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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Miércoles 19 de abril de 2023

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Santiago Domecq (bien presentados, con diferente juego; 3º y 5º ovacionados en el arrastre).

Diestros:

José Garrido. Estocada tasera y tendida, descabello (leve ovación tardía); media estocada tras aviso, descabello (saludos).

Álvaro Lorenzo. Estocada (saludos); estocada caída (oreja).

Alfonso Cadaval. Estocada tendida que escupe, estocada tendida (silencio); pinchazo, media estocada tendida y caída (silencio).

Presidente: José Luque Teruel.

Tiempo: soleado, caluroso al principio.

Entrada: menos de media plaza.

Imágenes

Video resumen AQUí

Crónicas de la prensa

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Un toro aprovechado y otro que no

La corrida de Santi Domecq, muy noble, no fue un derroche de bravura, sí de capas variadas pero sólo defraudó a medias. Hubo, eso sí, varios toros que se fueron apagando en el transcurso del último tercio de la lidia. Y un gran tercero, encastado, de embestida de largo con codicia, que fue desaprovechado por Cadaval que no estuvo a la altura del toro y de la faena que exigía. Si el año pasado se quedó corto con el toro de la feria aunque se llevara una oreja, esta temporada ha quedado más corto con otra buena res que lidiar. El quinto fue otro buen toro, de embestida incansable y prontísima, que sí entendió y aprovechó Álvaro Lorenzo, aunque solo se llevara una oreja de un toro que tenía más premios en su lidia. En parte, sin duda, por el bajonazo con que acabó con el morlaco. A los que dicen que este quinto fue manso no les crean, una cosa es que no humillara con el hocico por el suelo y otra que fuera manso, que no lo fue. José Garrido no pudo sacar partido de su lote, a pesar de su voluntad. Y un apunte del público que no acabo de creerme en Sevilla: hay ovaciones inexplicables tras arrastrar al toro, hasta ahora en casi todos los toros lidiados. Basta con que dos amigos del torero empiecen a aplaudir para que el torero salga a saludar y se provoque una forzada ovación que no tiene justificación alguna. La plaza de Sevilla no es así, no es de pueblo de polvareda.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Entre ‘Condenado’ y ‘Camorrista’

En el recuerdo del aficionado –era tarde de cabales y algún turista suelto- seguía crepitando el juego de aquel toro de Santiago Domecq llamado ‘Chismoso’ que llevó un torrente de premios en la Feria de Abril de 2022, el ciclo de la vuelta a la normalidad. Con esos mimbres, el personal más entendido había acudido a la plaza con la expectativa de reeditar algo parecido en esta primera tarde del ciclo continuado de festejos que, para qué vamos a negarlo, había despertado un entusiasmo perfectamente descriptible a tenor de la escasa química de un cartel de mero trámite. ¿Qué habría pasado con la corrida en otras manos? Mejor no hacer especulaciones.

La corrida fue variada en pelos, hechuras y hasta un punto terciada. Pero también fue abierta en comportamientos: entre el molestito primero y el blando sexto hubo un soso segundo y un complejo cuarto pero si hay que reseñar un lote de excelencias –repartido entre dos matadores- es el que formaron el picante tercero y el boyante quinto. Ese tercero había correspondido a Alfonso Cadaval que también fue el encargado de lidiar en 2022 al mentado y célebre ‘Chismoso’. Entonces le cortó una oreja gracias a una actuación digna que le sirvió para repetir en el abono. Esta vez no fue así; al joven matador sevillano le vino un punta larga la embestida exigente de ‘Condenado’, que así se llamaba el bicho que acabó imponiendo su ley.

Fue un toro alto, colorao de pelo, de manos largas que lo despegaban del suelo. La codicia en los capotes anunció lo que estaba por venir. Fon lo brindó al Litri, sentado en la barrera del 3 y se puso delante del animal sin acertar a poner mando en unas embestidas que pedían recursos y firmeza. Había que hacer las cosas muy bien, apostar al todo o nada, cortarle la oreja en pocos muletazos… Ya lo dijo Antoñete: pronto y en la mano pero la batuta la acabó llevando el toro. A su matador le vino muy larga la cosa… Decidido a revocar el signo de su actuación, brindó el burraco que hizo sexto a la parroquia. Fue un toro blando y noblón que acabó poniéndose a la defensiva de puro flojo mientras Cadaval andaba por allí sin terminar de concretar nada. La verdad es que le pesó la tarde…

Pero habíamos hablado del otro toro estrella del festejo, llamado ‘Camorrista’ que fue lidiado por Álvaro Lorenzo después de no haber redondeado nada con un quinto soso y sin alma al que despenó de una fulminante estocada. Hubo que esperar a ese quinto: de menos a más, cantó su boyantía en el galope constante que mantuvo en banderillas. Apercibido de esas condiciones, el toledano no dudó en brindar al personal iniciando su faena con sabrosos muletazos por bajo. El toro era pronto y alegre, se venía en la distancia larga y a Lorenzo le costó cogerle los puntos antes de poner a todo el mundo de acuerdo con una enorme serie en redondo que arrancó la música. Fue una de las fases más felices de un trasteo de notable alto a un toro de matrícula de honor. La faena mantuvo ese buen tono por el pitón izquierdo pero adquirió forma y fondo en dos rondas ligadas de derechazos que, ahora sí, pusieron de verdad la olla a hervir por más que faltara algún perejil. La espada cayó de aquella manera. Cortó una oreja. El toro tenía dos.

El primer espada de la tarde era el extremeño José Garrido que mantuvo una encomiable actitud durante toda la corrida. Tuvo que salvar muchas dificultades con el primero, un animal que reponía siempre, embistiendo por dentro y volviendo sobre las manos, y que pedía más resolución que lírica. Lo había toreado muy bien con el capote, que volvió a manejar con prestancia para recibir al cuarto, un toro de embestida espesa y muchas teclas que tocar al que le pisó los terrenos más comprometidos –siempre reunido con el animal- en una labor sorda, de escaso eco, pero que dio la medida de su ambición. Eso sí, no conviene pasarse de rosca…

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. El tedio no sorprendió a nadie

Corrida que ya se calificaba de perfil bajo y el tedio reapareció en la Maestranza para hacerse una pregunta que requiere contestación por vía de urgencia. ¿Tienen fundamento este tipo de corridas con toreros que interesan únicamente a sus allegados? Y viendo la respuesta del público en taquillas hay que poner en solfa su rentabilidad. Además en tarde laborable y luego pasó lo que pasó, que únicamente Álvaro Lorenzo logró sacar del marasmo al público como reeditando la vieja conseja de que no hay quinto malo.

Se esperaba un mejor juego de la corrida, que el año anterior se hizo con premios al toro y al conjunto. El recuerdo de Chismoso llenaba de atractivo ganadero la tarde, pero luego no se correspondió con lo esperado. Bien presentada y de pelo variopinto, con una pintura que fue el salinero que abrió plaza, luego sería Condenado, corrido en tercer lugar el que polarizaría la atención entrando de pleno derecho en la lista de aspirantes a premio.

José Garrido quiso durante toda la tarde, pero se atascó en un toreo de cercanías que provocó que ahogase la embestida de su lote. Y hay que ver con lo bien que torea este torero con el capote y las buenas maneras que mostró desde que alborotó el escalafón de novilleros, pero parece que no acaba de cogerle la distancia a sus oponentes. En el primero, el precioso salinero Durillo, brilló con el capote, tanto a la verónica como en el galleo para llevarlo al caballo. Brindó a la plaza, cuajó un inicio templado, pero derivó al consabido arrimón sin fruto alguno para matar de estocada. En su segundo, más de lo mismo, cercanías, insistencia, un aviso antes de entrar a matar y palmas a la voluntad.

Sería triunfador de la tarde Álvaro Lorenzo, que mostró que sabe torear en el quinto de la tarde. Anteriormente hubo un compendio de sosería al alimón entre toro y torero, pasando eso que tan gráficamente define la falta de brillo y que es que no ha pasado nada. Pero le dio la vuelta a la tarde con Camorrista, un toro negro al que cuidó en el caballo hasta el punto de pedir el cambio con sólo un capotazo, a lo que no accedió el usía. En banderillas cuajó dos buenos pares por el pitón izquierdo Curro Javier y, muy decidido, brindó a la plaza.

Logró el torero entenderse con Camorrista desde los templados doblones iniciales para continuar con unos redondos muy rematados atrás de la cadera. Siempre en los medios, el toledano entabló un diálogo con el toro que llegó a los tendidos para que, al fin, y cuando ya llevábamos dos horas de festejo sonase la música. Un par de tandas de naturales plenos de naturalidad, trincherazos para iniciar cada serie y una estocada algo caída que no fue obstáculo para que se pidiese mayoritariamente la oreja. Trofeo concedido y vértice indudable de la corrida.

Cerraba la terna Alfonso Cadaval, del que se guardaba el buen recuerdo de su faena a Chismoso, aquel toro acaparador de premios que Santiago Domecq envió el pasado año. Y con un precioso terno verde y oro, Alfonso salió a darlo todo en esta nueva oportunidad. Nadie podrá negarle el volumen de voluntad que el trianero puso y tampoco podrá negar nadie que le cupo en suerte un gran toro, el colorao corrido en tercer lugar y que atendía por Condenado. Se salió a los medios lanceando a la verónica con decisión, ganando terreno, y así inició su faena de muleta, con algunos naturales francamente encomiables.

Pero ese toro pedía algo más de lo que daba el torero, por lo que fue perdiendo nivel la compenetración y el diálogo deseado no se produjo. Mató de estocada tendida y una entera al encuentro con lo que el toro dobló en una muerte de bravo que mereció la ovación de la plaza. En el sexto, que blandeaba y que se fue apagando tras un espectacular volantín, hubo brindis a la plaza y un natural formidable en la tanda inicial, luego llegó un desarme, el toro se había acabado y así acababa también una corrida que no sólo no pasará a la historia, sino que ni siquiera se comprende por qué fue programada. En fin que…

Por Jesús Bayort. ABC. La emoción de Camorrista, cuando la movilidad tapa todas las carencias posibles

«¡Qué mal está hoy la cosa!». Todavía no había saltado el primero de los seis de Santiago Domecq cuando un vendedor ambulante ya se estaba quejando en la calle Antonia Díaz, donde había colocado su puesto de almendras y gominolas. Justo en el único hueco en el que daba el sol. Diez euros decía haber hecho, cuando aún faltaba media hora para la corrida. ¿Acaso esperaba hacer hoy, y en ese sitio, su agosto? ¿Y acaso esperaban los aficionados otra cosa de lo que terminaron encontrándose? Posiblemente sí. Al menos, en lo que respecta a la divisa gaditana, que fue la gran decepción de un festejo en el que los toreros se ciñeron a su guion: José Garrido, suelto y apasionado con el capote, rígido e insistente con la muleta; Álvaro Lorenzo, técnico y fácil, tanto con el insulso como con el sonoro; y Alfonso Cadaval, tan animoso como desbordado. A la corrida de Santiago Domecq, entre otras muchas cosas, le faltó remate. Ni lo altos ni lo embastecidos que eran algunos podían ocultarlo. Anovillados en sus perfiles, sin media vuelta que le diesen seriedad a sus pitones. Pocos derrocharon clase, más allá de algún que otro buen embroque.

¿Era Camorrista un gran toro? No ¿Era Camorrista el jarabe contra el estupor de la tarde? Habrá quien se quiera conformar. Aunque a Camorrista, el quinto, hay que reconocerle que removió la dinámica abismal en la que se había sumergido la corrida, por la emoción de su movilidad, de su prontitud, de su fiereza. Virtudes que disipan las carencias, las miserias. Camorrista no tuvo clase, como tampoco tuvo humillación y entrega. Si acaso, profundidad en algunos segundos muletazos de cada serie, en las que Álvaro Lorenzo iba recortando a cuentagotas la distancia inicial, que le dio todas las ventajas en un arranque que rápidamente enchufó a unos alicaídos tendidos que en él creyeron ver la panacea.

En los primeros tercios no llegó a destaparse, incierto en los capotes, sin verdad para las banderillas. Pero llegó Lorenzo y tiró la moneda, a veinte metros de distancia, adonde Camorrista se arrancó como un tren. Un momento verdaderamente emocionante, aunque después, cuando se empezaron a suceder los muletazos, cantase su verdadera condición: la primera arrancada era con recorrido, la segunda con profundidad, la tercera a la altura del palillo y la cuarta de tragedia. Un toro que pese a sus innumerables carencias contenía el primor de la emoción, de la transmisión. Que con un torero menos técnico se hubieran vivido momentos de aprieto y agitación. Aunque ni la pulcritud del toledano fue suficiente para esconder la impresión que un toro así genera en una plaza. No se equivocó en un sólo pasaje el toledano, siempre con la muleta perfectamente planchada, sin huecos, sin ventajas. Sin salirse de su guión.

El que a la postre fue el segundo, y prácticamente último, momento destacado había llegado en el prólogo, en el ramillete de verónicas apasionadas que dejó José Garrido, con las palmas muy abiertas, con el cite milimétrico, con el mentón aplomado sobre un pecho que se crecía por momentos. Eran los momentos más sosegados, inspirados y acompasados de un torero que, tras gustarse en un galleo por chicuelinas y un enfajado quite por delantales, se fue encorsetando conforme iba palpando la franela sobre las yemas de sus dedos. Cuando Durillo empezó a ponerse más 'durillo'. Al simplón salinero de Santi Domecq, con caja, aunque sin perfil, le faltaba también media vuelta de pitón. Que iniciaba con buen embroque, aunque sin raza para tener buen final. Y todo iba cambiando, todo se iba complicando: el viento, el toro, el torero, con el brazo cada vez más tenso y la figura menos crecida. Una faena que resultó demasiado larga para el contenido que tuvo. Lo mejor, la estocada. Lentísima en la suerte, muy recta en la ejecución. Que no terminó de ser lo efectiva que merecía, con un Vicente Herrera que las pasó canutas para encontrarle la muerte al inquieto y exangüe animal. Ya se ha perdido la costumbre, incluso se mira mal, que un puntillero atrone por detrás, cuando sería lo más acertado para estas ocasiones.

Un mutismo absoluto protagonizó la lidia de Merecido, el segundo, que se partió buena parte del pitón derecho nada más rematar en el primer burladero. Lo más digno hubiese sido devolverlo, por la integridad del toro, por ahorrarnos el peñazo. Curro Javier se encargó de ordenar sus molestas —por la fractura ósea— embestidas, midiéndole los tiempos, dosificándole los capotazos. Arriesgó en banderillas Raúl Ruiz, cuando le esperó hasta casi su encuentro el de Santi Domecq, que se lo quitó de las nalgas Manuel Izquierdo, muy bien colocado. Que precisamente fue la marca personal de Lorenzo, siempre bien colocado, muy técnico, a favor del animal. Unas armas que compartían la misma carencia que el animal: la transmisión.

Empezar estos últimos párrafos es saber que en cuestión de unos minutos, justo cuando se publique en la web esta crónica, arrancará la controversia. Llegarán quienes innecesariamente vitoreen unos renglones que no están escritos con el ánimo de convertirse en hoja parroquial de nadie. Como también llegarán quienes encuentren en este cronista un ser hostil para el que utilizarán, como clásico y mediocre recurso, aquello de «torero frustrado» y tal. Por eso, como medida preventiva, les recomiendo a los primeros que se ahorren la coba oportunista y a los segundos que no malgasten su tiempo en telefonear (al menos, a quien escribe estas líneas). Porque la mejor llamada que pueden hacer no es al periodista, sino al torero, al que le deberían recomendar que ponga fin a este sinsentido que no le lleva a ningún lado. Que enerva a los abonados de la Maestranza mientras él se tambalea a merced de unos animales que hacen virguerías por esquivarlo.

Alfonso Cadaval ha estado voluntarioso, con interés durante toda la tarde. No ha entregado la cuchara con el bravo y profundo tercero, ha dejado un bonito recibo al sexto y con ambos ha logrado naturales sueltos con armonía. Pero no resulta suficiente, siendo preocupante que los años pasen y que su técnica y dominio de los animales sigan estancados. Sin demostrar nada con los buenos ni resolver las complicaciones de los menos buenos. Cierto es que ha toreado poco en la plaza, pero hablamos de la Maestranza no de la Caridad. Una plaza en la que la meritocracia y la excelencia deben imponerse al nepotismo. Imagino que los seis matadores de toros del pasado domingo estarán indignados. Y con toda la razón.

Por Vicente Zabala de la Serna. El Mundo. Álvaro Lorenzo, la ecuación de Teruel y una corrida engañabobos

Hacía en la calle un calor de verano. El clima siempre vale de recurso. Para arrancar una crónica o para el ascensor. Y el caso es que dentro de la plaza un vientecillo intermitente y travieso enredó lo suyo en el ruedo. Tanto como la esperada corrida de Santi Domecq. Que se movió con más aristas de las percibidas por un público que aspiraba a reeditar glorias recientes de la ganadería. Más movilidad que fondo y, por tanto, bravura y, por ende, entrega, en unos toros que prácticamente en su totalidad embistieron sobre las manos. Con más afán por acudir a los engaños que por salirse de ellos. Ante este panorama, cuando saltó un quinto altón y estrecho, que se hacía poco sin ni siquiera ser bonito, y se soltó del piso y de la muleta con viaje y alegría pero con la humillación escasa al personal -¡ay, esa ovación!- le pareció la reencarnación de Chismoso y Cotorrito. De aquellos toros que a Santi Domecq le dieron gloria en Sevilla y Bilbao la pasada temporada no hubo ni la sombra. No apareció la clase por ninguna parte y tampoco el ritmo caro de lo de Santi.

El quid de la cuestión residió en lo listo que anduvo Álvaro Lorenzo en el manejo de las distancia y las alturas. La ecuación del viejo Teruel funcionó: «altura, distancia y velocidad. Y que pase el toro por donde tú cameles». Pues eso fue lo de Lorenzo. Que principió con fino estilo genuflexo y luego le puso su énfasis al momento del embroque -el momento único en que se producía la humillación que el bicho protestaba en la exigencia- y muñeca a todo lo demás. Una estocada rinconera le dio alas al entusiasmo que venía de antes. La única oreja de la tarde fue para él.

La corrida, de hechuras y remates muy diferentes, no se enlotó bien. Y así la pareja de Álvaro Lorenzo resultó ligera y leve frente a la más cargada de José Garrido, cuyo lote debió abrirse. El liviano toro anterior del toledano se afeó, aun más, al partirse una vaina contra las tablas. Embestía con el pitón de fuera a los vuelos. Puede que por esa desconcertante sensación Lorenzo se pasase con el castigo en el caballo. Sangró excesivamente al toro, que esperó mucho en banderillas y se afligió sin poder y sin maldad. Gastó eltiempo en hacerle pasar.

Un toro de espectacular capa salinera y capirote, de amplia cuna y ancha caja, inauguró la corrida de Santi Domecq y la feria. Se emplazó y distrajo antes de fijarse en el capote de José Garrido. Que voló cinco verónicas con expresión y una media que no merecieron el último desarme. Ya entonces el toro se movió con las manos por delante y un empleo tan contado como la humillación. Lo de las manos sería denominador común en su lidia, o adelantándolas o apoyándose mucho sobre ellas. A Garrido le sirvió aquella movilidad que se fue perdiendo para gallear por chicuelinas y quitar por delantales, todo con ese acento barroco que le imprime a su concepto. A Álvaro Lorenzo le apeteció entrar en contacto en su turno de quites a la verónica. La media del broche adquirió luz propia. Pero el domecq soltaba la cara cada vez más, pasando cada vez menos. Ya se sintió así en el prólogo de faena de JG. Que anduvo firme, enfibrado en el toque. El toro se venía -a veces por dentro- más que se iba y reponía. Un movimiento sin fondo para empujar y tirar de verdad hacia delante y por abajo. Al querer del extremeño le sobró la última serie con la izquierda de una labor bien resuelta con la espada (tendida).

Esa seguridad curtida de José Garrido volvió a manifestarse con el colorado y apretado cuarto. Sumó a ella asiento y ambición. De tal modo que a sus dos trabajadas faenas les sobraron los últimos compases. Pero en el núcleo de ésta última JG se atalonó y encajó en serio y tiró por abajo de la embestida en tres importantes series -dos por la derecha y una por la izquierda- que fue, a la postre, lo que ofreció, sin regalar, el toro. A partir de ahí se quedó. Y Garrido se empeñó en un arrimón valeroso pero, a últimas, exagerado en su duración. Cayó un aviso antes de perfilarse con la espada.

La corrida fue un engañabobos. La manifestación de ello se concentró en la ovación que dedicó la plaza al levantisco, arisco y duro tercero, que se vencía por dentro a oleadas. Alfonso Cadaval quiso más que pudo, sin gobernar aquello. Que no era fácil. Sonaron a castigo las palmas. El burraquito último se antojó el de mejores hechuras. Lo trataron muy mal. Apuntó buen tranco y usó también mucho las manos, frenándose. Cadaval, que ha vuelto a nacer este invierno, se lo debería pensar.

Por Antonio Lorca. El País. En Sevilla… ¡Despropósitos…!

¡La plaza de La Maestranza está perdida, hundida…!, lo que es nada nuevo, pero sí muy desesperanzador. El problema se atisbó hace años, pero ahora luce en todo su esplendor.

Ha desaparecido la escasa afición que quedaba en Sevilla y florece en primavera un público accidental que aplaude desaforadamente cualquier lance de la lidia por muy lamentable que sea. Desde ese picador que no pica, ese par de banderillas caído o ese matador pesado que está por allí como un pegapases cualquiera aburriendo a las ovejas.

No importa. La gente aplaude como si le fuera la vida en ello.

Y la presidencia está como desorientada, desanimada, sin saber a qué atenerse, y muestra los pañuelos sin convicción alguna. O esa es la impresión que transmite.

Los tres toreros del cartel -Garrido, Lorenzo y Cadaval- son modestos, sin que el apelativo suponga un demérito para ellos. Ya se sabe que modestos en el argot taurino son aquellos matadores que están en la zona media/baja del escalafón, y que no acaban de dar el paso para alcanzar el sueño que no los deja dormir.

¿Cuándo y por qué se le ocurriría a la empresa Pagés diseñar este cartel?

¿Acaso pensó el empresario que sería de interés para el aficionado, o acaso fue víctima de las componendas de los despachos taurinos?

Vaya usted a saber.

Pero no hay que engañarse: los tres llegaron como modestos y como tal se marcharon al hotel. Los tres tienen ‘cositas’, pero insuficientes para el prestigio de esta plaza y para su propio futuro.

La corrida de Santiago Domecq no se los quiso comer; incluso, hubo varios toros que permitieron el toreo. Lo que sucedió es que se empeñaron en ser pegapases, aburridos y pesados, desbordados por sus oponentes y sin una razón válida que justificara su inclusión en el cartel.

Garrido, por ejemplo, se lució mucho y bien con el capote en su primer toro. Y lo hizo a la verónica, por chicuelinas y delantales, todo ellos trazados con gracia, prestancia y hasta chulería torera; pero fue incapaz de levantar los ánimos muleta en mano ante un soso animal al que estuvo dando pases insulsos una eternidad. Valiente y entregado se mostró ante el reservón cuarto, pero tampoco levantó el vuelo.

Lorenzo, por su parte, es técnico y solvente, pero frío como un témpano. Mueve con soltura el capote, y no dijo nada. Faena larga e insípida la suya al segundo, y más acompasada ante el manso quinto que se movió raudo desde que salió huido del caballo. El matador acompañó el viaje sin más ante el noble galope del animal, embebido en el engaño, y solo una tanda con la mano derecha tuvo sabor. Mató mal, de una estocada caída y perpendicular, y paseó una oreja de poco peso entre la algarabía general.

En el tercio de banderillas del toro segundo hizo una demostración de valor y entrega Raúl Ruiz, que expuso de verdad en el tercer par, y a quien hizo un quite providencial torerísimo Manuel Izquierdo, que dio toda una lección de cuál debe ser siempre la colocación de un tercero en la plaza. En el quinto, se lució, como es habitual, Curro Javier.

Y el toro más bravo y de más calidad de la tarde le tocó a Alfonso Cadaval, torero sevillano muy poco placeado, recién salido de una grave lesión, y al que se le notaron en exceso las muchas carencias de un concepto torero sin madurar.

Tiene buen aire, sí, pero ese toro necesitaba un vendaval para emocionar; y no vibró el torero, mal colocado, a merced del toro, desbordado. No dijo nada bueno y lo dijo todo. Se lució a la verónica en los lances de recibo al sexto, soso y noble, pero no pudo pasar de ahí.

En fin, que la tarde fue decepcionante y baldía. Y no pocos se acordaron de los buenos toreros que no estarán en esta feria… Un despropósito más de un festejo cargado de extrañezas.

Por Toromedia. Álvaro Lorenzo corta una oreja en la corrida de Santiago Domecq

Álvaro Lorenzo ha sido el triunfador de la tercera de abono al cortar una oreja al quinto de la tarde, el toro más destacado de la corrida de Santiago Domecq. Lorenzo hizo una faena completa, con series ligadas y templadas que le valió el único triunfo de la tarde. Garrido estuvo firme en sus dos toros, siendo ovacionado en su lote, mientras que Alfonso Cadaval hizo un esfuerzo ante el exigente y complicado tercero y no tuvo opción en el sexto.

José Garrido se gustó con el capote tanto en el recibo como en el quite al primero de la tarde. El bonito salinero de Santiago Domecq llegó algo brusco a la muleta y Garrido se mostró firme y solvente en todo momento, resolviendo bien a pesar de que el toro reponía, soltaba la cara y no era fácil. Labor seria que alargó en demasía y remató de estocada. Ovación.

En el segundo de su lote, Garrido se empleó para sacar partido de un toro que repetía pero que no se rebosaba. Por el lado derecho lo consiguió en un par de tandas vibrantes y también al natural, enganchándolo delante y tragando. Superior en todo momento, centrado y muy metido, Garrido ganó el respeto de la plaza y terminó en terreno de cercanía jugándose el tipo. Mató de media y descabello.

El segundo de la tarde, que se desplazó bien en la brega de Curro Javier, pareció frenarse en las primeras series que le dio Álvaro Lorenzo. El toledano también estuvo firme ante su oponente, que se desinfló por completo apenas transcurridas tres series. Mató de estocada y fue ovacionado.

Lorenzo brindó al público su faena al quinto y firmó un bonito comienzo a un toro que se movía bien. Dos series diestras ligadas en las que el toro venía de lejos crearon ambiente. Sonó la música y siguieron dos series zurdas a más. Al cambiar de nuevo a la derecha la faena siguió creciendo hasta rematar con bonitos muletazos por bajo y acabar de estocada. A sus manos fue la primera y única oreja de la tarde.

Alfonso Cadaval dio algunos lances estimables en el recibo al tercero. Brindó a Miguel Báez 'Litri' y se encontró con una difícil papeleta. El toro era mirón y no perdonaba, era un animal para lanzar la moneda y Cadaval no volvió la cara en ningún momento, logrando naturales de mérito entre alguna que otra fuerte colada. Por el derecho logró ligar alguna tanda con mérito por la exigencia del toro. Al finalizar la faena el público ovacionó al toro y dedicó palmas al torero.

Cadaval se lució de capa en el sexto, toreando bien a la verónica y rematando con buena media. Este toro se vino abajo pronto e impidió el lucimiento del sevillano, que planteó la faena por el pitón izquierdo pero sin poder ligar series por la condición del animal. Pinchó y fue silenciado.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

19_abril_23_sevilla.txt · Última modificación: 2023/04/20 09:18 por Editor