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Domingo, 28 de septiembre de 2014
Corrida de toros
Ganadería: Toros de Daniel Ruiz (1º y 2º), Juan Pedro Domecq (3º, 5º y 4º-bis) y Parladé (4º y 6º); de diferente presentación y juego desigual; mansos en general. El 4º, de Parladé, fue apuntillado en la plaza por invalidarse al comenzar la lidia.
Diestros:
★El Cid. De de verde esperanza y oro. Estocada caída, descabello (silencio); estocada contraria (silencio).
★Sebastian Castella. De rosa palo y oro. Dos pinchazos hondos, descabello (saludos desde el tercio); dos pinchazos, media estocada (silencio).
★Manuel Escribano. De sangre de toro y oro. Estocada (saludos desde el tercio); estocada en su sitio (saludos desde el tercio).
Incidencias: El Cid brindó el 4º de la tarde al banderillero de su cuadrilla Rafael Perea “El Boni”, que se retiraba de los ruedos.
Presidente: Gabriel Fernández Rey.
Tiempo: nubes y sol, caluroso al principio.
Entrada: media plaza.
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Crónicas de la prensa:
Ea, pues se acabó la temporada, a falta de ese festejo encerrona/novillada poco justificado para el 12 de octubre, día de la Raza, que se decía en tiempos históricos no tan remotos. Y se acabó como empezó, con decepción. Los toros, 2 de Daniel Ruiz y 4 Juanpedros, no propiciaron éxito alguno, tapándose sólo el primero. Los demás no tenían fondo, como dicen los cronistas modernos. Eso es un auténtico eufemismo: la verdad es que se paraban tras la segunda tanda. Lo cual puede ser por falta de bravura, de fuerza, de casta o de raza. O por un conjunto de deficiencias de todo eso. No estoy de acuerdo en que fuera limpieza de corrales, pues en el campo hay miles de cabezas de bravo para escoger e incluso se trajeron el sábado dos toros recien cumplidos. Pero no andaban, simplemente eso. Los toreros hicieron lo que pudieron hasta que llegaba la paradinha toril. El Cid, más despegado con el primero, lo intentó con el cuarto. Castella hizo el esfuerzo con el segundo y se estrelló con el quinto. Y Escribano -al que da todo lo que tiene, no se le puede pedir más- hizo un derroche de ganas y de valor. Con el capote, en dos emocionantes tercios de banderillas y con la muleta. Y el público se lo agradeció. En fin, eso es todo. El año que viene más. Ya veremos quiénes son los que vienen y se anuncian.
Por Sandra Carbonero
Lo mejor: Escribano “clava” la emoción. Segundo festejo de San Miguel y última oportunidad para remontar la Feria. Si sumamos todo lo acontecido el resultado es paupérrimo. Fue el de Gerena el que hizo que por unos instantes la Maestranza vibrara. Lo consiguió con dos espectaculares tercios de banderillas que causaron furor en los tendidos. Escribano repitió hazaña como en abril e hizo pleno a portagayola. Después todo fue tesón, ganas y esperanzas que se tornaron en desilusión frente a sus oponentes. Destellos de brillantez tuvieron también El Cid y Castella. El sevillano estuvo muy torero con el capote en la tarde de hoy. Su faena al que abría plaza prometía, pero por uno u otro motivo todo quedó en un suspiro. Lo mismo le ocurrió al francés en el segundo. Los primeros compases fueron de gran calidad y despaciosidad con la muleta, sin terminar de rematar.
Lo peor: La historia inacabable. Una vez más se repetía la misma historia. Mismos toros, mismas combinaciones y mismo resultado. Así no gana el público ni la Fiesta. Falta un festejo para que concluya el abono sevillano, pero hay que ir reflexionando ya de cara a la próxima temporada y plantear soluciones al problema. Sevilla debe volver a donde merece.
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Por
Fernando Carrasco. Una auténtica limpieza de corrales en la plaza de toros de Sevilla
De toda la vida de Dios, lo que se lidió este domingo en el coso del Baratillo se ha denominado «limpieza de corrales». Porque eso es lo que fue la segunda y última de la Feria de San Miguel. Una limpieza de corrales donde nos tragamos dos toros de Daniel Ruiz, dos de Juan Pedro Domecq y dos de Parladé, con el añadido del primer sobrero del hierro veragüeño. Y menos mal que no salió el segundo sobrero, de Villamarta. Ahí se habría completado el cuadro.
Ganaderos y empresarios limpiando corrales, que ya el año que viene vaya usted a saber si se pueden lidiar estos toros. Un auténtico despropósito que, claro, trae estos lodos, que no son otros que una corrida dispar en cuanto al tipo y de juego casi nulo. Tan solo el precioso jabonero primero se dejó algo más pero a mitad de faena se rajó.
No nos extrañemos, por tanto, que la gente no solo no acuda a la plaza sino que los que lo hacen se desesperen. ¿Los antitaurinos los enemigos de la Fiesta? Mire usted, el enemigo verdadero lo tenemos dentro… Brindis a El Boni
El Cid anduvo templado manejando el percal al citado jabonero de Daniel Ruiz que, a la postre, fue el que más sirvió. Mala la lidia en banderillas. A pesar de ello, llegó a la muleta con son. Sin ser nada del otro mundo, repetía con cierta nobleza. Manuel Jesús no se acopló y pecó de dejarse enganchar, mostrándose acelerado en algunos pasajes. Tras intentarlo con la zurda, el toro se rajó. El cuarto se desplomó antes de rematar en el segundo burladero. Pudo haberse partido una mano pero cayó fulminado. Hubo que apuntillarlo. En el sobrero, de Juan Pedro, El Cid dejó a la verónica lo mejor de su actuación en lances realmente lentos y acompasados. Brindó a su subalterno Rafael Perea «El Boni», que se despedía. Y se acabó todo tras una serie diestra en la que abrió más el compás el saltereño antes de que el toro se parase por completo.
Castella hizo lo mejor ante su primero de Daniel Ruiz, sobre todo en el inicio de faena por alto y en dos series diestras muy templadas y ligadas. A menos al natural toro y torero y búsqueda del toreo de cercanías que caló en los tendidos. La espada dejó todo en una ovación. Un marmolillo, aculado en tablas y encogido fue el quinto, de Juan Pedro Domecq. Nulo esfuerzo del francés en todo momento, que se puso en el sitio pero como si no estuviese porque el animal no le hizo ni caso.
A portagayola recibió a sus dos toros Manuel Escribano. En sus nueve toros de esta temporada en Sevilla lo ha hecho, que se escribe pronto. A su primero le cuajó un muy buen tercio de banderillas, sobre todo el tercer par sentado en el estribo y quebrando por dentro. Aunque brindó al respetable y comenzó con un doble pase cambiado por la espalda, el de Juan Pedro se tragó las dos primeras series para luego irse quedando cada vez más debajo, sin pasar. Por el izquierdo se defendió sobremanera. Eso sí, agarró el de Gerena una muy buena estocada.
Una eternidad le debió parecer a Escribano el tiempo que pasó de rodillas en la puerta de chiqueros con el toro de Parladé parado y sin querer acudir al capote. Menos mal que solventó la papeleta con oficio. Este último embestía con todo, se agarraba al albero y se revolvía sabiendo lo que se dejaba detrás. Se puso Manuel pero no era posible nada más que la voluntad. También lo despachó de una buena estocada con la que finiquitó, al fin, esta auténtica limpieza de corrales.
Por Álvaro Rodríguez del Moral. Previsible y triste clausura
Aún queda un festejo antes de que las puertas de la plaza de la Maestranza echen el cierre para preparar una temporada, la de 2015, que llegará cargadas de interrogantes. Pero ayer era el último festejo de ese abono empobrecido que sigue poniendo encima de la mesa la cortedad de miras de los que tenían que haber tirado del carro en estos tiempos de tribulaciones. Ya lo hemos dicho otras veces:en el pecado llevan la penitencia. El caso es que el mismo torero que abrió el abono, Manuel Escribano, fue el encargado de finiquitarlo ayer sabiendo que necesitaba un triunfo resonante para compensar la falta de suerte en los momentos clave en la sorda temporada que ha dejado atrás.
Para que vamos a engañarnos;el único torero que despertaba un mínimo de ilusión en el festejo de ayer era el diestro de Gerena, que se echó toda la tarde encima de su montera sin conseguir sacar agua de los pozos secos que le tocaron en suerte. Escribano se plantó casi en los medios para recibir al tercero a portagayola. Lo cuajó con el capote y lo cuidó en la lidia, luciéndolo en un segundo puyazo que tomó muy de largo. El toro no tenia mal aire y mantuvo el son en banderillas, que el matador de Gerena interpretó impecablemente, sin acusar el reciente percance de Nimes que estuvo a punto de sacarlo de la cartelería de San Miguel. El tercer par, citando en el estribo y clavando por los adentros levantó un clamor. Ahora si nos habíamos despertado de la siesta en la que había entrado el festejo después de la lidia de los dos primeros toros. Pero sólo fue un espejismo… El joven diestro brindó a la parroquia y comenzó su faena con pases cambiados por la espalda. No hubo acople en los primeros muletazos y el toro echó todos los frenos posibles cuando su matador se pasó la muleta a la izquierda. A pesar de los esfuerzos de Manuel, ahí había acabado todo.
El sexto era el último cartucho que quemaba Manuel Escribano en Sevilla y también encarnaba el último capítulo de este abono agridulce. Puestos a dar cifras, era la novena portagayola del torero de Gerena en ese sitio que no tiene camino de vuelta. El torero tuvo que aguantar la salida al paso del animal y se jugó la vida en una larga angustiosa que logró resolver con limpieza. Desgraciadamente, a esas alturas se había consumado el desastre. Aunque Manuel levantó levemente los ánimos manejando los palos se iba a estrellar en el último muro mientras el público abandonaba sus localidades de forma apresurada.
Y es que este festejo de clausuraba estaba respondiendo punto por punto al guión establecido. La falta de química de la combinación de matadores, el momento que atraviesan los más veteranos más que vistos en Sevilla y la escalera de ganado escogida no eran el mejor presagio de un espectáculo que nunca fue tal. Una vez más, la suerte puso en manos de El Cid el toro de mayores posibilidades. Fue un precioso y serio jabonero, un punto carbonero, al que lanceo con limpieza a la verónica. El animal se comportó con excelente clase en la lidia aunque también enseño algunas vías de agua en el motor. La cuadrilla no anduvo demasiado fina en el tercio de banderillas y El Cid comprobó al tercer o cuarto muletazo las excelencias de su enemigo. Desgraciadamente ni estaba, ni se le esperaba. A estas alturas después de tanta pólvora quemada en salvas en esta misma plaza, se antoja muy complicado despertar alguna ilusión. El Cid se puso allí, se dejó enganchar la muleta y se perdió en mil y un tanteos sin lograr construir una faena con un mínimo hilo argumental. Aburrido, el toro acabó por rajarse entre la impasibilidad del público.
El cuarto cayó fulminado al topar con el burladero de matadores y tuvo que ser apuntillado por Lebrija. En su lugar salió un sobrero de Juan Pedro Domecq al que toreó, para asombro de los escépticos, con exquisita templanza a la verónica. El Cid brindó al Boni, que ya no anda para muchos trotes, antes de encontrar el acople a media altura. Se encendió alguna luz, muy débil, teñida de esperanza. Pero no hubo más. El toro había agotado la gasolina y se había acabado el turrón. Era la cuarta y última tarde en Sevilla en esta temporada que ha vuelto a pasar prácticamente en blanco.
Y si habíamos hablado de ilusiones, las que despierta a estas alturas el francés Castella en la plaza de la Maestranza podemos dejarlas en meramente descriptibles. El segundo de la tarde no terminó de definirse en los primeros tercios de la lidia y apretó hacia los adentros. Pero Castella trazó una apertura de faena templada y ligada que nos sacó del tedio. El toro había roto en bueno y el trasteo pareció estallar con un cambio de mano cosido a un natural completamente circular y un excelente pase de pecho que caló en la parroquia. Pero el tono de la faena no mantuvo la misma intensidad por el lado izquierdo el animal se había ido agotando y Castella tuvo que sortear un feo hachazo que certificaba que la faena no podía dar más de sí. La alegría, como en la casa de los pobres, había durado poco. Tampoco iba a cambiar la decoración con el quinto, un ejemplar de espectacular pelaje berrendo en jabonero que se refugió en tablas a primeras de cambio. La faena, por llamarla de algún modo, inquietó al mismísimo Job.
El cierre de San Miguel en La Maestranza fue más para imaginar que para saborear. Al menos, Manuel Escribano rompió la monotonía a base de arrojo e ingenio en todos los tercios. Aceptable faena de Castella también en el segundo, pero sin final feliz. Fiel a su guión, Escribano clavó las rodillas frente a la puerta de chiqueros para recibir a portagayola al tercero. Larga cambiada y buenas verónicas, a continuación, ya recuperada la verticalidad. Encarriló la tarde con un espectacular tercio de banderillas. Destacó un arriesgado par sentado en el estribo muy cerca del toro y sin apenas espacio para salir por los adentros. Público en pie y gran ovación. Pero, con la muleta, el toro no quiso colaborar, se apagó muy pronto y apenas dejó que el de Gerera mostrase y confirmase su voluntad. Escribano, sin mácula, ofreció todo lo que podía hacer. Incluso una buena estocada.
Como si de una caligrafía se tratara, volvió a repetir a portagayola para recibir al sexto. De nuevo, momentos de angustia, cuando el animal salió distraído y parado. Aguantó una barbaridad el torero hasta que al final consiguió una meritoria y arriesgada larga. Bien con el capote y otra vez puso al tendido en pie con los rehiletes. Escalofriante tercio. Con la muleta, lo intentó todo, frente a una res parada que apenas pasaba cuando embestía. Gran estocada otra vez.
Manuel Jesús «El Cid» lanceó con gusto y suavidad al toro jabonero que abrió la corrida. Fueron los momentos más destacados de su labor, junto a un quite a la verónica. Luego, el animal llegó sin fondo a la muleta y acabó rajándose. Poco pudo hacer el de Salteras, sólo unas tandas por la derecha de buen son hasta que el animal, al tomar la izquierda, se fue a tablas. Al menos, el diestro estuvo tesonero.
Misma tónica ante el cuarto bis, que saltó al desplomarse nada más salir al ruedo el titular de Parladé. Sobrero del mismo hierro con el que vuelve a torear con gusto y temple en los lances de recibo. Tras brindar a su banderillero Rafael Perea «Boni», en su despedida, plantea una faena de buena clase y poca transmisión, la que no ponía un toro cada vez más apagado.
En el segundo, Castella cuajó una faena de indudable mérito. En primer lugar, las tandas sobre la diestra tuvieron temple y dominio. Otorgó descansos entre las series para que se recuperara el colaborador animal. Fue clave. Buena, después, otra tanda más con la zurda. Cuando el animal apuraba sus fuerzas optó por la cercanía entre pitones, pero, en este ocasión, marró con la espada. Saludó una ovación, pese a todo.
Menos opciones todavía otorgó el quinto astado. Un burel que apenas existió en el ruedo. Lo intentó el diestro de Beziers pero poco pudo hacer para obtener algún reconocimiento. Incluso desde los tendidos, con desencanto, pidieron brevedad. Desencanto general en una tarde marcada por el pésimo juego de los astados.
Por Andrés Muriel. Escribano, entre el magno aburrimiento
La tarde rodó por el camino del aburrimiento como rodaron los toros de Juan Pedro Domecq y Daniel Ruiz. Para colmo de males fueron siete. El cuarto se rompió una mano al derrotar en el burladero de matadores y lo tuvo que apuntillar Lebrija para poner fin a lo que parecía el baile impotente de una tortuga patas arriba. Mal día para presumir de Fiesta y eso que ayer la media entrada larga que registraron los tendidos de La Maestranza superó la expectativa. Llamativo el apretón de público en las gradas de sol. Debido o no por el gratuito reparto de entradas, es un síntoma de que la gente quiere ver toros, afición hayla, pero no hay cartera para pagar setenta euros en el mejor de los casos por una localidad de sombra.
Caído prácticamente el telón de la temporada sevillana –queda la coda de los seis novillos para Lama de Góngora- es el momento de que los que tengan que reflexionar, reflexionen, y los que tengan que cumplir penitencia, la cumplan. Por lo civil o por lo criminal tienen que volver las primeras figuras a Sevilla el año próximo –dicen en los mentideros que la negociación pinta bien después de la implosión del lobby G-5- y la promoción de la Tauromaquia urge que se pro-fe-sio-na-li-ce. Aparcar el morrocotudo “Morante bus”, negro catafalco, frente a la Malagueta o junto a Plaza Moyúa no soluciona esto.
Manolo Escribano, acartelado ayer con Sebastián Castella y El Cid, arrimó el hombro con una iniciativa novedosa. Ofreció una rueda de prensa en la mañana de la corrida que repetirá en otras plazas para responder a los medios de comunicación como responden ante los medios tenistas, baloncestistas, futbolistas o cualquier otros “istas” que mueven millones de euros en publicidad y merchandising. Fue realmente un doble hombro el que arrimó Manolo Escribano. En la plaza fue el único capaz de poner cierta emoción a una tarde que, como ya hemos dicho, transcurrió entre la sonora apertura bucal y el trote de animales semovientes. Cumplió el rito y se fue dos veces a portagayola Escribano. Quina tragó en el sexto, que salió por chiqueros con el aire de una vaca mirando el AVE. Allí aguantó, de rodillas, casi en el centro del ruedo, hasta que se pasó el capote por la hombrera contraria.
Cuando se la jugó de verdad fue en su primero. Sentado en el estribo, en estampa de Sánchez Mejías, esperó al toro que no llegaba y le sopló un par al quiebro en el espacio que no existía. El toro hincó los pitones en las tablas, Escribano hizo el “más difícil todavía” sin red y sin lona, y se rió del día que estuvo a punto de morir en Sotillo de Andrada, donde lo salvó Santa Teresa de Ávila después de que un toro lo crucificara en un burladero a la salida de un par de banderillas.
Por Luis Nieto. Escribano impacta en banderillas
La Feria de San Miguel se cerró con un segundo festejo en tono medio. Con mejor climatología y entrada que el sábado, el espectáculo no llegó a romper. Entre lo más destacado, el tercio de banderillas a cargo de Manuel Escribano, quien impactó y asustó al público sevillano en algunos pares muy arriesgados; una faena, basada en la diestra, de Castella, que no remató con la espada y buenos apuntes a la verónica a cargo de El Cid. Todo ello con un encierro con los hierros de Daniel Ruiz, Juan Pedro Domecq y Parladé, con toros de desigual presentación y juego y que en su conjunto tuvieron escaso fondo. Los peores, quinto, reservón y que se paró de inmediato y, principalmente, el sexto, un cinqueño que desarrolló peligro. El Cid abrió plaza con un jabonero de Daniel Ruiz, que resultó manejable, aunque se coló varias veces por el pitón izquierdo. El saltereño lanceó con buen aire y se mostró porfión hasta que el animal se refugió en tablas.
El cuarto se desplomó de salida junto a un burladero. Lo apuntillaron. Como sobrero, se lidió uno de Juan Pedro Domecq, que resultó noble, pero sin poder. Aquí, El Cid se lució a la verónica en una tarde en la que su fuerte fue la capa. Brindó la faena a su banderillero El Boni, quien se retira esta temporada. Comenzó el trasteo con torería para sacar al toro a las afueras. Lo mejor, un par de naturales que recordaron su maravillosa mano izquierda. Acabó entre los pitones, con el toro a menos y sin que aquello calara fuerte en el público. Sebastián Castella con el noble segundo, del hierro de Daniel Ruiz, al que cuidaron en varas, consiguió una faena meritoria, basada principalmente en la diestra, con muletazos templados y suaves. Una de las tandas, con ligazón e intercalando un cambio de mano, fue de lo más ovacionado de la tarde. Lamentablemente, el diestro francés falló con la espada. Castella no tuvo opciones con el quinto, un jabonero que resultó reservón y un auténtico marmolillo en la muleta.
Manuel Escribano, que reaparecía tras la cornada que sufrió en Nimes, superó con creces el examen físico. Se mostró como un auténtico portento en facultades en el tercio de banderillas, donde se la jugó en varios pares de una manera tremenda. El tercero fue un Domecq de buena condición, pero que se vino abajo pronto. El gerenense lo recibió con una larga cambiada de rodillas y fue ovacionado en unos lances, ya de pie, a la verónica. Pero donde echaron las palmas humo de verdad fue cuando banderilleó, especialmente en el tercer par, asombroso, en el que tras citar desde el estribo salió milagrosamente vivo tras un quiebro y meterse hacia los adentros por una rendija, clavando con acierto los palos. La faena, en la que comenzó dando distancia, con un muletazo escalofriante por la espalda, fue a menos, a medida que el toro se quedaba corto. Recetó una impresionante estocada hasta el puño. El sexto, un cinqueño, de Parladé, lo midió en varias ocasiones, incluido el recibo frente a toriles de rodillas para una larga comprometida. Volvió a ser muy ovacionado en el segundo tercio, con un par de órdago, en el que expuso mucho y en el que el toro le colocó los pitones a escasos centímetros del pecho. El comienzo del trasteo, en el que el toro zancadilleó al torero, cayendo ambos a la arena, fue angustioso. La labor resultó voluntariosa, con algunas tandas entonadas.
Al cierre, los tres diestros, que han cumplido varias tardes en este coso entre la Feria de Abril y San Miguel, se marchaban de vacío en un festejo que aunque con los citados apuntes positivos, no llegó a romper.
Por Antonio Lorca. ¿Dónde está el toro?
¡A ver si se enteran de una vez los toreros, los apoderados, los ganaderos, los empresarios y la autoridad! ¡A ver si se enteran, en este caso, los señores El Cid, Castella y Escribano! Que no se puede venir a Sevilla con seis sardinas podridas, con seis novilletes inválidos y descastados, con seis moribundos… Que eso es engañar al público, que es echarlo de las plazas, que es una pantomima inadmisible, y que no hay derecho. Tres ganaderías / El Cid, Castella, Escribano
Otra vez la misma película; otra vez el toro moderno, noble y tonto hasta la exageración, sin gota de bravura ni de casta en sus entrañas; el toro gestado y criado para el aburrimiento y la desolación.
Otra tarde perdida, otra mentira, otra piedra grande contra el débil tejado de la fiesta.
El único cimiento de este espectáculo —al menos, el básico— es la emoción. Y esta procede en primera instancia de un toro poderoso y fiero, codicioso, noble y desafiante. Sin emoción, no tiene sentido que un señor se vista de luces. Sin la emoción es preferible el baile, por ejemplo, que puede costar lo mismo, pero es más cómodo y garantiza la diversión.
¿Dónde está el toro? Búsquenlo si desean que esta fiesta perdure. Existe, porque sale en otras plazas, ese toro que, al menos, causa respeto por su presencia. Pero es verdad que estos son más cómodos; pero, amigo, esta comodidad tiene la pinta de ser una sentencia de muerte.
Está visto que los taurinos no escarmientan. Nos engañan cada día con una manifiesta irresponsabilidad, pues en esa mentira va la vida de su propio negocio.
Visto lo visto, la terna de hoy domingo no merece más que una pública reprobación por presentarse en plaza tan importante con una mercancía de desecho. Que no se olvide que si no hay respeto para el toro, difícilmente puede haberlo para el torero. El respeto, además, hay que ganarlo, y hoy los señores de luces prefirieron el escarnio. Porque un torero de verdad, un héroe artista, no se presenta en la puerta de cuadrillas con productos de esta calaña.
Mal El Cid, sin ilusión, frío, sin ideas, mecánico y desconfiado. Sabe torear, qué duda cabe, pero hace tiempo que dejó de hacerlo. Ni a la verónica, sin embraguetarse nunca, ni con la muleta, dijo nada. Castella pasó sin pena ni gloria. Su toreo en línea recta es anodino. Y Escribano se jugó el tipo de verdad con las banderillas, que las puso todas a toro pasado, pero se arriesgó en un par al quiebro sentado en el estribo. Con los engaños en las manos, solo voluntad.
Ovaciones para la terna en el cierre de la feria de San Miguel
El abono de este año se cerró sin triunfo principalmente porque el ganado no colaboró, pero los toreros hicieron cosas destacables que dotaron a la tarde de contenido. Al final, Cid, Castella y Escribano se llevaron sólo ovaciones.
El Cid toreó con temple a la verónica al primero de la tarde rematando bien en los medios. El toro puso en aprietos a la cuadrilla por su dificultad y El Cid lo entendió bien en las dos primeras series. En la tercera se vino a menos el de Daniel Ruiz y cuando cogió la zurda se rajó por completo. Mató de estocada. Silencio.
El cuarto se lastimó nada más salir y quedó inútil para la lidia. En su lugar salió un sobrero de Juan Pedro al que El Cid toreó muy bien a la verónica. Brindó a su banderillero Boni, que se retira este año, y las dos primeras series con la derecha fueron ligadas y tuvieron buena compostura. En la tercera el toro comenzó a apagarse y, aunque siguió intentándolo, no pudo lograr que la faena levantara vuelo. Mató de buena estocada y fue ovacionado.
Castella firmó un bonito comienzo de faena en el segundo, toreando con compostura. Las dos primeras series fueron ligadas y calentaron el ambiente. Cuando toreó con la zurda el toro se vino abajo y al volver a la derecha buscó el arrimón. Pinchó y tuvo que descabellar. Ovación.
El quinto se paró ya en el tercio de banderillas y aunque Castella pretendió sacarle partido, pudo más la sosería del toro de Juan Pedro Domecq que el interés del torero. Mató de metisaca.
Escribano se fue a portagayola y después toreó muy bien a la verónica en el tercero. El toro peleó bien en dos puyazos y el torero de Gerena brilló con los palos, especialmente en el tercer par al quiebro sentado en el estribo. Comenzó la faena con pases cambiados por la espalda y después de un par de series con la derecha, el de Juan Pedro se vino abajo e impidió mayor lucimiento. Estocada y ovación.
También se fue a portagayola en el sexto, sin lograr la brillantez que en su primero por falta de colaboración del toro. En banderillas logró caldear el ambiente y en el comienzo de faena fue derribado por el toro con los cuartos traseros, sin consecuencias. El de Parladé apenas aguantó tres o cuatro muletazos antes de pararse. Escribano lo intentó pero sin fortuna. Mató de buena estocada.
© Imagen: Manuel Escribano/Foto Toromedia.