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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Domingo, 9 de abril de 2023

Domingo de Resurrección

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo (regularmente presentados, flojos y descastados, pitados casi todos; sobrados de peso los dos primeros; el 4º se partió una mano, 4º-Bis, lo mismo; más bravito el 5º).

Diestros:

Morante de la Puebla: Pinchazo, estocada y silencio; bajonazo, pitos.

El Juli: Pinchazo y estocada, silencio; estocada trasera, dos orejas.

Andrés Roca Rey: Estocada caída, silencio; estocada, silencio.

Banderillero que saludó: Francisco M. Durán “Viruta”. También destacó Manuel Jesús López, nuevo puntillero de la plaza, con el 4º de la tarde.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Incidencias: antes del paseo sonó la Marcha Real y luego minuto de silencio en memoria de Rafael Chicuelo.

Tiempo: tiempo soleado, tarde calurosa al principio.

Entrada: hasta la bandera.

Imágenes

Video resumen AQUí Fotografías: Arjona/Toromedia.

Crónicas de la prensa

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Encierro de desastre y regalo de orejas

Que saliera un buen toro, el quinto para salvar la tarde y el refrán, que embestía con cierta calidad y nobleza, no debe engañarnos. El encierro de Cuvillo fue un petardo, un auténtico desastre: seis de los siete que salieron al bello albero maestrante sin fuerzas, sin casta, sin empuje…y sin peligro, no hubo una mala mirada o un derrote, sólo un desarme al Juli que perdió los papeles en su huida. Con esto Morante poco podía hacer y se puede decir que no se notó su presencia más que por dos capotazos en el inicio. Roca Rey que puede con casi todo, que le saca faena a casi todo, esta vez le tocó el casi y se quedó en nada por mucho que lo intentó. Y después está El Juli, inteligente faena la suya al único que sirvió, metiendo al toro en su muleta, despegada, muy despegada, pero con ligazón y muchísima habilidad. La estocada como siempre, con el saltito por fuera al que sin pudor él mismo deja que le llamen “julipié”, por lo que quedó trasera como todas y tardó algo en doblar. En principio una orejita, pero la gente cansada de como iba la tarde, sacó pañuelos a porrillo. Y el presidente tardó muy poco en dar la segunda e incomprensible oreja. Esa oreja no se debe dar en Sevilla ni en Villarriba o Villabajo, que son los pueblos imaginarios del “fairy”. No se equivoquen.

Por Antonio Lorca. El País. Una novillada sin alma

Hace unos años, no muchos, los tres primeros toros que saltaron al ruedo no hubieran sido aprobados ni como novillos; bonitos, sí, preciosos de hechuras, pero sin pitones, sin cara y con el semblante de jovencitos sin experiencia ni la madurez que al toro se le supone. Pero eso no fue todo: los tres carecían de alma, agotados llegaron a la plaza, como proyectos de cadáver, con ganas de acabar cuanto antes con la presente historia. Pasaron por el caballo de puntillas, mordieron el albero una y otra vez, y por allí anduvieron las tres figuras del toreo quejosas ante la situación. Como si ellos no tuvieran responsabilidad alguna en el desaguisado.

El cuarto se fracturó una mano en un lance con el capote de Morante, y fue sustituido por otro toro del mismo hierro, mejor presentado, parado de salida y al que, incomprensiblemente, se le dieron tres puyazos. Si no pasaba antes de recibir el castigo, lógico es que el animal se declarara en huelga de movimiento cuando vio al torero muleta en mano.

Se movió más el quinto, de tan buen corazón como sus hermanos, y permitió que El Juli se luciera con capote y muleta, el público enloqueciera casi, y el presidente, que no es nuevo en estas lides, sacara los dos pañuelos con una rapidez que nadie le había exigido, lo que sumió a los poquitos aficionados que aún quedan en la más honda desesperación.

Porque Julián López aprovechó, como maduro y buen torero que es, las posibilidades de su oponente, de tal modo que lo recibió con cuatro verónicas estimables y una media arrastrando el capote; volvió después en un aceptable quite por el mismo palo, y Roca le respondió con ajustadas chicuelinas. El animal pasó de puntillas por el piquero y llegó al tercio final con los pies suficientes y la nobleza desbordante para que El Juli se luciera a placer, sin apreturas y escasa hondura.

Brindó al respetable, que le respondió con absoluta entrega, y muleteó con la mano derecha en dos tandas ligadas, en línea recta, tan bien trazadas en apariencia como perfectamente olvidables. Mejoró con la zurda, y hubo naturales largos y de buena factura que emocionaron más al público agradecido que al aficionado esperanzado. La estocada cayó trasera, pero como hasta entonces no había sucedido nada destacable, la plaza se pobló de pañuelos blancos, y antes, mucho antes, de que el público agradecido exigiera la segunda oreja ya la había concedido el generoso palco.

En fin, que no, que no era faena de dos orejas ni mucho menos, pero El Juli las paseó todo ufano, como no podía ser menos.

Morante lo intentó, y queda fe de ello, pero no pudo. Él ya sabría que esto podría suceder con Núñez del Cuvillo, pero probó por si acaso le tocaba la lotería de un toro amable y colaborador. Su lote no le permitió alegría alguna.

Y Roca Rey, tan poderoso él, también se apuntó a la debacle a sabiendas de que el hierro gaditano amenazaba desastre. Su primero era un torete insulso, y del mismo tenor fue el sexto.

Conclusión: lo que no puede ser debe ser evitado para no lamentar en el futuro el llanto y el crujir de dientes; es decir, que la empresa y los toreros deberían pensar alguna vez en los clientes y contratar toros que, al menos sobre el papel, ofrezcan cierta garantía de espectáculo. Los de la corrida inaugural en Sevilla, una birria.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. El Juli: no hay quinto malo…

El recuerdo de los buenos aficionados volaba a la memoria de Rafaelito Chicuelo. Le dieron tierra el Domingo de Ramos, en el arranque de una Semana Santa que, siempre que es abarcada y vivida, parece durar una vida entera. Rafael había bebido el mejor hilo del toreo en esa casa de la Alameda que su padre, el gran Manuel Chicuelo, compró para formar una familia con Dora la Cordobesita, esa musa de Julio Romero de Torres a la que obsequió con un dormitorio entero de plata en aquellos tiempos en los que el toreo florecía junto a las artes en la exuberancia del Regionalismo.

Con esas y otras historias, y la satisfacción de los días vividos, se entretenía la espera de este lujoso festejo del Domingo de Pascua que no respondió a la impresionante expectación levantada. El ambiente en la calle Adriano, en todas las esquinas del Arenal era desorbitado, casi onírico. El camino de los toros se hacía pisando esa cera sobre la que ya no caerá otra cera pero la corrida de Cuvillo, por más que saliera un quinto de campanillas, dejó un regusto tan amargo como el sabor de los abonados o aspirantes que se las veían y se las deseaban para conectar con la traída y llevada televisión por ‘streaming’ –léase Mundotoro TV- que ha relevado al clásico Movistar Plus en la retransmisión de los festejos sevillanos. El balance del entramado técnico en el estreno del invento habrá que dejarlo en mejorable…

Ya lo hemos dicho: ese impresionante ambiente iba a quedar prácticamente pulverizado por el mal juego global de una corrida de Núñez del Cuvillo, algo justa de presentación en algunos ejemplares, de la que se esperaba mucho por más que ese completo y boyante quinto propiciara la vibrante actuación de Julián López ‘El Juli’, premiada con generosidad por un público entusiasta y un palco dispuesto a agradar. Fue un animal de escasa caja, muy vareado de carnes, que embistió con brío en el capote del madrileño que remató el mazo de verónicas con una media arrastrando las bambas del engaño. El Juli mantuvo el mismo tono en la brega y los quites que se acabaron de disparar cuando Roca Rey, muy ceñido con el animal, lo pasó por chicuelinas y tafalleras que despertaron un clamor.

En esa estela, apercibido de las buenas cualidades del astado, El Juli no dudó en brindar al público antes de ponerse a torear con la rodilla flexionada, obligando al animal. La verdad es que el maestro madrileño supo cogerle la medida al toro, pero también al público que perdonó un inoportuno desarme que hizo correr al matador en busca de las tablas, con el bicho pisándole los talones. Paradójicamente fue el preludio de la fase más intensa de una labor que tuvo una virtud principal: ir a más. Julián López volvió a tomarle la mano izquierda surgiendo naturales largos y tersos que calentaron definitivamente los tendidos. Una trinchera fue el preludio de su toreo diestro, dictado con trazo rotundo en muletazos hondos, pero sobre todo muy bien ligados. La espada cayó muy trasera, también caída, pero el presidente no tardó en sacar los dos pañuelos sin pensarlo demasiado. ¿Había sido para tanto?

No hubo más en una corrida en la que todas las miradas estaban puestas en Morante de la Puebla, máximo intérprete de la temporada 2023 en el coso maestrante. Salió ataviado con un maravilloso capote de paseo inspirado en el que usó Guerrita en su retirada, un terno arqueológico de abultadas hombreras y abundantes chorrillos y una montera de moritas de aires decimonónicos que tienen mucho que ver con la visita de investigación que el maestro cigarrero realizó al Museo Taurino de Córdoba donde quedó deslumbrado por cierto capote de paseo que perteneció a Lagartijo Chico. Seguro que nos dará más sorpresas al respecto…

No tuvo enemigos delante aunque al menos pudo dibujar algunas verónicas de excelente trazo al flojo primero. Pero no tuvo apenas bríos en la muleta. Hubo algunos primores en el inicio de la faena –el recuerdo rescata un molinete belmontino que fue un auténtico remolino- pero la verdad es que no había nada que hacer. El cuarto tuvo que ser apuntillado en la tronera de un burladero después de que se rompiera una mano de salida. En su lugar salió un sobrero del mismo hierro al que machacaron en varas. Fue protestado por hacer algunos extraños y llegó a la muleta sin ofrecer una sola embestida, topando como un mulo terco. Morante salió con la espada de matar y no se pensó demasiado antes de estoquearlo al cuarteo en medio de una auténtica bronca.

Tampoco tuvo opciones que barajar el astro peruano Andrés Roca Rey. Se encontró con un espectacular ejemplar albahío que hizo tercero pero no tuvo alma ni fondo y pechó con un sexto claudicante con el que volvió a poner toda la carne en el asador sin encontrar ningún rendimiento. Eso sí: a ambos los despachó de dos estoconazos contundentes. Había venido a otra guerra que no encontró.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. A falta de 'juampedros', 'cuvillos'

Expectación acorde a lo acostumbrado en el Domingo de Resurrección sevillano con un cartel que no podía estar más rematado, pero si El Juli no salva la tarde en el quinto toro se podría haber repetido el viejo dicho de que a tarde de expectación, corrida de decepción. Y es que se dio la circunstancia de que castigado Juan Pedro se nos sirvió una infumable corrida de Núñez del Cuvillo. Sin fuerza ninguno, sólo embistió el que mejores condiciones aparentaba para hacerlo. O sea que el inicio de la temporada en Sevilla, que contó con el adobo de la enardecedora Marcha Real y con el rapto sentimental del recuerdo de Rafael Chicuelo, no dejó nada en la memoria a excepción de la lección magistral del Juli con Gavilán para hacer bueno aquello tan manido de que no hay quinto malo.

Morante, ese genio del toreo, hizo confirmar esperanzas levantando un monumento a la verónica en el que abrió plaza. Y pensamos en que estábamos viviendo el primer monumento al toreo de la temporada, pero todo quedó ahí. Y eso que el cigarrero empezó solemnizando el toreo por alto y hasta logró que Farfonillo se tragase una tanda, pero el pozo estaba seco como el esparto y el de La Puebla se lo quitó de enmedio tras un intento fallido al natural. Su segundo se partió una mano de salida, fue apuntillado y suplido por un toro que Morante se quitó de encima bajo una buena bronca.

La tarde la salvó el enciclopédico Juli, que cuajó al quinto tras abrirle caminos por bajo hasta enseñarle a embestir. A partir de ahí, ancha es Castilla y apareció el diálogo de Julián con Gavilán, lo brindó a la plaza y, sin una duda, alargando el muletazo hasta el infinito, lo metió en el canasto y la plaza se entregó a un torero que Sevilla adoptó como a uno de los suyos predilectos. Redondos y naturales, en uno de ellos fue desarmado, pero la faena no bajó de tono. Una estocada arriba y dos orejas que El Juli corta en Sevilla por enésima vez. En su primero estuvo muy por encima con el inválido Aviador y con eso está dicho todo. Cerraba la terna Andrés Roca Rey, esa máquina de pegar pases y de cortar orejas para convertirse en el torero más taquillero del momento, pero cómo sería el envío que llegó de El Grullo que el hombre no pudo conseguir lo que logra un día sí y otro también. Tuvo cierto brillo lanceando a su primero hasta la boca de riego, lo cuidó en el caballo y ahí se produjeron unos momentos de brillo, pero por obra de su cuadrilla. Formidable Viruta con los palos, dos o tres capotazos del hijo del Pela hicieron vibrar al buen aficionado. Qué bien anda el camero Antonio Chacón con el capote… Pero ese tsunami andino que es Roca Rey se estrelló ante la falta de emoción de Tristón, que hay que ver lo bien que le pusieron el nombre. En el sexto, más de lo mismo y eso que se fue a los medios sin probarlo para sacarle muletazos pasándoselo por la faja, pero a matar porque aquel semoviente no daba para más. Y es que por mucha emoción que quiera aportar el torero, si el toro dice nones…

Quiere decirse con todo esto que cuando el toro no aporta nada, aquello se descompone. No vienen este año los toros fustigados de Juan Pedro Domecq y vaya lo que ha venido para el día más grande del año. Sólo El Juli salvó la tarde en el único toro que embistió. A falta de juampedros llegaron los cuvillos y vaya el resultado que dieron en la apertura de la temporada.

Por Jesús Bayort. ABC. El Juli (no) salva los apolillados muebles de Núñez del Cuvillo

No se engañen ni sean acomodaticios: la faena de El Juli, por mucho mérito que tuviera, por muy cuesta arriba que estuviera la tarde y por muy exigente que fuera el animal, no salva los muebles de este inconmensurable petardo. Un petardo del ganadero, con una corrida que rayó en la podredumbre. Y un petardo de los veedores de los toreros, que inexplicablemente subieron al camión un injustificable sobrero para las tres primerísimas figuras del momento en la tarde más importante del año. Puestos a ser indulgentes, el menor de los petardos fue el de Mundotoro TV, que arrancó su emisión cuando los tendidos ya echaban más humo que los sofás.

Gavilán, otra vez el quinto de la tarde, salió con mucha categoría. Traía toda la potencia y la movilidad que le habían faltado a sus hermanos, que ultrajaron a los aficionados. Éste era largo, pechugón, ofensivo, con mucha longitud de pitón. De los que inquietan en la cercanía. Pero embistió con profundidad de salida, con mucho brío. Rafael de Paula —ay, maestro— ya se había ido cuando El Juli lo sacó hasta la boca de riego a la verónica. Rápidas, por la velocidad del animal, y muy bajas, por donde mejor embestía. No le perdía pasos, sin querer oxigenarlo. Le apretaba todo lo que podía. Y ahí despertó también la raza peruana, que se fue a los medios para arrancar los «oles» más rotundos que hasta ese momento se habían escuchado. Intercalaba Roca chicuelinas con tafalleras por la espalda. Y Sevilla se caía —¿tú también, Sevilla?—, cuando lo verdaderamente bueno fue la media verónica, hasta el otro lado de la cadera, al ralentí.

Y Gavilán se creció en el castigo, que llegó a la muleta como un tren. A todo trapo, de aquella manera. Más cerca del genio que de la clase. Pero con una virtud: la transmisión. Había mucha importancia en todo lo que se le hacía. Y ahí despertó El Juli más ingenioso, ligando genuflexos por el derecho, como si aquello le fuera a bajar revoluciones a la locomotora. Aquel rebujo era agua de mayo después de lo que habíamos pasado. No se crean que fue un toro de dulce, tenía mucha tela que cortar. Intercalaba las embestidas profundas con los momentos de incertidumbre. Era la prueba del algodón para un Juli que, lejos de amilanarse, se colocó en un habilidoso sitio en el que sufría poco. Hasta que llegó el momento postrero y dejó caer la muleta a los bajos del ruedo, arrastrándola una cuarta, donde verdaderamente embestía bien Gavilán, que incluso demostró talento. Tuvo mucho mérito la labor, pero el sartenazo era la confirmación de que con una oreja hubiera quedado todo mejor.

La tarde había arrancado con Hércules y Julio César asomados desde lo alto de la grada del 9. Venían con ternos azabache, enlutados por Rafael Jiménez 'Chicuelo', la tercera columna de la Alameda. El último eslabón de la escuela sevillana vio desde el palquillo del cielo como su plaza le guardaba un minuto de silencio. Desde ahí vería que todo sigue igual. La plaza, inconmensurable con sus nuevas colgaduras; las mujeres, esplendorosas; los caballeros, elegantísimos; y los clarineros, de película (de Berlanga). Hasta la logística de la nueva televisión era la misma. Los camiones en su sitio, el tío de la grúa, los tres narradores en el palco del 5. Los mensajes a este cronista eran constantes durante la corrida: «¡Qué vergüenza, esto no se ve!». Romperé una lanza a su favor: hay que darles tiempo. ¿De verdad que nadie pensaba que el arranque tan verderón de este proyecto no iba a dar problemas?

Los arranques nunca son fáciles. Como tampoco lo ha sido para Morante de la Puebla, que ha recordado más al diestro prepandemia que al inmenso maestro que dejamos por San Miguel. Arrancar un Domingo de Resurrección, después de un descanso tan prolongado, y con una corrida así, es comprarle demasiadas papeletas al infortunio. Se llevó el lote más cargado, aunque quizás el menos ofensivo. Exagerado era Turista, el cuarto, que era exactamente eso: un güiri por la Maestranza. Zancudo, desproporcionado. Se partió la mano izquierda. No estaría bien decirles que ¡menos mal!, y más con el que lo sustituyó: ese típico sobrero que se pone para que los matadores se replanteen tirar al suelo un toro titular. Debutó con brillantez Manuel Jesús López como nuevo puntillero de la Maestranza, cazándolo en cuanto se acercó al burladero.

Y salió Subastador (4º bis), que hubiera tenido múltiples postores en una subasta de la Feria del Ganado de Zafra. Era eso, un buey de carretas. Por tipo, por comportamiento. Morante le dio libertad a Iturralde, que mañana amanecerá con agujetas. Se fue a gusto. A Morante le duró el tiempo exacto de tirarse a los blandos, como mejor rúbrica de su deplorable tarde. Que había iniciado acariciando a la verónica a Farolillo, el primero de la tarde. De manitas cortas, algo montado. Para ser justos, hay que decir que Núñez del Cuvillo trajo una corrida 'sevillana', con tres primeros toros muy armónicos. Incluso los ofensivos quinto y sexto encajaban en esta plaza. Quizás, la corrida más sensata de cuantas ha traído esta ganadería en los últimos años.

Volvamos a esa primera faena, que inició Morante con la muleta con aires muy barrocos y el compás muy abierto. Inconscientemente le sale un sello muy belmontino. Que es la línea natural de Morante, aunque no lo quiera reconocer. Lo intentó en líneas paralelas, tocando al pitón de fuera, de perfil, expulsándolo. Le costaba un mundo a Farolillo, que insistía en sus protestas, pese a su buen embroque. No le duró demasiado al de La Puebla, que antes de que nadie recordase todo lo que había hecho el año pasado le metió el brazo para dejarle tres cuartos de espada en la yema. Un sablazo que iniciaba el fin de una exitosa e histórica racha.

Aviador, el segundo de la tarde, era la negación del clásico pretexto presidencial: «Si sale ese toro, el público se me echa en lo alto». Pues salió, y nadie se echó encima de nadie. Para alto ya estaba el melocotón de Cuvillo, que tapaba con la altura todos sus otros límites. Era fino en su expresión. Rápidamente le quitó revoluciones El Juli, muy en corto con el capote, largándole fiesta para afuera. Y Aviador planeaba, también con las manos. Con la muleta se colocó en la orejita, dejándole que viniera con espacio y sin agobiarle. Entregándole esa dosis de oxígeno que, lamentablemente, tampoco sirvió de mucho. Una pintura de toro

Tristón ponía a cualquiera feliz. Era una pintura, vacía en su interior. Un cuello enorme, unas pezuñas enanas, unos pitones sutilmente colocados. La expresión del jabonero, tercero de la tarde, era para darle una ovación de salida, la única que se hubiera merecido. Porque siguió la tónica de sus hermanos. Al límite de todo. La ovación sí se la llevó Sergio Molina, que, en lugar de picarlo, lo marcó en la mismísima yema. La corrida iba por aquel entonces como para darle… Lo inició con mucha distancia el limeño, tratando de apretarle. Curioso, con un animal que pedía todo lo contrario: cercanía y caricias. Supo abreviar y lo bordó con la espada, dándole el tiempo para que humillara y le dejase enterrar el gavilán. El sexto era un espía ruso. Con peligro sordo, sin entregarse, venciéndose por los adentros. En resumen, un toro como para tomar todas las precauciones. Ahí demostró Roca su capacidad, más en corto, con un toque muy afinitado. Lo volvió a bordar con la espada.

Por Toromedia. El Juli, con dos orejas, primer triunfador en el inicio de la temporada en Sevilla

Morante regaló un buen puñado de verónicas de gran calidad en el recibo al primero de la tarde y posteriormente en el quite. Pura naturalidad y suavidad. El toro fue medido en el caballo y Morante firmó un bonito comienzo de faena. A partir de ahí el toro acusó falta de fuerza y deslució los intentos del torero. No pudo haber faena. Mató al segundo intento y fue silenciado.

El cuarto fue devuelto al romperse una mano. Salió el sobrero que no dio opciones a Morante ni con capote ni en la muleta. Muy frenado y bruto, fue fuertemente castigado en varas y llegó a la muleta sin un pase. Morante salió con la espada de verdad y abrevió.

El segundo de la tarde manifestó falta de fuerza de salida. Juli lo cuidó en el caballo y no lo forzó en las primeras series. Todo lo hizo con suavidad pero a partir de la tercera tanda, el de Cuvillo acusó el esfuerzo y comenzó a claudicar y deslucir sus intentos de hilvanar series. Mató de pinchazo y estocada.

El Juli caldeó el ambiente en el quinto con el capote. Dejó buenas verónicas en el recibo y en el quite. Roca Rey hizo un buen quite enlazando chicuelinas y tafalleras. Juli respondería después con la muleta planteando una faena que comenzó ligada y templada con la derecha y adquirió su máxima dimensión en el toreo al natural, justo después de un inoportuno desarme. Los naturales fueron largos y profundos y las últimas series diestras fueron de mano baja y dominio absoluto. Faena rotunda que creó el ambiente de triunfo grande. Dos orejas que enderezaron la tarde.

Roca Rey dio lances ganando terreno al tercero y remató en los medios. En banderillas saludó Viruta. Planteó la faena en los medios y templó con suavidad haciendo al toro. Pero el animal se fue desfondando y no prestó emoción a la labor del torero. Los intentos de Roca chocaron contra la sosería del de Cuvillo. Mató de buena estocada.

En el sexto, Roca Rey estuvo firme en el comienzo de faena consintiendo al toro de Cuvillo. Tragó mucho en las primeras series y cuando toreó al natural el toro se vino a menos. No tuvo materia prima apta para el triunfo el peruano, que mató de estocada cerrando de este modo la primera tarde del año en Sevilla.

09_abril_23_sevilla.txt · Última modificación: 2023/04/21 00:52 por paco