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Real Maestranza de Sevilla

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Sábado, 26 de septiembre de 2015

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Pilar (de regular presentación y desigual juego; sosos y descastados; el 1º, devuelto a corrales por descoordinación general).

Diestros:

Manuel Escribano: De frambuesa y oro. Estocada casi entera (silencio); estocada trasera (aplausos); estocada caída (saludos desde el tercio).

López Simón: De lila y oro. Estocada (vuelta al ruedo tras fuerte petición); estocada en su sitio (oreja); dos pinchazos, estocada baja (saludos desde el tercio).

Picador que destacó: Tito Sandoval, de la cuadrilla de López Simón, en el 2º de la tarde.

Incidencias: López Simón resultó contusionado al entrar a matar al último de la tarde.

Presidenta: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: soleado, agradable.

Entrada: más de media plaza.

<iframe src="https://player.vimeo.com/video/140533567" width="500" height="275" frameborder="0" webkitallowfullscreen mozallowfullscreen allowfullscreen></iframe> <p><a href="https://vimeo.com/140533567">Resumen Corrida 26 Septiembre 2015</a> from <a href="https://vimeo.com/maestranzapages">Maestranza Pag&eacute;s</a> on <a href="https://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Bueno, pues llegó San Miguel, tras dos meses de sequía absoluta en la Maestranza, todo llega. Expectación por un mano a mano que refleja lo que ha sido la temporada: dos auténticos leones, cada uno en su estilo, de los que cabe esperar que no van a dejarse nada por hacer con tal de triunfar. Los toros no ayudaron, parece que son los de las figuras, dicen…Muy flojos, descastados, y muy nobles, salvo el último que iba al bulto y quiso coger a todo el que andaba por allí abajo. Pero los toreros lo pusieron todo. Con otros dos u otra terna nos habríamos aburrido, sin duda. Escribano tuvo un mal lote y salvo dos tandas de las templadas que le dejó el tercero poco pudo hacer, salvo poner voluntad y ganas de agradar en los tres tercios. López Simón vino a por todo, y estuvo muy bien en los dos primeros -estoy de acuerdo con la presidenta y en desacuerdo con la música, no era de oreja el primero- y se la jugó de verdad en el peligroso sexto. Está que se sale y, con la ayuda de otros que vienen, va a poner en un brete a las figuras consagradas que, muchas veces, echan las tres cartitas. Por eso, aunque los toros no sirvieron, no nos aburrimos en toda la tarde. Había toreros en la plaza.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: López Simón cautiva a Sevilla. El torero revelación de la temporada hacía el paseíllo en la Maestranza. Había mucha expectación por ver a López Simón y no defraudó. Dejó detalles con el segundo, al que toreó muy templado. Paseó un trofeo del incierto cuarto en el que destacó un final de faena apasionante con la diestra. El madrileño se fue tras la espada y brotaron los pañuelos en los tendidos. López Simón exprimió al máximo el último cartucho que le quedaba. Un oponente que presentaba mucho peligro pero con el que estuvo muy valiente. Eso no le impidió plasmar muletazos de gran lentitud y profundidad. Emocionó a un público conquistado por la esencia y sabor de un torero prometedor. Con los aceros fue un cañón toda la tarde, pero falló en este con el que hubiera rubricado su gran momento. Mención aparte merece la gran actuación del picador Tito Sandoval con el tercero de la tarde.

Lo peor: Mano a mano desigual. La suerte no tocó a todos por igual. Manuel Escribano poco pudo hacer ante el lote que sorteó. La mala suerte le rozó desde el principio, cuando después de recibir al primero de la tarde a portagayola, este se lastimó y no pudo continuar la lidia. Del tercero extrajo dos tandas extraordinarias. Pero todo quedó ahí porque el del Pilar duró un suspiro. Con el quinto tampoco tuvo opciones, aunque conmocionó a todos con un par de banderillas sentado en el estribo.

La Razón

Por Andrés Muriel. Y López Simón cogió su fusil

López Simón podía haber cogido la espada y tirar por calle de enmedio. El público lo hubiera entendido y agradecido porque lo contrario era ponerse a media noche con un pie en cada raíl del AVE. Era el último de la corrida, asomaba la luna entera, las nubes estaban de un bellísimo rosa palo de algodón dulce y no era plan de ponerse trágico con un muyahidín negro mulato que tenía en cada pitón un kalashnikov con mira telescópica. Las coladas previas no fueron de acostarse, sino de entrar el toro entero. Uno de los banderilleros del torero madrileño se escapó por puntos. Pero hay gestos que diferencian a los toreros, a los que pueden llegar a ser figura y a los que no. López Simón quiere ser figura, pese al tapón de los de arriba y a las zancadillas de los despachos. Y también quería quitarse la espina de la alternativa en Sevilla que hace tres años se quedó a medio descorchar. López Simón cogió su fusil y se fue a hacerle la guerra a «Burriño», el último del decepcionante encierro de los hermanos Fraile. La faena fue de huevos y amor propio, pero también de cabeza, empapando al toro en la muleta para cegarle el instinto criminal. Parecía imposible que pudiera sacar agua de un pozo tan turbio y la sacó López Simón, cruzándose al pitón contrario y tirando los dados. Fueron dos, tres tandas con olor a napalm. Era faena para irse con la música a otra parte, pero el pasodoble Puerta Grande iba adelantando –quizás, tenía ya una oreja– el guión de la historia si le mete la espada. Se perfiló López Simón y se tiró a matarlo. Salió derrumbado, hecho un trapo hacia las tablas después de topar en hueso. López Simón tenía los puntos frescos de la cornada de Albacete. Se tocaba el vientre y la pierna, dando tumbos como un vaquero con dos tiros en el estómago. Faltó el sello final. Y sin sello, como decía Rafael Ortega, las cartas se quedan en el buzón. Por supuesto que tiene razón Rafael Ortega, que encumbró, como nadie, la suerte de matar. Pero el mensaje de López Simón caló ayer en los tendidos. De Santa Elena para abajo también se han enterado de que hay una troupe de toreros –Garrido, López Simón, Roca Rey– que van buscando pelea. Un «rat pack» pidiendo guerra. El amor propio de López Simón fue un bonito homenaje a uno de los toreros con más raza que ha pisado los ruedos del mundo. Ayer se cumplían 31 años de la cogida mortal de «Paquirri» en Pozoblanco. También contribuyó a este homenaje Manuel Escribano, que se fue, como hacía «Paquirri», a recibir a portagayola a dos de sus toros. Paquirri es uno de los toreros espejo de Escribano. Y Escribano se espejea en el amor propio y la casta de «Paquirri».

La Razón

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/alvaro_acevedo.jpg"/>Por Álvaro Acevedo. López Simón gana de calle

El mano a mano fue claramente para López Simón, uno de los toreros que simbolizan la llegada del relevo ante tanto torero veterano amparado por el sistema. Su rival, Manuel Escribano, debió ser más breve con el sobrero que abrió plaza, un auténtico lisiado, aunque luego se le jalearon con justicia varios naturales de buen pulso al tercero, precioso de hechuras pero protestadísimo por su escandalosa endeblez.

La presidenta aguantó el chaparrón, mantuvo al toro en el ruedo contra viento y marea, y casi se sale con la suya porque en el último tercio embistió de escándalo una docena de veces por el lado izquierdo. Sin acabar de cuajarlo, Escribano sí que lo aprovecho por ese pitón y menos por el otro, creemos que por culpas repartidas. El toro protestó más y Manuel tampoco le cogió el ritmo. El quinto sí fue un oponente de más poderío, aunque desde luego con bastante menos calidad. Escribano puso un par al quiebro de mérito, dio dos pases cambiados arriesgados y acusó falta de temple y exceso de oficio en series con ambas manos de escaso mensaje.

La tarde, no nos engañemos, fue de López Simón, un chaval que quiere comerse el mundo. Con una quietud pasmosa, obsesionado con la ligazón, de toreo vertical y firme, se las ingenió para darle fiesta a toros de diferente estilo. Descastado el primero, tuvo el mérito de captar la atención del público frente a un oponente de una sosería exasperante. La faena fue mejor de lo previsto gracias exclusivamente a la óptima disposición de Alberto, pero insuficiente para merecer una oreja en Sevilla. Sí la conquistó en el cuarto, un animal blando pero bravo. Ahí hubo un notable toreo en redondo, encajado de riñones, ligadísimo y entregado; un bajón en mitad de faena por las propias ansias de triunfo del torero, que se amontonó en distancias excesivamente cortas; y un final magnífico de nuevo con la diestra, incluyendo además algún muletazo cambiado de taquicardia. La estocada, fulminante, rubricó por derecho la mejor faena de la tarde.

La más importante, en cambio, fue la del sexto, un pájaro de cuidado que sembró el pánico en los primeros tercios, desarrollando un sentido por el pitón izquierdo fuera de lo normal. López Simón, con un valor cabal apabullante, se puso en el sitio donde los toros embisten o hieren y fue capaz de arrancarle a su enemigo, nunca mejor dicho, varias series en redondo a sangre y fuego. La batalla, emborronada en cuanto a premio tangible por el mal uso de la espada, fue de torero imparable. De torero que vino a Sevilla a triunfar. Sí o sí. Elija usted la opción que prefiera.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. López Simón, firme como una roca

El cimiento de este espectáculo llamado Fiesta es el toro. Y ayer, en Sevilla, El Pilar, la ganadería lidiada, se derrumbó en demasía, impidiendo que el mano a mano entre Manuel Escribano y López Simón cobrara altura. Simón, firme como una roca, se alzó como triunfador tras cortar una oreja, premio que pudo aumentar si acierta con la tizona en el epílogo de un festejo en el que Escribano, sin fortuna, se marchó de vacío. Con el capote hubo variedad y quites entre ambos, si bien faltó brillo y calidad en la ejecución de las suertes.

López Simón fue a más. El segundo toro peleó sin clase en varas y puso en apuros a Tito Sandoval, que salió vencedor en la pelea; siendo ovacionado. Faena basada en la diestra, abusando del pico al comienzo, para luego en otra tanda expulsar al toro, que flojeaba y al que le faltaba motor. Se centró más tarde. Un circular invertido y unas bernadinas calentaron al personal. La estocada al primer envite fue decisiva para una vuelta al ruedo, tras petición de oreja.

Con el alto y montadito cuarto, flojo, el madrileño logró los mejores momentos con la diestra; descollando en una serie inicial y otra casi en el cierre en la que la ligazón y los muletazos largos fueron las virtudes esenciales para conquistar al público. Impactante epílogo en cercanías, con otra tanda en la que con reflejos felinos, salvó una cornada intercalando un fallero –muletazo por la espalda–. Asustó al público, que pidió mayoritariamente el trofeo concedido tras otra estocada al primer encuentro.

Con el sexto, López Simón ofreció su versión más guerrera. Se la jugó a carta cabal. Alto y largo como un mercancías, el toro cazaba mosquitos por el pitón izquierdo. Simón tuvo las agallas de sacarle muletazos por ese pitón. Y expuso por el derecho, con el toro midiendo en tres tandas en las que atornilló los pies en el dorado albero maestrante. Faena para consumir tila. El público, entregado, acabó enardecido ante tanto valor. El barajeño se tiró con fe y el toro estuvo a punto de herirle seriamente, propinándole un terrible golpe con la pala del cuerno a la altura del abdomen. El torero estuvo a punto de derrumbarse junto a las tablas del ‘5’, donde cogió aire. Pero, todavía aturdido, no acertó en la suerte suprema –otro pinchazo y estocada–; perdiendo un más que merecido premio.

Manuel Escribano vio cómo devolvían a su primero, que resbaló y deambuló descoordinado antes de ser sustituido por un sobrero del mismo hierro, un colorao, corniabierto, bajo y largo. El gerenense, voluntarioso y fácil en banderillas, no tuvo opción al lucimiento con un astado inválido.

El tercero, con menos volumen y cornidelantero, fue muy protestado por su flojedad. Debido a ello, Escribano desistió de banderillear. En su labor hubo dos series buenas con la zurda; pero pronto bajó la intensidad, como el toro. Abrochó con unas manoletinas y rubricó con una estocada.

El quinto, construido cuesta arriba, tampoco le dio muchas opciones al sevillano. Escribano prendió hasta cuatro pares de banderillas; destacando el cuarto, de riesgo escalofriante. Citó sentado al estribo y salió vivo de milagro tras un par al quiebro en el que parecía que no tenía escapatoria. Realizó una labor larga y sin frutos, que comenzó con la derecha, alternando un par de muletazos por la espalda y sacando a relucir su temple en algunos pases. De nuevo, seguro con la tizona, escuchó una ovación.

El espectáculo estuvo marcado por López Simón, quien toreó con la herida abierta del muslo derecho, que le rajó un toro en Albacete hace tan sólo diez días. Sin duda, consiguió el triunfo por su entrega a ley su firmeza rocosa.

El Mundo

Por Carlos Crivell. López Simón pierde la Puerta del Príncipe por la espada

En el esperado mano a mano entre Escribano y López Simón, todas las bendiciones fueron para el madrileño que se llevó la tarde. Escribano sorteó tres toros antipáticos con los que cumplió dentro de su estilo. A López Simón no le cayeron en suerte mejores reses, pero puso sobre el tapete su valor escalofriante y se adueñó del ambiente. La plaza entendió que este torero es un caso especial de valor y firmeza. Con la lidia del sexto, la Maestranza tembló emocionada, llegó a pasar miedo ante la demostración de un torero que se plantó en la cara de un marrajo para que todos sintieran escalofríos.

El festejo no fue brillante. La corrida de El Pilar fue desigual de hechuras y pobre de juego. Fue un mano a mano descafeinado en cuanto a competencia. Apenas hubo toreo de capa, los quites no alcanzaron el nivel necesario, la suerte de varas volvió a ser casi testimonial, aunque Tito Sandoval se lució con maestría.

López Simón entendió bien al primero de su lote en una faena cerca de las tablas. El animal llevó siempre la cara muy alta. El de Barajas ligó tandas con la derecha siempre bien colocado. Por la izquierda cayó el trasteo.

Al segundo de su lote se la cortó porque pisó el sitio de la verdad. El animal, muy montado, se rebrincó en la muleta. El temple y la ligazón, sostenidos por un valor sereno, fueron la medicina que necesitaba el toro. La muleta siempre estaba colocada para enganchar y embeber al animal, que a pesar de todo perdió las manos más de la cuenta. La solemnidad que atesora acabó por encandilar al tendido. La oreja no fue discutida.

Con el sexto llegó el escalofrío. El toro negro salmantino desarrolló sentido en banderillas. Fue un marrajo por la izquierda y avisado y mirón por la derecha. Era un toro de aliño y a otra cosa. En banderillas, la cuadrilla pasó un quinario.

Se puso por la derecha -con la izquierda era impensable- y lo desengañó con una decisión tremenda. La quietud era pasmosa, el temple para conducir las arrancadas fue admirable, el tendido temblaba cada vez que el joven espada le ponía la franela roja por delante al torito negro. Fue un curso de muchas cosas: valor, técnica, coraje, firmeza y capacidad. La espada le jugó una mala pasada. Llegó a recibir un golpe al matar y quedó casi noqueado. El torero de Barajas había presentado sus credenciales.

Escribano lo tuvo todo en contra. El primero se fue a los corrales por inválido. El sobrero no tenía fuerzas. Se cayó siempre. El segundo de su lote salió cojo. Aunque se recuperó en la lidia, acusó el problema. Dos tandas con la izquierda mostraron su temple. El quinto fue flojo y se apagó pronto. Su coraje torero se hizo presente, aunque no fue su mejor tarde. Ni con los palos estuvo brillante. Escribano quiso mucho y logró poco.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Una oreja y pudieron ser cuatro

Simón ganó a los puntos pero también convenció por la verdad de su concepto, la quietud de su ejecución y las sinceras ganas de triunfar que le llevaron a ver toro en todas partes, desde el blando y soso animal al que estuvo muy cerca de cortar una primera oreja hasta ese sexto peligroso y duro de patas que estuvo a punto de mandarlo a la enfermería.

Al final el diestro madrileño se llevó un trofeo que pudieron ser cuatro y le habrían abierto de par en par la Puerta del Príncipe. Pero eso es lo de menos. Alberto López Simón ha subido un nuevo y valioso escalón para alcanzar la primerísima fila del toreo y supo llenar de contenido un festejo que también se jugaba mucho en el duro fielato de la taquilla. Ambas pruebas fueron superadas con creces.

El triunfador de la tarde sorteó en primer animal que permitió lucir a tope a la cuadrilla, desde el sensacional tercio de varas protagonizado por Tito Sandoval –que estuvo a punto de ser derribado- hasta el gran segundo tercio que cubrió Domingo Siro.

Simón, que había brindado al público, pudo comprobar que el toro no estaba sobrado de fuerzas. Pero encontró muy pronto el acople en la distancia y las alturas justas para iniciar un primer tramo de faena en el que hubo cintura, encaje, ligazón, terrenos ajustados y un sentido del ritmo que caló pronto en el público.

El trasteo encontró su techo en el toreo de cercanías pero el tono había bajado por el pitón izquierdo y enfrío un punto los entusiasmos a la hora de pedir el trofeo. Pero no iba a importar. El cuarto fue un imponente castaño al que supo tocar todas las teclas y apretarle en los momentos clave para acampar a sus anchas en ese sitio en el que se maneja a su gusto.

Simón se encajó y se hundió de verdad con el toro en una labor de muletazos de mano cada vez más baja que tuvo que luchar con la falta de contenido de su enemigo. Una vez más hubo cierto bajón argumental por el lado izquierdo pero el joven diestro madrileño supo levantar el tono con una serie diestra muy arrebujada, dicha y hecha en una loseta que cerró con una ajustada dosantina. La estocada puso en sus manos la primera oreja.

Pero había que remachar el clavo y el paladín de la temporada lo hizo jugándose la vida sin trampa ni cartón con el peligrosísimo sexto, que puso en apuros a todo el que se le puso delante. Simón le consintió, le esperó y se la jugó en una faena de emociones y peligro evidente que le costó un feo pitonazo en el pecho del que salió desvanecido. Los pinchazos impidieron que sumara otro trofeo pero había convencido a la cátedra.

El sevillano Manuel Escribano pasó en blanco esta nueva oportunidad en la plaza de su tierra. No tuvo material con el sobrero que hizo primero, que se desinfló como un globo. Pero el diestro de Gerena sí sortéo un notable ejemplar, el que hizo tercero que rompió con importancia en la muleta después de hacer cosas buenísimas en una lidia que quedó empañada por las constantes protestas del público, que pedía su devolución.

Escribano, visiblemente disgustado, renunció a banderillear este animal que se rebosó con mucha importancia, humillando y desplazándose por el lado izquierdo viniéndose desde largo. La faena subió de tono pero todo se acabó desmoronando cuando el matador se echó la muleta al lado derecho en la distancia corta.

Ya no hubo manera de levantar ese trasteo que habría cambiado el signo de la tarde de Manuel Escribano que sí echó toda la carne en el asador con un quinto desigual y claudicante con el que se jugó el pellejo de verdad al banderillearlo sentado en el estribo después de una larguísima espera. En la muleta sólo duró los pases cambiados iniciales antes de quedarse cada vez más corto.

Marca

Por Carlos Ilián. López Simón pierde la Puerta del Príncipe por tres pinchazos

La feria de San Miguel ha sido pensada con un toque muy localista. Abundancia de rtoreros sevillanos y uno de Madrid, y mira por donde ha sido ayer el que puso de pie a la Maestranza en tarde de calor, pero de calor de verano, no de veranillo. Sevilla en su salsa. Y Toreo ardiente dentro de la templanza y el reposo de López Simón que ha entrado como un grande en la Maestranza y que no abrió la Puerta del Príncipe porque se atolondró al entrar a matar al sexto.

Fue el único momento en el que le traicionaron los nervios, y era el momento de la gloria. Pero en todo caso López Simón ha desarrollado en el albero sevillano toda una lección de saber colocarse, de embarcar siempre cruzado, de vaciar donde mandan los cánones. Tres faenas llenas de matices. Trató con delicadeza la escasas fuerzas de su primero y todo lo hizo relajado y encajado. Con el cuarto toreó sobre la derecha con una ligazón exquisita y siempre por bajo. Pero lo del sexto, que al principio tuvo coladas alevosas por el pitón derecho, se plantó para vencer con pulso firme y valor auténtico el peligro del toro hasta meterlo en la muleta y corregir todas sus malas intenciones. La gente se entregó al torero que al final pincha y pierde esa puerta de Sevilla.

Manuel Escribano se llevó tres inválidos y bregó hasta la saciedad para rendirse a la evidencia. En todo caso dejó una gran tanda sobre la izquierda en el tercero. Que pena de toro, que calidad, pero renqueaba. Y es que si la corrida de El Pilar sale fuerte habría sido de escándalo.

El País

Por Antonio Lorca. Penosa flojedad, docilidad perruna

La corrida se anunció como un mano a mano cuajado de expectación, pero entre los toreros, el ganadero, la empresa y la presidenta, con la ayuda inestimable del público y la banda de música, se la cargaron. Hicieron el paseíllo dos toreros de moda, revitalizados a lo largo de una exitosa campaña, eligieron una ganadería comercial, el ganadero escogió los toretes más bonitos que tenía en el campo, los aprobó la autoridad y el público se hartó de aplaudir.

Pero todo fue un engaño, una estafa, un desastre y un espantoso ridículo de cuantos algo tuvieron que ver con tan bochornoso espectáculo.

La corrida, en general, estuvo muy mal presentada, inválida en mayor o menor grado toda ella, descastada y mansa. Un regalo. Noble, sí, dócil como un perrito, al estilo de todas las ganaderías apetecidas por las figuras, pero incapacitada para el toreo que encierre unas gotas de emoción.

Error mayúsculo, pues, de los dos toreros, que se estrellaron ante toros sin sangre en las venas, pura carne fofa y mustia, en estado comatoso. Pero la banda de música no cesó de tocar sin causa justificada y el público de aplaudir como si estuviera viendo a Belmonte y Joselito en tarde de gloria.

Pues, no; no hubo gloria ni nada que se le pareciera, a pesar de la oreja que cortó López Simón, entregado como su compañero, pero sin posibilidades de lucimiento verdadero.

Para empezar, sucedió algo muy extraño: Escribano esperó a su primer toro de rodillas en los medios; sale el animal con andares beodos, pasa por allí como quien no quiere la cosa y, de pronto, se despanzurró en el albero; se levantó a duras penas y ya no pudo mantener la verticalidad, se derrumbó varias veces y fue devuelto. ¿Qué le pasó a ese toro? Extrañísimo comportamiento el suyo.

El sobrero fue una piltrafa, y el torero trató vanamente de justificarse; el tercero, inválido como sus hermanos, fue muy protestado, pero se quedó en el ruedo. Se le caía la cara de bondadoso, pero no podía con un alfiler. Algún natural dibujó Escribano en una labor desdibujada por la ausencia de ánimo de su oponente.

Lo intentó de veras ante el quinto, de la misma especie, con escaso recorrido y nula casta, pero sus muletazos no movieron la pasión de los bullangueros espectadores, dispuestos a aplaudirlo todo. Tanto es así, que ovacionaron con alto interés par de banderillas olvidables, puyazos inexistentes y muletazos insufribles, pero así está la fiesta, incluso en esta plaza, otrora sabia.

La música sonó con fuerza y de manera inexplicable en la primera faena de muleta de López Simón ante un animalito insufrible, con el que el diestro hizo alardes de valor ante un proyecto de cadáver. Su labor careció de intensidad, no le concedieron la oreja que algunos pidieron tras una buena estocada y se marcó una vuelta al ruedo barata, barata.

Sí paseó un apéndice del cuarto, (otra vez, la banda, tachán, tachán), que se mantuvo en pie, y su matador mostró quietud y entrega en una labor con altibajos. Mató bien otra vez y de ahí vino lo de la oreja con escaso peso.

Y el festejo se cerró con el más complicado; el sexto acudió al caballo con menos tristeza, pero puso en apuros a la cuadrilla y llegó al tercio final con serias dificultades para el torero. López Simón aguantó miradas de poco amigo y mostró que el valor es de sus cualidades esenciales. El público se emocionó ante la bronquedad del animal y la entrega del torero y trazó derechazos estimables. Marró con la espada

Toromedia

López Simón corta una oreja en el mano a mano

López Simón ha realizado lo más destacado del mano a mano en Sevilla con una buena faena al cuarto, al que cortó una oreja, y una labor importante en el sexto que quedó sin premio por culpa de la espada.

Escribano se fue a portagayola a recibir al primero de la tarde, un toro que se lastimó seriamente al poco de salir, quedando descoordinado. Fue devuelto y salió el sobrero, que denotó poca fuerza en el capote. López Simón se lució por chicuelinas en su turno de quites. En banderillas Escribano destacó en el tercer par, al quiebro y al violín, o par de calafia. En la muleta la labor de Escribano se vio limitada por la poca fuerza del toro, que perdía las manos y deslucía los intentos del torero. El público se impacientó y el de Gerena se fue a por la espada. Mató de estocada y su labor fue silenciada.

El segundo de su lote y tercero de la tarde fue protestado de salida y no permitió lucimiento de capa. Ante la protesta del público Escribano no puso banderillas. Se llevó al toro a los medios y comenzó directamente con la zurda. Hubo tres series buenas por ese lado, respondiendo muy bien el de El Pilar, y la música comenzó a sonar. Por el lado derecho bajó la faena y ya en la siguiente con la izquierda el toro protestó, teniendo el torero que poner punto final a su labor. Fue ovacionado.

En el quinto, Escribano cumplió en banderillas arriesgando mucho en un cuarto par citando sentado en el estribo y ejecutado al quiebro. Brindó al publico y comenzó la faena apostando fuerte con dos pases cambiados por la espalda a los que siguieron dos tandas estimables con la derecha y una templada al natural. A partir de ahí el toro se desinfló y también la faena. Mató de estocada y fue nuevamente ovacionado.

El primero de López Simón salió suelto y no permitió demasiado lucimiento en el capote, engaño que el torero manejó con quietud. Picó bien Tito Sandoval y López Simón comenzó la faena por alto acusando el toro también falta de fuerza. La primera tanda fue ligada y templada y la segunda mejor, de modo que la faena se entonó y la banda comenzó a sonar. Hubo una tercera serie diestra y cuando cambió a la zurda el toro no se empleó. Apuró las últimas arrancadas y terminó con manoletinas, matando de estocada. Hubo petición de oreja pero la presidenta no la concedió.

El cuarto lo puso en apuros en el inicio del recibo de capa, pero después dio buenos lances y sobresalió la media. Tampoco anduvo sobrado de fuerza este toro pero López Simón basó la faena en la quietud y ligó muy bien a base de dejar la muleta puesta y no perder pasos. En la tercera serie la faena rompió y sonó la música. Hubo otra buena serie diestra y al natural el toro protestó más. Cuando volvió a torear en redondo subió de nuevo la intensidad de la faena. Mató de estocada y cortó una oreja.

Variado fue el recibo de capa de López Simón a su último toro. El de El Pilar desarrolló complicaciones en banderillas y se coló de forma peligrosa en el inicio de faena. A base de quietud, López Simón lo metió en la muleta con la derecha y tuvo que tragar mucho. Su actitud y su entrega calaron en el público, que supo reconocer el esfuerzo del torero. Tenía el triunfo en su mano pero falló con la espada, resultando tropezado al entrar a matar quedando como sin aire. El público recompensó su importante actuación con una ovación.


  • ©Imagen: Manoletinas de López Simón a uno de sus toros/Efe.
sevilla_260915.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:18 (editor externo)