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Real Maestranza de Sevilla

Martes, 17 de abril de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo (de diferente presentación y juego desigual; destacaron 2º y 3º).

Diestros:

Sebastián Castella, de azul marino y oro. Dos pinchazos, estocada trasera y tendida (silencio); dos pinchazos, aviso, estocada (saludos desde el tercio).

José María Manzanares, de grana y oro. Estocada trasera (dos orejas); pinchazo hondo, descabello (saludos desde el tercio).

Alejandro Talavante, de catafalco y oro. Estocada caída (oreja); dos pinchazos, media estocada, ocho descabellos con aviso).

Banderilleros que saludadorn: José Chacón, de la cuadrilla de Sebastián Castella, en el 1º; Rafael Rosa y Luis Blázquez, de la cuadrilla de Manzanares, en el 2º.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado, tarde agradable.

Entrada: Lleno de no hay billetes.

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La “cuvillada” dio de sí lo esperado: toros anovillados, noblones, justos de fuerza y cara, a los que no podía ni enseñar la puya. Alguno extraordinario para la muleta como el 2°, pero nada más. Menos mal que hoy no hubo indulto, porque el público de Sevilla va ya a la plaza a ver cuántas orejas “consigue” y por si hay un indulto. Manzanares una gran faena de las suyas, templadísima, y otra al 5° en que perdió la Puerta por mantener al toro y no cambiarlo. Excelsos naturales de Talavante al 3°. Y Castella que una vez más no pudo con la plaza. La gente, lleno de no hay billetes, con todo salió contenta. Pero la crítica hay que hacerla, para eso estamos.

ABC

Por Andrés Amorós. Dos orejas al empaque de Manzanares en la Feria de Abril

Seguimos hablando todos de “Orgullito”, el toro de Garcigrande indultado el lunes. Nadie que viviera ese momento discute la emoción que se vivió en la Plaza. Me lo cuenta un torero: El Juli le dijo que nunca había lidiado un toro que embistiera tanto y tan bien, en toda su vida – y lleva veinte años como matador.

Parece que vamos a seguir en el cielo: Manzanares corta dos orejas por una faena de las suyas, llena de empaque; Talavante compensa su actuación anterior cortando una oreja. Pero nos quedamos con la miel en los labios: del cielo, volvemos a la tierra.

Sebastián Castella viene de indultar un toro en América pero escuchó los tres avisos con un Victorino, en Castellón. Nadie discute su trayectoria ni su profesionalidad pero sus trasteos caen a veces en la monotonía, por su excesiva duración (participa de un vicio muy general, actualmente). Al primero que flaquea, lo recibe con chicuelinas e insiste en el quite por el mismo palo: no hay manera de evitar esta reiteración… Muy bien Chacón, en banderillas. El toro es pronto, alegre; la faena, desigual, voluntariosa, con enganchones, acaba impacientando. Hace el esfuerzo en el cuarto, en el que se luce Viotti. El toro galopa y repite. Comienza con los habituales cambiados, se queda quieto, vertical. Logra series limpias, sin que llegue a tocar la música, hasta que el toro se va apagando. El arrimón final provoca división de opiniones; sigue la mala racha con la espada.

Manzanares, tan querido en Sevilla, parecía acusar la larga inactividad; esta tarde, recupera su mejor tono en el segundo toro, excelente, para el que se llega a pedir la vuelta al ruedo. (Muy bien Rafael Rosa, con los palos). Desde el comienzo, muletea pausado, solemne; un pase de pecho interminable pone al público en pie. Corre la mano con ritmo y cadencia; un cambio de mano del diestro es digno de su señor padre. Suena la música: ¡qué belleza! Como el toro conserva empuje, cita a recibir y consuma brillantemente la suerte: dos orejas. Su empaque ha resplandecido con este muy buen “Encendido”. Le falta sólo una oreja para abrir la Puerta del Príncipe. Recibe al quinto con una larga de rodillas y lances suaves pero el toro flojea, levanta protestas, queda corto: es un “Gavilán” de poco vuelo. Ha de cuidarlo y medirlo mucho: lo deja respirar, lo va metiendo, logra alguna serie lucida pero la faena queda a medias, como la espada. Otra vez será… Ha demostrado, una vez más, su clase innata, ésa que se tiene o no se tiene, y ha despejado las dudas sobre su recuperación.

La imagen que dejó Talavante el lunes no fue buena. Esta tarde, debe remediarlo: lo logra, en parte. Me recuerda a ese dios Jano de dos caras que, según el maestro Antonio Burgos, resume a Sevilla: Talavante está mal o bien, sin términos medios. Lo mismo hace con la espada: cuando ha logrado faena, mata muy bien; cuando no, es un pinchaúvas. Le toca esta tarde el tercero un buen “Asturiano”, que rompe a embestir con son en la muleta (he recordado la preciosa “Asturiana”, de Isaac Albéniz, que algunos toman por flamenca). Muy bien Trujillo, en banderillas. Alejandro despliega su fantasía, muestra su facilidad con la izquierda, lo cuaja al natural: menos me gustan, aunque el público los aplauda, los remates, mirando al tendido (Ángel Luis Bienvenida se avergonzaba de haberlos iniciado) y las manoletinas. Al final, liga con personalidad una arrucina, el molinete, el cambio de mano y el de pecho. Entrando muy recto, deja una estocada a toma y daca, a cambio de un fuerte golpe en el pecho: justa oreja. El último se repucha en banderillas. Alejandro lo intenta pero el toro derrota, engancha la tela; no logra dominar las desiguales embestidas y mata mal. Una vez más, la doble cara de Jano…

No hemos visto dos salidas seguidas por la Puerta del Príncipe pero el público está ilusionado. Si los toros siguen embistiendo, puede ser una Feria histórica. Me preguntan algunos si espero un indulto más: no es probable ni razonable. Pero hay otro acontecimiento que no descarto: en Sevilla, no se corta un rabo desde Ruiz Miguel, hace muchos años. ¿Por qué no lo van a lograr, en esta Feria, alguno de los toreros anunciados esta semana? El poeta Gerardo Diego, que también firmó críticas taurinas, cerraba una de ellas citando a Calderón: “Soñemos, alma, soñemos”.

POSTDATA. Identifican algunos la Fiesta con una estética tradicional y una política de derechas: es una gran mentira. A propósito de “Orgullosito”, he recordado dos versos de Rafael Alberti – que no era precisamente de derechas -, en su poema “Un solo toro para Luis Miguel Dominguín”: “Oh, negro toro de España… Porque toda España es él”. Un ejemplo más, que nadie cita: Pedro Garfias, poeta ultraísta, símbolo republicano, comunista. Desde el exilio mejicano, recuerda la Feria de Sevilla: “La reolina de la Feria gira, vibra… / Por la tarde, a los toros: Plaza de la Maestranza. / Los viejos aficionados se entienden con la mirada”. Es el resumen de su nostalgia por España.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Manzanares, gusto y prestancia

Llenazo de No hay billetes, cielo azul divino, albero brillante y cuidado y una gran expectación. Elementos suficientes para una gran tarde de toros. Por supuesto, si había toros. Y la corrida de Núñez del Cuvillo, de desiguales hechuras y comportamiento, ofreció fundamentalmente dos toros de muy buenas condiciones para el toreo caro.

Como punto de referencia y de lo que no se paraba de hablar antes del festejo era de la gran actuación de El Juli y del indulto de Orgullito, de Garcigrande. Pero ahora les tocaba a hablar en la plaza a Sebastián Castella, José María Manzanares y Alejandro Talavante.

José María Manzanares se alzó por derecho propio como triunfador en un festejo en el que cortó dos merecidas orejas al segundo toro, Encendido, negro, bajo, un ejemplar con muchísima clase y encastado -se resistió a morir-. Talavante, en un quite por delantales ya mostró esa mina de oro al propio Manzanares y al público. La faena, en las afueras y en la distancia media, estuvo enmarcada en la suavidad, el gusto y la prestancia, acompañada desde su inicio por Cielo Andaluz, que sonó bajo la bóveda celeste de La Maestranza a gloria.

Manzanares dibujó muletazos aterciopelados con la diestra en dos series. Con la izquierda mantuvo el ritmo hasta que acabó metiéndose el toro. Las tandas se cerraron con macizos pases de pecho. Y como aperitivo de lujo, un cambio de mano deslumbrante. La estocada en la suerte de recibir fue una rúbrica perfecta para coronar una gran obra que fue premiada con las dos orejas, entre tanto parte del público pidió la vuelta al ruedo para el toro.

El colorao quinto, bien hechurado, que por su escasez de fuerzas parecía que venía picado desde toriles y con el que se realizó un simulacro en el tercio de varas llegó a la muleta con nobleza, pero con tan escaso brío y por momentos echando la cara arriba que ni la templada muleta de Manzanares sirvió para que la labor tuviera hondura ni produjera emoción tras haberlo recibido el alicantino con una larga de rodillas junto a las tablas del 5, en una suerte inhabitual en él.

Alejandro Talavante consiguió otro trofeo del tercer astado, nobilísimo, con el que dibujó excelentes naturales. Una serie zurda, abrochada con un pase de pecho mirando al tendido fue rotunda. Por el derecho, también dibujó buenos pases. Por supuesto, como es habitual en este torero, hubo remates sueltos que fueron pura orfebrería. La obra se cortocircuitó en una tanda diestra en la que intercaló una arrucina deslucida por un enganchón. Cerró con unas manoletinas de compás abierto y fue a por todas en las suerte suprema, de la que salió cogido feamente, afortunadamente sin mayores consecuencias, a cambio de una estocada a ley. Merecidísima oreja.

Con el burraco que cerró plaza, incómodo, el trasteo de Talavante no cobró vuelo. Valentín Lujan estuvo a punto de ser corneado al perder pie; bien al quite Manzanares.Sebastián Castella, desafortunado, se marchó de vacío. Con el que abrió plaza, bajo, manejable y sin clase, el trasteo resultó insulso, con varios enganchones y un desarme tras un recibo a la verónica ganando terreno y un vistoso quite por chicuelinas.

Con el cuarto, noble, muy flojito y que se resistió a morir, Talavante se la jugó citando desde los medios con la diestra pasándose el toro en dos muletazos por la espalda que asustaron al personal. El trasteo, largo, fue a menos como el toro, cerrando el francés su labor con un arrimón entre los pitones.La expectación tuvo una respuesta muy positiva con un Manzanares, que con gusto y prestancia se alzó como merecido triunfador y un Talavante que brilló al natural.

El País

Por Antonio Lorca. Injusto olvido para ‘Encendido’, un gran toro

El público, ya se sabe, suele ver veleidoso, y los criterios de los presidentes, a veces, incomprensibles. Encendido de nombre era el segundo toro de la tarde, número 151, negro mulato, de 525 kilos de peso —y primo hermano, por no decir gemelo, de Orgullito, al que el día antes se le perdonó la vida—, se fue al desolladero con una simple ovación cuando se había hecho merecedor, al menos, de una clamorosa vuelta al ruedo. Le perjudicó, quizá, el indulto del compañero, ningún espectador se atrevió a pedir tan clamoroso galardón, y el usía, quién sabe si por aquello de mantener el prestigio de la plaza, permitió que se fuera al otro mundo sin el reconocimiento que se ganó en el ruedo.

Encendido era un toro moderno, que nadie se engañe, es decir, de correcta presentación, dulce y generoso, pero de encastada nobleza que brilló, especialmente, en el último tercio. No destacó en varas, como es habitual entre sus compañeros de generación, pero persiguió en banderillas con enorme codicia y embistió a la muleta de Manzanares con un abanico de cualidades: largura, obediencia, prontitud, humillación, ritmo… y lo mejor, que fue a más, tanto que llegó a desbordar a su matador en los compases finales y destacó por encima de la faena del torero.

Aunque las comparaciones sean odiosas, poco tuvo que envidiar Encendido a Orgullito, de ahí, su cercanía en el parentesco. Y pudiera afirmarse, incluso, que este de hoy tuvo más casta que aquel que retoza ya en la dehesa salmantina. Pero así son las cosas. El triunfo de Orgullito ha dejado sin premio a Encendido. Un torazo de esos que encumbran a un torero.

José María Manzanares paseó las dos orejas de su oponente. Lo había recibido con un par de verónicas templadísimas y, después, se lució en un quite por chicuelinas, y Talavante en otro por delantales. El toro se vino arriba en banderillas y permitió que se luciera Rafael Rosa. El torero aprovechó la excelsa calidad del animal para levantar clamores con muletazos por ambas manos a los que Encendido acudía con clase y prontitud por los dos lados. Era la suya una embestida de ensueño, no exenta de casta, de modo que el torero se vio apurado en alguna ocasión por el empuje del animal. Entre ambos compusieron una bella sinfonía, aunque el respetable se inclinó por el torero, especialmente con ocasión de un cambio de manos que desembocó en un circular con la mano izquierda espectacular. Mató de una estocada en la suerte de recibir y se llevó Manzanares todos los honores. Injusto olvido el de la Maestranza y el del presidente.

No hubo Puerta del Príncipe para el alicantino, aunque tuvo oportunidad para ello pues el quinto, un inválido que a punto estuvo de volver a los corrales, fue otro bombón, con menos casta que el anterior, pero más dulzura en su comportamiento. Destacó Manzanares por naturales, pero su labor no acabó de prender en los tendidos.

Tampoco tuvo mala suerte Talavante con su primero, otro toro noble, repetidor y con recorrido en el tercio final. Dibujó el torero tres naturales inmensos y otra tanda más por el mismo lado que fueron pinceladas de toreo grande. Pero la labor del torero no rompió en el faenón que su oponente le ofrecía. Se quedó en la cara del toro a la hora de matar y sufrió un topetazo en el pecho que lo dejó conmocionado por unos momentos. Soso y sin fondo fue el sexto de la tarde y Talavante naufragó con escasez de ideas.

Y ese fue también el resumen de la tarde de Castella. Le tocó el peor lote, pero se mostró desvaído, vulgar, superficial, sin ánimo, aburrido y mecánico. Su primero no valía un real y con el otro, suave y descastado, no dijo nada.

La Razón

Por Patricia Navarro. Manzanares, ecos de gloria

Se confundían los tiempos. A la memoria le venía la fragilidad del hoy, del ayer. Ocurría todo de pronto como una ráfaga. Con un José María Manzanares y un toro de Núñez de Cuvillo que, justo en esta plaza, es una combinación que nos recuerda a asuntos mayores. De pronto, antes de que nos diéramos cuenta, casi recién aterrizados una tarde más en la Maestranza, el torero de Alicante, adorado en esta tierra, cortó dos trofeos. Tuvo un buen toro delante. Encastado y bravo que trepaba en la muleta de Josemari, “Encendido” de nombre este gran Cuvillo. El empaque del torero vistió la faena de principio a fin, una faena que contó con algunas desigualdades y un estoconazo que es rúbrica de la casa y carta maestra para cualquier matador. Un pasaporte para el triunfo. Pero hizo todo con esa parsimonia y ese porte que convirtió algunos pasajes en verdaderas delicatessen, como por ejemplo un natural que venía precedido por una tanda de derechazos y se convirtió en el padre de los naturales. Pluscuamperfecto. Mayúsculo. Fue por el pitón diestro, descolgaba el toro, repetía el animal, por donde ligó los muletazos más lentos, más bellos, aquellos aterciopelados y señoriales. Una faena muy de Manzanares y muy de Sevilla. La espada acabó de rematar las emociones y el doble premio.

Veníamos de una faena inconclusa con la que habíamos despegado la tarde. La de Sebastián Castella al primero, muy desigual de ritmo y sin demasiada historia. Ni una cosa ni la otra.

Se tiró a matar Alejandro Talavante al tercero y le encunó. Un milagro salvarse de esos puñales de acero. No hundió el pitón en la barriga, pero la amenaza fue cosa seria. Y el toro también. Buen ejemplar de Cuvillo, por bravo, repetidor y franco. Lo supo Talavante. Eso y que Sevilla pesa. A todos. Apretó más esta vez. Cualidades tiene, en esa montaña rusa que supone su puesta en escena. Más disfrutón. Queriendo no quedarse atrás, atrapó a la gente en una faena medida sobre ambas manos con la que logró un trofeo, a pesar de que le costó romperla.

Los pases cambiados por la espalda de Castella al cuarto contaron con la transmisión del toro que fue con mucho ímpetu. Después le quedó la franqueza pero muy a menos. Insistió el francés en una faena propia de su factura y con arrimón antes del cierre.

El quinto es el toro que tenía la llave de la Puerta del Príncipe para José María Manzanares y quizá de ahí que lo recibiera con una larga cambiada de rodillas en el tercio. Tuvo buen franco pero renqueante el animal, a pesar de que quería. Manzanares quiso cogerle el aire, la medida y la altura, porque ahí radicaba el secreto de salir príncipe de nuevo en Sevilla. Pero no fue, como tampoco ese cañón de espada que esta vez se quedó a medio gas. Deslucido el sexto. Breve la faena. Cuando caía el sexto, se desvanecía la tarde, como si todo lo que había pasado fueran ecos de gloria. O no. Qué sabe nadie.

El Español

Por Juan Diego Madueño. Manzanares responde a Juli con un faenón al extraordinario 'Encendido'

La histórica tarde de Juli ha cambiado la perspectiva del curso de la temporada. Las figuras se removieron el lunes con el terremoto que crugió Sevilla. Ya no es sólo la presencia de Roca Rey la que altera el hábitat de los mejores. Juli le dio la vuelta. Y Morante sentado en el tendido, esperando a San Miguel. Qué bien aconsejado.

Manzanares ha sido el primero en responder. En sus manos cayó Encendido, el mejor medio para mandar el mensaje. Un toro recortadito de Cuvillo, que enseñaba las puntas sin ser agresivo, guapo. Se deslizó una vez por la compuerta del capote, abriendo la gatera del telón rosa con el hocico. Los horteras lo llaman deslizarse.

Embestía en equilibrio milagroso de clase y motor. Ese ritmo desprendía cortijos. Un toro para refundar Occidente. Las verónicas surgieron muy templadas. Apenas le dieron en el caballo. Se arrancó con todo al cuerpo limpio de Rafa Rosa. Manzanares planteó un inicio de faena que marcaría el tempo del resto. Hubo majeza, flotando en el ambiente otra pausa: la de la cadencia.

La faena la marcaron dos cambios de mano. A la gente le entra un calambre sideral. El veneno de Manzanares. El primer natural de todos fue antológico. Los pases de pecho, larguísimos. Comenzaban las comparaciones. Incluso en el ambiente sobrevoló el fantasma del pañuelo naranja, lanzado Encendido. La faena fue intensa, sencilla, buena, de las que se pueden paladear. Quizá ahí estuviera la diferencia.

Muy centrado Manzanares, cambiaba las manos sobre el terreno cercano a los medios, ganando en intensidad las tandas, largas. La faena bajó un peldaño con el tropiezo de los dos. Torero y torero se dieron una tregua. Comenzó a desinflarse Encendido; respiró el presidente. La última arrancada del genial cuvillo la frenó el acero brillante, que lo partió en dos. Qué estocada. La bravura del animal lo mantuvo unido en un estertor dignísimo, bello y solemne. Hay algo reconfortante en la muerte. Encendido mereció la vuelta al ruedo.

Manzanares la dio transportando las dos orejas con carretilla. Luego, se permitió el lujo de no abrir la Puerta del Príncipe con el quinto. Un capricho de feria. Este mensaje no se entiende del todo bien. ¿Qué ha pretendido? No me gusta la versión de lidiador-analista-calculador de este torero. Cuando se excede en los paseos. Cuando corta las tandas a la mitad para cruzarse con parsimonia, observando al toro como quien observa un sudoku.

Es verdad que este cuvillo estaba en el filo. En el capote mostró debilidad. Se le cuidó en el caballo. Después atacó con un genio impotente. Pero dos veces se sacudió y desfiló bajo los flecos, una por cada mano. No sé. Tampoco entiendo su decisión de poner fin a la faena después de la mejor tanda de derechazos con el toro embistiendo con soltura. Era el momento de apretar. Tan cerca la oreja definitiva, con el público a favor, que se quedó a medias. Sonaba la música mientras se se limpia la mano manchada de sangre en la toalla. No fui el único que esperaba algo más. Remoloneó apoyado en las tablas y finalmente cogió la espada. No hubo estoconazo que lo comprometiera. Casi nadie se acordaba ya de la larga cambiada de rodillas de la que se arrepintió al momento.

Talavante se respondió a sí mismo en el diván. El extremeño ha pasado una semana extraña. La planificación de su feria toreando las tres tardes seguidas –viernes, lunes y martes– es rara. En realidad Talavante se remontó los autogoles del lunes. Del quite pasó a la primera tanda de doblones en redondo. Al toro le faltaban un poco de finales. Metido el torero, no se dejó tocar ni una vez. En su inercia retrocedió algunos años en el concepto. Talavante puede utilizar una copia de seguridad de sí mismo.

Los naturales le dieron la dimensión de grandeza a la faena. Con un manojo de muletazos de mucha calidad. Cotizaba el doble trofeo. Uno de ellos recordó al de hace once años, envuelta la acción en la flexibilidad del matador para enroscarse las embestidas. Suave, planchada la muleta, un lujo. El desplante enloqueció a las masas. Pisó el acelarador con la arrucina. Y se tiró a matar por las tres tardes: suicida, salió rebotado de los pitones, dolorido y despeinado.

Con el sexto, muy soso, se dejó ir. Y se hartó de pinchar.

Castella salió al cuarto con el piloto rojo encendido. El modo automático del francés lo conocemos de sobra. Buscaba alcanzar a sus rivales, tan adelantados esta tarde. Este cuvillo tenia el pitón blanco. Era fino de cabos, quizá el más fino de lo que va de feria. Suelto, siempre brujeleó en la lidia dándole la espalda a la pelea. Le pegaron fuerte en el caballo y las banderillas le sentaron mal. Desquiciado, se revolvió. Le goteaba el puyazo en el albero. Sebastián Castella aprovechó ese chispazo para brindar al público y desde los medios le ligó su clásico inicio de faena. Dos veces se lo pasó por detrás derrapando. Las burbujas fueron estallando. Al tercer muletazo se quedaba. Y en el último tramo de faena Castella se arrimó. En su lío.

Con el primero apenas hubo entendimiento. El cuvillo era un toro lacio. Algunas arrancadas tuvieron el mínimo de transcendencia por el pitón izquierdo. Es que al natural la faena pendía de un hilo, del último tirón impotente del bicho, prácticamente vacío. Castella perdió la muleta dos veces, destruyendo lo poco levantado. El toro, cuajado morfológicamente, se fundió lentamente como las velas olvidadas.

17_abril_18_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:21 (editor externo)