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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Lunes, 16 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Conde de la Maza (de diferente presentación y juego desigual; mansos en general; los mejores, 2º y 6º).

Diestros:

Luis Bolívar. De rosa y oro. Pinchazo, estocada (silencio); estocada (saludos desde el tercio).

Salvador Cortés. De obispo y oro. Media estocada (saludos desde el tercio); media estocada caída (silencio).

Joselito Adame. De blanco y plata. Municipal (saludos desde el tercio); estocada en su sitio (oreja).

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado, fresco y con rachitas de viento.

Entrada: más de media plaza.

Crónicas de la prensa: Hoy, El Correo de Andalucía, La Gaceta, ABC, El Mundo, COPE, Diario de Sevilla, El País, La Razón, Marca.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La del Conde de la Maza mala como casi siempre, mansa sin romper ni entregarse. Lo ha reconocido el propio ganadero. Pero con una diferencia con las otras que dicen aún menos y se va uno de la plaza cabreado. En las del Conde si un toro mete la cabeza o un torero se planta firme, lo que le haga vale por cuatro. Así le ha pasado hoy al mexicano Joselito Adame en su debut en Sevilla. Como le pasó a Parada cuando resucitó en el 89 con un condeso. Y sin necesidad de cortarle oreja. Los tres toreros de hoy estuvieron por encima de sus enemigos. Decidido y valiente el colombiano Bolívar, muy dispuesto Salvador Cortés sacando los naturales que pudo al segundo. Y el de Aguascalientes -alguien se lo gritó al empezar la faena- estuvo hecho un tío. Sí señor, vaya debut en la Maestranza. qué ganas, qué raza, qué entrega. Mereció el premio sólo por eso. Y viendo en el archivo de nuestra web me encuentro que el gran Carlos Arruza debutó en Sevilla en el 44 y cortó una oreja. Pero que el mejor debut de la historia de la Maestranza de un mexicano fue el de Curro Rivera. Se presentaba en Sevilla y cortó tres orejas a dos toros de Bohórquez saliendo por la Puerta del Príncipe. Era el 18 de abril de 1971 y alternó con Victoriano Valencia y Curro Romero, que cortó una oreja. En fin, suerte en su carrera a este “hidrocálido”, así es el gentilicio de su ciudad. La anécdota del festejo fue que por fin apuntilló el cachetero Lebrija, después de no sé cuanto tiempo, y los falló los dos. Mañana seguimos con toros difíciles y emoción. Esto es para valientes.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: la sorpresa mexicana

La tarde tuvo un protagonista destacadísimo por entrega, temple, compostura e inteligencia. Participó en todos los quites con una preclara noción de la medida y supo elegir siempre los terrenos más adecuados antes ejemplares que no se lo pusieron fácil. Adame, ante el segundo de la tarde, interpretó las chicuelinas con mucha despaciosidad y, hubo una, lenta, suave y ritmada como el deje mexicano. Sus delantales al quinto sobresalieron por su perfecto balanceo de brazos, por su juego de muñecas y por ganarle siempre un paso hacia delante, lo que favorecía que la embestida estuviese casi obligada. Las lopecinas del sexto fueron un canto a la perfección. Calculó milimétricamente las distancias, jugó con las querencias y ajustó unos capotazos de adorno que están en el límite de lo que, si no sale bien, la guasa sevillana define con sorna como reolina… Este rico y salpimentado abanico de lances con la capa fue el preámbulo de una faena inteligente, pulcra en ocasiones, bien planteada siempre, decidida de principio a fin y adornada con la virtud de la cadencia. Joselito Adame se puso de verdad con la izquierda y, ante un manso rajado que no quería pelea, le acarició, le mimó y hasta le susurró cada uno de los naturales. Con la diestra fue otro cantar: le dejó la muleta en la cara, se quedó clavado en los mismos terrenos y aprovechó los medios viajes del cuatreño, que estaba loco por encontrar el refugio de las tablas, para ir hilvanando un par de series de mucho fondo. La estocada corroboró el premio ganado con un pulso de cirujano y la inteligencia de un científico.

Lo peor: la variedad de la mansedumbre

El Conde de la Maza presentó un muestrario de toros mansos en sus distintas versiones. Estuvo el manso peligroso, que arreón tras arreón, quería coger hasta que no pudo y se rajó. Vimos al toro huidizo, el manso como una burra, el que sin chicha ni limoná se espanta de su sombra, se hace media Maratón y cuando se aburre decide echarse para entregar su alma noble y cándida al paraíso de los justos. También apareció por los chiqueros el lavadito de cara y escurrido de carnes, ése, que si es de otra ganadería que yo me sé… lo protestan hasta el día del juicio final… Y finalmente, y menos mal, el epílogo lo protagonizó un ejemplar facilón, que con la cara a la altura de Dios, iba y venía como el que no quiere la cosa. ¡En la variedad está el gusto!

Hoy

Por Víctor J. Vázquez. ¡Qué viva Aguascalientes!

Cualquier cosa que hubiese pasado en la plaza, esta crónica hubiese tenido que empezar hablando del miedo de Joselito Adame. Finalizaba Cortés su faena al segundo de la tarde y Joselito Adame empezó a tiritar como un chiquillo. Todos los que podíamos verlo nos olvidamos de repente de lo que sucedía en el ruedo sin poder dar crédito a aquel imparable temblor. Con la cabeza pegada al burladero, casi comiéndoselo, Adame vibraba y vibraba haciéndonos pensar que era imposible que aquel niño enclenque podría pisar el ruedo y ponerse delante de la cara de todos sus temores.

Pero lo hizo. Joselito Adame besó la virgen que lleva bordada en el pozo de su montera y piso el albero, agarrado con fe a su pequeñísimo capote. Y fue entonces cuando todos nos acordamos de cuántas veces habíamos quedado dentro del burladero ante miedos mucho menores que aquel al que se iba a enfrentar el torero esta tarde. De ese pavor Adame no puede avergonzarse, ese pavor es el presupuesto ético del toreo. Su escuela sobria de vida que diría Gómez Pin.

Después de esta lección ética del mexicano vino la estética. No ha tenido suerte este torero que ha lidiado los peores toros de la tarde. Su primero era un espanto, o mejor dicho, un 'espantao', un animal manso y asustado de todo que casi no hubo forma de llevarlo al caballo. Aun así, Adame empezó a caminar con verdadero sentimiento estético de la vida, es decir, con sentimiento estético del toreo.

Anduvo despacio, tanteó lo inútil con delicadeza, con responsabilidad sobre su traje y sus armas, y dejándole muy bien la muleta en la cara le sacó cuatro derechazos por derecho a un animal que había que levantarlo del albero a cada tanda. La estocada indecentemente atravesada fue bien protestada por los tendidos.

Luego vino su quite al quinto, por lentísimos delantales y después su turno para salvar la tarde. Manso como toda la corrida, querencioso y falto de clase, Adame se encontró con el toro y despertó al público con un bello y ajustado quite por lopecinas. Tardaba el toro en repetir, pero en el toreo es importante el tiempo, mantener la forma intacta en la esperanza de la embestida. Y así abrió faena Adame con unos escalofriantes estatuarios para que todos supieran que el niño del pavor venía a comerse la tarde.

Se fue a los medios y allí dio una lección de como se hace repetir a un toro manso,dejando la muleta en el morro del animal para llevarlo y traerlo con mimo. Remató cada tanda con la delicadeza de quien se sabe autor de una obra frágil. Aquello era intoreable, sí, pero lo toreó. Le quedaban tres torpes embestidas al toro y Adame lo vio, puso los pies juntos y cruzadísimo le sacó tres contados naturales. Se lanzó como se lanzan los hambrientos de gloria y enterró su espada en el hoyo de las agujas. El trofeo es lo de menos, Adame ha confirmado ayer lo que se le pedía confirmar, que es un torero.

Salvador Cortés y Bolívar eran en el callejón toreros mucho más tranquilos. No podía ser de otra forma pues ya están curtidos en este mundo. Ser matadores de toros es su forma de ser en el mundo. Salvador Cortés encontró el sitio y el pitón a su primero de la tarde al que arrastró con varias tandas de largos naturales que terminaban con el torero descomponiendo la figura para dar el de pecho. Agotado este pitón que era el bueno, manteó al toro con la derecha ya con el sitio perdido.

En ese mismo mundo de oficio adquirido e indefinición se movió ayer el colombiano Bolívar que pareció haber cumplido el expediente con varias tandas de derechazos a su segundo, todos ellos acelerados y descompuestos y siempre al hilo del pitón. Pero el torero, el gran torero que puede ser Bolívar no se reconoce en tardes como esta. Seguramente él hoy no se gusta y si se gusta, malo.

Empezaba su faena de muleta al último toro Joselito Adame y un acento mexicano retumbo en la plaza proclamando con justicia ¡qué viva Aguascalientes! Pues sí, que viva esa ciudad que es lugar sagrado del toreo de nuestra época y que vuelva pronto Joselito Adame con todos sus temores a hacer de nuevo el paseíllo en la Maestranza. Él tuvo ayer sentimiento ético y estético del toreo. Él se lo merece.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Calor hidrocálido en fría tarde

Joselito Adame que, aunque lleva un lustro de alternativa, cuenta con tan sólo 23 años, debutaba en Sevilla. Una inoportuna enfermedad le frenó en los inicios de su carrera. El caso es que el diestro mexicano pudo, por fin, estrenarse en la Maestranza. Y aunque los toros no fueron propicios, el hidrocálido -natural de Aguascalientes- aportó el calor en el cierre de un festejo frío, debido a una mansada superlativa marcada con el hierro de Conde de la Maza.

El espectáculo se había desenvuelto en una auténtica ciénaga apestosa de mansedumbre. Pero el sexto toro, Puritito, al menos persiguió las telas, aunque fuera sin clase. Joselito Adame le dio siempre ventajas. En el capote, por ejemplo, aprovechó su movilidad para sorprender con un quite por zapopinas -creación del mexicano Miguel Martínez El Zapopán-, que popularizó en España Julián López El Juli, con el apelativo de lopecinas.

La faena de muleta tuvo la virtud de una buena estructuración y medida. La comenzó con pases por alto a pies juntos; en los que, en uno de ellos, el toro estuvo a punto de clavarle sus dagas en el vientre. El pequeño gran Adame dejó sin respiración al respetable. Luego, sin rodeos, se fue a los medios, se echó la muleta a la mano izquierda y engarzó una muy buena serie al natural. Con la zurda, nueva tanda con muletazos templados. Con la diestra aderezó su primera tanda con una trincherilla que fue coreada. Tras un desarme, la faena volvió a crecer en intensidad, con un pellizco en el corazón, cuando el mexicano desgranó naturales de frente y a pies juntos, que rememoraron al maestro Manolo Vázquez. Lástima que durante la faena, Puritito, apenas humillara y saliera casi siempre con la cara alta de las suertes. Adame, que también dejó pinceladas de torero con gusto, brilló con destellos preciosos, como un par de maravillosos pases del desprecio. Después de su preciosa faena, ganó un trofeo a ley tras un volapié contundente y de efecto rápido.

Con el mansísimo y descastadísimo tercero, que se echó en más de una ocasión a mitad de la lidia, Adame cumplió, con el contrapunto de una estocada que asomó por el costillar, tras un trasteo que brindó a su mozo de espadas. El toro rehuyó la pelea en varas reiteradamente. La presidencia no lo condenó a banderillas negras y el animal se dolió en este segundo tercio. Cuando llegó la suerte suprema, tras el juego del manso, algún espectador pidió al diestro, con suma guasa, que no lo matara y gritó: “¡Déjalo para semental!”.

Luis Bolívar concretó en conjunto una buena actuación. Con el que abrió plaza, un astado manso, peligroso y ágil de cuello, se jugó el pellejo, soportando varios gañafones. Y con el cuarto, manso y con peligro, tragó lo indecible hasta robar algunas tandas bien elaboradas, con la diestra, junto a tablas. Trasteo firmado con una estocada de categoría.

Salvador Cortés se las vio en primer lugar con un manso, que aunque no humillaba en la muleta, acometió con repetición por el pitón izquierdo. El de Mairena del Aljarafe, que brindó su labor al ganadero Gabriel Rojas, se vació en varias tandas, con muletazos de distintas calidades, por el pitón reseñado. Destacaron algunos pases de pecho y trincherillas.

Ante el complicado y deslucido quinto no sucedió nada destacable en el trasteo.En la horrible mansada de Conde de la Maza, a punto de congelar nuevamente el espíritu y las esperanzas de los aficionados, un hidrocálido debutante, Joselito Adame, aportó el calor de su templado toreo en la Maestranza.

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El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. La sorpresa llegó de México

La corrida tenía aires internacionales aunque la combinación de matadores parecía más apropiada para otros lares que para estas tardes de preferia que están siendo las más frías y desapacibles que se recuerdan en muchos años. Y si un colombiano, un español y un mexicano se habían acartelado en la plaza de la Maestranza para hacer un canto a la internacionalidad y universalidad de la Fiesta más culta del mundo, tuvo que ser el jovencísimo diestro azteca, que debutaba como matador en Sevilla, el que se llevara el gato al agua gracias a su enorme predisposición pero -sobre todo- a sus grandes cualidades para funcionar en el toreo.

Para él fue la única oreja del festejo, una oreja que se sobrepuso al preocupante fondo de mansedumbre del encierro del Conde de la Maza, fija cada año en el elenco ganadero abrileño. Pero Adame había salido verdadera y sinceramente dispuesto. Y así lo demostró con el precioso capuchino que hizo tercero, un toro que parecían haber sacado de esas viejas crónicas decimonónicas y que huyó hasta de su sombra en el primer tercio. Para completar el aguafuerte faltaron las banderillas negras que debieron rubricar una mansedumbre de libro que se reafirmó con su huida a chiqueros después del tercio de banderillas. Pero Adame se puso de verdad -seguro, solvente y capaz, siempre muy bien colocado- y le extrajo un puñado de muletazos de excelente factura que hicieron romper al toro hacia adelante. Parecía que había faena pero, inesperadamente, el bicho rodó por el suelo afligido por algo más que su pasmosa mansedumbre y ahí se acabó la fiesta.

Pero a Joselito Adame le quedaba el sexto aunque a esas alturas la mayoría de los paganos andaban locos por coger el paseo de Colón y meterse algo caliente. El personal se despertó definitivamente cuando el matador mexicano le enjaretó, gota a gota, un vistoso quite por lopecinas que remató con un recorte improvisado por el viento. La faena fue iniciada por estatuarios antes de tomar la mano izquierda en los mismos medios y sin una sola duda a la vez que arrancaba la música. No le importó a este Joselito del otro lado del charco que el toro del Conde de la Maza amagara con distraerse en cada pase. Supo sujetarlo a base de temple y buena colocación y torearlo con una sorprendente solvencia que se elevó de tono con una gran serie diestra abrochada con un sensacional trincherazo. La gente, por fin, estaba calentándose en los tendidos y la faena estaba hecha. Un final a pies juntos y una estocada suficiente fueron el mejor remate para este esperanzador trasteo que también eleva el papel de un joven diestro al que hay que tener muy en cuenta.

Moveremos ligeramente el globo terráqueo sin cambiar de continente. Abría este cartel de aires ecuménicos el colombiano Luis Bolívar, que tuvo que pechar en primer lugar con un voluminoso pero poco aparatoso ejemplar condeso que manseó con aire bronco desde que salió por la puerta de chiqueros. Cuando cogió la muleta le atizó un puñetazo en la hombrera a las primeras de cambio y se frenó siempre en los engaños, sin humillar nunca, con escasísimo recorrido y muy malas ideas. Bolívar estuvo delante más tiempo del recomendable y del que aconsejaba la paciencia de los espectadores.

Pero el diestro colombiano, que ya va sumando trienios sin que se produzca el despegue definitivo, se pudo desquitar en parte haciéndolo todo con el manso ejemplar que salió en cuarto lugar. Supo taparle siempre la puerta y atacarlo en tiempo y forma para arrancarle un buen puñado de muletazos que lograron calentar los tendidos en una nueva tarde gélida. Ahí lo hizo todo el colombiano y el público se lo supo agradecer.

Cambiando de orilla y de océano, hay que recordar que el sevillano Salvador Cortés tuvo en sus manos el ejemplar más bonancible del envío del Conde de la Maza. Fue el segundo y se dejó con franquía y cierta clase por el pitón izquierdo con algunas intermitencias aunque por el lado derecho no tuvo ni un solo pase. Cortés se templó de más a menos, especialmente en la más empacada primera serie, pero el trasteo no terminó de coger vuelo definitivo a la vez que se deshacía el acople inicial y se iba desinflando la embestida del toro del conde, al que le faltó un punto de duración y fue, con mucho, el más potable del mansísimo envío de ayer. Con la faena casi vencida, Salvador aún fue capaz de subir el nivel con un natural cambiado y uno de pecho sin enmendarse. Pero no fue suficiente

Con el quinto, uno de dos los peores de un mal encierro, cabían pocas opciones. Lo mejor de su lidia corrió a cargo del gran picador Carbonell, que lo aguantó con autoridad en un primer puyazo y le recetó un segundo de enciclopedia que debe contar para los premios. Cortés lo echó abajo de media muy desprendida después de esbozar una faena imposible por las tarascadas y el mal estilo del enemigo. Seis menos.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Joselito Adame corta una oreja sobre la campana

El ruedo se hallaba en mejores condiciones que días pasados, con el albero más compacto y no tan suelto. La tarde de rejones había sido una playa. Este lunes regaron, lo que también ayudó. La corrida del Conde de la Maza ya apuntó a la muerte de tercero su composición en escalera. El deceso del toro se produjo antes de hora, pues estaba muerto en vida. O lo que le quedaba de ella, porque de uno de los encuentros con el caballo, allí donde tenía la querencia, salió sangrando a chorros. Joselito Adame lo templó muy bien sobre la mano derecha en una serie que a la postre sería la única. El toro se encogió y se echó. Ya nunca se repondría y volvió a tumbarse agonizante. Entre la hemorragia y la mansedumbre se fue al limbo, y no fue capaz de sacar fuerzas para repetir la forma de meter la cara de aquella tanda que resumió la faena.

El toro anterior había estado en las antípodas de hechuras con sus 589 kilos y su rematada y apretada culata. Engatillado por delante, Adame le descubrió en una luminosa chicuelina de mano bajo el pitón izquierdo. Salvador Cortés también lo vio y en seguida se puso al natural. Quince tuvo el toro. Y quince le dio Cortés de largo recorrido, cuyo trazo superaba una finura imposible. Refrescó la cosa sobre la mano derecha, pero la embestida era otra. Y poco más hubo que hacer. Lo mató de una estocada corta y, como Joselito Adame, saludó desde el tercio.

Luis Bolívar había pechado con un mulo de hechuras y fondo que a las primeras de cambio le puso los pitones en el corbatín, así, en el tercer muletazo del prólogo. No humilló nunca, pero Bolívar a su altura y con entendimiento le dio alegría sobre la mano derecha. Lo que duró. A izquierdas se paró el bicho a plomo. Al cuarto, ensillado de salida, badanudo y manso también le buscó las vueltas para darle fiesta en la querencia, pegado a tablas, bajo el Tendido 9. Otra vez sobre la derecha. Incluso llegó a arrancar la música, justo cuando el colombiano cambió a la zurda chunga del toro. Un desarme cortó el entusiasmo para volverlo a recobrar en redondo. Lo mató con cabal rectitud y fue obligado a salir al tercio.

El quinto, cinqueño como tercero y cuarto, salió para confirmar no que aquello fuese una escalera, sino que cada cual era de su padre y de su madre. Igualados sólo en la mansedumbre. El playerote ejemplar le sirvió a Adame para aprovechar su turno de quite por vistosos delantales. Lo picó en orden Carbonell. Embistió como un moruchote, correspondiendo a su expresión. Le molestaba la muleta delante y se la quitaba con un calamocheo que hubiera hecho sonar el cencerro. Ni agresividad hubo. Abrevió Cortés mientras se incrementaba el viento.

Joselito Adame bordó al simplón sexto un quite por zapopinas de perfecta coordinación y ejecución. Limpio el giro y el lance y airoso el remate cuando se quedó con el capote a la espalda. Abrió faena por estatuarios y sacó una ovación con el broche del pase del desprecio. Pronto la izquierda para trazar el natural sobre la nobleza insulsa y de final de viaje distraído. Listo Adame para ligar el redondo sin quitarle la muleta de la cara. Tiempo entre series. Eso duró el funo a su aire para rajarse en inoportuno desarme. Agarró una buena estocada. Y cortó una oreja sobre la campana.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/>Por Fernando Carrasco. Joselito Adame vence a la mansada en la Feria de Abril

Fachada es lo que tuvieron los del Conde de la Maza. Una corrida larga, muy bien presentada, con un tercero precioso —para colgar la cabeza como trofeo— pero mansa y desrazada. Una pena que la corrida quedase solo en eso, en presencia. No querían batalla los de «Arenales». Menos mal que Joselito Adame nos dejó el buen sabor de boca ante el sexto, que embistió algo mejor que sus hermanos.

Joselito Adame, que se presentaba como matador, dejó como tarjeta de visita un quite por chicuelinas de mano baja al segundo de la tarde. Su primero, un impresionante cárdeno con dos puñales, fue el más manso de todos, huyendo hasta de su propia sombra. Aún así, Adame comenzó doblándose de forma muy torera para enjaretarle una sentida serie diestra, en la que se gustó en redondos de mucha plasticidad y enjundia. Pero, en cuanto el del Conde se vio superado, se acobardó por completo y se echó. Increíble el comportamiento del animal. Lo intentó de nuevo Adame pero el astado dijo que ya ni uno más, para irse a tablas y, de nuevo, echarse. Desrazado y acobardado por completo. Lopecinas para el recuerdo

Al que cerró plaza le dejó un quite por lopecinas para el recuerdo. Vino con muchas ganas este Adame, que brindó al respetable. Se la jugó sin cuento en unos estatuarios ajustadísimos, rematados con un extraordinario pase del desprecio. Muy bien el mexicano, que le dio distancia a su oponente y, al natural, le hilvanó una tanda majestuosa. Sin humillar del todo, Adame supo sacarle todo el partido por ambos pitones. Estuvo pinturero y a la par valeroso para tragar en las embestidas con la cara a media altura de «Puritito», que finalmente claudicó. Buena la estocada. Una oreja de ley por cómo planteó y resolvió la situación.

Luis Bolívar se las vio con un primero que echó el freno de mano al entrar al percal del colombiano. Se le coló a las primeras de cambio en la muleta. El condeso, un tranvía de largo, pasaba pero sabía lo que se dejaba detrás. Estuvo firme el torero pero el animal no humillaba y se revolvía en los de pecho, quedándose debajo en el toreo a izquierdas. Vamos, nada de nada.

El cuarto huyó lo mismo que el resto de sus hermanos. Y puso en apuros a los banderilleros. Otro regalito por manso que en la muleta hacía que el ¡huy! brotase de las gargantas del público, que veía cómo se vencía y le avisaba. El colombiano estuvo en la cara, no rehuyó la pelea y le buscó las cosquillas a «Greñito», que acabó como casi todos los demás: buscando las tablas. Ahí se impuso el torero, robándole literalmente los muletazos. Incluso sonó el pasodoble como reconocimiento a su meritoria labor.

Salvador Cortés se estiró a la verónica ante el primero de su lote. Se quiso quitar el palo cuando sintió el hierro y llegó al tercio final con la cara arriba. Pero el de Mairena del Aljarafe enseguida cambió la muleta de mano y sobre la zurda dejó tres series, tres, que se escribe pronto, en las que ligó, bajó la pañosa y le dejó naturales de buen trazo. Tuvo veinte embestidas —las mejores de toda la tarde—, en las que Cortés incluso llegó a gustarse en algunos momentos, pero no redondeó faena. Las mismas malas cosas hizo el quinto, con el que alargó sin sentido su trasteo.

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COPE

Por Sixto Naranjo. Joselito Adame entra en Sevilla

Por actitud, oficio y resolución, quizá el más diestro mexicano más ‘españolizado’ ha entrado este lunes en Sevilla. Joselito Adame ha logrado conquistar el único trofeo del lunes de preferia tras cuajar una faena que si bien no tuvo una gran rotundidad, sí tuvo la intensidad y expresión necesaria para calar en los tendidos maestrantes.

Desde el quite por lopecinas hasta la estocada final, Joselito Adame ha sido todo entrega. Comenzó su labor con estatuarios ligados a un pase del desdén que hizo entrar definitivamente al público en la faena. Después a izquierdas, templando y tirando del toro que comenzó a salir distraído de la suerte. El astado pareció acabarse pero Adame aún sacó una tanda en redondo ligada y limpia y otra, de uno en uno, al natural a pies juntos. La espada viajó algo desprendida pero la afición sevillana quiso premiar a un joven torero que viene a ratificar el buen momento de diestros mexicanos que están conquistando España poco a poco.

El resto de la corrida vino condicionado por el escaso juego de la corrida del Conde de la Maza. Encierro muy desigual de presencia, con animales de feas hechuras, y que en cuanto al comportamiento tendió más hacia el genio en muchos casos que en la entrega encastada.

Joselito Adame, antes del sexto toro, enlotó un animal que se echó tras una primera tanda a derechas de buen trazo. Desde entonces fue un querer y no poder. A cada serie, el toro daba con su anatomía en el albero.

Buena impresión también dejó toda la tarde el colombiano Luis Bolívar. Su primero, cariavacado y bien picado por Luis Miguel Leiro, se movió desacompasado en los primeros compases de la faena y terminó agarrándose al piso. El colombiano se mostró serio y firme, sin volver nunca la cara.

Esa imagen la acrecentó Bolívar en el cuarto, un toro geniudo al que a base de tragar y presentar siempre la muleta por delante, logró atemperar y robar varias tandas de mérito. Sin embargo, un inoportuno desarme hizo que la banda cesase en la música. Ya se sabe cómo es Sevilla en ocasiones. Se fue tras la espada con rectitud dejando un contundente volapíe. La ovación que saludó fue digno reconocimiento a una actuación de torero maduro.

También lo fue la del sevillano Salvador Cortés con el segundo, el toro que mejores hechuras lució. El animal del Conde de la Maza fue el que ofreció las embestidas más nobles de la corrida. Especialmente por el pitón izquierdo. Lo vio Cortés rápido, que fundamentó por este lado la primera mitad de la faena, corriendo la mano con seguridad y aplomo. Pero se pasó de faena, el toro fue a menos, y con ello se perdió parte de la intensidad inicial.

El quinto fue un toro muy deslucido que no sirvió ni para un arrimón. Salvador Cortés se afanó en un cuerpo a cuerpo contra un toro que nunca quiso seguir las telas, por lo que el lucimiento fue imposible.


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EL PAÍS

Por Antonio Lorca. Vocación de triunfo

Debe ser la vocación, sin duda, lo que sostiene el ánimo de estos toreros que se juegan literalmente su futuro en tardes como la de ayer y ante toros insufribles como los del Conde de la Maza. Debe ser la fe en sí mismos, la necesidad imperiosa del triunfo, la carta a doble o nada ante el espejo de sus propias vidas. Si no es así, no es posible entender la disposición, el espíritu indomable y el esfuerzo que derrochan para sacar agua de ese pozo sin fondo que es la ausencia de bravura y de raza. No debe ser nada fácil jugarse los muslos a sabiendas de la dificultad que entraña un triunfo que se presume difícil y lejano.

Pero así son estos toreros. Por eso, aunque no se vislumbre ese éxito de clamor que todos desean, son capaces de trasladar la emoción del valor a los tendidos y ganarse el respeto y el honor que merecen quienes de verdad ponen la vida sobre el tapete para ganar la gloria.

Ahí está el caso de Luis Bolívar, a quien su primero, un toro negado para la embestida, le puso los astifinos pitones en su mismo cuello al segundo muletazo por bajo. Y ni se inmutó el torero. Y ante el cuarto, otro manso complicado, que acudía al cite con dificultad extrema, lo exprimió a base de un toreo acelerado y poco asentado, porque así lo exigían los defectos del toro, pero cuajado de voluntad de ganarle la partida a su oponente. Fue la suya una labor de menos a más, no artística, pero sí emotiva. Obligó al toro a embestir y a la banda a arrancarse con un pasodoble, y se ganó el favor del público. Casi nada… Su gran mérito es que estuvo muy por encima de su complicado oponente. Y llegada la hora de matar se encunó con toda la fe de la que le era posible y dejó una magnífica estocada, -quizá un pelín caída- que corroboró su plena vocación de triunfo.

Caso similar es el de Joselito Adame, un mexicano que ayer se presentaba en la Maestranza. Para que el cuerpo le fuera entrando en caja le tocó, en primer lugar, uno de los toros más mansos que uno imaginarse pueda. Huyó despavorido de capotes y caballos y llegó a la muleta agotado de tanta cobardía. Aun así, Adame se plantó, lo enganchó con la mano derecha y dibujó una preciosa tanda de muletazos henchidos de sabor. Ahí acabó todo porque el animal se despanzurró en la arena. Mató mal porque el estoque asomó por los costillares y, a pesar de ello, salió a saludar. Y eso no está bien, ni en México ni aquí. Aprovechó, después, la muy escasa nobleza del sexto con un elegante quite por lopecinas, unos estatuarios solemnes, una tanda de naturales hondos y unos derechazos de buen trazo. La oreja resultó excesiva, pero no la disposición para el triunfo.

Y Salvador Cortés quedó inédito. Vocación le sobra, al igual que alivio y toscas maneras. Dio muchos pases, pero faltó mando, temple, colocación y buen gusto. Su lote tampoco valía nada, pero esa fue la impresión que quedó en la plaza.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Las zapopinas de Joselito Adame

Es posible que lean que fueron lopecinas, pero su verdadero nombre son zapopinas. Es el quite que Joselito Adame realizó en el sexto y que sencillamente bordó. Estos lances los popularizó El Juli en sus comienzos, cuando el torero madrileño era un prodigio de variedad. Importó de México este quite y le llamó lopecinas, su apellido. En realidad, es un quite conocido en México y que tiene nombre: zapopinas, en honor de la tierra natal de Miguel Ángel Martínez que las instrumentó por primera vez. Martínez las llamó así en honor de Zapopán, la ciudad en la que había nacido.

A Joselito le salieron bordadas, limpias y airosas, perfectas de ejecución y remate. La plaza reaccionó con la alegría que provoca el toreo bien hecho. Un lance que puede parecer accesorio pero que bien realizado se convierte en una obra de arte.

Adame estuvo sembrado toda la tarde. Su disposición quedó plasmada en un detalle: realizó tres quites, uno por chicuelinas, otro por delantales y el citado por zapopinas. Fueron los únicos quites de la tarde. Era la demostración de que venía a buscar el triunfo con todas sus ganas.

No sólo se lució en los quites. Toda su labor fue un compendio de entrega, capacidad y valor. Siempre aparece el valor como elemento necesario para el triunfo. Cuando un torero sale tan dispuesto, por lo general llega la recompensa.

El tercero le dejó dibujar apenas una tanda. El manso, como casi toda la corrida del Conde de la Maza, embistió a la muleta del mexicano porque la dejó colocada y la meció con temple. Pero la desgracia acechaba y el toro comenzó a mostrar datos de estar enfermo o vaya usted a saber lo que le pasaba. Se derrumbó, se levantó conmocionado, volvió a claudicar, el toro no era ya apto para el toreo. La miel en los labios.

Después de las zapopinas, Joselito se enfrentó al sexto con decisión. El toro fue menos manso que sus hermanos, demostró nobleza aunque nunca humilló. Para el azteca ese detalle no importó. Dejó la franela colocada para tirar del animal con temple, valor y buen gusto. El comienzo había sido escalofriante. Tres estatuarios y un pase del desdén preciosos. En uno de ellos el del Conde lamió la pequeña anatomía de Joselito, que se quedó quieto como una estatua. Fue impresionante. Ahí comenzó a cimentar su triunfo. El toro se rajó al final, mas no importó, le buscó las vueltas y sólo un desarme por la izquierda le restó valor a su faena. La firma de la estocada dio paso a una oreja que se antoja como muy merecida por el conjunto de su tarde.

Se oirá hablar mal de la corrida del Conde de la Maza, porque es cierto que hubo mucha mansedumbre. Sin embargo, por presencia pocas pegas hay que poner al encierro. Los toros lidiados en números pares se dejaron torear. No fueron reses fáciles, casi siempre llevaron la cara a media altura, pero cuando los toreros se pusieron de verdad y le dieron distancia, los citados toro segundo, cuarto y sexto se dejaron torear. El viento presente obligó a torear en los terrenos de tablas. En el centro, alguno hubiera lucido más. Lo malo fue que los impares, primero, tercero y quinto, fueron mansos y de escaso juego.

Es decir, que cada torero tuvo un toro posible. El de Salvador Cortés fue el segundo, justo de fuerzas y con un buen pitón izquierdo. Por ese lado hubo algunos muletazos de trazo largo y templado. Se dejó enganchar por la derecha, volvió a la zurda y la faena no cogió el vuelo deseado.

Con el quinto, muy parado y siempre detrás de la mata, su faena no tuvo ningún relieve. Salvador insistió a sabiendas que allí no había nada que lograr de mérito. Le queda otra corrida; es otra posibilidad. Con la del Conde tuvo un toro que no pudo aprovechar.

También el colombiano Luis Bolívar se enfrentó a otro toro posible, el cuarto. Por hechuras era de los elegidos. Fue manso, recorrió la plaza huyendo de todos, puso en aprietos a un buen banderillero como Gustavo García «El Jeringa» y acabó metiendo la cara por el lado derecho con ciertas posibilidades de triunfo. Bolívar no salió del tercio, cuando se intuía que en el centro el animal podía ser más franco, pero a esas alturas de la tarde corría el viento y ello no animó al colombiano a cambiar al toro a otros terrenos. Hizo un esfuerzo por el lado derecho, robó pases de factura desigual, pero al final quedó su ánimo y no la intensidad de su faena.

La tarde acabó bien con ese pequeño mexicano feliz con su preja. Me quedo con sus zapopinas y con los estatuarios, uno de ellos de un valor descomunal.

La Gaceta

Por José Antonio del Moral. Joselito Adame salva una insufrible mansada

Los pocos que acudimos a la plaza lo hicimos cual corderitos camino del matadero. Pero lo peor es que nos esperan dos tardes parecidas. Los abonados que creían iban a poder revender sus entradas, ni las pueden regalar porque nadie quiere pasar tantos tormentos seguidos. Por lo menos ayer subió algo la temperatura. Pero como cada tarde, esperamos que algún toro del Conde de la Maza arreglara el fiasco previsto, que, a quien le tocara medio lo entendiera y que nadie resultara herido. Lo consiguió el mexicano Joselito Adame que anduvo toda la tarde dispuesto y hasta artista. Cortó una merecida oreja del sexto toro. Luís Bolívar y Salvador Cortés hicieron lo poco que pudieron

Un feo galafate más largo que un tren abrió plaza y, enseguida, se emplazó en los medios. Huyó del capote de Luís Bolívar hasta que lo fijó perdiendo las manos y renqueando de patas. Mal empezamos. El marrajo se frenó en seco y echó la cara arriba al querer embestir, pero cumplió en varas manseando ostensiblemente. Esperó y se dolió en palos. Quien quiera saber las señas de identidad de un manso, este lo fue de libro. Al pobre Bolívar casi lo degüella al tercer intento de que pasara por el lado derecho. Luego le pegó varios en tres tandas a duras penas con el viento soplando. Ganas y valor, sí que tuvo colombiano que hasta se atrevió a ponerse por el lado izquierdo sin lograr ni uno largo. Menuda prenda. Afortunadamente, lo mató pronto.

Tal cual el cuarto. No es cosa de repetir lo mismo. Al menos de lo que hizo en los primeros tercios aunque a éste le pegaron en varas tapándole la salida. Bolívar no pudo aquietarse en casi ningún pase en el arranque de la faena y algo más en la porfía con que siguió sin más resultados que algunos redondos en tablas donde el rajado animal embistió un poquito mejor. Mató con decisión.

Salvador Cortés lleva años persistiendo en seguir como matador de toros. Hace mal porque, a estas alturas, ya habría ganado más dinero de banderillero y, a lo peor, cuando se decida, se le habrá pasado el arroz. El segundo toro metió la cara en el capote y Cortés se estiró. Pero enseguida miró a la hombrera del torero y se dolió en varas con ruido de estribos. Adame se atrevió en un quite por chicuelinas con gráciles remates. Faena: nada por el derecho. Pero sí y noble por el izquierdo. Bien pero vulgar, aclaro. Mejoró en la tercera tanda. Medios pases en redondo y buenos de pecho con la zurda tras cambiarse de mano. Cuando quiso dar más naturales, el toro ya había dado lo bueno que llevaba dentro. Media estocada.

El también manso quinto al menos empujó en el caballo. Adame volvió a lucirse en su quite por delantales. Cortés inició la faena más animoso que el toro. Pero no pudo continuar como quiso porque el bicharraco tardeó, se quedó corto y no humilló una sola vez. La infructuosa porfía de Salvador no pasó de su buena aunque torpe voluntad.

El cárdeno tercero de imponente fachada huyó de su sombra al salir. Joselito Adame se fue a los medios para fijarlo, pero tuvo que irse a tablas, querencia marcada por el marrajo que no cesó de barbear por los tableros y no quiso coles con los montados por lo que le dieron a la carambola. Otro manso integral en los primeros tercios que, sin embargo, rompió a embestir por la lado derecho y muy bien solo que sin fuerza. Adame lo toreó con temple y donosura, bien colocado y con la muleta por delante. Pero el toro empezó a remolonear y se echó a la arena por absolutamente descastado. Adame lo mató muy bien.

La tarde terminó con otro de la misma y mansa condición aunque éste medio se dejó aunque sin convicción. Ya estábamos hasta la coronilla del paupérrimo festejo. Salvo Adame, que hizo un precioso por quite por lopecinas. Y, tras brindar, nos regaló estatuarios, desdenes y, en los medios, muy buenos naturales en los que puso mucho más que el toro. También redondos, trincheras y más naturales a pies juntos hasta que el toro se paró. Un estoconazo y su actuación salvadora del festejo, fueron premiadas con una merecida oreja.


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LA RAZÓN

Por Patricia Navarro. Querer y saber estar

Joselito Adame quiso. Quiso a rabiar. Desde la primera tanda que pegó al tercero que acabó por tambalearse y echarse sobre la arena. Enfermo, raro. Quién sabe. El de Conde de la Maza abortó el lucimiento sin tregua. Sin pensárselo. Se echó. Uno, dos, tres y se acabó.

Pero Joselito Adame ya había dejado cosas y siguió con el que cerraba la tarde. Con ése se quedó a solas en el ruedo incluso antes de coger la muleta. Capote en mano, el toro en las tablas, el torero en el mismo centro del redondel… El quite por lopecinas le quedó perfecto. Anidaba la ilusión.

Por estatuarios dio comienzo sin dar la espalda a las apreturas. Aquello tenía visos de bomba de relojería. El toro aflojó. Iba y venía, sin grandes problemas, sin demasiadas aspiraciones. A Adame le bastó con ese toro medio, porque además de querer, supo estar. Resuelto, seguro, tranquilo y como si su rodaje profesional fuera extenso. Ligó por la derecha sin dejar que el del Conde de la Maza encontrara salida más allá de la muleta y se relajó en el toreo zurdo, aun cuando el toro ya había decidido rajarse. Se perfiló para entrar a matar y la estocada tuvo pureza y honradez. En ese sitio en el que la muerte es cuestión de segundos. Se le otorgó un trofeo. Belleza y autenticidad tuvo la estocada de Luis Bolívar, de las que tienen premio. Limpia, impecable y con una rectitud que nos hace pensar que aquello es fácil. Sabemos que no. Hacer la suerte es echar una moneda al aire sin control.

Antes, había levantado el vuelo con un toro rajado que tenía que torear pero no regalaba nada. La embestida de ese Conde de la Maza pesaba, no era fácil aguantar el envite. Luis Bolívar no acabó de coger el sitio en el primer tramo de la faena al cuarto, hasta que el toro se rajó, se armó el colombiano de valor del bueno y tragó en tandas de derechazos que tenían su punto explosivo. La ovación con saludos se nos hizo escasa. A La Maestranza le costó reaccionar. Fue breve con el primero, que no se entregó nunca en el engaño.

La corrida de Conde de la Maza dio pocas opciones, muy justitas. Salvador Cortés se enfrentó al insulso quinto y en empate quedó la cosa.

Se justificó de largo con el segundo, que tuvo cosas buenas aunque se acostaba en el viaje y duró poquito. Lo dicho, Joselito Adame quiso, y además de querer, supo estar.

Y a Madrid no va, ¿quién lo entiende?


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MARCA

Por Carlos Ilián. Aire fresco de México en la Maestranza

La pésima entrada que registró la plaza no hace sino confirmar los peores augurios de lo que nos espera este año, en plena crísis, en la mayoría de las ferias. El cartel, no era de lujo, desde luego, pero la ausencia de gente en sol y la medianita entrada en sombra, en una corrida de abono, es para reflexionar.

Y luego la infumable corrida que enviaron desde la finca del conde de la Maza, un muestrario de mansos, de toros de feísimas hechuras y de nula casta había ido hundiendo la tarde. Aquello se deslizaba por la pendiente del tedio y el bostezo. Y era de esperar porque hace tiempo que esta ganadería no ofrece otra cosa que mal estilo y nula bravura. Lo que resulta inexplicable es la contumaz persistencia en traerla a la feria de Sevilla. Tal vez se explica porque debe salir muy barata, lo cual no deja de ser inaceptable por parte del que paga su entrada.

Pero en el toreo se puede dar la vuelta una tarde en un quite y varios muletazos, y eso fue, exactamente, lo que ocurrió en el sexto, otro manso que se quería ir a tablas. Pero el mexicano Joselito Adame trajo aire fresco de su tierra en un quite por lopecinas, que hizo famoso El Juli en sus comienzos. A Adame le salió bordado. Luego con paciencia y torería fue midiendo al manso y le embarcó en la muleta sobre la mano izquierda con tersura y lo mismo en los derechazos. Todo muy torero y muy bien hecho, hasta la estocada, entrando a ley. Una oreja de las de verdad para un torero que nos refrescó en una tarde de plomo.

Luis Bolívar estuvo muy por encima de su mansísimo lote, especialmenrte del cuarto al que embarcó sobre la mano derecha, robándole los muletazos con firmeza. Bolívar ha vcuajado en un maduro matador de toros y no está recibiendo un trato jyusto por pasrte de las empresas, anunciándolo con corridas imposibles.

Salvador Cortés ligó una templada tanda de naturales al segundo toro, el menos malo de la tarde, pero le duró muy poquito. El quinto fue un mulo atroz.


©Imágenes: Empresa Pagés/ABC/EFE/El Mundo/El País/La Razón/Marca.

Sevilla Temporada 2012.

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