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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del sábado, 24 de septiembre de 2011

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Torrealta (de diferente presentación y juego desigual).

Diestros:

El Cid. De tabaco y oro. Oreja y palmas.

Sebastián Castella. De azul marino y oro. Silencio y silencio.

Alejandro Talavante. De lila y oro. Ovación y oreja .

Saludaron: Alcalareño (en el 1º) y Javier Ambel y Vicente Herrera (en el 2º).

Incidecias: El picador José Doblado fue atendido en la enfermería tras perder la consciencia al ser derribado por el 5º.

Presidente: Anabel Moreno.

Tiempo: Soleado y agradable.

Entrada: Dos tercios de plaza.

Crónicas de la prensa: Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía, ABC.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver.

La corrida de toros de Torrealta, fue grande, bien presentada, bonitos de cara y de juego desigual. A pesar de todo, la tarde fue entretenida, pues hubo emoción y problemas en los que no había lucimiento. El peor fue el quinto para desmentir el refrán de que no hay quinto malo. Y además dio un susto de muerte a los tendidos, pues la caída del picador Doblado fue espeluznante. El Cid parece recuperado en Sevilla, de ánimo y de toreo. A su primero le hizo una meritoria faena y lo mató con gran decisión, lo que le valió una justa oreja. En el cuarto también lo intentó y hasta le dio estimables naturales. Castella, sin embargo, parece seguir en racha descendente, y no dijo apenas nada en toda la tarde salvo algún capotazo. Talavante parece recuperar también su sitio. Al tercero tal vez no le diera la distancia adecuada, pero al que cerró plaza le hizo una faena medida y preciosista, en especial en naturales y adornos marca de la casa de bella factura, como los elegantes cambios de mano. A pesar del pinchazo, la plaza entendió que merecía la oreja. Bien Alcalareño, Boni, Chacón, Ambel…en los de plata. Y también la presidenta. En fin que la Feria de San Miguel sigue al alza.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: la historia de una faena

Cuando un torero lo ve claro y tiene la mente despejada es capaz de obtener muletazos casi indescriptibles y de una hondura imperecedera. La razón a tan gran explosión de temple y seguridad reside en un valor soberano, seco y verdadero. Talvante ante el parado tercero fue capaz de cincelar un natural monumental, largo como el AVE, profundo como el Pacífco y lento como una letanía. Así de simple se describe un natural enganchado en la jurisdicción del toro, templado desde el principio y sobado hasta el muñecazo final. La eternidad hecha torería. Y no digamos ante el sexto, un castaño alto como una jirafa que fue capaz de perseguir la muleta del extremeño porque éste hechizó la embestida. Fue una faena de embrujo en la que algunos derechazos brotaron por puro ejercicio de encantamiento. Largos, mimados y ritmados a los de pechos, que necesitaban tiempo para que el cuatreño se recuperara de tanto sometimiento. El epílogo fue esculpido con elegancia: dos cambios de mano adormecidos, cautivadores y de una belleza tan seductora que embriagaban hasta los aficionados menos conspicuos. Una maravilla.

El Cid volvió a demostrar que tiene suerte en los sorteos y que sigue en la racha. No desaprovecha sus oportunidades y con un primer ejemplar que no terminaba de humillar supo enjaretarle una tanda de naturales a media altura de bello trazo. Al cuarto le hizo la faena más maciza que se le recuerda en esta temporada en la Maestranza. Solvente y con sobrado oficio supo quedarse en el sitio justo para que el burel se deslizara por su muleta. Fueron tres naturales que volvieron a recordarnos que el torero de Salteras sigue siendo un espada con una zurda impecable.

Lo peor: el tono gris del intermedio

Entre el primer toro y el sexto nos tragamos a cuatro animales que no se comieron a nadie y que nos aburrieron a todos. Cuando una Fiesta dramática como la nuestra adolece de emoción y sobran tiempos muertos los segundos se paralizan y los minutos se eternizan. He invitado a dos profesores catalanes a los toros y a un italiano que se han salvado del aburrimiento por prólogo y epílogo. El tono gris no le pega a nuestras corridas de toros y los ganaderos, de una vez por todas, deben tomar cartas en el asunto, antes de que sea demasiado tarde.

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Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Aperitivo y postre de lujo

Los diestros Manuel Jesús El Cid y Alejandro Talavante aportaron sendos dulces como aperitivo y postre de un espectáculo que resultó entretenido, con una Maestranza más poblada que en el inicio de esta Feria de San Miguel. Consiguieron sus trofeos por dos faenas de muy distinto corte. El otro espada de la terna, el francés Sebastián Castella, con un lote complicado, careció de opción al lucimiento artístico.

El Cid se entregó ante su buen primero con el objetivo de volver a recuperar su plaza, conquistada en primavera por El Juli y Manzanares, quienes harán hoy el paseíllo. El toro, un castaño bien presentado, sufrió un volteretón terrible cuando embestía tras el capote del diestro. El buen torrealta ofreció un excelente pitón derecho y se vencía por el izquierdo. En las afueras, el saltereño, con la franela en mano, hizo crecer su faena en tres tandas con la diestra, en la que la ligazón fue el arma fundamental para cosechar aplausos. Lo mejor llegó con su zurda de oro, en una serie en la que trazó dos excelentes naturales de mano baja. El Cid se volcó con fe tras la tizona y finiquitó al toro de una estocada hasta la bola, tendida y ligeramente desprendida. Los pañuelos volaron en una petición de oreja atendida por la presidenta.

El cuarto, una mole de 616 kilos, algo montado y largo, no ofrecía precisamente confianza por sus hechuras. Al animal le costó embestir. El Cid ganó terreno con autoridad a la verónica. Y en la muleta, con un toro que ni humillaba ni repetía, robó algunos naturales de bella factura; aunque sin posibilidad de la ligazón.

Alejandro Talavante conseguía el triunfo en el cierre del festejo con una faena muy expresiva, muy distinta a la clásica, que había ejecutado El Cid. Este sexto toro, bien hecho, resultó manejable. El trasteo fue una sucesión de ráfagas de torería. Tandas cortas por ambos pitones, en las que unas veces prácticamente detenía al toro en los vuelos de la muleta y otras resolvía con bellísimas sorpresas, como su talavantina -ese muletazo en el que combina el kikirikí y el pase del desprecio-, trincherillas crujientes o mágicos cambios de mano. Todo ello, gracias a su juego de cintura y sus magníficas muñecas. El público, sorprendido una y otra vez, coreó muchos de los muletazos. Faena de mucho calado artístico, que el pacense remató de una estocada.

Con el complicado tercero, muy tardo y sin entrega, Talavante estuvo entonado en una faena que cerró pisando el terreno al toro, entre los mismos pitones. De aquel pozo seco para el lucimiento surgió como un rayo de luz un natural a cámara lenta que valió un imperio.

Sebastián Castella continúa gafado en Sevilla. Su lote no ofreció oportunidades para el éxito. El segundo parecía una fiera rupestre de Altamira, coronada su cabeza por unos cuernos arremangados. Meritorio trasteo del francés, que asentó las zapatillas y tragó mucho; aunque no fuera entendido por algunos.

El voluminoso quinto fue otro espécimen rara avis, un elefante de 599 kilos, que unas veces intentaba embestir con el salto de una cabra y otras se derrumbaba tras la franela de Castella, que tuvo que cortar el trasteo ante la desesperación del personal. Derribó espeluznantemente al picador José Doblado, al que a punto estuvo de aplastarle su cabalgadura. Afortunadamente, todo quedó en un susto.

En conjunto, el respetable salió contento. No es para menos. En tiempos de crisis, aunque no llegara a hartarse con un nutrido menú central, el aperitivo y el postre fueron de lujo.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Dos orejas con distinto contenido

El segundo festejo de la Feria de San Miguel tuvo una doble lectura. De una parte, la importancia del envío de Torrealta, una señora corrida de toros, una auténtica tía que mantuvo el interés en los variados registros que brindó en cada uno de los toros y en casi todos los tercios. Entre el mejor primero y el pésimo quinto hubo de todo pero, por encima de cualquier circunstancia, brilló siempre la seriedad de un encierro irreprochable que no siempre fue aprovechado en toda su dimensión. Pero hay que extraer una segunda reflexión del espectáculo celebrado ayer en la plaza de la Maestranza. Un cartel que en otro tiempo habría sido de campanillas y habría abarrotado los tendidos sólo logró congregar poco más de media plaza en los tendidos -poco más del abono habitual- dando la medida del verdadero tirón de los actuantes. Podremos poner la crisis en lo alto de la mesa y sacar lo peros que queramos pero en el toreo, con lo que está cayendo, sólo llenan los que usted y yo sabemos y si no, vamos a ver que pasa hoy en las taquillas.

Y el caso es que el guateque había comenzado simplemente bien, sin frío ni calor. El Cid volvió a encarnar esa divina potra que pone en sus manos el mejor toro de cada tarde y se metió en el chaleco un retinto noblón, el que partió plaza, que hizo cositas buenas desde que salió por la puerta de chiqueros. Alcalareño se salió del pellejo cuajando uno de los mejores pares de su vida para cerrar el segundo tercio y el diestro de Salteras pudo comprobar que el morito, alegre y pronto, rompía con franqueza desde la primera serie de muletazos. Manuel anduvo suelto y resuelto, pero no pisó del todo el acelerador en una faena un punto superficial, simplemente fácil, que no apuró las bondades del toro de Torrealta. La alegría y prontitud del toro pedían series más largas y aunque el maestro sevillano toreó sin apreturas por ambas manos siempre quedó la sensación de que faltaba algo. La protocolaria oreja que siguió a una estocada un punto desprendida supo a demasiado poco.

El cuarto de la tarde fue un pavo de más de seiscientos kilos al que El Cid lanceó con solvencia y precisión. Tampoco defraudó en la buena lidia de Alcalereño aunque sorprendió al Boni cuando abusaba de sus particulares coreografías rehileteras. Parecía que había buen fondo en el toro, que no se desplazó mal por el pitón izquierdo en los primeros compases de la faena de muleta aunque empezó a cortar los viajes demasiado pronto impidiendo que el Cid brillara en la decoración. Pero ojo, esta faena sorda tuvo mucha más importancia que la anterior y el saltereño se mostró mucho más resuelto y seguro, toreando para los profesionales y para sí mismo en una labor que debió satisfacerle en su personalidad torera más íntima. La mayor parte de la parroquia no se enteró pero ése fue el mejor Cid. Así sea.

Castella volvía a la plaza de la Maestranza sin despertar demasiados entusiasmos y no llegó a convencer a nadie en su labor con el segundo de la tarde, un precioso toro engallado, engatillado y un punto bizco, un auténtico taco de animal, que pedía pelea por todos los rincones. El bicho no estuvo sobrado de calidad, es verdad, pero tenía esa importante codicia que pone a todo el mundo de acuerdo. Chacón lo lidió en maestro -descubriendo sus mejores registros- y Ambel anduvo sensacional con los palos. Pero Castella parecía sacudido de cierta apatía y no pasó de amontonar muletazos sin alma en una faena simplemente correcta que no llegó a calentar nunca al personal. La verdad es que el toro, que se vino un poquito a menos, no dejó de pedir pelea aunque la faena del francés se limitó a cubrir el expediente. Con el colorao ojo de perdiz que hizo quinto se le pueden poner muchas más disculpas. Tomó una vara al relance y acabó derribando a José Doblado en una tremenda costalada de la que salió a puñados e incosciente.

Luego supimos que se había recobrado en la enfermería pero la impresión que quedó en los tendidos cuando se lo llevaban en volandas era bien fea. Quedón y tardo, muy deslucido y sin estilo no servía ni para hacer un esfuerzo.

Aunque hablando de esfuerzos hay que certificar que Alejandro Talavante vino a Sevilla a sudar la camiseta. Primero, poniéndose de verdad con el acucharado que hizo tercero, un toro con mejores principios que finales que acabó protestando y a la defensiva en la muleta. Talavante tuvo mérito poniéndose muy de verdad por los dos pitones y la gente lo supo ver y agradecer en espera de que saliera el sexto.

Ése fue un bicho manejable al que picó con acierto y brillantez Miguel Ángel Muñoz. La verdad es que el toro se movía y tampoco había que pedirle mucho más. En la labor de Talavante hubo más entrega que resolución estética pero supo transmitir una felicidad toreando que caló en un público deseoso de sacar los pañuelos.

El joven diestro extremeño expuso y se puso; aguantó algunos parones en los remates de las series y se mostró siempre solvente sin renunciar a algunos pasajes impregnados de la calidad que le han convertido en uno de los nombres propios de la campaña. Hubo un enorme cambio de mano, sensacionales pases de pecho de pitón a rabo pero sobre todo, la sensación de encontrar a un torero en su mejor momento que no quería pasar la oportunidad de triunfar. Es verdad que el toro resultó manejable pero también tuvo unos problemas, que Alejandro supo resolver hasta cuajar una faena variada y trepidante que ponía en sus manos una oreja que paseó feliz y satisfecho. Así que, casi todos contentos.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/> Por Fernando Carrasco. Talavante se viste de verdad y oro

Alejandro Talavante ofreció una importante dimensión ayer en la Maestranza ante un toro nada fácil de Torrealta, el sexto, al que le cuajó una faena inteligente y muy de verdad, con pasajes verdaderamente profundos. El pinchazo previo a la estocada no difuminó la oreja. Otra cortó el sevillano El Cid a su primero, aunque supo a poco el trofeo obtenido, mientras que Sebastián Castella anduvo apático.

Buen son tuvo el primero de El Cid, que acudió con fijeza en los primeros tercios a pesar de darse un costalazo tremendo de salida. Sin embargo se arrancó de lejos cuando Manuel Jesús acababa de brindar al público. Y es que el de Torrealta, pronto siempre, tomaba el engaño con prontitud y obedecía a los toques. El de Salteras tuvo como principal virtud darle sitio y dejarlo respirar entre serie y serie. La faena se desarrolló en un tono alto pero le faltó, quizá, creérselo más el torero. Hubo derechazos con empaque en tres series bien rematadas —los de pechos fueron de lo mejor— y luego toreo al natural a más. Pero faltaba, ya escribo, que El Cid apostase algo más, que lanzase sin miedo alguno la moneda. El epílogo con trincherillas, un trincherazo y un cambio de manos gustó. Contundente con la espada, ésta fue crucial para la oreja de un toro con mucha calidad.

El cuarto fue otra cosa. Sueltecito de salida, permitió luego estirarse a la verónica al saltereño. Al picador de puerta acudió. En la muleta, nunca terminó de entregarse, sin pasar del todo. Un toro desrazado y a menos. El Cid hizo un esfuerzo, presentándole la muleta e intentando ligar. Pero la cosa no iba por ahí. Manuel Jesús incluso optó por acortar distancias. Faena voluntariosa de nuevo bien rematada con la espada.

Sebastián Castella se hartó de darle pases a su primero, un toro que repitió y que a pesar de tener un cabeceo molesto al final del muletazo, tomaba la muleta con prontitud. El francés anduvo demasiado eléctrico y rápido en series en las que hubo muchos muletazos pero sin llegar a los tendidos.

El quinto derribó de forma estrepitosa al picador José Doblado, al que se le cayó el caballo encima y se dio un fuerte golpe en la cabeza, siendo llevado a la enfermería inconsciente. Por fortuna todo quedó en el susto, si bien el percance pareció marcar la faena de su jefe de filas, ya que Castella se las vio con un toro soso y desfondado que embestía sin codicia alguna. Y el francés se contagió de todo ello en una faena sin relieve alguno.

Recortó de salida el tercero en el capote de Talavante, un toro que se revolvía demasiado pronto y que protestaba mucho cuando topaba los engaños. El extremeño, muy centrado, pulseó bien a su enemigo en los primeros compases de la faena pero, ay, los muletazos no tenían continuidad. Empero, Alejandro, en las cercanías, se mantuvo firme, sobre todo a izquierdas, donde desgranó algunos naturales largos y de mano muy baja.

No hubo nada destacado en los primeros tercios del sexto de la tarde. Pero Talavante le vio posibilidades. Brindó al público y le dio distancia en el inicio de faena. El torrealta acudió al engaño y el extremeño, firme, lo pasó con enjundia en el inicio, para ir gustándose en una primera serie diestra larga y ligada. La plaza estalló. Lo mismo que en la siguiente, ahora a zurdas, con varios naturales de mano muy baja y aguantando una enormidad en el de pecho. Iba el astado pero no era fácil. No le importó al torero, que volvió sobre la derecha para dejar otro ramillete de redondos, un cambio de mano sublime y el de pecho. Faena inteligente y de verdad, de las que dejan poso y que no refrendó con la espada, aunque cortó la oreja. De las que dejan poso.

©Imágenes: Empresa Pagés.

Sevilla Temporada 2011

sevilla_240911.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)