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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Tarde del lunes, 25 de abril de 2011

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Conde de la Maza (bien presentados, deslucidos y mansos; destacó el 3º).

Diestros:

Luis Vilches: De fucsia y oro. Estocada caída y delantera (palmas); pinchazo, estocada (silencio).

Iván Fandiño. De malva y oro. Pinchazo, estocada (silencio); dos pinchazos, estocada trasera y atravesada (silencio).

Oliva Soto. De blanco y plata. Tres pinchazos, media estocada (saludos desde el tercio); dos pinchazos y pinchazo hondo tras aviso (silencio).

Presidente: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: Nublado.

Entrada: Tres cuartos de plaza.

Crónicas de la prensa: Diario de Sevilla, ABC, El País, EFE, La Razón, El Mundo, El Correo de Andalucía.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Lo del Conde de la Maza salió como se esperaba, con alguna excepción. Concretamente, la del tercero, Cocherito de nombre, no sé si en honor del torero vasco. Era el único fuera de tipo de la ganadería, más bajo, mejor hecho, y por eso embistió. El público de pañuelo verde pidió su devolución, pero la presidenta mantuvo el tipo y lo dejo en el redondel. Todos, menos los “pañueloverdistas” o “devolvedores”, nos dimos cuenta de que era un condeso que se dejaba, que embestía, rara avis. Oliva Soto le hizo una faena de las suyas, de corte primoroso, corta pero justa. Pero perdió la oreja con la espada, como casi siempre. El sexto, un bonito colorado, se dejó a ratos y el camero no tuvo la misma inspiración. Lo de Luis Vilches es de mala suerte, le tocó un lote imposible, y se fue de vacio, a pesar de que alargó sus faenas hasta la indecible. El vasco Iván Fandiño no tuvo mejor fortuna. El segundo, de nombre Farruco, se puso idem y fue el más peligroso del encierro con diferencia. Sólo cayeron unas gotas en el último y hasta se formó un precioso arco iris entre la Maestranza y la Giralda. Un arc en ciel, que dirían los franceses, que han declarado a los toros patrimonio cultural. Olé, vive la France.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: el duende de Oliva Soto

El torero de Camas tuvo la suerte de cara y en su lote cayó el tercero de la tarde, un cárdeno altón de fuerzas justas que la presidenta, Anabel, supo aguantar con la paciencia que adorna a los buenos aficionados. Oliva lo sacó casi a los medios y jugó bien los brazos por el pitón derecho en una tanda vibrante y de mucho empaque, abrochada con un asentado pase de pecho. Sin embargo, fue por el lado izquierdo por donde Alfonso se sintió más cómodo y seguro. Fueron un puñado de naturales suaves y templados con mimo exquisito. Toreo caro de un joven espada que tuvo la virtud de dejar la muleta en la cara y sin violentar la embestida, encelar al cuatreño del Conde en la tela roja y embeberlo hasta el final del recorrido. Gracias a su buena colocación brotaron dos series muy bien hilvanadas que no tuvieron continuidad por el lado diestro debido a una extraña reacción del cornúpeta, que cuando creíamos que estaba metido en el canasto, se venció llevándose por delante a Oliva Soto.

Hay que felicitar a la presidente. Se nota que las temporadas no han pasado en balde. Ahora dispone del poso suficiente para ver a los toros que tienen posibilidades sin precipitarse. No se dejó arredrar por los sonoras protestas en el tercero y su buen hacer le dio la razón. Habría sido una pena que el ejemplar más potable del encierro hubiese sido devuelto.

Los dos saludos con el percal de Luis Vilches rayaron a gran nivel. El torero de Utrera jugó los brazos con armonía, esperó a que sus oponentes metieran la cara en el capote y con leves toques de muñeca los condujo hasta que sus brazos no daban más de sí. Lástima que no hubiera el mismo cante con la franela.

Lo peor: la espada

Una año más el torero de Camas dejó escapar un triunfo por culpa de los aceros. Esperemos que el próximo miércoles esté más certero porque los triunfos son muy necesarios.

Los toreros tienen que serlo y parecerlo y “Llaverito”, el tercero de la cuadrilla de Iván Fandiño, no puede coger el capote como si fuera un mandil para hacer el quite a los compañeros. No son formas ni maneras, aunque sea cómodo.

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Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Arcoíris sobre la Maestranza, festejo gris sobre el albero

No todo en la vida es maravilloso. Ayer lució un hermoso arcoíris sobre la Maestranza. Pero el público no salió contento, aburrido ante un festejo grisáceo, que se desarrolló en el amarillo albero de la plaza de Sevilla. Muchos espectadores se dedicaron a reflejar en instantáneas y teléfonos móviles esa maravilla de la naturaleza, el arcoíris, que mucho antes de que lo estudiara Newton y Descartes, ya lo recogía el Antiguo Testamento en 'Las siete leyes de los hijos de Noé'. Pero dejemos el fenómeno óptico y colorista y pasemos a esa franja grisácea que fue la corrida de toros. El encierro marcado con el hierro de Conde de la Maza, con desiguales hechuras, fue astifino, y tuvo un comportamiento desigual. De la terna compuesta por Luis Vilches, Iván Fandiño y Alfonso Oliva Soto, el único que escuchó una ovación fue Oliva Soto, quien llegó a calar en el público con fuerza. Aunque, al igual que sucedió el año pasado, el torero sevillano emborronó su faena con la espada.

Alfonso Oliva Soto fue como una especie de rayo de sol -dorado como su chaleco- en su actuación ante el tercero de la tarde. El torero camero sorprendió por su actitud y aptitudes para lidiar un toro, el tercero, que fue muy protestado al perder las manos reiteradamente. La presidenta lo mantuvo, pese a las protestas. Oliva lanceó con buenas verónicas ganando terreno en los lances de salida. Muleta y espada en mano, levantó la montera para brindar al cielo -suponemos que a su tío, el banderillero Ramón Soto Vargas, al que un novillo de la misma divisa que la que el toro que lidiaba ayer mató en la Maestranza-. Ante todo, el diestro sevillano creyó en lo que hacía. Comenzó bien con la diestra, para diseñar una serie francamente bella y cadenciosa al natural. La ovación fue enorme y la música acompañó la faena. Mas el toro se apagó de inmediato y las series fueron ya muy cortas, pero con muletazos con sabor, como un deslumbrante cambio de mano. El público estaba con él. Pero el diestro -¡el pitón derecho del condeso era de respeto!- se tiró hasta cuatro veces -pinchazos y una media-. Tenía ganado un trofeo, pero todo quedó en una ovación.

Con el imponente castaño sexto, manso y deslucido, Oliva Soto se lució en una torera apertura con la franela. Consiguió una tanda estimable por cada pitón. Como siempre, lances y muletazos con ese cierto salero, algo agitanado, que aporta siempre Oliva. Pero nuevamente… a pinchar.

El utrerano Luis Vilches, que manejó bien la capa a la verónica, pechó con un primero muy complicado. Con el soso cuarto, porfió sin lograr nada destacable.

Iván Fandiño se justificó con creces ante el toro más peligroso de la tarde, el segundo, un animal mirón, que midió mucho al torero vasco, al que se tiró en más de una ocasión a la pechera. Y ante el quinto, que fue a menos, el trasteo de Fandiño no pasó de voluntarioso.

Que el cielo lagrimease al cierre del pobre espectáculo entraba dentro de la lógica. Algunos espectadores, previsores, abrieron los paraguas. Pero la mayoría, seguía contemplado con agrado ese misterioso y bello arco, que brillaba entre el cielo y la tierra. Era lógico, porque en la arena de la Maestranza poco o nada había quedado para el recuerdo.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/> Por Fernando Carrasco. Oliva Soto roza el premio en una tarde gris de los astados del Conde de la Maza

En la que ha sido la segunda tarde de la temporada taurina en la Real Maestranza de Caballería, que mostraba algo más de media entrada, los diestros Luis Vilches, Iván Fandiño y Oliva Soto han lididiado reses de la ganandería de Morón de la Frontera del Conde de la Maza.

Luis Vilches vestiría de rosa y oro, el vasco Iván Fandiño estrenando un terno malva y azabache y el local Oliva Soto haciendo lo propio con un vestido de luces de seda blanca y bordados en plata.

Sexto toro. La tarde se cerraría con la lidia por parte de Oliva Soto de un castaño de 520 kilos de nombre «Greñudo» que quiso dedicar a su padre, sito en el burladero. La lluvia hizo ligero acto de presencia en este último acto, para una faena limpia y salvable de Oliva Soto. El de Camas fue el menos desafortunado con su lote, aunque no tuvo la misma gracia en la suerte de matar. Repitió en su segundo su desacierto con la espada. El morlaco cayó tras varias estocadas y algún aviso poniendo colofón a una corrida que

Quinto toro. El segundo para Iván Fandiño fue «Cerradito», un negro bragado listón de 520 kilos que por su falta de entrega inicial pudo ser sustituido. Lo mantuvo en el ruedo Presidencia pese al descontento del público. Respondió la res con poca casta y emoción, que no ayudó al lucimiento de Fandiño en la que era su segunda tarde en el coso sevillano. Parado y desobediente el toro, el diestro vasco no pudo entrar en sintonía con el público en una faena de muleta lenta y deslucida. Dos pinchazos antes de la estocada final y puntilla.

Cuarto toro. El de mayor peso de la corrida con 569 kilos, «Draculero», fue el segundo para el utrerano Luis Vilches. El morlaco mostró buen aire y noble embestida en los inicios, pero rápidamente comenzó a diluirse dando muestras de su escasez de fuerza. Vilches supo tirar del toro con sus naturales pero no fue fácil con un toro que entraba pesado y no supo transmitir. Pese a todo, el diestro pudo cuajar una faena técnicamente correcta. En la suerte de espada, cuajó un pinchazo en hueso en la primera estocada y dió una gran segunda estocada muy bien colocada, que acabó con la bestia sin necesidad de puntilla. Silencio

Tercer toro. Salió «Cocherito», de color cárdeno oscuro y tras dar en la báscula un peso de 526 kilos, para el joven camero Oliva Soto. El astado no entró al caballo en el tercio de puyas y hubo dudas desde Presidencia sobre el cambio de res. La bestia reaccionó tras los tres pares de banderillas bien plantadas y llegó a empalar al diestro tras una embestida de derecha que acabó con Oliva Soto sobre el albero al final de un buen quite de muleta. Se resarció el de Camas con unos buenos naturales culminados con un pase de pecho aclamado por el tendido. En las siguientes citas de muleta Soto se mostró con temple justo antes de tentar la suerte definitiva. No hubo fortuna a la hora de matar. Pinchazo en los tres primeros intentos y culminó con media estocada delantera que bastó para dar muerte a una bestia que fue de menos a más. Palmas desde el tendido.

Segundo toro. «Farruco» de 525 kilos muy alto para el natural de Orduña (Vizcaya) Iván Fandiño. En el tercio de banderillas se mostró descarado y peligroso. Muy difícil de lidiar, se mostraba poco y ha dado varios sustos durante los diferentes quites. Fandiño falló en la primera estocada que enmendó valiente metiendo bien el brazo en la segunda intentona.

Primer toro. Abrió plaza un toro ligero y listo, astifino y colocado, de nombre «Limpiosero», que nunca humilló y siempre se acostó para adentro. Lució Luis Vilches en los lances de recibo y llegó el condeso muy vivo al tercio de muleta, aunque antes se llevó tres chicuelinas muy ajustadas de Iván Fandiño, que intervino en quites. El torero sevillano buscó lucir ante el peligro evidente usando toques fuertes y soportando algunas oleadas al pecho. Cumplió con solvencia Vilches. Mató de estocada baja.

El País

Por Antonio Lorca. Dos aviesos espías

Vilches y Fandiño sufrieron el serio acoso de dos toros de auténtica mala uva, muy mansos, broncos y peligrosos; de esos que no admiten un pase, con la cara siempre por las nubes, expertos en tornillazos directos al corbatín, de comportamiento claramente incierto, y que ofrecen una preocupante falta de credibilidad y confianza. Los dos -los toros, se entiende- parecían expertos espías del bando enemigo por su forma de atisbar, mirar, observar y medir; porque no perdían ojo de lo que sucedía a su alrededor, prestos en todo momento al ataque sorpresa. Pero no por derecho, como un oponente franco, sino como un avieso y malvado enemigo, al acecho del menor descuido.

Sudaron tinta Vilches y Fandiño con tal suerte. Peor lo pasó, si cabe, el segundo, ante un animal de imposible dominio, de cortísimo viaje, que pretendía cogerlo con inusual descaro. Lo verdaderamente milagroso es que el torero vasco no sintiera en sus carnes el pitón caliente del espía que no lo amó. Se defendió como pudo el buen hombre, y sorteó con éxito la saña de tan deslucido animal.

Más digno pudo estar el diestro de Utrera; se jugó los muslos, asentada y firme la planta, y dio la cara como mejor supo: aguantando las tarascadas de un toro sin clase alguna, que no humilló nunca, y ante el que ofreció un ejemplo de gallardía.

Fueron estos los dos primeros y se acabaron los espías enemigos, afortunadamente. Lo que vino después no es que fuera bueno, ni mucho menos, pero, al menos, no ofreció un peligro tan evidente: mansos todos, descastados hasta la desesperación, rajados y blandos.

Vilches y Fandiño pudieron respirar en el segundo envite, pero tampoco se acercaron al triunfo. Dos toros muy parados, preñados de sosería, ante los que evidenciaron esa voluntad que a los toreros se les supone y aquí paz y después gloria. Por cierto, Vilches, que toreó muy bien a la verónica en su lote, tiene una fea tendencia a matar en los bajos, lo que es costumbre muy desagradable. Esa es la cruz de este buen torero al que se le pasan oportunidades mal rematadas con el acero.

Mejor suerte tuvo el camero -de la localidad sevillana de Camas- Oliva Soto, torero fino y elegante, de pellizco e inspiración, que se encontró con un tercer toro noble al que muleteó con gracia, empaque y ligazón en una tanda de derechazos, y destacó, especialmente, en otra de naturales muy vistosos. Una trincherilla y un cambio de manos primoroso pusieron punto y final a una faena que supo a poco. Al toro, es verdad, le faltaron fuerzas, y al torero, ambición. A ese toro, al que mató mal porque la espada es, también, la espina clavada de este torero, había que haberle cortado la oreja, y, si no lo hizo, el futuro se lo demandará. Muy rajado fue el sexto ante el que dibujó unos naturales de fuste, pero todo se apagó muy pronto. Fue una pena, tanto la mala suerte de Vilches y Fandiño con dos espías de órdago (habría que ver a más de una figura en circunstancia tan singular), como la buena de Oliva que no aprovechó.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Lástima de “matador” de toros

No fue corrida propicia para hacer el toreo. Aunque en las pocas oportunidades que hubo, por cierto en el lote de Oliva Soto, quedaron dos cosas muy claras en lo que a este torero se refiere. Por un lado dejó patente que su estilo es de clasicismo, pureza y mucha clase. Patrón de torero privilegiado. Pero para llegar y mantenerse le falta ambición.

Con las cualidades que atesora, que mostró en sus dos faenas de hoy, no es suficiente cuando se está en su situación. Un torero de los de abajo, como es su caso, se va a encontrar siempre -si es que se encuentra, pues hace falta que los empresarios cuenten de antemano con él- con el toro de pelea, y no parece que esté dispuesto a asumir esta actitud.

A todo esto, lo más bonito, lo realmente jacarandoso y con gusto en la tarde lo hizo Oliva Soto. Quede claro que tuvo los dos mejores toros del envío, sobre todo su primero. Precisamente con éste debería haber abierto la puerta de un futuro más esperanzador.

Toreó aquí con muy buen aire a la verónica, y eso que el toro, manso y blando de salida, aunque se iría recuperando paulatinamente, buscó la huida y rodó varias veces. Se empeñó la presidencia en no devolverlo, y acertó, pues iba y venía el toro con muy buen galope sobre todo por el pitón izquierdo. Después de dos estimables tandas a derechas, al natural se relajó Oliva Soto con mucha prestancia. Una serie de extraordinaria cadencia, ritmo y compás. Cites de medio pecho y trazos incólumes, todos los finales detrás de la cadera y perfectamente engarzados.

El alboroto de olés y la misma música, que en Sevilla cuesta tanto arrancar, fue definitivo para catalogar aquello.

Siguió por el mismo pitón, ya sin tanta intensidad. Aunque todavía vendría la firma en un cambio de mano por delante de muchos quilates. Poca cosa si se mide la cantidad, pero extraordinaria en base a la calidad. El toro había respondido bien, quede claro, pero lo realmente bueno lo puso el torero. Aunque con la espada no fue capaz, entrando a matar sin ninguna convicción, “a por uvas”, como se dice en la jerga. Y lo que debió ser una oreja se quedó en una simple ovación.

En el sexto, que pareció también toro propicio, habría que abundar otra vez en el relajo, la parsimonia y el buen hacer de Oliva Soto para que aflorara esa buena condición del astado, es decir, el toreo puntualmente despacito. Sin embargo, no fue posible, pues el del conde de la Maza se paró enseguida. Oliva lo toreó en la línea otra vez al natural con muy buena compostura, y cuando ya no había posibilidades de faena todavía le enjaretó dos o tres “cositas” de extraordinario gusto. Finalmente, y para no dejar duda de lo mal que se le da la suerte suprema, volvió a pinchar hasta dar tiempo a que sonara un aviso.

Lástima de “matador” de toros (el entrecomillado en su caso es obligado).

Vilches abrió plaza con un típico marrajo de esta ganadería, que “se metía” por los dos pitones. Aún así estuvo valiente y con cabeza. Dio la cara con mucha suficiencia. La estocada, también muy buena. En el insulso cuarto, y viendo que la tarde se le iba, pecó de largometraje. Le apremiaron para que abreviara cuando lo que el hombre quería era proclamar sus ganas de abrirse paso en la profesión. Fandiño cargó asimismo con un primer toro muy complicado, peligroso por los dos pitones, lo que se dice un “regalo”. Bastante que el torero vasco quiso ir siempre más allá de las simples probaturas. El quinto fue toro también blando e incierto al cincuenta por ciento, sin celo, distraído y apagado. Y Fandiño, otro que pide paso, lo intentó de mil maneras. Al final, lógicamente, para nada.

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La Razón

Por Patricia Navarro. Oliva Soto, a las puertas del toreo

Tras Resurrección empezaba la Feria. Sin respiro de por medio, en un Abril que entrará de largo en mayo. Lidió Conde de la Maza una corrida astifina de principio a fin. Una barbaridad. Algunos con malas ideas, como el segundo; otros con las ideas justas, como el cuarto; o un quinto que no tuvo clase. El mejor lote del encierro cayó en las manos de Oliva Soto. Nos dejó los mejores momentos. Y la miel en los labios. El tercero resultó el toro de la tarde, y eso que algunos le protestaron por flojo. Menos mal que la presidenta sacó pañuelo blanco en vez de verde. Quedó el toro en la lidia y rompió la faena. No se anduvo Oliva Soto con preámbulos y pronto se puso a torear con la diestra, un punto acelerado pero interesante. Siguió y justo cuando el torero se dejaba llevar por la relajación, se lo llevó por delante. Ahí justo, en ese mismo atropello, pareció aprenderlo todo. Cambió de mano. En el pitón zurdo tenía el toro los mayores argumentos. La tanda que firmó Soto fue monumental. Preciosa. Tenemos faena, pensamos más de uno. Viendo al toro embestir, y la claridad de ideas de Soto. ¡Qué lo hizo bonito! Esa ascensión se rompió brusca y en vez de seguir por el izquierdo, el universo conquistado, volvió a la derecha, por donde regaló un cambio de manos soberbio. Si en vez de una tanda al natural tan rotunda hablamos de tres, qué hubiera sido de la faena… Hay condicionales en la vida que nos persiguen siempre. La espada no entró, quizá precipitado.

El sexto manseó de salida y le esperó en el puñetero centro del ruedo. Se dejó en el último tercio por ambos pitones. Fue una sorpresa, aunque le faltó gas. Se vino abajo antes de lo soñado. Oliva Soto puso gusto al trasteo, que transcurría bajo la lluvia y el despiste general para abrir o no el paraguas. Por ambos pitones lo toreó bonito, esmerado, quizá más reposado, con más armonía. Y la espada descompuso de nuevo.

Iván Fandiño tuvo menos opciones. O ninguna. El segundo era para pensárselo dos veces entre lo astifino que era y las malas ideas que tenía. Demasiado que lo intentó antes de irse a por la espada y meterle la mano con dignidad. El cuarto se paró, y poco trascendía de lo que pasaba en el ruedo.

Luis Vilches anduvo más lucido con la capa que con la muleta. Desplegó con gracia los vuelos del capote ante el primero y le costó taparse después, cuando afloraron las dificultades del toro, que no humillaba ni por equivocación. Se aplomó el cuarto y se espesó la faena.

El Mundo

Por Zabala de la Serna. Oliva acaricia el toreo

Sigue el sol sin centrarse sobre Sevillla. La humedad se corta en el viento y las nubes atemorizan de lluvia a los espectadores. A la muerte del segundo, lo que aterrorizaba de verdad eran los toros del Conde de la Maza. Pareció complicado y lo fue, sin humillar y metiéndose por dentro. Ecuación difícil para enjuiciar: embestida nada fácil y torero modesto que no acaba de. A Luis Vilches, espléndido en el saludo a la verónica, le costaba un mundo tragar y las zapatillas tendían a cederle el terreno al toro por el derecho. Algo mejor por el izquierdo pero no mucho más. Lo que sí lo mejoró por constraste con el síguiente. Montado, largo, igual de no humillado y todavía con mayor instito predador. Fijeza nula y un !ay! perpetuo. Fandiño propuso y el toro dispuso.

Cambió el color de la tarde con el cárdeno y salpicado tercero, que se salió sueltecito del capote y se abría y quería la querencia y Soto robarle lances y una larga cordobesa. Blandeó un poco pero las posibilidades se veían a la legua en sus virtudes, salvo para una docena de gentes que querían “hacerle un favor” a Oliva devolviéndole el toro. Menos mal que la presidenta estuvo firme y nos permitió gozar del toreo tan puro del gitanito: qué serie de naturales! Tiene una cosa Oliva en su toreo que es la divina inocencia. En el centro de la faena aquella serie, y antes la muñeca derecha volando y volando Soto en una voltereta. Detalles, pinceladas, un cambio de mano como un cartel de toros de Ruano y la puta espada. No hace la suerte. Precipita la llegada de la espada con el brazo encogido. Se esfumó la oreja.

Puede que al noble cuarto le faltase ritmo y brío y alegría, pero es que a Luis Vilches le falta al hombre todo.

Las dos dagas que lucía el quinto sobrecogían. De punta a cepa. Cuajado cuerpo y exagerada abierta la cuerna para lo estrecha de sienes que venía saliendo la corrida. Tenía mejor inicio de muletazo que final, por alto, sin el empleo último y deslucido por ende hasta pararse. Iván Fandiño se atragantó con la espada.

Más largo que el AVE de Semana era el sexto y con portentoso cuello. Manseó en exceso en capotes y caballos. Sorpresa en la muleta. Soto se dobló y erguido encajó los riñones y corrió la mano derecha con enorme gusto. Y la izquierda de nuevo fácil. Los pases de pecho desprendieron naturalidad. Faltó final al toro, que fue muy nuñez en la embestida y humilló mucho. Pena de gasolina.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Tan sólo unos sorbitos de Oliva

Se esperaba en los corrillos la reedición del milagro del año pasado: dos toros del Conde de la Maza con la importancia de los que permitieron destapar la mejor versión de Alfonso Oliva Soto, que cuando anda en vena torea con un ritmo arrebatado que pone a todo el personal de acuerdo. Ésa era la apuesta del camero, pero en esta ocasión los destartalados pupilos de la dehesa Arenales de Morón de la Frontera mantuvieron la fidelidad a su más genuino ser: mansedumbre en todos los tercios, malas ideas algunas veces, flojera y sosería en otras -es lo que algunos llaman y veneran como torismo-, dando al traste con el primer espectáculo del tramo de oportunidades de la apretada semana de preferia.

Y el caso es que Oliva Soto salió resuelto a triunfar. El gitanito de Camas se transfigura en Sevilla y se sobrepone a la fragilidad de ánimo que le han podido achacar en compromisos trascendentales contraídos en otras plazas.

Pero, cruzando el río Guadalquivir por el puente de Chapina, es un hombre dispuesto a agradar y, una vez más, así lo hizo en la plaza que más y mejor le ha alentado en su incipiente carrera. Para ello, sorteó el ejemplar de mayores posibilidades del encierro, un tercero abantote y mansón al que persiguió con el capote más allá de la boca de riego.

Estuvo a punto de ser devuelto por la presidenta Moreno, que dudó con razón en sacar el pañuelo verde por las claudicantes fuerzas de un animal al que el camero debió ver algo que casi nadie advirtió. Sólo así se explica su resolución de brindarlo al público pese a las protestas de la parroquia. Pero Oliva andaba con las pilas puestas y enseñó que venía dispuesto a torear con tres muletazos templados y un pase de pecho que pusieron orden en el auditorio.

Con nobleza pajuna, el toro se fue acoplando al toreo rítmico del joven diestro de Camas, que sufrió una cogida sin consecuencias cuando andaba más relajado. Aunque el toro ya andaba algo orientado a esas alturas, Oliva Soto aún tuvo tiempo de echarse la muleta a la mano izquierda para enjaretar un puñado de naturales expresivos y llenos de perfume que a la postre fueron lo mejor de la tarde.

Todavía hubo un cambio de mano y tres o cuatro chispitas que nos alegraron las pajarillas pero no hubo mucho más. La espada no entró y la cosa quedó en agua de borrajas. Era la misma agua que amenazó toda la tarde, pero que no llegó a descargar mientras Oliva Soto se afanaba en sacar partido del sexto, otro toro abanto y emplazado que tomó el capote gateando de puro manso.

El camero le pudo en los primeros compases de la faena con unos muletazos genuflexos y aunque anduvo queriendo, a su enemigo le faltó entrega, emplearse de verdad. Pareció que el toreo iba a brotar a la vez que se abrían los paraguas y hasta llegó a torear firme y templado manejando la muleta con la mano izquierda pero allí había poco más que rascar.

Con apenas un pinchazo, el toro se puso a dar vueltas al anillo mientras el personal abandonaba la plaza mirando de reojo a las nubes y el arco iris.

Del resto de la tarde hay muy poco, poquísimo que contar más allá de la sorprendente desconfianza con la que Luis Vilches se enfrentó al ejemplar que rompió plaza. Es cierto que el animal desparramaba la vista mucho más de lo que trascendía al tendido, pero también es verdad que el utrerano, que sí toreó encajado con el capote, dejó ver demasiadas lagunas en medio de un mar de gritos y toques violentos que llegaron a impacientar a la concurrencia.

Ese toro se movió con más bondad por el pitón izquierdo, mas Vilches echó demasiadas veces la marcha atrás y se colocó tan fuera de cacho que acabó echándose encima al morito del Conde.

La impresión fue fea y Luis Vilches quiso deshacer el entuerto y enmendar el agravio al enfrentarse al quinto, un toro que pareció meter los riñones en el peto pero acabó derrumbándose por los suelos para no ser menos que sus hermanos. Reservón y tardo en la lidia, Vilches salió algo más dispuesto a plantar batalla aunque le sobró el griterío y el afán de prolongar una faena que no iba a ninguna parte. Conociendo el paño, lo tendrá complicado para volver al coso del Baratillo.

Volvía a estos lares el matador vasco Iván Fandiño, imaginamos que ayudado por su buena disposición con la pésima corrida de Palha lidiada el pasado año y por otros condicionantes favorables que no vienen al caso. Esta vez se peleó con pocos argumentos con el mulo ilidiable que hizo segundo.

El toro protestaba siempre, hacía hilo, tiraba derrotes y pegaba cabezazos cortando los viajes sin que el matador pudiera hacer nada más que irse a buscar la espada. Con el quinto, un vacorro horrible tan flojo como protestado, anduvo demasiado preocupado por la composición.

El bicho medio se movía por allí y Fandiño hasta le sacó algún muletazo aislado antes de que se quisiera quitar la muleta de la cara para pararse definitivamente mientras su matador se ponía un poco pesado. Esta tarde, más.

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©Imágenes: Oliva Soto, Luis Vilches, Iván Fandiño y Oliva Soto/Empresa Pagés.

Sevilla Temporada 2011.

sevilla_250411.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:13 (editor externo)