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Real Maestranza de Sevilla

Lunes, 1 de mayo de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Daniel Ruiz, regularmente presentados, nobles, flojos y descastados. El 3º, inválido, muy protestado.

Diestros:

Paquirri: De azul cobalto y oro. Estocada contraria y caída (saludos); estocada caída (oreja).

El Juli: De burdeos y oro. Media estocada, descabello (saludos); pinchazo, estocada (silencio).

Cayetano Rivera Ordoñez: De nazareno y oro. Estocada baja y tendida (saludos); estocada (oreja).

Banderilleros que saludaron: Iván García y Alberto Zayas, de la cuadrilla de Cayetano, en el 6º.

Incidencias: Paquirri se despidió de la plaza. Se guardó un minuto de silencio en memoria del banderillero Manolo Montoliu, muerto en esta plaza el 1 de mayo de 1992.

Presidente: José Luque Teruel.

Asistente artístico: Luis Arenas

Tiempo: soleado, temperatura agradable.

Entrada: lleno de no hay billetes.

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20175/1/20170501211605_1493666274_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver Esta sí que fue mediática

Los olés sonaban en un claro femenino en la Maestranza. Se aplaudía todo, se pedían orejas y trofeos a gogó. Esta sí que fue una corrida mediática. Con los dos hermanos Rivera Ordóñez en el cartel y despidiéndose Francisco de la Maestranza allí primaba el público del cuore, mientras que el clásico maestrante se había quedado en la Feria. La de Daniel Ruiz, que vamos a decir, que posiblemente no habría pasado como novillada, ni en Madrid ni en Sevilla tampoco. Sin presencia alguna, sin una mala mirada ni un mal gesto estaban para lo que estaban. Paquirri se despidió de la plaza como quería, con un bondadoso noble que le dejó hace aseada faena para cortar su oreja de despedida. Cayetano tuvo que pelearse con el 6º, también impresentable como cuatreño, porque estaba rajado y le echó coraje para hacer algo de emoción y cortarle una orejita que el “cardíaco” público quería que fueran dos. El Juli se fue de vacío con esta su ganadería preferida y bien que se lo merece por apostar por “esto” en plaza de primera. Lo de Daniel Ruiz no debe volver en un tiempo a la Maestranza. Pero volverá el año que viene, qué se apuestan.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Los hermanos Rivera le mojan la oreja a El Juli

Cuando Rivera Ordóñez emprendió su último paseíllo en el ruedo que le vio nacer como matador de toros hace 22 años, no imaginaba que Sevilla no le regalaría una ovación de despedida. Exactamente igual sucedió en su reaparición en 2015. La relación de cariño de los años iniciáticos se quedó por el camino. Como en aquellas temporadas de empuje, Rivera se fue a portagayola, libró la larga cambiada y lanceó sin los ecos de entonces. El toro de Daniel Ruiz andaba tan corto por dentro como por fuera. Su abierta cara no tapaba todo lo demás. La ramplona inocencia sin fuelle que atesoraba permitía estar y no molestar. RO banderilleó fácil -incluso en el par más expuesto por los adentros- y muleteó a la altura de la ramplonería existente. Como atacó con fe la estocada, lo sacaron al tercio unas cuantas almas caritativas.

El sentido de la caridad se extendió por la plaza a la muerte del hechurado y muy buen cuarto. Como si hubiera cambiado el viento. La efectividad de la estocada desprendida de notable ejecución contenía algún elixir lisérgico para que la Maestranza se entregara a la petición de la oreja. Que se concedió para premiar una faena correcta en la que Rivera corrió con largura la mano derecha como es y como sabe. El peso de la añoranza terminó por imponerse. O algo así. Un trofeo como recuerdo de despedida.

El Juli todo lo hizo a favor de un zancudo y estrecho toro de Daniel Ruiz. Lo mimó con el capote y apenas lo sangró en el caballo. La media verónica del quite por chicuelinas le echó un pulso en templanza a la del saludo. Todos los cuidos no evitaron que el daniel se rajase según concluía el tercio de banderillas. A los terrenos de chiqueros acudió Julián López para sacárselo a los medios y desaquerenciarlo. La tarea de que no se escapase de la muleta constituyó el objetivo prioritario de la faena. Sobre la mano derecha, y a base de dejársela en la cara y por abajo, Juli conseguía ligar la embestida. Las ganas de irse del daniel albaceteño incrementaron en la intentona al natural. La cosa del vente y quédate continuó hasta el pinchazo hondo que casi valió como media estocada.

La emoción para que un toro no se fuera derivó en la emotividad para que el lavado y anovillado tercero no se cayera. Cayetano, que se había ido a portagayola, elevó su mano al sector más protestón. No se sabe con qué mensaje. Pero el torillo siguió de caída en caída perdiendo las manos. Así que el gesto se quedó en destemplada mueca. Un bajonazo concluyó el paripé.

La corrida de Daniel Ruiz se había dignificado mínimamente con la presencia del cuarto. El quinto siguió esa tónica y también subía con su oronda bastedad montada. De la componenda de cada toro de su padre y de su madre para el supuesto acontecimiento de la despedida sevillana de Rivera Ordóñez no escapaba inmune El Juli. Que como figura máxima algo tendría que decir. Y penó finalmente por ello con la tosca embestida del ejemplar de la ganadería amiga, que ni descolgaba ni se entregaba. Aún menos a izquierdas, protestón y sin pasar. Juli no insistió mucho más.

Para colmo de Julián, Cayetano también le cortó una oreja al sexto. Con lo que se podría decir que los hermanos Rivera se la mojaron a El Juli. Cayetano se desató con el último de la escalera, que por longitud de pitón se camuflaba. Se descalzó y, como en aquella tarde lejana en Madrid, tiró la montera para provocar la embestida. La larga afarolada tan de don Antonio Ordóñez prologó el quite con el capote a la espalda. Ceñidas las gaoneras y fuertes los oles. El brindis a su hermano subió de decibelios la emotividad. Como el principio de faena con las dos rodillas por tierra. Valiente y descarado el arranque, que incluyó un cambio de mano que conectó con los tendidos como un calambre. Ya en los medios y con la embestida bondadosa y humillada, Cayetano Rivera se relajó en redondo. Como en los naturales que no duraron más porque el toro se rajó. El espadazo fue inapelable. En el mismo hoyo de las agujas se hundió el acero hasta los gavilanes. La Maestranza se desbocó con la pañolada. Nada que objetar al premio conquistado. Salvo que, probablemente, como todos los que se concedan desde la victorinada, haga más grande a Antonio Ferrera.

ABC

Por Andrés Amorós. Romance de adiós a Paquirri

¡Por fin ha salido el sol! ¡Cómo reluce la Plazal! Se han llenado los tendidos (este año, la Feria abarca el gran puente madrileño y dos fines de semana). De Sevilla se despide un muy popular espada, Rivera Ordóñez, Paquirri, de dinastía preclara, con su hermano Cayetano, de muy notoria elegancia, y Julián López, El Juli, cuya ambición no descansa. Los domecqs de Daniel Ruiz gozan merecida fama de nobleza y calidad: las figuras los reclaman.

Al comienzo, es el silencio que por Montoliu se guarda, a los veinticinco años de la trágica jornada. Ha comenzado Francisco con una larga cambiada pero el toro humilla mucho, da una vuelta de campana, por eso rueda en la arena tras de la primera vara. (Una vez más, esa suerte, tan bella, se queda en nada). Banderillea, muy fácil, y, así, la ovación se gana: sobre todo, el tercer par, por dentro, junto a las tablas. Demuestran su buen oficio los muletazos que traza y lo mejor es que logra una certera estocada.

El cuarto no es “Enemigo”, aunque ese nombre le hayan puesto desde que nació: tiene una embestida clara. A García Pelayo brinda porque es su amigo del alma. Manda bien con la derecha y templa con la zocata. Al matar con decisión, el cariño se desata y le conceden la oreja, en la última jornada en que pisa, dignamente, el ruedo de la Maestranza.

A chiqueros va el segundo pero El Juli allí lo engancha: con la muleta al hocico, no le deja que se vaya y manda mucho, aunque el toro sale con la cara alta pero no remata bien la faena con la espada. Mansea el quinto, se va y su mansedumbre canta como un “Lorito” que pesa más de media tonelada. El Juli, con sus doblones, al toro los humos baja pero embiste rebrincado, con poca clase y desgana. Y así, con no buen sabor, Julián de la Feria marcha.

Cayetano, en el tercero, por muy poquito se salva, al irse a portagayola, que es suerte bien arriesgada, pero el toro se derrumba y una gran protesta estalla. Le brinda a los que protestan, demuestra que tiene casta, mas, con un toro tan flojo, el gesto no arregla nada.

Cita al sexto desde lejos pero el toro se le para; le aplauden luego con fuerza gaoneras ajustadas y se escucha “¡Viva Ronda!”, el grito de un entusiasta. Saluda Iván García junto con Alnerto Zayas. Le brinda luego a su hermano que, cariñoso, le abraza. Hincándose de rodillas, la gran ovación se gana, con un gesto de valiente que es muy propio de su casa; luego, templa bien al toro, llevando la mano baja, hasta que la res se aflige y hacia las tablas se raja. Mata bien, corta un trofeo y, así, a su hermano se iguala.

Acabada la corrida, me asomo yo a la terraza: cae suavemente la tarde, se ha puesto color de plata; de aquel sol tan bravucón ya sólo quedan las brasas; los vencejos de Sevilla (los que Antonio Burgos canta) ya han bajado y el albero acarician con sus alas; suenan campanas, muy lejos; a la luz tornasolada, fluye mansamente el río; al fondo, asoma Triana; parece que va cantando una dulce copla el agua: “Adiós, Francisco Rivera, que tengas vida muy larga y feliz, te lo has ganado con tu valor, en la plaza”.

POSTDATA.- Salvo casos excepcionales (el de Victorino fue uno de ellos), una corrida de toros no debe durar mas de dos horas. En esta Feria – y en todas – lo habitual es que duren dos y media o más: un profundo error. Muchos diestros actuales son muy pesados, alargan las faenas cuando no logran conectar con el público (y, al hacerlo, conectan menos todavía). En Sevilla. además, el loable cuidado por el rito ha desembocado en una premiosidad aburrida: hasta los más nimios detalles se realizan con solemnidad exagerada. Deben ser lentos los muletazos, no todo el desarrollo del festejo. Cuando suena el clarín, los diestros han de estar preparados para el paseíllo, no atendiendo a periodistas o fotógrafos; cuando arrastran al toro y suenan aplausos, deben salir a saludar, no hacer entrevistas; el presidente ha de ser rápido en sus decisiones… El ritmo vivo es esencial para el éxito de un espectáculo en directo, igual en los toros que en el teatro o en un concierto. Los veteranos recuerdan el éxito de Curro Romero y de Gregorio Sánchez, cuando mataron seis toros en hora y media escasa; los toreros, por lo visto, no.

El País

Por Antonio Lorca. Arbitraria, honrosa y desigual despedida

Quede constancia de que la despedida de Rivera Ordóñez ha sido una decisión arbitraria del empresario, que no responde en modo alguno a los méritos contraídos por el torero en su vuelta a los ruedos. Estar incluido en un cartel de lujo en la Feria de Sevilla es una prebenda inmerecida que parece obedecer más a su popularidad como personaje público que a su trayectoria taurina. Se despidió, además, Rivera sin que nadie se lo hubiera pedido. Es más, si lo hace por Twitter nadie se hubiera extrañado.

Dicho lo cual, es justo reconocer que ha sido la suya una despedida honrosa, pues mantuvo toda la tarde una actitud de encomiable responsabilidad torera. Recibió a su primero de rodillas en la puerta de toriles, participó en quites en los dos de su lote, banderilleó al primero con facilidad, acierto y compostura, trató de capotear y muletear con seriedad y mató al segundo volcándose en el morrillo del animal. Como es hombre de suerte, aprovechó una tarde generosa del presidente y paseó una oreja inmerecida que puede enmarcar y lucir con orgullo en el salón de su casa.

Arbitraria inclusión en los carteles, honrosa actitud, y también muy desigual actuación de este Rivera Ordóñez que sorprendió al toreo el día de su alternativa, allá por la feria sevillana de 1995, triunfó en las plazas principales, pero prefirió pronto iluminar su facilona estrella como protagonista de la crónica social en detrimento de su aureola como torero.

Rivera Ordóñez ha dedicado mucho tiempo a destorear, a desaprender lo mamado y asimilado, y eso se nota en exceso. Ha perdido el misterio, y se le ha vaciado el alma torera que le infundieron sus genes; a todo su quehacer le faltó gracia, temple, reposo, hondura, torería… Quiso, pero no pudo. Luchó por ser una brillante realidad y solo pudo expresarse como una sombra de sí mismo.

Por esa razón tan simple como enjundiosa, sus capotazos surgieron acelerados y sin destellos, y su toreo de muleta careció de profundidad y hondura. No interesó ni a los suyos en su primero, porque se mostró como un torero vacío y amortizado ante un toro agotado. Y quedó en evidencia ante el cuarto, el de más movilidad de la tarde, un caramelo bombón para una retirada exitosa en la Maestranza. Se deshizo de la coleta antes del primer muletazo, toreó por ambas con encomiable voluntad de triunfo, pero todo surgió sin fundamento porque hace tiempo que él mismo no siente el toreo en lo más hondo. Y de tal modo, se puede uno despedir con un abrazo fraterno, pero como un ladrón de corazones enamorados. Adiós a Rivera Ordóñez, que se va con más regalos de los que se ganó en el ruedo y con una deuda eterna con la fiesta de los toros, porque no ha devuelto lo que de ella recibió.

Otro de actitud meritoria fue su hermano Cayetano, enrabietado ante el muy noble sexto, al que capoteó con genio por gaoneras, y consiguió conectar con los tendidos con un espectacular inicio de faena de rodillas. Había brindado a su hermano, y se lució con la mano derecha con serenidad, templanza y seguridad. Pronto se rajó el toro, a pesar de lo cual surgió algún natural estimable y tras una estocada de efectos rápidos, paseó una oreja, aunque parte del público pidió las dos. El tercero era un inválido mortecino ante el que se empeñó en dar pases insulsos entre las protestas del respetable.

Y El Juli estaría en su salsa entre sus toros preferidos de Daniel Ruiz; se le vio suelto, tranquilo, como en el patio de su casa, entre animales tan noblotes como tontunos. Lo intentó sin éxito ante el rajado segundo, y naufragó ante el complicado quinto. (El día que se enfrente a toros de verdad se le dedicará más espacio).

Por cierto, el público se torna más verbenero a medida que la manzanilla del ferial hace estragos. La petición de la segunda oreja para Cayetano solo puede ocurrir en plaza de tercera.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Los hermanos Rivera rompen el guion

En el guion preliminar de este Lunes de Farolillos figuraba el segundo asalto de El Juli que había transigido con un Rivera por delante y otro por detrás para escenificar su segundo pase en la Feria de Abril. Pero nada salió como se había preparado o presentido aunque Julián, que salió espoleado desde el primer lance, enseñó sus galones de primera figura con un segundo manso y cobardón al que supo sujetar en los embroques de los muletazos –cortándole la huida– para hilvanar una faena ligada y compacta, hilvanada por enormes pases de pecho. Al precoz maestro madrileño, eso sí, se le ven demasiado los alambres de su técnica, como esos segundos toques, muy bruscos, en los que baja la muleta y somete a sus enemigos. En cualquier caso, fue una faena de gran torero aunque la espada –lo cazó de media y descabello– no le permitió cortar la oreja que se había ganado. Con el quinto, seguramente el peor del desigual envío de Daniel Ruiz, su enfado era más que evidente. El animal tomaba la muleta con fea brusquedad y así era imposible.

Pero la corrida iba a dar mucho de sí. Francisco Rivera Ordóñez, el último Paquirri, se despedía de la plaza en la que tomó la alternativa hace 22 años. Y sorteó para ello el mejor lote que había llegado de los campos manchegos. Fue un primero noble y blandito al que recibió con una larga cambiada a portagayola y al que lanceó con solvencia antes de emplearse en una faena que, la verdad sea dicha, no terminó de coger forma. Pero el día estaba para él. El cuarto, al que zurraron fuerte en un puyazo al relance, llegó a la muleta embistiendo con ritmo, clase y humillación. Un largo clarinazo rubricó que se trataba del último toro que mataba en Sevilla. Paquirri se lo brindó a Paco Pablo Peralta, tan de su casa, y fue desgranando una larga faena que, por momentos fue templada y ligada. Era la mejor despedida que podía haber soñado el veterano torero que dirá adiós definitivo a la profesión en su querida Goyesca. Pero una cosa no quita la otra: el toro era de auténtica revolución. Una estocada trasera y caída no fue óbice para que el palco concediera la oreja. Se marchó con inmejorable sabor de boca.

Puestos a calibrar los trofeos hay que reconocer el peso del que obtuvo Cayetano del sexto de la tarde. El menor de los Rivera había concluido muy contrariado la lidia del tercero, un animal blandísimo que despertó las iras de ese siete en clave sevillana –los altos del ocho– que convirtieron la lidia en una riña de patio. Cayetano se había empleado desde el primer momento con el toro: recibiéndolo con templadas verónicas; galleando con vistosas chicuelinas de mano baja… pero las protestas no le dejaron ni a sol ni a sombra. Visiblemente enfadado espetó un irónico «¡va por ustedes!» a los disidentes después de tomar la espada y la muleta. Con el ambiente a la contra y después de algunas probaturas sin demasiada fe acabó despenándolo de un horrible espadazo trasero y horizontal.

Pero las cosas iban a dar la vuelta. La verdad es que Cayetano no había venido a pasearse a Sevilla después de algunas temporadas de ausencia. El segundo hijo del gran Paquirri también tuvo a favor una cuadrilla perfectamente sincronizada. Luciano Briceño colocó dos varas excelentes; Joselito Rus se empleó en la brega; Iván García colocó dos pares de premio y Alberto Zayas, el tercero, tampoco le fue a la zaga.

El animal, un punto anovillado, hizo concebir esperanzas a Cayetano que brindó su muerte a su hermano Francisco con un largo y sincero abrazo. Resuelto y convencido de triunfar, se tiró de rodillas sin importarle ni ocho ni ochenta. Aguantó el parón del toro, acortó las distancias y acabó toreándolo con limpio, templado y largo trazo abrochando los muletazos con un asombroso cambio de mano. Sonó la música y Cayetano enjaretó un puñado de muletazos aterciopelados, plenos de personalidad y cadencia, antes de que el bicho echara el freno. A partir de ahí, con toda la plaza en el bolsillo, se impuso la entrega, encerrado con el toro en las tablas en un sincero arrimón que culminó con un buen espadazo. La plaza, puesta en pie, pidió la oreja con fuerza. Le llegaron a pedir la segunda. Cayetano Rivera Ordóñez sale revalorizado de Sevilla. El guión de la tarde, definitivamente, se había roto.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Paquirri, en su despedida en Sevilla, y un Cayetano enrazado, sendos trofeos

Ambiente festivo, con muchos amigos y partidarios de Francisco Rivera Ordóñez 'Paquirri' que acudieron para acompañar y arropar al diestro en su despedida de la plaza de toros de Sevilla, resplandeciente, por fin, en una tarde soleada, sin lluvia ni viento. Paquirri, 43 años, dijo adiós a la Maestranza, donde tomó la alternativa en la Feria de Abril de 1995. Una efeméride en la que cortó una oreja a su segundo toro, de gran calidad en un festejo en el que se entregó un enrazado Cayetano, que también fue premiado con una oreja tras petición de la segunda. El Juli, con el peor lote, se marchó de vacío.

En el balance, con lleno, se lidiaron toros de Daniel Ruiz, de juego desigual, destacando el cuarto por su bravura, nobleza y gran calidad. Francisco Rivera Ordóñez 'Paquirri', saludos tras ovación y oreja; El Juli, saludos tras ovación y silencio; y Cayetano, silencio y oreja con petición de la segunda. Iván García y Alberto Zayas saludaron tras banderillear con brillantez al sexto toro. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Manolo Montoliu en el vigésimo quinto aniversario de su cornada mortal en esta plaza.

Paquirri, ante el que abrió plaza, noble, al que recibió con una larga cambiada de rodillas y prendió banderillas con facilidad, no llegó a acoplarse.

Con el cuarto, al que cuidó en varas, un ejemplar noble, con recorrido y calidad concretó una faena entonada, que cerró con una estocada entera desprendida para cobrar el último trofeo de su carrera en esta plaza.

Cayetano se las vio en primer lugar con un inválido, muy protestado, con el que concretó un trasteo sin emoción alguna.

Ante el sexto, Cayetano, muy en Paquirri padre, sacó raza ante un ejemplar manso, que se rajó pronto. Con un comienzo de rodillas explosivo junto a tablas, logró una serie diestra con muletazos largos. Cuando quiso torear al natural el astado se rajó y encerró en tablas, donde robó el diestro robó algunos muletazos. Mató de estocada y fue premiado con un trofeo.

El Juli, con el peor lote, no dejó buena imagen. Se lució en un quite a la verónica y una media ante el segundo, manso y noble por el pitón derecho. La quietud fue fundamental en el comienzo de un trasteo en el que bajó la mano en una serie diestra, pero el toro se rajó pronto. Con el brusco quinto se estrelló.

Hace medio siglo Paquirri comenzaba a arrasar en esta plaza. Ayer sus hijos, Francisco -que se anuncia con el mismo apodo- y Cayetano, conseguían sendos trofeos. La sangre y la raza del torero de Barbate, presente en la Maestranza.

La Razón

Por Patricia Navarro. Cayetano arrebata en la despedida de Rivera

Se despedía de Sevilla. Que no es cualquier cosa. Y se anunciaba con su hermano menor. Francisco Rivera y Cayetano, juntos en el día del adiós. Mucha historia torera en las venas. De azul y oro. Intenso el ambiente en Sevilla, de feria, con sol y radiante. Y El Juli para colmar un cartel que llenó la Maestranza. Francisco no se lo pensó mucho y justo antes de que saliera el primero cruzó el ruedo para esperar al de Daniel Ruiz en la boca de toriles. No sé si impresionaba más esa imagen o ver cómo Cayetano, su hermano, hacía el mismo recorrido, pero por dentro del callejón hasta llegar al burladero más cercano de toriles, y de Francisco. Se avecinaban los segundos del miedo y los solventó con aparente facilidad. Pareó y cumplió en el último tercio con oficio, pero sin ligar las manejables arrancadas del animal, por lo que la faena no llegó a conquistar. Perfecta la estocada. De corazón y técnica. Abajo se le fue la espada en el cuarto. Gran toro, bravo y repetidor en la muleta de Francisco, a la medida de una despedida. Ni soñarlo. Tiró el torero, 22 años después de convertirse en matador, de oficio y voluntad aunque la faena quedó liviana para la intensidad de las arrancadas del animal. Con un trofeo dijo adiós a más de dos décadas y se le vio emocionado. Cayetano arrebató. Méritos propios los suyos. El tercero se lo puso difícil, era el de Daniel Ruiz un super clase pero sin fuerza ninguna. El presidente decidió dejarle en el ruedo y lo pagó después con la cero transmisión del animal. Lejos se quedaba esa portagayola con la que le recibió y que fue su carta de presentación. Y el milagro de salir ileso mientras el toro le saltaba por encima. En el sexto se le notaba arrebatado e incluso enfurecido. Era su tarde y no la iba a pasar por alto. Lo demostró en el quite por gaoneras en el que tuvo que aguantar el frenazo del toro dos metros antes de entrar al engaño. Muy seguro, muy de verdad se vio a Cayetano. Bordaron Iván García y Alberto Zayas el tercio de banderillas. Palabras mayores. Y Cayetano brindó el toro al hermano. Para ellos quedó, pero la emoción trepaba. Se echó de rodillas el torero, aguantó los tiempos de espera del toro, que había que llegarle mucho, y se entregó de lleno. Al acabar la tanda. Era la primera. El público en pie. Ya en la vertical siguió por derechazos relajado, encajado, seguro de lo que hacía y por lo que había venido hasta aquí. Empaque y entrega que conectaron directamente con la nobleza del animal y con el público. Lástima que de pronto, cuando toreaba al natural, el de Daniel Ruiz se rajó. Se fue detrás de la espada y cortó una oreja de mucho peso (dos pidieron). Más allá de los trofeos hubo emoción.

De vacío se fue El Juli, a pesar de que anduvo perfecto con un segundo rajado. Ahí residió la magia de ser capaz de retenerlo en la muleta. El brusco y cambiante quinto no le puso tampoco el camino recto y El Juli anduvo mandón. Era la tarde de los Rivera y Cayetano arrebató en la despedida de Francisco. Se les notó que no era un día más.

1_mayo_17_sevilla.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:26 (editor externo)