Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


sevilla_140412

REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

<img width="400px" height="300px" src=" http://ep01.epimg.net/cultura/imagenes/2012/04/14/actualidad/1334430902_584652_1334432085_noticia_normal.jpg">

Sábado, 14 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Montealto (bien presentados y parejos, escasos de fuerza, muy descastados y con dificultad).

Diestros:

Oliva Soto. De nazareno y oro. Estocada caída (vuelta al ruedo; media estocada, tres descabellos (aplausos).

Antonio Nazaré. De blanco y oro. Dos pinchazos, estocada tendida, aviso (silencio); pinchazo, estocada (silencio).

Diego Silveti. De lirio y oro. Pinchazo, estocada trasera, aviso, tres descabellos (saludos), estocada tendida (silencio).

Presidente: Julián Salguero.

Tiempo: muy ventoso y fresco.

Entrada: media plaza.

Crónicas de la prensa: La Gaceta, ABC, El Mundo, El País, Hoy, El Correo de Andalucía, La Razón.

<img width="360px" height="150px" src=" http://www.elcorreoweb.es/resources/archivos/2012/4/14/1334437456601torosdn.jpg">

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Tarde de viento y de polvo. De viento porque estaba el tiempo así y dificultó la lidia más de lo deseable. De polvo porque la plaza no se regó y estaba superseca por los plásticos. Un kilo de albero nos llevamos cada uno encima. La corrida de Montealto bien presentada, muy pareja, con buenas defensas y desiguales en comportamiento. Mansos primero y segundo, molestos otros como el quinto y difíciles y peligrosos otros, como el sexto. Oliva Soto pudo cortar oreja al mansito primero que se dejó en la muleta, pero entre las indecisiones y el trabajito del tercero apuntillando se le fue. Que no sé porqué los apoderados en esos momentos no deciden que apuntille Lebrija. Antonio Nazaré venía muy preparado para esta cita y le tocó un lote complicado. Al primero le sacó algunos pases estimables y al quinto nada. El mexicano Diego Silveti, bisnieto del “Tigre de Guanajuato”, estuvo dispuestísimo toda la tarde. Muy por encima de su tercero, enlazando tandas con mucho mérito, y valiente con el que cerraba plaza, que podía hacer pupa en cualquier descuido. De las cuadrillas de a pie y a caballo, mejor no hablar. Hubo uno que se tumbó a dormir bajo el reloj y la seguridad de la plaza le dijo que la entrada no daba derecho a siesta. Debe ser así cuando le impideron al hombre dormir. Pero la cosa no era para dormirse: no hubo trofeos, pero si ganas y riesgo, con su correspondiente emoción.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: el valor en distintas versiones

Cuando la necesidad aprieta porque los contratos escasean lo mínimo que se les puede pedir a los toreros es entrega, pundonor y ganas de aprovechar el menor resquicio. Así se comportaron los tres matadores ayer en el coso maestrante. Oliva Soto se ha mostrado como un torero artista, diferente y le ha añadido a su toreo más reposo, gusto y solvencia. En el único que medio le dejó expresarse, el primero de la tarde, bien hecho y con cuajo, metió los riñones en varios derechazos de arrebato y empaque. No hubo el mismo acople con la mano izquierda debido al fuerte viento que sopló toda la tarde también expuso lo suyo.

Nazaré tiene las hadas de espaldas. Se pegó un arrimó de aúpa en sus dos oponentes porque fue lo único que le permitieron. Su temple con la capa y sus largos muletazos con la diestra fueron un esbozo porque lo estropeó el viento.

Silveti aproveché el mejor de la tarde y su faena tuvo altibajos pero gozó de emoción. Algunos pasajes con la diestra tuvieron mucha exposción y mérito porque al no abrir con la muleta la embestida de la res se le quedaba casi en las zapatillas y lograban enroscarse el toro a la cintura y llevarlo muy tapado hasta el final del muletazo. Las bernardinas finales fueron un magnífico colofón a una presentación interesante.

Lo peor: el viento y los de plata

A veces nos deshacemos en elogios con los toreros de plata y ahora para no faltar a la verdad debemos consignar que ayer, salvo excepciones, no tuvieron su tarde. Sin personalizar en nadie diremos que se aliaron con el viento perruno y anduvieron a la deriva en varios pasajes de la lidia. Estas cosas son lógicas y no desmerecen en absoluto su profesionalidad.

La corrida de ayer habría sido distinta si no hubiese soplado con tanta fuerza el viento. Esta causa propició que las faenas se plantearan en los tercios y no en los medios, favoreciendo que varios ejemplares de Montealto se rajaran antes de tiempo. Pero ensayar una tanda limpia en los medios era poco menos que una entelequia.

LA RAZÓN

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/alvaro_acevedo.jpg"/>Por Álvaro Acevedo. La terna joven se va de vacío

Arrastrado el sexto, la sensación era de desilusión. Tres toreros jóvenes habían pasado por La Maestranza sin responder a las expectativas que habíamos puesto en ellos. Curiosamente, el único que se salvó fue el que tuvo la suerte negada; un tal Nazaré que pegó tres naturales estupendos, a cámara lenta, antes de que su primer toro claudicara por falta de bravura. Pero de sus compañeros no podemos decir lo mismo. Por gravedad, debemos comenzar por Diego Silveti, que al igual que en Valencia, se dejó escapar un toro muy bueno. Bravo y fijo frente al picador, derrochó calidad y ritmo cuando el joven (y creo que inexperto) mexicano, se enfrentó a él con la muleta. Sólo a mitad de faena fue capaz de cogerle el rito en varios naturales lentos, pero el resto de su extensa labor fue de poca calma y mucha rigidez. Lo malo es que mientras más pases contabilizaba, más mostraba al personal las virtudes del toro.

Y es que yo creo que hay que dar menos pases, pero mejores. Algo de eso le sucedió también a Oliva Soto con el cuarto de Montealto, que sin ser ninguna maravilla permitió el toreo por ambos pitones. Pero Oliva, que es artista, se empeña a veces en no parecerlo, y plantea las faenas como si fuese un torero bullidor, que no es lo suyo. Su labor, también muy larga, tuvo algunas fases de brillantez y muchos, demasiados muletazos sin sello. Gustó más en su primero porque el toro, muy enrazado y fuerte, pedía los papeles, y además el viento tampoco puso las cosas fáciles. La faena fue ligada, meritoria, con altibajos pero con muletazos en redondo muy emocionantes. Mató bien, el puntillero levantó al toro y le pegaron una ovación con justicia. Tras ella, sobró de todas todas la vuelta al ruedo.

Hubo tres toros que no valieron, y uno de ellos fue el sexto. Otra cosa es la sensación que ofreció con él Diego Silveti, que optó por arriesgar poquito. Los otros fueron los de Antonio Nazaré. Frente al quinto, que estaba totalmente a la defensiva, se arrimó mucho. Con el otro, medio que embistió tres veces, pegó tres naturales lentos, profundos, de caricia pura, infinitamente mejores que los centenares de pases de sus compañeros. No estaría de más meditar al respecto.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Tres toros para dar el paso

La tarde se presentaba con amenaza de unas aguas que no mojaron la plaza. Sí lo hizo un vientecillo marcero y un frío que caló al personal y al propio festejo, que vivimos envuelto en la polvareda levantada en un ruedo sin regar después de recoger la inmensa lona que preserva el piso de los inesperados chaparrones. Y aunque había muchos aficionados que esperabam muchas y buenas cosas de la terna acartelada ayer, la verdad es que el que partía con los deberes más hechos era Antonio Nazaré, ese sólido diestro de Dos Hermanas que el pasado año cuajó uno de los trasteos más importantes cuando despedíamos la temporada en el día del Pilar.

Pero la suerte no quiso que el matador nazareno sorteara ninguno de los toros potables del serio encierro de Montealto. Para abrir boca pechó con un ejemplar tremendamente montado y de pelo astracanado, muy emplazado de salida que manseó en banderillas. Se había dejado pegar algun lance en el quite de Silveti y brindó tres o cuatro arrancadas por el pitón izquierdo que Nazaré exprimió con precisión, valor y serenidad. Pero el fondo manso del animal se hizo presente y aunque el torero se jugó el tipo sin vender ninguna moto aquello no podía caminar hacia ninguna parte. Tampoco le iba a dar demasiadas opciones el quinto de la tarde, un auténtico criminal protestón y rebrincado que buscaba los tobillos del torero en cada uno de los embroques. Bastante hizo con andar en la cara más tiempo del recomendable. No merecía tanto.

Pero el caso es que sí hubo otros animales que permitieron torear y que, en parte, quedaron inéditos. El caso más flagrante fue el del tercero del encierro, que fue sorteado por el matador mexicano Diego Silveti, que debutaba como matador de toros en la plaza de la Maestranza después de un tibio paso como novillero y una gran campaña de relaciones públicas que le ha servido para crear una inusitada expectación. Pero ese tercero fue un animal noble y obediente que tampoco estuvo exento de clase al que ya había lanceado pegando pasos atrás y sembrando demasiadas dudas. El toro se empleó en el caballo y se movió en la muleta con clase creciente. Pero el hijo del recordado Rey David anunciaba mucho más de lo que resolvía en sus cites solemnes aunque algunos muletazos sueltos los dijera muy en redondo y resueltos para adentro. Pero al manito, muy encima del toro, le costaba colocarse entre muletazo y muletazo, que resolvía con demasiados tirones que destemplaban la faena y al animal, que pedía otras distancias y un mayor sentido del temple. La oportunidad era de oro pero se le esfumó por completo.

Tuvo muchas menos opciones con el bronco y deslucido ejemplar que salió en sexto lugar, que quiso quitarle el capote de las manos a José Antonio Muñoz en cada cite. Feo de hechuras, muy alto de cruz, no anunció demasiadas buenas cosas y campó a sus anchas por el ruedo como en una capea castellana. Silveti escecificó una faena que no era tal y hasta tuvo que hacerse el quite arrojando la muleta cuando cayó en la cara de su enemigo. Luego prolongó el trasteo pero el frío arreciaba y el festejo pasaba de las dos horas y media de duración, plagado de esos tiempos muertos del toreo contemporáneo. A esas alturas el personal andaba loco por coger la puerta y marcharse a casa.

Y el caso es que el festejo había comenzado con ciertos ánimos. Y Oliva, que tiene una especial capacidad para conectar con el tendido con su toreo de ritmo y expresión, había dado la única vuelta al ruedo sin escuchar una sola protesta aunque un poquito por su cuenta. A pesar de todo, del puñado de muletazos jaleados por los tendidos, no llegó a domeñar por completo la mansedumbre temperamental del animal que rompió plaza, un toro que tenía mucho que torear y al que cuajó alguna serie vibrante y vistosa pero sin hacerse dueño de la situación. El toro se le había venido como un rayo al primer muletazo sorprendiendo a todo el mundo. Oliva, muy dispuesto siempre, aguantó ahí el tirón y le enjaretó una de esas series a compás que embelesan a todo el mundo pero quizá le faltó fondo para aguantar los bríos de ese toro al que hasta podría haber cortado una oreja si la espada y el puntillero hubieran funcionado con mayor prontitud.

El diestro de Camas también mantuvo idénticas ganas de estar en la cara del cuarto del serio envío de Montealto, que fue un buen mozo mansote y de viajes cortos que nos engañó de salida al reventar el estribo de los burladeros embistiendo desde muy abajo. Pero fue un espejismo. Después atacó a los caballos y los capotes con la cara por las nubes. Había que llevarlo cosido a la muleta con mando; traérselo y moverlo con una autoridad que quizá no llegó a ejercer por completo el diestro de Camas, muy pendiente de la compostura y de la belleza contrastada de su toreo aunque, ésa es la impresión, menos preocupado de tocar y mandar en un toro que no era nada del otro mundo pero que podía haberle dado mayor rendimiento.

EL PAÍS

Por Antonio Lorca. ¡Menuda polvareda…!

El agua que se ahorró la empresa en regar el ruedo maestrante en tarde fría, seca y de fuerte vendaval, la consumieron los abonados de los tendidos uno y tres en la obligada ducha que debieron darse al llegar a sus casas para desprenderse de los kilos de albero que llevaban encima. Resulta que habían puesto los plásticos en previsión de chubascos que no se produjeron. Y cuando los quitaron, quedó la arena suelta y movediza, a la espera de los bruscos movimientos del toro que levantaban una infernal polvareda. Añádase un fuerte viento reinante dirección Puerta del Príncipe, y a cientos de personas se les volvió la cabellera y el cuerpo entero de color amarillo, y no porque fueran turistas venidos de oriente, sino porque quedaron embadurnados de albero de la cabeza a los pies.

Alguna ventaja deben tener los pobres pues los hechos ocurrían en la zona chachi de la Maestranza, donde se dice que se ubica la gente bien, sevillana de cuna y afiocionadadetodalavida. Sorpresas que da la vida: pague un dineral, vístase usted de limpio, preséntese de punta en blanco en el tendido, y salga hecho un adefesio, ayuno de emoción y directo a la ducha.

La verdad es que la maldita y molesta polvareda fue protagonista porque la corrida dio poco de sí. En realidad, -en esta ocasión, sí-, la culpa fue de los toros, de bella estampa, pero de escaso contenido; faltos de bravura y casta, no estuvieron a la altura de los deseos de triunfo de la terna, que se jugó el tipo infructuosamente. Quedó claro y manifiesto que los tres quieren y pueden ser figura; les adornan el valor y la torería, y no se arredraron ante las inclemencias de sus oponentes. Pero donde solo hay polvareda y carne fofa no es posible el toreo.

Tal fue el caso de Oliva Soto, sevillano de pellizco y salero en sus muñecas, de buen corte y enorme voluntad, que llegó a ilusionar en su primero en varias tandas de derechazos cargados de temperamento y pasión. Quizá le faltó mando para someter a su oponente, y lo que parecía que podía romper, no rompió. Tampoco fue posible en el cuarto, muy decidido el torero, y soso el toro.

No tuvo enemigos Antonio Nazaré, pero una vez más dijo que es torero hecho y derecho, a pesar de las pocas oportunidades que le ofrecen. Su primero tenía escaso fuelle, pero Nazaré consiguió embarcarlo en la muleta y trazar algunos naturales largos y templados que supieron a gloria. No hubo más porque no hubo toro, pero ahí quedó la capacidad de un torero que merece mejor suerte. Más suerte, sin duda, de la que tuvo en el quinto, otro animal negado para el triunfo ante el que se jugó el tipo como se le exige a quien presenta su candidatura a figura.

Tampoco decepcionó Silveti; antes bien se mostró muy valiente, talentoso y con recursos. Tampoco sus toros le permitieron algo más que mostrar una plausible dignidad.

<img src="http://estaticos01.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2012/04/14/toros/1334431779_extras_portadilla_1.jpg"/>

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Solitaria vuelta al ruedo para Oliva Soto

Otra tarde ventosa. Realmente incómoda para torear. Oliva Soto lo sufrió en el primero, muy suelto y distraído de salida. Cuando lo fijó quiso hacer el toreo a la verónica, pero el toro marcaría lo que luego sería una constante, que se vencía un tanto por dentro. Quedaron esbozos y una media de Nazaré en un apretado y limpio quite por chicuelinas. Intentó replicar Soto sin lucidez o sin lucimiento. O las dos cosas. Por bajo intentó someter el gitano en el inicio de faena la casta del de Montealto. Embestian con fuerza dos: el toro y Eolo. Erguido ya, Oliva Soto sacó a flote su virtud más auténtica: la pureza en la colocación, la pierna por delante, que no la muleta. Y la primera serie tuvo sones de ole y la segunda de imposición de la embestida. En ningún momento se arredró Soto, que volvió a tragar. Y tragaría más con la izquierda entre el aire y esa cosa de frágil ingenuidad sostenida sobre la raza del querer. Un cambio de mano de pincel y una estocada contraria y atravesada. Muerto a medias el toro se echó y el puntillero erró no una, sino una barbaridad de veces. Se enfrió la gente. La petición fue leve. La ovación para el toro y la vuelta al ruedo para el torero por su disposición, su estar y su querer. Y para los pases de pecho bordados sobre toda ejecución.

El cuarto, tan astifino como toda la corrida de Montealto, pareja y seria por delante, se dejó en la muleta de Soto con más nobleza que fondo, que vino a ser espejo del torero.

Diego Silveti halló en el recortado y bajo tercero la veta del pitón derecho para torear muy por abajo. La forma de evitar que el viento se entrometiese entre las telas y la embestida de calidad sin redondear del toro. Sello en dos series de Silveti. Parecía que hasta ahí el toro iba a durar, pues en la tercera tanda hubo un paréntesis. Una pájara. Al natural se reflotaron mutuamente, sin rebosarse la embestida. Ayudado por la ayuda, valga la redundancia. Subió el diapasón de la emoción por bernadinas de pitón cambiado. Un pinchazo y estocada. Varios descabellos y ovación para toro y torero.

Silveti se salvó por los pelos y por sus reflejos cuando perdió pie con el sexto, que por momentos en la lidia de su banderillero Muñoz se hizo el amo con sus arreónes y su violencia. Las tiraba finas con su genio. Tragó Diego Silveti, que no se cansó de estar en la cara sin renunciar nunca. Se fue tras la espada con rectitud.

Antonio Nazaré tuvo el peor lote de la corrida con un segundo rajado y un quinto arrítmico y desacompasado.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/>Por Fernando Carrasco. Cuando se torea al toro y al viento…

El viento es, sin lugar a dudas, el peor enemigo del torero. Ayer, los tres espadas tuvieron que torear a sus respectivos lotes y a Eolo, que se convirtió en protagonista del festejo. Una pena, porque los tres primeros toros de Montealto —una corrida muy bien presentada, por cierto— tuvieron que torear y sin aire se habrían visto tres faenas de alto nivel.

Oliva Soto dejó alguna verónica de recibo a su primero. Molestaba el viento, como toda la tarde. Se fue suelto el animal del caballo pero tuvo su acometividad en la muleta. Se dobló bien el camero en los inicios y le dio distancia, dejándolo llegar de lejos. Iba el de Montealto y Oliva movía bien los trastos. Lástima de viento. A pesar de ello, dejó derechazos de buen trazo y maneras ligando, que era harto difícil. Arreció más el aire al tomar la zurda. Puesto el torero, anduvo con gusto en su quehacer. Pero el viento imposibilitaba la continuidad. En todo caso, estuvo muy solvente Soto, que dejó una buena estocada de la que se encargó el subalterno de turno de levantar al animal hasta dos veces. La vuelta fue justa.

Al cuarto, muy bien presentado, como toda la corrida, le dio demasiados tirones con el capote. El astado pareció lastimarse en el caballo y llegó a la muleta incierto. De hecho, se le coló a las primeras de cambio, en parte por culpa del viento. Oliva se puso en el sitio, intentando tirar de su enemigo. Anduvo confiado en muletazos por ambos pitones. Lo puso todo el camero ante un astado que no acabó de entregarse. Mereció más el de Camas.

Antonio Nazaré tiró de oficio con el capote ante su primero, que se fue suelto del caballo. El viento estuvo presente de nuevo. Apretó el toro en banderillas y en la muleta, al principio, fue con todo. El de Dos Hermanas, tras tantearlo a diestras, basó la faena sobre la zurda, donde entremezcló buenos naturales con otros más deslavazados por aquello del aire. No se entregaba el de Montealto, sí Antonio, insistiendo ante un toro ya muy quedado, al que se impuso en el toreo de cercanías. Otra cosa fue el quinto, sin emplearse de salida y sin entregarse en el caballo. Nazaré inició en los medios, cuando más viento hacía. Lo dejó llegar pero el astado cabeceaba y no entraba con franqueza nunca. Lo intentó el nazareno por ambos pitones pero sólo la voluntad prevaleció. Se empeñó en una faena larga, epilogada por manoletinas, cuando no tenía sentido insistir. Firme y dispuesto

Diego Silveti quedó inédito con el capote en el tercero, primero de su lote. El animal empujó en los dos buenos puyazos que le propinó Juan Antonio Carbonell y acudió en el quite por tafalleras de Oliva Soto. El mexicano tuvo un buen comienzo de faena al bajar la mano en derechazos sentidos. El viento, desgraciadamente, hizo de las suyas. Aún así, el debutante dejó muestras del toreo que atesora y los naturales resultaron con enjundia. Este toro, sin aire, habría sido otra cosa. Silveti dejó una muy buena tarjeta de presentación. Finalizó con unas ajustadas bernadinas.

El que cerró plaza siguió en la línea de los dos anteriores, esto es, no se entregó. Mal picado, se fue suelto y se desentendió de capotes. La cuadrilla dio un mitin en banderillas. Silveti estuvo firme ante un toro con guasita que nunca quiso pelea y sí buscarle las cosquillas al torero. Éste, puesto, no le perdió la cara nunca y batalló por robarle muletazos en series con mucho mérito. Era lo único que se podía hacer: estar dispuesto en todo momento.

Fin a una tarde marcada por el viento en la que la terna demasiado hizo con salir, nunca mejor escrito, airosa. Y nos queda la duda de saber qué hubiese pasado con alguno de los toros, caso de los tres primeros, de haberse lidiado en condiciones normales. Eso es, de todas formas, la grandeza del toreo.

La Gaceta

Por José Antonio del Moral. Diego Silveti destaca en una media buena corrida sin orejas

El espada mexicano pudo cortar una valiosa oreja del tercer toro, uno de los tres mejores de la muy bien presentada corrida de Montealto, y anduvo muy por encima del peor del envío que cerró la tarde, dejando excelente impresión y sensación de claro futuro. Otra debió cortar del primero un ayer más dispuesto que nunca Oliva Soto, pero se la quitó el puntillero. Antonio Nazaré también gustó mientras pudo con el segundo que fue el menos grato de los buenos. Ambos sevillanos no tuvieron opción con sus segundos enemigos.

Menos gente que ayer y en corrida de toros. Hacía muy mal tiempo y hasta a mí me costó salir del brasero. Porque, señores, hasta en Sevilla está haciendo frio. Menos mal que la encastada bravura de algunos toros y el buen hacer de los matadores, calentaron el cotarro aunque la segunda parte del festejo resultó bastante peor que la primera.

Oliva Soto, el ya no tan joven camero al que en Sevilla todavía esperan como si fuera un romero en ciernes, le echaron por delante un hermoso, encampanado y astifino ejemplar con el que pretendió estirarse por verónicas en el recibo sin conseguirlo del todo aunque tratando de expresarse abelmontadamente. El serio animal manseó en el caballo. Antonio Nazaré lo logró con más nitidez en su quite, especialmente en la media. Tanto, que Olivita se picó y no lo superó por la alta y violenta embestida que mantuvo el toro hasta llegar la faena de muleta. No supe por qué lo brindó hasta verle dispuestísimo por bajo en unos doblones por bajo y en la primera ronda por redondos que recetó firme, templando y mandando. Vaya, hombre, ya era hora. En la segunda, sin embargo, el mando desapareció a cuenta del viento. Y en la tercera volvió a rebosarse con enjundia, algo veloz. Bien sin más al natural y bellos remates sin que faltaran los enganchones por lo que volvió al mejor pitón, retomando vuelo la faena que cerró también muy decidido con la espada. El puntillero marró 15 veces y levantó al toro dos. Para matarlo a él porque la gente se enfrió y no hubo oreja.

El imponente segundo pareció lastimarse con los enganchones de Oliva Soto en su recibo. Una pena porque hizo una esplendida salida y también fue muy bravo en el caballo. Y es que el temple es fundamental, incluso a riesgo de no lucirse. De nuevo valiente y con el toro bastante repuesto, Oliva no pudo recrearse del todo por no repetir el toro en sus redondos y no seguir largo en los naturales aunque admitió los altos de pecho.

Antonio Nazaré, natural de Dos Hermanas, ya había acreditado su incipiente fama tras su gran tarde del pasado 12 de octubre. Pese a lo suelto que salió el animal, Nazaré lo templó en tres lentos lances, perdiendo las manos y yendo solo al caballo dejándose pegar mientras le tapaban la salida. Mal hecho, picador. Rehusó después y en el tercer encuentro ni lo tocaron. Menos mal. Pero el toro ya estaba rajado en banderillas. Por eso pasó de largo llevándose en los pitones el engaño en el primer muletazo de la faena. Mucho más claro el toro por el lado izquierdo, Nazaré recetó buenos aunque aislados naturales, algunos excelentes. Así como los de pecho de pitón a rabo aunque con el toro ya venido a menos. No pudo completar los derechazos finales junto a las tablas a donde se había ido el burel. Y, al seguir intentándolo, la gente se impacientó con razón. No tuvo toro lucido ni lucible en quinto lugar. Nazaré, que no pudo hacer nada destacable con el capote, intentó faena en los medios sin más opción que aguantar los cabezazos y rebañadas cortas del animal y medio completar pocos muletazos en el tercio. Buena aunque excesivamente prolongada voluntad y punto.

Primer compromiso fuerte del mexicano Diego Silvetí que hizo el paseo descubierto. Nada, ni toro ni torero, con el capote en el recibo. Y sorpresivamente bravísimo el toro en el primer puyazo, empujando con fijeza y durmiéndose en el peto. También en el aliviado segundo. Buenas tafalleras de Oliva Soto en su quite. ¿Se cumplirá el dicho de que lo que hacen los toros en varas lo hacen en la muleta? Con hechuras y andares muy toreros arrancó por alto con la derecha la faena, bien en una primera tanda por redondos muy hondos, respondiendo el toro tal cual acabo de decir. Pena de viento. Porque Diego continuó valiente y muy torero recibiendo los primeros plácemes del público maestrante cuando, muy reunido, se explayó por naturales bajando mucho la mano para empapar las humilladas y nobles embestidas del animal. Y escuchando esos ”bieeeeen” típicos con los que aquí se acompañan los buenos muletazos. Finalmente diestros con bellos remates de trinchera, de pecho y uno a pies juntos con la izquierda muy bonito al que siguieron unas apasionadas bernardinas. Perdió una valiosa oreja por pinchar antes de agarrar un feo espadazo y tripitir con el descabello.

El sexto siguió fiel a la mala racha de la segunda mitad de la corrida. Quizá y sin quizá fue el peor de los tres. Renuente al caminar, a la defensiva con genio en el caballo en el que, lógicamente, le pegaron sin remedio tras haber desarmado y perseguido a un peón que las pasó canutas. Muy dolido en banderillas. Y, encima, el viento desatado como al principio de la tarde. Pero Silveti no se achicó. Ni siquiera tras caerse ante la cara del toro. Lo más importante fue aquietarse en los cites y, en la medida de lo posible, no permitir que el toro alcanzara su muleta. Se notó que es torero de alta escuela, la de sus ilustres antepasados. Se puso y se quitó a tiempo. Muy por encima del toro, sí señor. Resolvió muy bien la papeleta con esta faena para entendidos. Afortunadamente la hizo ante la cátedra hispalense. Aún sin cortar orejas, fue el triunfador de la tarde.

El Mundo

Por Carlos Crivell. El puntillero de Oliva Soto

El camero Oliva Soto dio la única vuelta del festejo. Lo hizo después de una labor vibrante que fue reconocida por el tendido. Mató de una estocada defectuosa y el toro se fue a los terrenos de sol a morirse. Se echó y el puntillero de Oliva necesitó más de diez cachetazos para atronar al animal, que incluso llegó a levantarse. A Oliva Soto le birló la posible oreja el fallo de su puntillero.

Se llama José Manuel Raya, también es de Camas, y debió pasar muy mal rato porque era consciente de que su error había perjudicado al torero. Nunca se podrá saber qué hubiera pasado si acierta a la primera. Si dio la vuelta después del quinario de su banderillero, no es aventurado pensar que la oreja hubiera llegado a sus manos.

Este detalle tiene dos lecturas. De un lado, que los diestros no utilizan al puntillero de la plaza, Enrique Lebrija, para ese crucial momento. Dicen que es para ahorrarse un dinero. Si es así, caro le ha salido al de Camas.

El desacierto de Raya no es más que el reflejo de lo que sucedió en la corrida. Las cuadrillas estuvieron muy desafortunadas toda la tarde. Es verdad que el viento fue de nuevo un mal acompañante de los lidiadores; es cierto que la corrida tuvo mucho que torear; todo es verdad, pero la lidia se hizo premiosa y trapacera en casi todas las reses.

El festejo fue muy largo, o pareció muy largo en su primera parte, de forma que se consumió una hora en los dos primeros toros. Una amenaza de lluvia, el ir y venir de los toros de forma desesperante con tiempos muertos sin ritmo entre los distintos tercios, todo se sumó para que el festejo pesara más de la cuenta.

Y como remate los mismos toros de Montealto, que despertaron mucho interés en la primera parte, sobre todo el primero y el tercero, para ir bajando de ritmo en un conjunto con las fuerzas justas, la raza escasa y la duración mínima. Además de larga, la corrida cayó en un letargo de espera de algo que nunca llegó a ser realidad.

Oliva Soto no le cortó la oreja al primero por culpa del puntillero, se supone, pero si la corta hubiera sido de valor limitado. Oliva toreó acelerado en lo fundamental, más sobre la diestra que por la zurda, para lucirse en algunos adornos y en un soberano cambio de manos. Como tiene ese don de la pinturería, su labor caló en la plaza. El toro de Montealto se prestó con movilidad encastada. Luego vino el número del puntillero y la vuelta al ruedo.

Con el cuarto pintaron bastos. Mal picado el animal, llegó al final parado y hundido. El esfuerzo del torero no tuvo recompensa.

El otro toro posible de la corrida fue el tercero, bien picado por Carbonell, que metió la cara con pastueña boyantía en los primeros compases de la faena de Diego Silveti. El mexicano bajó la mano con guapeza en tandas de bello trazo. Algunas ráfagas de viento y la pérdida de vivacidad del astado bajaron la intensidad de su labor, que ofreció pasajes de pases a ritmo muy lento de suprema armonía. Todo bajó al final, pero aún así se entregó en las bernardinas.

El resto de la corrida es un conjunto de escasa entidad. Antonio Nazaré se llevó el lote menos propicio. En su afán por justificarse, alargó las faenas hasta la desesperación. En el lado positivo, su disposición. En contra, que ahogó mucho las embestidas de sus dos enemigos. Derrochó valor siempre. Se marchó de vacío, pero aún tiene dos toros por delante en la Feria para relanzar su carrera.

Todo acabó con frío, viento y otra lidia desastrosa por parte de la cuadrilla de Diego Silveti. En algún momento se vivieron escenas de pánico general entre los encargados de lidiarlo. Pánico sin que el toro fuera un «pregonao».

Así las cosas, Silveti lo intentó con toques algo violentos que acabaron aún más con el viaje corto del animal. Al menos, cuando se cumplían dos horas y media de espectáculo, acertó a la primera con la espada y le puso el remate a una corrida excesivamente larga y de escaso contenido.

El titular se lo lleva el puntillero de Oliva Soto, pero también podía estar dedicado este artículo a la desesperante lentitud de la lidia que lleva a los festejos a una duración que no hay cristiano que lo aguante. Todo lo que exceda en dos horas en su duración se convierte en insoportable, salvo que la calidad sea excepcional. Los tiempos muertos en la lidia en esta plaza son eternos, a veces los palcos no ayudan para dotar de agilidad a los actos de la corrida.

Si además los toros son mansitos, corretean de aquí para allá y las cuadrillas son inexpertas, estamos contribuyendo a desanimar al que se acerca a las plazas.

Hoy

Por Víctor J. Vázquez. El don, el temblor y el aburrimiento

Oliva Soto tiene un don para el toreo y él lo sabe. No le cuesta componer la figura porque la lleva puesta y su gestos giran con una natural armonía sobre los cánones de la tauromaquia. Además, Oliva Soto tiene en su toreo esa cualidad tan del sur que es la alegría. Esto la plaza lo ve y lo agradece, incluso en una tarde tan gris, tan fea, tan poco de abril como la de ayer, en la que el torero de Camas puso la esperanza con una tanda de derechazos al primero de la tarde, al que citó desde lejos y en los medios, olvidándose del viento como lo deben de hacer los que tienen al año tan pocas ocasiones de gloria.

Y el torero estuvo bien, recordándonos por momentos aquella tarde en la que la espada le cerró la Puerta del Príncipe con un gran toro del Conde de la Maza. Desde entonces el toreo de Oliva no ha dejado de trasmitir un cierto temblor.

Pisa los terrenos que hay que pisar y parece que no se va a quedar pero se queda y las zapatillas vencen a favor del toreo clásico como el que desprendió ayer su mano derecha, sus cambios de mano y sus lentos trincherazos antes de entrar a matar, tirándose con todo, a este primero de la tarde.

Todo el buen toreo que dejó Oliva Soto ayer por la tarde estuvo vestido de ese apariencia frágil y juvenil que tienen sus formas y su obra que una vez más se ha roto, esta vez a base de puntillazos, de los más de diez que hubo de dar al toro su desatinado subalterno, haciendo olvidar a la plaza una faena bella y bien entendida que sólo se perdió cuando el torero quiso coger la mano izquierda y el viento y el animal vencieron.

Su segundo de la tarde, mucho más corto y reservón, mucho más en línea del resto de la corrida, no dejó ver salvo algunos detalles. Ese temblor que tiene el torero Oliva Soto, esa fragilidad que tiene su obra ya es sabida en esta plaza, ya ha dado toda la emoción que tenía que dar y, como la alegría de la juventud no se aprecia más de dos veces por los tendidos, hay que desear que Oliva Soto vuelva pronto, esta vez envuelto sólo en los dones que tiene para el arte de torear.

Si el primer toro fue la esperanza, el resto del encierro fue todo convencimiento. Convencimiento de que la tarde era gris y el comportamiento de los toros afín al aburrimiento. Lo intentó Nazaré en su segundo al que arrancó una tanda de naturales larguísimos y lentos, hasta que el toro no dio más de sí. Con su quinto, manso de libro y peligroso sólo pudo dejar un arrimón y unas manoletinas testimonio de su disposición.

El mexicano Diego Silveti, lo puso también todo en su primero al que bajó la mano en una gran serie de derechazos. Toreó lento y con mucha honestidad Silveti a este toro, al que pinchó después de una ajustadísima serie de bernardinas.

En el último e insoportable sexto de la tarde, Silveti sólo pudo dejar un gesto que da fe de que sus genes nadan en la arena. Tras un tropezón y con la mirada fría puesta en el toro que iba a embestirle se zafó de la cornada con un elegante arreón de la muleta a la izquierda.

La plaza, en la modorra ya, supo apreciarlo y lo aplaudió. También se rió mucho cuando a un subalterno el toro le arrancó el capote y se lo devolvió en las manos de un testarazo. Y es que, en el fondo, la gente que va a los toros es algo infantil y, en días así, uno piensa que menos mal.


©Oliva Soto en el primer toro. PÉREZ CABO/El País. Nazaré remata con un pase de pecho/EFE. Lance de capote de Oliva Soto.Esther Lobato/El Mundo.


Sevilla Temporada 2012.

sevilla_140412.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)