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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Tarde del sábado, 18 de abril de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de La Dehesilla (1º, 2º y 4º) y José Luis Pereda (de diferente presentación y juego desigual, mansos en general; el mejor, el 4º).

Diestros:

Curro Díaz. Dos pinchazos, estocada caída (silencio); pinchazo, estocada entera en su sitio (oreja).

Miguel Abellán. Estocada tendida, dos descabellos (vuelta al ruedo); estocada caída (saludos desde el tercio).

César Girón. Pinchazo, estocada (silencio); pinchazo, pinchazo hondo, dos descabellos (silencio).

Presidenta: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: lluvioso.

Entrada: más de media plaza.

Crónicas de la prensa: Diario de Sevilla, El Pais, El Mundo, El Norte de Castilla, ABC, JA del Moral.

©EFE


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

El tercero de Pereda se llamaba -ya ha muerto- Islero. Igualito que el de Miura que mató a Manolete en Linares. Y de Linares -mire usted por donde, la casualidad- vino un torero llamado Curro Díaz, al que todos, en especial los buenos aficionados, llevamos esperando y siguiendo mucho tiempo. Mira que torea con gusto, cargando la suerte, haciendo eternos los muletazos, templando hasta la milésima de segundo. Que lo pongan otra vez, cuanto antes, por favor. Por eso, con voltereta de las gordas y metisaca, cortó una oreja. Pero daba igual que no la hubiera cortado. Antes, Abellán hizo sonar la música por primera vez en el ciclo con un solo muletazo circular iniciado de pecho. Es torero del que pocos esperan mucho más, metido en la cosa rosa y en el mundo de las modelos. César Girón, el sevillano nieto del venezolano de época que cortó dos rabos seguidos en la Maestranza, también tuvo su chance en el tercero. Y eso quiere decir, que si todos los toreros pudieron torear a gusto y hasta cortar oreja, que los toros sirvieron. Los de Pereda dieron facilidades -excepcionales en la muleta segundo y cuarto- alguno un poquito rajado, otro molesto y uno imposible. Pero hubo toros para hacer faenas y divertir al público, que es de lo que se trata. Debían ir mejor colocados en los carteles, digo yo.


Lo mejor, lo peor

Por Carlos Javier Trejo.

Tarde interesante en la Real Maestranza. Lo mejor de la tarde vino firmado por el diestro linarense Curro Díaz que realizó una faena alto valor artístico que le valieron pasear la primera oreja del serial, y que hasta tuvo su momento épico en el momento el toro le pegó una feísima voltereta de la que salió algo conmocionado. Pero lejos de amilanarse, el torero de Linares dejó muletazos templados, toreando muy despacio y con remates que eran auténticos carteles de toros. Cobró una estocada tras un pinchado y cortó una oreja que le sitúa en un lugar privilegiado de cara a alguna sustitución. Miguel Abellán sorteó el mejor toro del la corrida, el segundo. Un ejemplar noble y repetidor con el que forjó una labor muy pulcra, con detalles de calidad sobretodo por el izquierdo y con buenos remates, aunque nunca sin alcanzar el nivel del toro. Con el quinto, un manso rajado, anduvo muy torero y solvente. César Girón sólo pudo dejar imagen de su buena disposición ante un lote que desarrolló complicaciones para un diestro que está falto de contratos.

De nuevo la lluvia se hizo presente en el albero maestrante, aunque este año está aguantando la virulencia. Confiemos en que vuelvan pronto las temperaturas agradables. Me toca hoy desde esta tribuna censurar al actitud de una parte del público que protestó el primer toro de la tarde, un manso de solemnidad suelto y sin fijeza, que huyo de los caballos pero que en todo caso no tiene razón argumental su devolución. Toros mansos siempre los hubo, y como tales ha de adaptarse su lidia, que incluso no está libre de sorpresas. ¿O no recuerdan ninguna faena importante con algún toro de esta condición? De los toros, los peores 1º, 5º y 6º, mansos, descastados, rajados y deslucidos. En definitiva, tres auténticos regalos.


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Pinturería de Curro Díaz y Abellán

Tintineo discontinuo de la lluvia bajo los paraguas del público, entretanto los diestros Curro Díaz y Miguel Abellán firmaron sendas obras de orfebrería cargadas de estética y pinturería. El primero fue premiado con una oreja y el otro dio una vuelta al ruedo. Ambos calentaron el ánimo del respetable en una Maestranza desdibujada por la llovizna y un cielo grisáceo.

Curro Díaz consiguió el único trofeo del festejo -primera oreja de la Feria de Abril 2009- por su faena al cuarto, un animal manso y noblote. El torero ganó terreno a la verónica en los primeros compases, en los que al astado le costaba entregarse. Con la muleta, el linarense brilló de manera excepcional en el toreo en redondo, con la diestra. Ligó una de las series, a cámara lenta, con un pase de pecho interminable. El público se rompió en un ole. Con la izquierda, las cosas pintaron bastos. En uno de los muletazos, antes de citar, el toro le acometió y lo arrolló en un abrir y cerrar de ojos. Curro Díaz cayó de fea manera, sobre el cuello, y se levantó desorientado. Se repuso y en el epílogo se lució en los pases de remate, como en una trincherilla y un pase de la firma, que fueron auténticos carteles de toros. El público, solicitó mayoritariamente la oreja, pese un pinchazo previo a la estocada definitiva. El diestro jiennense no perdió el tiempo con el mulo con cuernos que saltó en primer lugar.

Miguel Abellán estuvo también a punto de conseguir un trofeo si llega a acertar con el verduguillo tras la faena al noble segundo. Jugó bien los brazos a la verónica y se ajustó lo indecible en un quite por chicuelinas. Con la muleta dio su versión más estética. Bonita apertura, con un cambio de mano bellísimo. En otro pasaje, citando de espaldas, se enroscó al toro en circular ligado a un cambio de mano, con el que saltaron chispas en el tendido. La preciosa faena, salpicada de expresivos kikirikíes y trincherazos, pecó de series cortas; tan sólo de un par de muletazos o tres. El madrileño se tiró con agallas tras la espada, pero la estocada, entera, quedó muy tendida y no hizo daño. Precisó de dos descabellos y el premio quedó en una vuelta al ruedo clamorosa. Ante su segundo, un toro alto, cuesta arriba y que manseó de principio a fin, apenas hubo lucimiento. Abellán, que comenzó muy firme, con muletazos a pies juntos, consiguió algunos pases sueltos estimables por ambos pitones, con el toro siempre buscando las tablas.

César Girón, con el peor lote, se mostró firme. A su primero lo recibió con una larga cambiada de rodillas en el tercio. Muy dispuesto e inteligente, le tapó siempre la cara cuando lo toreó con la diestra, sacando muletazos largos, de buen trazo y de mano baja. El toro cambiaba de ritmo en sus embestidas. Con la izquierda apenas tuvo opción, ya que el animal se quedaba muy corto. Con el que cerró plaza, el de peor condición del encierro, topón y que salía con la cara por las nubes, se mostró porfión.

El público, pese a la desapacible tarde, salió más contento que en los dos primeros festejos de abono. Y es que Curro Díaz y Miguel Abellán calentaron los ánimos con pinturería y estética.


El País

Por Antonio Lorca. Odiosas comparaciones

A Curro Díaz le concedieron una oreja por un costalazo que se propinó sobre el albero como consecuencia de una voltereta de la que salió felizmente indemne. Intentaba torear con la mano izquierda, el toro lo prendió por un muslo y quedó conmocionado en el suelo; intentó levantarse y volvió a caer, por lo que se hizo patente la sensación de cornada. Pero una vez en pie, se comprobó que la taleguilla estaba limpia, le vaciaron una botella de agua por la nuca y volvió a la cara del toro entre la ovación atronadora del público. Pero ni había toreado antes ni lo hizo después. Bueno, lo cierto es que se le cantó mucho un derechazo circular, de enorme torería, pero desaprovechó la suave embestida de un toro de ésos que se dice que llevan un cortijo en los pitones.

A Miguel Abellán ni le pidieron la oreja después de torear muy bien con capote y muleta a su primero, un toro manso y noble, al que recibió con unas excelentes verónicas, lo quitó por ajustadas chicuelinas y lo muleteó con gusto y con gracia en el curso de una faena que no fue redonda ni maciza, pero sí garbosa, imaginativa y torera. Mostró sus buenas maneras al natural y trazó un par de tandas con profundidad y empaque. Con la mano derecha dibujó un circular invertido con cambio de manos incluido que resultó sencillamente perfecto. Sonó la música entonces, cuando la faena llegaba al final, y un molinete dio paso a una estocada que necesitó de dos golpes de verduguillo. Y este público, tan sensible con los artistas de aquí, se olvidó del madrileño, mantuvo la frialdad y todo el premio se redujo a una vuelta al ruedo. Estaría feo decir que le faltó la voltereta, o nacer, quién sabe, en la cornisa del Aljarafe sevillano, pero la verdad es que Abellán toreó y el premio fue escaso.

No es por comparar, que siempre es odioso, pero resulta a todas luces inexplicable que, minutos más tarde, premiaran a Curro Díaz por esbozar el toreo, por dejarse ir un toro que era un torrente de nobleza, por simular pases muy despegado y siempre fuera cacho, y dejar escapar el éxito que tanta falta le hace.

Y la peor parte se la llevó el joven Girón, que es todo pundonor y voluntad, pero, lamentablemente, no estuvo a la altura que exigía el tercero, otro toro manso y noble ante el que le faltó sosiego y le sobraron pases enganchados. Quizá lo que le pudo fue la responsabilidad de torear en el abono sevillano, con lo que ello debe suponer para su incipiente carrera. No sirvió el sexto, de fea condición y cuajado de defectos.


El Mundo

Por Carlos Crivell. Curro Díaz, de la estética a la épica

La lluvia no quiere perderse el comienzo de la Feria, menos con la corrida de Pereda, que fue lo que en el argot se llama interesante, esa expresión tan manipulada e imprecisa. La corrida fue muy desigual, ya en presentación, ya en comportamiento. Fueron mansos los que estaban sacados de tipo; embistieron mejor los que estaban mejor rematados.

El segundo de la tarde fue un gran toro para el toreo de muleta. El cuarto fue un bendito por el lado derecho. Para el más joven, Girón, el mejor fue el tercero, un toro temperamental y berreón que tenía mucho que torear.

Se cortó la primera oreja del año en la Maestranza. La paseó Curro Díaz por una faena que pasó de la estética y la pinturería de las primeras tandas, a la épica después de sufrir una voltereta que le dejó conmocionado.

El de Linares toreó con gusto y poco ajuste a un astado muy noble por el lado derecho. Curro aprovechó estas arrancadas para lucir toreo bonito con el defecto de meter mucho el pico de la muleta para embarcar al de La Dehesilla.

Cuando se echó la muleta a la izquierda, el toro lo prendió y cayó de cabeza. Quedó algo desorientado, parecía que tendría que irse a a la enfermería, pero se rehizo con rabia y pudo enjaretar muletazos con mucho coraje, ahora ya menos preciosistas, pero muy emotivos. No importó un pinchazo antes de una buena estocada, el público, siempre sensible en estos casos, pidió la oreja y la presidencia no se hizo rogar.

Antes, Curro se tropezó con el clásico manso que huye de los engaños y que no tenía un pase brillante. Nada que hacer, salvo matarlo de mala manera. Fue lo que se llama un manso de solemnidad. Miguel Abellán tuvo la suerte de encontrarse con el toro de la corrida, el segundo. Fue noble y repetidor. El toro que se sueña para la Maestranza; llevaba las orejas colgando. El madrileño se conformó con una labor bonita, pulcra, de matices elegantes y remates toreros, pero que estaba por debajo que lo se podía exigir. Sólo al final, con circulares cerca de las tablas y un cambio de mano en redondo muy hermoso, la plaza se entregó con entusiasmo. Un espadazo defectuoso y dos descabellos se llevaron el posible trofeo.

Donde estuvo bien de verdad fue en el manso quinto, toro de presencia exuberante, alto, aleonado, que fue un manso de tomo y lomo. Abellán se mostró muy torero y solvente, sin ninguna duda, para instrumentar muletazos de buen trazo que el de Pereda tomaba siempre a regañadientes sin entrega. Soberbio estuvo ahora el espada que recibió el reconocimiento de la afición, que había calibrado los problemas del astado. Pasa muchas veces. Se escapa el toro bueno y se brilla con el malo. A pesar de lo apuntado, Miguel Abellán justificó su paso por Sevilla en este ciclo abrileño.

Para César Girón, el nieto del excelente espada de Venezuela, fue una tarde amarga. Era el más necesitado de la terna. El tercero se dejó de forma intermitente. César Girón le bajó la mano y sacó pases de buen estilo dentro de una labor llena de altibajos. Le faltó templanza para llevar la embestida del burel. No le faltó valor para embraguetarse en fases de entrega encomiable.

El sexto fue el tercer manso del festejo. Aunque fue el único bien picado de toda la tarde, muy bien Eugenio García, el de Pereda no regaló una arrancada en condiciones. Demasiados problemas para un matador tan poco placeado. El animal no valía nada, siempre con la cara alta y carente de clase, pero a César le vino ancha la tarde. La había tenido en el tercero y no la acabó de aprovechar. En este que cerró la lluviosa tarde, nuevamente faltó temple. Y también se vino abajo el ánimo y la quietud, algo que puede parecer normal cuando un matador tan nuevo hace el paseíllo en la Feria de Abril de Sevilla para jugarse parte de su futuro.


El Norte de Castilla

Por Barquerito. Curro Díaz corta el único trofeo de la tarde después de sufrir una cogida

Abrió un estrepitoso toro cinqueño, colorado ojo de perdiz, cargadísimo de carnes, casi acochinado. De mazorcas muy gruesas y puntas muy finas. Tremendo el balcón. Trotón, frenado, las manos por delante. No hizo en varas otra cosa que blandearse, es decir, dolerse, cabecear y escupirse, y salirse luego en busca de alguna puerta. Ninguna fijeza, aunque el toro tuvo la idea puesta en el caballo de pica como una obsesión. Cuando se metió el caballo, adonde fue de visita hasta seis veces, el toro dijo basta, volvió grupas y como si ya no pintara nada. Abrevió Curro Díaz. Dos pinchazos y una estocada defectuosa.

Abellán adivinó el son del toro con sólo verlo, se acomodó con él y le sacó los brazos en lances ajustados, firmes, las manos bajas. Deslució el saludo un desarme en el remate. Salió a quitar César Girón, dos lances y dos medias, y replicó Abellán con chicuelinas airosas y media de buen compás. En los medios los dos quites. Y en el tercio, y junto a las rayas, una faena de Abellán marcada por tres cosas: la autoridad, la decisión y la seguridad. Claras las ideas: los toques para enganchar y soltar, la colocación. Un poco rebrincado el toro al principio. Luego, metió los riñones más en serio.

Cuanto más formal el toro, más cabal el toreo de Abellán: poderoso con las dos manos, airoso al componer y rematar a pies juntos. Breve la faena, pero in crescendo, o a más. Un circular con cambio de mano por delante ligado con el de pecho. Y se arrancó la música. Con el ambiente volcado, una estocada trasera y tendida, sin muerte, y dos descabellos. Gustó el torero de Usera. Sevilla se le da por norma bien. De siempre.

El tercero de corrida llevaba nombre trágico: Islero. 500 kilos, colorado, muy astifino, acodado, testuz rizada, finas cañas, corto el cuello. Hubo que bajarle la mano, Y lo hizo César Girón, nieto por vía materna de aquel otro grandísimo César Girón que asustaba al miedo. Muy despatarrado el nuevo Girón, descarado en los medios, propenso a encajarse de perfil y a hacerlo tanto que hasta parecía tenso sin estarlo. Mejor los comienzos que los finales de muletazo, cuando el toro punteaba. Sinceridad en los embroques, pero atrás o en paralelo la pierna de carga. La gente, con él. Un pinchazo en la suerte contraria y una estocada soltando el engaño. Un descuido: puesto por fuera y en la querencia del toro, Curro salió volteado, arrollado feamente y casi grogui en su segundo enemigo. La gota dramática imprescindible para, vuelto en sí, poner la plaza en vilo. La emoción del arrebato. Una trinchera rara en la huida del toro. Un pinchazo y una estocada espléndida. De las de matar con el corazón. Una oreja.

Se rajó un quinto negro de barbuda tesguida. En tablas, más acusado todo eso. El toro las acabó recorriendo casi enteras. Algún que otro brindis al sol de Abellán. Algún efectismo. A su aire el toro. Abellán lo tiró sin puntilla de una estocada. Feo un sexto cárdeno carbonero, alto y largo, destartaladote, fuera de tipo. Aunque apretó en el caballo más que ninguno, no se empleó ya más. No hubo nada que rascar, pero era el último toro que le quedaba en Sevilla y César insistió. Mucho tesón.


ABC

Por Juan Miguel Núñez. El arte es otra cosa

La jerga taurina, de amplísima terminología, acuña muchos vocablos con significado contrapuesto a los que definen verdaderamente la importancia del toreo. Uno de ellos, “el pingüi”, quiere decir más o menos el arte de lo inconsistente. Se dice de tal o cual torero que ha toreado a base de “pingüis” cuando sus expresiones artísticas han sido eso, frágiles y, en un momento determinado, hasta ridículas.

Suele ocurrir mucho con los toreros con fama de artistas, de los que se dice que tienen “personalidad”, por su manera de torear, distinta, a veces singular, y desde luego proverbial.

Pero confunde mucho el término “artista”, y lo que es peor, en ocasiones incluso cegando al espectador, que se apasiona tanto que de pronto puede entrar en éxtasis por una aparición ficticia y desde luego fugaz de lo que se entiende por arte. Mala cosa es “el pingüi” si no se sabe diferenciar bien de lo que es el arte de torear.

Viene esto a cuento por la oreja que ha cortado Curro Díaz hoy en Sevilla por un trasteo que ha tenido pasajes de cierto encanto artístico, incluso el mérito de sobreponerse al dolor evidente de una espectacular voltereta. Claro que faena como tal no ha habido. Pases sueltos, sí, y muchos del “pingüi”.

Mejor en el primer tramo, toreando en redondo. El toro muy metido en la franela. Ahí ha tenido mérito. Pero lo demás ha sido una sucesión de muletazos aislados, algunos medios muletazos, la mayoría eléctricos, sin atornillar las zapatillas, demasiado afectada la figura.

Pero se ve que en Sevilla -dicho con el mayor respeto a la mayoría de buenos aficionados que pueblan los tendidos de la Maestranza- también gustan “estas cosas”. Curro Díaz, en fin, paseó una oreja después de un pinchazo previo a la estocada.

Lo paradójico es que la faena más compactada de la tarde, de mucha firmeza y resolución, también de atisbos verdaderamente artísticos, a cargo de Miguel Abellán en el segundo de la tarde, se quedó sin trofeo por el doble uso del descabello.

Una faena maciza y seria, de aguante y aplomo, lo mismo con el capote que con la muleta. Abellán se gustó y gustó en lo fundamental, y con oportunas y alegres “guindas” tanto al empezar como al rematar las series: cambios de mano por delante, y por detrás, trincheras y pases del desdén, hasta un ki-ki-ri-qui. Emocionante y muy bonito el toreo de Abellán.

Pasó, sin embargo, que la estocada no fue lo contundente que se precisaba, y al necesitar de los dos golpes con el descabello cabello, se enfriaron los ánimos del tendido. El resto de la tarde tuvo poca historia. Ni Díaz pudo ni intentó hacer nada en el manso primero, ni Abellán pese a sus esfuerzos terminó de armar faena con el “rajado” y huido quinto.

César Girón anduvo muy resuelto en su exigente primero, al que dominó hasta llegar a conseguir torearle muy despacio. Muy capaz el joven nieto del más importante torero venezolano de la historia, el gran César Girón. Sin embargo le faltó un tramo a la faena para redondear. Y el sexto fue una burra, imposible para el toreo.


De Toros en Libertad

Por José Antonio del Moral

Oportuna oreja para Curro Díaz y vuelta para Miguel Abellán tras mostrarse en artista

La ganó pese a pinchar la mejor faena de la tarde por conjuntada en su más natural arte y por el valor que añadió con indudable raza tras ser revolcado por el cuarto toro, uno de los tres buenos del variado y muy serio envío de José Luís Perera. Los otros dos proclives para el triunfo – segundo y tercero - les correspondieron a Miguel Abellán y a César Girón, pero cada cual en la medida de sus posibilidades no lograron resolver por completo la carísima oportunidad que ambas reses les brindaron. Abellán anduvo muy animoso e incluso más inspirado que nunca, pero insuficientemente comprometido en su faena por lo que tuvo que contentarse con una vuelta al ruedo. Y Girón, con muchas ganas aunque sin terminar de decidirse ni, por tanto, de acoplarse. En la parte más gris del festejo, además de la molesta llovizna, pesó para mal el pésimo juego que dieron los muy bastos y fuera de tipo primero, no tanto el quinto, y el sexto, los tres más imponentes aunque declaradamente mansos. Dos de ellos, imposibles, sobre todo el que abrió plaza por absolutamente informal e incontrolable.

En el toreo es fundamental aprovechar los buenos toros y, además, triunfar en la medida de las posibilidades de cada cual. Por supuesto que no se puede pedir que tengan gracia o arte a los que Dios no les ha regalado tales virtudes, como tampoco absoluta destreza a los que no le sobra valor e inteligencia para resolver problemas difíciles. Pero lo que sí hay que exigir a todos es, como digo, que cada vez que tengan la suerte y, mucho más, la oportunidad de encontrase con un buen toro en una plaza importante, consigan que la gente se emocione y se entregue. Que eso es triunfar y no quedarse a medias ni conformarse poniendo excusas.

Ayer tuvimos la ocasión de comprobar lo que acabo de decir porque a los tres alternantes les correspondieron un toro bueno y otro difícil cuando no imposible. Los buenos, además, fueron buenísimos. O sea, que dieron sobrada oportunidad de manifestarse a gusto e incuso a placer. No tontos ni aborregados porque los tres fueron serios y encastados en diferentes estilos y con tal o cual defecto de poca monta. Pero desde luego obedientes y hasta brillantes a poco que se les hicieran las cosas bien.

Y no solo decirlas bien, como fue el caso de Miguel Abellán que ayer se mostró hasta inspirado y grácil en sus ademanes tanto con la capa como en la muleta, queriendo ganarse el título de artista en una plaza tan partidaria del arte. Pero también era necesario hacer el toreo como se debe para que, además de bonito, resultara inequívocamente auténtico. Y en esta segunda y principal ley fue en la que falló Miguel con el estupendo segundo toro de la tarde. Fallo debido a lo que tanto venimos diciendo y nunca nos cansaremos de repetir: Que hay que colocarse mejor en los cites para no abrir la ventana por la que el toro te ve; y que cuando los toros no se vienen solos, hay que provocar que repitan sus embestidas dando el paso adelante inmediatamente a cada pase para que la ligazón se produzca con intensidad. ¿Por qué no hubo calor en la sorprendentemente bonita y hasta bien concebida faena de Abellán? ¿Por qué la vuelta al ruedo que dio tras descabellar dos veces tuvo que iniciarla un tanto por su cuenta? Pues por lo poco que se comprometió el torero en lo que a muchos les parecerá una minucia, siendo algo tan fundamental. El mismo Abellán pudo darse cuenta cuando, casi finalizada su faena y por mal colocado, no se le vino el toro para un muletazo diestro, se volvió acertadamente sobre sí mismo para darlo contrario en forma de circular cosido a dosantina, y la doble suerte le salió de maravilla precisamente por estar forzosamente cruzado, único momento en que la faena caló y emocionó al cónclave. Con el mucho peor por rajadísimo quinto, nada que objetar pues anduvo por encima de su condición y también con éste se gustó Abellán en no pocas ocasiones.

Otro de los toros que más se prestaron fue el tercero aunque con el defecto de echar la cara arriba cada vez que el torero no le bajó la mano. El toro cumplió manseando en el primer tercio, pero galopó en banderillas y metió la cara en la brega, como luego en la muleta de Cesar Girón que también pudo comprobar en varias ocasiones cómo obedeció el animal por abajo y poco o nada por arriba. ¿Entonces? Pues que, pese a sus encomiables deseos, Girón no terminó de decidirse por lo que se enredó en un mar de desigualdades y perdió la ocasión de salir del pelotón donde anda cuasi perdido. Cuestión aún más peliaguda y, por su falta de oficio y de experiencia, para él imposible con el muy serio y dificilísimo sexto.

Termino como empecé con Curro Díaz que ayer abrió la tarde con un imponente e imposible manso de comportamiento incontrolable y, por cierto, incontrolado dada su absoluta falta de fijeza, su continuo mirar a todo lo que se movía a su alrededor, cuando no su pasar de cualquier llamada que se le hiciera. Un complicadísimo regalito al que siguió el excelente cuarto para Curro en gratísima satisfacción por diametralmente opuesto al anterior. Un toro con fijeza y mucha clase que, sobre todo, tuvo por el pitón derecho.

La verdad es que dio gusto ver a Curro Díaz tan relajado, tan a gusto, ralentizado y ensimismado mientras componía una detenida labor sin mayor preocupación que la de sentirse tal cual lo lleva dentro y que tan pocas veces tiene ocasión de disfrutar ante un toro que, dicho sea en honor a la verdad, por el pitón derecho se toreaba sin necesidad de provocarlo. Por fin en esta plaza que, aunque ya le había visto triunfar, fue en una feria de San Miguel pero nunca en la más universal de Abril. Como tantos otros, Curro también cometió el error de citar al hilo en demasía, cuestión que no importunó su quehacer a derechas, pero sí con la mano zurda, lado por donde el animal no fue tan pronto ni claro. Le pudo costar una cornada cuando, al intentar dar un primer natural después de haberse hartado en sembrar arte con la derecha, se colocó otra vez por las afueras y, aunque el toro pasó, vio donde estaba. Por eso, al dar el segundo, se le vino insospechadamente al cuerpo y se lo echó a los lomos, cayendo a la arena sobre la cabeza de muy mala manera y de ahí la breve conmoción que sufrió el torero, por fortuna repuesto de inmediato. Y no solo repuesto, sino arrancado en su amor propio y, más valiente que nunca, enrazado e inspirado con un final por trincheras y pases de la firma que pusieron la plaza boca abajo. Seguro que este éxito de Curro Díaz le vendrá de perlas de cara a su más cercano futuro aunque tendrá que repetirlo cada vez que le lleguen ocasiones parecidas.

Sevilla Temporada 2009

sevilla_180409.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:23 (editor externo)