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Víctor Gómez Pin

Aficionado taurino de reconocido prestigio. Doctor en Filosofía por La Sorbona (París). Catedrático de Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Autor de diversas obras entre las que destaca “La Escuela Mas Sobria de Vida: Tauromaquia Como Exigencia Etica”. Editorial Espasa-Calpe, 2002. Resumen: En la ciudad de Ronda, diversas evocaciones a un gran poeta de lengua alemana se intercalan con monumentos a toreros del lugar, Escandalosa amalgama para quienes, en la Europa de nuestras obsesiones, ven incompatible la tauromaquia con la cultura y, sobre todo, con el arte. ¿Debe, pues, Europa repudiar Ronda? El taurino, partícipe en lo esencial del código de valores de civilización que esgrime su oponente, calla o asiente… sin dejar de acudir a la plaza. Se diría que el taurino se siente motivado por una razón más verídica y profunda, sobre todo forjadora de esa humanidad en nombre de la cual argumenta el contrario. Otorgando a la tauromaquia la condición de escuela más sobria de vida y verdadero juicio final, que Marcel Proust reservaba para el arte, la fiesta de los toros aparece en las páginas de este libro como expresión de una exigencia indisociablemente ética y estética.

“La España que tanto quisimos” (Cuándo y por qué se quebró el sentimiento de arraigo de los españoles). Editorial ARPA, 2022.

Víctor Gómez Pin es uno de los grandes filósofos españoles. Estudió y se doctoró en La Sorbona y fue el primer director del departamento de Filosofía del País Vasco. Fundador del Congreso Internacional de Ontología, que hoy coordina, ha escrito numerosos libros y artículos doctrinales.

Aficionado taurino, es habitual verle en la Goyesca de Ronda, pero también siguiendo a José Tomás o a Talavante y acudiendo a diversas plazas. Su libro “La escuela más sobria de vida: tauromaquia como exigencia ética” (premio Fundación Joselito, 2002) es uno de los tres que conforman la trilogía de la reflexión filosófica sobre la tauromaquia, junto con “Filosofía de las corridas de toros”, de Francis Wolff y “Tauroética”, de Savater (los apuntes de Ortega y Gasset, pese a su interés, no dejan de ser reflexiones aisladas que no alcanzan la sistemática de estas tres obras).

El pasado mes de mayo de 2022 Gómez Pin publica en Arpa “La España que tanto quisimos. (Cuándo y por qué se quebró el sentimiento de arraigo de los españoles)”. Se trata de un libro peculiar, a medio camino entre el ensayo y el recuerdo de ciertas vivencias personales. Un libro sugerente, que parece nacer desde un cierto desencanto por la imposibilidad que parecemos haber demostrado los españoles para construir un proyecto común y a la vez diverso del que se sintieran partícipes quienes hablan y sienten en distintas lenguas y quienes profesan ideologías muy diferentes. Un proyecto que fuera parte de Europa, pero desde las especificidades de la vida, las costumbres, las tradiciones, las formas de sentir el mundo que tenemos en nuestro país.

Víctor Gómez Pin aúna en el libro desde anécdotas de fiestas en la casa familiar de Paco Ibáñez en París al poco de publicar su primer disco o un resumen (post scriptum) de un peculiar viaje en autostop en los años sesenta por toda España hasta explicaciones detalladas de la “guerra de lenguas” con el catalán, el euskera y el gallego y el distinto modo en que catalanes y vascos han enfrentado la inserción de su lengua propia en la educación o el modo en que España ha sido y puede seguir siendo una comunidad de arraigo y un lugar a través de cuyas formas de vida las diferencias sociales y políticas no son obstáculo para el encuentro de espacios de convivencia (la referencia en este punto a los bares del barrio del Arenal de Sevilla es paradigmática).

En esta obra heterogénea y con un interés probablemente desigual para el lector dependiendo de sus afinidades intelectuales y sentimentales dedica un interesante capítulo a la tauromaquia como uno de los elementos tradicionales de arraigo puesto en entredicho en la actualidad por una ideología (él diría, una religión) animalista que ha calado de tal modo que quienes la profesan y atacan a la tauromaquia desconocen las bases de esa confrontación y las consecuencias a las que podría conducir su abolición. Bajo el título “Cristalización del debate en torno a un rito”, a lo largo de treinta páginas esboza los antecedentes del debate y plantea no pocas razones por las que defender la tauromaquia, aún siendo consciente de que “la tauromaquia, como tantas otras cosas a las que los hombres se confrontan, no es reductible a una visión abstracta, es decir, parcial y unilateral”. Expone las razones de los animalistas planteando que se trata de un rousseaunismo actualizado en el que no existe ya una nostalgia de “nuestra humanidad”, sino de nuestra animalidad y que ahora las “razones para no estar satisfechos con nuestra humanidad no se traducen en un proyecto para mejorarla, sino en el rechazo de ésta, negando su singularidad”. No es optimista al respecto: “Precisamente porque responde a causas profundas, por el momento este movimiento no va a ser contenido: estamos ante una movilizadora causa urbana que clama contra la urbanización de nuestra existencia. Como los seguidores de Aaron, debilitada la fe en el Dios de las Tablas, los hombres de nuestro tiempo deifican la animalidad.”

En el capítulo se aborda el debate que tuvo lugar a propósito de la tauromaquia en el Parlament de Cataluña, pero también si la tauromaquia es indigna de las preocupaciones de un filósofo (como se le achacó a Ortega), o las visiones contrapuestas de la tauromaquia del propio Ortega y Azorín. Se cita a Sánchez Mejías, a Lorca, a Blasco Ibáñez o a Miguel Hernández, pero se duda de si en la actualidad esta “coartada cultural” supone una defensa verdaderamente útil. Se explicita cómo la tauromaquia supone una atmósfera que España preserva de forma única a través de sus dehesas y que genera un conocimiento y forma de manejo de los animales que hace surgir relaciones sociales donde “la única jerarquía” que cuenta es el saber de cada uno en las diferentes facetas del trabajo conjunto.

Y plantea sin tapujos el complejo debate del lazo entre humanos y animales. Un debate, por cierto, que junto con otros como la inteligencia artificial, será una de las cuestiones que abordará el Congreso de Ontología de 2023 con una presentación clara: “Animal condition and human nature: state of the art. a. Legal status of animals; b. Human language and animal signal codes.”

Un libro interesante, en fin, y variado. Que hace pensar. Con cuyos argumentos estar de acuerdo en ocasiones y abiertamente en contra en otras. Pero que reivindica algo tan complejo pero tan necesario como un proyecto común de una España diversa en el que tengan cabida distintas forma de ser y sentirse español e inserta en una Europa donde la solidaridad y la defensa conjunta de ciertos valores no laminen los elementos culturales y vitales tradicionales que permitan a cada uno seguir sintiendo el arraigo que da sentido a una vida verdaderamente humana.

(*) Reseña realizada por Lorenzo Clemente, Presidente de la Comisión Jurídica de la Fundación Toro de Lidia y miembro del Consejo Editor del Instituto Juan Belmonte.

Gómez Pin, pregonero

El filósofo fue nombrado Pregonero de la Feria Taurina de Sevilla 2013. Dictó su pregón anunciador el 31 de marzo en el Teatro Lope de Vega de Sevilla.

Crónicas de la prensa del acto: Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía, ABC, La Razón.

Diario de Sevilla. Por Braulio Ortiz. Gómez Pin destaca el “ecologismo radical” del mundo de los toros

La capacidad del filósofo Víctor Gómez Pin para adentrarse con inusual clarividencia en los enigmas de lo humano quedó de manifiesto hoy con el Pregón Taurino que pronunció en el Teatro Lope de Vega. Este catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, doctorado en La Sorbona con una tesis sobre el orden aristotélico y autor de una treintena de libros, que fue presentado por la defensora del pueblo y ex alcaldesa de Sevilla Soledad Becerril como “uno de los pensadores más relevantes de la España actual”, se aproximó a la tauromaquia como un “problema con aristas filosóficas” que abordó “no en términos negativos, o sea, rebatiendo los anatemas del contrario, sino afirmativos, es decir, poniendo el listón del ideario ético y simbólico del ser humano muy alto y mostrando que la disposición subjetiva, consciente o inconsciente, que mueve a los aficionados responde a tal ideario”.

El ensayista aseguró que su dedicación a la filosofía le había empujado a “reflexionar sobre las especies animales, los rasgos que permiten distinguir a unas de otras y, sobre todo, la abismal diferencia que, como resultado de la evolución, separa a esa especie animal a la que pertenecemos de todas las demás”, una investigación en la que había acabado colisionando con “una posición filosófica radicalmente contraria” que “ha encontrado en la tauromaquia una concreción de lo que ella repudia, hasta el punto de convertirla en primer objetivo de una suerte de cruzada, exigiendo tanto su erradicación de las costumbres como su legal abolición”.

En su defensa de la liturgia taurina, Gómez Pin tuvo en el Parlament de Cataluña, al que acudió para reivindicar una Fiesta sobre la que se cernía entonces la amenaza más tarde consumada de la prohibición, “una de las plazas menos receptivas” a su discurso, pero el filósofo no quiso detenerse hoy demasiado en la trastienda de intereses políticos que implicaba la medida tomada en el seno de la Generalitat. “Hubo una propuesta, un debate, se votó y unos perdimos, eso es todo”, declaró en el tono sereno que caracterizó su intervención. Lo que cuenta, sostiene el pensador, “no son los eventuales motivos ocultos de los que en el Parlament de Cataluña votaron su abolición, sino los argumentos explícitamente avanzados, y ello en razón de que son los mismos que se esgrimen en otros lugares donde la tauromaquia se ve amenazada, desde Quito al Mediodía francés o Bogotá”, afirmó. En su opinión, “no es razonable concentrar las fuerzas en un frente hipotético, cuando hay un frente importantísimo claramente abierto y en el que en el adversario avanza a paso de carga”. Porque, añade el catedrático, “los que piden la clausura de la Plaza Santamaría de la capital colombiana o los manifestantes que en el exterior de las Arènes de Nimes perturbaban con su griterío hace dos años el desarrollo de un festejo” actúan con semejante beligerancia movidos por una convicción: la de quienes perciben en la tauromaquia un festejo “en el que los animales son objeto de escarnio y maltrato” y que se celebra ante “espectadores que se complacen” ante esta situación, una teoría que resuena en foros “políticos, jurídicos, académicos y culturales, desde el Parlamento Europeo al Consejo de Estado de Francia, pasando por La Sorbona y organizaciones de defensa del medio ambiente”.

Gómez Pin prosiguió su discurso apuntando que se sentía secundado por “personas de elevada talla intelectual”, entre las que citó al también filósofo Francis Wolff, que han esgrimido “los argumentos legitimadores de la tauromaquia”, pero añadió que “desgraciadamente” estas reflexiones no han calado en los detractores de la lidia. Al contrario: el intento de respaldar esta tradición se suele topar con la hostilidad de un debate en el que los ánimos están particularmente encendidos y los implicados parecen moverse más por “la defensa de los dogmas que por la confrontación de criterios”. Lo sabe el pregonero, a quien “un admirable y admirado escritor español” puso “a caldo” tras haber expuesto su tesis en un diario. A veces, lamenta Gómez Pin, “el repudio llega hasta el insulto, la anatemización en terrenos profesionales, de entrada sin vínculos con el asunto”, cuando no se llega a “sugerir que lo conveniente sería para uno enmendar, cambiar de bando, pasando así a ser reconocido por los que se complacen en sentirse del buen bando, dignos ciudadanos de una Europa considerada pulcra y trabajadora”.

Pero el ganador de premios como el Anagrama o el Espasa de ensayo no quiso quedarse en la “caricatura” y señaló que la controversia en torno a la tauromaquia es una cuestión de una profunda complejidad moral. Algunos de los adversarios “llegan a aceptar que el sufrimiento [del toro] es el precio a pagar por un ritual de alto contenido simbólico”. Y es ahí donde Gómez Pin identifica el mayor problema, “en estos interlocutores abiertos de espíritu, que ven sinceramente a la tauromaquia como un ritual desfasado, incompatible con el progresivo sentimiento ecológico, cuyo cimiento reposaría en la conciencia agudizada de nuestra pertenencia a la animalidad, y la necesidad de extender la consideración de la que es merecedor el ser humano a otras especies animales”. Pero ante estas acusaciones, el profesor alega que los taurinos son “radicalmente ecologistas”, ya que responden “espontáneamente, sin necesidad de reflexión explícita, a una posición consistente, sensata y asumible por toda persona razonable en la que la animalidad es reconocida en el papel esencial que juega en la vida de los hombres”. Según esta conciencia, los aficionados “somos el modelo de una disposición subjetiva ante el orden natural y las especies animales que repudia instintivamente toda perturbación arbitraria de ese orden”, por lo que, recalca, cree “profundamente injusto” y “un sinsentido” que “se nos quiera abolir en nombre de la ecología”.

En su pregón, Gómez Pin tomó a Noé y su experiencia con el arca como símbolos de la intercesión del hombre frente a los animales, como ejemplo de una armonía donde impere la razón de lo humano sin que las otras especies pierdan sus facultades naturales. “Noé instrumentaliza al cuervo para saber si las aguas han descendido –el retornar del ave una y otra vez es signo de que no encontró lugar dónde posarse– y lo mismo hace con la paloma. Mas, obviamente, si la paloma y el cuervo hubieran perdido en el arca la capacidad de volar no hubieran sido útiles a Noé para su objetivo”, cavila el barcelonés, para quien el personaje de la Biblia aporta “una metáfora del delicadísimo equilibrio que ha de mantener el hombre en relación a las especies animales”, un equilibrio “que conocen bien los ganaderos de reses de combate”.

Este punto de partida induce a Gómez Pin a defender que “amar de manera concreta la naturaleza” no conlleva “desear que permanezca en estado puro o salvaje”, ya que, argumenta, habría que diferenciar entre una naturaleza pura y una naturaleza buena. En este marco la ética en el comportamiento con los animales “no pasa por tratar de homologarlos con la especie humana” y erigiéndolos en “paradójicos sujetos de derechos sin deberes”, sino que se trataría más bien de hacer “una elucidación clara de la función de cada especie y una ponderación del grado en que ésta es beneficiosa para la salud del orden natural, que a su vez es condición necesaria de un sano recrearse de la especie humana en el ciclo de las generaciones”.

Según Gómez Pin, son precisamente los animales “que mayormente han sido homologados a los humanos” los que han acabado “desprovistos de función y casi desprovistos de las características de su especie”. “Imaginemos por un momento”, propone, “que uno de estos perros de hogar americano, que recibe regalos navideños y es llevado a la peluquería, fuera transportado a un medio rural y se intentara que llegara a realizar alguna de las tareas que habitualmente se encomienda a sus congéneres. Obviamente sería muy difícil que se aclimatara; cabría decir que ahora es un animal desarraigado. Desarraigado, curiosamente, cuando ha retornado al lugar donde cabría que se desplegaran las potencialidades de su especie”, afirma.

Frente a esta desnaturalización desproporcionada de las especies, el filósofo contrapone la plenitud de un toro en su fuerza y su agresividad. Gómez Pin contempla al animal como una pieza necesaria en la “radical confrontación” del torero “consigo mismo. Y para esa confrontación necesita un animal. Un animal que no está llamado a alimentar al hombre, aunque por añadidura también tenga ese destino; tampoco a servirle como instrumento para la subsistencia y menos aun a ser paliativo para la ausencia de compañía humana. ¿Llamado pues a qué?” se pregunta.

“Llamado”, responde, “a que el hombre pueda cumplir su función de mostrar en acto que la vida y la subsistencia no lo es todo, que lo importante es ser reconocido por los demás como plena y radicalmente humano”. Por eso, mantiene, “la dehesa es un hábitat plenamente humanizado y por eso la vida de los hombres que circundan la dehesa es casi un paradigma del amor al orden natural”.

Porque en un desafío como el del toreo, “no hay espacio para la vacuidad”, y el diálogo entre el diestro y el toro tiene un cariz espiritual en el que se entrecruzan la vida y la muerte, y también asoman otros conceptos de inusual trascendencia. “En esta fiesta que nos espera esta tarde”, dijo, “celebraremos también, con nuestro propio rito, el hecho de que la finitud, que marca el destino de todo ser vivo, cuando se trata de los hombres no lo dice todo; celebraremos la emergencia de luz tras un momento de sombra; celebraremos que en suma que la lápida no clausura definitivamente el sepulcro, cuando el que allí reposa es un ser de palabra”, concluye, ayudándose de una cita de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust: “Pues todo ha de retornar, como está escrito en las bóvedas de San Marco y como lo proclaman, bebiendo en las urnas de mármol y de jaspe de los capiteles bizantinos, los pájaros que significan a la vez la muerte y la resurrección”.

El Correo de Andalucía. Por Álvaro Rodríguez del Moral. “Los taurinos somos radicalmente ecologistas”

El filósofo catalán defendió que “no se pueden trasladar las virtudes del ser humano a los animales”, en un pregón impartido durante una plomiza mañana de llovizna.

El filósofo catalán defendió que “no se pueden trasladar las virtudes del ser humano a los animales”, en un pregón impartido durante una plomiza mañana de llovizna. J.M.Espino (Atese)

La mañana, desapacible, no pintaba de los colores del tópico la Pascua de Resurrección. Se comentaba en los corrillos que el Resucitado también había tenido que quedarse en casa para poner la firma más nefasta a una Semana Santa en la que la lluvia fue compañía indeseada, una lluvia que a esas horas seguía siendo la certeza más irremediable para las horas de la tarde.

Mirando a esos cielos cárdenos y pensando en los seis toros que se tenían que lidiar en la plaza de la Maestranza, el péndulo festivo de la ciudad dio una nueva vuelta para encararnos a otra Fiesta Mayor –así fue declarada por el Ayuntamiento- que ayer escenificaba su primer acto.

Y fue el filósofo catalán Víctor Gómez Pin el encargado de dar ese pistoletazo de salida a la temporada taurina hispalense desde de las tablas del teatro Lope de Vega, escenario del tradicional pregón taurino que organiza la Real Maestranza de Caballería en colaboración con el propio ayuntamiento, que ayer daba una nueva vuelta de tuerca a su compromiso con la tauromaquia al anunciar la creación de un nuevo premio que “reconocerá la trayectoria de personas vinculadas a la Fiesta de los toros”, tal y como anunció el plenipotenciario edil Gregorio Serrano en la presentación de un evento que fue presidido, entre otras autoridades, por el alcalde de la ciudad y el marqués de Puebla de Cazalla, teniente de hermano mayor del cuerpo nobiliario.

Víctor Gómez Pin fue presentado por la defensora del Pueblo y ex alcaldesa de la ciudad, Soledad Becerril, que lo definió como “uno de los pensadores más relevantes de la España actual”. Becerril también recordó la vinculación del pregonero con el diestro Antonio Ordóñez y la ciudad de Ronda y recalcó que traía a las tablas del teatro Lope de Vega “su inteligente defensa de la Fiesta”. En una larga y ancha intervención, el pregonero supo emplear un rico discurso que sirvió para desmontar las razones de los antitaurinos a través de la ética y la filosofía, diseccionando perfectamente el papel del hombre y el rol de los animales en un mundo, el taurino, que él mismo declaró como “radicalmente ecologista”.

Gómez Pin no renunció a la más rabiosa actualidad al referirse a la marea abolicionista que amenaza la fiesta de los toros dentro y fuera de España: “Sabido es que en el caso de la prohibición de la fiesta de los toros en Cataluña hubo motivaciones políticas encubiertas”, reconoció el pregonero y filósofo precisando que, más allá de esa votación parlamentaria, los argumentos que cuentan en realidad “son los mismos que se esgrimen en todos aquellos lugares en los que hoy está amenazada la tauromaquia, desde Quito o Bogotá hasta el mediodía francés” en un frente abierto que, según su apreciación, no se puede reducir al problema catalán. En ese sentido, Gómez Pin reconoció que “el adversario avanza a pasos agigantados” denunciando que los ataques de los antitaurinos son “el alto precio a pagar por disfrutar de un ritual de alto contenido simbólico”. El filósofo recordó que sin salir de Sevilla “hay mucha gente que piensa que el toreo es un ritual desfasado”, insistiendo en que “no se pueden trasladar las virtudes del ser humano a los animales”.

Buceando por los argumentos filosóficos esgrimidos por Gómez Pin no faltaron las citas bíblicas y la referencia a una ecología entendida como obra del hombre: “nada hay más antinatural que un parque natural”, señaló el pregonero haciendo un hermoso simbolismo al recordar que “los animales que entraron en el arca de Noé ya no fueron los mismos después de pasar por la mano del hombre, que fue el que les procuró alimento”. Esa acción del hombre, como tutor de la propia naturaleza, fue el hilo conductor de un texto en el que no faltaron referencias al ternurismo animal de origen anglosajón que ha cimentado el caldo de cultivo en el que se mueven las corrientes abolicionistas de la Tauromaquia.

ABC. Por Rocío Ruz. Víctor Gómez Pin: «El mundo taurino es radicalmente ecologista»

El filósofo catalán Víctor Gómez Pin ha defendido hoy la tauromaquia a través de la ética, al pronunciar el pregón taurino organizado por la Real Maestranza de Sevilla y el Ayuntamiento hispalense en el teatro Lope de Vega, con el que comienza la temporada en la plaza sevillana.

Gómez Pin fue presentado por la defensora del pueblo y exalcaldesa de la ciudad, Soledad Becerril, que lo ha definido como “uno de los pensadores más relevantes de la España actual”.

Becerril también ha recordado la vinculación del pregonero con el diestro Antonio Ordóñez y ha recalcado que traía a las tablas del teatro Lope de Vega “su inteligente defensa de la Fiesta”.

El pregonero ha empleado un denso discurso para desmontar las razones de los antitaurinos a través de la ética y la filosofía, diseccionando el papel del hombre y el rol de los animales en un mundo, el taurino, “radicalmente ecologista”.

“Sabido es que en el caso de la prohibición de la fiesta de los toros en Cataluña hubo motivaciones políticas encubiertas”, ha dicho el pregonero.

“Son los mismos argumentos que se esgrimen en todos aquellos lugares en los que hoy está amenazada la tauromaquia, desde Quito o Bogotá hasta el mediodía francés” en un frente abierto que, según su apreciación, no se puede reducir al problema catalán.

En ese sentido, Gómez Pin, reconoció que “el adversario avanza a pasos agigantados” denunciando que los ataques de los antitaurinos son “el alto precio a pagar por disfrutar de un ritual de alto contenido simbólico”.

El pregonero recordó que sin salir de Sevilla “hay mucha gente que piensa que el toreo es un ritual desfasado”, insistiendo en que “no se pueden trasladar las virtudes del ser humano a los animales”.

En su discurso, no faltaron las citas bíblicas y la referencia a una ecología entendida como obra del hombre: “nada hay más antinatural que un parque natural”.

Ha recordado que “los animales que entraron en el arca de Noé ya no fueron los mismos después de pasar por la mano del hombre, que fue el que les procuró alimento”.

La Razón. Por R.S.. Víctor Gómez Pin, la tauromaquia a través de la ética filosófica

El filósofo catalán Víctor Gómez Pin defendió ayer la tauromaquia a través de la ética, al pronunciar el pregón taurino organizado por la Real Maestranza de Sevilla y el Ayuntamiento hispalense en el teatro Lope de Vega, con el que comienza la temporada en la plaza sevillana.

Gómez Pin fue presentado por la defensora del pueblo y ex alcaldesa de la ciudad, Soledad Becerril, que definió como «uno de los pensadores más relevantes de la España actual». Becerril también recordó la vinculación del pregonero con el diestro Antonio Ordóñez y recalcó que traía a las tablas del teatro Lope de Vega, «su inteligente defensa de la Fiesta».

El pregonero empleó un denso discurso para desmontar las razones de los antitaurinos a través de la ética y la filosofía, diseccionando el papel del hombre y el rol de los animales en un mundo, el taurino, «radicalmente ecologista».

«Sabido es que en el caso de la prohibición de la fiesta de los toros en Cataluña hubo motivaciones políticas encubiertas», reconoció el pregonero, para precisar que en realidad los que cuentan «son los mismos argumentos que se esgrimen en todos aquellos lugares en los que hoy está amenazada la tauromaquia, desde Quito o Bogotá hasta el mediodía francés» en un frente abierto que, según su apreciación, no se puede reducir al problema catalán.

En ese sentido, Gómez Pin, reconoció que «el adversario avanza a pasos agigantados» denunciando que los ataques de los antitaurinos son «el alto precio a pagar por disfrutar de un ritual de alto contenido simbólico».

El pregonero recordó que sin salir de Sevilla «hay mucha gente que piensa que el toreo es un ritual desfasado», insistiendo en que «no se pueden trasladar las virtudes del ser humano a los animales».

En su discurso no faltaron las citas bíblicas y la referencia a una ecología entendida como obra del hombre: «Nada hay más antinatural que un parque natural».

Y recordó que «los animales que entraron en el arca de Noé ya no fueron los mismos después de pasar por la mano del hombre, que fue el que les procuró alimento».

©El filósofo Víctor Gómez Pin, durante un momento de su pregón./José Ángel García/Diario de Sevilla/. ——– * Blog de Víctor Gómez Pin.

victor_gomez_pin.txt · Última modificación: 2022/08/23 14:04 por paco