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Real Maestranza de Sevilla

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Sábado, 28 de septiembre de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Olga Jiménez y Hermanos García Jiménez (bien presentados, escasos de fuerza, nobles y con juego, excepto el 2º y el 4º, pitados en el arrastre).

Diestros:

El Cid. Pinchazo, estocada caída y tendida (saludos desde el tercio); estocada (vuelta al ruedo).

Sebastián Castella. Pinchazo, media estocada (silencio); pinchazo hondo (silencio).

Miguel Ángel Perera. Estocada (oreja); pinchazo, estocada baja (saludos desde el tercio).

Banderilleros que saludaron: la cuadrilla de Sebastián Castella (José Chacón, Javier Ambel y Vicente Herrera), en el 2º. Y de la cuadrilla de Miguel Ángel Perera Joselito Gutiérrez en el 3º, Guillermo Barbero en el 3º y en el 6º y Juan Sierra en el 6º.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: sol y nubes, temperatura agradable.

Entrada: poco más de media plaza.

Crónicas de la prensa: El Correo de Andalucía, El Mundo, EFE, El País, Diario de Sevilla, Toromedia.

<iframe src="//player.vimeo.com/video/75689561" width="500" height="275" frameborder="0" webkitallowfullscreen mozallowfullscreen allowfullscreen></iframe> <p><a href="http://vimeo.com/75689561">Resumen 21ª de Abono, Manuel Jesús 'El Cid', Sebastián Castella y Miguel Ángel Perera</a> from <a href="http://vimeo.com/maestranzapages">Maestranza Pag&eacute;s</a> on <a href="https://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La segunda de San Miguel trajo a la Maestranza el valor de la emoción, de cómo se le puede a un toro, se le domina, se le somete y se te entrega. Impresionante faena de Perera, de poderío, de dominio, que le hizo merecedor de oreja y media. Y vaya usted a saber qué habría pasado si mata a la primera al quinto. La Puerta del Príncipe estaba entreabierta y para siempre quedará la incógnita sobre ello. Ese toro exigente de Matilla - quien enlotó que le dieron los dos cinqueños a Perera- que le pedía el carnet al lucero del alba, y ese torero - de la Puebla como Morante, pero no del Río sino del Prior- provocaron un momento de delirio y pasión en la Maestranza que se recordará mucho tiempo. Da igual las orejas o las puertas cuando se vive esto. Los otros de Matilla terciaditos unos más que otros. A El Cid, como casi siempre, le tocó el lote y eso que esta vez no estaba su talismán en esas lides, Alcalareño. Estuvo aseado mejor que otras veces en Sevilla, pero tenía que haber tocado pelo. Castella desdibujado, con un lote horrible es verdad. Hubo buenos banderilleros: grande José Chacón con el capote y Joselito Gutiérrez y Juan Sierra con los palos. Y luego está el de la música, que toca sospechosamente pronto una veces y en otras como en el faenón de la temporada ni se enteró. Pero esa faena no se nos va borrar de la mente en nuestra vida.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Cumbre de Perera. Antes de que los matadores hicieran el paseíllo, en la plaza había un nombre que resonaba con expectación: Miguel Ángel Perera. Y era normal después de la gran temporada de triunfos que ha cosechado. Una tarde más el extremeño ha dado un paso más en su evolución y ha rubricado el buen momento que atraviesa. El complicado tercero no se lo puso fácil a Perera, pero sin pensárselo pegó las zapatillas al albero, inmóvil, tragándole al astado, consiguió que pasara una y otra vez por la muleta del de la Puebla del Prior, que acabó recetándole un estoconazo que le valió la oreja. Armado de valor y de entrega, en el sexto se fue a portagayola y le instrumentó cinco templadas verónicas. Después toreó con mucha suavidad por el pitón derecho en una faena en la que fue subiendo el diapasón de la intensidad. El Cid volvió a llevarse el lote de hoy. Dio una vuelta al ruedo en el cuarto tras una leve petición. El Cid por fin vuelve al sitio de donde no debió haber salido, aunque todavía le falte rematar.

Lo peor: La espada no afilada. Perera soñaba con la Puerta del Príncipe y la rozó con las yemas de los dedos. La espada fue traicionera en esta ocasión y era manifiesto el enfado y el dolor del extremeño. Castella no tuvo suerte con sus oponentes, pero aún así, una vez más, queda patente que el galo no es un torero demasiado querido en Sevilla. Tristán tampoco volvió a estar fino hoy. Se equivocó con Perera al tocar demasiado tarde al contrario que hizo con El Cid. Mañana llega Morante, El Juli y Talavante con los de Juan Pedro. Tres leones que seguro saldrán a comerse la tarde.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Perera se despide de soltero…

La espada separó a Perera de la gloria definitiva. Quién sabe, podría haber abierto esa puerta que se mira en el Guadalquivir que habría enmarcado la grandiosa temporada del diestro extremeño, uno de los nombres imprescindibles de esta extraña campaña en la que se han amortiguado los auténticos ecos del ruedo mientras seguimos llorando nuestra propia crisis. Tampoco importa. Y siendo claros, sólo su presencia apuntalaba un cartel que no había despertado entusiasmo en la taquilla. Pero los verdaderos aficionados sabían que el gran diestro de Puebla de Prior podía darle la vuelta a la tortilla, con o sin toros a favor.

Y así fue; a Perera le importó tres narices que el tercero de la tarde -hondo y armado- desarrollara sentido y peligro evidente. El ambiente ya se había caldeado con dos excelente pares de banderillas de Joselito Gutiérrez, que se la jugó de verdad en el segundo. Pero su matador iba a entregarse sin fisuras en una faena dicha y estudiada en dos fases sucesivas que tuvo dos virtudes: interesar y emocionar. El interés vino en un primer tramo en el que Miguel Ángel supo romper los vicios del toro de Matilla que desparramaba la vista y tenía vendido al torero en cada embroque, acostándose por el pitón derecho. La papeleta no era fácil y el público se apercibió definitivamente de su peligro cuando Perera se echó la muleta a la mano izquierda para mostrar quién era el amo del cotarro. Fue el preludio de esa fase de emociones en las que, definitivamente dueño de la escena, enterró los pies en la arena para enroscarse el toro en media docena de ochos angustiosos que hicieron rugir al público sevillano. Era la materialización de ese estado de gracia que ha llevado a Miguel Ángel Perera a ser el torero más triunfalmente regular de la temporada 2013. La espada entró a la primera y la oreja, de oro puro, le supo a gloria. Quedaba otro.

Cuando Perera se cruzó la playa del Baratillo para hincarse a portagayola se mascaba ese run run de los grandes acontecimientos. Por la puerta de chiqueros se asomó un tremendo torazo acucharado de pitones al que saludó con una airosa larga. De pie le sacudió un ramillete de verónicas de excelente corte, de temple limpio y viaje largo que abrochó con una media de seda. Había ganas de marcha y el matador se emplazó en los medios para brindar la muerte de un animal que no terminaba de definirse. Algo blando de manos, la faena fue cogiendo vuelo en tres o cuatro series de muletazos diestros de trazo limpio. Pero al tomar la muleta con la mano izquierda hubo un bajón argumental. Más corto de viajes, el toro obligó a Perera a echar toda la carne en el asador en una nueva tanda diestra tan intensa como bella, de muletazos tersos y pulseados, que volvió a poner a todos de pie. Se acariciaba otra oreja, posiblemente dos, y el gran torero no quiso quemar más pólvora. Había que amarrar el triunfo pero un pinchazo y un feo bajonazo ensuciaron su gran labor sin conseguir empañar el significado global de la sensacional tarde de una figura del toreo que ha visto inexplicablemente silenciada la excelencia de su gran temporada. El año que viene debe contar de otra manera. La de ayer fue la guinda a un año de alto nivel y su mejor despedida de soltero. En veinte días estará haciendo otro paseillo diferente. Felicidades.

Pero la corrida dio para mucho más y con sus altas y sus bajas mantuvo cierto interés. El encierro de los Matilla, abierto en los dos hierros familiares, brindó un lote de verdadera revolución que fue a parar a las manos más suertudas del toreo. Hablamos del Cid, que sin llegar a apurar todas las posibilidades que le ofrecían esos dos toros sí pudo ofrecer una imagen muy distinta de la vaga sombra que le acompaña desde hace un lustro. El torero de Salteras inició un largo viaje de vuelta después de subirse a la cima en aquella recordada encerrona bilbaína de 2008. El Cid firmó aquella tarde su propia antología personal con los toros de Victorino Martín. Desde entonces, como ayer, no había logrado acoplarse a un toro y enseñar su buen concepto en Sevilla. A Manuel se le vio feliz y hasta rozó el corte de algún trofeo en dos faenas intensas y algo forzadas en las que brilló el toreo a derechas. Fue excelente el primero, un animal de viajes rebosantes que se abría con una gotita -de las buenas- de puro manso. Gustó y se gustó El Cid y brilló en los remates aunque no logró pasar esa raya que habría cambiado las tornas. Tampoco lo consiguió con el cuarto, bien medido en el castigo por Espartaco, al que toreó en una trasteo de más a menos, tan entregado como forzado, hasta que el motor le dijo basta. Los adornos y remates volvieron a enseñar la felicidad de Manuel que sin conseguir redondear la faena consiguió reencontrarse con el toreo en una plaza en la que se le quiere.

El segundo en discordia era el francés Castella, que compareció en Sevilla luciendo una alborotada melena y escasa expectación en los aficionados. La verdad sea dicha, el francés también sorteó el peor lote del encierro aunque ha perdido por completo la facultad de despertar ilusiones. El segundo de la tarde no tenía mala condición y quería seguir los engaños pero se derrumbaba y protestaba en los embroques entre gruñidos y hondos ronquidos. ¿Estaba enfermo ell animal? Vaya usted a saber. Lo más destacable de su lidia lo firmaron Javier Ambel con los palos y José Chacón con su capote de seda. Castella se puso por allí con profesionalidad pero se acabó pasando de rosca. Algo parecido le pasó con el quinto, un precioso burraco de salida distraida que se acabó quedando sin picar. Ni por esas. Soso el toro y soso el torero. La faena no cogió vuelo en ningún momento y Sebastián multiplicó las series sin acople y sin sentido mientras la parroquia le pedía que abreviara. Estaban deseando ver a Perera. Dicen que la policía no es tonta.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Perera, en el umbral de la Puerta del Príncipe

Menudo subidón de adrenalina inyectó Perera a la Maestranza. Testosterona en vena. El despertar de la tarde en sus manos con el cinqueño tercero, arrastrados los dos primeros utreros adelantados que en su caras aún tenían los trozos de tarta del cumpleaños… La diferencia de edad se notaba un mundo y parte del otro. Y el momento de Miguel Ángel de Extremadura desde que desplegó el capote y paró y mandó en verónicas poderosas. Apenas picó al toro. Joselito Gutiérrez se desmonteró tras un soberbio par.

MAP abrió faena por ayudados por alto y un pase de la firma de empaque y calado. El toro mirón ya se metería entonces por dentro, y seguría con su defecto durante toda la faena. Perera tragó y en la segunda tanda de derechazos lo obligó de tal modo que Carcelero II amagó con rajarse. Y quiso arrollar con la embestida vencida por la izquierda. Molestaba el viento. El torero arrastró la muleta y se impuso a todo con verdadera emoción. Escarbaba el toro y lo esperó con la derecha montada de nuevo. Desató un huracán ojedista en un adoquín. La plaza se puso en pie. Seis, siete, ocho… Ni se enmendó. No pestañeó un músculo. Ardía el terreno pisado. Se perdió la cuenta de la hazaña. A estas alturas pretendió arrancarse Tristán el de la banda tan ligero con El Cid. Enésimo petardo. “¡Tápese!”, le vino a decir Perera, que reventó el cotarro con apretadas manoletinas y un espadazo formidable. La oreja cayó con el peso de lo auténtico.

Volvió a su ser de poca cara la corrida con el cuarto, herrado con el guarismo 0… Un buen torete que empezó rebrincadete en la muleta de El Cid y fue a más en largos muletazos, por ambas manos, que fijaron la embestida por abajo hasta una lagunilla en la que tendió a meterse por dentro. La música sonaba reencontrada con el pasodoble 'Dávila Miura', deportado en abril. El cierre al alza, una estocada atravesada de muerte retardada y escasa pañolada. Cid paseó finalmente la vuelta al ruedo. Con menos, en otros tiempos se ha visto a la gente más generosa con Manuel Jesús. En su bolita había estado el lote de la tarde con un primero paletón de lavada expresión que, como otros, obtuvo el visto bueno de una Autoridad que debe creerse que la Maestranza es de cuarta. Se abría tanto el toro por el pitón derecho (sic) que dejaba a El Cid descolocado. Lento el trazo como la embestida por fuera. Habría más ajuste y muleta planchada en el siguiente ya contado. Duró tres series en las que los pases de pecho resplandecieron con luz propia. La vida sigue igual.

El súmmun de la anovillada corrida de Matilla (Olga Jiménez/Hermanos García Jiménez) se encarnó en el burraquito quinto, que ni siquiera rellenaba su esqueleto con carne. Una raspa, podrida además, que el presidente Fernández-Figueroa aprobó con irresponsabilidad premeditada. El anterior de Castella también lució el guarismo 0 y una carilla… Javier Ambel se elevó con un par superior en la brega de impoluta de Chacón. De principio punteó con falta de poder la muleta del galo, que espabiló para que no volviese a suceder. Pero esto fue una serie nada más antes de que el dormido novillote se encogiese hasta el punto de quererse echar. Castella y Sevilla caminan por destinos lejanos.

A portagayola se fue Perera con el cinqueño sexto -¿cómo enlotaron?-, y librada la larga se puso a torear a la verónica con hondura. Poco picado como toda la corrida, Miguel Ángel se lo dejó para armarlo en la poderosa muleta. Aplastante el sitio. El toro respondió al dominio y al temple con bien, mejorado o mejorando. Que no es lo mismo. Otra vez todo por abajo. Otra vez la plaza rendida y la Puerta del Príncipe entreabierta quizá. Sin quitarle la muleta de la cara al final de la obra creciente. Solo la espada se interpuso feamente para que hubiésemos despejado la duda. Enorme temporada la suya. De chapó. Vaya tarde de toros dio con los dos toros que respondieron a su nombre.

Agencia EFE

Rotunda actuación de Miguel Ángel Perera en Sevilla

A Miguel Ángel Perera le faltaba una tarde así en Sevilla para terminar de redondear una temporada en la que ha mostrado una contundente y gran regularidad en el triunfo.

Sin suerte en la feria de Abril, esta era la última oportunidad del extremeño para anotar en su repleto casillero un nuevo tanto que sumar en las plazas de máxima categoría.

Y con esa disposición, buscando el triunfo sobre cualquier otra circunstancia, salió Perea al albero sevillano, donde se las vio en primer turno con el único toro realmente complicado y con peligro de un encierro de García Jiménez muy bajo de raza.

Tuvo ese tercero de la tarde, de cinco años cumplidos, seriedad y hondura en su trapío, y también una actitud inquietante durante toda la lidia pues amagaba y probaba las embestidas hasta el límite antes de tomar las telas.

Perera se lo dejó prácticamente “crudo” en varas, confiando como siempre en el poder de su autoritaria muleta, pero las ráfagas de aire le impidieron moverla con precisión en la primera parte de la faena. Fue así como el toro, sin el suficiente sometimiento, fue creciéndose y desarrollando más complicaciones.

Esa incertidumbre le añadió suspense a un trasteo que Perera fue remontando con una impávida quietud, sin dudar ni una vez al toro y aguantando varias coladas amenazadoras hasta que se terminó imponiendo.

Asentado con una férrea plomada, le ligó Perera finalmente quince o veinte pases por alto al de García Jiménez, trayéndoselo alternativamente por uno y otro pitón en apenas un metro cuadrado de terreno. Y con tal seguridad y aplomo que los tendidos fueron enervándose también pase a pase hasta romper a aplaudir con auténtico delirio.

Una gran estocada tras varias manoletinas de escalofrío le valieron definitivamente al extremeño una de las orejas de más peso de todas las cortadas este año en Sevilla.

Salió en busca de la Puerta del Príncipe con el sexto, otro hondo cinqueño al que saludó con una larga a portagayola. Fue este un toro noble pero muy medido de fuerzas. Pulseándolas con temple, Perera fue alargando serie tras serie las embestidas por el pitón derecho -por el izquierdo se vencía sin entrega- redondeándolas y tirando del animal hasta el extremo.

Tenía así otro trofeo en la mano, hasta que pinchó en un primer intento con la espada para luego rematar la obra de un feísimo bajonazo. Pero, por encima de trofeos, la tarde de Perera fue absolutamente rotunda, tanto como ha sido todo el resto de su temporada.

A El Cid le tocaron dos toros nobles y con clase. Aunque medidos de fuerza fueron, con diferencia, los de más posibilidades. Con ellos hizo el sevillano dos faenas de decreciente intensidad, en las que sobresalieron sobre todo los largos pases de pecho. Y ambas fueron insuficientes para, aparte de algún pinchazo, provocar una suficiente petición de orejas.

Al francés Sebastián Castella le correspondieron dos toros de nulo juego. El primero, lastimado en una voltereta, se encogió afligido e incapaz de embestir, mientras que el quinto, deslucido y desfondado, se defendió topando los engaños. Ambos significaron dos nuevos capítulos del largo desencuentro de Castella y la Maestranza.

El País

Por Antonio Lorca. Perera, una explosión de verdad

Arrastrado el sexto, Miguel Ángel Perera, resguardado tras las tablas, era la viva imagen de la desolación; empujado por el público, salió al tercio, -la cara escondida tras la montera-, para recoger una atronadora y amarga ovación. Hacía un momento que el torero se acababa de cerrar la Puerta del Príncipe tras un falló garrafal con la espada que no hacía justicia a una actuación sencillamente magistral del torero extremeño. Todo su quehacer, desde que se abrió de capa en su primero, estuvo presidido por una deslumbrante suficiencia, un alarde de conocimiento, una seguridad desbordante, largura y hondura en su toreo, y verdad y valor sin cuento que caló y emocionó a los tendidos.

Así se viene a Sevilla, como ayer lo hizo este hombre, con la firmísima decisión de triunfar y dictar toda una lección magistral de seguridad, firmeza, entrega y valentía. Y algo más: con la voluntad de sobreponerse a las circunstancias de sus oponentes. Porque Perera triunfó, en el tercero, con un animal sosísimo y complicado, al que sometió y dominó, primero, con la mano izquierda, y, después, al final del trasteo, por alto, en un palmo de terreno, haciéndose un ovillo con el toro y volviendo loca a la plaza entera, lo que provocó que sonara la música como un destello inevitable.

Recibió al sexto de rodillas en la puerta de toriles con una larga cambiada, lo veroniqueó después con hermosa templanza, y su labor con la muleta fue un compendio de entrega, confianza y conocimiento, que desembocó en derechazos largos, profundos y hermosos. Bajó el diapasón con la izquierda y todo se emborronó con la maldita espada. Pero ahí quedó el triunfo incontestable, que pudo ser grandioso, de un torerazo que hizo de su toreo una explosión de verdad. También lucieron sus hombres de a pie: Joselito Gutiérrez, Guillermo Barbero y Juan Sierra saludaron en el tercio de banderillas.

Cerca estuvo El Cid del triunfo con el lote más suavón y noble. Destacó su labor con la muleta en dos faenas prácticamente idénticas en las que explicó una y otra vez cómo son los pases de pecho de verdad, de pitón a rabo, y no los de espalda que tanto abundan. Muleteó con buen gusto y temple, despegado siempre, eso sí, sin arrebujarse con los toros, y empeñado en que las tandas no superen los cuatro pases. Es decir, que se afanó en dejar a todos con la miel en los labios. Dejó, no obstante, constancia de su clase y empaque, y quedó claro que derrocha torería.

Los dos garbanzos negros de la corrida le correspondieron a Castella, que bastante hizo con mostrarse animoso. En su primero, destacaron Javier Ambel con los palos, y José Chacón en la lidia. Uno de sus capotazos crujió en toda la plaza porque fue un alarde de armonía.

Por cierto, un dato curioso: Carcelario se llamó el primer toro; Carcelero, el segundo; Carcelero II el tercero, y Carcelero III el quinto. Vamos que, más que una plaza, la Maestranza parecía un centro penitenciario. Y nadie piense que estos guardianes del orden eran tipos fornidos que lucían una constitución atlética y tableta de chocolate; por el contrario, eran de feble condición, tenían aspecto de borrachazos y parecían presidiarios de su invalidez, mansedumbre -ninguno fue picado-, de su falta de casta y aspecto cadavérico. Y así y todo, lo que son las cosas, llegó un torero y formó un lío. Para que vean…

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Perera, una encina en la Maestranza

Miguel Ángel Perera consiguió ayer enraizar su toreo en los corazones de la afición sevillana. Ya advertimos que llegaba a la Maestranza en un momento dulce, de poderío, temple y ligazón. Y durante la tarde, entregado, pero muy sereno, con la cabeza muy despejada, arraigó, bajo el albero maestrante, una semilla de valor milenario, como la encina de su Extremadura. Una encina, con la savia, con la sangre de aquellos conquistadores de su tierra que embarcaron aquí cerquita, en el Guadalquivir, camino de la conquista de América.

Perera, esa encina de la que hablamos, ofreció como fruto ante su primer toro, incierto, complicado y mirón, una firmeza impresionante. El torero dejó crudo al serio cinqueño, que no se entregaba, en una faena en la que se la jugó muletazo a muletazo, con quietud y aguantando coladas, que comenzó con ayudados y que continuó con series en las que no cabe mejor definición que la del dominio. Una faena en la que acabó imponiéndose al toro, en el espacio de un ladrillo y de modo ojedista, con el público puesto en pie, bajo los sones de la música. El ruedo, un volcán, y los tendidos incendiados. Para colmo, cerró con unas manoletinas inverosímiles y de infarto, por lo ceñidas. La estocada en lo alto era, por sí sola, para un trofeo. Le concedieron una oreja. Fue una oreja a ley. Posiblemente, de las más valiosas de la temporada, en la que se han premiado otras faenas de muchísimo menor rango con ese premio.

Perera salió a por todas en el sexto, otro cinqueño, hondo. De hecho, se fue frente a toriles y lo recibió con una larga cambiada de rodillas. Y de pie, dibujó las mejores verónicas de la tarde. Nuevamente, cuidó a su oponente, flojo de salida, en el primer tercio. Desarrolló una faena inteligente en las afueras, dejando siempre que el toro se refrescara, con un primer tramo en el que exigió lo justo al bravo animal, que se vino arriba. Con la diestra brilló especialmente en una tanda de muletazos profundos y otra de mano baja. También destacó al natural en otra. Pero lo mejor lo alcanzó en el epílogo, en una serie diestra enorme, de temple exquisito y ligazón. Pero tuvo la mala suerte de pinchar en hueso y en el segundo envite enterrar el acero en los bajos.

El Cid, que abrió plaza y contó con el mejor lote, dio una vuelta al ruedo en su primero, un toro noble y con las fuerzas justas. El saltereño ganó terreno a la verónica. Y franela en mano, en los tercios, realizó una labor desigual, con un toro que se rajó cuando se echó la muleta a la izquierda, tras algunos derechazos entonados. Con el cuarto, pronto, noble y flojo, El Cid consiguió los mejores pasajes en dos tandas diestra y otra al natural. Mató al primer envite y dio una vuelta al ruedo.

Castella, con el peor lote, anduvo desdibujado. Con su primero, Carcelero, prisionero de su flojedad, no tuvo apenas opción al lucimiento. El toro pasó la mayor parte de la lidia encogido. Con el altote y largo burraco quinto, todo quedó en un simulacro en el tercio de varas. Pese a ello, al toro le faltó alegría. Castella se extendió en una faena en la que hubo demasiados enganchones.

Con tres cuartos de entrada, en tarde nubosa, sin lluvia, dos rayos de sol parecieron iluminar el albero sevillano en las faenas de un torero que, con la fuerza y profundidad de las raíces de las encinas de su tierra, convenció ayer a la afición sevillana con su toreo.

Toromedia

Perera corta una oreja y El Cid da una vuelta al ruedo

El Cid se salió a los medios toreando de capa a su primero, que en el remate dio una vuelta de campana, acusándolo posteriormente aunque en la faena de muleta se recuperó bien. El torero empezó con buenos muletazos por bajo y enlazó tres series de derechazos ligadas de mano baja y largo trazo que calentaron el ambiente. El toro tuvo una embestida más corta por el izquierdo y la faena no pudo rematarse por ahí, pero fue una obra de triunfo que estropeó con la espada. Pinchazo y estocada baja. Ovación.

El diestro de Salteras toreó con facilidad de capa al segundo de su lote, un toro que no estaba sobrado de fuerza. En la muleta hubo una primera serie en la que afianzó al animal y ya ligó y se lució en las dos siguientes. Al natural le molestó el viento y el defecto del toro de no ir metido en la muleta, pero le aguantó y le sacó partido también por ese pitón. Al final volvió a la derecha y dio dos buenas series antes de matar de estocada. El toro tardó en caer y aunque hubo petición de oreja, el torero se tuvo que conformar con dar la vuelta al ruedo.

El segundo de la tarde no permitió a Castella lucirse de capa. Su cuadrilla sí brilló en banderillas: Javier Ambel con los palos y Chacón con el capote, desmonterándose ambos. En la muleta el toro protestó y deslució los intentos del torero. Lo intentó Castella pero se encontró con un animal cada vez más parado al que solo pudo sacarle algunos muletazos por la derecha. Mató de media. Silencio.

El segundo de su lote tampoco ayudó mucho. El toro no transmitía y no se empleaba, defendiéndose todo el rato. Castella estuvo insistente con un animal que no ofreció ninguna posibilidad de lucimiento. Mató de media tendida.

Perera estuvo firme en el recibo de capa al tercero. Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero saludaron en banderillas. El toro quedó mirón en la muleta pero Perera lo fue metiendo hasta conseguir series buenas por el lado derecho. Cuando se vio sometido, el toro se quiso rajar y cambió su comportamiento. Perera le tragó y estuvo por encima en la fase final de la faena, llegando a hacer un impresionante parón final en el que se jugó la vida y puso la plaza en pie. Mató de estocada y cortó una oreja.

Salió dispuesto a redondear su triunfo en el sexto. Para empezar se fue a portagayola y templó muy bien de capa. En banderillas se desmonteraron Juan Sierra y Guillermo Barbero y Perera brindó al público. El toro llegó con poco poder a la muleta pero Perera lo hizo, lo afianzó y logró templarlo muy bien con la derecha en tres series buenas que hicieron subir la faena. Después toreó con la zurda y el astado fue peor por ahí. La faena bajó pero volvió a subir en una última serie diestra. Perdió un triunfo seguro por pinchar y dejar una estocada baja.


© Imágenes: Empresa Pages.

Sevilla Temporada 2013.

sevilla_280913.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:10 (editor externo)