Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


sevilla_180415

Real Maestranza de Sevilla

<img src="http://media.grupojoly.com/imagen.php?imagen=//0001818000/0001818251.jpg&an=335"/>

Sábado, 18 de abril de 2015

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victoriano del Río-Toros de Cortés (correctamente presentados, faltos de fuerzas y rajados en general; fiero el 3º, bueno el 6º).

Diestros:

Enrique Ponce: de tabaco y oro. Estocada (silencio); media estocada (silencio).

José María Manzanares: de negro y azabache. Estocada entera (oreja tras aviso); estocada (oreja).

Lama de Góngora: de blanco y oro. Dos pichazos, pinchazo hondo, descabello (saludos desde el tercio); tres pinchazos (silencio).

Banderilleros que saludaron: Curro Robles y Antonio Roquillo, de la cuadrilla de Lama de Góngora, en el 1º; Curro Javier (le tocó la música) y Luis Blázquez, en el 5º.

Presidenta: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: soleado, agradable.

Entrada: Lleno de no hay billetes.

Video resumen: http://www.canalplus.es/toros/videos/sevilla/

Crónicas de la prensa: en breve.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Llegó uno de los días grandes de la Feria. Y esta vez el público no falló, lleno hasta la bandera, de no hay billetes, o hasta detrás del reloj, lo que ustedes quieran. Aunque algunos de los que se mueven en las redes negaban la evidencia deseando que la Maestranza se estrellara otra vez. Pero falló el ganado, los de Victoriano del Río, sosos, descastados, cuando no mansos y rajados, con poco trapío, aunque con cara. Enrique Ponce bien poco pudo hacer con su lote, aunque lo intentó, y ahora se estará acordando que menos mal que cogió una segunda tarde en la Feria. El toricantano estuvo voluntarioso toda la tarde, pero le tocó un lote molesto, los únicos con trapío. Aún se agradeció su voluntad que le habría permitido llevarse una orejita si no falla a espadas. De Manzanares vimos otra versión que nunca se le había visto en la Maestranza. Le tocaron dos ejemplares rajados, mansos, que se fueron a toriles, pero que transmitían cuando el torero les obligaba a pasar. Y eso fue lo que hizo este “distinto” Manzanares, ganarse las orejas a base de pelearlas en la querencia y con dos estoconazos. Aguantó bien la presidenta Anabel porque la cosa no era de salir por la Puerta del Príncipe como querían los más partidarios. Pero tampoco estoy de acuerdo con los detractores habituales de que lo que hizo Manzanares no era de premio. Ni eso de que la Maestranza se ha vuelto loca, simplemente fue tarde de emociones y reencuentros. En especial el de Manzanares con su plaza, aunque fuera en una versión desconocida del torero.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Dos estoconazos y dos orejas. Por segunda vez en lo que va de abono la Maestranza colgaba el cartel de “No hay billetes” para presenciar lo que se anticipaba como una bonita tarde. Sevilla iba a tener un nuevo torero, que desde que abrió la Puerta del Príncipe como novillero sin caballos cautivó al público. Pero esta vez fue su testigo de alternativa, maestro y espejo en el que se mira el que estuvo a punto de atravesarla. José María Manzanares arrancó una oreja de cada uno de sus astados. El punto álgido de la faena al desclasado tercero llegó al final, pegado a tablas donde el diestro instrumentó dos tandas con la diestra que pusieron al público en pie. Un estoconazo provocó la pañolada. En el quinto se le volvió a ver con ganas de triunfo con otro animal que también se rajó. Comenzó Manzanares aprovechando la emoción de sus embestidas iniciales para terminar la faena con un arrimón. Se volcó con la espada y un público arrebatado le pidió incluso las dos orejas. Una versión nueva y renovada del alicantino para esta temporada. Y por supuesto merece más de una línea en todas las crónicas de hoy un hombre de plata que hizo sonar la música en banderillas. Curro Javier clavó un espectacular par de banderillas sin colocarse cuando el toro se le vino por sorpresa.

Lo peor: El desencanto de Victoriano. Al final sólo Manzanares pudo triunfar con los de Victorianos del Río. El toricantano Lama de Góngora dejó algún destello de torería pero sin llegar a brillar en su día más importante. Por su parte, Ponce se estrelló con su lote. Un día más el ganado vuelve a fallar en Sevilla y en una tarde muy esperada.

<img width="270px" height="200px" src="http://estaticos04.elmundo.es/assets/multimedia/imagenes/2015/04/18/14293847881152.jpg">

El País

Por Antonio Lorca. Manzanares, consentido de una vergonzosa Maestranza

La plaza de la Maestranza estuvo a punto de vivir una de las páginas más tristes de los últimos años. Si la presidenta no aguanta la presión de la mayoría de los tendidos y concede la segunda oreja a Manzanares en el quinto de la tarde, el torero alicantino hubiera salido por la Puerta del Príncipe sin mérito alguno para ello. Tanto es así que, a pesar de que cortó dos orejas, ofreció una imagen paupérrima como torero desbordado, sin recursos y ventajista, defectos que el público convirtió en virtudes y creyó estar viendo a una figura en plenitud.

Será verdad aquello de que unos nacen con estrella, y otros, estrellados. José María Manzanares es de los primeros, y debe de ser una bendición venir al mundo con la suerte de que la gente te cante todo lo que haces sea bueno o una mamarrachada. Por razones diversas, por ser hijo de quien es, por su buena fachada, por su innata elegancia, o vaya usted a saber por qué, Manzanares ha caído de pie en esta Sevilla tan veleidosa. Tan de pie, que muchos, sin conocerlo de nada, le llaman Josemari, con esa familiaridad tan falsa como cercana.

Pues Josemari es un consentido de esta plaza; pero lo es para vergüenza de esta desconocida y hundida afición que ayer causaba bochorno con su actitud bullanguera y triunfalista ante un torpe torero que fue incapaz de domeñar la dificultosa embestida de su lote. Sin embargo, amigo, haga lo que haga Manzanares, se analiza con buenos ojos que parecen estar asistiendo a una obra de arte.

Le pidieron con fuerza la oreja de su primer toro, un manso al que no quiso o no pudo ver con el capote, y que llegó con agresividad y corto viaje al tramo final. El torero hizo lo imposible por quitárselo de encima en lugar de mandar en la embestida, desconfiado e inseguro en todo momento. Tomó la zurda, se quedó al descubierto por un golpe de viento y una temible colada le hizo cambiar de mano para no volver jamás a la izquierda. Alargaba el brazo hasta la ridiculez, aprovechaba el viaje del toro y nunca le ganó la pelea. Allá en chiqueros consiguió un par de ajustados derechazos y otro de pecho, y los tendidos explotaron de emoción. Tampoco hubo suerte con el capote en el quinto, con el que se lució en banderillas Curro Javier, a quien acompañó la música. Manzanares repitió la historia anterior, desbordado, con pocos recursos, menos ideas y siempre despegado. No floreció faena alguna; es verdad que el toro se rajó y que un desarme acabó de romper toda esperanza. Pero un arrimón final y una gran estocada que tumbó al toro patas arriba desbordó el entusiasmo. La plaza se inundó de pañuelos, y, por un momento, se presagió el derrumbamiento total del prestigio ya mermado de esta plaza. La presidenta sacó un pañuelo y los enloquecidos partidarios pedían y pedían la segunda oreja, que hubiera acabado en un gran despropósito. Afortunadamente, prevaleció el sentido común y la bronca de los decepcionados la debe dar por buena la señora presidenta. Dos —una y una— es un injusto premio solo merecido por un consentido de esta plaza sevillana que hace tiempo perdió el norte y la vergüenza torera.

Tomó la alternativa Lama de Góngora, que camino lleva de ser querido sin motivo. El chaval tiene buenas maneras, pero su primero era un buey de carretas, con el que actuó como enfermero con cierta gracia, y pare usted de contar. Sonó la música, se cantaron olés, pero aquello carecía de la necesaria emoción. Tampoco pudo levantar su tarde en el último, que pronto se vino abajo y no fue posible el entendimiento.

Ponce actuó como padrino de la ceremonia. Y por ello cobró. Marmolillos fueron sus oponentes y él no expuso un alamar. La experiencia es un grado.

<img width="270px" height="200px" src="http://videosjoly.aljamir.com/imagen.php?imagen=//0001818000/0001818266.jpg&an=580&alt=440&checkSize=1">

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Manzanares y su idilio con Sevilla

Un río de gentes se adentraba en la Maestranza por la Puerta del Príncipe. En otras puertas, grandes afluentes con público. Y a la espalda, por la calle Iris el personal se agolpaba a la espera de una fotografía con Enrique Ponce, José María Manzanares y Lama de Góngora. Por fin, hervía un ambientazo en la plaza de toros de Sevilla, que no se vivía desde el pasado Domingo de Resurrección. Expectación máxima. Lleno hasta la bandera. Cielo límpido y sol. Y predisposición del público de Sevilla, que se entregó cariñosamente con los toreros, especialmente con Manzanares, quien había asumido el peso del abono de esta temporada. Sevilla se lo quiso agradecer ayer de corazón, alentando en todo momento al alicantino, para quien solicitaron con desmedida generosidad dos trofeos en su segundo astado. La presidenta, Anabel Moreno, frenó la petición del segundo apéndice en una concesión que podría haber hecho descender nuevamente el listón de la Maestranza.

La corrida de Victoriano del Río, muy dispar en presentación, resultó deslucida, con escasa casta.

Manzanares, ante su primero, se eternizó en un trasteo larguísimo ante el burraco y bien armado tercero, un ejemplar exigente al que el alicantino recibió con unas verónicas muy rápidas. El diestro se entregó en una faena con altibajos en la que los momentos más destacados llegaron con el astado junto a chiqueros, dibujando con la diestra muletazos largos y pases de pecho profundos, así como algún remate macizo, como algún trincherazo, que enardecieron al público. Una estocada entera, espectacular, enterrando el acero y en la que atacó desde muy lejos casi en los medios, fue decisiva para que el público solicitara el primer trofeo.

Hasta que se rajó el largo quinto, Manzanares, en las afueras, se lució con clase en un par de series diestras, cortas y con fibra artística. Continuó sin acople. Luego, con el toro rajado, los alardes de un arrimón se vitorearon de manera increíble. Entró de nuevo, desde largo, para otro estoconazo junto a toriles y ganar la segunda oreja, tras petición ruidosa de la segunda, que no concedió la presidencia. Más allá de lo realizado por el maestro, quedaron en la retina dos pares de banderillas de Curro Javier, especialmente el segundo, que puso al público en pie, hizo que las palmas echaran humo y la Banda Tejera se arrancara con unos sones de pleitesía.

Enrique Ponce no anduvo fino. Se las vio en primer lugar con un toro alto, que fue protestado de salida por parado y falta de celo. Le zurraron fuerte en varas y llegó sin clase ni entrega. El valenciano, tras unos pases de castigo y tanteo técnico, logró como más meritorio una tanda con la diestra en las rayas. Ante el cuarto, un ejemplar sin clase, no consiguió nada destacable.

Tanto Ponce como Manzanares, muy atentos a la lidia, hicieron sendos quites de peligro a banderilleros y aconsejaron a Lama de Góngora en el día de su alternativa. El toro de la efeméride, 'Amante', negro mulato, de 532 kilos, tocaíto de pitones, acometió inesperadamente a la terna y deshizo la escenificación -con los trastos ya cedidos- de la alternativa en la que Ponce doctoró a Lama en presencia de Manzanares. El toricantano se entregó en una labor entonada que se diluyó pronto; lo que tardó en apagarse el noble y flojo animal al que habían cuidado en varas. Lama dibujó algunos muletazos con la derecha con gusto y pinchó arriba en tres ocasiones.

El toro que cerró plaza, un burraco, bajo, que no se empleó en varas, fue un oponente que se quedó corto. Lama, con entrega, realizó una labor desigual que acabó en un serio arrimón para pinchar nuevamente arriba.

Está claro que Manzanares, que no llegó a su mejor versión, tiene conquistado el corazón de Sevilla. Ayer, su actitud y una espada contundente fueron suficientes armas para que el público se rindiera sin reservas al alicantino en la Maestranza y continuara su idilio con Sevilla.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Sevilla arropa a Manzanares

Se puso el ansiado no hay billetes pero en la plaza había huequitos que no empañan el lleno que, por fin, devolvió su mejor aspecto a la plaza de la Maestranza. El barullo de la calle Adriano delataba la alegría en la taquilla. La gente sólo responde a los carteles con ciertos quilates aunque las fías y porfías de esa cuesta abajo que comenzó con la decadencia del ladrillo y la estampida de las vacas flacas ha cambiado por completo el mapa humano y el carácter de la plaza.

Se notó en el ambiente. Es verdad que no hay que perder la memoria pero también es cierto que José María Manzanares -que ha escrito páginas de oro puro en este mismo ruedo- se esforzó a tope pero no logró estar a la altura de sí mismo en dos trasteos esforzados y desiguales, trazados en los mismos terrenos y ante dos toros de distinta condición a los que mató con pasmosa seguridad en su querencia.

En cualquier caso, Sevilla ha perdonado -si es que alguna vez tuvo algo que perdonar- sus devaneos con los rebeldes. El público se entregó sin fisuras al alicantino que cuajó una faena tesonera y algo desconcertante al tercero de la tarde, un toro de comportamiento cambiante que igual humillaba que gateaba. Había esbozado buena condición por el pitón izquierdo aunque un feo hachazo desanimó a su matador. Ya hemos dicho que Manzanares amarró el trofeo con su fiel espada triunfadora. Fue el remate de una labor larga que comenzó entre el siete y el nueve y se movió -siguiendo las querencias del toro- hasta los terrenos del doce, donde una postrera y trepidante serie, muy pegado a tablas, terminó de encender los entusiasmos.

La música sonó para el grandioso par que había cuajado Curro Javier al esmirriadito quinto. Molestaba el aire, pero el bicho metía la carita y parecía humillar en los capotes. La faena de Manzanares tuvo idéntico planteamiento y estuvo marcada por la condición mansa de su enemigo, al que toreó siempre con compostura y entrega aunque no con la redondez a la que nos tiene acostumbrados. Con el toro otra vez aculado en tablas, el diestro alicantinó lo pasó por alto y volvió a conectar con la plaza que más y mejor le ha querido. La estocada, cobrada en la mismísima puerta de chiqueros, estuvo seguida de una muerte fulminante. Se le concedió una oreja y se le pidió una tercera que habría validado una Puerta del Príncipe sin argumentos. La presidenta aguantó el tipo. Hizo bien.

El caso es que la tarde se había abierto con la alternativa del novillero sevillano Paco Lama de Góngora, que acusó los nervios al dejarse la montera en el callejón para recibir las herramientas del oficio de manos de Enrique Ponce. El toro quedó suelto y desbarató la escena pero Lama -que brindó a su señora madre- le supo administrar una entonada faenita de muletazos templados que tuvo una virtud: supo torear despacio la lenta embestida del noble ejemplar de Victoriano del Río, que casi no se tenía en pie. Cuando cogió la izquierda el toro ya había entregado la cuchara y los últimos naturales fueron casi de salón. Un pinchazo, media corta agarrada arriba y un descabello enfriaron los pañuelos. Y eso que la gente andaba ayer por agradar.

Parece que los nervios terminaron de atenazar al nuevo matador el resto de la tarde. Sólo así se entiende que no se colocara en los medios cuando le correspondía amparar al banderillero de turno o que hubiera más ánimo que resolución cuando se descaró con el sexto, un burraco un punto bruto y algo geniudo que sin embargo se movió y quiso coger la muleta antes de aplomarse por completo. Lama no fue capaz de tocarle las teclas pertinentes esta vez y la faena se fue diluyendo entre cambios de terrenos, cites y voces a la vez que el toro se hacía el amo del cotarro. Hubo más emoción que claridad de ideas y la espada volvió a encallar. Se le anuncia de nuevo en septiembre. Tiene tiempo para repasar.

El padrino de la ceremonia, hablamos de Ponce, sorteó el peor lote de la decepcionante corrida de Victoriano del Río. El maestro valenciano pudo mostrarse profesoral, templado y sobrado con el soso mulo que saltó en primero lugar y hasta se relajó -muy por encima- con un cuarto sin contenido que no sabía a nada.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amorós. Manzanares se impone a dos mansos en la Feria de Abril

Segundo cartel de «No hay billetes»; gran ambiente de Feria; clamor en la calle Iris para recibir a los toreros. Ambiente apasionado, con algunos gritos inoportunos, impropios de esta Plaza. Los toros de Victoriano del Río no dan el juego esperado, mansean y plantean dificultades. Con gran valor y buena técnica, José María Manzanares logra arrancar una oreja a cada uno y hasta roza la Puerta del Príncipe; Lama de Góngora se muestra muy digno, en su alternativa; Enrique Ponce muestra, una vez más, su sabiduría, que no todos saben ver.

Nadie ignora la elegancia natural que posee Manzanares; algunos discuten, en cambio, su entrega. Esta tarde, logra un triunfo serio a base de coraje, decisión y acierto con la espada (una vez más, su gran arma). El tercero, de Cortés, es flojo y rebrincado. Lo recibe con verónicas vibrantes. El toro prueba, vuelve rápido, embiste con desigualdad, se cuela por la izquierda. José María no le duda, traga mucho, lo engancha bien y liga los muletazos. Cuando se raja a chiqueros, barbeando tablas, el diestro se justifica, arriesgando mucho. Se escucha un aviso antes de entrar a matar: estocada hasta la mano y oreja.

La historia se repite bastante en el quinto, revoltoso, que pega arreones. Se ovaciona a Barroso, en varas. En banderillas, la res espera: clava bien Curro Javier, aguanta Luis Blázquez y, cuando sale arreando, Curro aprovecha para endilgarle el tercer par, con gran exposición: suena la música en honor de este gran torero de plata. El diestro vuelve a llevarse el toro al sol, aprovecha las inciertas embestidas. También este toro huye a tablas: allí, José María está muy valiente y, en la misma puerta de chiqueros, logra otra gran estocada: merecida oreja. Muchos piden la segunda, que la presidenta no concede. Creo que ha estado correcta: si no, abundarían las críticas; así, el triunfo es indudable, merecido.

Toma la alternativa el sevillano Lama de Góngora, del mismo barrio del Arenal, que abrió la Puerta del Príncipe en una nocturna y se despidió matando seis novillos. El toro de la ceremonia es manejable pero se apaga pronto. Las templadas verónicas de Ponce muestran que el lado bueno del toro es el derecho. La ceremonia de la alternativa se ve interrumpida por una arrancada del toro. (Antes, el testigo, un poco alejado, estaba atento al toro). El joven matador brinda a su madre, logra aceptables derechazos, aguanta parones, con valor. Ha estado muy digno pero el toro se para y él pincha varias veces (eso sí, siempre en lo alto).

En el último, vuelve a mostrarse animoso. El toro escarba, se defiende, hace sonar el estribo. Brinda a los otros dos matadores, lo lleva al centro y logra series animosas, en las que prevalece la ilusión juvenil sobre el mando. Vuelve a fallar con los aceros. Con sus condiciones artísticas y la decisión que esta tarde ha mostrado, puede hacer carrera.

Sigue sin tener suerte Ponce en esta Plaza. El segundo toro huye, es corto, flojo y manso. Enrique lo domina por bajo, lo va metiendo en la muleta, consigue templados muletazos. Sabe perfectamente lo que se hace, le saca todo lo que lleva dentro y más. La faena es impecable y logra una buena estocada. El cuarto, «Malicioso», hace honor a su nombre, no se entrega, protesta, vuelve rápido. Pica bien Palomares. El diestro vuelve a mostrar su sabiduría ante un toro que no transmite absolutamente nada. Algunos se impacientan. Y vuelve a estar certero con la espada. Escucho a un profesional: «Ha toreado para los aficionados». Pero éstos son sólo una minoría…

Si a su elegancia une Manzanares esta decisión, nadie podrá discutirle el puesto de primera figura.

La Razón

Por Patricia Navarro. Historia de amor interrumpida

«Cóndor» no fue un toro más ni menos. Era el toro. Mayúsculo por todo lo que acarreaba implícito. Ni bueno ni malo. Lleno de matices pero con una cualidad por encima de todas: ser capaz de transmitir al público lo que estaba ocurriendo. En lo que llevábamos de festejo, y fue el tercero, era la primera vez que un toro llevaba ese misterio a resolver, ese millón de dudas que hacen que pocos «muy pocos» sean capaces de desenvolverse en la oscuridad de la soledad. En ese tú a tú que transcurre en el ruedo mientras los de arriba no se arriesgan a pestañear por temor a perderse algo. Sobreponerse a las dificultades de «Cóndor» multiplicaba por mil la felicidad; era una apuesta rentable pero hacerlo, muy complicado. El toro tuvo vibración desde que José María Manzanares salió a recibirlo con el capote. Intenso el animal en el viaje, brusco y quedándose corto en los primeros encuentros. La incertidumbre reinó después, en el tercio de muleta, distraído el animal, ágil de cuello, brusco e incierto. La faena de Manzanares fue de menos a más. Necesitó sus tiempos, devaneos con la diestra y un solo intento al natural que se saldó con una colada directa al cuerpo. De ahí para adelante, cuando estaba medio resuelta la faena con el depósito en negativo, insistió el torero alicantino, al calor de las tablas, buscando al toro en ese toreo a derechas que el que consiguió irremediablemente conquistar al público sevillano, con el que mantiene un idilio interrumpido el año pasado con su polémica ausencia de la feria. En la temporada del reencuentro José María Manzanares tiró de arrestos, quiso y metió la espada de esa forma tan fulminante que le deja pasearse después por el paraíso. Un trofeo. El primero. Otro le quedaba después del quinto, que tampoco fue toro fácil. Curro Javier lo bordó con los palos, pero la conquista llegó con el segundo par de banderillas, estaba yendo al centro del ruedo, todavía por las rayas del tercio, cuando el toro se arrancó. No hubo viaje en balde, le sopló un par estupendo ahí al encuentro y por los adentros. También cumplió el tercero Luis Blázquez. El ambiente estaba caldeado y el toro tenía prontitud, pero aquello no era sinónimo de entrega. Movilidad, ligero el toro y nada más tomar la zurda se quiso rajar y se rajó, ya perdiendo la compostura de la bravura que no tenía. Hubo tiempos muertos y en el tramo final Manzanares optó por el arrimón, no pasó en balde, la actitud fue impecable porque el antagonista no acompañaba, no había juego, otra cosa fueron las apreturas en el encuentro, esos pequeños detalles que son vitales. La espada, ese cañón, desató la historia de amor con el torero, que sólo la presidenta interrumpió con la concesión de un solo trofeo. Media vuelta quedaba para reconciliarse de veras con otra Puerta del Príncipe.

Lama de Góngora tomó la alternativa con un deslucido toro, al que le duró el ímpetu un segundo. Noblón pero sin emociones. Todo recaía en el torero. El sexto sacó todo lo contrario: exigencia, violencia y dificultad. Arduo trance para el que está recién llegado, a pesar de que quiso justificarse.

Enrique Ponce, maestro de ceremonias, pasó en blanco. En primera fase con un segundo vacío de contenido, nada por aquí, nada por allí. Desesperante. Y un cuarto después que iba y venía sin decir apenas nada. Se alargó el torero valenciano sin recompensaba para nadie. La historia estaba escrita.

EFE

Por Paco Aguado. Excesivo premio para dos inconcretas faenas de Manzanares en Sevilla

Se llenó por fin la plaza de la Maestranza al reclamo de las primeras figuras que han hecho acto de presencia en la feria y, para no cambiar el criterio con tardes anteriores, se siguieron concediendo orejas con escaso aval: en este caso, el de la pasión desbordada y ciega de Sevilla con el pródigo José María Manzanares.

Después de un año de ausencia por el manido contencioso que mantienen varios toreros punteros con la empresa del coso maestrante, la afición hispalense parece haber retomado su ya largo romance con el alicantino mostrándole una generosidad incondicional más allá de lo que haga en la arena.

Es así como esas dos orejas que hoy paseó Manzanares vinieron a premiar sendas faenas inconcretas y sin macizar a sendos toros de dispar condición pero con los que él tuvo similares argumentos.

El terciado primero sacó un áspero temperamento que el torero de Alicante no logró suavizar hasta muy avanzando su trasteo. Tenso y nervioso, aguantó cada oleada sin llegar a centrarse ni asentarse por completo.

Manzanares recorrió con el toro mucho ruedo durante un largo pulso en el que se alternaron algunos buenos pases con una numerosa sucesión de enganchones y tirones que no ayudaron a la armonía de la obra, aunque el público jaleó por igual lo bueno y lo menos bueno del alicantino, sin matices.

Algo similar le sucedió en el quinto, después de que se luciera su cuadrilla en los dos primeros tercios. Este otro ejemplar de Victoriano del Río, anovillado de presencia, repitió con transmisión un buen puñado de arrancadas, a las que Manzanares respondió con poder en fases intermitentes, pero entreverando demasiados tiempos muertos motivados por algunas rachas de viento.

Fue cuando se puso a torearle al natural cuando el animal volvió grupas y tomó el camino de la tablas, donde, con la misma brusquedad de muñecas, Manzanares alardeó dándole los adentros en otra inconcreta obra de largo metraje.

El remate con una estocada fulminante, cobrada en las misma puerta de chiqueros, desató de nuevo esa pasión del tendido, que incluso pidió, pero no consiguió, para Manzanares una tercera oreja que le hubiera granjeado una salida por la Puerta del Príncipe a todas luces inmerecida.

A Enrique Ponce le correspondió un lote insulso y desfondado. El grandón primero, al que castigaron muy duro en varas, se paró tanto como el cuarto, y con ambos hizo el valenciano un aseado y pulcro trabajo técnico sin éxito ni brillo.

La tarde también tenía a priori el interés de la alternativa del diestro local Lama de Góngora, que no pudo celebrar la efeméride con un éxito. El toro de la ceremonia fue otro ejemplar alto de agujas que nunca se empleó tras la muleta del joven espada, a pesar de que lo templó con habilidad y buena técnica, añadiendo en su empeño la fibra que faltaba a la insulsa embestida. Pero falló con la espada.

El sexto, en cambio, sacó un desbordante temperamento que Lama, a pesar de su esfuerzo, no llegó a someter en una faena en la que pase a pase fue perdiendo la iniciativa.

Toromedia

Manzanares corta dos orejas y roza la Puerta del Príncipe

José Mari Manzanares ha dado sentido a la tarde al cortar una oreja a cada uno de sus toros a base de emplearse a fondo con ellos hasta sacarles todo el partido. Sus faenas han sido las más destacadas en una corrida en la que ni Ponce ni Lama de Góngora, que tomaba la alternativa, han tenido materia prima apta para el lucimiento.

El primero de Ponce fue manso de salida e impidió el lucimiento con el capote, yéndose suelto de las suertes. Recibió el primer puyazo en la puerta y quedó con media arrancada y poca fuerza. Fue protestado pero no devuelto. Comenzó doblándose bien y cuando intentó torear en redondo se encontró con escasa entrega del toro. La nula clase del de Victoriano marcó todo el trasteo, en el que poco a poco Ponce fue metiendo a su enemigo en la muleta. Por el lado izquierdo fue peor y tuvo que concluir la faena. Mató de estocada algo desprendida. Silencio.

El segundo de su lote se quedó corto en el capote e impidió el lucimiento de Enrique Ponce en el primer tercio. A la muleta llegó muy aplomado a pesar de no ser castigado en el caballo. El diestro de Chiva intentó sacarle partido por el lado derecho pero el toro se desinfló rápidamente. También lo probó con la zurda pero no había enemigo. Su labor fue silenciada.

Manzanares protagonizó un vibrante recibo de capa en el tercero, con lances meritorios y un bonito remate soltando el capote. En la muleta se movió de forma descoordinada y Manzanares intentó sacarle partido con la derecha, pero el toro no se empleaba y tuvo siempre un comportamiento distraído y sin fijeza, dando incluso un serio susto al torero. El torero le plantó cara con mérito y le sacó todo el partido posible. Mató de buena estocada y cortó una oreja.

En el quinto Saludaron en banderillas Curro Javier y Luis Blázquez. Manzanares comenzó la faena en los medios y ligó una primera serie en la que atemperó bien la embestida del toro. Intensas fueron también las dos siguientes aunque les faltó continuidad porque el toro no la propiciaba. Cuando toreó con la zurda el de Victoriano del Río se rajó. Pero Manzanares siguió plantando cara hasta agotar todas las embestidas. Su esfuerzo fue premiado con una oreja e incluso se pidió la segunda, que la presidenta no concedió.

El toro de la alternativa se llamó 'Amante' y con él se mostró dispuesto con el capote Lama de Góngora. Ponce le hizo un quite con buena media y Lama replicó por chicuelinas. En banderillas saludó Curro Robles. Después de la ceremonia de alternativa, Lama comenzó con una buena serie diestra a pesar de que el toro no humillaba mucho. Las dos que siguieron fueron templadas y tuvieron compostura. El de Victoriano del Río se fue viniendo abajo e impidió que la faena siguiera creciendo. Lama dio bonitos muletazos en el final de la faena con el animal ya agotado. Pinchó tres veces y descabello. Ovación.

Paco Lama estuvo animoso con el capote en el sexto. La faena la comenzó en los medios y el toro se tragó una primera serie, pero en la segunda comenzó a orientarse y a quedarse corto. Lama no se dio por vencido e intentó sacar partido hasta que el toro se aplomó por completo. Falló con la espada y fue silenciado.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Manzanares impone su ley de la espada

Para los aficionados a los datos: Lama de Góngora tomó la alternativa con el toro 'Amante' de la ganadería de Victoriano del Río, herrado con el número 35 y 532 kilos de peso. Negro mulato de fina cara, tocado arriba de pitones y estrecha culata. Vestía de blanco y oro el toricantano ante el señorial habano y oro de su padrino, Enrique Ponce, y el luctuoso negro y azabache de su testigo, José María Manzanares.

Vino 'Amante' a descomponer el triángulo de la ceremonia y en general a descomponerlo todo con su falta de humillación. Estropeó el enganchado saludo y, lo que es peor, la suerte de matar del recién bautizado como matador. Entre el capítulo preliminar y el epílogo, Ponce sin molestarlo le había dibujado una linda media verónica de un quite planteado enteramente por la mano derecha y Lama intentó ponerle expresión a aquella embestida que no bajaba del palillo. Sonó incluso la música. Unos compases apenas. El toro y el tono se desinflaron cuando el chaval pretendía el toreo al natural sin excesiva convicción. Después ya se produjo el final de taponazos y pinchazos.

Sería como consecuencia, o no, de los trajines de los corrales, pero el segundo traía hechuras de mulo y el tercero de gato. Una diferencia abisal. Y, lo que son las cosas, embistieron tal cual eran. Aquél como un percherón castrado y éste como un felino rabioso. Ponce le echó paciencia a la inmensa estructura de largura miureña, tan levantada del piso. Desde su suelta aparición todo respondió a un carácter bueyuno. La ciencia poncista casi consiguió levantar aquella losa, pero se aburrió aun más el toro. Y finalmente la gente.

El nervio del geniudo novillo/toro de Manzanares ya levantó polvareda con el capote. La faena careció de planteamiento, preñada de enormes tiempos muertos. Muy incómodas las arrancadas de muchos pies y muy incómodo el torero con ellas. Por momentos, salía el toro por un lado y la muleta por otro. Pero se centró más JMM cerrado en tablas cuando descubrió que el poder para desplazar también lo tiene para someter. Y de algún modo en tres series rematadas con trincheras evitó los enganchones anteriores y los banderazos. Basculaba la prenda de Toros de Cortés hacia chiqueros con la gente empujando como una ola que recorría la Maestranza de sol a sombra. Como el bicho se puso gazapón al hilo de las tablas una vez podido, Manzanares se lo sacó casi a los medios. Y allí lo despenó de un formidable espadazo. La ley de la espada, infalible tapabocas, sordina de avisos. Una oreja por y para ella.

Definitivamente lo que se había recompuesto de Victoriano del Río formaba una escalera harto decepcionante. Por todo. Por lo básico. El nimio cuarto de abierta cara no había por donde cogerlo. Ni bravura, ni clase, ni… Todo movimiento apoyado en las manos, frenado, a menos hasta la nada que vio Ponce desesperado. ¿Un saldo? Sí. De mal ojo y manso.

Manzanares volvió a dictar su decreto ley de la espada. Otra oreja y casi le entregan la segunda. Madre mía cómo está Sevilla. Y es que ya antes de arrancarse el sol, que fue donde acabó otra vez la faena, se había lanzado al ataque la banda de música rendida ante unas series de derechazos tan desajustados como veloces. Por la S-30 se pasaba Manzanares al quinto torete y los bramidos se oían en Huelva. Sólo sé que no sé nada. Se rajó el toro que nunca había terminado de romper hacia adelante en su nobleza y a favor de querencia el excelente matador le trazó un natural. Ya en tablas siguió el lío que despidió con un volapié al hilo de las tablas. Si la presidenta Anabel Moreno no se pone en su sitio, se lo llevan por la Puerta del Príncipe. Vayan los trofeos al fundón de estoques.

¡Ah! Curro Javier también se había destocado como Curro Robles en el que abrió plaza pero más reunido. Pero tampoco como para tocar la Marsellesa.

Lama de Góngora despidió la tarde de su alternativa con voluntad ante un sexto de buena cara pero que, como la casi toda la corrida, embistió más con las pezuñas y al empellón. Lama no pasó con la espada.


©Fotografías de Juan Carlos Muñoz/Diario de Sevilla y DIEGO L./El Mundo. De blanco y oro, el toricantano Lama de Góngora.

Sevilla Temporada 2015.

sevilla_180415.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:10 (editor externo)