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08_mayo_22_sevilla

REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Domingo 8 de mayo de 2022

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Miura (con diferente presentación, complicados, desclasados y con peligro en general; pitados 3º, 4º y 6º; el mejor, el 5º, con juego).

Diestro:

Manuel Escribano. En solitario. Estocada trasera (saludos); estocada trasera y caída (saludos); estocada (saludos); tres pinchazos, aviso, estocada (silencio); estocada baja (oreja); pinchazo hondo, aviso, dos descabellos (saludos).

Banderilleros que saludaron: José Chacón y Fernando Sánchez.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado, caluroso al principio.

Entrada: mas de tres cuartos.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Escribano muy sobrado pudo con una mala miurada

El riesgo era alto, altísimo, los antecedentes como el de Espartaco nada buenos. Pero si algún torero del escalafón podía salir airoso de él, ese era el valiente torero de Gerena, Manuel Escribano. La miurada salió mala, muy mala, y aunque algunos pensaban que por pocos kilos no era un encierro miureño, la verdad es que a todos los toros le cabían cien kilos más. Y además conviene recordar que no hay que confundir trapío con kilos. Tan sólo se salvó el quinto, que se dejó hacer una faena, a base de exponer el torero, corta pero emocionante seguida de estoconazo que le valió una oreja y una fuerte petición de la segunda que el mismo presidente le habría concedido hace una semana. A Escribano no se le podía pedir más: banderilleó los seis, recibió a portagayola, con su proverbial técnica en este lance, a 2º, 4º y 6º, lidió a los seis eficazmente, siempre exponiendo y buscando hasta el último pase que tuvieran. Y, sobre todo, se le vio sobrado, con una condición física fuera de la normal para afrontar esta gesta. Vamos, como si estuviera una tarde de tentadero en “Zahariche”, finca que visita con mucha frecuencia. Notable alto para el de Gerena en un examen muy complicado, de los más difíciles a los que puede someterse un torero. Y además casi llenó la plaza y nos tuvo en vilo casi tres horas.

Lo mejor, lo peor

Lo mejor. El público asistente, más de tres cuartos de plaza para ver a un solo torero. “Un auténtico gustazo por respetuoso, prudente y, definitivamente, entregado a cualquier atisbo de lucimiento”.

Lo peor. El exceso de tiempos muertos y el metraje desmesurado.

El aficionado

Por Antonio Ramírez de Arellano

Manuel Escribano. Una tauromaquia imprescindible

Manuel Escribano se ‘encerró’ con seis toros de Miura en la Plaza de la Real Maestranza de Sevilla. Las estrictas críticas profesionales han sido escritas, leídas y valoradas. La lírica heroico-taurina que rodea este tipo de gestas se ha desplegado en toda la dimensión que merecía, que era mucha. Los nervios y expectación de los partidarios de Manuel, que casi llenaron los tendidos (ojo, empresarios), también se han calmado. Sigue AQUí.

Crónicas de la prensa

Por Andrés Amorós. ABC. Manuel Escribano, buen profesional

Al final de una corrida que se había puesto complicada, Manuel Escribano logra culminar con éxito su gesto: corta una oreja al quinto Miura, el único de buen juego. Le ha apoyado siempre un público cariñoso, que casi ha llenado la plaza. Cierra esta memorable –para bien y para mal– Feria de Abril la corrida de Miura: un monumento vivo a la gran tradición taurina. Sevilla ha sido siempre muy sensible para mantener las hermosas tradiciones: un ejemplo muy claro de su secular sabiduría. Eugenio d'Ors formuló su brillante sentencia: «Lo que no es tradición, es plagio». Vale para todas las artes, incluida la Tauromaquia. Sin el respeto a sus ritos y a sus tradiciones, perdería casi toda su magia.

La ganadería de Miura se creó en 1842: desde entonces, se ha mantenido en manos de una familia, no se ha mezclado con ninguna otra y mantiene sus peculiaridades, de tipo y de comportamiento: largos «como un tranvía», agalgados, listos, aprenden pronto… Antes, era habitual que los mataran las grandes figuras, desde Pepe Luis. Han brindado importantes triunfos a diestros como Diego Puerta, Rafael Ortega, Limeño, Ruiz Miguel, Manili, Campuzano, Manolo Cortés…

Si a la dificultad de lidiar Miuras se añade el torear en solitario (lo de 'encerrona' no debe decirse porque tiene un sentido peyorativo , igual que 'figurón', aunque lo usen los taurinos), se convierte en una hazaña . Recuerdo la de Espartaco, que cada vez se valora más.

Tampoco ha sido rotundo el triunfo de Escribano, pero toda la tarde ha lucido su entrega y profesionalidad: ha acudido a portagayola en tres toros: segundo, cuarto y sexto; se ha ocupado de la lidia, dejando al toro lejos del caballo; ha banderilleado con lucimiento y espectacularidad a todos; ha estado bastante eficaz con la espada… Las reses de Miura, en el tipo de la casa, han dado muy pocas posibilidades para el lucimiento: ¿quién dijo que los Miuras se habían dulcificado en exceso?

Al primero, le gana la cara en banderillas con facultades y conocimiento. Brinda al público. Lo llama desde el centro, el toro no humilla nunca. (¿No debiera haberse doblado más con él?). Le saca algunos naturales pero, al volver a la derecha, ya le busca, ha aprendido. Logra una buena estocada.

En el segundo, después de la larga a portagayola, encadena verónicas vibrantes: la plaza echa humo. Quiebra al violín el tercer par. En el centro, comienza con dos pases cambiados. En cada serie, el toro va suave dos veces… y ninguna más. Manuel está tranquilo, se maneja bien pero no cabe más lucimiento.

En el tercero, busca la variedad compartiendo banderillas con Chacón y Fernando Sánchez, que levanta un clamor al acercarse al toro pasito a paso. El toro protesta, flaquea, vuelve rápido, le pone los pitones en el pecho. No tiene ni un pase. Mata con habilidad.

Aguanta a portagayola cuando el cuarto sale distraído. Deja al toro muy lejos del caballo y se luce J. Francisco Peña. Con los palos, el toro va como una centella y Escribano mide bien las distancias. Brinda a Morante que, en el callejón, con un traje blanco, ha recibido las felicitaciones de todos. Después de los ayudados iniciales, el toro aprende pronto: metiéndose en su terreno, Manuel le saca dos muletazos pero el tercero, ya, es imposible. Esta vez pincha.

A pesar de la entrega del diestro, la corrida ya ha comenzado a pesar, su esfuerzo no ha encontrado recompensa. ¿Qué puede hacer, para levantarla? Felizmente, el quinto hace bueno el refrán: es un Remontista que sí remonta la tarde. A los sones de la maravilla que es 'Suspiros de España' tocada por esta banda, comparte banderillas de nuevo con Fernando Sánchez. ¡Por fin, un toro permite el lucimiento! Empujado por el público, le baja la mano, consigue emocionar con los naturales. El espadazo tiene rápido efecto y corta un trofeo (aunque pidan el segundo, esto es lo más correcto).

Quiere redondear el triunfo en el último: nueva portagayola, galleos, lo coloca bien (se luce Manuel Quinta). Brinda al futbolista Joaquín: esta vez, en lo alto del tendido, sin problemas. Despierta ilusiones este Limonero, como el de Antonio Machado («allá en el fondo sueñan / los frutos de oro») pero muy pronto se para, no da más opciones.

Sin triunfo rotundo, Manuel Escribano se ha confirmado como un buen profesional: su gesto merece gran respeto.

Concluye así la Feria de Abril, nos espera San Isidro. Siempre duele despedirse de Sevilla: ¡hasta muy pronto! Lo hago con unas humildes coplas manriqueñas:

«Después de estas doce tardes / de esperanzas, frustraciones / y emoción. / Después de los chaparrones, / de polémicas vividas / con pasión. / Después de las puertas grandes, / las orejas, los avisos, / la ilusión, / llega a su final la Feria, / que esta año han bautizado / 'la Victoria', / con la gesta de Escribano, / que ha buscado, con los Miuras, / la gran gloria / y la faena de Morante / que sigue saboreando / mi memoria. / Yo le digo adiós, con pena / a esta Feria sevillana / que ha hecho historia».

Por Antonio Lorca. El País. Meritísimo Escribano

Una tarde con toros de Miura no es una corrida normal; anunciarse con seis, una auténtica heroicidad, y hacerlo en La Maestranza, una proeza reservada a unos pocos extraterrestres. Si, además, aparece el triunfo se trata, sin duda, de una intervención celestial.

Manuel Escribano, el protagonista de la gesta, puede estar muy satisfecho porque ha salido airoso de su complicadísima apuesta. Solo pudo pasear una oreja, pero estuvo muy por encima de la muy complicada miurada, toros grandes y largos, que, en general, empujaron en los petos, y algunos, como el primero, segundo, cuarto y sexto, acudieron de lejos y con alegría a los caballos; casi todos, además, galoparon en banderillas, pero se desfondaron en el tercio final, con la cara por las nubes, sin recorrido ni fijeza, deslucidos, incómodos y sin fortaleza, y solo el quinto permitió que el torero pudiera bajar la mano y trazar varias tandas de muy aceptables muletazos por ambas manos.

Pero la actitud de los miuras no impidió que se viera a un torero muy solvente, con las ideas claras, preparado a conciencia para tan seria ocasión, poderoso, firme, asentado, seguro y variado.

A tres toros los recibió de rodillas en los medios frente a la puerta de toriles, y allí demostró su sangre fría al esperar como si tal cosa la incierta mirada de sus oponentes. A todos los toreó a la verónica con más entrega que lucimiento por las cortas embestidas de casi todos ellos, y participó en quites por chicuelinas y delantales.

Banderilleó a los seis con más serenidad y acierto de lo que es habitual en él; espectaculares fueron dos pares, ambos al quiebro, apretadísimo en el tercer toro y brillante en el sexto. Invitó a coger los palos a José Chacón y dos veces a Fernando Sánchez, y ambos se lucieron con arreglo a su contrastada categoría.

Muleta en mano, Escribano ofreció una lección de técnica, conocimiento y firmeza ante unos toros de escasísimo recorrido, que embestían con la cara por encima del estaquillador, que lanzaban un derrote al final de cada muletazo y deslucían sobremanera las buenas intenciones del torero.

Afortunadamente, no hubo quinto malo, y este toro acudió al engaño con alegría y humillación, y permitió que Escribano respirara tranquilo, bajara las manos y dibujara los mejores muletazos de la tarde. La espada cayó baja, y aunque la petición de la segunda oreja fue mayoritaria, el presidente aguantó la tentación ―que la tuvo y gorda― y solo sacó un pañuelo.

Una única oreja puede parecer un raquítico balance, pero nada de eso. La apuesta de Escribano fue una gesta heroica de la que salió muy reforzado, aunque cualquiera sabe si este mundo cruel de los taurinos se lo recompensará con la justicia que merece.

Honor y gloria a los héroes; honor y gloria para Manuel Escribano.

Por Patricia Navarro. La Razón. Escribano, digno en la miurada en solitario

No renunció a lo que era ni teniendo cinco toros por delante. De Miura. No era cualquier cosa. Más bien el día y la hora de los elegidos. Se fue Manuel Escribano un día más a la cita del miedo, a la oscuridad de la puerta de toriles que, además, es un infierno multiplicado en Sevilla porque esa puerta es gigante y los toros se dispersan. Se movía sus pies en la espera de la portagayola de rodillas, mientras el público parecía haber dejado de respirar. Aquello no era silencio, simplemente asustaba. Como la salida del toro, desafiante, dubitativo… Salvó Manuel esa larga cambiada y los lances de recibo entre olés para acabar con una media mirando al público. Ya eran cómplices. Con la muleta puso todo de su parte con un toro irregular, que fue agradecido a las suavidades y de vez en cuando tragó y otras recortaba el vuelo.

Cumplió con creces con el primero. Arriesgó con los palos, donde le funcionó muy bien la cabeza e hizo buen planteamiento de faena en los mismos medios. El toro no humilló jamás, como es habitual y recortó el viaje sobre todo por el pitón diestro. Al natural logró sacar muletazos meritorios y le dio muerte en la rectitud. Más no se puede pedir.

Con el tercero compartió tercio de banderillas con Chacón y Fernando Sánchez, brillantísimo. A Escribano se le atravesó su par en dos ocasiones y por esa cuestión de orgullo arriesgó más la cuenta hasta la temeridad. Sustazo enorme que le pudo salir caro. Flojo y sin entrega llegó a la muleta, poco había que hacer que no fuera justificarse.

Brindó el cuarto a Morante de la Puebla, que ocupaba un burladero en el callejón. Se había ido también a portagayola. Le buscó las vueltas después en una faena demasiado larga para lo que recibía a cambio. El animal defendía por arriba y buscándolo sin demasiado empuje. No había gratitud en el esfuerzo. Toro de la recompensa

Espectacular fue el par que le sopló al quinto, tercio que compartió con Sánchez. Este fue el toro de la recompensa. Aquel que quiso viajar en la muleta de Escribano sin ponerlo en aprietos, sin buscar lo que dejaba atrás, sin hacer preguntas que tuvieran difícil respuesta. Pronto hasta el final lo dejó torear a gusto y en la rectitud, con la presión de que en este no podía fallar, se fue tras la espada. Cobró una estocada baja pero fulminante. Se le concedió el trofeo y se le pidieron los dos. Así estaban bien las cosas.

Volvió a irse a portagayola. Entrega de Escribano hasta el final. Y así con los palos. Sin aliviarse. Lo exigió mucho en el caballo y se vino abajo en la muleta donde no tenía mala condición, dentro de las coordenadas de Miura. La disposición de Escribano superó las condiciones del animal. Como la tarde, en la que mató seis de Miura, seis, sin perder la sonrisa.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Escribano: una gesta incompleta

Cuando saltó el quinto la corrida -como la propia jornada de resaca- pesaba como una maciza losa. El exceso de tiempos muertos y el metraje desmesurado para un festejo de estas características se habían puesto tan a contrapelo como el propio juego de los toros de Miura que, como en San Miguel, no terminaron de convencer por una presentación en la que hubo de todo. Pero más allá de la fachada estaba el contenido: el abecerrado primero había sido tan vivaz como corto de viajes; deslucido y descompuesto el segundo; correoso el tercero y un auténtico barrabás el cuarto…

Hasta ese momento Escribano había puesto toda la carne en el asador en la lidia, banderilleando con desigual fortuna y pasando demasiado tiempo en la cara de los toros cuando era más que palpable que no tenían un pase más. En estos días se ha repetido con recurrente frecuencia una frase de Pepe Luis Vázquez: “al toro de Miura hay que darle los pases que tenga; si son tres, tres y si son treinta, treinta…” Manuel no se aplicó a la norma y en su afán de agradar y justificar su gesta –ya era un triunfo haber metido casi tres cuartos de entrada en este domingo de posferia- alargó en demasía los trasteos.

Eso sí: el público que ayer se sentaba en la plaza de la Maestranza era un auténtico gustazo por respetuoso, prudente y, definitivamente, entregado a cualquier atisbo de lucimiento. Desde esa premisa agradecieron los esfuerzos del torero desde que saltó ese primero que cazaba moscas con el rabo hasta que dobló un sexto claudicante al que toreó mejor de lo que merecía. En medio de todo eso hay que anotar hasta seis tercios de banderillas de todas las marcas, incluyendo la invitación a banderillear a José Chacón y Fernando Sánchez que llegó a comparecer dos veces cobrando el par de la tarde al tercero con sus peculiares pasitos marchosos. Tres fueron las veces que Escribano se marchó a portagayola aguantando las distracciones de sus enemigos. También hubo brindis reseñables: el cuarto a Morante, que vestía un deslumbrante terno blanco; el sexto a Joaquín, que aguardaba esta vez en el tendido sumando el enésimo monterazo.

No, no cabe detallar demasiado la lidia de esos primeros cuatro toros, más allá de resaltar las asperezas de su comportamiento. Pero como dicen que no hay quinto malo –otro bicho demasiado magro de carnes- la decoración iba a cambiar cuando empezaba a cundir el desánimo. Fue un animal que desconcertó a todas las cuadrillas de salida, que recibió el primer puyazo en el caballo de tanda y que amagó con blandear sin que la sangre llegara al río. Manuel se apercibió de sus posibilidades y se puso a torearlo con templanza, trazo nítido y firmeza en una faena que tuvo la virtud de ir a más. El público, ya lo hemos dicho, se metió desde el primer muletazo en una faena bien hecha y bien dicha por ambas manos en la que el ‘miura’ se desplazó con el particular sentido de la nobleza que tiene esta ganadería. El asunto ya sonaba para premio y el fulminante estoconazo animó la petición del doble trofeo.

Gabriel Fernández Rey –ya saben que el diablo sabe más por viejo que por diablo- aguantó el segundo pañuelo jugándose la bronca. Vistos ciertos precedentes, no quería abrir la primera hoja de la célebre puerta que, con ese acicate, le habría costado negar saliera como saliera el sexto. El enfado de Escribano era evidente… El ‘miura’ que cerró la tarde y la Feria de la vuelta a la normalidad tampoco iba a ser compañero de fiesta. Ya lo hemos comentado: lo toreó con pulso y aplomo y llegó a enjaretarle algún natural de buen trazo. La espada cayó feo. Así se acabó esta feria y un año más estuvimos para contársela sabiendo que es una más pero también una menos. Fue un placer.

Por Jesús Bayort. ABC. Este torero no es ningún héroe

Héroe era el Manuel Escribano que no desistía en su empeño de ser gente en el mundo del toro; el que tenía que exiliarse a Venezuela para ponerse el chispeante; el hijo treintañero que seguía viviendo con sus padres, a los que pedía dinero para no caer en la tentación de hacerse banderillero; el matador que hacía cuatro tentaderos al año (La Calera, Albaserrada, Juan Arenas y Soto de la Fuente); el torero proscrito al que rescató Manolo Campuzano, brindándole una exhaustiva preparación campera y su regreso, un lustro después, a los ruedos españoles en pueblos como Antequera y La Granja de San Ildefonso; el proyecto de figura al que se sumaron Roberto Piles y Fernández Meca para abrirle el camino y el foco francés; el amigo del periodista Emilio Parejo, quien tanto presionó a su íntimo Eduardo Canorea para que le diera una oportunidad; el sustituto del maestro herido que debutó en la Maestranza con un vestido casi descolorido, único que colgaba de su armario; el diestro prácticamente desconocido que resucitó con 'Datilero', al que lidió como si tuviera marcado el hierro de juampedro y con el que parecía llevar cien corridas sobre sus espaldas; el maestro al que uno de Flor de Jara le partió el abdomen en Sotillo de la Adrada y uno de Adolfo Martín casi lo desangra en Alicante.

Por todas esas peripecias y dramas profesionales contaba con mi reconocimiento. Y con el de todos. Ni he conocido un profesional que lo cuestione ni existe vecino de Gerena que lo despelleje. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Pero hace unos meses que dejé de considerarlo un héroe. Desde que se ofreció, por su riesgo y cuenta, a Ramón Valencia para encerrarse con seis de Miura lo considero un superhéroe. Por su aguante para transmitirnos tranquilidad durante las vísperas y por la hombría con la que ha lidiado con la corrida. Su éxito jamás podrá ser medido en orejas. Nada hubiera cambiado en mí si ese semidiós hubiese salido con un esportón cargado de despojos o si hubiera corrido más que la jaca de La Algaba. Si era honesto cuando no era nadie, más lo fue cuando alcanzó la gloria torera. Y con esa misma honestidad ha realizado la mayor hazaña de la Feria. Aunque él no lo haya hecho, la afición merece saber que no puso ninguna exigencia para afrontar esta gesta. Es más, aún no sabe el dinero que va a ganar por la corrida. Tanto él como su apoderado plantearon a la empresa recibir unos emolumentos en función a lo recaudado en la taquilla.

Con este superhéroe terminamos una gran Feria. Muy positiva en el apartado numérico y artístico, y preocupante en su aspecto identitario. Hay pruebas fehacientes de que Sevilla ha perdido su tipo de toro, la categoría de gran parte de su afición y el criterio ecuánime del palco presidencial. Si le quitan el escenario, por momentos podría parecer cualquier otra plaza de España. Aprovecho para agradecerles a ustedes, queridísimos lectores, su comprensión y respeto durante estas trece contracrónicas. Y por su puesto, a mi periódico, el ABC de Sevilla, por su compromiso con la libertad y por su apuesta inquebrantable con el toreo. ¡Qué honor aparecer en las mismas páginas en las que han escrito los mejores cronistas de la historia!

. Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. La gesta echó en falta a la épica

Programada como traca final de una Feria que resultó extraordinaria la miurada para un solo espada, el invento salió de regular para abajo y eso a pesar de la indiscutible disposición del protagonista. Ocurre que cuando una corrida de Miura no asusta a nadie, la cosa no resulta y si además pasa que el festejo dura casi tres horas, pues todo se hace cuesta arriba y el ladrillo maestrante se convierte en un suplicio de duro e incómodo que es.

La historia de lo que se pregonaba como una gesta heroica estuvo ayuna de épica por obra y gracia de lo que vino de Zahariche. Con Escribano a pecho descubierto y que sacó a relucir una enorme generosidad por lo que quiso lucir a los toros en el caballo, la corrida tuvo lo que nunca es aceptable en una de Miura, que sólo sea el torero el que intente emocionar. Yéndose en tres toros a portagayola, banderilleando a los seis con un repertorio amplísimo, Escribano salió con el pie en el acelerador desde el primer momento, pero los toros llegaban a la muleta dando cabezazos o parándose. Funcionaba la comunión entre torero y público desde el paseo para darle una sostenida ovación al finalizar. Todo estaba de cara para que la gesta se redondeara con un triunfo que catapultara a Manuel al sitio que debe recobrar, pero el torero dispone y el toro descompone.

Y ese viejo dicho iba a ser la tónica de toda la tarde para que surgiese otro dicho muy taurino, el de no hay quinto malo. Se llamaba Remontista, bien que hizo honor al lugar que ocupaba y, por supuesto, al nombre. La tarde se remontaba con Remontista, invitó a Fernando Sánchez, que había estado enorme en el tercero junto a José Chacón, a compartir tercio de banderillas y todo se encarriló. Manuel se reencuentra con el recuerdo de Cuajadito y casi con el de Datilero para gustarse en unas series de redondos y de naturales que tuvieron cite, embroque y remate. Lástima que la estocada cayese desprendida, por lo que el premio iba a quedarse en una sola oreja. La plaza, casi toda la plaza, estuvo toda la tarde empujando en pos del éxito, pero acertó Gabriel Fernández Rey en dejarlo así. La bronca fue de órdago a la grande, pero a los toros hay que matarlos por arriba y el público debe así entenderlo.

Fue lo más lucido de la tarde y eso que Manuel no se dejó nada en el hotel. Muy encomiable que a pesar del esfuerzo físico que exige una encerrona banderillease a los seis. De poder a poder, cuarteando, de dentro a fuera, al quiebro, al hilo de las tablas o al violín, el torero dio una variada disertación en el tercio de banderillas. Sólo se alivió invitando a Chacón y a Sánchez, incluso se esperaba que hiciese lo propio con Javier Ambel, pero no lo hizo. Y pasó que cuando mejor estaba con ese Remontista se quedó sin aire y hubo de aparcar la faena. La reanudó tras un respiro junto a la barrera, pero para entonces ya había parado de tocar la banda y nada fue igual. No obstante, cuajó una tanda de naturales de frente que volvió a poner las cosas en su sitio.

Sin duda, esa faena al quinto fue el vértice más agudo de la corrida. Y fue una pena que tres portagayolas, tantos pares de banderillas y tantos arrimones sólo tuvieran el saldo de esa oreja del quinto toro. Estuvo a punto de redondear la tarde con el sexto, al que tras recibirlo en chiqueros iba a cuajarle los mejores lances de la tarde. Con la plaza aún más dispuesta por sentirse agraviada por el palco, Manuel sintió que aquello podía terminar de muy buena manera. Le brindó el toro al futbolista Joaquín, inició la faena de rodillas, pero el toro empieza a blandear y a acabarse, por lo que sólo logra lucirse en una tanda de naturales como con sacacorchos a un toro que se niega en redondo a embestir. Y así acabó la tarde soñada por un torero que se merece todo lo que quiera. Machacado a cornadas, Manuel Escribano quiso escribir una gesta heroica en la Maestranza, pero si el temible toro de Miura no asusta a nadie, la épica falta a lista y lo que se programó de una forma acabó de otra.

Por Toromedia. Manuel Escribano, muy superior a la corrida de Miura, corta una oreja

Manuel Escribano fue recibido con una fuerte ovación y, una vez concluido el paseíllo, fue obligado a saludar. Su reto ante los seis toros de Miura lo merecía. Al primero de la tarde lo recibió con una larga cambiada y verónicas con oficio. Hizo un buen quite por chicuelinas y se lució en el tercio de banderillas. Brindó al público y comenzó toreando en los medios con la derecha, echando la cara arriba el de Miura y molestando constantemente al torero. Muy deslucido el toro, no le dio opción. A pesar de ello lo intentó con mucho mérito y solvencia por ambos pitones. Mató de estocada y fue ovacionado.

En el segundo de la tarde se fue a portagayola y toreó muy bien a la verónica a un toro que repetía. Colocó al toro muy largo en los dos puyazos y de nuevo se empleó en banderillas, clavando un tercer par al quiebro y al violín. Comenzó la faena de forma espectacular con dos pases cambiados por la espalda y templó en la primera serie con la derecha. Al natural el toro reponía y no era fácil. Volvió a la derecha y pudo templarse más, aunque el toro era muy inconstante en su embestida. La estocada fue trasera y de rápido efecto.

El tercero salió echando las manos por delante en el capote, impidiendo el lucimiento. Este 'miura' perdió las manos varias veces después de entrar al caballo. Escribano invitó a banderillear a José Chacón y Fernando Sánchez, que puso un par excelente. El de Escribano fue al quiebro muy cerca de las tablas. El toro siguió acusando la falta de fuerza en la muleta y Escribano tuvo que cuidar su embestida pero, a pesar de ello, el toro empezó a quedarse muy corto y a buscar. Imposible lucirse así. Mató de buena estocada.

En el cuarto se fue de nuevo a portagayola y estuvo bullidor de capa. El toro se fue de largo al caballo en el segundo puyazo y Escribano volvió a banderillear con oficio y ajuste. Brindó a Morante de la Puebla y comenzó la faena con ayudados por alto pero el toro comenzó a pegar cabezazos y a descomponerlo todo desde la primera serie. Intentó obligarlo por abajo y logró un par de muletazos estimables. Siguió intentándolo en una labor meritoria y por encima de su enemigo. A este lo pinchó varias veces, sonando un aviso.

En el quinto no hubo lucimiento de capa y Escribano compartió banderillas con Fernando Sánchez. Este Miura se dejó más, Escribano se lo llevó a los medios y ligó una serie templada con la derecha. La segunda fue más rematada y redonda, llegando mucho al tendido. Dio otra más por ese pitón antes de torear al natural y cogerle el aire por ese lado también. Faena con cuerpo y temple que fue lo más rematado de su actuación. Escribano mató de estocada y le pidieron las dos orejas, premio que el presidente dejó reducido a una.

En el último toro de la tarde se fue por tercera vez a portagayola y después le dio una larga cambiada en el tercio antes de torear con temple y compostura a la verónica. Lo puso en suerte con un galleo con el capote a la espalda y en el segundo puyazo el toro acudió desde muy lejos. Escribano volvió a coger los palos en este toro, completando los seis toros en este tercio. Destacó el tercer par citando de rodillas para clavar al quiebro. Brindó al futbolista Joaquín y se fue a los medios para citar con las dos rodillas en tierra. El toro acusó falta de fuerza y Escribano lo trató con pulso y suavidad. Por el lado izquierdo logró algún muletazo hasta que el toro se paró por completo. Pinchó y recibió una ovación de despedida y de reconocimiento a una tarde de superioridad y entrega.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

08_mayo_22_sevilla.txt · Última modificación: 2022/05/17 12:22 por Editor