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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del viernes, 23 de abril de 2010

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Fuente Ymbro (de diferente presentación y juego; el 5º fue devuelto a corrales por debilidad manifiesta; 1º, 4º y 6º, pitados; 3º y 5-bis, aplaudidos en el arrastre).

Diestros:

Miguel Ángel Perera: Media estocada tasera (silencio; pinchazo, estocada (aplausos); estocada, aviso, descabello (silencio) .

Daniel Luque. Pinchazo, estocada corta (silencio); más de media estocada tendida, dos descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada (silencio).

Incidencias: actuó como sobresaliente el matador de toros Antonio Fernández Pineda.

Saludó: Juan Sierra, de la cuadrilla de Miguel Ángel Perera, en el 1º.

Presidente: Julián Salguero.

Tiempo: Nubes y sol, temperatura agradable.

Entrada: Hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: El Correo de Andalucía, El País, EFE, Marca, El Mundo, Diario de Sevilla, La Razón, Gastón Ramírez.

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© Miguel Ángel Perera/MARCA. Daniel Luque intentando que se levante uno de los toros de ayer/PÉREZ CABO/El Páis.


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Está más que visto y demostrado: en el toreo, los mano a mano hay que montarlos sobre la marcha, no se pueden hacer de una temporada para la otra. Qué mano a mano queríamos ver ahora mismo. Pues a El Juli versus Manzanares. Y a Morante con seis toros. Todo lo demás es un disparate, que al final se paga. Este era un mano a mano sin sentido, sin oportunidad y sin razón de ser. Los dos toreros venían bajando su cartel y ahora casi lo tiran. Perera estuvo mal. En el primero, que se rajó al final, y, sobre todo en el tercero, un buen toro, y en el quinto, sobrero, que se le fue. Le hubiera cortado una orejita al tal Ostrero, pero estando muy por debajo del toro. Dani Luque también anduvo mal, auqne no tuvo los mejores enemigos. Pero algo más pudo en el rajoncito segundo y en el cuarto, con faenas irregulares y deslavazadas. A los de Fuente Ymbro les faltó raza y casta y no están como en otros tiempos. Qué mal vestido iba Perera, por cierto. Y Benito Quinta picó en lo alto y bien. Jesulín, que no estará mañana en la llamada corrida del tomate, que es su sitio, estuvo en barrera. Y con la Campa.


Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: El buen hacer de las cuadrillas

Los toreros de plata han demostrado en este festejo estelar que también pueden brillar con luz propia sin necesidad de un protagonismo innecesario y buscado con ahínco. Estuvo muy torero en la brega del primer toro Javier Ambel, un banderillero joven con unas facultades portentosas, completo y que juega las muñecas con un mimo exquisito. Cuando le llega el turno de coger los palos, lo hace con donosura y dejándose ver. A ese primer ejemplar lo banderilleó con eficiencia y riesgo Joselito Gutiérrez, pues, metió los brazos con mucha habilidad ante un ejemplar que echaba la cara arriba en el momento del embroque.

Los del castoreño suelen cumplir, en la mayoría de los casos, como solventes profesionales pero destacan en raras ocasiones. Hoy lo ha hecho Benito Quinta en el segundo del festejo. Lo cogió arriba, lo sujetó debajo del estribo y apretó lo justo en el primer puyazo. Además hizo muy bien la suerte porque le dio el pecho del caballo y movió la cabalgadura suavemente tras la reunión. También me encantó Ignacio González en el quinto bis. El pupilo de Ricardo Gallardo se vino alegre y a media distancia y el picador también se agarró arriba, ejecutando la suerte con elegancia. Perfecto, medido y justo en el castigo.

Lo peor: La travesía en el desierto de los toreros

Los dos protagonistas de la tarde de la decimosexta de abono eran conscientes de lo que se jugaban en este mano a mano. Ambos habían dejado pasar sus actuaciones precedentes sin que hubiese ocurrido nada y hoy se les presentaba la oportunidad de solucionar la feria y salir disparados a la cima de los triunfadores. Además, estaba el aliciente de la corrida de Ricardo Gallado. Los de Fuente Ymbro cumplieron, algunos más que otros… aunque por lo menos hubo tres flojitos (3º, 5º y 6º) y otros tres que ofrecieron posibilidades de triunfo… Y ¡lástima! Se fueron con las orejas puestas. Miguel Ángel Perera tuvo una tarde de altos y bajos predominando la espesura de ideas. Al primero no le cogió el aire, aunque hubiese una tanda por el derecho buena y templada. Al tercero no terminó de romperlo hacia adelante y su labor no tuvo repercusión tras un bello comienzo. Y al quinto bis, un animal que se movió con un punto de violencia y que se vencía peligrosamente por el pitón derecho, no le encontró la tecla, ni la distancia. Su temple no consiguió borrar el defecto del derrote final y la muleta salía enganchada al final del muletazo.

Daniel Luque se tapó con el capote, sobre todo en los saludos al cuarto y al sexto, que estuvieron compuesto por un ramillete de mecidas y sabrosas verónicas. Mas no estuvo fino con la espada en ningún momento ni tampoco tuvo las ideas claras para resolver las ecuaciones que le plateaban sus enemigos. Hubo algunos pasajes buenos en el cuarto y en el sexto. Al primero de ellos le aguantó el presidente pero se agotó pronto en el último tercio. Y al último de la tarde no le pulseó por ninguno de los dos pitones… con lo cual, el planteamiento se vino abajo.

Los dos toreros salen tocados… pero les queda la difícil baza de Madrid, en la que deben remontar la temporada.

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© Miguel Ángel Perera, al fondo, y Daniel Luque, de espaldas, en un momento de la lidia del segundo toro de la tarde/Diario de Sevilla.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. ¿Dónde estaban Miguel Ángel Perera y Daniel Luque?

Sinceramente, ayer Miguel Ángel Perera y Daniel Luque no estuvieron en esa Maestranza en la que no cabía un alfiler. O eso me pareció a mí. Uno suponía que venían a comerse el mundo, vamos a no dejar ni un trocito de esa tarta de yema que es el albero dorado de la Maestranza. Y que iban a crujir los cimientos del remodelado coso del Arenal.

Sabíamos que no llegaban en su mejor momento. Perera, tras el percance en Castellón, no fue a Fallas. Y Luque quedó hecho añicos moralmente tras encerrarse con seis toros en Madrid. Luego, aquí, en Sevilla, en sus anteriores tardes (dos cada uno) habían pasado de puntillas. Así es que ayer era el día D y la hora H para ellos. Su cita con los fuenteymbros era decisiva. Y había que dar la talla.

El espectáculo acabó con los nervios de varios espectadores, que increparon a los toreros y a la empresa, quien deberá replantearse si quiere organizar un próximo mano a mano. Desde luego, si está interesada en ofrecer duelos interesantes a sus abonados, debería tomar otros caminos ¿Qué tal un Ponce-José Tomás? ¿O un Juli-Manzanares? Si no hay base para un pique, si no hay un argumento, sobran este tipo de funciones.

El festejo, con un público cariñoso, que aplaudía todo al comienzo, incluidas algunas gurripinas con el capote a cargo de los dos toreros, se fue desilusionando según se apagaba la llama de la esperanza. La cera se derritió en una sesión anodina, sin brillantez, con unos toreros a los que les faltó temple y les sobró montañas de enganchones. La vulgaridad fue derritiendo las esperanzas de las más de doce mil almas que se habían dado cita para el evento. Y eso que la corrida de Fuente Ymbro, aceptablemente presentada, dio varias oportunidades para el triunfo.

Miguel Ángel Perera no estuvo a la altura del repetidor y humillador tercero, el mejor del encierro. Le faltó por momentos darle sitio, medir la distancia adecuada. Hace un par de temporadas a ese fuenteymbro lo desoreja en Sevilla y si le toca en suerte en plaza de menor categoría lo indulta. Pero Perera parecía tener ayer las muñecas rígidas. De lo contrario, no se entienden tantos enganchones. Llamó desde la distancia larga a Ostrero, cuyas embestidas, por humillación, parecían perlas para enjoyar el toreo. Un par de muletazos por la espalda, alternados con dos derechazos fueron la promesa de una faena que fue a menos. En los medios, hubo una serie intensa con la diestra. Se arrancó la música. En la siguiente tanda se rompió el hechizo con un enganchón. Luego, llegó una serie meritoria con la mano baja, otra vez deslucida cuando le tocó el engaño el toro. Con la izquierda también faltó limpieza. Las palmas que escuhó el torero, después de una ovación al toro, lo dicen todo.

Con el quinto, un sobrero del hierro titular, encastado, lo más reseñable lo consiguió el extremeño en un quite por gaoneras. Con la muleta no se acopló.

Perera abrió plaza con un toro que se lo pensaba a la hora de embestir y con el que concretó una labor porfiona con demasiados enganchones. En la suerte suprema sufrió un pitonazo en la mano. Lo mejor en este astado se vivió con un buen tercio de banderillas a cargo de Joselito Gutiérrez.

Daniel Luque, a quien le pusieron en bandeja tres tardes en el ciclo, que rematará con una cuarta en la Feria de San Miguel, se jugaba muchísimo ayer en el coso del Baratillo. En su primero -segundo de la aburrida tarde-, sin clase, pero repetidor, se perdió en una labor insulsa, con muchos enganchones y pasada de metraje. Lo mejor lo logró con el capote, ganando terreno, a la verónica, hasta llegar a los medios; y en un quite por tafalleras. Con el noble y sosote cuarto, nada. Y con el flojísimo sexto hizo concebir esperanzas con unas buenas verónicas para acabar en un trasteo deslucido.

Ese fue el adjetivo que imperó en casi todo lo que se vivió en el ruedo maestrante: deslucido. Fue todo tan insulso que cuando alguien, casi al término del festejo, dijo burlonamente que no se fuera nadie, que echaban otro sobrero, hubo hasta tropezones por los vomitorios para salir huyendo…


El País

Por Antonio Lorca. ¡Colapso total!

En dos palabras: los toreros y el ganadero cosecharon un estrepitoso fracaso de los que no tienen nombre. Los tres salen de la feria sin puntilla, sin crédito, sin esperanza. Los dos primeros, jóvenes espadas con serias aspiraciones, avalados por una trayectoria ganada a pulso, valientes y poderosos, vagaron como almas en pena, en la más pura desolación, sin ideas, sin recursos, sin capacidad. No es fácil estar peor. No es fácil ofrecer una imagen más patética que la que ayer mostraron Miguel Ángel Perera, desconocido, fuera de sitio, sin ánimo, vulgarísimo, como una sombra de lo que ha sido; y Daniel Luque, haciendo de tripas corazón para superar una montaña infranqueable para sus posibilidades actuales; muy pesado y destemplado, perdido toda la tarde. Muy grave lo de esta pareja, que se anunció en la feria en un mano a mano que ha quedado descafeinado, sin gracia y sin argumentos.

No es menos serio lo del ganadero, otrora representante del toro vibrante, codicioso y encastado, y que ha entrado de ello en el club de los criadores de animales enfermizos, noqueados y lisiados desde la salida por la puerta de chiqueros. Sólo el quinto volvió a los corrales, pero le podían haber seguido los demás. Todos ofrecieron una imagen bochornosa e incomprensible. Se supone -vana quimera- que el presidente del festejo habrá ordenado que se analicen las vísceras de la corrida completa a tenor del comportamiento irregular de los seis astados. Y si hubiera que elegir a uno en especial, ahí está el muy sospechoso comportamiento del sexto: a la salida de un capotazo de Luque salió trastabillado y se despanzurró en el albero; volvió a desplomarse al cuarto muletazo y se echó tras dos pinchazos, aunque lo levantaron tirándole del rabo en una imagen patética. ¿Enfermos? Es la autoridad la que tiene la obligación de ofrecer explicaciones. Pero no las habrá. Se admiten apuestas.

A tenor de lo visto, la fiesta sufre un colapso total. O sobra el toro, o sobran los toreros o sobra el público. O sobran todos, y lo correcto es cerrar las puertas durante el tiempo necesario para poner orden en un espectáculo desestructurado, y que, en modo alguno, responde a los planteamientos que justificaron su nacimiento.

No hay toro. Mejor dicho, existe un sucedáneo descafeinado al que han desposeído de todas las características propias de la raza. El toro fiero, encastado y poderoso pertenece a los anales de la historia. Las exigencias de las figuras, la desprofesionalización y desunión de los ganaderos y los nuevos gustos del público han creado un animal feble, sin raza y sin acometividad; un peluche bonito y bonancible que no molesta y al que hay que cuidar para que no se descomponga. En la búsqueda infatigable de ese monstruo aparece el animal inválido y noqueado, el descastado y el que desprende insoportable sosería.

No existen toreros para ese nuevo toro. Porque esa raspa indecorosa y borreguil exige que la toree un artista, alguien capaz de emocionar con el carretón de entrenamiento. Y esa suerte sólo la tienen algunos desde la cuna. La personalidad, el pellizco y el sentimiento no se pueden aprender.

No existe la afición. La fiesta sigue existiendo gracias al público de ferias, pleno desconocedor de lo que ocurre en el ruedo, pero buen pagador en taquilla. A este nuevo aficionado no le interesa la lidia, ni el torero poderoso ni técnico. Sólo le gusta el arte, entendiendo por ello las posturas aflamencadas y algún destello perdido de inspiración.

Ayer hubo dos toros inválidos y noblotes en la muleta, tercero y quinto, y Perera, que no es artista, naufragó sin paliativos.

Nos encontramos, pues, en un callejón sin salida. Toros toreables escasean; toreros con personalidad hay que buscarlos con lupa. Hace tiempo, además, que se perdió la lidia. Los interesados, -toreros, ganaderos, empresarios y taurinos en general- deberían dar un paso al frente de honradez y responsabilidad. Pero ésa es una quimera tan vana como que el presidente ordene el análisis de las vísceras.


El Mundo

Por Carlos Crivell. Fracaso de dos toreros con el sitio perdido

La corrida del mano a mano entre Perera y Luque estaba condenada de antemano, según los antecedentes inmediatos de ambos diestros. La realidad ha confirmado que este encuentro en la Feria de Sevilla no ha llegado en buen momento. Han saldado la corrida sin brillo; los dos quedan en mala situación de cara al futuro. Ambos han dejado patente que han perdido el sitio.

Las causas por las que un torero pierde el sitio son variadas. Siempre se ha dicho que un toro puede ser el culpable y que otro se lo devolverá en el futuro. No parece el caso de Perera y Luque. Puede ser una cuestión anímica, aspecto de complicado análisis en un artículo taurino. Es posible que ambos tengan algún problema que repercute en su forma de estar en la cara del toro, sobre todo Perera.

Hay cuestiones de estrategia que influyen en el rendimiento de los espadas. Debe ser el caso de Daniel Luque, que después de su paso por Madrid con los seis toros no levanta cabeza. No deben ser cuestiones físicas en dos muchachos tan jóvenes. Luque ha superado ya la cornada de Valencia.

Muchas veces no hay forma de explicar los motivos por los que se pierde el sitio, pero al ver a matadores tan seguros, confiados y valientes como Perera, incapaces de templar una embestida y de colocarse en el sitio para ligar los pases, se supone que algo pasa en esa mente que los ha cambiado.

El temple es la clave para el toreo moderno. Además, es preciso el valor preciso para dejarla colocada para ligar. Si el torero pone algo de gracia o arte, entonces el asunto es de categoría superior.

El sitio perdido se manifiesta con los toros buenos y con los malos. El fracaso de ayer de Perera y Luque no tiene mucho que ver con los toros, que si bien tuvieron carencias, embistieron lo suficiente para que ambos lograran el triunfo. La corrida de Fuente Ymbro, justa de presencia y blanda en general, se movió al comienzo de las faenas. Aunque algunos acabaron rajados, sus arrancadas merecieron unos toreros más dispuestos y con la mente más despejada para que las faenas no fueran una sucesión de pases sin clase.

Es posible que ambos, y su entorno, esgriman que la corrida no les sirvió para el éxito. Sería un craso error. La falta de fuerzas les obligó a torear a media altura; o bien tenían que rematar por alto, lo que desluce los trasteos, pero la realidad es que el conjunto de la tarde denotó graves carencias de ambos. No deben quejarse de los toros, sobre todo Perera, que se enfrentó a los mejores, el segundo y tercero de su lote (sobrero lidiado por uno devuelto por inválido).

La tarde comenzó con ganas de competencia. Algún quite de Luque por chicuelinas o delantales; la réplica de Perera por tafalleras o gaoneras. Sólo alguna verónica de Luque en el sexto. Poco toreo de capa, según las tesis modernas.

Perera rompió relaciones con el temple. Lo mejor llegó en algunas tandas al buen toro tercero, pero acabó embarullado y agobiado. Tampoco pudo remontar con el sobrero, que embistió vistoso en la primera parte. Carente de templanza, cuando buscó las cercanías no se pareció al torero de antaño.

Daniel Luque se enfrentó a uno soso y manso al que no toreó a gusto. El cuarto, flojísimo y cuidado para que no se cayera, le permitió una faena sin ligazón y muy larga, que el público se encargó de frenar. El que cerró plaza, también muy flojo y derrumbado a principios de su labor, tampoco encontró una muleta mimosa y templada. Ambos toreros, mucho más Perera, ya han demostrado cualidades sobradas. Pasan por un mal momento y así lo pusieron de manifiesto en este mano a mano. El extremeño tuvo mejores toros y dejó claro que lo ve todo oscuro. Luque, con los más inválidos, tampoco anduvo inspirado. Pero que nadie les dé por enterrados.


El Mundo

Por Zabala de la Serna. Descalabro de Perera y Luque con buena corrida de Gallardo

Llamó la atención que no se guardara un minuto de silencio por la muerte de Jaime Marco El Choni, decano por edad, que no por años de alternativa, de los matadores de toros. En buena lógica se honró la memoria del padre de Antonio Barrera el día que toreaba su hijo y por Lorenzo Saugar, de la dinastía rehiletera de los Pirri. No se entiende el olvido de El Choni que, al fin y a la postre, fue, con mayor o menor eco en la historia, matador de toros con su sitio. Un respeto.

El mano a mano entre Perera y Luque empezó con un toro de muy buenas hechuras y comportamiento desconcertante: unas veces quería tomar por derecho y con buen aire la muleta y otras se soltaba de ella por arriba con un derrote. Lo único que mantuvo es su condición de apretar siempre para dentro. Hasta que se rajó después de una larguísima faena de Perera.

También fue abundante y procelosa la del cuarto, buen toro de generoso cuello. Al arranque de pases cambiados por la espalda le siguió una serie por la mano derecha muy mandona, pero en la siguiente ya Miguel Ángel se precipitó en pisarle el terreno al toro y así empezó a descomponerse todo, con más errores que aciertos, sobre todo de cabeza. Se le fue y se dio cuenta hasta el apuntador.

Error fue también el de Daniel Luque al brindar su bravucón primero al público. Todo en el toro era de mentira. Y todos los quites habían sido por arriba. Por abajo no quiso muleta y protestó; Luque se puso machacón. Justito de poder el cuarto tenía su templecito. Terminaron por meterse con el chaval.

Devuelto el quinto, salió el quinto bis, también de Fuente Ymbro. Pronto galope y muy abierto desde los primeros compases con el capote; alegre también en la muleta aun soltando la cara. Perera no da ya pie con bola. Le pitan y ovacionan al toro.

Luque arrancó muy fuerte con la muleta en el sexto, que tenía las fuerzas justas. Lo tiró al obligarlo tanto. Nunca teminó de humillar. La cosa acabó a la baja.


EFE

Por Juan Miguel Núñez. Se veía venir el fiasco

A priori era uno de los carteles con más atractivo de la Feria, pero el mismo desarrollo del ciclo lo fue dejando sin argumentos. ¡Lo que puede cambiar el toreo en quince días!.

Hoy debieron torear bien El Juli, o Manzanares, o Morante, dos de estos tres, pero ni Perera ni Luque. No tenía sentido un enfrentamiento entre estos dos, y como tal no resultó, ora por culpa de los toros, ora por los toreros. No había ningún asunto que tratar entre ellos.

No está la ganadería de Fuente Ymbro en su mejor momento, ni tampoco Perera parece que haya remontado el último bache que ha tenido en su carrera, ni mucho menos Luque es el nombre apropiado para un acontecimiento así en la Maestranza y en plena Feria de Abril. Todo apuntaba al fracaso. Y tal resultó.

No hubo punto de inflexión en la tarde, aunque el festejo todavía se puede considerar que fue de más a menos. Nunca existió el más, algo importante de precisar para entender el desarrollo y el contenido de la función, nulo por donde se mire.

Perera estuvo lo que se dice “aseado” -eufemismo que utilizaban mucho los revisteros antiguos para no comprometerse en la crítica- con el toro que abrió plaza, que había sido flojo en los dos primeros tercios, y que llegó a la muleta “metiéndose” por los dos pitones. La cara arriba, lo típico del toro que se defiende por su blandura. Imposible que se tragara dos muletazos seguidos antes de “rajarse” del todo. No hubo faena como tal.

El tercero fue el más toreable del encierro, el único bravo de verdad, que humillaba y se desplazaba largo. Sin embargo, Perera no terminó de entenderlo. Hubo una serie de derechazos arrastrando la muleta, buena, pero sólo esa. El último tramo de faena fue un desastre.

Y el quinto, bravo, como tal no perdonó errores. Quizás le faltó humillar, algo más de entrega, pero fue buen toro. Perera otra vez no se entendió.

Luque tuvo menos tela para cortar, sin embargo tampoco anduvo el hombre muy allá. Su primero se “rajó” a las primeras de cambio, y por grande que fue el empeño de Luque el trasteo no llegó a ninguna parte.


Marca

Por Carlos Illián. Perera y Luque, por la puerta de servicio

Al que se le ocurrió programar un mano a mano entre Perera y Luque en plena semana de farolillos ya puede ir metiendo la cabeza en el primer agujero que encuentre. ¿Qué rivalidad puede haber entre estos dos muchachos para ponerlos frente a frente? Como no sea que son rivales jugando a los chinos no se me ocurre ninguna otra controversia. Además ambos llegaban a esta corrida en un pésimo momento. Perera que no levanta cabeza después de su machada en Madrid en Otoño del 2008 y Luque, que apostó todo a la carta de los seis toros en Madrid y a tres tardes en Sevilla, y que para su desgracia sólo le quedaba el mano a mano para salvarse de la quema.

Y lo que estaba previsto se cumplió al pie de la letra: fracaso absoluto del mano a mano y petardo de Perera y de Luque, de gravedad para ambos pero en especial para el joven torero de Gerena que sale devaluado y seriamente tocado.

Por parte de Perera vimos una sombra que deambulaba por el ruedo de la Maestranza, como si aquello no fuera con él. No parecía que en esta tarde se estuviera jugando gran parte de su temporada. Para colmo los mejores toros de la tarde fueron para él, especialmente el tercero, un ejemplar claro y de pastueña embestida, ideal para hacer el toreo. Perera instrumentó tantos muletazos como de ínfima catadura fueron todos ellos. Enganchones, trapazos y un par de redondos limpios que no salvaron el conjunto.

Le quedaba otro toro, pero parecía que la tarde ya estaba vista para él. En efecto el quinto, un sobrero de la misma ganadería, también se dejó torear. Otra vez la catarata de pases que a nadie interesaban. La gente se cansó y le pitaron cuando quiso prolongar una faena trapacera, de las más infumables que le he visto a este muchacho. Y ahora a tratar de arreglarlo en Madrid. Vaya papeleta

Daniel Luque salió a pegar pases y al final no dió uno solo para recordar. Tal vez tres lances a la verónica en el sexto podrían rescatarse del conjunto horroroso de mantazos que desperdigó toda la tarde. A sus veinte años, con su carrera en juego, no se explica la actitud conformista del chico, que en Sevilla arriesgaba gran parte de su futuro. Es joven y podría enderezar lo que de momento se ha torcido gravemente, pero tendría que cambiar absolutamente. Así no tiene salvación. El otro Luque, el de Madrid el día de la confirmación, sí. Pero ese está lejos en la memoria. El de ahora no es nadie.


El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Fracasado mano a mano

La propia inercia de la Feria; la deriva triunfal que escogió otros nombres y otras fechas; y la escasez de méritos en la hoja de servicios de los dos diestros anunciados ayer había ido restando glamour a un mano a mano que tenía mucho más sentido cuando se anunciaron los carteles. Vencido el grueso del abono, el enfrentamiento se había quedado sin argumentos y el espectáculo, a priori, ya gozaba de cierto ambiente hostil. El aire se fue enrareciendo aún más según fueron saliendo los toros de Fuente Ymbro. Pero ojo, desde el común denominador de la falta de fuerzas, en el encierro reseñado por Ricardo Gallardo también hubo posibilidades aunque -también- quedó muy lejos del altísimo listón que ha marcado esta misma ganadería en otras fechas y otros ruedos.

Y así, la tarde pesó como una losa que sólo estuvo a punto de levantarse con la entonada faena que Perera instrumentó al tercero de la tarde. El diestro extremeño no había tenido antes demasiadas opciones con el astado que rompió plaza. Firme en el inicio, Perera pronto pudo comprobar que el toro no andaba sobrado de motor y protestaba de puro flojo. Aunque hubo acople en tres o cuatro muletazos la faena resultó larga y sorda, empapada de la sosería de un animal que se acabó rajando. Pero salió ese tercero y parecía que se iban a cambiar las tornas. El toro se vino de largo en el inicio de ese trasteo que se abrió con un pase cambiado por la espalda. Perera supo engancharlo por abajo y tirar de él en un puñado de muletazos largos y templados en los que el toro humilló siempre y mostró las goteras de su motor. De la boyantía inicial pasó a protestar imperceptiblemente restando limpieza a una faena que tampoco llegó a levantar clamores. El final fue más espeso y el mal uso de los aceros le birló el posible trofeo.

La sufrida parroquia iba a terminar de perder la paciencia cuando Perera no fue capaz de entenderse con el complicado quinto, que siempre se movió con una alegría que le hizo parecer mejor de lo que era. El toro de Fuente Ymbro tendía a vencerse por ambos pitones, a probar imperceptiblemente sin dejar estar a gusto a su matador, que tampoco se afinó por el más posible y emotivo pitón izquierdo. A esas alturas ya sonaban más pitos de la cuenta y la tarde aparecía definitivamente sentenciada.

Sentenciada también para el joven Daniel Luque, que ha consumado su ambiciosa apuesta -tres tardes en la Feria de Abril- sin lograr dar ni una sola vuelta al ruedo. Ayer pudo comprobar perfectamente que las cañas se han vuelto lanzas. Posiblemente quiso subirse de un golpe todos los escalones de la escalera pero a partir de ahora sabe perfectamente que sólo se puede hacer de uno en uno.

El público midió con escalímetro al joven Luque, que evidenció el calvario interior pasado sin que ninguno de los tres toros que sorteó le permitieran sacudirse el desaliento. El primero, por flojo y rajado, con el que se empleó en un trasteo espeso llegándose a poner pesado. Su segundo por inválido. A pesar de su nobleza manifiesta, la faena no podía coger hilo. Sin motor no hay coche que valga y a esas alturas la gente empezó a evidenciar que se le había acabado la paciencia.

Sólo le quedaba un cartucho, el sexto de la tarde, con el que Luque se empleó a fondo mostrando las excelencias de su capote, uno de los mejores del actual escalafón de los matadores de toros. Después de brindar a su padre se fue a los medios y recibió un jarrazo de agua fría. El toro prácticamente no se tenía en pie y aunque tomaba los engaños con boyantía, los muletazos se sucedían sin eco, sin trazo definido. La tarde estaba sentenciada. Mal asunto.


La Razón

Por Patricia Navarro. Perera no estuvo a la altura de dos toros de Fuente Ymbro en Sevilla

Un fallo imperdonable. Más aún en una plaza como Sevilla. La muerte de El Choni no dejó en La Maestranza ni un miserable minuto de silencio. Ese que reconoce la profesión cuando se entra ya en vías de la leyenda. Rigor y corazón le faltó a Sevilla. Ayer esa mayoría dio la espalda a toda una vida de toros, a la vocación que da continuidad a una Fiesta sostenida en los valores de antaño, los de siempre. El Choni se fue con el amor a la Fiesta de cuando era niño, sin las magulladuras que dejan los años y los sinsabores encadenados. Sevilla le negó su historia y queda pues, esa sensibilidad sobre la que construyen una forma de sentir, en entredicho.

Las dudas sobre la entrada que registraría la plaza, tras el chasco del día anterior, quedaron apaciguadas con un lleno saludable. Perera y Luque salvaron su tirón en estos fueros. Era un mano a mano con motivación añadida al tener ambos espadas que resolver su paso por la feria. El festejo se hundió. Y Sevilla acabó pitando lo que no creyó de justicia.

Fue un canto desesperado. Perera tuvo dos toros bravos, con motor y posibilidades, pero se le nubló la frescura. Vayamos por partes. Cuando el primero de la tarde mostró su mansedumbre yéndose a tablas, puso Perera punto final a una faena sin pasado ni futuro. Reservón el toro, echó por delante algún derrote y poca vida.

A tres mil revoluciones fue el tercero en el pase cambiado por detrás con el que comenzó la faena. Qué manera la de humillar el toro, bien podría haber hecho surcos sobre el albero y no imaginarios. Arrastraba el hocico y no perdonaba la ausencia de temple, porque el toro lo que quería era coger. Bravo era. La faena de Perera no tuvo la consistencia necesaria para superar las intermitencias. Hondos los pases limpios, perdidos en los enganchados. El trasteo se hundió en intensidad, armonía, tempo… Desgana. Descorazonada Sevilla.

A Ricardo Gallardo le preocupaba el quinto, herrado con el número trece. No sabía el ganadero de Fuente Ymbro si “Maestro” rompería para toro bravo o puñetero. Lo que no adelantó es que el toro del número maldito se desplomaría casi antes de empezar e hizo salir al ruedo a los cabestros. Pañuelo verde. El otro espectáculo. El bis, de la misma divisa, apretó en el peto y le arreó también a Perera cuando quitó por gaoneras. No cedió ni un milímetro a pesar de las estrecheces. Ahí quedó la brillantez. Iba el toro veloz a la muleta, ni falta hacía el toque. Acudía con todo y eso incomodaba. Tanto que descompuso a Perera en varias ocasiones y en el cómputo final del trasteo, el toro le había ganado la pelea. Así lo vieron. Así lo pitó Sevilla.

En verdad, Luque remató su feria con un lote de menos posibilidades. Salió airoso, y de milagro, cómo no decirlo, del quite por chicuelinas que hizo al segundo. No se quitó, no. Y a punto estuvo de hacerlo el toro de un viaje. Dos o tres minutos duró el segundo en el centro del ruedo. Manseó después y se fue a tableros. La faena no cabalgó hacia ninguna parte y su voluntad se vio afeada por los continuos enganchones. El mano a mano no tomaba buen rumbo tampoco en el cuarto. El toro andaba justo, en la línea de combate donde queda la falta de casta, de empuje. No hubo quien lo animara. Y Luque, tampoco.

Último cartucho. Un sexto que cerca estuvieron de enviarlo para atrás. Derrotaba como final a un viaje que iba largo, cuando no se caía claro. A estas alturas, el desencanto cundía por la Feria de Abril. Ya no estaban para más trapazos.


Autores

Por Gastón Ramírez. El fracaso moral de Perera y Luque

Mucho se había hablado del esperado duelo entre Miguel Ángel Perera y Daniel Luque antes de que diera inicio la temporada sevillana: que si este par de toreros eran los nuevos mesías de la Fiesta, que si iban a comer el mundo de un bocado, etc. Pero la verdad tiene una sutil manera de hacerse evidente. Así, después de las dos insípidas primeras actuaciones de estos pobres muchachos, ayer el aficionado avezado no esperaba mucho, de hecho, había perdido la esperanza en este par de ídolos de pies de barro.

Por ahí estos toreros -da igual cuál de los dos- han puesto de manifiesto su gusto por el dinero, su soberbia, su mala leche y han hasta contado el número de reses que les faltaba lidiar para convertirse en máximas figuras: ¡Olé los toreros güenos y modestos!

Bueno, los coletas no tienen la obligación de ser personas educadas ni agradecidas, esas son más bien las virtudes del público taurino de Sevilla. Donde hablan los toreros es en el ruedo y deben hablar con verdad, hambre, oficio y entusiasmo. De esas virtudes taurómacas no vimos ni un miligramo en toda la tediosa tarde del tan cacareado mano a mano con los toros de Fuente Ymbro.

Hubo pasajes interesantes, claro que sí. Un quite de Perera por gaoneras, un escuálido ramillete de verónicas de Luque, y dos lances a una mano y par de brionesas que con la chaqueta pegó el cabestrero para devolver al quinto de la tarde a los chiqueros.

Para el que no haya presenciado la corrida el breve resumen anterior puede parecer exagerado y mal intencionado, pero no, es la pura verdad. Ambos jóvenes hicieron un toreo basto, ramplón, zaragatero. Se les notó un cierto desasosiego sólo comparable al que puede sentir un canario en una exhibición de gatos

Estos dos mozalbetes demostraron fehacientemente que su toreo tiene la profundidad de un charco, y que ellos poseen la sapiencia de un infante de seis meses y la chispa de un molusco aburrido. Me pregunto de qué sortilegio habremos sido víctimas cuando no hace mucho les vimos torear bien, cuando nos emocionamos con sus faenas.

Dice don Andrés Luque Gago que para ser torero hay que tener respeto e ilusión. Lo cual es una verdad grande como una catedral, y a estos dos niños les hacen falta muchos quintales de cada una de esas virtudes.

Como usted sabe, en los mano a mano es menester que haya un sobresaliente, por si alguno de los diestros cae herido en el fragor de la batalla, y que es costumbre que los titulares le den un quite a dicho torero. Fernández Pineda fue el sobresaliente en el nefario duelo en la cumbre (si se me permite el sarcasmo) y ninguno de los figurines fue para acordarse de él y ofrecerle la oportunidad de pegar tres o cuatro lances. ¿Por qué? Pues una de dos: o carecen de la más mínima educación o temieron que Fernández Pineda les arreglara su triste asunto.

Se me olvidaba, el encierro de Fuente Ymbro fue manso, noblón, se dejó hacer fiestas. Hubo hasta un toro emocionante y repetidor, el quinto. Esos pobres bichos deben haber sido torvos criminales en su pasada reencarnación y ayer las pagaron todas juntas enfrentándose a dos albañiles del toreo, dicho sea con todo mi respeto para los alarifes.


Sevilla Temporada 2010

sevilla_230410.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:26 (editor externo)