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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del Jueves, 22 de abril de 2010

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Alcurrucen, (de diferente presetanción y juego desigiual, mansos en general, descastados).

Diestros:

Curro Díaz: Estocada caída, descabello (saludos desde el tercio); estocada (saludos desde el tercio).

Matías Tejela. Pincazo, tres descabello (silencio); cuatro pinchazos, estocada trasera (silencio).

Rubén Pinar. Estocada delantera, cinco descabellos (vuelta al ruedo); dos pinchazos, estocada, aviso (silencio).

Saludó: José M. Calvo Montoliú, de la cuadrilla de Curro Díaz, en el primero.

Presidente: Anabel Moreno.

Tiempo: Sol y nubes.

Entrada: Tres cuartos de plaza.

Crónicas de la prensa: EFE, El Mundo, El País, Barquerito, El Correo de Andalucía.

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© El diestro Rubén Pinar en plena faena/Antonio Acedo/El Correo de Andalicía. Curro Díaz en la Maestranza/ABC


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

El jueves de farolillos la plaza estaba casi como un dia de abono, con muchos huecos en el sol y hasta en la sombra. El cartel no invitaba ni a los turistas de paso por la Feria. Los toros de los Lozano, bien presentados, que otrora querían las figuras, tampoco dieron mucho juego, pese a la preciosa lámina de algunos, Y así, Curro Díaz se quedó casi inédito. El linarense ofreció voluntad y detalles de la calidad que atesora, pero los toros se le fueron viniendo abajo. Matías Tejela ya no es el que era y anduvo por allí y hasta mató muy mal al quinto. El manchego Rubén Pinar puso todo lo que tiene. Está huerfano de calidad que suple con voluntad y disposición, cosas que otros no ofrecen. Y en el tercero pudo cortar una oreja de ley, ganada a pulso, a base de entregarse y convencer al toro de que tenía que embestir.Se acordará toda su vida del maldito verduguillo que le fristró el triunfo. Dio una vuelta al ruedo por su cuenta. Ya en el sexto volvió a intentarlo de todas las maneras y sólo consiguió el respeto del respetable. Su picador Agustín Moreno realizó la mejor actuación de la Feria a caballo hasta ahora. Ojo a los premios.


Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: La voluntad de Pinar

Poco es lo reseñable de un festejo marcado por la mansedumbre de los toros de Alcurrucén. Lo más destacado del artista Curro Díaz han sido sus dos ejemplares estocadas, interpretadas como se debe: la mirada fija en el morrillo y la mano derecha con la espada empuñada a la altura del hombro izquierdo. Luego de unos brevísimos instantes, la muleta viajó al hocico del toro y el matador se volcó literalmente sobre el morrillo con un violento golpe sobre la yema del burel. Así se matan los toros, con decisión, valentía y mucho corazón. El primer espadazo puede ser la estocada de la feria.

Por otro lado ha destacado, por sus ansias de triunfo, por su capacidad de sobreponerse antes las dificultades de sus oponentes, por su solvencia y por su capacidad lidiadora el albaceteño Rubén Pinar. Se le esfumó la merecida oreja del primero debido a la precipitación con el verduguillo. El toro estaba a punto de doblar las manos y, con buen criterio, quiso acortar la agonía… pero se precipitó. Ni había calma por parte del torero ni el toro estaba descubierto. Antes había sabido cogerle la distancia al precioso colorao de nombre “Tamborilero“, ojo de perdiz, bien hecho, de fuertes pechos y que, como sus hermanos, había huido de la pelea en varas complicando la lidia una barbaridad con el capote. Sin embargo, merced a una técnica envidiable, el toro fue a más y regaló quince arrancadas templadas, por bajo y de mucho compás, a las que su matador supo aprovechar con brillantez. Los dos tandas diestras fueron perfecto, sin enganchones, de trazo expresivo y muy ligadas en un palmo de terreno. Los tres naturales tuvieron compostura, largo trazo y mucha templaza. Es verdad que el torero se retuerce en exceso, que carece de pellizco, pero puede con todo, y eso es un mérito. Al sexto le planteó batalla, como cualquier sapiente aficionado, donde “Pianista” estaba más cómodo… y a mitad de la faena consiguió algún detalle.

Lo peor: la mansedumbre

Bien presentada la corrida de Alcurrecén, pero ahí se quedaron, en una auténticas láminas. Todos huyeron de los picadores nada más sentir el hierro, y salvo el tercero, el resto tuvo peligro, falta de templaza y ausencia total de emoción. En cambio, mucho de los pupilos de los Lozano tuvieron cuajo y unas acarameladas y astifinas defensas que no se correspondían con lo que llevaban dentro. ¿Estuvo mal Curro Díaz? Pues, no, pero tampoco acertó con la letra de la música del cuarto de la tarde. Tras un precioso y enjundioso comienzo, la faena se disipó por los constantes enganchones y por no comprender los resortes del animal, que exigía más distancia y menos atosigamiento. Las series se arrebujaron unas a otras y el toreo encimista no se adecuaba a los planteamientos del toro. Tejela lo intentó con los dos oponentes, mas, quedó inédito. Su esfuerzo es encomiable pero no tuvo cuatreños aptos para el lucimiento. Su primero se quedaba muy corto y no humillaba y su segundo embestía dando arreones. No alcanzó a descifrar el enigma de la embestida.

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© Matías Tejela en su segundo toro/ALEJANDRO RUESGA/El País.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Suplicio de corrida

Faltó el elemento fundamental, el toro, pues ni el mejor llegó a ser completo. Lo único destacable en la tarde, la faena de Pinar al tercero, el menos malo, toro que también tardó mucho en definirse. El mérito del joven torero albaceteño fue sentar las bases para que el animal sacara de lo más recóndito el poco buen fondo que tenía.

Rebotado en los capotes, también peleó con mal estilo en el caballo, yéndose suelto después de hacer sonar los estribos, y en banderillas se vino cruzado, a punto de llevarse por delante tanto a Juan Rivera, que lo lidió, y a Manuel Montoya y Miguel García, que lo banderillearon.

Con este panorama, para abrir faena de muleta, tardó Pinar en elegir los terrenos adecuados. Pero cuando se puso acertó de pleno. Entre las rayas. Muleta adelantada, abierto el compás, a esperar, a tirar y a ligar. Así fue la primera tanda, por la derecha, difícil de adivinar, pero fue. Siguió por ese pitón, aguantando un par de parones y miradas, y nuevamente resolvió la segunda serie.

Ahí arrancó la música, y desde ese momento la faena tuvo una extraordinaria exactitud, de trazos limpios, más o menos sentidos, pero sobre todo poderosos y mandones. Pinar superó finalmente todo. También al natural, aunque ayudándose, hubo una tanda estimable. Otra más a derechas y la última por la izquierda.

Entre series había intercalado “alegrías”, lo mismo cambios de mano que la trinchera, todo muy oportuno.

Tras un natural redondísimo, final de una serie a derechas que venía ligado a un cambio por detrás, con las palmas echando humo, entendió que era el momento de irse a por la espada.

La estocada fue en todo lo alto. Faltaba sólo que doblara el toro. Pero no. Las prisas con el descabello hicieron que volara el trofeo. Volvió Pinar en el sexto con idéntico compromiso, aunque ya no era el mismo astado. Más bien un buey, y con malas ideas. La cara por las nubes, y pitonazos a diestro y siniestro. El esfuerzo del torero fue tremendo. Incontables los pases, en realidad proyectos de pases. El tendido se lo agradeció con una cariñosa ovación final. El resto de la tarde fue una sucesión de imposibles.

Sólo el primero tuvo nobleza y cierta clase, pero con escaso motor. También el hecho de abrir plaza le restó importancia. Un toro con temple y hasta continuidad en las embestidas, por abajo incluso. Curro Díaz se gustó a sí mismo más que a la concurrencia haciendo un toreo demasiado relamido, por la derecha y sin eco. El toro cada vez más reservón, más cortito, hasta difuminarse del todo también la faena. Aún así Curro saludó una ovación.

Igual que en el cuarto, aunque el trasteo en éste tuvo todavía menor consistencia. Algún natural suelto valió la pena, pero en conjunto muy poca cosa. Tejela fue el que menos opciones tuvo en la tarde, sobre todo en su primero, toro que daba cabezazos y rebañaba por los dos pitones. Lo intentó el hombre, pero fue vano. Y más de lo mismo con el redomado manso quinto. La faena, una sucesión de enganchones por la tendencia del toro a puntear. Tejela no depuso las armas tan fácilmente, echándole coraje. Su triunfo fue sortear los hachazos que iban y venían, sin llegar a ser blanco de ninguno.


El Mundo

Por Carlos Crivell. Vuelta al ruedo después de siete descabellos

La Feria parece finalizada, por mucho que el mano a mano de hoy sea un cartel atractivo. La corrida de ayer parecía confeccionada para que los aficionados de siempre dejaran sus entradas a los amigos y a los compromisos. El ambiente de la plaza era propio de la preferia. El sopor fue la nota dominante. La ausencia de la lluvia anunciada, el sol más bien otoñal, la ignorancia que destilaban los tendidos, todo tuvo su culminación en los seis de Alcurrucén y en la terna, de la que sólo se salvó el joven Pinar por su denuedo y esfuerzo. Los toros de los hermanos Lozano fueron chicos y mansos, nada extraño a estas alturas. Abantos de salida, todos esperaban que como buenos “Núñez” se calentaran para romper a embestir. No fue así. El encierro no rompió a bueno y el peso de la corrida cayó a plomo sobre la plaza.

La plaza era la Maestranza, algo que en la tarde de ayer no se podía certificar. A tono con el día, con los toros y los toreros del cartel, la plaza no era la Real Maestranza, era una plaza cualquiera de un pueblo perdido. Qué espanto de Maestranza. Permaneció callada en lugar de alzar su voz para pedir seriedad en los toreros; aplaudió aspectos de la lidia sin méritos añadidos, pero la culminación de su propio abandono, hastío o ignorancia, llegó cuando el chaval Rubén Pinar se permitió el lujo de darse una vuelta al ruedo después de siete descabellos.

En tiempos no muy lejanos, los tendidos 3 y 5 tenían un grupo de aficionados con mando en plaza. Parece que ya no están en sus localidades. Y si van, no tienen ya ni ganas de levantar su autorizada voz para frenar actitudes y gestos impropios de la Maestranza. Luego, sale un presidente exigiendo algo más de lo que estamos acostumbrados y hay clamor generalizado en su contra. Sevilla está dejada de la mano de Dios en asuntos taurinos. La gente estaba dormida. No hubo ni un lance digno de tal nombre. Sólo un quite medio lucido. No hubo nada de nada.

Decíamos que los de Alcurrucén fueron mansos. Curro Díaz y Matías Tejela, con muchos años dando vueltas por la geografía taurina, no fueron capaces de ponerse en el sitio, de adelantar la muleta o de bajar la mano para llevar a los toros sometidos. Curro Díaz, el elegante torero de Linares, siguió con su empaque y prestancia de siempre, pero con un aire de conformismo inadmisible en su situación. Lo mejor, dos estocadas, no perfectas, pero con la mayor entrega.

Lo de Matías Tejela fue más lamentable. Se dedicó toda la tarde a desplazar las embestidas con toques violentos para pasar a los mansitos a más de un metro de su anatomía. Como si tuviera la temporada hecha, se tiró toda la corrida detrás de la mata. Sus toros eran sosos, mansos y descastados, cierto, pero tenía que haber mostrado otra actitud. Y pensar que hay tanto buen torero parado en su casa. Amparado en apoderados que son empresarios, ahí sigue Tejela en los carteles de algunas ferias.

Rubén Pinar fue el único que demostró ganas de triunfo. El tercero en sus manos repitió arrancadas porque se la dejó colocada con buena técnica para poder ligar los pases, no muy brillantes, pero que se salvaban por su afán encomiable. Listo y ventajista, podía haber cortado una oreja, pero tras un espadazo defectuoso se entretuvo con el descabello. Siete veces, siete, golpeó al toro. No le dio vergüenza darse la vuelta. Es muy joven, se le puede disculpar, pero su entorno y la plaza deberían haberle dicho que una vuelta en la Maestranza es un premio importante. En el sexto se hartó de dar pases tan vulgares como el toro. Así fue pasando el día en el que la Maestranza era irreconocible.


El Mundo

Por Zabala de la Serna. Pinar rozó el triunfo con un encastado Alcurrucén

No se sabrá nunca por qué le pegaron al primero de Alcurrucén semejante castigo en varas. Se empleó en el caballo tras su fría salida. Noble siempre, Curro Díaz no se terminó de colocar en serio: mucho hueco. Tardeó el toro. Una serie más acorde en redondo y tres naturales. A menos la embestida, la sangre hasta la pezuña.

El cuarto fue a peor siendo de principio más definido. Pero humilló menos y se acortó en la embestida. Díaz dibujó un buen prólogo. Y lo mató bien.

Matías Tejela se encontró con un segundo que embestía a saltos. Muy fino de cabos y puntas. La cara por arriba. Hubo exceso de capotazos. Por el izquierdo alguna vez pareció irse más hasta el final. Falsas apariencias.

El quinto no engañó a nadie. Berrendo en colorado, espectacular la pinta y manso el ritmo en arreón. O sea, sin ritmo. Tejela se metió en faena profusa.

Al tercero lo lidiaron fatal. Y aun así quería tomar los vuelos para abajo, con sus querencias. Tuvo una pronfundidad en la embestida bárbara. Pinar estuvo firme y le bajó y corrió mucho la mano. Tenía emoción la casta sometida. Por el izquierdo se ayudó con la simulada. Otra vez con la mano derecha vibró. Había premio, que se diluyó con el descabello. La vuelta al ruedo fue la recompensa.

Al sexto le taparon la salida en larga vara. No humilló en el peto ni en la muleta. Voluntarioso Pinar le buscó todas las vueltas posibles en faena procelosa.


El País

Por Antonio Lorca. Una desbordante sosería

Los que pagan una respetable cantidad de euros por un tendido en La Maestranza se lo piensan dos veces cuando el cartel no responde a las expectativas. Y el de ayer, dicho sea con todos los respetos, no respondía. No era el más acertado para uno de los días grandes de la feria. Acertaron aquéllos que optaron por permanecer en el real, copita en mano, enjambre de carruajes y mujeres bellamente aflamencadas. Lo que ocurrió en la plaza fue un suplicio, un espectáculo soporífero, una inaguantable sosería. Un diploma acreditativo de aficionado selecto mereció todo aquel que se sentó en la dura piedra y aguantó hasta el final una tortura taurina.

¿Puede un torero romper con lo que le dicta su cabeza y rebelarse contra sí? Dos noticias toreras, anoten un buen puyazo y un buen par de banderillas No es ésta la fiesta de los toros; ni los toros eran toros, ni los toreros tales, pues todos se comportaron de manera extraña, como si no fuera con ellos este rito de valor, gracia, donosura, de cabeza, corazón y ramalazos de estética.

Y, entre tanto aburrimiento, surgen preguntas incontestables: ¿puede un torero cambiar su destino?, ¿es capaz de romper con lo que le dicta su cabeza y rebelarse contra sí mismo?, ¿es posible superar una sosería como la que ayer se apoderó de la plaza sevillana?

Curro Díaz y Matías Tejela están donde están -en tierra de nadie- porque se muestran aparentemente incapaces de cambiar su destino. Parecen aburridos de sí mismos y se les ve cara de prejubilados. Parecen trabajadores sin ilusión ni inspiración.

Díaz tiene vitola de artista, torero elegante y fino, pero frío como un témpano, a la espera desesperante siempre de que surja el muletazo a modo y la embestida adecuada. Pero no tiene arrojo ni la aparente ilusión que requiere este oficio. Fue ayer un torero de detalles, un natural aceptable en su primero, y, en el otro, un remate, un suave cambio de manos y un largo pase de pecho. Y se acabó la historia. Y todo mientras cita con el pico casi siempre, fuera de cacho, con muy escaso ánimo.

Claro que cuenta a su favor con la mala clase de sus oponentes, pero no es motivo suficiente para desprender sopor. Un torero no puede naufragar en la nada. Quizá, su destino sea ése: esa elegancia fría que nunca le permitirá el resurgimiento que alguna vez habrá soñado. Ayer, con su displicente disposición, no justificó su presencia en el cartel.

Pero no fue el único. Más joven es Matías Tejela, quien despertó muchas esperanzas de novillero, y lleva siete años intentando una resurrección que no llega. Pero su actitud no anuncia novedades al respecto. Su toreo está ayuno de contenido, le falta nervio, vida y ganas de ser torero. No es admisible venir a Sevilla a tirar tres líneas a la defensiva porque el toro no ofrece facilidades. No es admisible que siga buscando un lugar de honor que de tal manera nunca encontrará. No se puede ser figura si falta sangre brava en las venas, si el corazón no palpita al ritmo deseado, si te vence el conformismo y la desidia. Y ésa es la impresión que transmite. Dio muchos pases, muchísimos, como un torero moderno al uso, pero no dijo nada, lo cual es muy grave.

Tampoco dijo mucho, no crean, el joven Pinar. Ofrece otra imagen, es verdad, de ilusión y de ganas de ser torero. Es listo, maneja con soltura la técnica y suple con arrojo su falta de calidad. Pues, muy bien. Y así solventó con torería los malos modos de su primero, al que ensartó con seguridad en la muleta y toreó aceptablemente por ambas manos. Hizo un esfuerzo enorme ante el desclasado sexto y pecó de pesadez.

Dos notas toreras: anoten un buen puyazo -¡noticia!- de Agustín Moreno en el sexto; y un buen par de banderillas al primero de José Manuel Calvo Montolíu, espejo de su padre, que dejó su vida en esta plaza en 1992.

Y un triste final: la corrida de Alcurrucén, un desecho de pésima casta. Una desbordante sosería.


Autores

Por Barquerito. Un jueves de feria venido a menos

La corrida de Alcurrucén había y saltaron cuatro toros de reatas de músicos: un Tamborilero, un Guitarro, un Bandurrio y un Pianista. Los últimos cuatro de la corrida. Las célebres reatas de músicos que prosperaron en el encaste Núñez. En Núñez propiamente y en las proporciones debidas estuvieron sólo dos de esos cuatro, el tercero y el cuarto de corrida. Muy sacudido y distinguido el tercero, el Tamborilero. Hay toros elegantes: éste fue uno de ellos. Muy fino el remate. Fue, además, el toro de la corrida. El de mejores embestidas. El otro toro de hechuras más en Núñez fue el cuarto, un Guitarro colorado que, sin la caudalosa codicia del tercero, tuvo también su son.

De manera que dieron juego tres toros: los dos del lote de Curro Díaz y el primero de Rubén Pinar. Era jueves de feria, que solía ser la fecha de más postín de la semana en Sevilla. Después de siete llenos o casi llenos consecutivos, había claros en la Maestranza. Se vivió la corrida con la pasión justa.

No provocó más que lo justo Curro Díaz, que, compuesto y ligero, dibujó como suele muletazos de bello garbo, toreó con sincopado ritmo, abusó de tocar por fuera y desde fuera y resolvió sin ahogarse ni apurarse. Demasiado encima del cuarto toro. A los dos toros los mató de estocadas contundentes y perpendiculares, de las que parecen estudiadas en el carretón.

Las emociones se vivieron con la faena de Rubén Pinar al tercero y con la manera tan febril de embestir, humillar y repetir ese toro. Pinar se sujetó y llegó a enganchar los viajes por delante, pero se cansó antes que el toro. Tandas de cuatro y hasta cinco, por las dos manos, pero el toro admitía otros cuatro y hasta cinco más en la misma serie. Fue, por tanto, faena desigual. Una estocada, que habría valido una oreja no barata de Sevilla. Siete descabellos echaron a perder el invento. Al brusco sexto llegó a domeñarlo como en un tentadero de ponerse y poder con lo que sea. No brillante la faena, pero sí la evidencia de torero puesto y capaz. Que no es nada nuevo. Tejela anduvo desdibujado.


El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Un tedioso relleno

Dicen que la policía no es tonta. Y desde que la crisis plantó sus reales en las economías familiares la parroquia sólo acude al reclamo de la calidad. Ayer se pudo comprobar: con un cartel del peor San Isidro, en pleno Jueves de Farolillos, los ladrillos de la plaza y la pintura de estreno de las remozadas gradas se asomaban por todas partes. Pocos recordaran tan escaso aforo en una fecha que, no hace tanto, se llenaba por sí misma. Veremos que pasa el sábado.

Algo está cambiando en el toreo y puede que para bien. El caso es que la flojera del cartel -como un chino en el zapato- en medio de una semana llena de excelencias, respondió exactamente a lo que se esperaba de él, que era muy poco. Tan sólo para comprobar la evolución de ese diestro capaz que ha mamado el mejor temple manchego. Y es que sólo Rubén Pinar hizo un esfuerzo sincero y cabal, confirmando las virtudes que ya expuso largo y tendido en esta misma plaza el pasado 12 de octubre.Precisamente, en aquella fecha se lidió un encierro de Alcurrucén de alta nota.

Pero los ejemplares lidiados ayer por los hermanos Lozano no se parecieron ni de lejos a los que saltaron al ruedo en el cierre de la temporada 2009. Los más avezados descubrieron en el programa de mano las aristocráticas reatas con nombres de músicos que hace tanto se adornaban con el hierro de Rincón en las tierras tarifeñas de Los Derramaderos.

En el encierro había un Tamborilero, un Guitarro, un Bandurrio y un Pianista que no hicieron honor a lo mejor de su sangre Núñez pero, pese a todo, convendría analizar bien el fondo del encierro para poner a cada torero en su sitio.De mejor a peor actitud: Rubén Pinar pudo cortar la oreja del tercero por su decidida entrega y su solvencia técnica. El animal huía hasta de su sombra, sí, pero lo hacía embistiendo siempre muy humillado. La virtud del albaceteño fue precisamente engancharlo siempre por debajo de la pala del pitón y sujetarlo a la muleta sin dejarlo parar, tapándolo siempre con el engaño.

Sacrificada la estética en función de la eficacia, Pinar se hartó de torear con temple y largo metraje a este manso del que podría haber cortado una meritoria oreja si no llega a estropearlo con el descabello. Él si justificó el honor de verse anunciado en farolillos y volvió a entregarse a tope ante el sexto de la tarde, un toro bruto y muy deslucido al que consiguió meter en la canasta a base de sobarlo, de enseñarle que sólo había muleta hasta obligarlo a embestir en un meritísimo trasteo que da la medida de sus posibilidades. Una vez más, la espada se encargó de empañar en parte la brillantez de su labor. Pero Pinar dejó patente que quiere ser torero y que merece volver a estar anunciado en la plaza de la Maestranza.

Muy poco hay que decir del resto de la terna, que hizo el paseíllo con escasa disposición. Tampoco nos cogió de sorpresa. Curro Díaz no fue capaz de cruzarse ni una sola vez con el primero de la tarde, un toro ideal para las pretensiones artísticas del diestro de Linares. Pero, ojo, había que atacarle, dar ese pasito de más; meterse entre las vías del tren. Díaz no lo llegó a intentar de verdad y vio como el toro se aplomaba contentándose con dos o tres posturillas. En esa tesitura, poco se le podía pedir para resolver la papeleta con otro toro, el cuarto, que brindó sus mejores posibilidades por el pitón izquierdo antes de aplomarse poco a poco.

¿Qué se puede decir de Matías Tejela? Que después de darse unas cuantas vueltas a España apoyado en los andamios de la política taurina sigue desperdiciando los talentos regalados. Por allí anduvo, con toros que pedían la entrega que se le debe suponer a un todavía joven matador. ¿Volverá?


Sevilla Temporada 2010

sevilla_220410.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)