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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Jueves 20 de abril de 2023

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de El Parralejo (justa de presentación, mansos e inválidos en general; excepto el 3º, con clase, y el 5º, que dio la vuelta lenta al ruedo).

Diestros:

Miguel Ángel Perera. Estocada baja, dos descabellos (silencio); media estocada (silencio).

Daniel Luque. Estocada tendida (saludos); estocada en su sitio (dos orejas).

Francisco de Manuel. Debuta en plaza. Pinchazo, estocada (saludos desde el tercio); estocada (silencio).

Banderillero que saludó: Curro Javier en el 1º de la tarde.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado, temperatura agradable.

Entrada: poco más de media plaza.

Imágenes

Video resumen AQUí

Crónicas de la prensa

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Un gran toro y un grande Luque

La de El Parralejo no iba nada bien en los cuatro primeros toros. Muy justa de presentación y cara, para qué nos vamos a engañar. Floja de fuerzas y para colmo dándose muchas costaladas, para después acabarse muy pronto en la muleta. A Perera le tocó el peor lote y no pudo dar un pase en toda la tarde. Luque logró arrancar dos tandas al segundo y el joven Francisco de Manuel -torero madrileño de origen venezolano- estuvo muy por encima del tercero, sacando más de lo que había. Y en estas salió el quinto, “Príncipe” de nombre al que hizo honor, todo un dechado de humillación, embestida continua y clase para un Daniel Luque que venía dispuesto a todo, hasta a un toro de bandera como ése. La faena ha marcado su cumbre en Sevilla, por encima de las triunfales de la temporada pasada. Temple, continuidad, verticalidad, limpieza (no ví que le rozara la muleta en ningún pase), inspiración…y la remató bien. Eso son dos orejas, presidente, no las de El Juli. En fin, que ahora sí tenemos un hito importante, toro y torero, en esta Feria. Pero me surge una duda: por qué con este cartel fueron los justitos, poco más de media plaza, tal como le pasó la Feria del 2022 tras su salida por la Puerta del Príncipe. Luque es hoy por hoy el valor más seguro de la tauromaquia, pero aún no arrastra a la afición. Misterios del toreo, yo seguiré yendo a verlo.

Por Vicente Zabala de la Serna. El Mundo. Daniel Luque firma con 'Príncipe' la faena de su vida en Sevilla

Transcurría la tarde por la ruta del despeñadero con una leve salvedad, cuando se presentaron en la arena Daniel Luque y Príncipe en un instante mecido, un hola qué tal en una verónica serena, en un lance dormido por el pitón derecho que fue un despertar de esperanzas. Aquel caro saludo acompasado, volado con son de pleamar, por ese lado, proyectó la ilusión. De líneas exquisitas, flexibles, hechuras terciadas, una complexión que sonrojaba la tablilla, el toro de El Parralejo escondía la bravura excelsa. La mostró en un puyazo medido, pero digo que la escondía, porque el poder parecía, sólo parecía, fallar como en el resto de la corrida, quebrarse en un volatín como denominador común. La diferencia abismal radicaba en su extraordinario fondo, en el pozo al que accedieron las artesanales manos de Luque, extrayéndolo con el bombeo de su muñecas. Y sobre ellas no paró de crecer y repetir Príncipe. Que volcaba toda su categoría con una humillación superlativa, planeando desde un prólogo de seda, una gavilla de trincheras y trincherillas. Sin restarle ni un ápice de virtud a la embestida -siempre más completa a derechas-, el tacto y el trato de DL extendían raíles para aquella máquina de rítmica repetición. Cuando planteó la izquierda -y también la belleza del pasoble Suspiros de España envolvía la Maestranza-, hubo de buscar una colocación más cruzada para que el toreo siguiera fluyendo del manantial.

Desembocaban las series aterciopeladas en inmensos pases de pecho que escanciaban por completo al Príncipe de El Parrelejo. La coda fue, como el principio, una gavilla sedosa que cayó desde unos hermosos ayudados; sin la ayuda en la derecha, estalló el delirio, la rúbrica a la faena de su vida, la soñada en Sevilla. La suelta travesía de la espada demoró la muerte con la colaboración del puntillero. Las dos orejas se intuían clamorosas. Como lo fueron y lo fue la vuelta al ruedo para el toro.

A mitad de camino de la hecatombe, por una rendija de luz, se había colado, como esa otra salvedad ya citada, un fino tercero con ciertas semejanzas a Príncipe -los dos toros más parejos de la escalera-, estrechito, bien dibujado, cogido con alfileres y, desde ellos, derramando clase. Se llamaba Tremendo, y en verdad, aun dentro de su fragilidad, en su interior habitaba una categoría cierta, un modo de darse que pedía vuelos y caricias, el toreo con las yemas. 25 muletazos exactos, delicados. Francisco de Manuel, que parece extraído del molde de José María Manzanares (hijo), por el cuerpo de centurión romano y también por la voz, interpretó con cabeza una oxigenante distancia y puede que el temple también. Pero no era un toro para ponerse tan rotundo, tan larguísimo el trazo hasta allí atrás. La mano derecha recorrió camino haciendo entrar a la gente en la faena. Sería la izquierda la que hallara la reunión mayor, el pulso. Ya casi al final una serie de naturales elevaría el diapasón de la obra. Que junto a un broche genuflexo pusieron la cosa en buena disposición. Hasta que un pinchazo previo a la estocada anuló cualquier otra recompensa más allá de la ovación, premio de consolación que no pudo reeditar ni con toda la firmeza del mundo ante el feo y geniudo sexto, guinda de la desigualdad de la corrida.

Un toro con los cinco años pasados, el único cinqueño, estrenó la tarde con su porte pamplonica, castaño, bastote, alto de cruz, un tío. Más fuenteymbro que jandilla el de El Parralejo, ese tren delantero. Venía vacía tanta falsa fachada. No descolgó ni en el capote de salida, recto como una flecha. Del caballo se soltó, sin apenas sangre, tras un lanzazo trasero. Miguel Ángel Perera sólo pudo brillar en un quite por chicuelinas abrochado con luminosa media. Cuando salió airoso volando una revolera, se sintió el toro afligirse. Como si de pronto bajara una cuarta, desinflado. Le costó volver al peto, no quería. Ni eso, ni nada. Le pesaron los adentros en banderillas, la llamada de la mansedumbre. Perera lo sacó de las rayas después de un prólogo en bandera. No hubo caso ni causa. Y menos todavía con un cuarto, estrecho de sienes, bien conformado, una escombrera derrumbada que el presidente debió devolver.

Otra horma traía el segundo, abierto de cara, más delineado el cuerpo, pueril la expresión, desacompasados los movimientos. Las manos por delante, el poder en mínimos y la bravura en huída. Un semivolatín anunció debacle. A Daniel Luque aquello no le valía ni para arrimarse. Ordenó a Juan Contreras echarle el capote abajo, buscando el pañuelo verde. Ni modo. No doblaba. Basta que lo persigas… Luque se inventó un juego de ilusionista. Interpretó perfecto los terrenos -entre las rayas, bajo el “7”-; la altura y el medio muletazo dejando retrasado el embroque. Tres series de algodón -no hubo más- cubrieron sobradamente el expediente. Agarró un espadazo de los suyos, que son como un puñetazo en la mesa, y saludó una ovación.Un aperitivo del éxtasis.

Por Antonio Lorca. El País. Daniel Luque, sublime

El 28 de abril del pasado año, Daniel Luque abrió la Puerta del Príncipe de La Maestranza tras una doble actuación desbordante de valor, entrega y dominio; hoy no ha podido paladear las mieles soñadas de ese arco sevillano a causa de la manifiesta invalidez de su primer toro, al que, no obstante, ha robado muletazos primorosos con la mano derecha y ha matado de una estocada de libro.

Pero la grandeza llegó en el quinto, Príncipe de nombre, número 56 y 566 kilos de peso, cómodo de pitones como toda la corrida, con las fuerzas muy justas, que empujó en el primer y corto puyazo, y se dejó, no sin cabecear en el segundo, momentos antes de darse una costalada de aúpa en el albero. Cumplió sin más en el tercio de banderillas y se descubrió en la muleta como un artista templado, con prontitud, movilidad, fijeza y alegría en su embestida. Solo le faltó algo más de fortaleza para que pudiera ser catalogado como un moderno toro de auténtica revolución en el tercio final.

Y a ese oponente supo torearlo a las mil maravillas el torero más en forma del escalafón actual, el que mejor ve a sus toros, y el que sabe aplicar la lidia más adecuada, en el terreno justo y la posición adecuada.

Tras unos enjundiosos capotazos de recibo a pies juntos, Luque brindó la faena a la concurrencia; comenzó por bajo con galanura y cerró esa primera fase con una trincherilla que sonó a chispazo deslumbrante.

A media altura, después, brotaron los derechazos templadísimos, desmayados, el toro metido en la franela, y cerró la segunda tanda con un pase de pecho circular, un auténtico monumento.

Con la muleta en la zurda, los naturales fueron pinceladas sublimes, preñadas de emoción. Aún hubo otra tanda con la mano derecha, y otra más tras dejar el estoque de verdad en el albero, con la que dibujó carteles de toros hasta la llegada de un cambio de manos perfecto que enardeció a los tendidos.

La espada cayó algo trasera, el toro tardó en morir, pero el tiempo en demasía no fue impedimento para que Luque, torero sublime, paseara las dos orejas de otro artista al que le dieron la vuelta al ruedo.

Eso sucedía en el quinto de la tarde. Hasta entonces, debacle total, ruina de principio a fin, protagonizada por toros mansos e inválidos que anunciaban desastre desde su aparición en el ruedo. Ninguno fue devuelto por un presidente errático que incluso se permitió cambiar el tercio de banderillas con solo dos pares en los toros primero y cuarto.

Ese fue el lote de Perera, desapercibido e intrascendente. Desapercibido, porque el suyo fue material de desecho (hasta dos veces hubo que tirar del rabo al quinto para levantarlo del suelo), e intrascendente porque hace tiempo que su toreo está amortizado. En su haber, solo un primoroso quite por ceñidas chicuelinas al que abrió plaza.

Y se presentó en Sevilla el madrileño Francisco de Manuel, que ha dejado un buen sabor de boca. Correcto con el complicado sexto, y elegante, fino y hondo con el tercero ante el que mostró un trasteo vistoso y trazó muletazos por ambas manos que evidenciaron que es torero de buen aroma. No hubo más, ni siquiera música, porque el toro era un proyecto de cadáver.

En el aire y en el recuerdo quedó para siempre la obra magistral de un torero en plenitud, como Daniel Luque, que deleitó con un toreo arrebatado y eterno a un toro de carril.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. El príncipe dio con su 'Príncipe'

Íbamos a ver la corrida del amigo que ya no está con el ánimo alto, la ilusión en buen estado y la esperanza de que los toros le dieran una buena tarde a él y a los suyos, Pero aquello iba de decepción en decepción y hasta nos llegamos a temer que los toros buenos se hubiesen quedado en el campo. La corrida, que estaba justa de presentación, iba saliendo impropia de ese hierro que con tanto mimo crió Pepe Moya. Toros que se derrumbaban o que se quedaban prácticamente inválidos a causa del gran número de volantines que se pegaron.

Estábamos poniéndonos en lo peor, pues ya habían ido cuatro al desolladero entre pitos en el arrastre. Pero donde hay solera ha de salir una buena bota y eso ocurrió con el quinto toro. Curiosamente, en las cuatro corridas que llevamos, el éxito en todas llegó en el quinto. El Juli el Domingo de Resurrección, Ruiz Muñoz con la de Bohórquez y Álvaro Lorenzo con la de Santiago Domecq.

Este toro quinto se llamaba Príncipe, negro como la noche y el de más peso de la corrida. Un príncipe lo esperaba con las del beri tras haber visto cómo su esfuerzo no había valido para nada en su primero. Y ese príncipe del toreo llamado Daniel Luque salió a comerse el mundo y como con toda la cuerda dada. Este torero ha cuajado en lo que se presentía cuando salió y aunque después se sumiría en una sima que parecía sin fondo, a base de redaños sacó a flote toda la torería que atesora para auparse a la cima del escalafón.

Y a lo que íbamos, que salió Daniel como un león con ese capote que tan bien maneja para un recital de lances que nos parecieron monumentales los del pitón derecho. Pero Príncipe nos hizo temer lo peor cuando imitó a sus hermanos dando un tremendo volantín. Pasó que en las manos del gerenense aquello no fue a más y el toro, tras brindarse su muerte a la plaza, derivó a convertirse en colaborador de una obra excelsa salida de las manos de un torero de una vez. Combinando el arrebato con el desmayo, el redondo con el natural para una sinfonía torera que se iba desarrollando bajo los sones de esa cumbre musical que es Suspiros de España.

La plaza estaba entregada, frenética ante el toreo que desarrollaba uno de los nuestros. Porque resulta que Daniel Luque, ese torero que tantas ilusiones despertó y tantas frustró, torea en la Maestranza como si estuviera en el patio de su casa. A la hora de matar se fue tras la espada, el toro cayó, pero el puntillero no tenía su tarde y prolongó la agonía de un toro que murió como muere un toro bravo. La vuelta al ruedo para Príncipe y las dos orejas para un príncipe del toreo llamado Daniel Luque.

Fue la cima de una tarde en la que se presentaba el madrileño Francisco de Manuel. Espléndidamente vestido para la ocasión ha dejado ganas de volver a verle. Nos pareció un torero con buen fondo y que sabe vender su obra. Tiene empaque, se le da bastante bien lo de llenar la escena y observa un concepto del toreo de esos que apetecen volver a ver. Hizo el paseo destocado en su debut sevillano y dejó una impronta de buen muletero en su primero con el mérito añadido de no haber encontrado un mínimo de colaboración en su lote. En su primero se mostró muy por encima del toro, mientras que en el otro sacó muletazos magníficos que parecían capítulos sueltos de una obra sin redondear. Mató con prontitud a ambos y fue aplaudido.

Tenía Miguel Ángel Perera un único cartucho en su canana y mejor que se hubiera quedado en casa, pues se estrelló en un lote imposible, pues si el primero apenas transmitía, el cuarto se derrumbó en las primeras tomas de contacto. Una pena que un torero tan poderoso como el extremeño se encuentre con una materia prima tan inservible. No se merece Perera salir de Sevilla con ese sabor de boca y esperemos que el tiempo le dé la oportunidad de poder reverdecer viejos logros. La tarde dio de sí lo que ofreció el quinto toro de la tarde, ese Príncipe que se puso a disposición de la granazón y la torería de un príncipe del toreo que pasó de verle las orejas al lobo a subirse encima del escalafón y que se llama Daniel Luque.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Luque y ‘Príncipe’, un binomio perfecto

En la hora del lubricán, con el vientecillo fresco de la marea, empezó a sonar la mejor banda sonora –la banda había atacado ‘Suspiros de España’- de ese momento mágico que sólo se vive de vez en vez en la plaza de la Maestranza. Diez minutos antes había saltado al ruedo de la Maestranza un quinto ejemplar que haciendo bueno el dicho había enseñado cositas más que interesantes desde que Daniel Luque le trazó tres o cuatro verónicas de altos vuelos por el pitón derecho. El animal fue alegre al caballo y el castigo fue dosificado con mimo antes que Iván García terminara de mostrar sus virtudes en una lidia tan didáctica como ejemplar.

Luque sabía que ése era el toro y no dudó en brindarlo antes de cuajar una ampulosa obertura de faena –planta erguida, temple líquido, hombros descolgados- que marcó el altísimo nivel de una faena –un faenón- que nunca bajó de ritmo, acompasado a las virtudes de un animal de altísima nota que iba a salvar, y de qué manera, el honor de un encierro que había despertado demasiadas contestaciones. El matador de Gerena se puso a torear a todo trapo sobre el lado derecho marcando las distancias, los toques, las alturas justas. Fue un tratado de técnica de torear envuelto en una elegante y natural puesta en escena que marcó muchas distancias.

El ritmo, la cadencia, la exacta colocación presidieron la armonía de esas primeras rondas diestras en las que Luque también tuvo capacidad de sorprender, como en un largo pase de pecho, completamente circular que convirtió en nexo de las dos partes de su trasteo. Por el lado izquierdo llegó la garra, la expresión… en el pase de pecho se marcó la épica. Pero es que hubo más, muchísimo más en esa labor maciza que supo aliviar al toro cuando tocaba, apretarle cuando era necesario…

No se puede estar mejor con una animal de tan excelente juego al que llegó a torear al ralentí –suelta la espada de ayuda- cuajando naturales con la mano derecha. El lío era gordo, de campeonato, de apoteosis rotunda. Se tiró a matar y agarró la estocada. El puntillero acabó levantando al animal pero el torero, dueño del cotarro, supo rentabilizar y escenificar esa lenta agonía de toro bravo arrancando una nueva ovación. Acabó cayendo sin puntilla mientras se pedían las dos orejas. A ‘Príncipe’, el excelente toro de El Parralejo le dieron la vuelta al ruedo.

Fue, con mucho, la guinda de un encierro demasiado desigual que empezaba a mosquear al respetable. El propio Luque, sobrado, había trazado una faena de primores al segundo que, como casi toda la corrida, acabó pegándose un tremendo volantín que acusaría en la lidia. Daniel resolvió la papeleta perfectamente colocado, toreando con limpieza cristalina, exquisito temple, tapando todos los defectos de un animal que acabó desfondado. El espadazo fue fulminante. Si en vez de segundo hubiera salido en quinto lugar estaríamos hablando de una nueva Puerta del Príncipe pero con o sin el mitificado paseo por el arco de piedra, el faenón de Luque traspasó otras fronteras que no había alcanzado aún en esta plaza.

El resto de la corrida estuvo lejos, lejísimos de las cotas alcanzadas por el matador de Gerena. Se presentaba en la Maestranza Francisco de Manuel que tuvo en sus manos el otro toro potable del encierro. Fue el tercero, un animal con medidas fuerzas pero fondo de clase al que toreó con algunas intermitencias. El bicho se vino de largo en el primer tramo de la faena pero de Manuel optó por las distancias cortas en una faena discontinua en la que alternó muletazos hondos y profundos con momentos algo más desacoplados. Se dobló por bajo para cerrar su labor y un feo metisaca preludió la estocada. Con el sexto, de embestida más espesa e incierta, hubo mejor inicio que final en una faena que nunca acabó de trascender.

Perera, que abría cartel, apenas tuvo opciones. El primero de la tarde engañó por su movilidad inicial pero acabó embistiendo a trompicones en la muleta del extremeño, tardeando, tomando el engaño de mero trámite. Sólo cabía abreviar. Mucho más crudo lo iba a tener con el cuarto, un animal absolutamente inválido que tampoco se libró del volantín de rigor. El caso es que se moría por las esquinas. Debió regresar a los corrales.

Por Jesús Bayort. ABC. Daniel Luque pone cara la Feria de Abril, incluso antes de su alumbrado

Había quien aún tenía sus dudas de que Daniel Luque apareciera por el patio de cuadrillas de la Maestranza, tras encadenar la pasada semana averías en el coche y porrazos en el campo que le impedían recoger sendos premios en la Caja Rural y en el Hotel Vincci. Pero afortunadamente esta vez sí que apareció. Y de qué manera: como nunca lo había hecho. Del modo más rotundo que se le recuerda en esta plaza, incluso por encima de su reciente Puerta del Príncipe. Porque Príncipe era esta vez el toro, un superlativo animal de El Parralejo que rayó la perfección gracias al acierto y la maestría de un inmenso Daniel Luque que salvó del descalabro a una familia Moya Yoldi que entre toros infumables y desaprovechados no estaban quedando a la altura que se esperaba de ellos.

Habían pasado Jurista, Barbacén, Tremendo —¡Ay, Tremendo!— y Brevito cuando saltó al ruedo ese primoroso Príncipe, que parecía empapado de la estirpe que anteriormente se había criado en esa icónica dehesa Monte San Miguel de Aracena. Tan Núñez en su tipo y en su estilo que parecía el mejor homenaje que esta familia le brindada a la histórica casa ganadera de Manolo González, otrora propietaria de la finca en la que hoy pastan los toros de El Parralejo. Y así era Príncipe, cuesta arriba, con sus pitones recortaditos y recogidos, con la finura por bandera. Que también parecía frío de salida, cuando Luque no le dejó ni orientarse del albero que estaba pisando para encadenar un ramillete de verónicas clavado en el mismo espacio, con toda la plaza empujando.

Podría haber dejado que Príncipe diera un par de vueltas al ruedo, haberlo pasado entre probaturas con el capote e incluso haber fingido un leve intento de lanceo —que es lo que en tantas ocasiones ocurre cuando creemos que el toro «no se ha dejado para el capote»—, pero Daniel Luque sigue empeñado en reclamar un sitio grande en el toreo, que se gana en el ruedo, aunque le siga fallando ese otro requisito que también va inherente a las figuras del toreo: la calle. Mientras unos llegan con media oreja cortada al patio de cuadrillas, él aparece en números negativos, que es lo que inicialmente le pasó cuando entendió al milímetro a Barbacén, un mansito afligido al que sólo con su estocada ya merecía una oreja. Pero nadie la pidió. Por eso tiene doble mérito lo de hoy. No ha cortado una oreja: ha cortado dos y media. Para que otra vez se preocupe de que no se le pare el coche o cambie el horario de ir a darse masajes al fisio…

Pero centrémonos en su labor a Príncipe, que ha sido de coronación total. Su faena más redonda, profunda, torera y vibrante en el coso del Baratillo, de principio a fin. Desde que lo sacó de las tablas al compás del melodioso eco de su bravura hasta que rubricó, reinventando las morisquetas de sus manidas 'Luquecinas', con tres naturales cimeros con la mano derecha metiéndose al toro en sus entrañas, sin apenas marcar el toque, sin la espada. Que terminó cayendo en toda la yema. Hasta eso lo tiene este Daniel Luque: no se le va vivo un toro al que le tenga las orejas cortadas. ¡Qué despacio toreó en todo momento! Al tercer pase de salida ya estaba girando, en una sucesión de derechazos que, pese a estar envueltos en la peligrosa ruleta que tanto se le achaca, tenían cadencia. Y qué rotunda fue la primera serie con la izquierda, mucho más en línea recta, pasándoselo por la faja, convirtiendo el grosella en un sangre de toro y oro. La trincherilla primera fue de escándalo. Una faena tan excelsa que incluso olvidamos citar a Príncipe, que traía una alegría única, una clase y un ritmo de bandera. La vuelta al ruedo era de justicia. ¡Los tanques… al ruedo!

Hasta que aquel espectáculo sublime ocurrió no logramos dejar atrás todo lo anterior, que fue controvertido. Aquello pareció la versión taurina de la marea popular que azota en estos días a Sevilla bajo el lema «Los tanques a la calle», que es una movilización ciudadana contra el acoso y derribo que protagoniza el Ayuntamiento hispalense frente a los bares más señeros de la capital, a los que le impide servir 'tanques' de cerveza para la calle. Y parecían sumarse al espectáculo los primeros toros de El Parralejo, de un modo metafórico y casi literal, bajo el lema «Los tanques… al ruedo». Como Jurista, el primero de la tarde, que tiempo había tenido de aprenderse el derecho romano en los casi seis años que pasó comiendo hierba en el campo. Los kilos y las primaveras pesaron, nunca mejor dicho, en el fondo de este primer 'tanque' de El Parralejo, tan lastrado de su cuerpo y de su alma que Miguel Ángel Perera no pasó de lo 'aseado' con él, como si el oponente le hubiese permitido otra cosa. Se le agradeció su brevedad, aunque le delató una falta de frescura que inevitablemente acarrean los años y que cada vez es más notoria en su estilo. Lo mejor fue el tercio de banderillas que protagonizaron Curro Javier con los palos y Javier Ambel en la brega.

También entraba en el homenaje el tercero, con el nombre de ese templo de la sevillanía —también acosado por la controvertida norma—, en el que el oro no se funde, se bebe. Tremendo era un primor de clase, que resucitó la tarde con un torrente de calidad inédito en lo que llevamos de temporada sevillana. Un animal mayúsculo en todo, en su fina hechura, en su expresión, en su talentosa embestida. Al que por buscarle un pequeño defecto sólo le faltó ese pelín más de raza que lo hubiese perpetuado como un toro de bandera. Era el acompañamiento ideal para un torero con clase, con dulzura, con naturalidad… Que es el palo opuesto a Francisco de Manuel, que estuvo tan eléctrico como forzado. Sin terminar de cogerle la velocidad, destacando únicamente en unos torerísimos doblones finales. Un primer pinchazo, sumado a la falta de acierto durante la faena, limitaron el resultado final a una simple ovación. Que más profunda fue para el superlativo animal cuando se arrastraba.

Toda la expresión de bravo que traía Barbacén se difuminó conforme se fue emplazando y huyendo de los cites. Al segundo de El Parralejo, primero de Daniel Luque, le brillaba el pelo, pechugón, largo, con cuello. Con mimbres para poder embestir. Arrancó bruto, topando demasiado un capote que el de Gerena le dejaba en la cara. Huyó cuando sintió el hierro por segunda vez y empezó a encogerse de los cuartos traseros, una reacción más achacable a problemas sanitarios que a la evidente mansedumbre o falta de fuerzas. Iván García se lució con los palos, con la misma facilidad de siempre pero incluso más torero en su andar. No le dio muchas ventajas Luque, qué rápidamente le buscó la corta distancia para enjaretarlo por el lado derecho, muy cosido a su muleta, a su altura. Tres tandas fueron en total, cada vez más cortas en su recorrido. Sólo uso la mano izquierda para entrar a matar, cuando verdaderamente brilló con una estocada de libro. Se pitó al animal y se ovacionó al torero.

Por Toromedia. Gran faena de Daniel Luque, que corta dos orejas en la cuarta de abono

Daniel Luque se ha convertido esta tarde en el primer gran triunfador de la Feria de Abril 2023. Ha cuajado una faena redonda y le ha cortado dos orejas a un gran ejemplar de El Parralejo premiado con la vuelta al ruedo. Luque protagonizó el acontecimiento de una tarde que en su mayoría estuvo marcada por la falta de pujanza del ganado. Perera no tuvo opciones y el debutante Francisco de Manuel causó buena impresión en su lote.

Miguel Ángel Perera brilló en un ceñido quite por chicuelinas al primero de la tarde. Estuvo bien en la brega Santiago Ambel y saludó en banderillas Curro Javier, pero el de El Parralejo se desfondó muy pronto en la muleta y no permitió a Perera construir faena.

En el cuarto, Perera ganó terreno toreando de capa. El toro dio dos vueltas de campana que limitaron su fuerza, de modo que llegó a la muleta pidiendo temple y suavidad. A pesar de que Perera se lo dio, el astado no aguantó de pie, claudicando al menor esfuerzo. El diestro extremeño tuvo que cortar y matar cuanto antes. Lo hizo de más de media y fue silenciado.

Daniel Luque no pudo lucirse de capa en el segundo, un animal muy justo de fuerza que después pareció afianzarse. Luque fue al grano y ligó dos series dejando la muleta en la cara, pero su oponente se desfondó por completo y tuvo que coger la espada después de la tercera serie. Mató de estocada y fue ovacionado.

Sería el torero de Gerena quien levantara el tono de la tarde con un buen recibo de capa al quinto en el que sobresalieron las verónicas por el pitón derecho. El toro fue medido en el caballo y hubo un quite por chicuelinas de Francisco de Manuel. Daniel Luque brindó al público y firmó un soberbio inicio de faena al que siguió una serie redonda. Sonó el pasodoble 'Suspiros de España' mientras Luque se fundía con el buen toro de El Parralejo en excelentes series diestras. También al natural alcanzó la cumbre, redondeando una faena de altos vuelos. El epílogo tirando el estoque fue sensacional, primero con la derecha y después al natural cambiando la muleta por la espalda. Esta magnífica serie terminó de crear ambiente de triunfo grande. Cayeron las dos orejas por su propio peso y el toro fue merecidamente premiado con la vuelta al ruedo.

Francisco de Manuel, que debitaba en Sevilla, estuvo variado en el recibo de capa. El toro fue medido en el caballo y De Manuel lo citó de largo en la primera serie, que ligó muy bien. Lo mismo sucedió en la segunda serie, pero en la tercera el toro se vino abajo. El torero acortó distancia y aprovechó las embestidas en una labor seria y de superioridad. Los últimos naturales y los doblones del final tuvieron calidad. Mató de metisaca y estocada.

Al sexto lo toreó con soltura de capa, pero a la muleta llegó el Parralejo muy mirón y complicado. Un toro para apostar ante el que el madrileño no dudó en ningún momento, firmando una faena solvente ante un animal nada fácil. Mató de estocada casi entera.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

20_abril_23_sevilla.txt · Última modificación: 2023/04/21 09:23 por Editor