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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Jueves 5 de mayo de 2022

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Hermanos García Jiménez (bien presentados, mansos e inválidos, desclasados).

Diestros:

Diego Urdiales: Estocada trasera, descabello (silencio); estocada (palmas).

Cayetano: Estoconazo (ovación tras petición); bajonazo (silencio).

Paco Ureña: Estocada entera caída (ovación tras dos avisos); estocada (ovación tras aviso).

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado, temperatura agradable.

Entrada: tres cuartos de plaza.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Flojos y sosos toros de Matilla para una tarde más

Los toros de Matilla, los llamarán así siempre por mucho que cambien los herederos la nomeclatura oficial, no sirvieron. Flojos en general, muy sosos de embestida, yendo a menos, alguno peligroso y noble el cierraplaza. El año pasado triunfaron en la Maestranza, pero no debe ser regla general en esta ganadería y este año se han comportado como casi siempre. Los toreros hicieron lo que pudieron: Urdiales dejó sus detalles con el capote y la muleta, sin emplearse muy a fondo, Cayetano estuvo bien con el segundo y dejó una de las estocadas de la Feria, pero no le sirvió para cortar oreja, como tampoco le sirvió a Ureña su faena al 6º. Por similares tareas se han cortado en esta Feria, pero los numerosos regalos que ha habido han impedido que hoy -por vergüenza torera del presidente- siguiera la racha. Ahora viene lo mejor: mañana y pasado “no hay billetes” asegurado y algunos apostantes dicen que puede haber un rabo esperando a Morante. No me extrañaría.

Lo mejor, lo peor

Lo mejor. Podría ser… la estocada de Cayetano a su primero. De premio. Aunque no le sirvió para triunfar.

Lo peor. Además del ganado de Matilla lo peor ha sido que los toreros, los tres, hayan alargado sus faena hasta el aburrimiento. Sonaron avisos que no tenían que haber sonado.

Crónicas de la prensa

Por Vicente Zabala de la Serna. El Mundo. Las cosas de Diego

Iba cayendo el sol en una tarde rara, desordenada, sin brillos. Unas horas con la suerte cambiada, alterada de sinos. Marcaba el reloj las 19.50 cuando a Diego Urdiales se le paró el corazón a la verónica. El quite, sobre la misma boca de riego, fluyó como un manantial de pereza, agua clara. Urdiales se hundió en un puñado de lances, fundiendo bronces con el pecho. A Curro le movió la nostalgia. La media verónica despertó las ovaciones y a la plaza del sueño.

El toro de García Jiménez, Matilla, sacaba abajo buen estilo, pero sin regalar la continuidad ni el empuje. El arnedano los buscó desde la colocación cabal, dibujando instantes en su derecha, otros retazos en su izquierda, esbozos del toreo clásico. Pero el ritmo no brotaba para redondear la series y construir la obra ansiada, el recuerdo de septiembre. Apuró con algún susto aquello. Como si pusiese la botella de vino boca abajo, hasta la ultimas gotas. Y hundió la espada entera por el sitio de la muerte pronta. La ovación cayó por su propio peso.

Habían saltado ya dos Carceleros de Matilla como la noche y el día. Uno desgarbado de hechuras; otro de molde ideal. Aquél de movimientos inciertos, embestida recta y desacompasada; éste derramando bondad, con el poder preciso. Por supuesto, el feo y malo fue para Diego Urdiales y el guapo y bueno para Cayetano. De esto avisé a Frauca cinco minutos antes. De las cartas del bajío. Urdiales pasó un mal rato desde que se puso delante y sintió la embestida por dentro, la escasa humillación, el braceo de la bestia. Que tiraba de violencia al pasar. Del prólogo de faena se desprendió una trinchera de cartel, andándole al toro a los medios. No regalo ni un viaje amable por el pitón derecho. Y, sin embargo, por el izquierdo se equivocó un dos o tres de veces, casi huyendo. Diego le robó el mismo número de naturales, dos o tres, muy hermosos. No hubo más que un trago malo. Pena de prisión para Carcelero I.

El Carcelero II fue otra historia, que ya está dicho. Cayetano armó una faena correcta con un luminoso prólogo: en el bonito cambio de mano dibujó el toro la estela de su nobleza. Por una y otra mano, el estimable trazo de los muletazos decía una cosa y el cuerpo del torero otra. Como si estuvieran en planos diferentes. Un estoconazo desató el entusiasmo, contenido en toda su labor. Se pidió la oreja, sin hallar eco en el palco. A este último Carcelero lo despidieron algunas palmas, cuando fue el mejor. También se dio un quinto tocado arriba de pitones -sellando el lote de la tarde-, pero con escasa duración. Cayetano brindó a Dolores Aguirre, quiso ese tiempo del toro, se descalzó lanzando las zapatillas, levantando alborozos, y mató con un bajozano.

La desigual corrida de Matilla, lejos de la septembrina, tan bien hecha, baja y sevillana aquella, tuvo sus opciones por fases pero sin clase. Una corrida media. No respondió a ese registro, al del afable manejo, digo, un tercero que levantaba no poco del piso. Fue bastante cabrón, frenado -también viniéndose por dentro- y cambiante. Paco Ureña, que sustituía a Emilio de Justo, se la jugó como es, con su verdad a pelo, sin taparse nada y desordenadamente. Un volteretón terrible le pudo costar caro. No renunció nunca a la batalla en una faena que pasó de hora: un aviso antes de perfilarse, el otro con la estocada dentro. A últimas un toro castaño de amplia cuna y buena hechura se movió manejable en la muleta del lorquino, que se unifica mejor con su figura al natural, en su siempre llamativa izquierda. Mucha voluntad, tesón y ganas en Ureña. Que cobró una estocada que, como en el caso de Cayetano, liberó una petición no atendida.

A la caída de la noche, era del capote de Diego Urdiales y otras cosas suyas el recuerdo.

Por Andrés Amorós. ABC. Aromas de veteranía en Sevilla

Es una tarde de toros plácida, sin fuertes emociones: con estilos diferentes, los tres toreros nos ofrecen gratos momentos, aromas de torería. Menos me gusta que, a pesar de su experiencia, prolonguen demasiado sus faenas: aunque manejan bien la espada, suenan varios avisos y la corrida, como de costumbre, se alarga demasiado. Al final, casi en la prórroga (¿les suena?), Paco Ureña está al borde de conseguir el ansiado trofeo pero el presidente no lo concede.

Se estima en Sevilla el buen estilo clásico del riojano Diego Urdiales, al que también han venido a apoyar no pocos paisanos. El primer toro es incierto, algo brusco, y renquea. Urdiales se dobla bien y dibuja algunos naturales limpios, de buen trazo. (Alabo que remate las series por bajo: los pases de pecho no son obligatorios). El toro acaba huido a tablas, se alarga el trasteo pero mata bien, como suele. En el cuarto, dibuja un precioso quite por verónicas: naturales, suaves, sin exageraciones barrocas. (La naturalidad es una gran virtud, en el toreo y en la vida). El toro galopa con alegría en banderillas. Sin probaturas, Diego corre la mano por naturales. Todo el trasteo rezuma personalidad y torería , se aleja de muchas rutinas habituales. No es faena redonda pero sí para paladear - perdonen el tópico - como un buen vino de su tierra riojana. Prolonga el trasteo y vuelve a matar bien (aunque haya derrame: éste no es prueba segura de un bajonazo). Deja Diego su crédito intacto, en Sevilla.

Además de ser figura mediática, con las ventajas -para la taquilla- y los inconvenientes que eso pueda tener, Cayetano lleva una carrera taurina discontinua: empezó tarde, ha parado algunas veces. Recuerdo un triunfo suyo grande con los fuertes toros de Pamplona. Cuando hace falta, suele sacar un carácter luchador, heredado de su padre. Hace tiempo que no lo veía. Lancea, rodilla en tierra, al segundo… y el toro lo imita. Lo dejan sin picar. Comienza la faena con ayudados solemnes, con empaque , de raíz rondeña. Corre la mano con facilidad y cierto gusto. Entrando de lejos, muy rápido, con salto atlético, clava arriba. Algunos piden la oreja. Escucho: «¡Por lo menos, una!» Así estamos… El cuarto es dulce como su nombre, Caramelo; también, soso: no conozco caramelos picantes. Aunque el diestro lo anime con sus voces, se apaga, acaba en tablas. Al matar, se le va la mano. Lo he encontrado más puesto y seguro de lo que yo esperaba. (El gesto de arrojar lejos las zapatillas me parece muy poco estético).

Paco Ureña había quedado fuera de los carteles de esta Feria pero el grave percance de Emilio de Justo le ha permitido una merecida repesca. Creo que se siente injustamente valorado por algunas empresas. El 21 de mayo se va a encerrar con seis toros en Las Ventas, en un gesto arriesgado, que indica la necesidad que siente de mejorar su valoración. Esta tarde, se advierte claramente, en su resuelta actitud.

El tercero va de lejos al caballo pero, con el puyazo, se desinfla, como una gaseosa; también flaquea dos veces, en banderillas. Aplaudo la forma de citar clásica de Ureña, dando el pecho. El toro se mueve algo rebrincado, con cierta guasa. Paco no duda, en un trasteo emocionante. El toro le avisa varias veces y acaba volteándolo, como se veía venir. Está valiente de verdad, honrado a carta cabal. Entra a matar recto como una vela pero el toro tarda en caer (este Ateo es muy pertinaz), la faena ha sido larga y suenan dos avisos.

El último tiene nombre de brandy pero no llega a Espléndido. (No me gusta otro matador que arroja las zapatillas). Se mete Ureña en el terreno del toro, aguanta parones; a veces, algo forzado, por su evidente deseo de arrancar el triunfo. ¿Lo conseguirá, al final, como hizo casi milagrosamente el Real Madrid? El bondadoso público lo está deseando pero, aunque se vuelca al matar, el presidente no concede el trofeo.

La veteranía es un grado: hemos disfrutado con gratos sabores y aromas de Rioja, de Ronda y del valor murciano. Pero, si se cumple el tiempo previsto, el presidente está obligado a sacar el pañuelo de los avisos: tres diestros veteranos deben saberlo.

Posdata. En cualquier espectáculo en directo, la duración es un dato decisivo. Las corridas de toros actuales son, indiscutiblemente, demasiado largas: muy rara es la que dura menos de dos horas y media; muchas, se acercan a las tres horas; casi ninguna se queda en las dos horas que antes eran el límite habitual. Conclusión evidente: la emoción decae. En Sevilla, además, ese riesgo aumenta por la creencia, muy difundida, de que, en los toros, todo se ha de hacer muy despacito. Por supuesto que se debe torear despacio pero hay mil detalles del espectáculo que deberían aligerarse, sin tocar lo esencial del rito. A los presidentes les toca este difícil morlaco: ¿serán capaces de darle la lidia adecuada? Lo dudo.

Por Patricia Navarro. La Razón. Un susto, algún esfuerzo… Intentos de salvar el Matillazo de Sevilla

Se sabía que podía pasar, porque el peligro en una plaza es, en ocasiones, una premonición, un susurro, un silencio, el grito a la media vuelta de una embestida. Y así fue porque Paco Ureña, que vino a Sevilla por la vía de la sustitución, no lo llamaron, se expuso a sabiendas que podía ocurrir. Y ocurrió. El de Matilla (Hermanos García Jiménez) tenía guasa. Mala. No embestía con claridad, bicheaba por delante antes de meter la cara, rebuscaba y encontró presa en Ureña. Un sustazo porque para arriba y para abajo lo zarandeó y eso parecía que no iba a acabar nunca. De milagro no lo hirió y de la misma manera que llevaba un rato haciendo el esfuerzo y buscándolo las vueltas, así siguió. Era el tercero y en la rectitud cobró la estocada. Mérito tuvo, y suerte, pasar por ahí otra vez no era buen plan. Tardó en caer el toro y casi se olvidó el esfuerzo.

Diego Urdiales se durmió en el capote con el cuarto, en honor de Curro que no se perdió su tarde. Y Sevilla seguía oliendo a Romero. Creímos que iba a ser el toro de una tarde tediosa. De un Matillazo en toda regla y eso que confianza en la ganadería había, porque la merece. No fue el caso. Mal presentada, una escalera de toros mal hechos fue lo que salió de toriles para sorpresa. ¿Sevilla? El de Urdiales tuvo bueno el embroque y desentendido de mitad de muletazo para adelante por la derecha, como desidia. Mejor iba la cosa al natural por donde vinieron los muletazos de mejor factura del riojano que, tras la estocada salió a saludar. Había hecho un esfuerzo, de esos que no trascienden, porque Sevilla estaba menos de fiesta que otras tardes.

Antes, se había llevado el primero, que era una versión diablo, por estética, de la camada brava. Y, además, rajado e irregular, sin dos embestidas iguales. No regaló una tanda que llevarse a los ojos y que no cayera en el olvido. Diego Urdiales lo intentó. Lo juro y hubo un par de naturales a los que aferrarse de esos de acabar el muletazo por debajo de la pala del pitón. Ahora, de ahí a poder repetirlo con continuidad era un imposible. Cayetano

Otras hechuras tuvo el segundo para Cayetano. El toro iba y venía y protestaba en la cercanía. La distancia, los espacios le iban bien. Cayetano alternó pasajes de todo tipo, pero siempre queriendo desde el capote. Le pegaba uno bueno y al siguiente un tirón. Con la muleta buscó ahormarse al animal y dejó algún momento de interés. La suerte suprema fue exprés.

El quinto tuvo más nobleza, aunque le faltó también un tranco. Le tocó a Cayetano, en esta ocasión menos fino, más periférico y con una tendencia clara a hacer la faena más allá de las rayas del tercio.

Noble, franco y soso fue el sexto. Agua para el sediento. Paco Ureña buscó tantos registros diferentes que ninguno acabó de encajar y ya al final un par de naturales de media muleta por el albero recordó que el toreo roto es valor seguro, pero la sosería del toro se había impuesto. Como la mala corrida de García Jiménez.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Aburrido entremés antes de la traca final…

El trajín de la calle de la Mar suele ser el anticipo de la expectación que levanta un cartel. Es una prueba que no falla, que se suele desbordar en el meandro de asfalto de Adriano cuando la corrida es de verdaderas campanillas. Este jueves no había tal. La escasa química del cartel escogido para cubrir el expediente a punto de encarar el tramo final del ciclo continuado solo podía traer la imagen de demasiados ladrillos al sol…y la sombra. Cualquiera de los tres matadores anunciados, amparados de otra forma, habrían caído mejor en las combinaciones primaverales pero la terna así constituida cantaba su escaso poder de convocatoria desde que se imprimió en los papeles…

No hace tanto, tanto montaba que montaba tanto lo que se anunciara en estos días de vino y rosas. Los farolillos podían con todo pero la dinámica de la feria –la del Real y la del Baratillo- ha experimentado no pocos cambios. Como la propia ciudad. Con esos mimbres la ilusión desciende, por más que se lidiara una corrida, la de los Matilla ‘Bros’, que se llevó algunos de los premios más relevantes de la pasada feria de San Miguel. Los García Jiménez echaron un encierro parejito pero muy difícil de calificar por su comportamiento: siempre sin romper del todo, sin definirse de verdad en el último tercio.

Toca ir por partes, empezando por la actuación de Diego Urdiales que despide su particular feria sin poder reeditar su concertino otoñal. Su primer enemigo fue un ejemplar con temperamento manso y hasta su puntito de genio que engañó por su movilidad. ¿Tuvo mejor son por el pitón izquierdo? Puede ser pero acabó rajándose definitivamente mientras el riojano alargaba más de la cuenta un trasteo sin trascendencia.

Mucha más entidad iba a tener su actuación con el cuarto, un toro que despertó muchas esperanzas desde que se deslizó en las magníficas verónicas que Urdiales le recetó en los medios antes del primer puyazo. Cayetano quitó por el mismo palo y el segundo tercio, resuelto con sobria brillantez por la cuadrilla, mostró que el animal podía servir. Desgraciadamente fue un espejismo por más que Diego, siempre en torero, dibujara o esbozara muletazos de su particular empaque, llegando a llevarlo muy largo por el pitón izquierdo. Pero el toro, que no había respondido a las expectativas, se acabó diluyendo como la faena, rematada de un contundente espadazo.

El segundo espada en liza era Cayetano Rivera Ordóñez. Hay que alabarle la actitud, el espíritu de entrega y su encomiable esfuerzo con dos toros que hicieron confrontar las opiniones de los aficionados. El segundo salió abantito y muy suelto, pasando de largo en esos capotazos rodilla en tierra con los que el nieto del maestro de Ronda quería pintar aguafuertes ordoñistas. Se ciñó en el galleo por chicuelinas y pareció que encontraba el definitivo acople con un animal muy desigual que lo mismo humillaba y se desplazaba que se quedaba corto de viajes. Fue una faena animosa, sincera, posiblemente sin acertar a resolver por completo los problemas que planteaba el toro y rematada de un gran espadazo.

El mismo argumento se iba a repetir con el quinto, otro toro de medios tonos pero muy manejable con el que Cayetano volvió a dar lo mejor de sí mismo, comprometido siempre con el animal y entregado a tope en un trasteo que resolvió en cercanías de las tablas antes de agarrar una fea y baja estocada que deslavazó todo. Se le agradeció la actitud.

Paco Ureña había llegado al cartel por la vía de la sustitución, cubriendo el ancho hueco que había dejado Emilio de Justo. Tuvo por delante un tercero que tampoco terminó de rematar nada aunque se dejó más y mejor por el lado izquierdo. El murciano le obligó, tiró de él, pero le costaba rematar las embestidas. En una de esas le echó mano propinándole una fortísima voltereta de la que salió milagrosamente indemne. A partir de ahí llegaron los muletazos más intensos, más reunidos y expresivos de su labor, citando muy espatarrado. La espada también funcionó.

Ureña iba a cuajar la actuación más completa de la espesita tarde con el sexto, que fue el que más se dejó el envío charro. Había hecho una pelea bravucona en el caballo pero el diestro de Lorca lo brindó al personal antes de torearlo reunido, con el compás abierto hasta la exageración en esa tauromaquia expresionista que le ha dado fama, no sabemos si hacienda. Paco se entregó muy de verdad y se dejó todo en ese trasteo que nos redimió de una tarde que ya pesaba más de la cuenta. Se echó la muleta a la diestra sin espada de ayuda y abrochó su labor antes de que el toro marcara sus querencias de manso. Le pidieron la oreja pero se contentó con una ovación. Qué se le va a hacer…

Por Antonio Lorca. El País. ¡Desinflados!

No hubo trofeos en la corrida sevillana del jueves. ¡Mecachis…! Tendrían que haber visto las caras de desilusión que abundaban en los tendidos. ¡Con lo bien que iba la feria…! Con la de orejas que se han cortado tarde tras tarde, y hoy, nada. Hasta el presidente tenía el semblante raro. La impresión es que no soltó el pañuelo blanco durante todo el festejo por si acaso surgía la ocasión.

Pero, no. La corrida de Hermanos García Jiménez —toros bien presentados y de bonitas y serias hechuras— fue muy mansa en los caballos, y correosa, insulsa, desagradable, muy desigual y esaboría en los engaños. No hubo ningún toro que acudiera con entrega al capote o la muleta, ni que tuviera un recorrido largo y codicioso en el tercio final. Los seis estuvieron allí sin estar, buscando a un amigo en el tendido entre pase y pase, con evidente desgana, sin humillar y con muchas ganas de huir de la pelea.

Y así es muy difícil que el festejo levante el vuelo y que los espectadores puedan salir contentos y con la entrada amortizada. Otra vez será.

Los toreros lo intentaron, pero no pudo ser. Hubo, eso sí, algún momento de buen toreo, pero sin redondear, sin rematar faena, porque los toros no lo permitieron.

Así, por ejemplo, Urdiales volvió a dar muestras de su buena clase y dejó constancia de ello en un quite a la verónica en el cuarto, preñado de buen gusto, y, muleta en mano, dibujó tres naturales sueltos en su primero, y otros cuantos en el cuarto en el conjunto de una labor general que no acabó de romper.

Era evidente que no estaba a gusto por la falta de fijeza y humillación de sus oponentes, y porque la feria se le iba sin poder refrendar el triunfo que obtuvo en esta plaza en la pasada feria de San Miguel.

Tampoco pudo dar un golpe en la mesa Cayetano en su única actuación en este ciclo; lo intentó de veras y consiguió una gran estocada en su primero —bien es cierto que al quinto lo pasaportó de un bajonazo—, pero la escasa clase de su lote no le permitió más que detalles sueltos.

Y volvía a Sevilla por la puerta de la sustitución Paco Ureña —la corrida estaba contratada por Emilio de Justo— y trató por todos los medios de demostrar que le adornan méritos suficientes para estar en la feria.

Fue muy buena su actitud, mostró sus agallas, sufrió una voltereta en su primero que le pudo costar un disgusto y en ese toro trazó una muy honda tanda de naturales en el contexto de una faena excesivamente larga.

Se entregó con pasión y arrebato en el sexto en una labor larga también, desigual, salpicada de momentos brillantes, pero sin la contundencia necesaria para pasear un trofeo. Pero a punto estuvo; hubo pañuelos, pocos pero los hubo, y el presidente miraba a los tendidos con esa cara de duda que te hace pensar que en cualquier momento le daba la orden al alguacilillo.

No fue así. ¡Vaya por Dios! Mañana será otro día y es de esperar que los toros de Núñez del Cuvillo colaboren un poco más, y Morante, Juan Ortega y Roca Rey hagan olvidar el tropiezo de este extraño jueves de feria.

Todo el mundo salió de la plaza desinflado, y eso no se puede permitir en un ciclo tan triunfalista como el de este año.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. Al fin, una corrida sin triunfos

Todo llega en esta vida y no podía quedarse fuera de eso el ciclo ferial. Al fin habrán disfrutado cuantos despotricaban por la cantidad de orejas y de salidas por la Puerta del Príncipe. En este jueves de Feria no hubo orejas para esportón alguno, siendo la culpa de la poca colaboración que la corrida de Matilla dispensó a los toreros. Al parecer vivíamos en un nirvana irreal y ha llegado la normalidad de una corrida que hay que contarla escribiendo cuesta arriba.

Resacosos por la cantidad de éxitos vividos llega el retorno de Diego Urdiales tras su buena faena de la pasada semana con un toro de Jandilla y aparecen dos toreros con un único cartucho en sus respectivas cananas. Lo del riojano con Sevilla se consolidaba en San Miguel tras un tiempo de espera después de las bendiciones de Curro Romero, mientras que el último descendiente de Antonio Ordóñez y de Paquirri venía a jugársela sin posibilidades de revancha. Como confirmando el viejo dicho de que no hay mal que por bien no venga, la desgracia de Emilio de Justo aquel aciago Domingo de Ramos madrileño le propiciaba a la empresa deshacer el entuerto de haber dejado fuera a Paco Ureña.

Y en esas estábamos cuando nos martillea la sesera esa queja que es como una afrenta a la plaza de toros de Sevilla. La acusación de plaza barata hace que la verdadera afición de Sevilla se encuentre sin saber a dónde ir a llorar. Ni siquiera la excusa del síndrome de abstinencia sufrido tras dos años de sequía le alivia de tanta acusación. Todo indica que las cosas volverán a su ser cuando la normalidad se asiente de forma definitiva, pero tampoco hay que echar demasiada cuenta a esos que se aferran a la exigencia para parecer mejores aficionados, incluso más entendidos.

Y esa normalidad de abundancia de festejos aburridos llegó en este jueves de Feria para mal de Urdiales, en menor medida de Cayetano y con buen sabor de boca para el hombre que llegaba a sustituir, el murciano Paco Ureña. Pero si mal le fue a Urdiales en el sorteo, bien nos fue a los que le vimos bordar el toreo a la verónica. Fue con Filósofo, cuarto toro de la tarde y negro como cuatro de sus hermanos. En su primero logra unos naturales sueltos, pero llenos de armonía a un toro que va a menos. Y como al cuarto, Diego lo mata de premio, que hay que ver cómo está matando los toros. Brindó el quinto a la plaza, pero el toro sólo le permitió pinceladas de pureza, temple y muy buen gusto.

Cayetano nos tocó los adentros con unos lances genuflexo que nos metió en el túnel del tiempo recordando aquellos de su abuelo a un toro de Urquijo un lunes de alumbrado. Muy por encima del toro, el hijo de Paquirri estuvo a punto de tocar pelo en su primero y dio la impresión de que en el quinto, brindado a la ganadera Isabel Aguirre, iba a lograr más de lo que consiguió, pero el toro iba a menos hasta que se quedó en nada. También Cayetano anduvo rotundo con el estoque y sale de la Feria con su cartel intacto, no demasiado alto, pero sí para seguir teniéndolo en cuenta.

Entró Paco Ureña por la vía de la sustitución y en buena hora, ya que cuando vieron la luz los carteles, el murciano era considerado como un gran ausente, quizá el ausente menos justificado. De ahí que entrar en este cartel fuese muy bien acogido y a fe que estuvo justificando toda la tarde su inclusión en él.Se mostró en muy buen tono Ureña toda la tarde y por supuesto que estando siempre por encima de lo que tenía delante. El primer toro fue descomponiéndose a pesar de la insistencia y el buen planteamiento del torero. Rotundo también con la espada se eternizó con el descabello. En el castaño sexto, bajo los sones de Churumbelerías, estuvo en un tris de cortar oreja. Bajando mucho la mano hizo la faena de la tarde, pero el toro tardó en echarse, todo se enfrió y Ureña saludó desde los medios guardándose un puñado de albero en el chaleco. Al fin, una corrida sin éxito.

Por Toromedia. Cayetano y Paco Ureña se acercaron más al triunfo

Diego Urdiales no pudo lucir de capa con un primer toro que salió muy montado y sin humillar. En la muleta, el de Matilla mantuvo la embestida a media altura y resultó algo áspero, por lo que el riojano no tuvo mimbres para construir faena. Cuando quiso torear al natural el toro se rajó y solo pudo dejar algunos esbozos de buen trazo en la huida del animal a chiqueros. Mató de estocada y descabello.

Diego Urdiales firmó el mejor toreo de capa de la tarde en el quite por verónicas que hizo en el cuarto. Hubo temple y armonía. En la faena dejó ver por momentos la calidad de su toreo pero sin poder redondear porque el toro era inconstante en su embestida. Urdiales se empleó por ambos pitones y no escatimó en esfuerzo. Mató de estocada que provocó vómito y fue ovacionado.

Cayetano estuvo muy entonado de capa en su primero, toreando bien a la verónica en el recibo y en el galleo por chicuelinas con el que llevó el toro al caballo. El comienzo de muleta tuvo mucha compostura, sobresaliendo un cambio de mano muy largo. Citó por el lado izquierdo y toreó con suavidad en una serie a la que siguió otra diestra en la que el toro empezó a acusar su falta de fuerza. Cayetano aprovechó todas las embestidas en una labor seria y muy por encima de la condición de su enemigo. Mató de una gran estocada y el público pidió la oreja, que el presidente no concedió.

El quinto manseó en el caballo y no humilló en la brega. Manifestó falta de fuerza en el inicio de faena, de modo que Cayetano no lo obligó en la primera serie con la derecha. La segunda fue más reunida y transmitió más. Siguió por ese pitón una tanda más y cambió a la zurda, pero por ese pitón el toro probó más. Tuvo que tirar siempre del toro hacia afuera para romper su querencia a tablas. De nuevo hubo entrega en su labor. Mató de estocada desprendida y fue silenciado.

Paco Ureña estuvo aseado con el capote en el tercero, que fue algo protestado en los primeros tercios. El toro llegó a la muleta sin emplearse y metiéndose por dentro, dificultando el lucimiento de Ureña. El murciano se empleó y atacó más a partir de la tercera serie. Se entonó más al natural, por donde pudo dar algunos muletazos buenos. Por ese pitón fue cogido al prolongar la faena y volvió a la cara con raza, rematando con una buena serie de naturales. Sonó un aviso antes de entrar a matar. Estocada algo atravesada, segundo aviso y ovación para el torero.

Ureña brindó el sexto al público. El toro no estaba sobrado de fuerza pero se movió en la muleta, permitiéndole ligar por el lado derecho un par de series templadas en las que dejó la muleta en la cara. Sonó la música y hubo una serie más por ese pitón. Cambió a la zurda y estuvo firme al natural con un toro cada vez más aplomado. Apuró embestidas y mató de estocada. Hubo petición de oreja no atendida por el palco y el de Lorca saludó desde el tercio.

Por Jesús Bayort. ABC. Anchoas con leche condensada

Tiene Rogelio Gómez (Trifón) un montadito en ese paraíso gastronómico que es La Flor de Toranzo que rompe todos los esquemas. Su estrategia con los toricantanos es invertir el orden natural de las cosas: primero te sirve el emparedado, siempre sobre un papel de estraza, y cuando le has hincado el colmillo y se te resbala el primer lagrimón del gusto te dice lo que esconde el molletito recién tostado (anchoas con leche condensada). Si lo avisa por delante, nadie debutaría 'con picadores'. Pero como lo hace al revés, nos mete en el canasto. A este hombre habría que darle un premio a la ingeniera gastronómica. Realmente, el bueno de Trifón ya tiene un magno reconocimiento: Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.

Ole. Y yo propongo candidato para la próxima edición a Ramón Valencia, por el ingenio que tuvo en juntar en un mismo cartel a Diego Urdiales, Cayetano Rivera Ordóñez y Paco Ureña, un jueves de farolillo. Esta amalgama torera es como mojar una gamba en chocolate. O mejor dicho, echarle leche condensada a unas anchoas.

Créanme que me había acordado de mi querido Rogelio Gómez cuando me puse a analizar la relación inconexa del tridente. Y la explicación más convincente, básicamente peregrina, era que esta terna provocaría una sorpresa tan gratificante como la de aquel emparedado. Y por momentos creí estar viviéndola: cuando el dinástico torero osó a replicar las interminables tres verónicas que dejó el artista del cartel. Duraron lo que se tarda en llegar desde Arnedo a Sevilla. Con eso nos quedamos, y con su vano intento de redondear un toro que jamás se entregó. Para qué nos vamos a engañar: hoy hubo 'matillazo'. Los buenos se quedaron en Salamanca. Sin Juli ni Manzanares en el cartel, hoy enviaron el rejú. El primero, de nombre 'Carcelero', era la reencarnación de uno que en su día habían lidiado mano a mano Rafael Molina 'Lagartijo' y Salvador Sánchez 'Frascuelo'. Lo más acertado fue su nombre: ya podrían meter unas horas entre rejas al responsable de que se lidiara esa nueva mutación del ñu africano.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

05_mayo_22_sevilla.txt · Última modificación: 2022/05/19 11:09 por paco