbn:LFcRGG4iGmZICM:http://www.diariosigloxxi.com/fotos/ignacio_de_cossio.jpg "/>Por Ignacio de Cossío. Oliva Soto: atardecer en la Maestranza

Levántate Oliva Soto y decidme en el alma, ¿Quién sembró de olivos la Maestranza? Alfonso, eres hijo de un brindis al cielo y una chicuelina ajustada, porque al celeste imperio de Ramón dedicaste y de él caíste hecho otro torero. Nadie lo ha visto pero así empezó todo. La vida a veces tiene esos tragos amargos de reencontrarnos con las sombras del pasado, con el recuerdo de nuestras angustias y temores infantiles vestidos en un tercer par de banderillas de luto frente al negro toro Avioncito del Conde. Tú has sabido levantarte dieciocho años después y mirar a la vida con la sonrisa de un artista nuevo, de un torero soñador de Camas que tan pronto convierte un ademán en toda una aventura bajo el estandarte de la naturalidad, el valor, la sabiduría y el genio si se apresuran a preguntármelo. No exagero simplemente hago justicia a una lección maestra ejecutada en un atardecer de feria y frente a dos toros que vendieron cara su piel. Al primero lo acariciaste por redondos y le robaste en un suspiro cuatro viajes sin ceder un paso, sin perder terreno, sin plegar velas en mitad de la tormenta. Alfonso, con tu elegancia innata has vuelto a nacer sabiendo como crear la belleza de la nada con la misma impronta que un arquitecto egipcio levanta pirámides de arena en el desierto. El toro no estaba hecho solo de arena y de luces de la plaza, sino de sombras ciegas como las del campanario de la Iglesia de Baler atrincherada por los últimos de Filipinas esperando la última orden del general chiclanero. El toro no era fácil ni lo pediste tampoco. El camino se ensancha, los redondos se triplican, la mano acaricia la pierna hecha tronco retorcido en mitad del Baratillo… Despides el breve concierto por naturales para que nadie diga que rehusaste a la muerte prendido en las nevadas cumbres de Greñoso. Llega la suerte, la más suprema de todas y la vistes con tu espada de cristal para resultar más verdadera que fortuita y eso es un imposible. ¡Vergüenza te debería de dar emborronar semejante hazaña hoy reducida a polvo de las eras! ¿Porqué me quitaste la Puerta del Príncipe le preguntó la bestia al acero? Mil olés espléndidos se apagaron como una vela.

Salta el quinto, llega tu mejor representación y en la mesa se sirve el drama o la comedia de la vida que diría Cicerón. El toro también es otro y se llama Limpidado, no deja de embestir al infinito, una y otra vez regresa de Los Arenales de Morón a los arenas del coso en llamas. Verónicas, delantales, redondos interminables, un trincherazo muerto en el aire cae denso, intenso y aromático junto a las tablas de la plaza. El público enmudece por un segundo y salta como un resorte ¿Curro, Curro, eres tú? No, soy Oliva Soto afirmas lentamente en cada viaje en cada envite al atardecer. El romero se convierte en olivo y el olivo en aceite virgen extra reserva familiar de la Vega del Guadalquivir. No recuerdo nada más que el zumo dorado y el vinagre de tu espada separandome irremediablemente de una obra portentosa. El genio no ha salido del todo, solo ha nacido y queda aún muchas tardes por verlo crecer. Alfonso, Dios te guarde muchos años entre nosotros y a partir de ahora solo atiende a la brisa alegre de los olivos que sembraste en cada lance gitano en cada muletazo flamenco, arrastrados, muertos, poblando por sí solos y para siempre mi Maestranza.


ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/> Por Fernando Carrasco.

¡Qué grande Oliva Soto!

Una Puerta del Príncipe le debes a la afición de Sevilla. Y otra a tu tío Ramón Soto Vargas, al que brindaste al cielo la faena de tu primero. Porque Oliva Soto debió salir ayer por el umbral que mira al Guadalquivir y a Triana. Porque Oliva Soto nos debe ese deleite después de cómo toreó en el albero maestrante y por lo que fue capaz de hacer tanto al marrajo segundo como al mejor del encierro, lidiado en quinto lugar.

Una Puerta del Príncipe que ya le han concedido los que sienten el toreo, los que saben apreciar el toreo con mayúsculas; el concepto de toreo de arte y clase, hondura y arrebatamiento. Ese que nace en Sevilla y que sólo habita entre los elegidos. Y uno de ellos es Alfonso Oliva Soto, torero por la gracia de Dios que con tan sólo una corrida el pasado año fue capaz de esculpir una tarde como la de ayer y con los toros condesos. Una Puerta del Príncipe que se volatilizó por mor de la maldita espada, por fallar una y otra vez y… porque si no los genios no andarían sueltos por los recovecos de la Maestranza. El alma en vilo en los tendidos después de que el riojano Diego Urdiales —otro tío con mayúsculas— se la jugase con el primero, sin fuerzas pero tirando gañafones a más no poder, revolviéndose y buscando echarle mano. Urdiales tragando, sin dudarle y haciendo pasar los dos puñales que no humillaban ni por asomo.

En esas estábamos cuando apareció por chiqueros el segundo. Largo y astifino a más no poder, acortando en los viajes de recibo y venciéndose. Al caballo con mal estilo y quite ajustado a más no poder de Antonio Nazaré. Réplica de Alfonso para que llegase, seca, cruda, tremenda, la voltereta trágica. Una «mascá» en toda regla. El condeso haciendo hilo en banderillas y Oliva Soto mirando, observando. Cambio de tercio. A los medios. Brindis a la plaza y al cielo. «Va por ti, tío Ramón», debió decir a quien otro del Conde de la Maza se lo llevó para siempre. Ahí es nada. Doblones con mando y otra vez a punto de la voltereta. Pero nanai. Oliva que cita de frente, da el pecho, adelanta la muleta a diestras y el condeso que se arranca. Aguantando miradas. Tragando. Uno, dos, tres y el de pecho rotundo. La plaza comienza a vibrar. Otra serie más por el mismo pitón y el animal que pasa a milímetros. Aguantando otra vez. Y encima toreando, meciendo la pañosa, rematando detrás. Y otra serie. Mérito increíble con los cambios de manos y el kikirikí incluso. Con la izquierda se raja el del Conde y casi se lo lleva por delante. Aún así le robó dos muletazos. Pinchazo y estocada. La oreja, de las de ley.«Una Puerta del Príncipe le debes a la afición de Sevilla. Y otra a tu tío Ramón Soto Vargas, al que brindaste al cielo la faena de tu primero»Pero quedaba el quinto. Más largo aún que el otro. Y Oliva Soto que acaricia el capote en verónicas de riñones metidos, ganando terreno, haciendo que los vuelos llevasen embebido al animal. La media en los medios y el clamor en la gente. Cumbres Javierito Andana y Óscar Reyes con los palos. Y a partir de ahí, una sinfonía difícil de entender si no se estuvo en la plaza: doblones genuflexos a un toro que repetía, que quería muleta. Prólogo de ensueño para que el sueño se hiciese realidad en cuatro series, ¡cuatro! citando de largo, rompiéndose el torero, alargando las embestidas y arrebujándose en los de pecho, los cambios de mano y las trincherillas. Qué bestialidad. A izquierdas el toro no traga y vuelta a la derecha, donde se rompió por completo Oliva Soto y el astado se rajó. Y luego llegó el calvario, la desazón, la impotencia de la espada. Una Puerta del Príncipe debes, Alfonso. Por todos los tuyos que nos la tienes que dar.

Se la jugó también Diego Urdiales con el marrajo cuarto, mirón y haciendo el croquis que le dio un pitonazo. Y también Antonio Nazaré en su lote: tragando un mundo en su primero y sonsacando al sexto parado. Que me perdonen ambos por la parquedad de sitio. Pero es que la de ayer era la crónica de una Puerta del Príncipe. La que nos debes a todos, Alfonso.


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Por Gastón Ramírez. Y Oliva Soto pinchó un sueño

La corrida del Conde de la Maza tuvo todo lo que se puede esperar de los toros de lidia. Fueron seis toros que ofrecieron distintos grados de emoción, posibilidades de triunfo, peligro, bravura, nobleza, etc. Estuvieron muy bien presentados, sobresaliendo un burraco precioso que hizo sexto. ¿Y los toreros? Bueno, hablemos de todos y por su orden.

Diego Urdiales se las vio en su primer turno con un animal débil y que echaba la cabeza arriba al final del muletazo. El torero de Arnedo prolongó el trasteo más de la cuenta y luego tuvo problemas para liquidar al bicho. Ese porfiar con denuedo y terquedad se agradece, pero no tuvo mucho sentido.

Con el cuarto, un astado que se revolvía, que no era nada claro, embestía rebrincado, derrotaba y miraba al torero con alarmante regularidad, Urdiales dio una lección magistral de poder lidiador y valor seco, algo que ya no se ve muy a menudo. Hubo una gran tanda de naturales en tablas, con Diego entendiendo perfectamente al animal y haciéndolo pasar completo y por la faja, cosa que al burel no le apetecía en lo más mínimo, y lo demostraba tirando tornillazos. La estocada defectuosilla al primer envite, bien podía haber sido suficiente para que el público sevillano pidiera y obtuviera la oreja para Urdiales, pero en este festejo el ánimo de la afición estaba entregado a otro coleta. No obstante, el cónclave le aplaudió fuerte en la merecidísima vuelta al ruedo.

El consentido en este cartel era Oliva Soto, un muchacho que ha toreado una corrida escasa en el último año y que goza de las simpatías del respetable por su toreo, por lo duro que ha sido para él esta profesión, y porque un novillo del Conde de la Maza mató a su tío, el banderillero Ramón Soto Vargas (en el 1992), aquí en este mismo ruedo elíptico.

Con el segundo de la tarde pasó algo que quizá influyó decisivamente para que el muchacho de Camas se alzara como el triunfador indiscutible de esta tercera corrida del serial. Después de que Nazaré quitara por chicuelinas, Oliva Soto intentó replicar con idénticos lances, pero en el primero de ellos se echó al toro encima y la voltereta fue espeluznante. Por la mente de todos los parroquianos pasaron tragedias griegas y familiares, leyendas negras y ganaderas, y otras mil ideas muy tristes. Afortunadamente, la cosa no pasó del susto. Y con un poco de ángel y valor que demostrara el torero, la balanza estaría siempre su favor.

Después de brindar la muerte del toro al respetable y a la memoria de Soto Vargas, el torero andaluz logró dos tandas de grandes derechazos, exponiendo y toreando con salero. El toro tendía a vencerse y embestía con cierta rabia brava, lo que daba un peligro extra a los muletazos. A pesar de haber pinchado en una ocasión y de que el toro dobló merced a una estocada trasera y tendida, la gente exigió de manera indiscutible y mayoritaria la oreja para Oliva Soto.

El quinto fue el mejor toro no de este encierro, sino de infinidad de corridas. Tenía bravura, alegría, presencia, nobleza, recorrido y fuelle, cosas quizá inusitadas en los toros del Conde de la Maza. Fue uno de esos toros que por azares del destino nunca se encuentran en el camino de algunas figuras. Pues bien, Oliva Soto toreó con el capote y la muleta entre ovaciones y la euforia general.

Debido a su falta de rodaje y -supongo- al saber que le había tocado el garbanzo de a libra en el sorteo, algunos lances y algunos pase fueron enorme de verdad y otros no tanto. El mayor mérito fue dejarse ver de largo y aguantar la embestida en los medios para enjaretarle elegantes y ceñidos naturales y derechazos al toro, que si algo tenía de malo era el nombre: “Limpidado”. Los interminables pinchazos dieron al traste con el sueño de salir por la Puerta del Príncipe, pues si logra endilgarle al socio un sartenazo efectivo a la primera, es seguro que las dos orejas hubieran caído raudas y veloces. Para que a Oliva Soto le vuelva a favorecer tanto la suerte, sobre todo con esta ganadería, bien pueden pasar muchos años. Se le ha escapado un triunfo grandioso, y todo por no saber matar a los toros, una lástima.

De Antonio Nazaré podemos decir que estuvo muy valiente y muy entregado, tratando de hacer hasta lo imposible por no irse de vacío. Desafortunadamente, su lote estuvo compuesto por un par de toros probones, reservones y difíciles, de esos que engañan y que no dejan estar al diestro en turno.

El peligro y la complejidad de la lidia de estos bichos suele pasar inadvertida para gran parte de la gente. Son toros que a veces parecen querer comerse el engaño, que a veces se paran en seco o gazapean entre pase y pase, que en ocasiones parecen desentenderse del matador en turno buscando conocidos en el tendido y que a veces lo miran amenazadores como advirtiéndole: ¡Cuidado y sigues molestándome! Así el asunto, Nazaré no pudo encontrarle la cuadratura al círculo y su labor tuvo como colofón las tibias palmas que oyó al liquidar al sexto.

Sevilla Temporada 2010

sevilla_120410.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:16 (editor externo)