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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del martes, 20 de abril de 2010

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Torrealta (bien presentados, bravos y nobles en general)

Diestros:

El Juli: Estocada trasera y caída (saludos desde el tercio); estocada en lo alto (dos orejas) .

José María Manzanares. Estocada casi entera (oreja); estocada (oreja).

Daniel Luque. Estocada trasera, descabello (silencio); media estocada trasera y contraria, descabello (silencio).

Incidencias: el subalterno Luis Blázquez, de la cuadrilla de José María Manzanares, resultó recibió una cornada en la cara al colocar la puntilla del 6º. Parte médico: herida inciso-contusa en borde mandibular izquierdo que sigue una trayectoria ascendente de 8 cm. con rotura de la aponeurosis facial y fibras del masetero, contundiendo sin herirla la glandula parotida y formando una herida en scalp con dos colgajos. Se realiza limpieza y sutura de planos musculares y aponeuroticos, colocandole drenaje aspirativo. Pronóstico menos grave.

Presidente: Francisco Teja.

Tiempo: Soleado.

Entrada: Hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: Siglo XXI, El País, Diario de Sevilla, El Mundo, El Correo de Andalucía, EFE, Marca, ABC, La Razón, Gastón Ramírez.

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© El Juli muestra sus trofeos en la Maestranza. Roberto Pardo/Marca. El Juli con la muleta/EFE


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La corrida de Torrealta sin ser un dechado de presentación, de fuerza, de casta o de bravura, sirvió para los toreros. En su primero El Juli tiró las tres cartitas y el público le dijo que había que hacer más: no hubo ni un pañuelo que pidera una orejita que otra tarde le hubieran dado. Pero en el cuarto dijo aquí estoy yo y completó una faena vibrante, en los medios, a un toro que embestía sin parar aunque tuvo detalles de manso. Dos orejas, que suman cinco, al esportón. Manzanares volvió a estar muy bien en dos faenas diferentes. La primera de menos a más hasta hacerse con el toro y dar los mejores pases de su repertorio. Y la segunda, ante un toro probón y difícil, valiente, exponiendo lo suyo hasta exprimirlo, parecida a la de ayer de Morante. Esta vez los mató bien y rozó, de nuevo, la Puerta del Príncipe. Daniel Luque parece afectado por el fiasco de Madrid -vaya a quien se le ocurriera el invento- y realizó una faena sin llegar a conectar en el tercero y otra sin entender al toro ni acoplarse al sexto. Se le fueron ambos. Luis Blázquez recibió una cornada en la cara al apuntillar al quinto. Y digo yo que si los banderilleros no quieren pagar al puntillero cuando hay oreja, por qué no lo hace el matador. Para algo está Lebrija: para asegurar lo triunfos, por lo menos.


Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: El discurso rotundo de El Juli

Se puede decir más alto pero no más claro: El Juli ha roto la feria por una tauromaquia contundente, templada, impecable y categórica. Todo lo que hizo en el cuarto de la tarde estaba guiado por la perfección técnica y por la inagotable sabiduría de un torero que está diciendo el toreo con una ejemplaridad intachable. Supo encelar a su oponente por el pitón derecho dejándole el trapo rojo en la cara encadenando los derechazos unos a otros en una serie postrera de asombrosa vivacidad. Su discurso con la mano izquierda pervivirá en la memoria de la afición hispalense durante décadas. Aprovechó todos los resortes de la bravura, dio distancia a “Zurcidor,” se lo dejó venir alegre desde unos ocho metros y lo embarcó adelante para templarlo con exquisitez. Los naturales largos, poderosos y rematados detrás de la pala del pitón se engarzaban unos a otros de trazo imborrable… Así una y otra vez hasta en tres tandas soberbias.

La alquimia del mando se conjugó con la magia del temple; la encrucijada de la bravura se atemperó con la sapiencia de unas muñecas endiabladamente vigorosas y eficaces. La resultante emergió sin mácula: el torero aguantando al natural algunas dudas del toro para luego arrastrar media muleta por el albero maestrante. El cuatreño de Torrealta, acucharado de pitones, hondo y con trapío, a pesar de sus 492 kilos, tenía carbón, chispa, prontitud fijeza y mucha alegría. Estas virtudes conectaron con los tendidos que, al final, no supo pedir la vuelta al ruedo a un animal que, aunque había salido suelto de la primera vara y no se empleó mucho en la segunda, ofreció fina calidad y largura en su recorrido.

Manzanares tardó una enormidad en percatarse del buen fondo que tenía su primero oponente. Cuando lo hizo volvió a deleitarnos con su majestuosidad y con el mensaje hechicero de su toreo. El quinto, un ejemplar reservón, peligroso y que quería hacer presa al menor descuido era para apostar a la carta del pundonor. El maestro de Alicante no se arrugó y se fajó con pundonor en varias tandas diestras de mucho mérito. El pupilo de Torrealta medía, buscaba los tobillos y el torero tuvo que tocar fuerte para fijar la embestida, coserla a la muleta y dibujar un muletazo en línea recta. Hubo emoción y pasión. Gran feria en su conjunto la que ha protagonizado José María Manzanares.

Lo peor: Se rozó la tragedia

El toro estaba echado, con la boca abierta, apoyado en las cuatro patas y con un gran espadazo, un pelín trasero, lo que le había restado un tanto de eficacia. Luis Blázquez se puso por delante, metió la mano buscando la médula espinal de “Viajero” y cuando falló con la puntilla el bóvido malherido le buscó raudo. A punto estuvo de cazar al valiente tercero y de provocarle una desgracia. Se escapó de milagro… lo cual le debe hacer ver que, por precaución, para la próxima vez, debería ir por detrás.

El destino es caprichoso, es cierto, pero las carreras de los toreros tienen su tempo, su momento y su medida. Daniel Luque ha apostado fuerte porque ha manifestado, por activa y por pasiva, que se quiere hacer rico rápidamente. Es una aspiración legítima pero que vendrá por su propio peso, sin atropellar la razón y como consecuencia de la madurez que da la experiencia. Dos tardes en blanco, en las que no ha estado mal pero tampoco ha destacado, salvo en un excelso quite, le van a pesar y puede que le pase factura para pedir dinero el próximo año. Le queda el mano a mano. Si no obtuviera el triunfo deseado tendrá que jugarse la temporada en Madrid… y eso es muy duro… Paciencia, Daniel, todo te llegará, si está para ti, en su debido momento…

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©Julián López, El Juli, con su segundo toro.- JAVIER BARBANCHO

Siglo XXI

<img src="http://t1.gstatic.com/images?q=tbn:LFcRGG4iGmZICM:http://www.diariosigloxxi.com/fotos/ignacio_de_cossio.jpg "/>Por Ignacio de Cossío. Nadie conoce a nadie

Quien te ha visto y quien te ve Julián. Comenzaste siendo un niño alegre y explosivo y te has convertido en un torero serio y profundo de veras. La experiencia es un grado. Ya lo canta por sí sola tu muleta arrastrada mientras acaricia lentamente una y otra vez las piernas que te sostienen. Poderoso, sublime: al niño que se ha hecho hombre, Sevilla lo llama mío. Y titánico, Manzanares, con la espalda truncada como dos columnas griegas para y por arte, levantándose por el horizonte maestrante. Ardor guerrero, empaque imperial frente al peligroso quinto, que sostuvo por el pitón izquierdo al mismísimo lucifer. ¿Fueron gigantes o molinos de viento los que al pobre escudero marcaron el rostro? ¿O quizás la cobardía de un toro de mirada aviesa y falto de fijeza en la muleta? Luque, en tí si que no reconoce nadie a ese chavalín de Gerena que tentaba en Albaserrada levantando apenas un palmo del suelo. Pero como dijo James Bond: el mañana nunca muere.


El País

Por Antonio Lorca. El toreo

El catedrático don Julián López, El Juli, subió al estrado, se plantó en la boca de riego, brindó a la concurrencia con parsimonia, abrió la muleta, habló pronto y claro y no tardó ni diez minutos en dictar una lección magistral que contó con el beneplácito de todos. Tema que desarrollar: el toreo. Y la disertación alcanzó tal grado de brillantez que el auditorio saltó de sus asientos, la ovación se hizo ensordecedora y la Maestranza parecía que se iba a venir abajo. A continuación, el presidente del tribunal sacó los dos pañuelos a un tiempo y la plaza entera ascendió a los cielos de la gloria taurina.

Vaya por delante que no era una lección fácil porque el toro cuarto de la tarde -el primero había sido un soso sin clase- fue un manso de libro en el caballo que huía del castigo. Y esa condición mostró al primer pase por alto. Pero el maestro apeló a su magisterio, le enseñó la muleta, se la acercó, le habló al oído, se colocó en el sitio justo y pareció decirle: “por aquí”. Y el toro aceptó el reto, se olvidó de su sangre dulce y embistió con fiereza y codicia. Y toro y torero se enfrascaron en una lección emocionantísima de toreo verdadero, portentoso, espectacular, sublime y solemne. Con la mano diestra mandó larga la embestida en un par de tandas dominadas por la quietud y la ligazón. Arrastró la muleta en los naturales, emotivos, perfectos de colocación, cite y remate. Y volvió a la derecha para ahondar más sus argumentos de pases eternos, templadísimos, lentísimos, en una apasionada integridad de la lidia. Volvió a la zurda, y la plaza, extasiada, los tendidos en pie, rugían felicidad ante el momento esplendoroso del torero. Y se preparó para el acto final, y cobró una estocada en todo lo alto. Y se acabó. La Maestranza se volvió loca, se tornó blanca y una alegría desbordante se apoderó de todos.

Y ¿por qué? Porque se había hecho presente el toreo auténtico en toda su dimensión. Y así de grande es esto, que hasta la gente más cuerda se vuelve chaveta, se da un abrazo sin conocerte de nada y te invita esta noche, sin falta, a su caseta porque ha sido feliz, porque ha sentido en sus venas el fuerte veneno de la emoción que se desprende del encuentro entre un toro encastado y un torero heroico y artista. Así es, nada más y nada menos, el toreo.

Pero la sesión no había terminado. Otro torero esperaba motivado en su burladero. Manzanares lo llaman, y salió ante el quinto, un manso muy deslucido, con ganas de comerse el mundo. Se dejó mirar y requetemirar la taleguilla, aguantó parones que parecían inaguantables y le robó muletazos muy estimables a un toro que, en apariencia, no tenía un pase. Y arrancó una meritoria oreja por decisión y valentía. Momentos antes, su banderillero Luis Blázquez recibió un golpe en la cara cuando intentaba apuntillar al toro. Más grande, si cabe, fue su labor en el segundo, al que entendió a mitad de faena, enfadado, quizá, por la falta de codicia de su oponente, y lo muleteó con intensidad en tres hermosas tandas de derechazos magníficamente interpretados.

Y quedaba el joven Luque, barbilampiño todavía y novato, que hizo lo que mejor pudo: intentarlo con toda su alma. Pero su primero era un marmolillo y el sexto, un soso desvaído. (Esta noche, sin falta, a la caseta del vecino…)


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Apasionante duelo de titanes

No defraudó el duelo en la cumbre entre El Juli y Manzanares, quienes fueron recibidos con una gran ovación y que ofrecieron un espectáculo arrebatador en una Maestranza en la que no cabía un alfiler.

Ambos se entregaron sin reserva alguna. El Juli, con una maestría y una madurez que disfruta en plena juventud, fue un mago en la lidia. Manzanares, con la vergüenza de un artista que desborda valor, le replicó con voz de figura del toreo. Ambos se hicieron los dueños del ruedo y los amos del corazón de los aficionados. Cortaron dos orejas cada uno y rozaron la mítica Puerta del Príncipe.

El Juli realizó una faena soberbia y medida, en la que dio la talla de un maestro en sazón en conocimientos y un fondo de valor inmenso. El toro, bajito, de cuerna acucharada, al que ovacionaron en el arrastre y para el que pidieron desmesuradamente la vuelta al ruedo, embistió el capote con las manos por delante, en varas dio cabezazos y salió suelto. En la muleta tuvo como virtud la transmisión. El Juli, en los medios, sin titubeos, se mostró mandón en las dos primeras tandas, cerrando con dos largos pases de pecho. Con la izquierda, toreó primeramente con suavidad, para bajar la mano en una segunda serie. El toreo en redondo, con el animal dominado y gustándose, puso al público de pie, con gritos como “¡Bravo!”, “¡Fabuloso!”, “¡Torerazo!”. Hubo un natural in-ter-mi-na-ble, que duró una eternidad. Con la diestra volvió a saltar la banca cuando tras un cambio de mano, dibujó un natural al ralentí ligado con un contundente pase de pecho. Faena impresionante que supo cortar cuando de nuevo, por el pitón izquierdo, el toro comenzó a pararse. Como rúbrica: un estoconazo. Su tercero levantó al toro, que se echó de nuevo. Dos orejas ganadas a ley. Con el incierto primero, El Juli se había mostrado porfión.

Después de esa catarata de toreo y de emociones en el cuarto, cualquiera hubiera cogido una barca y se hubiera marchado Guadalquivir abajo, a solazarse en una de sus orillas en una tarde tan despejada y soleada. Pero por las venas del alicantino Manzanares, en lugar de discurrir un templado Mediterráneo, comenzó a desbordarse un rugiente Cantábrico, con olas coronadas de casta. Y Manzanares, sin importarle la seriedad del quinto, un manso que le midió constantemente, echó la moneda al aire. Lo toreó muy bien a la verónica. Sus banderilleros pasaron las de Caín con el galafate, que esperaba. El alicantino, muleta en mano, dio un recital de valor y buen toreo. Con la derecha tragó lo indecible, con una colada escalofriante. En otra tanda, el astado se le paró debajo y Manzanares, sin pestañear, aguantó y tiró de él, mientras a los espectadores se les hacía un nudo en la garganta. Luego, con su torería de luz, llegó una tanda de bellos muletazos, abrazados con un triuncherazo precioso. Por la izquierda lo intentó. Pero aquello eran oleadas chocando violentamente contra la muleta, convertida en rojo malecón. Se gustó de nuevo en el epílogo en una serie con la diestra de altura. Ya sólo quedaba la estocada, en la que Manzanares no falló. Ganó una de las orejas de mayor peso de la feria… y de muchas ferias. Lamentablemente, su tercero, Luis Blázquez, sufrió una cornada del peligroso toro en la mandíbula, cuando quería apuntillarlo.

Manzanares ya se la había jugado anteriormente, ante el segundo, un zapatito, manso, reservón, que daba arreones por el pitón derecho y se quedaba corto y protestaba por el izquierdo. Su faena, plena, estuvo dividida en dos partes: una primera lidiadora, en la que limó muchos defectos al animal, y una segunda en la que llegó a lucirse. En los medios, con la diestra, hilvanó tres series fenomenales, siempre bien abrochadas con pases de pecho. Con el público entregadísimo, aplaudiendo a rabiar, dibujó cuatro muletazos larguísimos, se enroscó al toro en la cintura, hizo un cambio de mano y dio el de pecho en una serie fantástica. Con media espada muy tendida, ganó otra merecida oreja.

Daniel Luque pasó de puntillas, con un primer oponente noblón, pero sin motor y otro manejable, con el que no siempre acertó en colocación y distancia.

La expectación que se había levantado por este festejo, con espectadores que pagaron en la reventa por sus localidades hasta cinco y seis veces su precio de taquilla, no defraudó ni un ápice.

Tarde maravillosa. Porque lejos de trofeos, o de si hubo o no hubo Puerta del Príncipe, El Juli y Manzanares brindaron un impactante espectáculo en el que hicieron honor a aquellos poderosos dioses griegos: los titanes.


El Mundo

Por Carlos Crivell. Los maestros arrollan y el joven se amilana

Daniel Luque aprendió ayer otra lección. En el mismo cartel que dos figuras como El Juli y Manzanares, fue testigo privilegiado del triunfo de ambos, al tiempo que el de Gerena se quedaba a medio camino, en ese terreno de nadie que no conduce a ninguna parte. Las figuras, El Juli y Manzanares, dirimían la supremacía en la Feria. La ventaja del madrileño se reafirmó con las dos orejas del cuarto, un toro sensacional en la muleta, mansito en los primeros tercios, pero encastado y codicioso. Fue un toro para un torero. El Juli lo cuajó sin llegar a la cumbre que podría haberse esperado. Manzanares buscó el triunfo con una entrega propia de principiante, sin dejarse ganar la pelea por nadie, en una nueva demostración de garra y valor de un torero considerado artista.

El Juli le cortó las dos orejas al cuarto. Manzanares, una a cada toro. Daniel Luque, con toros parecidos, se fue en blanco.

La corrida de Torrealta descubrió aspectos ya conocidos del toro de lidia. El peso no tiene nada que ver con el trapío. La corrida no superó la media tonelada y lució una presentación excelente. El conjunto de los astados fue algo brusco en su comportamiento, algunos fueron probones, otros llegaron nobles y sosos a la muleta, mientras que el citado cuarto, llamado Zurcidor, nombre ilustre en la ganadería de Borja Prado, aunque manseó al principio, hizo una exhibición de codicia y acometividad, a veces rayando en la agresividad, pero embistiendo con toda su alma a la muleta de El Juli que toreó a placer al buen toro jerezano. La faena fue admirable por la forma de encelar y fijar al toro en el centro, también por la templanza, aunque pecó de cierta aceleración, el torero arqueó en exceso la figura y los pases de pecho no fueron de pitón a rabo.

No importó nada. El galope del toro fue un espectáculo definitivo para completar un conjunto emocionante. El presidente Teja no quiso problemas y sacó los dos pañuelos al mismo tiempo. Manzanares le arrancó una oreja a cada toro. Si además de la estética suprema del alicantino, se entrega y ataca como lo hizo a sus dos remisos astados, el resultado no pude ser otro más que el triunfo. Manzanares se acopló con el segundo ya de mitad de faena en adelante. Con la mano baja y los riñones metidos, al toro no le quedó más remedio que seguir la tela roja. El quinto era un medio marmolillo. Fue encomiable la forma de tirar del toro para dibujar pases que parecían imposibles.

La corrida había comenzado con ciertas dudas. El Juli estuvo ligero y acelerado con que rompió plaza. De sus cuatro faenas fue la de menos contenido; y la culpa no fue esta vez del toro. Con el cuarto lo arregló todo.

Y mientras las figuras se batían el cobre, Daniel Luque deambulaba por la plaza como si también estuviera ya consagrado. El tercero era tan tardo y probón como otros del encierro. Luque atacó tarde. El sexto era mejor toro, tal vez con un punto de sosería. El de Gerena volvió a mostrar un aire de suficiencia que no le beneficia. Nadie duda de sus condiciones toreras, la afición le ha cantado sus formas y su fondo, pero en la plaza hay que dar la impresión de que se tiene hambre y no que se está empachado. Daniel Luque estuvo ayer empachado durante toda la corrida. Los viejos del cartel, ya figuras del toreo, le mostraron el camino. En la corrida del viernes tiene tres toros para sacar la cabeza y gritar al mundo sus excelencias y ganas de llegar a la cumbre. Para que ello suceda tiene que estar mucho mejor. No hay ninguna excusa. Cuando se tienen tantas virtudes, hay que echarle todos los arrestos del mundo, porque aquí nadie regala nada.


El Mundo

Por Zabala de la Serna. El Juli y Manzanares vuelven a triunfar

Rómpió la plaza en una ovación al romper el paseíllo. El Juli se la merecía por su pasada actuación de Puerta del Príncipe y la compartió con sus compañeros. El toro de Torrealta anda justo de fuerza y fondo. Juli lo cuida en el caballo. La apertura de faena es muy torera, sobre todo la trinchera. Tres buenas series por la derecha para que dure el toro, y una buena por el izquierdo. Cae el tono con el toro a menos.

El sengundo, castaño, con cara, es tardo y le cuestá; algo bruto. La faena de Manzanares consta de una primera parte de sobarlo y una segunda de más ataque, siempre unidas por la intención de echarlo y romperlo hacia delante. Y de paso también hacia fuera. Sube la intensidad y la continuidad. Mata de media estocada y corona su técnica labor con una oreja.

El tercero, muy encogido, siempre hacia dentro, no tiene empuje. Daniel Luque le pone voluntad y lo mata de estocada y descabello. Silencio.

El cuarto, cinqueño, de nombre 'Zurcidor', tiene la seriedad de los cinco años. Apunta lo que es en un capotazo por el izquierdo de Álvaro Montes, cumbre. El torrealta es una máquina de embestir aunque al principio de faena ha habido un amago de rajarse. El Juli en los medios lo encela sobre la mano derecha. El toro tiene un ritmo acojonante. Con la mano izquierda le arrastra la muleta. Hay algún desajuste. Vuelve a la diestra y sigue la faena en son. Un natural en cambio de mano es sencillamente brutal. Le ha faltado algo a la faena; quizá un puyazo al toro. No sé. Le corta las dos orejas pero 'Zurcidor' ha tenido un punto más. No quita para el gra momento de El Juli.

El quinto es manso y desarrolla a peor. Espera y mide, en banderillas y en la muleta. Manzanares le gana el paso, el pitón y la acción. Ahora sí que adquiere verdadero sentido toda su técnica poderosa. Capacidad se llama. Traga y lo mata tan atracado que incluso la espada se hunde un punto contraria. Al apuntillarlo, Luis Blázquez sufre una cornada en el rostro.

El sexto, todo cara, es manejable pero informal. Luque bien a ratos.


El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Juli se sube a la Giralda

Después de mí nadie y después de nadie… El Juli ha marcado la diferencia, ha sacado la espada de la piedra y se ha coronado emperador del toreo por un faenón redondo y rotundo; tan bellísimo como mandón que reúne la mejor antología de una gran figura. El Juli se ha encumbrado por un trasteo que da la medida del altísimo nivel y la depuración alcanzada por su toreo. Y el caso es que el toro, cinqueño pasado y con aire de viejorro, también hizo cosas de manso en el primer tercio sin que nadie pudiera aventurar el gran juego que iba a dar después. Y aunque mejoró notablemente el tono en banderillas, cuando El Juli tomó la muleta aún hizo un amago de marcharse a los chiqueros. Pero el madrileño sabía muy bien lo que se traía entre manos y no dudó en brindar la muerte del astado desde el centro del platillo.

Allí, junto a la montera caída se desarrollaría el largo y sobresaliente metraje de un trasteo que ya es el de la Feria y el de muchas ferias. Una serie diestra descubrió a las 11.000 almas que llenaban el coso del Baratillo la emotiva y emocionante embestida del toro, que se quería comer la muleta. El tono iba subiendo a medida que El Juli toreaba y toreaba en una espiral emocionante de muletazos hondos, macizos y tersos: dichos muy para dentro a la vez que el toro de Torrealta seguía subiendo como la espuma. Pero si el joven maestro ya caminaba entre cumbres, aún se iba a subir a la Giralda al torear al natural de la forma más limpia, honda y ortodoxa que imaginarse pueda. El Juli midió los tiempos, supo esperar al toro con media muleta derramada sobre el albero para llevarlo largo, larguísimo, en muletazos líquidos y cristalinos mientras la faena entraba en ese derroche que sólo acompaña a las grandes obras.

Julián acabó toreando para sí mismo, perfectamente acoplado a la vibrante embestida del toro, y se hundió y encajó en el albero para desatar la locura con un cambio de manos por la espalda que cosió a un sensacional muletazo antes de irse por la espada: un sensacional estoconazo ponía la firma al milagro. Le dieron dos orejas pero la faena era de rabo, merecedora de ese paseo bajo el dintel de una puerta que la creciente incultura taurina ha reducido a la simplona aritmética de dos más uno. Antes se había empleado en una faena con más fondo que forma ante el primero, que pareció mejor toro por su enorme movilidad aunque no paró de medir y mirar imperceptiblemente a su matador.

Después, se iba a lanzar definitivamente la corrida por una notable, intensa y ajustada faena de Manzanares, que descubrió el buen fondo del segundo después de un largo preámbulo. Cuando acertó a engancharlo por abajo, a no dejarlo parar, surgieron tres series diestras rotundas y electrizantes, cerradas con una trinchera de libro, un cambio de mano y un molinete cargado de sal que pusieron en sus manos un sabroso trofeo. Pero Manzanares quería más y no le importó jugarse el pellejo como un desesperado que nada tuviera que perder. Tampoco le importó aguantar los frenazos escalofriantes, las miradas y los parones de un animal lleno de peligro al que sometió al atacarlo siempre para llevarlo a donde no quería ir. Hubo una altísima emoción en el trasteo que se resolvió siempre a matar o morir: la inteligencia y la entrega consciente del hombre contra el feo estilo de un toro reservón y bruto que se cobró su particular venganza queriéndole quitar la cabeza a Luis Blázquez cuando quería apuntillarlo. La oreja cortada era de mucho peso.

Luque ni existió; lo borraron sus compañeros. Atacó al remiso tercero con pocos resultados y no llegó a entenderse del todo con la movilidad del mansito sexto.


EFE

Por Juan Miguel Núñez. Lucha abierta por el mando

Nuevo golpe de autoridad de “El Juli” en Sevilla pero esta vez con uno de sus rivales más directos, José María Manzanares, pisándole los talones. Ha sido una confrontación a brazo partido, con la respectiva artillería más pesada.

Cada uno a lo suyo, como no podía ser de otra manera, pero con planteamientos muy parecidos: ambición, coraje, entrega, poderío, mando, eficacia, sentimiento, improvisación… Una perfecta amalgama de los ingredientes indispensables para conseguir el mejor toreo.

Todo esto en una corrida que ha tenido sus más y sus menos. Mansa sin paliativos en el caballo. Hubo toros, no obstante, que “se dejaron” en distinto grado, aunque el tercer espada, el joven Luque, con el segundo mejor ejemplar en importancia de la tarde, el sexto, jugó el papel de mudo testigo.

Ovación al romper filas, se supone que para “El Juli”, que venía de la Puerta del Príncipe del viernes, pero sin olvidar otra importante llamada de atención de Manzanares, hace dos días, cuando se dejó por la espada un triunfo prácticamente de igual calibre. El madrileño reaccionó con listeza invitando a salir de entre barreras a Manzanares y hasta a Luque, que allí no pintaba nada. Pues creen los toreros que dan mal bajío las ovaciones antes de empezar.

Y se estrelló “El Juli” en parte con un imposible primer toro, que aún moviéndose llevaba la cara natural, a media altura, sin humillar, sin decir nada. Fue faena muy elaborada, pero monótona.

En el cuarto cambiaron las tornas. Y eso que el toro no parecía de fiar, embistiendo al capote con las manos, y doliéndose y yéndose suelto de los dos encuentros con el caballo. Manso total. Pero el brindis de “El Juli” en el platillo era compromiso de buscar un triunfo imposible.

Todavía “el torrealta” salió de najas en el primer muletazo por alto. Ya al segundo, cuando nadie esperaba nada, estaba “El Juli” en los medios por la derecha pegando pases seguidos, con un ritmo, una cadencia y un no sé qué de misterioso y delicioso toreo, que sorprendió a todos.

Nueva tanda a derechas en igual son. Y ya al natural, media muleta a rastras. La faena irresistiblemente a más. Aquello fue la locura no sólo por la actitud del torero sino por la increíble respuesta del toro.

Sólo “El Juli” había adivinado tan buen fondo, y ya estaba “el morito” yendo y viniendo en un largo trayecto, cogiéndolo allí y llevándolo allá, y por abajo, y seguido, y limpio… La plaza boca abajo, que es la metáfora del aplauso de todo el mundo en pie. Todavía dos tandas más sobre la derecha y una de naturales. Funcionó finalmente “el cañón”, es decir, la estocada letal con la que hay que rubricar este tipo de faenas.

El presidente Teja, que en la tarde de aquella Puerta del Príncipe había negado al “Juli” una segunda oreja del primer toro, y que en el siguiente sacó los dos pañuelos a la vez, esta vez hizo igual: dos orejas sin esperar la petición. Estaba clarísimo.

Manzanares sumó idénticos trofeos, pero fueron uno y uno. La primera parte de su primera faena estuvo escasa de celo. De hecho no respondió el toro hasta que él pisó el sitio clave. Y aún así toreó el alicantino algo “abierto”, sin muchas estrecheces. Pero toreó bonito, y como mató bien, pues oreja que te crió.

Ya en el quinto sorprendió un valiente Manzanares, pues tenía el toro la guasa del mundo, huyendo despavorido del caballo, esperando en banderillas y “acostándose” por ambos pitones.

Al segundo muletazo se paraba, y miraba. Menudo le aguantó Manzanares para tirar de él, atacándole desde el primer momento. Fue faena de arrestos, naturalmente con premio de oreja.


Marca

Por Carlos Illian. El Juli, intratable en La Maestranza

Hay que ver como está este Juli. No hay quien le tosa. Al menos en las dos primeras grandes del año, Fallas y Sevilla, ha pasado como un ciclón, barriendo todo a su paso, no dejando títere con cabeza y resultando intratable por los demás de su especie que hayan coincidido en ambas ferias. Para rematar su impresionante exhibición en la Maestranza nos regaló toda una sinfonía del toreo al natural.

Todo ocurrió en la lidia del cuarto, un torillo acucharado de pitones y santo como una monja, con un pitón izquierdo de oro. Y a todas estas que El Juli lo cata y dice que aquí me planto a darme un homenaje con la muleta. Y vaya si se dió un homenaje el madrileño. Qué manera de torear con la mano baja, arrastrando los vuelos y llevando la embestida al infinito. Una y otra vez El Juli repetía con tono sinfónico el recital del toreo fundamental. El animalito de Torrealta obedecía sumiso a la poderosa mano inquierda del torero. También con la derecha, aunque en tono menor, El Juli terminó de redondear su obra, que remató de un espadazo. Las dos orejas y Sevilla a sus pies.

No era fácil para Manzanares, que había toreado a distancia sideral a su primero, ponerse a la altura de la faena de El Juli. Y no pudo, aunque a impulsos, sin cruzarse nunca, se peleó para lograr dos o tres series cortas con la mano derecha que le gustaron a la gente porque aquí, ya lo he dicho, están enamorados de este muchacho. Una oreja en cada toro me parecieron dos premios de pueblo. Y en esta plaza no se fija nadie en la pureza de su toreo sino en la bisutería del alicantino.

Si Daniel Luque quiere ser una figura del toreo tenía una oportunidad de oro ante dos compañeros que cortaban las orejas. Pensé que saldría en el sexto a jugársela, a decir aquí están mis veinte años para montarme encima del toro. Y no pasó nada. Vimos un Luque desinflado y trapacero que, de momento, acumula dos derrotas en su propia casa.

En la tarde no faltó el momento de sangre cuando el quinto hirió de una cornada en el labio al banderillero Luis Blázquez al intentar el descabello.


ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/andres_amoros_bn.jpg"/>Por Andrés Amorós. La Feria de El Juli y Manzanares

Muchísimas cosas tendrían que pasar para que ésta no fuera, ya, la Feria de El Juli y Manzanares. Los dos revalidan plenamente esta tarde sus triunfos del otro día. La tarde se inicia mal. Los tres primeros de Torrealta están demasiado justos de todo: de presentación, de peso, de fuerza, de casta.

El Juli, en el primero, está sobrado, muestra su seguridad, su suficiencia. Pero es poco toro para su poderío.

Manzanares logra sacar agua de un pozo seco en el segundo, que embiste a regañadientes. Con paciencia, va haciéndolo, acompañando la embestida, alargándola. Casi al final, logra ligar unos derechazos muy suaves. Desencadena el entusiasmo al enlazar un circular, un molinete, un cambio de mano y uno de pecho: primera oreja.

Con el tercero, Luque está voluntarioso pero la emoción es imposible. Consigue palmas solamente cuando pone él la casta que le falta al toro. Entra a matar atracándose. Algo parecido le sucede en el último: andarín, manso, bobalicón, que se deja dar naturales sin emoción ninguna. Los espectadores terminan aburriéndose. No ha echado mala Feria Luque pero tampoco buena: le hacía falta un éxito más rotundo.

Todo cambia en el cuarto y quinto. El segundo de El Juli mansea pero muestra más codicia y se viene arriba en banderillas. Otra vez despliega Julián su poderío y su técnica milimétrica. Huyendo, el toro se ha colocado él solo en el centro. Los naturales de mano muy baja, mandando muchísimo, son magníficos. Sevilla se ha rendido ya al madrileño. La estocada hasta la mano provoca que el señor Teja (sí, el mismo del otro día) saque los dos pañuelos a la vez. El toro ha roto a embestir y recibe una ovación; algunos piden la vuelta al ruedo. Me parece exagerado: al comienzo, manseó.

Y sale el quinto: otro manso pero con peligro. Recibe cuatro picotazos huyendo siempre. Se le para a Curro Javier y hace muy difícil el tercio de banderillas. Manzanares no se achanta: se dobla bien por bajo, traga. Va sacando derechazos y naturales de gran dificultad y notable peligro. La emoción sube especialmente cuando aguanta estoicamente parones: eso acaba de entusiasmar al público. Estocada hasta la mano. Al intentar apuntillarlo, el tercero de la cuadrilla, Luis Blázquez, es herido de manera muy fea. Dobla al fin el manso y José Mari logra la segunda oreja de la tarde.

Confieso que me he emocionado con su faena y que esperaba que pidieran el segundo trofeo. No ha sido así. Con este toro, el trasteo ha tenido verdadero mérito. Sobre todo, por una cosa: todo el mundo conoce de sobra la clase del alicantino, su innata elegancia. Hoy ha dado otra dimensión sobre la que podíamos tener dudas: valor sereno, desde luego, pero también ambición. Cualquiera podrá decir que, esta tarde, El Juli confirma que manda en el toreo, en este momento. Y que José María Manzanares es ahora el príncipe heredero. Si no fuera por la cogida de Luis Blázquez, una tarde feliz.

En 1935, en Sevilla, le recomiendan a Corrochano un guiso popular, papas en alcauciles (así lo escribe él). Le gusta pero echa de menos los alcauciles. Y lo aplica como metáfora taurina: «En la corrida de ayer me pasó lo mismo: ni hallé alcauciles ni hallé toros. Y los busqué con el mismo afán. El guiso estaba bien preparado pero no había toro».

Ése ha sido el riesgo de la primera parte de esta corrida. Luego, felizmente, aparecieron las papas y los alcauciles, se juntaron los toros y los toreros. Ésa es la Fiesta que no puede morir.


ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/> Por Fernando Carrasco. Julián y Josemari, dueños y señores de la Maestranza

Vaya por delante que quedan cinco tardes, cinco, para que concluya esta Feria de Abril de 2010. Pero ésta ya tiene nombres propios: Julián López «El Juli» y José María Manzanares. Ellos dos se han entretenido en cortar nada menos que nueve orejas, que se escribe pronto. Empero, lo de los apéndices auriculares es lo de menos. Me quedo, sobre todo y por encima de todo, con su forma de venir a Sevilla, a la Maestranza, y dar el todo por el todo. La de ayer será de esas tardes que quedan grabadas de manera indeleble. Cuando pasen los años y ya estén retirados ambos, los aficionados seguiremos recordando cómo entablaron una batalla a matar o morir en el ruedo baratillero.

Julián y Josemari engrandecieron aún más esta Fiesta Nacional. El madrileño, que ya había bebido el exilir de la Puerta del Príncipe el viernes pasado, se encontró con «Zurcidor», un mansón toro de Torrealta pero que rompió a embestir, y de qué manera, en el tercio final (quede constancia aquí de otro astado con el mismo nombre que, de novillo, lidió Borja Prado en la Maestranza y al que Jesuli de Torrecera le cortó dos orejas y se le dio la vuelta al ruedo. Fue en 2003). A partir de ahí, Julián y el toro fueron uno solo. Conjunción perfecta, muletazos desde aquí hasta allí y faena cumbre resumida en siete u ocho series magistrales. Otra vez El Juli en estado puro. Arreando de verdad, poniendo los puntos sobre las íes sobre lo que está dispuesto a hacer este año.

Y junto a él, Josemari Manzanares. Desde Alicante pero como si hubiese nacido a la verita del Guadalquivir. ¡Qué manera de romperse con los toros! Me quedo, con todo, con la faena al quinto. Vaya forma de tragar, de echarle lo que hay que echarle —por no aludir a las partes nobles— para acongojar al respetable. Y para torear más puro que el que lo inventó. ¿Qué se te resiste la Puerta del Príncipe? Ya te ha sacado la afición de Sevilla, Josemari. Julián y Josemari. Los dos han reventado esta Feria de Abril y los dos han hecho que la gente salga toreando de la Maestranza. Quedan cinco festejos, cinco, para que termine el ciclo. Pero ambos, El Juli y Manzanares, son los dueños y señores.


La Razón

Por Patricia Navarro. Duelo de titanes en La Maestranza

El duelo resultó de titanes, dos fieras dispuestas a disputarse el corazón de Sevilla. Y Sevilla se colmó de torería, de magia, de emoción desatada, de pasión y de bien torear. Si El Juli abrió el otro día la Puerta del Príncipe ayer elevó su toreo a lo más sublime. Fue todo un recital.

La realidad superó la ensoñación. Es dueño y señor ya de la Feria de Abril y ayer se salió. Le funcionó la cabeza para ver al toro, a pesar de que había salido suelto del tercio de varas. A los medios se fue derecho Julián para brindar al público la faena del cuarto. Mejor dicho, el faenón. Qué manera de torear. El silencio fue presagio de lo que estaba por venir, pero nos quedamos cortos en ilusiones. El Juli tiró primero de repertorio propio, el que hace crujir el toreo desde abajo al torear con media muleta barriendo el albero, esas medidas inverosímiles con las que el madrileño maneja el toro a su antojo. Quiso el animal embestir con una emoción desbordada. Toda esa mansedumbre de su salida la convirtió el toro en un torrente, en puro brío, en transmisión en un viaje que parecía perderse para encontrarse de nuevo en la interminable muleta de El Juli. El poderío, el saber, dio paso a la calidad, a la enjundia del toreo roto, entregado, de piel con piel. No se podía pasar más cerca al toro, ni ligar más los muletazos. Toro, torero y público éramos uno. Partícipes de una locura colectiva ante la faena de la feria, de muchas ferias y de muchas corridas de toros. Julián inmenso, antológico e inspirado, en remates inesperados, en esa manera de gozarlo que se sentía desde el Guadalquivir. Fogonazos para quemar el alma y evocar a las musas del toreo. Por derechazos recreó lo auténtico, al natural se encajó, clavado en la arena, cerquita del toro, la barriga para torear, la cercanía en el umbral de grandeza… Y los adornos para perdernos ya en el delirio.

Manzanares no quiso dejarse ganar la pelea. Ya estaba claro que ninguno de los dos había venido a pasearse. En la cumbre del toreo, con el bolsillo lleno y henchidos de ambición. Salió también manseando el quinto. Un metro desplazaba a caballo y picador en cada envite y un calvario hizo pasar a la cuadrilla al esperar una barbaridad. Lo tenía Manzanares para quitárselo del medio o para decir aquí estoy yo. Tal y como está la feria, apostó. Tenía el toro dificultades por todos los lados, acudía de reojo midiendo al torero, teniendo claro qué lugar ocupaba cada uno. Manzanares tragó, aguantó, le plantó la muleta en la cara, le echó raza ante las descaradas miradas de la res y acabó por meterle en el canasto. Más cuajado por el pitón derecho dio otra dimensión, de torero importante. Con oreja se premió. Peor suerte corrió su peón Luis Blázquez al intentar apuntillar. Un derrote seco le dejó el rostro señalado para siempre.

Transcurría la faena al manejable segundo sin cautivar. Con un chispazo, como un resorte, le dejó la muleta en la cara, encadenó los muletazos limpios, suaves y entonces alzó el vuelo. La faena fue a más, por lo menos en ligazón, aunque lo soberbio vino, como ya sello de la casa, en los remates, hasta los molinetes, vulgares en otras manos rezuman en las suyas torería. En esa línea ascendente, al hilo del toreo ligado, poco reunido y menos encajado, cogió la espada y condecoró.

El Juli, con el primero, dio continuidad al romance sevillano con las verónicas a pies juntos de recibo y una media de cartel para dejar al toro en el caballo. En el sitio. A los medios se salió con él. Llegó el animal manejable, aunque tampoco se podía despistar pues cogía el toro pronto el camino recto. Anduvo Juli poderoso y entregado, pero no tan rotundo y medido. La explosión verdadera se hizo esperar

Luque no se aclaró con el tercero, sin maldad y sin largura en el viaje y tampoco con el sexto que, de poca casta, se desplazaba con facilidad. No estuvo a la altura del toro, ni de la tarde. Y menos cuando se anuncia con dos gallos de pelea.


Autores

Por Gastón Ramírez. Brillantes faenas de Juli y Manzanares

Torrealta solía cuidar más la presentación de sus toros en Sevilla. De los seis toros, dos eran anovillados -primero y segundo- y el cuarto parecía un collage, mezcla de un toro respetable desde los pitones hasta medio cuerpo, y de un venado mal alimentado desde ahí hasta el rabo. De la bravura del encierro más vale no hablar para evitarnos berrinches. Basta decir que Juli triunfó con un cuarto toro que tuvo alegría, raza, fuerza y algo de mansedumbre, y que Manzanares le hizo un faenón de garra y de oreja seria a un quinto manso, bravucón y que tenía su dosis de peligro.

Julián López volvió a cortarle dos orejas a su segundo enemigo, al igual que lo había hecho apenas el viernes pasado. El doble trofeo le fue concedido por el mismo presidente que le negó igual premio por una faena muy superior a cualquier otra del serial. En fin, que el señor Teja parece ser un tanto veleidoso o simplemente no quiere más broncas.

La faena del madrileño al toro “Zurcidor”, lidiado en cuarto lugar, fue un concierto del toreo al natural. Juli compuso una sinfonía de toreo con la zurda. Se estiró largo, mandón y templado en tandas de muleta arrastrada y en un palmo. Inclusive, al finalizar una serie por el pitón derecho, don Julián se pasó el engaño a la mano de cobrar y remató con un natural que duró minutos.

Manzanares cortó una oreja al segundo de la tarde por una labor que no tuvo nada que ver con la que realizó al sexto toro de El Pilar. No sé, quizá hasta en la mansedumbre hay niveles de clase que elevan o hunden un trasteo. Por lo tanto, la faena de temple a un manso colaborador puede ocasionar indiferencia o emoción. Considero que la de hoy fue de las primeras.

Otra cosa fue la faena al quinto. Ahí José Mari se peleó con el toro y se arrimó como el proverbial león. Cuando el torero pone arrojo, clase, sapiencia y corazón, la grandeza de la Fiesta es evidente. El estoconazo fue espectacular y efectivo, lástima que el toro hirió feamente en la cara a Luis Blázquez cuando intentaba cachetear, apuntillar o atronar al toro. Otra oreja fue a dar a la espuerta de este diestro consentido de la afición sevillana.

A Daniel Luque le rebasaron las circunstancias y los alternantes. Cuando no hay toro a modo el torero debe saber inventárselo, dentro de lo posible, claro. Pero eso no está al alcance de todo mundo. Sigue siendo un enigma cómo este chaval decidió encerrarse con seis toros en Madrid el domingo de Resurrección.

Si fuese necesario hacer un resumen brevísimo del festejo, habría que decir que la distancia que separa a Luque de El Juli y Manzanares puede aun medirse en años luz. Es como si en unas oposiciones participaran dos alumnos universitarios y un rapaz de párvulos. En suma, la corrida de Torrealta puso a prueba la verdad interna de los coletas y quedó demostrado que dos de ellos difícilmente podrían vivir sin torear. Del más joven eso todavía está por verse.


Sevilla Temporada 2010

sevilla_200410.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:21 (editor externo)