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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Martes, 24 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victorino Martín (bien presentados, encastados, con dificultades).

Diestros:

Iván Fandiño. Estocada (silencio); estocada (oreja); estocada (dos vueltas al ruedo, tras petición de oreja).

David Mora. Estocada (saludos desde el tercio); pinchazo, estocada (palmas), media estocada (silencio).

Banderilleros que saludaron: Vicente Yagüez El Chano y Víctor M. Martínez, de la cuadrilla de David Mora, en el 6º.

Sobresaliente: Antonio Fernández Pineda.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado, temperatura primaveral.

Entrada: Más de tres cuartos.

Crónicas de la prensa: EFE, El País, La Razón, COPE, Diario de Sevilla, Hoy, El Mundo, Correo de Andalucía, Marca, Firmas.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Iván Fandiño debió salir a hombros de la Maestranza, eso está claro y no admite discusión. Estuvo hecho un tío sacando faena a dos de sus victorinos como para merecer sobradamente la oreja, además de matarlos espléndidamente. Debió salir a hombros, no por la puerta grande como dicen algunos desconocedores de la Maestranza, sino por la puerta de cuadrillas. En Sevilla no hay más puerta grande que la del Príncipe. Bueno pues eso, debió de salir a hombros con toda justicia. Para mí sigue siendo inexplicable la actitud del presidente que concedió la oreja con una faena similar o inferior. Además de que la petición fue mayoritaria y en ese caso la oreja no es del presidente sino del público soberano. David Mora tuvo sus dificultades con los complicados victorinos, pero despachó el compromiso con entereza. De los victorinos qué les voy a decir: que nos dieron una interesante, entretenida y emocionante tarde de toros, cada uno es su estilo, cada uno con su dificultad, cada uno con faena por un pitón u otro…Notable sin duda y sobresaliente para ese chaval que mereció una gloria en Sevilla que el usía, sin razón alguna, le negó.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: la verdad del toreo de Iván Fandiño

El torero vasco ha salido muy revalorizado de la apuesta de los Victorino. Sólo gracias a un toreo de valor rocoso y regio, inteligente e imponente se pudo sacar faena a los tres toros de distinta condición que le cupieron en suerte. No se puede estar más valiente y sincero, con mayor disposición y verdad que Iván Fandiño ante el primero que hacía hilo peligrosamente y buscaba con ahínco los tobillos del matador. No se arredró el torero del norte que expuso sin importarle la cornada. Faena a cara de perros de la que salió victorioso de milagro. Al tercero le puso la muleta por el pitón izquierdo perfectamente. Embarcó con la panza del trapo y dominó la embestida gracias a la sutileza de sus muñecas que despedían al toro en el último momento y se quedaba preparado por la siguiente muletazo. Los naturales largos, hondos y de mucha pureza no encontraron el eco adecuado en los tendidos. Es cierto que las tandas eran cortas pero de una intensidad absoluta y de un valor impertérrito. La oreja fue arrancada a ley. Y en el quinto, un Victorino prototípico de la estirpe saltillo: con su cara de rata, casi sin cuello y muy enmorrillado, lo bordó. Las tres primeras tandas diestras, encajada la figura y con la pata pa’adelante, hicieron que el toro rompiese y se sucediesen los derechazos con cadencia, lentos, acompasados y rimados unos a otros debido a ese temple mayestático y acaramelado que permite que los toros vayan cosidos al trapo rojo pero sin llegar a tocarlo. Hubo algún que otro altibajo, sobre todo con la zurda, pero sí se mereció la oreja, incomprensiblemente denegada por Gabriel Fernández. En el haber del torero vasco hay que apuntar que finiquitó a sus tres toros de tres grandes espadazos, que sólo la dureza de patas de los victorinos impidió que cayesen patas arriba. Y por si fuera poco, en el llamado quite del perdón, participó con dos gaoneras, la primera de ellas enseñando la femoral y, por tanto, la vida, como gesto de vergüenza torera.

Lo peor: se equivocó el presidente

Mi buen amigo Gabriel Fernández no acertó en su decisión. Se pidió mayoritariamente la oreja y era de justicia, por mucho que algunos relamidos del tendido 1 y 2 no sacaran sus pañuelos. La mayoría lo hizo y así está escrito en el reglamento. Pero no sólo se lo mereció por lo que estipula la normativa, sino porque además estuvo hecho un tío toda la tarde, mató perfecto, no se comprometía la puerta del Príncipe y moralmente se hacía un favor un luchador. No está bien pasar facturas a los que se labran el camino a base de exposición y gallardía.

EFE

Un interesante encierro de Victorino Martín

El mano a mano entre Fandiño y Mora era uno de los platos más apetecidos de esta polémica feria cuando fueron presentados los carteles, aunque fallidos eventos similares habían restado parte del interés de este pretendido acontecimiento, que también contaba con el aliciente de comprobar el estado de forma de los toros de Victorino Martín.

A la postre, fue el diestro vasco Iván Fandiño el que puntuó por encima de su compañero David Mora, al que le pesó demasiado la tarde. Para Fandiño fue además el lote de mayores posibilidades para triunfar y lo aprovechó a su modo y manera, pero sin lograr brillar a esa altura que le habría permitido salir lanzado de la plaza de Sevilla.

La suerte ya se había puesto de su lado al salir el primero, un animal que reponía mucho pero que brindó más que interesantes embestidas por el pitón derecho que el torero administró con suficiencia.

El trasteo bajó de tono por el violento pitón izquierdo del animal, que le hizo pasar un mal rato aunque los mejores muletazos, de nuevo por el derecho, surgieron después.

Fandiño ya había logrado captar la atención del público sevillano y se dispuso a torear al tercero de la tarde, muy bien picado por Pepe Aguado, que llegó a alcanzar a David Mora en un quite muy atropellado.

El diestro de Orduña comenzó su labor por el lado izquierdo buscando los medios. Hubo algunos bajones argumentales en su labor, que volvió a arreglar manejando la mano derecha en una serie mucho más rotunda en la que el toro, codicioso y humillador, se entregó por completo.

Se fue por la espada prematuramente y el toro se le vino como un rayo mostrando que aún tenía gasolina en el motor. En cualquier caso, los buenos muletazos que había instrumentado ya habían calado en el personal que pidió y consiguió la única oreja que se cortó en toda la tarde.

Pero Fandiño volvería a tener la suerte de cara al sortear al quinto, un voluminoso ejemplar muy asaltillado que tardó mucho en salir pero mantuvo un excelente son y calidad en la muleta. Fandiño comenzó con nota alta, pero un tropezón que le rasgó la muleta provocó un largo parón que descompuso el hilo del trasteo.

Vuelto a la cara del toro, volvió a encontrar el hilo en un puñado de muletazos bien hechos y dichos que recobraron el entusiasmo, aunque las cosas ya no pudieron ser igual. A pesar del estoconazo, el presidente no concedió la oreja solicitada sin clamor y Fandiño se consoló recetándose dos vueltas al ruedo.

Peor impresión dejó el toledano David Mora, que sorteó en primer lugar un animal de escaso recorrido y aire rajado con el que enseñó algunas carencias manejando los trastos.

El cuarto fue mucho mejor y hasta rompió con cierta codicia en el inicio de la faena de David Mora, que aunque se entregó a tope no terminó de verlo claro en ningún momento.

El toro, algo andarín, necesitaba que le perdieran siempre pasitos, aunque Mora le cogió el aire por el pitón izquierdo firmando los mejores momentos de su labor. Al final también pudo comprobar la calidad que aún guardaba en el derecho, pero ya era tarde.

El sexto tuvo una templada y lenta embestida, también algo rajada, que sí fue entendida por el diestro en el crepúsculo de una tarde de la que se esperaba más. El torero castellano lo pasó sobre el pitón izquierdo con buen aire, aunque el público no acabó de darse por enterado. EFE

El País

Por Antonio Lorca. El duelo lo ganó Victorino

Nadie dijo que fuera empresa fácil anunciarse en Sevilla con los victorinos. Vaya por delante, pues, el respeto y el reconocimiento a los dos toreros que tomaron una decisión tan meritoria. Es verdad que hubo dificultad, y mucha, pero, al final, quedó la sensación de que los toros ganaron la partida. Hicieron honor a su divisa con un comportamiento variado, que exigía una gran preparación, y, sobre todo, una técnica, una entrega y un pundonor sin límites. Fandiño y Mora son dos toreros que se han ganado un puesto entre los grandes a base de un esfuerzo encomiable, pero ayer no fueron esos diestros arrolladores, portentosos, dominadores y mandones que la ocasión les exigía. Bien, sin alharacas, sin destacar especialmente; por debajo de los toros en todo momento y sin capacidad para resolver las dificultades. Y, además, con numerosos y graves defectos del toreo moderno: citar muy despegados, sin cargar la suerte, al hilo del pitón y, en consecuencia, con escaso mando.

Brilló más Fandiño, un cañón con la espada, y se molestó cuando el presidente le negó la oreja del quinto. No había mayoría de pañuelos, y lució más el encastado toro en un par de tandas por la mano derecha. Fue, quizá, el momento más refulgente de la tarde, cuando uno y otro se fundieron en unos muletazos vibrantes. Pero faltó remate, y la faena supo a poco. Los que no sacaron el pañuelo se unieron a la bronca contra el presidente y Fandiño dio dos exageradas vueltas al ruedo.

No estuvo a la altura de las circunstancias ante el tercero, al que citó con izquierda en el centro del ruedo, y tras una tanda aceptable, se vio desbordado por un toro que metía la cabeza pero no era de carril. En ese toro no mandó nunca Fandiño. Y no se enfadó cuando este público facilón pidió la oreja.

No fió un pelo de su primero, que era bronco y pegajoso. Y una cosa es tener precaución y otra tomar todas las ventajas. Sea como fuere, su actuación fue cumplidora, pero no a la altura que de él se podía esperar.

Brilló menos David Mora, y compitió en defectos con su compañero. No dio nunca sensación de suficiencia y sí de sosería y vulgaridad. Tiró muchas líneas ante su primero, de corto recorrido y dificultoso; se convirtió en un pegapases en el cuarto, con pocas ideas, desbordado y con escasa entrega, y poco pudo hacer ante el noble y soso sexto.

Fandiño y Mora compitieron en quites y destacaron unas ceñidas gaoneras del primero, y otro de igual modo por chicuelinas del segundo. Saludó al respetable El Chano tras colocar dos buenos pares de banderillas al sexto, y los picadores se esmeraron en su labor.

Nadie puede preguntar su opinión a los toros, pero la impresión es que no encontraron toreros poderosos que sortearan sus problemas y aprovecharan sus cualidades. El toro suele ser así, y exige capotes y muletas henchidos de conocimiento, de ciencia, poder y personalidad. Ayer, el duelo, el mano a mano, lo ganaron los toros de Victorino Martín.

La Razón

Por Patricia Navarro. Fandiño apuesta y triunfa a pesar del presidente

Medirse ante la corrida de Victorino Martín y en Sevilla no era un juego. Ni un capricho. Suponía la apuesta de los dos toreros triunfadores de la temporada pasada que se encuentran en el momento exacto de coger sitio. Su sitio. El que se ganen y el que les dejen, porque en el toreo las matemáticas del triunfo no siempre funcionan. Como tampoco el corazón y la sensatez de presidencia. Ayer se equivocó en Sevilla y no dio la oreja del quinto a Iván Fandiño, que había protagonizado grandes pasajes durante la tarde. El trofeo había sido más que buscado: anhelado, sudado y a buen seguro soñado. Pero el presidente, ciego ante la realidad, obvió la ética profesional que atiende a que la primera oreja se concede por petición del público y no midió tampoco que aquello, todo lo que ocurrió en el redondel, pasó ante un toro de Victorino. Nada que ver con lo que vimos sin ir más lejos la tarde anterior. Ahí está la sensatez: para saber discernir en los momentos importantes. Cumplió el toro de Victorino ante el caballo en las dos varas que recibió: desde lejos y por abajo. El toro era un punto tardo, pero una vez en movimiento tenía mucho que torear. Fandiño no se anduvo con rodeos. Enseguida: muleta diestra y una seguridad para aguantar el envite, mandar en la arrancada y llevar el toro a más. Así hizo. Y siguió, aunque es difícil mantener la calidad en toros que miden al milímetro la técnica y el corazón. Recobró la rotundidad con la derecha y se tiró a matar con tanta verdad que llegó directa al tendido la emoción. Se solicitó la oreja. Queda dicho. Caso omiso en presidencia.

Un trofeo recogió del tercero, que cumplió bien en varas, y con el que David Mora sufrió un fuerte golpe al quitar por chicuelinas. Con la izquierda plantó cara Fandiño y la tanda, de seis o siete muletazos le salió perfecta. Ni un enganchón ni un paso en falso. Transmitió el toro, sonó la música, y Fandiño tuvo la habilidad de mantener la intensidad ante ese toro importante y con fondo. La espada fue vital, porque la puesta en escena había sido impecable. Más liviano fue su primero, que humilló por el derecho con escaso recorrido y fue malo a rabiar por el izquierdo. Fandiño cumplió. Y Victorino Martín, que llevó a Sevilla un desigual encierro, interesó sobre todo en el lote del torero vasco.

David Mora puso toda la carne en el asador. Desde quites, la réplica del sexto o el arrimón del cuarto, como si fuera un día cualquiera. No quiso demasiado caballo el segundo, pero le costó un mundo separarse de la muleta después. Orientado y reponiendo una barbaridad. Mora quiso, como en el cuarto, al que recibió con una larga cambiada en el tercio. Tras un tibio paso por el caballo, llegó el toro a la muleta con un viaje suelto que Mora no acabó de someter. El toro a su aire agudizó el ingenio y se orientó pronto. Las revoluciones justas tenía el sexto. Fandiño a modo de arrebato, o eso creemos, se plantó para hacer el quite por gaoneras. Un milagro cada una de ellas. Replicó Mora con una media soberbia. Y después, en la faena las cosas no acabaron de rodar.

En esa ley de la selva del ruedo, ayer hubo un ganador. De Orduña a Sevilla y con Victorinos. El paso está dado.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Toros y toreros de verdad en el ruedo

Fue, sobre el papel, una corrida para aficionados. En la realidad, también fue para mantener y fomentar una Fiesta que necesita este tipo de festejos en los que hay toros y toreros sobre el ruedo. Victorino presentó una corrida de toros seria, en el tipo de la divisa, con varios toros de buena nota. El toro le dio trascendencia a todo lo que se realizó en el ruedo. Y hubo toreros, los matadores y sus cuadrillas, entregados y capaces para la lidia. Fue un buen espectáculo. El aficionado se reafirma con este tipo de corridas. Merece la pena ser aficionado. Victorino, Fandiño y Mora han lavado la imagen triste de jornadas anteriores.

Cuando se le pregunta a Victorino padre qué tipo de corrida presentará dice siempre lo mismo: «Pues una corrida de toros, ni más ni menos». La de ayer fue eso, una corrida de toros. El bueno fue el tercero, pero tampoco se puede olvidar al quinto y al sexto. Y los hubo menos buenos, como el segundo, o más complicados con los problemas de la casta, como el primero y el cuarto. Lo dicho, una corrida de toros.

A este buen espectáculo taurino asistió un grupo de aficionados que ocuparon cerca de las tres cuartas parte de la plaza. Para un martes de farolillos fue muy poco. Es la afición que tenemos; o es la afición que queda en el momento crítico que vivimos.

Si un mano a mano es un reto en competencia sobre el ruedo, el duelo lo ganó Fandiño con claridad. En apariencia sorteó los mejores toros de la corrida, detalle que a veces no es verdad, porque el manejo de un toro puede modificar su comportamiento. El lote del vasco fue mejor, pero la lidia que recibieron sus toros y el tratamiento que les aplicó el torero fueron ideales para que los astados lucieran sus cualidades. Se mostró despierto e inteligente toda la tarde. Así lo atestigua su actitud en quites; el de las gaoneras del sexto fue sencillamente primoroso. Cumplió con el primero, toro que se revolvía en una loseta. Bajó la mano como fórmula adecuada para someter y alargar sus embestidas.

La gran faena de Fandiño llegó en el buen tercero. Un toro cinqueño que fue lidiado con mimo. Fandiño lo hizo todo a su favor. El tercio de varas de Pepe Aguado fue la demostración de que aún es posible recuperar esta suerte. En el centro del ruedo, con la muleta en la izquierda dibujó naturales a un toro encastado que pedía mando por abajo y muleta presta para ligar. También hubo buen torero con la derecha. Todo con la impronta de la emoción de un toro y un torero de verdad. La oreja fue de las que nadie duda.

También debió cortarla en el quinto. Era otro toro, todavía más exigente, al que no se le podía dejar pensar. Fandiño dejó la muleta colocada para tirar del animal. Es verdad que la faena no fue totalmente limpia, pero tenía el sello de la verdad. Y qué estocada en las péndolas. Después de todo esto vino el número de una afición de sombra que no pidió la oreja. Se pusieron exigentes con un pedazo de torero que se había puesto delante de uno de Victorino. Cuando se han regalado orejas por faenitas de tres al cuarto, a Fandiño le negaron la de este toro nadie sabe bien los motivos. Es verdad que la petición no era mayoritaria, pero entonces se podría esperar que el presidente sacara el suyo en señal de buen aficionado. No lo hizo, contó los pañuelos, se tapó con el Reglamento y privó a Fandiño de completar su gran tarde torera.

Si los presidentes pretenden justificarse, que pongan en los asientos un botón para pulsarlo en señal de petición de trofeos, como si fuera una votación parlamentaria. Son casos en los que hay que dar un paso adelante. Las orejas, según parece, se guardan para otras fechas.

David Mora perdió el mano a mano, pero puso toda la carne en el asador y solventó el festejo con dignidad, por mucho que su compañero se llevara el trofeo y las dos vueltas al ruedo. El primero de su lote lo buscó por abajo y no le dejó por el lado derecho. Algo obstinado, Mora insistió más por este lado que por la izquierda, que parecía mejor pitón. El cuarto también se revolvía rápido y se fue apagando durante una faena que empezó en largo con buen aire y acabó con toreo de cercanías y el toro parado. El hermoso sexto embistió bien en los primeros compases y acabó en tablas a la defensiva. Se lució con el capote casi siempre a la verónica, pero en conjunto su tarde no remató; ni los toros fueron los mejores, ni cuidó la lidia ni estuvo fresco de ideas. Lo dicho, una corrida de toros con todos sus argumentos. Fandiño ha llamado a Sevilla. No le han abierto la puerta todavía. A algunos les dio un ataque de dignidad, pero el vasco volverá a golpear.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Fandiño se impone a Mora en el duelo con los victorinos

Salieron los dos matadores a batirse en duelo exactamente vestidos de rosa y oro. Iván Fandiño y David Mora con idéntico terno. Aquellos tiempos en los que los mozos de espada se hablaban para no coincidir pasaron… Fernández Pineda, el sobresaliente, se había enfundado un azul marino y oro de mayor categoría. Cuestión de gustos.

La plaza anduvo fría con Fandiño en el primero, que de tan enjutas carnes parecía una raspa vista desde atrás. Será de los victorinos más definidos desde un principio que uno haya visto, pues desde el capote se vencía por el izquierdo y no cambió. A derechas, Iván le dibujó buenos lances y una torera media. Con la muleta el planteamiento fue diestro, la mano del toro, un punto andarín entonces. Concepto clásico del de Orduña, que hubo de ponerse por la izquierda para demostrar que ni uno tenía. La faena tuvo buen tono y poco eco; de la música ni hablemos: sepulcral silencio. Y se acabó el toro. Saludó desde el tercio.

El tercero se llamaba 'Cobratero'. Zancudote, de cara abierta, escaso perfil y salida suelta. Pepe Aguado lo picó con alegría, como acudió el toro al peto. David Mora quiso intervenir en un quite por chiculienas y el toro se le metió. No llegó a producirse la voltereta con el capote de por medio. Fandiño lo vio claro por la izquierda y al natural cuajó dos series de encaje y vuelo en terrenos cercanos y en linea con la puerta de arrastre. Bien de verdad. Y decidió sacarselo a los mimos medios para descararse allí con el toro. La decisión dudo de que fuera acercetada, pero… La siguiente serie se enredó un tanto y cambió la mano. En redondo otras dos tandas despacio. El buen toro ya salía con la cara alta. Faena medida, rematada con una estocada y digna de la oreja de ley.

El sexto era un zambombo que en banderillas se agarró mucho al tercio. Muy cerrado. Un poquito más allá de la segunda raya, concediéndole sus tiempos, la derecha de Fandiño fue oro molido. Por abajo para atemperar el ataque del toro en el que habitaba un fondo de casta. Un manso encastado que apretaba con arrestos hacia los adentros. Un inoportuno desarme cortó el vuelo, porque además el ayuda y el mozo no se sabía donde se habían metido. De vuelta, con la cordura esta vez de Tristán para no castigar contando la música, Fandiño se sacó un poco más hacia afuera. El toro se apagó. Y lo mató de un volapié que en otro tiempo hubiera valido per sé la oreja. Hubo una llamativa petición, a lo peor mas de voces que de pañuelos, que la presidencia desestimó. Fandiño dio una vuelta al ruedo con sabor de tío que ha entrado en la Maestranza. La gente así lo percibió. La segunda vuelta al ruedo sobró.

David Mora, arrastrados segundo y cuarto, perdía el combate. La suerte no le había sonreído. Muy rematado uno, tocado arriba de pitones, no un descaro ni mucho menos, marcó pronto la querencia a tablas debajo o a la derecha de presidencia. Apretó siempre hacia los adentros. Aprovechando el viaje, Fandiño dibujó un quite por delantales. Del saludo de Mora quedó la media. El victorino, hablando de quedarse, lo hacía mansón y zapatillero. Por la zurda algo más largo, pero siempre hacia la querencia. El torero de Toledo le aguantó su embestir al paso. Y porfió finalmente. Saludos tras pinchazo y estocada delantera y un punto contraria. Al otro lo saludó con una larga cambiada en el tercio y unas lances veloces, codilleros y encorvados. Lo que se llaman rebanás. Muy aplaudidas. En los medios instrumentaría una faena en la que no destacó el toro ni por empleo, bravura ni calidad. Embestía en basto, tal cual era. Perfiles de descaste. Valiente Mora y cabal en la estocada.

Mora y Fandiño despidieron su duelo particular en quites con el sexto. El vizcaíno se echó el capote a la espalda en unas gaoneras que remató con airosa revolera; el de Toledo contestó por verónicas, de las que destelló la media, que a se acompla mejor a su codilleo. El Chano se desmonteró con los palos. Este último ya no se parecía a ninguno y es que en la victorinada cada cual fue de su padre y de su madre. Metía bien la cara por el izquerdo pero rajadito pronto. La mano de Mora además es la zurda. Torea muy raro con la derecha. Los naturales fueron lo mejor.

Hoy

Por Víctor J. Vázquez. Cargando la suerte, Fandiño cabalga

No descubro a nadie ningún Mediterráneo cuando digo que el presupuesto ético de la fiesta no es otro que el toro bravo. La bravura explica por qué de este arte de torear se desprende también una enseñanza moral de cómo estar en el mundo. Gracias a la bravura, el aficionado no sólo se emociona con lo inefable, sino que también aprende a ser. Por eso, ayer en la Maestranza, cualquier aficionado pudo sentir, aunque fuera solo un instante, la emoción profunda que ofrece esa respuesta estética frente al miedo que es el toreo. No fue, sin duda, la tarde más emocionante que ha ofrecido una corrida de Victorino. Se les puede reprochar a cada uno de los toros lidiados un comportamiento mediano en la suerte de varas y la ausencia de una suficiente falta de raza en banderillas. No obstante, la corrida, bien presentada en su conjunto, consiguió que nadie quitara la atención del ruedo para ver cómo, con mayor o menor fortuna, Fandiño y Mora libraban con pureza la batalla de estar bonitos sin salir heridos. Sólo con eso, todos nos habíamos olvidado de los pasados fantasmas de la mansedumbre.

La puesta en escena de los Albaserrada no pudo estar más en el tipo, con un primero arrancado los estribos y persiguiendo los alamares de los banderilleros con la mirada. Fue este primero el toro más bronco de los que le tocaron a Fandiño, a quien ya se le vio incómodo con la distancia en las primeras verónicas, sin encontrarle los pasos entre muletazo y muletazo. Fandiño cerró su primero sin mayor lucimiento. Ahora bien, el torero ya había dejado claro su compromiso con el canon del valor. Impecable en el sitio, cargando la suerte y dando al toro todas las ventajas, Fandillo toreó sus siguientes poniendo sobre el albero gran parte de lo que constituye el patrimonio ético del arte de torear. El toreo de Fandiño tuvo ayer, para bien o para mal, una autenticidad geométrica, una autenticidad muy vasca, muy cercana a las líneas irreformables de la escultura de Oteiza. Y es que Fandiño, planteó al toro travesías difíciles, donde muchas de las veces acabada encontrando con su lomo el torso del torero o enganchando la muleta. Fueron tan solemnes como tercos los naturales que dio a su primero, al que también sometió por el pitón derecho, en dos tandas con la mano bajísima, donde relució sobre todo su manera de cargar la suerte, tan clásica, tan difícil de ver. Le cortó una oreja de ley a su primero y le debió de cortar otra a su segundo. Sobre los mismos presupuestos, fue esta una faena más sucia y errática, mucho más lejana de la armonía.

Como en su primera faena, le faltó a este torero Vasco una cierta alegría en el repertorio, una sorpresa en las suertes que, con la verdad propia de su colocación, hubiera redimensionado el impacto de su obra en los tendidos. Pero qué bonito es ver a un torero equivocarse bajo la virtud del valor y el ansia de la gloria. Merecía haber paseado Fandiño esa oreja que el público pidió y el presidente se negó a otorgar. Se lo merecía porque en el juicio del toreo hay que valorar la materia con la que se trabaja, y Fandiño cinceló acero puro. Y lo merecía sobre todo, si uno piensa en cuántos trofeos se han dado esta feria sin el honor, la transmisión y el valor que ha tenido este gran torero esta tarde.

Con mucha verdad y entrega pisó David Mora la arena. Fue suya la mala suerte de encontrarse con la cara más fea de estos Victorinos. Esa media casta, tan peligrosa como incómoda, que hace que los toreros se rompan la cabeza cavilando dónde está el toque que abre la embestida. No lo encontró ayer David Mora. Tal vez ninguno de sus oponentes lo tenían. La Maestranza se debe quedar con la sinceridad de su actitud y con una formidable serie de verónicas de innegable regusto gallista, en el recibimiento del cuarto. También con una bella media verónica, al sexto. Aunque con esta última se debe de quedar él, pues es testimonio de que su toreo tiene un lugar hacia donde ir para no perderse.

Lidiados ya todos sus toros, Fandillo aprovechó su turno de quite al sexto para exponerse por ceñidas gaoneras. Una impecable, otra rectificada, una media verónica final redonda. Es lo de menos. Fue un gesto torero que terminaba de confirmar que, con trofeos o sin trofeos, pero siempre cargando la suerte, Fandiño cabalga.

COPE

Por Manuel Viera. Fandiño, triunfador del reto

La confluencia de dos toreros de conceptos diferentes e iguales intereses se ha manifestado a dos bandas, haciendo realidad, sin comparaciones, dos formas de entender el toreo. Pero, quizá, lo mas interesante fue ver cómo las de uno se imponían sobre las del otro, aunque ambos estuvieron comprometidos fundamentalmente con el valor y la verdad. El reto no era otro que acabar convertido en triunfador de la 'victorinada'. Y, faltaría más, alcanzar la gloria en Sevilla. Si Iván Fandiño ya es ambicioso de por sí, no digamos para salir airoso de un mano a mano con toros de Victorino Martín.

Interesante y excitante, pero no necesariamente emocionante, fue la faena que el torero de Orduña le realizó al difícil primero. Un animal de complicadas embestidas por el pitón derecho con las que transmitía a los tendidos el temor del peligro. No le quedaba otra aFandiño que poderle con mano baja y asentadas zapatillas en la arena. No se decidió por completo a hacer lo primero, pero sí hizo lo segundo, por lo que las tandas a derechas resultaron de nota media sin llegar a alta. Por el izquierdo fue un bicho que se revolvía con saña. Y no hubo manera. Tras la estocada le obligaron a saludar.

Sin duda, la faena al tercero, un toro de emotivas embestidas por el pitón izquierdo, fue de oreja, por valor y por la sutileza de unas formas con las que deleitó en muchos momentos de mérito con un toreo al natural de peculiar estilo, mano baja, lento, hondo, ligado y rematado con el encanto del pase de pecho. Tres series, no más, con las que supo conectar con los tendidos a la perfección. La razón de que lo hecho con la mano diestra no alcanzara cotas de mayor calidad debe buscarse en las tremendas dificultades de las embestidas del 'victorino'. Un escollo que el vizcaíno superó con enorme firmeza. Tras la estocada, la oreja fue suya.

Sólo la desbordada vitalidad de Fandiño y su enorme decisión le hicieron poder con el buen quinto, un toro con una emocionante embestida por el pitón derecho, al que de inmediato le bajó la mano en un toreo a derecha templado, ajustado y perfectamente ligado. Muletazos profundos, con ritmo… Un toreo firme y comprometido de depurado argumento. No fue igual el toro, que se revolvía con saña buscando su presa, en el intento de toreo al natural. No se amilanó ante las dificultades y, auque algunos pases no resultaron limpios, lo que hizo convenció. De contundente estocada lo tumbó. Y he ahí que el gentío empezó a vociferar, pero no a sacar con suficiencia el blanco pañuelo de petición, quizá, porque ya no lo llevan, y el papel que lo sustituye es pequeño y poco consistente. Por una u otra causa el presidente tampoco sacó el suyo. Con una clamorosa y justa vuelta al ruedo hubiese sido suficiente. La segunda, sobró.

Negro, manso y con peligro. Así fue el segundo ejemplar de Victorino Martín. David Mora no renunció a jugársela, aunque descubrió el lado más oscuro del toro del ganadero de Galapagar en un pitón izquierdo imposible. Aguantó paradas, pero no logró que pasara ni una sola vez por el engaño. Por el derecho se orientó de inmediato después de iniciar faena con unos mandones doblones por abajo y tirar después de la enmarañada embestida con decisión y verdad. Le ovacionaron tras la estocada.

El toreo de capote se atisbó en lances de recibo y quites. Fandiño se gustó al quitar por delantales y gaoneras, y Mora se justificó en notables medias verónicas al sexto, y una larga cambiada de rodillas en el tercio con la que recibió al cuarto, un toro que por la complicada casta trasmitía el peligro en sus embestidas. El madrileño con buenas intenciones y mejores ideas, lo citó de lejos para iniciar un trasteo interesante en el inicio, pero que se fue diluyendo poco a poco al prevalecer el entusiasmo que provocaba el toro y no lo que hacía el torero, empeñado en acortar las distancias y jugársela del tirón. Pinchó antes de cobrar la estocada y fue silenciado.

El sexto fue un toro noblón, rajado al final, aunque con alguna pizca de calidad en su sosa embestida. El caso fue que Mora toreó sin demasiada convicción y encanto. Y hasta le costó hacer llegar al espectador su capacidad para transmitir el talante expresivo de su toreo. Al final, una capa de barniz no lo tapa todo; tres ambiciosos naturales no borraron un faena modesta e intermitente. Acabó de estocada casi entera y fue silenciado.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. 'El Peñón de Orduña', pétreo ante 'victorinos'

La corrida de Victorino Martín, de desigual presentación, dio un juego interesante. No es que fuera un corridón de toros en todos los sentidos; pero si la comparamos las que hemos sufrido en días anteriores… En una tarde espléndida en lo climatológico, los victorinos, plato fuerte en preferia, entraban en esta ocasión en liza dentro de farolillos y el aforo no se llenó; rondó los tres cuartos de entrada.

El mano a mano entre Iván Fandiño y David Mora se saldó con el triunfo del diestro vasco, que ganó la partida al madrileño. Fandiño, El Peñón de Orduña, que contó con el mejor lote, mantuvo la firmeza pétrea de la gigantesca roca de su tierra. Ante el peligroso toro que abrió plaza peleó sin titubeos, destacando en un par de tandas con la diestra. Por el pitón izquierdo se jugó el pellejo.

El tercer astado, Cobratero, se arrancó de largo para dos puyazos muy bien recetados por José Francisco Aguado. El toro persiguió muy bien la muleta, humillando hasta casi hacer surcos en la arena de la Maestranza, y Fandiño aguantó e intentó templar aquella temperamental embestida del cornúpeta. Hubo un par de tandas con la diestra de mucha vibración, con el público totalmente entregado. Mucho mérito porque, por fin, un toro pedía el carnet profesional al torero. Una estocada y Fandiño ganó el único trofeo de la tarde.

Tardó mucho en salir el quinto, pero mereció la pena. Fandiño lo entendió perfectamente y lanceó magistralmente sobre los pies hasta llegar a la boca de riego. ¡Hermoso toreo de capa de torero lidiador! Mora sufrió un fuerte golpe en una pierna en su correspondiente quite, cuando dibujaba una chicuelina. Luego, con la muleta, Fandiño extrajo todo el jugo al toro por el buen pitón derecho, con una serie buenísima, con muletazos de buen trazo, que emocionaron al público. Por el izquierdo, por donde no descolgaba el animal, cumplió. La estocada, en la que el toro hizo un extraño, y el torero aguantó, fue muy meritoria. Fandiño se tiró a ley para recetar un espadazo en toda regla para el que expuso una barbaridad. Hubo petición de oreja -probablemente no era mayoritaria por los pañuelos que volaban- porque el público continúa solicitando los trofeos con más voces que ondeando la tela.

David Mora se mostró voluntarioso con su primer astado, que se quedaba corto por ambos pitones. Con el complicado cuarto, al que recibió con una larga cambiada en los tercios, David Mora no llegó a acoplarse. Tuvo el gesto de ceder al sobresaliente, el sevillano Fernández Pineda, una oportunidad y éste se lo agradeció con un breve quite a la verónica.

Como cierre, la plaza vivió un momento muy emotivo, arrancándose el sexto al caballo desde largo en un par de ocasiones. Las ovaciones fueron clamorosas. Rivalizaron en quites Mora y Fandiño, ganando la batalla el vasco, con unas arriesgadas gaoneras. En banderillas, El Chano se jugó la barriga con agallas. Luego, el astado resultó manejable. David Mora realizó una labor extensa sin que alcanzara a emocionar al respetable, que salió contento debido al variado e interesante juego de los victorinos, que nos recordaron que el toro encastado y el tercio de varas -de lo que hemos estado ayunos durante esta feria- son también fuente de emoción en el espectáculo taurino.

Como lectura muy positiva, la firmeza de ese Peñón de Orduña, duro, pétreo, que ha crecido sin que el viento de las corridas duras haya erosionado ese toreo de verdad y pureza que siempre busca. Un peñón de luces vasco, que ayer emergió con fuerza ante victorinos en la Maestranza.

Marca

Por Carlos Ilián. Victorino y Fandiño devuelven la seriedad al Maestranza

Ya era hora de volver a la seriedad y recuperar la dignidad de la plaza, después de los bochornosos espectáculos que hemos soportado en esta feria, con honrosas excxepciones. Esta vez han sido los toros de Victorino Martín los que de nuevo ponen las cosas en su sitio, con el respaldo de un torero, Iván Fandiño, para que quienes creemos en la tauromaquia clásica, es decir la del toro de trapío y bravura y el toreo sin trampa ni mentiras, volvamos a respirar aire fresco.

Victorino llegó a Sevilla con una corrida que fue rechazada en parte. Luego presentó mas toros y al final ha salido airoso, recuperando mucho cartel en esta plaza. Lo que no llego a entender es la razón de no haber presentado originalmente los toros que ayer saltaron al ruedo, una corrida muy seria y que peleó en el caballo, moviéndose en el último tercio, embistiendo con codicia y para nota los toros 3º, 4º, 5º y 6º. Una corrida con mucho que torear.

Esa exigencia encontró en Iván Fandiño el torero capaz de colocarse al nivel de la misma. Así pudo superar las dificultades de su primero, que desarrolló sentido y que rebañaba de lo lindo. Y con la misma sobriedad y el mismo toreo sin trampa, muy cruzado y cargando la suerte, toreó con reposo sobre la mano izquierda y en los derechazos al gran tercer toro. Y al quinto, todo un torazo, se lo pasó de verdad sobre la mano derecha, ligando y templando. U. Mató de un gran volapié, pero a pesar de la petición mayoritaria el palco no concedió la oreja. Ya se la darán a alguna figurita por matar un becrerro. Fandiño dió dos vueltas al ruedo, por su propia iniciativa. La segunda vuelta debe ser pedida por la gente. Mal, muy mal en este aspecto.

David Mora se las vió y deseó con su primero, que se que se quedaba debajo al final del muletazo.El cuarto fue un toro que se empleó de verdad. Mora muleteo muy ligerito, sin acoplarse a la embestida, excepto en algun natural aislado. En el sexto salió por todas. Otro toro que humillaba y al que trasteó entre altibajos, sin llegar a afinar la faena en ningun momento hasta que se encontró a gusto en una tanda sobre la derecha cuando ya la tarde estaba vencida.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Mano a mano sin oropeles

La siempre esperada lidia de los toros de Victorino Martín se había visto prologada esta vez de un vaivén de camiones para completar un encierro que en primera instancia había quedado desarbolado por completo. Las idas y venidas al campo permitieron finalmente enlotar seis toros del viejo hierro de Albaserrada, que necesitaba a su modo un reencuentro con una de las plazas más importantes en su historia más contemporánea.

Los criadores lo consiguieron y echaron por la inmensa puerta de toriles de la plaza de la Maestranza un abanico variado en el que hubo de todo, pero sobre todo un lote de alta nota conformado por primero, tercero y quinto que Iván Fandiño aprovechó muy entregado, según su particular modo y manera, pero lucrando tan sólo una oreja que podrían haber sido más.

Fandiño alternaba mano a mano con David Mora, con el que comparte esa rampa de lanzamiento que se ha tenido que demorar después de los tibios resultados cosechados en un mano a mano muy similar que se celebró el Domingo de Ramos en la plaza de Las Ventas. Entre unas cosas y otras el pretendido acontecimiento no logró tirar de la taquilla y enseñó las mismas porciones de ladrillos que están siendo norma en esta extraña Feria.

El diestro vasco se estiró con el capote recibiendo a ese primero, que mostró muy pronto ese carácter humillador y la tendencia a reponer en una baldosa. Pero ojo, tenía un interesante pitón derecho que había que aprovechar y que Fandiño administró con suficiencia en una labor entonada que se descompuso por completo cuando el matador tomó la muleta con la mano izquierda. Fue imposible hacerse por ese pitón deslavazado y bruto pero los mejores muletazos de su trasteo surgieron después, en una redonda serie diestra que agradó al público y relajó al torero.

El tercero, muy bien picado por Pepe Aguado, llegaría a coger a David Mora en un quite atropellado en el que el toledano mostró demasiados nervios. Con ese Fandiño se echó la muleta a la mano izquierda y buscó pronto los medios, terrenos en los que rompió provisionalmente el trasteo antes de descomponerse en una nueva tanda, mucho más tropezada. Tuvo que recuperar el hilo a base de entrega, toreando muy en redondo y muy para adentro en una gran serie diestra que habría necesitado de un algo más. Pero Fandiño se había ido a por la espada antes de tiempo y con el acero en la mano el toro se le vino como un rayo mostrando que aún tenía algunos litros de gasolina en el motor. A pesar de todo, el público recordaba bien los mejores pasajes de su trasteo y pidió y consiguió una oreja que el torero paseó encantado de la vida. Ahí está la duda: ¿era de dos?

La proverbial buena suerte de Fandiño tampoco falló cuando, después de una larga espera, salió el quinto, un saltillón voluminoso y muy en el aire de los encierros ochenteros de la ganadería que acabó embistiendo con toda su corpulencia en los primeros compases de su lidia. También se empleó en el primer puyazo aunque puso en algunas dificultades al personal de plata para banderillearlo.

No importó. Toro y torero rompieron en una gran serie en redondo a la que siguió otra, mucho más honda y mejor rematada que hizo atacar esa música de Tejera que tanto está dando que hablar esta Feria. Un inoportuno enganchón rasgó la muleta y partió en dos el hilo del trasteo. El mozo de espadas se había ido a por tabaco y Fandiño tardó demasiado tiempo en cambiar de herramientas. Cuando volvió a la cara del toro había bajado la intensidad de su labor y el calor del público que aún le jaleó nuevos muletazos bien compuestos, más tropezados por el lado izquierdo, a los que siguió un estoconazo. La gente pidió la oreja aunque sin excesivo clamor. Fernández Rey acabó por guardarse el pañuelo y Fandiño se consoló recetándose dos vueltas al ruedo a las que siguieron una tibia protesta a la presidencia. Culminada la actuación del honesto diestro se mantenía la misma duda en los corrillos de aficionados más acreditados: ¿No había tenido en sus manos un lote de Puerta del Príncipe?

Peor impresión dejó el toledano David Mora, que sorteó en primer lugar un animal de escaso recorrido y aire rajado con el que enseñó algunas carencias manejando los trastos. El cuarto fue mucho mejor y hasta rompió con cierta codicia en el inicio de la faena de David Mora, que aunque se entregó a tope no terminó de verlo claro en ningún momento. El toro, algo andarín, necesitaba que le perdieran siempre pasitos aunque Mora le cogió el aire por el pitón izquierdo firmando los mejores momentos de su labor. Al final también pudo comprobar la calidad que aún guardaba en el derecho pero ya era tarde.

El sexto tuvo una templada y lenta embestida, también algo rajada, que sí fue entendida por el diestro en el crepúsculo de una larga tarde en la que algunos cifraban el futuro del toreo. El matador castellano lo pasó sobre el pitón izquierdo con buen aire aunque el público no acabó de darse por enterado.

Firmas

Por Gastón Ramírez Cuevas. Fandiño se impone en el mano a mano: oreja y vuelta

Ayer volvieron la seriedad y la emoción a La Maestranza. Todo gracias a que, aunque parezca una tontuna afirmarlo, hubo toros y toreros. Los victorinos cumplieron, especialmente el tercero de la tarde, un animal impecablemente presentado, bravo y noble.

Iván Fandiño estuvo colosal, haciendo alarde de valor, oficio y temple. Y David Mora tuvo momentos de gran torería aunque no se decidió con la muleta a la hora buena.

Si alguna pega se le puede poner a los pupilos del célebre ganadero de Galapagar es que salvo “Cobratero”, el segundo del lote de Fandiño, todos fueron débiles. Eso quizá se deba a que las victorinadas actuales traen demasiados kilos encima. Pero eso es lo que piden los partidarios del galafate y del zambombo. Sigamos con lo que ocurrió en la lidia de ese tercero de la tarde, el único al que se le cortó una oreja. En primer lugar, fue bien picado, cerca del morrillo y no a medio lomo, algo que también influye en si un toro llega con fuerza o no al último tercio.

David Mora quitó por chicuelinas y se llevó un tremendo golpe al vencerse el toro y arrollarlo sin graves consecuencias que lamentar. Parecía que el astado se había orientado, que había desarrollado sentido, pero para eso estaba allí Fandiño: decidido, inteligente y mandón.

Comenzó el trasteo por el pitón zocato y logró imponerse al codicioso “Cobratero” a base de aguante y de temple. Justo es recordar que no puede haber temple si no hay poder en la muleta. El secreto de las tandas largas y ajustadas estuvo en cómo Fandiño tragaba en la primera embestida del feroz cornúpeto. El coleta vizcaíno estuvo siempre bien colocado, tocando firme y llevando muy largo al imponente burel.

Los otros muletazos de cada serie, fuese ésta con la zurda o con la derecha, tuvieron el enorme mérito de transmitir al tendido belleza y cierto peligro. Eso sólo es posible cuando el toro embiste con bravura. Fandiño se perfiló en la cuna y le recetó al magnífico toro una gran estocada a toma y daca. El bicho fue ovacionado en el arrastre y el diestro paseó una oreja en loor de multitudes.

En el primero de la tarde, un victorino complicadísimo por el pitón izquierdo, el primer espada estuvo bien hasta donde se pudo y salió al tercio. En el tercero de su lote, el de Orduña volvió a demostrar un enorme conocimiento del ritmo y el temple, pero eso sólo ocurrió en los primeros compases de la faena muleteril, después la cosa perdió color. ¿El toro hubiera permitido lucirse más al torero si no le hubieran picado en la penca del rabo? ¡Vaya a saber!

Fandiño mató bien y la gente poco enterada y festivalera pidió la oreja. A mi juicio la presidencia acertó al no concederla. Y ahí fue cuando el torero perdió un poco los papeles. Dio una clamorosa vuelta al ruedo a toda prisa, con cara de muy pocos amigos, y a continuación se robó otra vuelta sin que nadie se la pidiera. David Mora estuvo muy torero frente al segundo del festejo, un bicho soso y débil que no colaboró en lo más mínimo. No obstante, el espada de Madrid jamás perdió el paso y lidió con sapiencia y valor. Mató estupendamente, en el hoyo de las agujas, no cerca de las últimas costillas del rumiante, como acostumbran hacerlo algunos de sus colegas franceses y líderes del G-10. El toro se negó a doblar y Mora le atizó un certero y elegante golpe de descabello. Salió al tercio con fuerza.

Luego del ya descrito achuchón y tremebundo porrazo al quitar en el segundo, David Mora no vio las cosas claras. Hay quienes opinan que se le fueron dos toros de triunfo -el cuarto y el sexto- por torear muy encorvado y sin ajuste. Ese toreo en escuadra y de expulsión, muy de ciertos mexicanos como Capetillo padre, no tiene muchos adeptos por su falta de verdad y estética.

Justo es consignar que aunque el quite por gaoneras que Fandiño le hizo al sexto resultó encomiable, lo verdaderamente memorable realizado ante los victorinos con el capotillo fue lo hecho por David Mora en el cuarto.

Sin decir ni agua va, el madrileño se puso de hinojos cerca de matadores y le pegó una media larga cambiada a “Jaquetón”. De pie lanceó prodigiosamente a la verónica, remató con una media y una revolera, y después recortó al toro con el capote a una mano. Eso no se lo he visto hacer a prácticamente nadie cuando lo que ha salido por chiqueros lleva el hierro de la A coronada.

La interesante corrida número trece del abono sevillano resultó ser de muy buena suerte. Visto lo visto en casi toda la feria, tanto a nivel ganadero como de los que se han vestido de luces, salvo las honrosas excepciones de rigor, cuando hay honestidad ganadera y pundonor torero el público se reconcilia con la Fiesta. Y si bien no podemos decir que el haber visto a Fandiño hacerle fiestas a “Cobratero” nos lleva a odiar de manera acérrima a los autores de las farsas y timos de otras tardes, sí nos hace despreciar bastante a los truhanes y mercaderes que se han apoderado del Templo.


©Imágenes: 1) Iván Fandiño pasea su trofeo. Foto de Agustín Arjona. 2) David Mora, en plena faena | Toromedia 3) Iván Fandiño muestra orgulloso la oreja obtenida | Toromedia.

Sevilla Temporada 2012.

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