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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del miércoles, 12 de octubre de 2011

Corrida de de la Hispanidad

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Marqués de Domecq (desigualmente presentados y de juego desigual. Destacaron 3º y 4º).

Diestros:

Salvador Cortés. De azul marino y oro. Silencio y oreja.

David Mora. De celeste y oro. Vuelta al ruedo tras petición de oreja y silencio.

Antonio Nazaré. De blanco y oro. Oreja y saludos.

Incidencias: Se guardó un minuto de silencio por el banderillero Luis González, fallecido recientemente.

Presidenta: Anabel Moreno.

Tiempo: Soleado y caluroso.

Entrada: Un cuarto de plaza.

Crónicas de la prensa: Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía, La Razón.

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Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: el toreo al natural de Nazaré

Parece un milagro pero no lo es. Es una suerte de sortilegio de los duendes del toreo lo que ha provocado que el espada de Dos Hermanas, esculpiese la verónica como Benlliure el mausoleo de Joselito. Suavidad, templanza, mimo, exquisitez. Todas esas virtudes brotaron de las muñecas de cristal de Bohemia de Nazaré. El tercero de la tarde, un toro de bella estampa, típica del Marqués, engatillado, vareado y con un tren delantero potente, se deslizaba sin saberlo por un percal que lo hipnotizaba, que los embrujaba y lo llevaba de un lado a otro meciendo la verónica. Estampa erguida, cintura quebrada y suelta, brazos arqueados, muñecas templadas… y como sustento, las zapatillas atornilladas en el albero. Así se sucedieron ocho o diez lances de ensueño, enloquecedores y rotos como si Antonio estuviese inventando una nueva fórmula para veroniquear lento y encajado. El broche estuvo protagonizado por una portentosa media en la misma boca de riego.

Con la muleta apostó y ganó. El burel era un arma de doble filo. Pues todos habían visto su bondad y nobleza. Es de esos animales que o le coges el aire con un pulso milimétrico o te mandan a casa. Y su matador no lo dudó ni un instante. Le dio distancia, lo embarcó desde lejos y soldó la embestida a la tela roja. Las dos tandas diestras fueron el preámbulo de una lección magistral de toreo al natural. No se puede torear con más templanza, con más mando, con más quietud y con más emoción al natural. Media muleta acariciando el albero y empujando el ímpetu del toro hacia delante. Han sido uno de los mejores veinte naturales de la temporada. Y plenos de inteligencia, por si alguien lo dudaba. Nazaré dejaba al pupilo del Marqués pensar entre muletazo y muletazo. Le permitía que se fijara en el bordado de la taleguilla y en los castillos de la chaquetilla. Y una vez desengañado, el toque templado para que el embroque fuera perfecto. Y una vez metido en el engaño, pulsear la embestida y enroscándola a la cintura, cincelar un natural clásico, es decir, eterno, como sostenía Juan Ramón Jiménez. Faena de fondo y cante grande que le debe permitir venir bien colocado a la feria del próximo año. Así debería ser la justicia taurina.

Bien Salvador Cortés con un toro potable, al que apretó al final de la faena y con el que obtuvo su merecido rédito. Una oreja que vale su peso en oro porque en los años de contratos enflaquecidos un triunfo en el coso maestrante siembra de esperanzas el invierno. Toreo templado, poderoso y de largo trazo por ambos pitones fue el argumento ofrecido por el torero del Aljarafe, que sobre el silbato, arrancó una oreja de peso.

Lo peor: el final de la temporada

Parece que fue ayer cuando comenzábamos estos breves escritos y ya se ha esfumado la temporada. Muchas cosas han pasado y las hemos intentado reflejar con honestidad e independencia de criterio. Espero que así haya sido y ahora, con la nostalgia a cuesta, nos despedimos hasta la próxima temporada. Ha sido un placer. Muchas gracias a la dirección de PortalTaurino por haberme permitido expresarme con total libertad, al margen de imposiciones e intereses. Una pluma que ya está deseando que llegue el Domingo de Resurrección.

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La Razón

Por Paco Moreno. Dulce faena de Nazaré en el cierre de Sevilla

Salvador Cortés, David Mora y Antonio Nazaré pusieron un entretenido cierre a la temporada taurina en Sevilla. Aprovecharon los toros más potables del Marqués de Domecq, si bien fue Nazaré el que reflejó los momentos más intensos de la tarde. Llegaron ante el tercer toro, al que cuidó en la lidia y llegó con buen son a la muleta. El sevillano estuvo muy centrado y artista. Fueron muletazos templados, lentos y con armonía de figura del toreo. Parecía increíble que sólo llevara otras dos tardes este año. Necesitó de un descabello y por ahí pudo esfumarse la merecida segunda oreja. El sexto se paró pronto y no le dio opciones, aunque estuvo dispuesto y con afán de agradar. Salvador Cortés tampoco falló en esta ocasión. El primero apenas se movió y estuvo tesonero y afanoso con el animal, pero al cuarto le sacó una buena faena. Lo llevó con suavidad y temple en las acometidas para mostrar su siempre lúcido estilo en La Maestranza. Primero, al natural; y luego, en redondo, mostró sus buenas maneras para pasear otra oreja. David Mora no pudo sumarse al triunfo, aunque aprovechó las embestidas potables que tuvo su primero, sobre todo, por la derecha y cerca estuvo de arrancarle la oreja. Pero, aun así, faltó algo más de emoción en el trasteo. El otro toro de su lote se paró pronto y todo resultó mucho más aburrido. Festejo del Día de la Hispanidad. Se lidiaron toros del Marqués de Domecq, bien presentados, manejables, los mejores 2º, 3º y 4º. Salvador Cortés, silencio y oreja; David Mora, vuelta tras petición y saludos; y Antonio Nazaré, oreja y saludos. Un cuarto de entrada en los tendidos.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Naturales de oro de Nazaré

Venía cargado de ilusiones Antonio Nazaré y vestido con un traje de luces blanco y oro que resultó premonitorio. Blanco por esa temporada casi en blanco en la que apenas ha contado con oportunidades -tercera corrida- y oro por unos naturales que resplandecieron como el dorado metal. En una tarde en la que el termómetro luchaba contra la naturaleza y transmutaba una tarde otoñal en una veraniega por su acusado calor, el torero nazareno dibujó varios naturales de oro al toro Ecijano.

En el cierre de la temporada en la Maestranza, con una pobre entrada, Antonio Nazaré consiguió los mejores momentos de un festejo ante el tercer toro, cariavacado y de cuerna acucharada, que dio muy buen juego. El torero nazareno lanceó con soltura al animal, al que cuidó en varas. En los medios, arrancó dos tandas con la diestra y en la distancia larga a un astado que galopó con buen son. Pero lo mejor de la faena llegó con la zurda en una serie de naturales de trazo largo, rota por un desarme. El torero se superó en otra, en la que brillaron dos naturales con una composición muy expresiva. Y también otra tanda con preciosos pases con la zurda, acompañados por un inspirado molinete. Varios pases de pecho fueron soberbios. El cierre, con muletazos genuflexos, preparatorios para la suerte suprema, añadió sabor estético. Nazaré se tiró de verdad hasta el punto de atracarse y por ello quedar la estocada contraria. Precisó de un golpe de verduguillo. Pero la faena tuvo entidad suficiente para ganar una oreja a ley. Nazaré, con agallas, volvió a mecer bien el capote a la verónica y se justificó con creces, muleta en mano, ante el tardo y peligroso sexto.

Salvador Cortés, ante el castaño y sosote primero, se entregó en una labor -con brindis a Manolo Márquez-, que no caló en los tendidos, en gran medida porque los muletazos resultaron desceñidos.

Con el cuarto, un animal de escasa presencia y manejable, que se vencía por el pitón derecho, Salvador Cortés se esforzó en una labor voluntariosa, en la que destacó más con la zurda. La labor fue coronada por una estocada entera arriba y fulminante, decisiva para cobrar un trofeo, que concedió la presidencia con la misma petición que había existido en el toro anterior a David Mora, al que se denegó el premio.

David Mora, gran revelación de la temporada actual, tuvo en mala suerte el peor lote. El madrileño cuidó mucho a su flojísimo primero, un sardo bien armado, con dificultades, al que ganó terreno a la verónica hasta los medios. En la faena, seria, sin concesiones a la galería, hubo muletazos de buena factura; aguantando varios parones del toro por el pitón izquierdo, por donde acometía reservón el de Domecq. En la suerte suprema se tiró de verdad, quedando la estocada baja. La presidenta no concedió en este caso el trofeo solicitado y fue abucheada por el público.

Con el colorao quinto, paradísimo y que se quedaba muy corto, David Mora se justificó con un trasteo porfión.

En la calurosísima tarde otoñal, que cerró la temporada en la Maestranza, quedó grabado sobre el rubio albero sevillano el arte de un torero en edad primaveral, Antonio Nazaré, vestido de blanco y oro. Blanco, por esa pureza descrita de un diestro que apenas ha toreado; y oro, por algunos de esos naturales dignos para ser cincelados no sólo en bronce sino hasta en el dorado metal por su grandeza expresiva.

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El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Nazaré rompe en gran torero en Sevilla

Antonio Nazaré se hinchó de torear. Por fin le salió ese ejemplar boyante para enseñar que, además de arrimarse, también sabe expresarse. De preciosas hechuras, con dos gatillos vueltos, el tercero de la tarde era un auténtico taco que hizo cositas buenas desde que asomó por la puerta de chiqueros permitiendo a Nazaré cuajar un bellísimo y templado puñado de verónicas que remató con una sedosa larga en el mismo platillo de la plaza. Algo blandito de manos, se vino arriba en la muleta a la vez que el diestro de Dos Hermanas le cogía la altura, el sitio y la distancia justas.

El toreo brotó con bella naturalidad por ambas manos y un inoportuno desarme, lejos de romper el encanto, fue una auténtica bisagra que trocó la faena en sinfonía del toreo al natural: unas veces de uno en uno; ligado siempre y resuelto con una extraña facilidad para quien tan poco torea. Nazaré cuajó al toro de cabo a rabo y aún tuvo tiempo de cerrar su labor con unos ayudados genuflexos que revelaron otros registros artísticos y mostraron la verdadera dimensión del diestro nazareno. Lástima que la espada, que cayó demasiado contraria, no ayudara a echar abajo a su tiempo al noble ejemplar de Marqués de Domecq. Las dos orejas eran de cajón y habrían caído sí o sí; aquí y en Pekín.

Aún le quedaba el sexto que resultó, con mucho, el más cuajado del variado e interesante encierro de Marqués de Domecq, pero también aplomado, a la defensiva y muy protestón en la muleta de Nazaré, que lo intentó muy de veras, poniéndose en el sitio y jugándose el pellejo sin importarle las consecuencias y el mal estilo de su oponente. Pero era del todo imposible. El toro ni siquiera pasaba en la muleta y hasta le pegó un susto fuerte del que salió indemne. Pero no importa. Ayer vimos la verdadera dimensión, la calidad y la capacidad de un torero al que se le deben abrir definitivamente nuevas puertas.

David Mora volvía a Sevilla después de dejar buenas sensaciones en su debut de San Miguel. Estuvo muy cerca de cortar la oreja del segundo de la tarde, un animal de mentirosa movilidad que le obligó a tragar paquete y a mostrar un hondo fondo de valor para cuajar una labor dicha en muletazos hondos y resueltos muy hacia adentro, con el compás muy abierto. Mora se entregó muy de verdad y enseñó un toro mucho mejor de lo que era en realidad, consintiéndole todo. Con la espada en mejor sitio, habría paseado una oreja.

Volvió a entregarse a tope con el quinto, un castaño de inciertos inicios, escasos bríos y muy tardo que se movió algo mejor en banderillas. Mora volvió a enseñar sus mejores armas: serena quietud y elegancia en el trazo aunque el toro, un auténtico plomo, nunca quiso entregarse a una pelea que no fue tal y en la que también hubo que tragar algunos sorbitos de quina.

La verdad es que hubo poco que hacer. Salvador Cortés había abierto la tarde con un ejemplar de pocas opciones. Muy aplomado en los primeros tercios, resultó soso de puro blando en la muleta de Cortés, que se mantuvo en todo momento en tono correcto. El toro se movió más en el primer tramo de la faena pero acabó aplomado y a la defensiva abortando cualquier atisbo de lucimiento.

Con el cuarto, excesivamente anovillado pero de excelente son y nobleza en la muleta, no llegó a entenderse por completo en los inicios de una larga labor con algunos dientes de sierra que se entonó más y mejor en su recta final gracias a un puñado de muletazos largos y tersos que remendaron algunos enganchones iniciales. La estocada fue efectiva y fulminante y le permitió volver a puntuar en una plaza en la que no suele fallar.

Así concluyó una temporada taurina en la plaza de Sevilla que ya ha entrado en la historia, despedida con ese larguísimo clarinazo que suena a adiós. Fue una historia cuajada de capítulos felices que les fuimos contando día a día. Ya queda menos para el Domingo de Resurrección.

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©Imágenes: Salvador Cortés, David Mora y Antonio Nazaré. EFE/Empresa Pagés.

Sevilla Temporada 2011.

sevilla_121011.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)