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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Tarde del lunes, 27 de abril de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Daniel Ruiz (de diferente presentación y con distinto juego; descastados en general).

Diestros:

Francisco Rivera Ordóñez: Dos medias estocadas (aplausos); media tendida y caída, dos descabellos (silencio).

El Juli. Estocada entera (oreja); dos pinchazos, estocada y descabello (palmas).

José María Manzanares. Estocada entera (aplausos); estocada entera (dos orejas).

Saludaron: Curro Javier, de la cuadrilla de Manzanares, en el 3º; Juan José Trujillo, de la cuadrilla de Manzanares, en el 6º.

Presidente: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: Soleado y fresco.

Entrada: Hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: El Mundo, Diaro de Sevilla, ABC, El País.


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La feria sigue in crescendo, tomando luz taurina y de triunfo antes de que se encienda la luz eléctrica. Rivera, con su medalla, no pintaba nada en este cartel. Todos los sabíamos y así fue. Y no entro en lo de la medalla, porque al ministro gallego ya lo han cesado. La culpa de la medalla no la tiene Rivera, ni el ministro, sino el tunante que le coló el gol al ministro. Los otros dos del cartel no tienen medalla, pero la van a tener, sin duda. Juli estuvo en maestro, como siempre. Con una faena templada al tercero, rubricada con una estocada a ley tirándose en lo alto. El quinto fue soso y complicado y lo intentó en todo momento. Manzanares tuvo un manso de Gavira, imposible, como primer enemigo. Y en el sexto, también manso, pero de Daniel Ruiz, que rompió en la muleta, hizo la faena más torera y emocionante de la Feria. En el tercio y en el nueve fue aguantando y tragando poco a poco hasta que las tandas fueron completas, vibrantes, con el público en pie. Se fue detrás de la espada y el toro rodó en el acto. La presidenta no tuvo dudas: las dos orejas eran el premio justo, merecido, unánime, al valor, a la calidad y a la emoción.


Lo mejor, lo peor

Por Carlos Javier Trejo.

Pasaron cosas importantes en la Real Maestranza. Julián López “El Juli” volvió a demostrarnos que es una auténtica figura del toreo. Mandón y muy templado con el 2º de la tarde que fue a menos pero que dejó constancia de su apabullante maestría. Un auténtico cañón con la espada, cortó la oreja del único que dio opciones. José Mª Manzanares apostó por un toro manso con tendencia a tablas con el que cimentó una faena de menos a más alcanzando momentos excepcionales por ambas manos, una obra maciza que rubricó magistralmente con la espada, dos orejas para el alicantino. El detalle de la tarde lo tuvo la afición de Sevilla al tributar una emotiva ovación a Rivera Ordóñez tras la paliza recibida al entrar a matar al primero de la plaza, torero de raza y pundonor que con ese gesto tapó muchas bocas.

Lo peor de la tarde fue encontrarnos una corrida remendada con dos toros de Gavira. ¿Para que sirven las visitas al campo de los equipos gubernativos? ¿Quién es el culpable de que una corrida se lidie incompleta? El ganadero, el usía (Presidenta en este caso),… Mal detalle el de la Presidenta al negar el cambio de tercio al Juli en el 2º de la tarde tras haber entrado al cabello en dos ocasiones. Obligó al Juli a realizar el quite y con ese tercer encuentro con el caballo perdió fuelle el toro que no andaba muy sobrado. Los dos de Gavira y dos de los del hierro titular dieron pocas opciones, descastados y deslucidos, propiciaron momentos de tedio y aburrimiento.

©Marcelo del Pozo/Reuters


El Mundo

Por Carlos Crivell. Orejas para un tiempo de crisis

La plaza se desbordó en un entusiasmo alocado como si Manzanares hubiera bordado el toreo de cante grande. Sólo la dureza de un tiempo difícil explica tanta euforia ante una faena que sólo al final explotó con algunas trincherillas. La primera parte fue un conjunto de pases despegados. Por la izquierda apenas toreó, aunque cuando lo hizo el natural surgió en unipases sin ligar. La música le echó un capote al torero. El final fue muy hermoso, sólo el final. Una excelente estocada acabó de desatar la alucinación de una plaza necesitada de trofeos para olvidar estos tiempos duros. La presidencia culminó su desafortunada tarde y no se reprimió. Se olvidó, además, que para cortar dos orejas en la Maestranza siempre fue necesario brillar con el capote. El de Alicante si se estiró. Es la decadencia galopante de una Fiesta que admite que en seis toros no hubiera ni un lance bueno; que no se realizaran quites artísticos; que algunos toros no se picaran con el palco mirando para otro lado, y que se aplaudieran estocadas bajas. Finalmente, como soporte para justificar los precios de las entradas, pidió orejas por faenas de poca consistencia.

Esas dos orejas de Manzanares, que sigue muy por debajo del nivel conocido, fueron la gota que colmó el vaso de la benevolencia de una plaza venida a menos. La faena del espada alicantino tuvo una primera parte carente de argumentos, siempre despegado y al hilo del pitón, echando el toro descaradamente afuera. Su estética bien conocida, la mejoría del toro al final del trasteo y la estocada se podrían premiarse con un trofeo, pero dos es un dispendio que deja claro que las rebajas han llegado ya a esta Feria. Ya en el segundo se le otorgó un trofeo a El Juli por una faena técnica, laboriosa, tesonera, pero sin brillos especiales. Para colmo remató de un espadazo muy trasero. Estaba claro que el público quería diversión a toda costa.

Esa diversión pudo truncarse en el que abrió plaza, toro noblón y mansito de Gavira, que cogió a Rivera Ordóñez al matarlo. Lo tuvo algunos segundos enganchado por la cintura. Se llevó el susto, una paliza y el terno destrozado. Francisco había colocado banderillas voluntariosas a ese Gavira. Con el cuarto, toro de escasa vitalidad, cumplió con decoro. Cuando salió el quinto, segundo de El Juli, se podía esperar que el madrileño se volcara buscando esa Puerta del Príncipe que perdió el sábado. Salió una especie de buey de Daniel Ruiz, absolutamente impropia de la Feria de Sevilla. Aún así, El Juli anduvo desaparecido en el combate. Cuando se puede salir por la Puerta del Príncipe, un torero debe entregarse con denuedo para alcanzarla. El Juli esperó detrás de la mata y no pasó nada.

Dicen que era la corrida de Daniel Ruiz que no se pudo lidiar en San Miguel. Vaya usted a saber. El ganadero de Albacete comparecía de nuevo en la Feria después de su presentación hace ya algunos años. Sólo pudo lidiar cuatro toros, sólo uno exhibió calidad y el resto dejaron en mal lugar a la divisa, incluido el sexto de las dos orejas de Manzanares, justo de raza y manso, que se dejó dar algunos pases al final cerca de las tablas. Los remiendos de Gavira, mansos y de nula clase. Sólo el primero de El Juli fue un toro de juego aparente. Poca cosa en materia ganadera.

Pero como se cortaron tres orejas, el personal adicto a los apéndices auriculares se fue contento. Alegría vana y falsa ilusión colectiva. La crisis llega a todos los ámbitos de la sociedad; la Maestranza también se ha contagiado y se alivió pidiendo premios menores. Al personal hay que educarlo; está claro que el palco no quiere problemas.


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Manzanares, luz de torería

La corrida llegaba a su epílogo tras escasas emociones. Más bien había caminado por la senda del aburrimiento, con algún pasaje interesante de El Juli en el segundo, del que le concedieron una oreja de las que denominan facilonas, y el sobresalto -afortunadamente quedó en un tremendo susto- de la cogida espeluznante de Rivera Ordóñez cuando fue zarandeado por el primer toro al sentirse herido en la suerte suprema.

Salió el sexto, de Daniel Luque, un toro con trapío, que empujó en un primero puyazo, huyó al sentir el hierro en la segunda entrada y recibió un puyacete tras tardear en acudir a una tercera cita. Juan José Trujillo le prendió dos grandes pares, especialmente el segundo. Por el toro no daba nadie ni un euro. No se había entregado en ningún tercio. Pero Manzanares, solemne, convirtió en liturgia la faena, en la que fue haciendo al toro y entretejiendo su tauromaquia hasta que afloró un haz de luz de torería mediterránea. Comenzó por bajo, sin tirones, moviendo la muleta como suave brisa para un pase de pecho más suave. Luego, otra tanda entonada. Y en la tercera, exigencia al toro, con muletazos de mano baja y temple. Ya en la siguiente el toro no tragó y echaba la cara arriba. Tomó Manzanares la izquierda y lo dejó ir a su aire. En la siguiente, le pidió algo más y dibujó un natural de escándalo. Otra, y otro natural que fue oro fino. El toro se puso a escarbar. Y cuando nadie del respetable creía que aquellas notas sueltas podían acabar en sinfonía, el alicantino tomó la batuta en la derecha. Muletazo de mano baja y tiene que cortar. Pero he aquí que echa la muleta al hocico del complicado toro, tira de él, lo embarca, alarga el muletazo y liga otros dos con la misma tersura y un trincherazo de cartel y el público, como un resorte, salta de los asientos, al tiempo que grita un ole. En la siguiente, el torero, que ha dado con la clave, remata la faena con una serie soberbia, en poder y estética, con tres muletazos de gran categoría, rematados con dos pases de pecho y el público puesto en pie. Se tiró con ganas en la suerte suprema y cobró una buena estocada para recibir dos orejas. Con el mansote tercero, Manzanares no llegó a entregarse ni centrarse.

El Juli cortó una oreja al manejable segundo. La apertura fue preciosa, cerrada con una bella trincherilla. Citó de largo para una serie templada. Arrancó la Banda de Tejera. El Juli, en los medios, bajó mucho la mano. Pero el segundo tramo de faena, con la izquierda, con el toro a menos, descendió en emotividad. Estoconazo. El madrileño apostó fuerte en el quinto, al que dejó crudo, lo que motivó que gazapeara. Se entregó sin poder conseguir frutos.

Rivera Ordóñez es otro de los que sale vivo de esta feria de milagro. La cogida que sufrió por su primero, mansote, al entrar a matar, fue espeluznante. El toro lo enganchó con el pitón derecho, cuando iba a caer lo levantó y se lo pasó al izquierdo y casi le mete el pitón en la ingle; cuando salía del forcejeo, la fiera le empinonó por detrás. En la refriega, el toro le desrrozó la taleguilla, sin calarle. Un milagro. Anteriormente, el torero prendió cuatro pares de banderillas en un tercio muy desigual y realizó un trasteo también desigual, con muchos aplausos en un circular invertido, con un toro manejable, que acabó rajado. Con el también manejable cuarto, aburrió.

La tarde fue para un José María Manzanares, luz de torería y claridad técnica, en una feria con demasiados nubarrones.


ABC

Por Zavala de la Serna. Manzanares aprieta y arrebata

Si el último párrafo de la penúltima crónica dedicada a José María Manzanares acababa con un consejo —«Medite. Y apriete, torero»—, hoy toca entregar lo debido por lo exigido. Porque Manzanares apretó y arrebató con el sexto, se enfibró y tensionó en su faena. Tocaba. Sumaba el triunfador de la pasada feria su tercera tarde como vértebra de la columna del presente Abril, y una más de vacío no cabía. Más raza puso que el manso toro de Daniel Ruiz, que se parecía al zambombo del cartel. Yo creo que la cartelería de las últimas ferias es para molestar la sensibilidad, más que nada. Manseó en el caballo. De najas. Le entendió el terreno con la muleta entre las rayas del tendido «7». Y allí lo sujetó. El otro día sujeté yo a un manso que me acusaba de tener algo contra Josemari. Un julay. Lo que hay que hacer con toreros de esta talla y proyección es exigirles, y no cantarles lo bueno, lo malo y lo regular por igual. ¡Palmeros! (Por no decir un exabrupto homófobo). De la obra hay que extraer la actitud, la vibración, el empuje, el gesto incluso a veces crispado, los trincherazos, algunos naturales de órdago en largo, la casta sobre todo, porque la embestida jamás se rebosaba, ayuna de un tranco, y descamarla, la obra, digo, de la fuerza que inclinaba al torero hacia delante en el cite, encorvado en el embroque… Manzanares realizó un esfuerzo, y eso cuenta, como las dobladas del prólogo. O como el espadazo monumental. ¡Qué manera de matar! Y es peculiar cómo se perfila, con la empuñadura girada como mirilla de rifle. Un cañonazo fulminante desató la pañolada, que se fue hasta la segunda oreja. Si vale para infundir moral a este pedazo de torero, bien estará.

Imponían las perchas del alto tercero, de Gavira, ganadería con que se parcheó la desigual corrida de Daniel Ruiz —yo tengo la puñetera mala suerte de que cada vez que me cruzo con este hierro siempre pasa algo—, que se quedó en cuatro. Se rajó antes que pronto, y todo fue ya una huida hacia chiqueros. Manzanares lo despenó de su mansedumbre con un estoconazo hasta la gamuza en la suerte contraria.

El Juli volvía al ruedo de sus sueños, donde hace un par de atardecidas grabó su sello en la faena más maciza y profunda de Abril. Apostó por dejarse al regordío toro de su amigo Ruiz muy entero. Rompió la seca vara en su acometida al caballo. Y contó como puyazo. Juli planteó faena en los medios, después de una apertura que abrochó con una trincherilla torera. Allí se descaró y toreó despatarrado, por abajo, exageradamente abierto, obligando mucho. Bien, sí, pero faltó algo. Ajuste tal vez. Profundidad hubo en varios zurdazos. Y el volapié colocó la guinda en todo lo alto. O más allá, porque de tanto atracarse de toro incluso se le pasó el acero contrario. Pero mortal de necesidad. Una oreja para su cómputo en plazas de primera. Al frentudo quinto ni le señaló los puyazos, y ni por ésas sirvió.

Sí valió el noble primer toro de Gavira por el derecho. Rivera Ordóñez, que banderilleó, y mejor no referirlo, no lo sacó nunca del tercio. En chiqueros, al entrar a matar, la cogida fue terrorífica y milagrosa, gracias a Dios. Con eso se tapó. El escaso y tonto viaje del escasísimo cuarto de Daniel Ruiz lo aprovechó para hacer más de lo mismo. O sea, nada.


El País

Por Antonio Lorca. Manzanares, la calidad

El final de la faena fue apoteósico. El toro cayó sin puntilla, fulminado por un estoconazo hasta la bola, y la Maestranza se pobló de pañuelos blancos en solicitud de las dos orejas para el torero dominador y artista que acababa de dictar toda una lección de toreo elaborado, de menos a más, de dominio y estética, de sapiencia y de sentimiento, de firmeza y naturalidad, de maestría y finura. No fue una faena inspirada de principio a fin porque el toro no embestía con largura. Manzanares le obligó a seguir la muleta, y lo fue embebiendo, poco a poco, casi hipnotizándolo, y consiguió imantarlo, al fin, a una franela poderosa que le marcó el camino de la obra grandiosa de un joven al que Dios le ha dado la gracia de crear ante un toro algo misterioso que llamamos arte. Será o no será, pero la piel se te pone de gallina cuando este Manzanares torea de verdad.

¿Y cómo lo hizo? No es fácil contar un sentimiento. Es preferible dejar volar la imaginación. A ver: iniciales doblones por bajo, templados y torerísimos. Toreo por la derecha, exigiéndole cada vez más a su oponente; de la firmeza de Manzanares surge una tanda hermosa. Pero el animal tiende a rajarse. La muleta, en la izquierda, y los naturales brotan lentos, pero henchidos de sabor. La escasa codicia del toro la suple la motivación del torero que se adueña de la situación y emociona con una labor de menos a más que acaba con un trincherazo enorme, un circular portentoso y otro trincherazo de cartel. Con la plaza enloquecida monta la espada, la hunde hasta la empuñadura y el animal se derrumba patas arriba. ¿Se ha entendido algo? Pues eso es, más o menos, el toreo tal como hoy lo entienden los mortales.

Hubo otro maestro en la plaza y se llamó El Juli. Éste carece de la calidad de su compañero, pero no se le puede negar su magisterio, su poderío y su ilusión por el triunfo. Lleva toda la vida toreando, pero parece un chaval que busca el triunfo con un descaro encomiable. Su faena al noble segundo fue toda una demostración de buen hacer, de técnica y de lucimiento. Faltó intensidad, tal vez, por la excesiva dulzura y el escaso aguante del toro, pero es una delicia ver a este torero en este momento. Se justificó ante el muy deslucido quinto, al igual que Manzanares se quitó de en medio al huidizo tercero.

También estuvo Rivera, que salió felizmente ileso de una tremenda voltereta que sufrió al entrar a matar a su primero. Pero se le ve envejecido profesionalmente, agobiado y sin ideas, sin gracia y sin sitio. Con lo buen torero que dijo ser en los primeros años de alternativa…

Sevilla Temporada 2009

sevilla_270409.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)