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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Viernes, 27 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Pilar (con diferente presentación y juego desigual, nobles aunque descastados, excepto el 5º, enrazado y con gran presentación).

Diestros:

El Cid. De oliva y oro. Estocada trasera, tendida y caída, que escupe, 6 descabellos (silencio); estocada caída y tendida (silencio).

David Mora. De azul marino y oro. Estocada en su sitioo (palmas); estocada caída (oreja).

Daniel Luque: De caña y oro con remates negros. Estocada trasera, descabello (silencio); aviso, meteysaca, media estocada, aviso, cinco descabellos (ovación).

Incidencias: David Mora pasó por la enfermería después de dar muerte al quinto toro de la tarde para ser atendido de un “varetazo corrido en la cara interna del muslo izquierdo”. Pronóstico: Leve.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: nublado y chispeando al final, temperatura agradabla, rachitas de viento.

Entrada: tres cuartos de plaza.

Crónicas de la prensa: La Razón, El Mundo, La Gaceta, Marca, EFE, COPE, Hoy, El País, Diario de Sevilla, Firmas.

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Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Ya llegamos casi al final y este viernes nuboso no trajo apoteosis. Los toros de El Pilar, bien presentados, eso sí, con peso, con trapío, no dijeron nada en los caballos aunque el sexto derribó de mala manera y casi coge a unos cuantos. Poca casta en el último tercio para el lucimiento de los toreros. El Cid se va de vacío en esta Feria que, aunque se le pueda disculpar en parte por el juego de los toros, la otra parte de culpa la tiene él. En el primero aprovechó algo lo que le dejó el pitón derecho del toro. David Mora estuvo decidido toda la tarde, exprimiendo el pitón derecho del soso segundo. Y cuando vio que el quinto le respondía con raza y genio, supo gestionar una faena vibrante, que subió de emoción cuando lo prendió por el muslo en espectacular voltereta. Decidido, se fue a la cara y le arrancó unos pases y lo mató bien. Oreja de ley. David Luque se lleva en el morrón lo mismo que “El Cid”: nada de nada en tres tardes. Hizo un esfuerzo en el último “colorao” que le quedaba, pero la faena fue larga, intermitente, con buenos pases y tandas de mérito, pero excesiva. Tanto que le tocaron un aviso toreando y el segundo casi entrando a matar. El público le agradeció el esfuerzo. El de Salteras y el de Gerena tendrán que ganárselo en otras plazas. Así es el toreo.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: salvado por la campana

En el último suspiro, cuando parecía que la feria se escapaba apareció “Bilanero”, un toro precioso, ligeramente acucharado de pitones, hondo y alto, musculado y rematado por detrás que hizo las delicias de los buenos aficionados. Y su comportamiento fue bravo aunque tras el quite de Luque por delantales dejó dicho que si se le embarcaba bien, se le dejaban los trastos en la cara y se le conducía la embestida, era de cortijo. Una estampa típica del encaste Lisardo que quiso comerse la muleta desde el comienzo de la faena hasta el final. Lo hizo David Mora que, por momentos, rayó a gran altura por un toreo hondo, esculpido y a veces, demasiado encorvado. Sin embargo, sus series, tanto diestras como siniestras gozaban de un intenso mensaje el cual era adornado por la vibración de la acometida de este cuatreño, que se nos antoja, a falta de dos corridas de toros, uno de los ejemplares más bravos de la feria.

David Mora a punto estuvo de salir con un puyazo del abono, mas, gracias a su temple, empaque y apresto ha salvado una feria muy bien planteada, a priori, pero que se puso cuesta arriba tras el mano a mano con Iván Fandiño, en el que mostró algunas de sus carencias técnicas.

Lo peor: cuando no se aprovechan las oportunidades

No se puede decir que Daniel Luque haya pegado un petardo pero quizá para uno que está llamado a ser un torero importante de Sevilla, no dar ni una vuelta al ruedo en dos comparecencias más la tarde del Domingo de Resurrección es un pobre balance. No hay que perder la esperanza, ni mucho menos, pero él, que está apoderado por una casa grande, como se suele decir, toreará un alto número de festejos, como consecuencia del intercambio de cromos… con lo cual, las exigencias económicas no serán las pretendidas a principios de temporada. A ver qué pasa en Madrid.

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Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. David Mora, con firmeza, amarra el triunfo

David Mora, que el año pasado se convirtió en revelación de la temporada española y en Sevilla dejó una grata impresión, en sendas corridas otoñales, pasó de puntillas en la corrida de Victorino del pasado martes. Necesitaba, por tanto, un triunfo en la corrida que se celebraba este viernes, perteneciente a la ganadería de El Pilar-Moisés Fraile, que fue muy dispar en hechuras y juego.

David Mora contó con el mejor toro del encierro, un ejemplar bien hecho y encastado, que peleó desigualmente en varas, pero que metió muy bien la cara tras la muleta. El comienzo de su lidia despertó interés, ya que el propio Mora, en un quite por chicuelinas, y Daniel Luque, con otro mejor, por delantales, levantaron sendas ovaciones. El toro embistió con transmisión. Y frente a Vilanero, David Mora se mostró firme. Comenzó la faena con unos doblones estéticos y mandones. En las afueras, con la diestra, tiró muy bien del animal para alargar los muletazos. Con la izquierda, hilvanó buenos naturales. Magnífica la serie que bordó con las plantas asentadas y toreando en corto y hacia adentro. El público se volcó en una gran ovación. Con la pañosa de nuevo en la izquierda, el toro se le quedó debajo en uno de los muletazos. Aguantó el tipo David Mora, sin enmendarse, y el toro le propinó un varetazo y lanzó por los aires en una seria voltereta. Se rehízo el torero para otra serie por ese pitón. Y en una faena inteligente y medida, cerró con doblones y se gustó en variados muletazos con torería. Hacía falta tirarse con fe para cobrar el premio. Mora lo hizo y enterró la espada. Trofeo merecido. Con su anterior astado, flojo y manso, al que le costaba embestir, el trasteo careció de emoción, ya que cuando David Mora intentaba bajar la mano, el toro perdía las suyas.

El Cid cerró su feria en blanco. Con el feote primero, flojo, manso y de mal estilo, consiguió una tanda buena por cada pitón. El trasteo no caló en el público. Y para colmo, el saltereño estuvo desacertado con los aceros. El gigantón y basto cuarto, al que le dieron fuerte en varas, metió la cara tras la franela, aunque sin clase. El Cid no consiguió acoplarse.

Daniel Luque terminó su paso por el ciclo abrileño sin alcanzar el éxito. No tuvo un buen lote. Su primero, alto y largo como un tranvía, con movilidad, no llegó a humillar y acabó rajado y en tablas. Luque, robó muletazos por ambos pitones en un trasteo que no llegó al público. El grandote sexto, que derribó en varas y a punto estuvo de coger a un monosabio, consumió mucha gasolina en una faena excesivamente larga de Daniel Luque. De hecho, el torero escuchó un aviso antes de entrar a matar. Luque comenzó sin atosigar al ejemplar de El Pilar. Y brilló especialmente en naturales aislados de bello trazo (el mejor pitón era el izquierdo). Intercaló un repertorio amplísimo y con sabor torero, en trincherillas, ayudados. El público estaba metido en la faena, pese a la inoportuna llovizna. Después de una tanda con la izquierda, con ligazón, el torero persistió y alargó la faena en exceso. Un muletazo del desprecio y un remate fueron de categoría. Entonces sonó el primer aviso. Luque, imperturbable, se gustó en unos muletazos finales. Llegó la suerte suprema. Al torero le costó un mundo cuadrar al cornúpeta, pasado de faena y distraído. Precisó de dos pinchazos y dos descabellos y sonó el segundo aviso. Y lo que hubiera sido una faena de premio, si llega a acertar con la espada, acabó en una ovación.

El público, desencantado en los cuatro primeros actos, llegó a entregarse en los dos últimos. Y vibró fundamentalmente con la notable y firme faena de David Mora a ese quinto, Vilanero, un toro encastado y con transmisión.

El País

Por Antonio Lorca. La alegría de la casta

Cuando se hace presente la casta, se olvidan los pesares y la alegría se apodera de la plaza. Es una de las esencias del toro de lidia: la capacidad de acometer, la fiereza, la raza, la codicia, la acometividad…

Así ocurrió en el tercio de muleta del quinto de la tarde, un toro manso y justo de fuerzas que se engalló al final y vendió muy cara su vida. Fue de menos a más, perseguía la muleta con rabia, embestía como una bala y de manera incansable, y la Maestranza, por unos instantes, fue feliz. Su matador, David Mora, quiso estar a la altura de las circunstancias, y no se dejó ganar la dura pelea. Aguantó con agallas el empuje del animal y lo muleteó con soltura por ambas manos, aunque sobresalió la casta del toro sobre la calidad del torero. De hecho, Mora cortó una oreja cuando su oponente le había puesto las dos en bandeja. Resultó volteado de fea manera al citar para un natural y sufrió un varetazo corrido en el muslo izquierdo, de pronóstico leve. En fin, que, cuando menos se la esperaba, saltó la sorpresa.

Y no se la esperaba porque la corrida salió chica, sin cara, muy blanda y descastada. El primer toro de Mora, de 560 kilos de peso, era un chotillo que nunca debió saltar al ruedo sevillano. Pero así están las cosas: todos los aficionados pendientes de los antitaurinos y no entienden que los grandes enemigos de la fiesta están en ella. Mora llegó a brindar este toro a la concurrencia, con lo que demostró que no sabe que las birrias miserables no se dedican. Le dio muchos pases insulsos, siempre encorvado, y no supo que aquel espectáculo vergonzoso era indigno de esta fiesta.

El Cid no está ni se le espera. Los toreros están hechos de otra pasta, pero son humanos. Y el gran torero Manuel Jesús está pasando un profundo bache. No lo ve, le puede la desconfianza, y ofrece la imagen misma de la derrota. Tiene unas prisas incomprensibles por acabar las tandas y parece que le pesa el traje de torear. Su lote valió poco, pero él no expuso un alamar.

Y Luque quiso hacer el esfuerzo en el último toro de su feria y a poco se lo echan al corral. Fue la suya una faena larguísima, de menos a más, henchida de voluntad, y brillante en algunas fases. Se acopló en los acordes finales y allá estaba cuando sonó el primer aviso antes de entrar a matar. En el otro, acelerado y aburrido.

Por cierto, en la grada había serias sospechas de que las astas de los toros podrían estar ‘afeitadas’. Hay que ver lo mal pensada que es la gente…

Hoy

Por Víctor J. Vázquez. Mora y la afición cabal de la Maestranza

Para camino inescrutable el que se abre cada tarde en el paseíllo de una plaza de toros . Ayer se acomodaba en el tendido once un joven con chanclas, barba descuidada y una camiseta dada de sí, en la que lucía un pin con el famoso retrato del guerrillero argentino Che Guevara. Resaltaba mucho, hay que decirlo, en una plaza tan bien vestida como La Maestranza, la presencia de aquel muchacho que respondería al tipo propio del perroflauta, y del que todos suponíamos que era su primera presencia en una plaza de toros . Después de ver el comportamiento del primero de la tarde, inválido y manso en todos los tercios y al que El Cid solo pudo sacar un par de series por la derecha, para justificar su presencia, evidenciar las carencias del toro y evitar silbidos, pensé muy seriamente que el perroflauta había decidido iniciarse en esto en muy mal día. Tras el arrastre de este mansísimo primero, cuando se oyeron algunas palmas de condescendencia con el Cid, el perroflauta se levantó mostrando su desaprobación más absoluta con cualquier reconocimiento a lo sucedido en el ruedo.

Entonces me di cuenta, yo estaba equivocado, el joven perroflauta no era un neófito, era un aficionado cabal. Él, como los otros aficionados cabales de esta plaza, vieron cómo el segundo de la tarde era otro animal de una endeblez sorprendente, frente a la cual David Mora solo pudo poner formas de torero, por que torear, lo que se dice torear, era una tentativa imposible. Y así vino el tercero, al que Luque saludó con unas verónicas propias de su sabida virtud artística, pero que, como todos, se hundió tras la suerte de varas, convirtiéndose la tarea del torero en el último tercio en una suerte de compendio de muletazos paliativos, con el objetivo principal de mantener el toro de pie al son de la muleta.

Corridas mansas, toros deprimidos como los de ayer, tienen un confirmado efecto contagioso sobre los toreros, que se deprimen, y sobre el público sevillano, que ya ni siquiera fue capaz de protestar por la absoluta falta de raza y fuerza del cuarto de la tarde, al que toreó El Cid en una faena por desgracia ya vivida por todos. Nadie protestó salvo el díscolo perroflauta, del que yo ya conocía en ese momento de su educación torista forjada sobre el gusto de correr los toros en los encierros propios de su tierra.

Fue entonces cuando salió el quinto de la tarde para David Mora y allí ocurrió el milagro: un gran toro, un toro bravo. La manera de rematar en los burladeros, su codicia en el caballo, su forma de humillar desde el primer capotazo, todo nos ponía de manifiesto que estábamos ante un toro de cualidades excepcionales para la lidia.

David Mora lo vio y se abrió a la alegría desde el principio con una serie de ajustadísimas chicuelinas, a la que respondió Luque con un quite de preciosos delantales. Mora ofreció con honestidad sus cualidades a las de la bravura del toro y lo toreó en largo por ambas manos, cogiendo la embestida muy adelante y agotando el muletazo con toda la profundidad. Fueron tandas de muchísimo dominio, hasta que en una serie de naturales el toro enganchó a David propinándole una terrible voltereta, por fortuna sin consecuencias graves.

La soporífera tarde había entrado en el territorio de la verdadera emoción y, justo después, entró en el del arte de la mano de un final de faena inspiradísimo de David Mora, en el que, siempre por bajo, con la rodilla flexionada, el torero dio sus cuatro mejores muletazos de esta feria, con un trincherazo final heredero de la mejor torería. Tras la estocada, el presidente le concedió una oreja y hubo una débil petición de segunda que no secundó el perroflauta, sabedor de que los aficionados cabales de la Maestranza, si bien no insisten en protestar los toros, tampoco dejan que una voltereta les haga olvidar que, frente a un gran toro, hubo tandas en las que solo aplaudieron un muletazo o dos. Sabedor también, de que es el Mora de los últimos ayudados por bajo y el trincherazo final quien merece ese gran honor.

COPE

Por Sixto Naranjo. ‘Vilanero’ redime a David Mora

No podía esperar más David Mora para despejar las dudas que había dejado su inicio de temporada. Sus enfrentamientos con Iván Fandiño se los había llevado de calle el vizcaíno y su paso por las principales ferias del comienzo de temporada no había sido especialmente brillante.

Tras el mano a mano con la corrida de Victorino Martín, David Mora afrontaba este viernes en Sevilla algo más que una reválida. Buscaba una reivindicación y un toque de atención. Lo que no sabía el torero madrileño es que en su camino en este su último paseíllo en la Feria de Abril iba a encontrarse con un gran toro. Con el toro de lo que llevamos de Feria. ‘Vilanero’, con el hierro de Moisés Fraile, puro encaste Lisardo. Perfectas hechuras, pelea de bravo en el caballo (en el primero se arrancó de lejos en cuanto vio a los montados, empujando y recargando; y en el segundo puyazo cumpliendo con creces) y embestida vibrante y encastada en el último tercio.

Mora lo vio pronto y tras un inicio de faena doblándose con el pupilo de Moisés Fraile, trenzó dos tandas en redondo de buen trazo, bajando la mano y llevando largo al toro. Después, a izquierdas, con algo menos de reunión pero con el toro poniendo la chispa necesaria para que lo realizado por el diestro transcendiese al tendido. En un descuido por falta de colocación, el toro enganchó a David Mora por la taleguilla para lanzarle por los aires. Quedó en un susto y a partir de ahí, el diestro se arrebató y llegaron los mejores pasajes de la faena. La tanda culminante fue a derechas, con el toro embistiendo todavía con todo y el torero sometiendo por abajo. Un torero final con doblones y ayudados dio paso a una estocada algo desprendida. Oreja para el torero y cicatero reconocimiento a un toro bravo con la ovación que recibió en el arrastre.

El resto de la corrida lució el hierro titular de la casa, el de El Pilar. Encierro variado, interesante y con fondo de casta que no terminó de rebosarse en sus embestidas. Quizá el toro de más clase y claro en la muleta fue el que enlotó el propio David Mora en primer lugar. Al toro le faltó algo de fortaleza. El quehacer de Mora se vivió con frialdad, fruto del desacoplamiento que se vivió entre toro y torero.

También tuvo nobleza el que cerró plaza, un colorado alto de agujas que sin embargo rompió a embestir con buen son, especialmente por el pitón zurdo. Daniel Luque salió a por todas desde el principio. Tiró mucho de la embestida el sevillano, con naturales de gran dimensión pero sin la continuidad y ligazón necesaria para que el trasteo rompiese de verdad. Faena paciente que alargó Luque en pos de un triunfo que no llegó finalmente por el mal uso de la espada y el descabello, llegando a escuchar hasta dos avisos.

En su primero, al de Gerena le faltó un punto de limpieza y mando ante un toro exigente que se movió mucho pero sin clase y con el defecto de salir de las suertes con la cara por las nubes.

Quien ha completado una feria en un tono gris ha sido El Cid. El torero de Salteras no ha podido remontar tampoco este Viernes de Farolillos. Y eso que en primer toro, que no se definió en los primeros tercios e incluso a punto estuvo de darle un susto a El Boni, tuvo un buen pitón derecho en la muleta. Hubo acoplamiento en una tanda en redondo, con El Cid llevando muy tapado al toro del hierro salmantino. Pero tras pasarse la muleta a la zurda llegaron las dudas y la indefinición y todo se fue diluyendo.

El cuarto fue el toro más deslucido. Tiró pronto de freno de mano y El Cid, con la bandera blanca y en retirada, tampoco se dio mucha coba con él. En ambas actuaciones fue silenciado.

EFE

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Esfuerzo de Luque y mala impresión de El Cid

Era Viernes de Farolillos y la plaza ofrecía una imagen inédita para una fecha que se supone grande. Ciertos carteles ya no funcionan y el escaso tirón de ciertos toreros repetidos hasta la saciedad hace un flaco favor a la calidad de una fiesta que más que nunca está necesitada de excelencia.

Se esperaba mucho del encierro de la familia Fraile, que volvió a traer a los corrales de la Maestranza un imponente muestrario de toros que podrían haber dado más y mejor juego en circunstancias muy distintas: por un lado, por la alarmante falta de fuerzas que ha afectado a demasiadas corridas de la feria; por otro, su hubiéramos visto en otras manos alguno de los ejemplares lidiados esta tarde.

A la postre, el que se llevó el gato al agua fue el que más lo necesitaba. Y es que el diestro toledano David Mora había dejado algunas dudas abiertas en su compromiso anterior, despachando mano a mano con su compañero Iván Fandiño el interesante encierro de Victorino Martín.

Desgraciadamente, la sensacional clase y el tranco anunciado por el segundo de la tarde no se sostuvieron en las escasísimas fuerzas del animal y David Mora poco pudo sacar en espera de que saliera el quinto.

Ésta vez cambiaron las tornas y para ello fue proverbial que se encontrara con ese toro, un ejemplar de auténtica revolución que rompió a embestir con encastada y emocionante nobleza en la muleta de su matador a pesar de la caótica lidia que había precedido el último tercio.

Pero el toro estaba rompiendo con importancia, enseñando un emotivo y difícil pitón derecho que hizo pasar algunas fatigas a David Mora, que lo pasó por ese lado sin bajarse del filo de la navaja.

Si por el lado diestro se había visto algo desbordado en los inicios, lo vio completamente claro por el noble y enclasado pitón izquierdo cuajando varias tandas de buenos naturales que conformaron el cuerpo central de una faena que se interrumpió de repente, cuando Mora fue alcanzado de fea manera.

No había sido nada y el torero remachó su labor toreando esta vez mucho más centrado, verdaderamente entregado y con una enorme carga de desgarro y emoción, en una postrera serie diestra a la que siguieron unos bellos ayudados finales antes de montar la espada.

La mala colocación del acero, que funcionó con prontitud, no le impidió cortar una merecida oreja que paseó jubilosamente. Pero ojo, el toro era de encumbrarse.

Daniel Luque también redimió en parte su paso por la Feria de Abril esforzándose a tope con el áspero pero potable sexto de la tarde, al que extrajo varias series de naturales bien compuestos después de una primera fase de sobo y acople que alargó considerablemente el trasteo.

Pero el joven diestro de Gerena llegó a tener cerca un trofeo que había amarrado con algunos detalles finales que no tuvieron refrendo con la espada. Con el tercero, que tuvo una brusca y engañosa movilidad, pasó mucho tiempo en la cara sin sacar nada en claro.

Por fin despidió su particular feria El Cid sin añadir nada a su currículo: pasó un indisimulado mal rato con el encastado ejemplar que abrió plaza y acabó de subir al Calvario sin poder dominar al bronco y duro animal que hizo cuarto.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Una oreja que sabe a muy poco

Una oreja se antoja un balance pobre para una corrida tan noble como la de El Pilar. Hasta el quinto, la tarde era grisácea en el cielo y el ruedo. Era un gris de conformismo, como si en el fondo no se esperara mucho del festejo. Craso error. Los toros de El Pilar tenían todos los ingredientes para facilitar una buena tarde.

Altos y largos, con las caras lavadas y recién ‘planchás’, el encierro de Moisés Fraile reunió nobleza y mansedumbre. Gracias a esa condición mansa en los primeros tercios, la corrida se lidió completa sin que ninguno tomara el camino de los corrales. Al no emplearse, casi ninguno se derrumbó. Y cuando alguno lo hizo, como el segundo, el palco se mostró menos activo que otras tardes para sacar el pañuelo verde.

En resumen, una corrida con mucha nobleza en la muleta, algunos con clase, como el quinto, mientras otros embistieron con la cara alta. Por supuesto, una corrida para andar con ella a gorrazos, porque ninguno molestó a los lidiadores. De este conjunto de toros nobles, sólo una oreja cortada por David Mora en el quinto por una faena vibrante en la que aprovechó que el toro repitió y el torero ligó con buen estilo. Una solitaria oreja es un balance pobre para este encierro. En cualquiera otra época del toreo se les cortan cuatro o cinco trofeos. El análisis de los motivos por los que no se cortaron más orejas demuestra que la terna no estuvo a la altura deseada.

Los pitones de los toros también exigen algún comentario. El trapío, que existe, necesita armonía y conjunto de las hechuras. No vale un toro escuálido con muchos pitones, como tampoco es admisible un toro grande con seiscientos kilos con dos pitoncitos mínimos. La de El Pilar se inscribe en este último grupo: toros grandes y altos sin pitones. Por tanto, fue una corrida sin trapío de plaza de primera. La báscula, es decir los kilos, no marcan a un toro como digno para Sevilla. La oreja se la llevó David Mora, que, igual que sus compañeros, despedía una feria en las que sus expectativas no se habían cumplido. Mora venía de matar la de Victorino sin eco alguno y superado por su rival Fandiño. El toro quinto embistió mucho y Mora estuvo a la altura en tandas por ambos pitones con largura, templanza y ligazón. En el toreo moderno es necesario ligar, como en tantas facetas de la vida. Si no se enlazan los pases, el tendido permanece impasible. El madrileño toreó bien, a veces algo acelerado, otras algo encorvado, pero bien. Como salsa definitiva, el toro lo cogió en un descuido. Fue el picante que precisaba su faena, que tras el remate de una estocada trasera fue premiada con la oreja.

El mismo Mora fue un diestro tozudo en el primero de su lote. El animal no se tenía en pie y, además de brindarlo a la plaza, se puso reiterativo y pesado en una faena en la que apenas le prestaron atención, sencillamente porque faltaba un toro de verdad por delante. Se comprenden las ganas de triunfo, que es Sevilla, que es la última tarde, pero hay que ser más listo y no empeñarse en sacar partido de un animal inútil.

No hubo más orejas. El Cid remató su Feria menos brillante desde que es un torero predilecto de la afición sevillana. El primero fue manso. Manuel Jesús lo intentó sin acoplarse a una embestida algo irregular pero más que potable. El cuarto sangró mucho tras el tercio de varas. Tenía pocas fuerzas y se le arreó estopa en el caballo. A la muleta llegó con la cara alta pero con nobleza. El Cid toreó mucho por la derecha sin poder entenderse con un animal que no quería muleta alta, pero al que era complicado bajársela.

El Cid cumplió su tercera corrida sin nada que llevarse al esportón. Conforme ha avanzado la Feria se le ha visto presionado, lo que ha dificultado mucho que se mostrara relajado en la plaza. No está acostumbrado el de Salteras a completar una Feria tan hueca.

También la finalizó Daniel Luque y se va de vacío, aunque la lectura es distinta. El torero de Gerena está todavía tomando impulso en su carrera torera. El grandísimo tercero, sin pitones, tenía pocas fuerzas pero llegó a la muleta embistiendo mucho. Lo quería todo por abajo. Daniel no encontró el temple y en la mitad de las tandas resultó enganchado.

El sexto le permitió una faena larguísima, en algunos momentos de gran belleza, preñada de adorno maravillosos, pero el conjunto estuvo por debajo de lo esperado. Tardó mucho en acoplarse al animal. Le avisaron antes de entrar a matar y faltó poco para que se fuera vivo a los corrales. Sus pases son muy hermosos, pero debe mejorar mucho como torero.

Marca

Por Carlos Ilián. Bilanero, un toro para encumbrarse

Viernes, en plenos farolillos, un día grande de la feria y en la Maestranza poco más dedia entrada. Todo esto nos hace pensar que la crisis está arrasando y que las empresas no pueden seguir ofreciendo unos carteles tan ramplones como el de ayer si quieren que esto no los obligue a reducir drásticamente el número de corridas. Aunque nos queda una sospecha: con carteles baratos y medio aforo no se pierde dinero. ¿Hasta cuándo aguantará la gente?

Tampoco faltó el baile de corrales un día antes de la corrida. A Moisés Fraile (El Pilar) le rechazaron los seis toros que se trajo para Sevilla, la mayoría por falta de trapío. No sé que estaba pensando el ganadero para embarcar semejante género con destino a la segunda plaza del mundo, pero queda en muy mal lugar. Al final remendó el desaguisado con otros cinco toros nuevos y el ganadero se hizo responsable de la lidia de uno de los toros rechazados, que salió en segundo lugar. Ante estos antecedentes tan nefastos nadie podía esperar que luego los toros que saltaron al ruedo dieran, en conjunto, un juego magnífico a pesar de su falta de fuerza, su pun to débil.

Y de todos ellos hay uno, de nombre Bilanero, lidiado en quinto lugar que resultó excepcional, un toro de escándalo, el toro de la feria sin lugar a dudas. El soberbio ejemplar de Moisés Fraile embistio con una clase soberana por ambos pitones, se empleó con una fijeza admirable y tuvo una codicia que le hacia tomar el engaño ante el más leve toque. La suerte de David Mora fue de premio gordo. El torero estuvo muy dispuesto, se empleó a tope dentro de sus limitaciones artísticas y pasó por el susto de una voltereta de la que salió envalentonado para ligar los mejores derechazos., más ligados y hondos que el anteroior repertorio donde hubo mucha velocidad y demasiadas distancias. Cortó una oreja, que no deja de ser un premio menor cuando enfrente tuvo un toro de rabo.

Su toro anterior , de clase infinita, adoleció de una endeblez insuperable para el torero. El Cid tuvo una actuación espesa y por debajo de su lote. También anduvo en tono menor Daniel Luque que no consiguió enderezar la tarde en el buen sexto toro al que atropelló entre enganchones y a punto estuvo de escuchar los tres avisos. Se le fue la feria en blanco y se le agota el crédito

La Gaceta

Por José Antonio del Moral. Oreja de peso al resurgir del mejor David Mora

Fue por su gran faena al quinto toro de El Pilar, el mejor de un variado envío que contó con más toros de triunfo junto a otros deslucidos. El mismo Mora no se acopló del todo con el segundo, ni El Cid con ninguno de los suyos, dando pobre muy impresión en la última tarde de su feria. Tampoco Luque con su lote aunque, muy tarde, terminó bien con el sexto, marrando mucho con los aceros. Mora, que fue cogido y sufrió un leve varetazo, salvó su crédito y, por fin, entró en la Maestranza.

Primero hay que aclarar los malévolos equívocos que parte de la crítica difundió ayer tratando de desmerecer lo hecho anteayer por Manzanares. Son los mismos que han dicho que Fandiño “entró en la Maestranza” cuando lo que hizo fue llamar a la puerta y han tapado le monumental petardo que ha pegado Castella en la feria. Si tanto el francés como el vasco hubieran estado como Manzanares con los cuvillos o como David Mora ayer, les habrían colocado en los altares. ¡Qué vergüenza, señores¡. Pero vamos con la decimoquinta. Dos tercios de entrada. Increíble en un viernes de farolillos con El Cid, David Mora y Luque. Que cada cual responda a su por qué.

Renqueó el primero de El Pilar. El Cid trató de que no se cayera con suaves lances. Dos puyacitos al relance de su distracción y poco más porque el toro se fue a tablas andarín. El Boni lo tiró al suelo por ver si lo devolvían. Buen par de Alcalareño tras fallar y en sus huidas arrolló a El Boni. El Cid empezó la faena por bajo, el toro dobló las manos y tardó en acomodarse con la derecha. Lo consiguió en la tercera tanda. Otro tanto aunque peor al natural. Más pases a derechas sin reposo con el toro ya orientado. Tendida y cinco descabellos. Aunque manejable, se unieron lo incierto de toro y la poca confianza del torero. Sin fuerza el cuarto. El último de la feria de El Cid. Le dan trasero al burel, dormido en el peto. Y si con el primero no terminó de asentarse, con éste algo peor aunque no molestó, menos. Caída trasera saliendo perseguido. Volverá con Castella a San Miguel. Espero que no se contagien el uno del otro.

Suelto el segundo, pero humilló. David Mora se estiró por verónicas de menor a mayor hondura que remató con sabrosa media. Fue alegre al caballo y rectificó el picador tras un picotazo en la paletilla de los que salió diezmado. Aguantó en banderillas. Mora brindó al público. Como el toro fue y vino noble, Mora lo condujo a derechas aunque algo acelerado y por las afueras. Muy bueno el de pecho zurdo. Mejores los siguientes redondos y otro gran pectoral. El toro no aguantó ni siguió del todo los naturales. Ni tampoco los derechazos finales que terminaron con circular invertido y otro agarrándose Mora al lomo del burel. Inconclusos ayudados por bajo y excelente estocada. Silencio.

El quinto se desentendió del capote de Mora y se picó solo y manseando en su continuo huir. Buen quite por chicuelinas del matador. Otro de Luque por desairados delantales y garbosa media. El toro había mejorado mucho. Mora brindó al gran aficionado inglés, Michael Wigram. Y a tal señor, tal honor. Buenos doblones. Derecha y de pecho. Y una buena tanda. Aún mejor la tercera. Música. Se crece en los naturales. Este sí es el gran David Mora del año pasado. Aunque en un descuido, es cogido de lleno, se calienta y arma el taco por más redondos. Soberbios ayudados por bajo, trincheras solemnes y estoconazo. Oreja con mucha fuerza. El Mora de esta faena es el que queremos. Este sí que “entró” ayer en La Maestranza. ¡Enhorabuena¡

Daniel Luque apuntó buenos lances al tercero que echó las manos por delante y se encampanó en los emboques. Cumplió en varas. Pero no en los dos quites del matador, asimismo bien apuntados. Mientras banderilleaban, Luque ensayó naturales de salón. A ver si se los pega al toro. Empezó la faena por alto y con un inconveniente trincherazo. Y como el toro no humilló, los naturales no fueron como los que dio al viento. Tampoco los redondos con el toro rebrincado. Los enganchones pusieron al toro peor de los que estaba. Estocada trasera y cuatro descabellos.

El sexto derribó al caballo contrario al huir de salida y pareció lastimarse. Pero se fue arriba y muy noble en banderillas. Luque lo brindó y alternó desajustes con ajustes en su faena por redondos y forzosamente aislados naturales. Muy tardíamente se acopló con las tandas y las preciosas trincherillas del final. El toro respondió con lo bueno que llevaba dentro. Aunque por distraerse a la hora de matar, Luque pinchó dejando escapar una dorada oportunidad. Sea por lo que fuere, este Luque no es ni de lejos el que vimos triunfar tantas veces el año pasado.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Mora corta una oreja con fuerza a un extraordinario toro de Moisés Fraile

Sopló un aire frío en el arrastre del tercero. El aire de la nada. Había sido un toro alto como un caballo. Y largo. Por pura morfología le costaba humillar un mundo y parte del otro. Daniel Luque le propuso cosas a la verónica. En el saludo y en un quite. De los lances salía el ejemplar de El Pilar con la cara alta. En un momento pareció descolgar algo más por la mano izquierda; y en todo momento nunca quiso nada encima. Ni la muleta. Y arrollaba.

La corrida de El Pilar estuvo marcada por inmensos cuerpos y desproporcionadas caras. En comparación con los cuerpos, claro. Corpulenta y de poca cara. El toro que abrió plaza saltó al albero como dormido y escaso de fuerza. El Cid lo cuidó en el caballo, del que se soltó. Suelto también en banderillas. Complicada la brega. La tomó en principio de faena con buen aire por el pitón derecho. Cid se dobló, no se acopló en la tanda inicial y sí lo hizo en dos tandas de redondos en los que el toro repitió, sin terminar de descolgar. Soberbios los pases de pecho, lo mejor, por cierto. El paso mosqueón por la zurda marcaría un antes y un después. El toro ya no sería el mismo en el regreso a la diestra, más corto el viaje, que en su plenitud mereció mayor apuesta.

El colorao segundo tuvo escasitas fuerzas. Blando de remos. Sin embargo tenía buen fondo. La costalada en mitad de la lidia por un capotazo canalla enfadó al personal. David Mora estuvo por templar y correr la mano más, por encima de su excesivo codilleo a derechas. La pena fue que cada vez que una serie hacía por remontar el vuelo, al final el toro perdía las manos sin el temple de las yemas y se enfriaba todo. La estocada fue a carta cabal.

El cuarto, cinqueño, pegajoso y andarín, sacó a la luz todos las carencias actuales del Cid, en especial la falta de confianza. Ese querer y no poder. Feria en blanco inmaculado tres tardes después…

Muy suelto salió el quinto, de Moisés Fraile. Cobró el primer puyazo nada más apareció el caballo picar por la puerta. Se centraría luego. Y de qué forma. 'Bilanero' por nombre. Otras hechuras. Entre los toros de podio de la feria. David Mora se dobló con él. Y pronto descubrió al toro. Por la mano derecha lo toreó con largura, excelso el trepidante ritmo del toro, que fue el de la faena, y la manera de viajar tras la muleta. Siempre puesta. Ligado el toreo. Dos tandas de enorme vibración. Siguió al natural y 'Bilanero' la perseguía con ese puntito magnífico para abrirse y otro punto más de repetición. Para reventarlo por abajo. En un tris de ventana abierta, surgió la voltereta. Falló técnico más que mala fe del bravo toro; fallo entre un torero que este viernes superó con creces vicios. Del volteretón se levantó íntegro. Bañado sólo por la sangre del lomo del toro. El Cid salto a hacer el quite sin capote en las manos. La música no paró de tocar. Tristán se enmienda. El cierre genuflexo tuvo su aquél y la estocada rinconera su efectividad. La oreja cayó con fuerza. La ovación en el arrastre para 'Bilanero' también.

Noblón resultó el grandote sexto. La larga faena de Daniel Luque tuvo picos, remontados de mitad de faena en adelante sobre la mano izquierda. Unas preciosas trincherillas brillaron con luz propia. Y los adornos últimos. El aviso sonó entonces. Pasarse de faena trajo problemas a la hora de cuadrarlo. Falló con la espada. Otro aviso. Nervios con el descabello con la hora encima.

La Razón

Por Patricia Navarro. David Mora y la lotería de «Bilanero»

Hay faenas que hacen historia y toros que perduran en la memoria histórica al menos del aficionado y casi seguro del que pisa la plaza de vez en vez. Parecía que la tarde iba relatando, capítulo a capítulo, lo que estaba por llegar. Y llegó con «Bilanero», con el hierro de Moisés Fraile, la otra divisa de El Pilar, en quinto lugar.

La rotundidad. La embestida que genera espectáculo en sí misma. El toro del fin, del principio. Toro para olvidar mansadas o desatinos. Toro para abandonar la desidia, para arreglar una temporada. Era «Bilanero» una preciosidad de 562 kilos, reunido de pitones y acapachado y salió suelto en el capote, marca de la casa también. Hay que esperarlos, la fe en que se entreguen después. Cumplió en el caballo, ni brillantez ni huida, y aguantó dos quites como prólogo de la faena: uno de Mora, su matador, cómplice, y otro de Luque. Llegó el toro a la muleta con movilidad, una boyantía que dejó petrificada la expectación y se hizo con el público cuando ese toro metió la cabeza de verdad, con profundidad, con entrega, con casta. Un toro importante, porque había que mandarlo, porque en esa lucha de poder había un ganador. David Mora ligó los muletazos, sin tiempos muertos, consciente de lo que tenía delante, y lo mejor llegó al natural, el toro también quería ir al más allá para volver al más acá sin inmutarse. En un natural quedó Mora descubierto, viento en popa a toda vela o muleta atrás, quién sabe, apenas décimas de segundo para decidir y «Bilanero» que fue gran toro, no perdonó. La cogida a David Mora fue tremenda. Seca. Rotunda. Agria. Para romperle. Se levantó, sin mirarse, ya habría tiempo. Sevilla… «Bilanero»… Y cuajó quizá la tanda más enfibrada. Estábamos metidos en la faena hasta la médula. Impacto, una incógnita por desvelar. Momento clave. Decisivo. Se fue David Mora a por la espada, y, antes de perfilarse, dibujó los muletazos más estéticos, con esos cambios de mano que preparan al toro para su destino final. Metió la espada, caída parecía a los lejos. Y el trofeo se pidió. Se concedió. Lo paseó. Después acabó en la enfermería para atenderle de un varetazo en el muslo izquierdo de pronóstico leve. Un trofeo. El toro era de dos. De infarto. Quizá la cogida aceleró la faena y la dio carpetazo por adelantado. No sé. Mora quiso y se entregó. Y la faena a «Bilanero» bien podía sustentar un romance.

Su primero, segundo de la tarde, tenía las fuerzas justas y la calidad en las venas. Una dulzura de toro, nobleza a rabiar y clase en el viaje. Toro bueno para temple exquisito. Mora no estuvo fino. Se le vio agarrotado y forzado en una faena que se deterioró sin levantar el vuelo.

El Cid anduvo a la baja con el primero que tuvo movilidad y empuje en la muleta y el cuarto, que con el punto de genio apretó, pero el pozo estaba seco.

Rebrincado, basto y bruto fue el tercero de la tarde ante el que Luque tiró de firmeza. El sexto tuvo nobleza para regalar. Largo se fue el sevillano en una faena de menos a más. Tanto que el primer aviso cayó antes de coger la espada… Y rozó un doloroso fin de fiesta. «Bilanero», qué gran toro fuiste.

Firmas

Por Gastón Ramírez Cuevas. David Mora y el toreo verdad

Cuando de la corrida no se esperaba ya nada porque los toros de El Pilar y Moisés Fraile estaban fracasando por la debilidad, vino el quinto de la tarde, “Bilanero”, y resultó ser ese garbanzo de a libra en la ganadería actual: un toro relativamente fuerte, bravo y codicioso. Afortunadamente “Bilanero” cayó en manos de David Mora, un torero realmente admirable que sí conoce el significado de la palabra honra, que sí sabe lo que es el pundonor, y que además torea con mucha clase y verdad. El madrileño quitó por chicuelinas muy ajustadas, rematadas con dos medias y se llevó la primera ovación de la tarde. Inició la faena de muleta doblándose con el astado, con un muletazo de la firma y el de pecho. Los derechazos largos y templados mostraron que el trasteo podía resultar memorable.

Mejores fueron las dos primeras tandas de naturales mandones, elegantes y sobrios, con David Mora en el sitio exacto, corriendo la mano y rematando el muletazo detrás de la cadera. Al inicio de la tercera tanda con la zurda, el cornúpeto le levantó los pies de la arena por no enmendar en el segundo pase. Sin verse la ropa, Mora volvió a la cara del toro y le pegó una tanda de derechazos inmejorables, enormes.

El cornúpeta pidió la muerte y David le preparó con ayudados por bajo y trincherazos. La estocada entera no fue todo lo fulminante que el coleta hubiese deseado y por eso el premio se redujo a una sola oreja. ¡Ahí queda eso! Una de las mejores faenas del serial sevillano.

Un triunfo nada sorprendente pues ya en el tercero del festejo, Mora nos había regalado instantes de gran pureza y calidad ante un castañito noble como él solo y terriblemente inválido.

Los otros dos de la terna fueron El Cid y Daniel Luque. Del Cid podemos decir que aburrió a su primer toro a trapazos velocísimos, y ¡ojo!, ese animal tenía dentro treinta embestidas con transmisión. Ya en el cuarto de la tarde Manuel Jesús naufragó en un pantano de tedio, sopor y aburrimiento.

Así pasó por la feria El Cid, inadvertido, a la baja, un poco patético, como todos los que torearon tres tardes, incluyendo o no el Domingo de Resurrección.

Daniel Luque estuvo bien en el segundo de la corrida, exponiendo y toreando con seriedad a un bicho muy incierto y con peligro. Pero lo mató como acostumbra, fatal. Lo trágico para el torero de Gerena vendría en el sexto, un cornúpeto noble hasta la médula, repetidor, y que aguantó mil seiscientos quince muletazos: ¡el toro de la ilusión postmoderna! Claro que hubo buenos momentos, tanto en los adornos como en el toreo fundamental, pero éstos fueron mucho menos de la mitad de toda la faena, es decir, poca cosa.

Luque se enteró muy tarde de que el bicho tenía un gran pitón izquierdo, y ya es decir, porque se dejaba torear de maravilla al derechazo. Le pitaron un aviso antes de tirarse a matar y otro después.

Este muchacho está muy mal con la toledana y con la corta, algo que debe remediar rápidamente. Si Luque ejecutara la suerte suprema con cierta verdad, para conseguir meterle a los toros espadazos en los riñones tendría que tener un brazo de casi dos metros de largo. Está claro que lo que hace es vaciar de lo lindo y estoquear a la media vuelta. Y para descabellar a un toro es preciso que éste descubra, que no esté engatillado, que humille. Además, es menester que el matador se arrime y tire el golpe en corto y perpendicularmente, cosas que no está en la tauromaquia de Daniel.

En resumen, hablando de El Cid y de Luque, podemos decir que puede haber cierta nobleza en el fracaso, pero jamás habrá gloria en la ineptitud. En cambio, David Mora fue un dignísimo ejemplo de integridad y elegancia toreras. ¿Por qué? Porque hizo el toreo clásico, conoce el oficio y es un artista valiente.


©David Mora pasea la única oreja cortada ayer en la Maestranza, al segundo de los enemigos que le tocaron en suerte/JUAN FERRERAS/Vocento. David Mora/Foto: Juan Carlos Muñoz/Diario de Sevilla.

Sevilla Temporada 2012.

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