Ganadería: toros de Garcigrande (con distinta presentación y juego desigual).
Diestros:
Morante de la Puebla. Ovación y ovación.
Daniel Luque. Vuelta tras petición unánime y oreja.
Tomás Rufo. Ovación tras petición y oreja.
Banderilleros que saludaron:
Incidencias:
Presidente: Fernando Fernández-Figueroa. Abroncado en distintos momentos por el publico al no estar de acuerdo con sus criterios y desoir antirreglamentariamente las peticiones mayoritarias.
Tiempo: Excelente, primaveral.
Entrada: lleno de no hay billetes.
Galería: https://plazadetorosdelamaestranza.com/oreja-para-castella-y-urdiales-en-la-de-juan-pedro/
Video resumen AQUí
Crónicas de la prensa
La guerra de las orejas con las presidencias
Lo cierto es que la cosa va a peor. Esta Feria comenzó -y venimos denunciándolo-con un público orejista, unos presidentes complacientes y una banda aún más facilona. Y ahora cuando, tal vez por orden superior, se decide poner pie en pared para salvaguardar el prestigio de la plaza, la cosa ya es incontrolable e ingobernable. Y así se niega una oreja muy justa a una petición mayoritaria y después se compensa con un trofeo a una faena menor y con menos petición. Un verdadero despropósito. Y así cortaron una oreja (por compensación en ambos casos) Daniel Luque y Tomás Rufo, mejor el primero en una tarde en que el de Gerena demostró ser el más seguro del escalafón, que le puede hacer faena al noventa por ciento de los toros. Por lo demás también toreó Morante, que hizo un esfuerzo en su última tarde ferial, y el encierro de Garcigrande, escaso de todo, de presencia, casta y calidad, no me gustó nada.
Daniel Luque y Tomás Rufo cortan una oreja de la corrida de Garcigrande
Toromedia
La corrida de Garcigrande se saldó con dos orejas que fueron a manos de Daniel Luque y Tomás Rufo, pero para ambos toreros hubo petición también en los otros toros de su lote. Ellos alcanzaron el triunfo y Morante se acercó sobre todo en el segundo de su lote, pero esta vez la espada no le funcionó. Con todo, el torero de La Puebla volvió a dar una buena tarde por actitud y calidad cerrando su gran feria.
Morante de la Puebla salió inspirado con el capote en el toro que abrió plaza, tanto en el recibo como en el quite. Volvía a tener ganas de torear el de La Puebla. Joao Ferreira puso dos buenos pares de banderillas y saludó. Morante brindó al presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, y comenzó con la muleta plegada y buenos muletazos pasándoselo muy cerca. Lástima que el toro tuviera tan poca fuerza porque la disposición del torero era encomiable. Se lo llevó incluso a los medios para dejar algunos naturales estimables a un animal que se agotó por completo. Pinchazo hondo y descabello.
El cuarto, muy serio por delante, embistió con mal estilo al capote de Morante. Fue bien banderilleado por Curro Javier. Morante comenzó de forma sorpresiva engarzando molinetes y trincherazos sublimes en el arranque de la faena. Sonó el pasodoble ‘Suspiros de España’ y Morante dio una buena serie con la derecha haciendo ver al toro mejor de lo que era. Al natural el toro le avisó seriamente al principio pero Morante obró el milagro de meterlo en la muleta a base de tragarle con mucho valor. Dio gusto ver a Morante con esa entrega serena extraer hasta el último muletazo de este Garcigrande. De no haber fallado con la espada podría haber redondeado su gran feria con un nuevo trofeo. Mató al segundo intento y fue ovacionado.
Luque se preocupó de que no castigaran en exceso a su primer toro en el caballo. Éste también estuvo medido de fuerza y se venció por el pito izquierdo en el inicio de faena. Luque atemperó sus brusquedades y a base de temple terminó por meter al toro en la muleta y torearlo bien con la derecha. Sonó la música y el torero siguió imponiendo su mando a pesar de que al de Garcigrande le costaba embestir. Seguridad aplastante del de Gerena. Mató de estocada y hubo petición no atendida por el palco.
Luque toreó bien a la verónica al quinto de la tarde. En la muleta lo sacó por fuera de las rayas y le dejó el engaño en la cara para ligar dos series diestras de gran mérito. En la tercera el toro empezó a cambiar e incluso avisó a Luque con una tremenda colada. El de Gerena siguió como si nada demostrando de nuevo superioridad y acabando con la luquesina. Se le fue algo la mano y la estocada quedó un poco desprendida pero a pesar de ello cortó una oreja.
Tomás Rufo toreó bien a la verónica al tercero, templando y ganando terreno en lances muy rematados. La faena de muleta la comenzó de rodillas ligando en redondo con temple y mano baja. Ya de pie citó de largo y citó con la derecha, ligando con temple en dos series al toro que más se había dejado hasta este momento de la corrida. También al natural lo toreó con limpieza pero la faena no acababa de romper. El toro fue a menos y Rufo lo apuró y lo mató de estocada. Hubo petición pero el palco no concedió el premio.
Rufo brindó al público el sexto, un toro que demostró temperamento en la primera serie, que el torero ligó a base de dejar la muleta en la cara. Igual hizo en la segunda por ese pitón citando a distancia y esta fue más rematada. En la siguiente la faena bajó de intensidad. Cambió a la zurda y dio tres naturales muy largos, lo mejor de una faena que volvió a cambiar de intensidad. Mató de estocada y esta vez el presidente concedió el trofeo.
Daniel Luque puede con todo
Carlos Crivell, Sevillatoro
Decía un vecino de localidad que la música había tocado en cinco toros, por lo que la corrida había sido muy buena. Ese es el espectador asiduo al tendido maestrante; y que nos dure mucho. Sin embargo, si la corrida se mide por lo que toca la banda, entonces debemos entender que estamos en franca decadencia. Ocurre lo mismo que con los toros. No cabe una corrida más sosa y descastada que la de Garcigrande, corrida en conjunto fácil para los toreros, que se dejó torear, aunque no pusieron sobre el ruedo ni un solo gramo de emoción. Una corrida moderna, de nobleza pajuna y sosería apabullante como signo de la falta de casta.
La corrida tuvo un epicentro en la lidia del segundo. Fue el único toro distinto a los demás, porque era incierto y reservón, porque pedía un torero muy firme y valiente. Para eso estaba allí Daniel Luque, que ante el único animal con problemas los resolvió por la vía de un compromiso absoluto, una capacidad enorme y una técnica insuperable. Y cuando el toro se lo permitió, se gustó.
Ese segundo fue blando en los primeros tercios. En la primera tanda la derecha echó la cara arriba sin miramientos. En la segunda lo ahormó Luque con poderío, para en la tercera aguantar los derrotes defensivos de un animal vencido. Rajado por completo, cerca de las tablas, el de Gerena le echó los vuelos para embarcarlo de forma prodigiosa y completar naturales sorprendentes. Otra más con el mismo planteamiento. La faena no era para exquisitos, era para valorar la capacidad y el valor de un torero de cuerpo entero. Se adornó con luquesinas y lo mató de una estocada sin efectos inmediatos. Se le negó la oreja, posiblemente porque se pidió sin ardor, pero es un detalle más de la pobre calidad del público que asiste a estas corridas. El presidente no la concedió y le faltó valorar cómo había estado ese torero.
Se la concedió en el quinto por una faena de menos calado. Alto y largo, Luque lo paró bien con el capote. Juan Contreras lo lidió muy bien y lo enseñó a embestir. En las tres primeras tandas con la derecha, el toro metió la cara y Luque lo tocó suavemente y lo mandó. Por el pitón izquierdo, al tercer muletazo echó el freno y en la siguiente midió mucho al torero, que no pudo limpiar bien los muletazos. En una final con la diestra le exigió al de Garcigrande y redondeó una faena meritoria, aunque con un toro diferente al segundo. Volvió a las luquesinas y lo mato mal de una estocada caída y trasera. Con la misma petición, ahora le dieron la oreja. Por encima de los trofeos, Luque volvió a poner de manifiesto que puede con todo lo que salga por los chiqueros.
Morante volvió a estar muy decidido toda la tarde. Desde la chicuelina que endosó al primero, con lances desiguales y un galleo por el lance de Chicuelo, el de La Puebla se entregó en busca del triunfo. El primero era un toro birrioso, blando, sin casta, parado al poco de comenzar la faena. Cambió al toro con el cartucho de pescao en tablas y lo sacó por bajo con muletazos de gloria pura. Pero apenas le aguantó una tanda con la izquierda con pases sin ligazón.
El cuarto no tuvo ni casta ni nada. Una verdadera basura de toro. Los muletazos del Celeste Imperio de apertura despertaron la ilusión. Pero no había toro. Insistió con una entrega sin medida, sacó algunos pases inverosímiles, todo fue un esfuerzo ante un animal apagado, que llegó a desordenarse y le sorprendió en ocasiones. Faena de paciencia y perseverancia, a sabiendas de que no tenía toro. Tan larga su faena que llegó a escuchar un aviso. Todavía le quedaban en el esportón tres verónicas suaves al sexto en un quite de primor. Qué torero tan grande para tan poco ganado.
Tomás Rufo se lució en los lances de capote en sus dos toros. Por delantales en el tercero; a la verónica clásica, en el sexto. Se hincó de rodillas en el primero de su lote para torear en redondo. Este Garcigrande fue de los mejores de la tarde, lo que permitió al toledano torear en tandas ligadas en circular de forma acelerada. Y todo por fuera. Un toreo que no llevó ninguna emoción al tendido. El animal, tan justo de raza como sus hermanos, se agotó a la cuarta tanda. Rufo acabó con circulares. La estocada fue efectiva y la petición insuficiente con total claridad, por lo que el palco hizo bien en no conceder la oreja.
Se la regaló en el sexto por otra faena del mismo corte, abierta con seis por alto y un buen cambio de manos. Las dos primeras tandas fueron de nuevo de toreo un punto acelerado. Citó con el cuerpo encorvado sobre la izquierda y el toro ya dijo que ya no más. Aún así, alargó la faena con ayudados de buena factura. La estocada cayó trasera y en el sótano. El toro se murió pronto. La petición tampoco fue mayoritaria, pero el palco quería irse la plaza sin escuchar más broncas y accedió a regalar un trofeo sin historia.
Música en cinco toros, reses aplomadas y dulces, de poca resistencia en la lidia, con esos argumentos la corrida pasó con más rapidez que otras. Nos quedaron los detalles inmarcesibles de Morante y con Daniel Luque, que puede con todo.
Bendito sea Morante…
Álvaro Rodríguez del Moral, Diario de Sevilla
TODO se había conjuntado en esa hora mágica que precede el crepúsculo -el Guadalquivir traía la brisa de la marea en el espléndido atardecer de primavera- para que Morante oficiara la despedida más hermosa en la Feria de su reencuentro con la ciudad y su hermosa plaza de toros, alejados los fantasmas y los oscuros sótanos personales que le han atormentado dos años enteros. Sonaba Suspiros de España, el maravilloso pasodoble del maestro Álvarez Alonso -nostalgia de una época que acabaría precipitándose hacia el abismo- en la luz, la hora y el tiempo justos para que el diestro de La Puebla se transfigura en una maravillosa máquina del tiempo. No, no le había embestido el primero; tampoco se iba a entregar por completo ese cuarto, el último toro que mataba en un ciclo que ha confirmado al genio cigarrero como uno de los mejores y más trascendentes creadores de nuestra época, en cualquier faceta del arte.
Pero su labor iba a ser un puente entre dos tiempos, un viaje de emociones a las edades de oro y plata del toreo desde que inició la faena con esos evocadores pases del Celeste Imperio -homenaje a Rafael y toda la dinastía de los Gallo- hasta que se desplantó con sencilla gracia natural ante el ofensivo toro de Garcigrande, el octavo que mataba en Sevilla en este tiempo de Pascua Florida. Del arrebato nacieron varias pinturas añejas, fogonazos de tantos y tantos toreros que bullen en la cabeza del gran creador cigarrero, seguramente el de mayor cultura taurina de la historia.
Su muleta eran los pinceles de Bacarisas, el lápiz de Juan Manuel, las trazas de Aníbal Gonzalez, las notas de Turina, el palio rojo de la Macarena, la Alameda de Chicuelo, un cuadro de García Ramos, una obra de los Quintero, el cartel de Juan Miguel Sánchez, una copla de Quintero, León y Quiroga… Morante estaba abriendo la senda para volver, en un revival emocionante, al corazón del Regionalismo, a esa época en la que el toreo navegaba con desenfadada actualidad y vigencia con la apoteosis de las artes populares y la eclosión de las vanguardias. La faena fue un dechado de entrega pero había algo más que trascendía del toreo ayudado, de los tersos naturales, de esa serie de redondos que amarró su obra, de los muletazos erguidos -como el giraldillo en la veleta- que abrocharon el trasteo. En su faena latían otras emociones, la nostalgia de una época, el drama de aquella Edad de Plata pulverizada en la guerra de los españoles, preconizada dos años antes de los primeros tiros en la sangre derramada de Ignacio y el traslado agónico de Manzanares a Madrid; en la elegía de Lorca…
Sonaba Suspiros de España, la banda sonora de aquel tiempo deslumbrante que se estaba materializando en un trapo rojo pendiente de un feble palillo, en la seda y el punto de color lirio de su vestido, en el azabache de los alamares y los bordados… Nunca. No, nunca hubo una manifestación más culta -y a la vez tan intensa y emocionante- en el estrecho molde de la lidia de un toro bravo; un ejercicio de evocación tan deslumbrante, la creación como vehículo de la mejor cultura en una tarde inolvidable que cierra una Feria que, en el caso del maestro de La Puebla, da contestación a las incógnitas más hermosas. Morante nos erizó la piel y convirtió el toreo -con las imperfecciones de un animal que no se entregó nunca- en un patrimonio de todos gracias a ese puñado de obras inolvidables que crecerán con el tiempo.
El compromiso de Daniel Luque se impone en la última tarde de Morante
Antonio Muñoz, El Correo de Andalucía
Era la última tarde de Morante en el ciclo y se mostraba en los aledaños de la plaza que prácticamente no se podía ni caminar. Con un lleno de “no hay billetes”, el mejor lote caería en fortuna para Tomás Rufo, mientras que la mejor faena de la tarde la realizó Daniel Luque con un presidente que quiso llevarse el protagonismo de la tarde y birló el premio. Para recompensarlo, le daría una oreja en su segundo con una faena de menor calidad artística.
Es imposible dudar del buen momento que atraviesa Daniel Luque delante de los toros y de la gran feria que ha realizado desde su compromiso en el Domingo de Resurrección. Andó muy torero Daniel Luque desde el segundo de la tarde. Con el capote estuvo muy templado siempre levantando las manos para ayudar al animal. Fue muy inteligente porque el toro le duró para lucirse en la muleta.
Luque comenzó con la mano diestra intentando cogerle la altura y los terrenos al animal. Lo hizo desde el principio con la sapiencia del momento que atraviesa. Utilizó su excelente técnica y su voz para que el toro cogiera ritmo en la franela. Y lo consiguió con creces. El diestro de Gerena le sacó una tanda muy bella con cinco derechas que enlazó al toro con un molinete y un excelente pase de pecho. La Maestranza cantó la tanda con los oles rotundos. Durante toda la faena, se le vio una faceta artista en la que le puso todo lo que le faltó al animal. Una despaciosidad en los toques y siempre con la cintura encajada. Luque estuvo cumbre al natural con una tanda que lo toreó al ralentí y siempre en círculo. ¡Qué delicia ver esa torería de Luque!
El toro se rajó viendo que el diestro estuvo sublime y muy por encima. En las tablas, finalizó por unas luquecinas antes de enterrar el estoque. Actuación muy poderosa que incomprensiblemente el presidente no otorgó la oreja con una mayoría absoluta. A veces no se entienden los criterios en esta plaza como cambian de un día para otro. Ahí queda el dato. Cada uno que saque sus conclusiones.
Con el lógico enfado de la “no oreja”, Luque salió a por todas en el quinto de la tarde. Lo recibió con unas verónicas muy templadas y una facilidad pasmosa para sacar al toro hasta los medios.
Con la muleta, sacó y exprimió todas las embestidas que tuvo Púgil. La primera tanda apostó con la mano diestra, basándose en una buena colocación y llevando largo al animal para ir atemperándolo. Continuó por derechazos siempre tapando la cara y enlazando. El animal fue a más en los medios gracias al buen trato de las muñecas de Luque. Con la derecha se gustó más toreando reposado y con gusto. Con la zurda, le costó más lucirse. El toro de Garcigrande venía muy recto siempre midiéndole al diestro, pero Luque le citaba muy firme con un toque más fuerte, siempre buscando el pitón contrario. Finalizó su labor con las luquecinas, tan utilizadas por el sevillano para buscar la rúbrica. Por ponerle un pero, la espada se fue algo caída y el presidente si otorgó la oreja.
La legión de aficionados de Tomás Rufo se notó desde los primeros lances a Deseado. Siempre jaleado, le puso más voluntad que acierto en el que se sucedieron los enganchones.
Brindó su labor a Pedro Trapote antes de irse a los medios. Allí, se tiró de rodillas para enjaretarle diez muletazos en redondo al animal de Garcigrande que hacía el avión. Quiso lucirlo a larga distancia y el público vio rápido las condiciones del extraordinario toro de Garcigrande. Fue un arma de doble filo. Era una máquina de embestir.
La segunda tanda fue buena y profunda pero siempre con una colocación ventajista. El toledano utilizó este truco durante toda la faena: pierna retrasada para girar en círculo y sin llegar a rematar el muletazo, mientras aprovechaba los excelentes envites del toro.
Al natural le ocurrió lo mismo. Citó a larga distancia y el animal embistió de categoría. El de Talavera de la Reina optaba por hacer la reolina, mientras la faena se diluyó. Intento un arrimón final para levantar la faena que fue ovacionado por sus seguidores. El público de los tendidos de sol le pidió la oreja pero no fue otorgada tras ser minoría. Deseado se fue ovacionado en el arrastre por la mayoría.
En el último de la tarde, el toledano estuvo más pausado, más firme y más seguro. Alrededor de las 21.00 de la noche, Tomás Rufo recibió con el capote a Campano. Muy querido por la afición de Sevilla en todo momento, decidió brindar al público para dedicar su obra.
Comenzó con la mano diestra. Esta vez sí. El diestro se ajustó más para torear con mayor largura. En una faena voluntariosa, aprovecho las embestidas de este buen toro de Garcigrande para disfrutar los oles del público de la Maestranza. Lo mejor fue una tanda de cinco naturales excelentes con la mano baja, rastreando los vuelos de la franela por el albero dorado. El animal hizo el avión y con el hocico por el suelo. A partir de ahí se sucedieron los derechazos sin llegar a repetirse la éxtasis de esa tanda. Mató de una gran estocada fulminante. Una oreja que otorgó Fernández Figueroa sobre la bocina, en mitad del arrastre. Un despropósito.