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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Viernes 21 de abril de 2023

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo (de correcta presentación y diferente juego; pitado el primero).

Diestros:

Diego Urdiales. Estocada (silencio); pinchazo, estocada trasera y caída (saludos).

José María Manzanares. Dos pinchazos, estocada trasera y tendida, descabello (silencio); meteysaca y media estocada caída, dos descabellos, aviso, tres descabellos (silencio).

Andrés Roca Rey. Estocada (oreja); estocada (dos orejas). Sale por la Puerta del Príncipe.

Banderilleros que saludaron: Francisco M. Durán Viruta y Antonio Chacón, sonó la música para este último.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: sol y nubes, temperatura agradable.

Entrada: lleno de no hay billetes.

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Una Puerta del Príncipe que tenía que llegar

Vinieron los “cuvillos” con la misma justeza de presencia que en las anteriores corridas (alguno no debió pasar), y no dijeron mucho. Por ejemplo, a Urdiales no le sirvieron para nada, ni para justificarse. Manzanares podía haber cortado una orejita del quinto pero el torero anda como desmotivado, se le nota en su forma de plantear y acortar las faenas y en la suerte suprema cuyo sitio parece haber perdido. Pero a Roca Rey sí le sirvieron los dos para salir por esa, ansiada para él, primera Puerta del Príncipe. En el sexto, encastado pero sin humillar, lo puso todo hasta conseguir la faena que necesitaba para conseguir el máximo triunfo. Un pero: no dio un solo capotazo lo que normalmente impide el doble premio. Pero la Puerta soñada tal vez fuera justa por el global de la tarde. Y éste sí que no ha perdido el sitio de la espada.

Crónicas de la prensa

Por Antonio Lorca. El País. Una muy generosa Puerta del Príncipe para el influencer Roca Rey

Andrés Roca Rey es un influencer de libro; no tiene tiempo, claro está, de hacer uso de las redes sociales, pero su imagen y su toreo han calado muy hondo en el espectador que acude a las plazas a entretenerse, divertirse y emocionarse con las maneras de un toreo valiente, entregado y con un gran sentido del espectáculo.

La Maestranza ha vibrado hoy como en sus tardes más gloriosas. Cuando Roca Rey cobró una estocada hasta la bola en el sexto toro de la tarde, los tendidos, abarrotados de admiradores del torero, se poblaron de blanco y exigieron las dos orejas. El presidente Fernández-Figueroa, con fama de exigente, sacó los dos pañuelos para evitar el riesgo de ser linchado por una multitud enfervorecida.

Y así, en loor de asistentes apasionados y borrachos de triunfalismo, salió Roca a hombros por la Puerta del Príncipe, la primera de su carrera, a los gritos de ‘torero, torero’.

Este es el signo de los nuevos tiempos, la confirmación de un ídolo de masas, -como en sus tiempos lo fue El Cordobés-, que conmueve, arrebata y entusiasma a un público que acude a la plaza con el pañuelo en la mano. Qué más da la profundidad o no del toreo si el joven matador conecta con el tendido, lo divierte y le permita amortizar el alto precio de la entrada.

No se puede negar a Roca Rey que es un ser humano nacido para ser torero. Su planta erguida y su chulería en los andares durante el paseíllo lo delatan; con qué suficiencia sostiene el capote, con qué gallardía se enfrenta al toro… qué derroche de valor en cada esquina, cómo planta las zapatillas en la arena, cómo aguanta las miradas de sus oponentes, cómo obliga a embestir y de qué modo tan seguro se perfila para la suerte suprema… Roca Rey es un espectáculo en sí mismo.

Asunto distintos es el toreo que ha desgranado hoy en La Maestranza, pero ese es un tema menor en estos tiempos.

El torero se ha encontrado con dos toros sosones, muy nobles, bobalicones, sin apariencia alguna de fiereza, poderío o vibración. Y se ha movido en sus contornos como quien sale a dar un paseo. En su primero, ha conseguido trazar tres naturales largos y hondos en el conjunto de una larga labor intermitente y desigual. Aun así, ha cortado una oreja.

Y salió a darlo todo, todo, en el sexto. No hubo lucimiento alguno con el capote, brindó al tendido, la montera cayó boca arriba y Roca ni se inmutó. Y se hincó de rodillas -cómo conoce los resortes para enardecer al público- para muletear por alto y dar dos vibrante pases cambiados por la espalda.

Enhiesto ya fue otro cantar. Toreo acelerado, superficial, ligado, eso sí, con la mano derecha en dos tandas mediocres. El animal quiso tirar la toalla, desfondado, pero el peruano lo obligó a embestir metido entre los pitones, mientras los tendidos rugían de emoción.

El resto ya es historia. Se abrió la Puerta del Príncipe para el torero más moderno que arrastra multitudes por razones que van más allá del toreo. Y se acabó.

Con el peruano estuvieron Diego Urdiales, desanimado ante un lote deslucido y descastado, y Manzanares, al que se le vio desganado y muy ventajista en su zona de confort que es esta Sevilla que lo tiene acogido como hijo predilecto. Dio muchos pases anodinos y falló con estrépito con el estoque y descabello.

Fue una tarde de buenos picadores: Paco María, Oscar Bernal, Manuel Burgos y José M. Quinta se lucieron en la ejecución de la suerte, aunque no tuvieron ocasión para emplearse por la feble condición de los astados.

Y a un banderillero, Antonio Chacón, le tocaron la música por un excelente par al sexto toro de la tarde.

Hubo buen toreo -todo no consiste en dar pases- y un espectáculo divertido. Es la confirmación de una nueva tauromaquia.

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. El cóndor pudo con el 'Halcón'

A la quinta fue la vencida y la tan esperada realidad de ver a un torero a hombros por la Puerta del Príncipe fue un hecho. La obra de un torero que llevaba casi siete años persiguiéndolo y, lo que son las casualidades de la vida, le daría el salvoconducto para tal honor el mismo presidente que el año pasado se lo negó, don Fernando Fernández-Figueroa Guerrero. Curiosa circunstancia, aunque si la vez anterior pudo ponerse en duda la decisión, en éste era indudable que el usía no tendría otra salida que la de darle el visado para cruzar ese umbral de la gloria que da al Paseo de Colón.

Corrida de tremenda expectación por lo rematado del cartel y porque el tercer espada de la terna anda arrasando taquillas por donde quiera que va. Pero había algo que pintaba mal y era que Eolo estaba decidido a ser uno más en asentarse en el ladrillo maestrante. El viento como enemigo secundario pero muy molesto para el torero y lo de secundario viene porque el enemigo principal es el toro y tampoco los toros que abrieron plaza invitaban al optimismo. También el recuerdo del juego que dieron sus hermanos lidiados el Domingo de Resurrección invitaba a meterse en presagios nada agradables.

Al primero no pudo darle Diego Urdiales un solo lance en el recibo y sólo un quite por chicuelinas es lo que el riojano sacó en limpio. Lo cuidó en el caballo, pero todo quedó en un quiero y no puedo, pues el toro no iba y tocó tirar de macheteo como preparación para la muerte y aquí sí brilló Diego, pues lo despenó de una estocada sin puntilla. Al cuarto lo recibió con verónicas enrabietadas hasta la boca de riego, brindó a la plaza y unos ayudados entre las rayas dieron opción a ponerse en lo mejor. Vana ilusión, el toro echaba la cara arriba a la salida de cada muletazo, sonaron palmas a la voluntad y cobró una estocada tras pinchar arriba.

Josemari Manzanares no parece atravesar su mejor momento, pero el deseo de estar bien en su plaza favorita siempre estuvo presente. En su primero sufrió con el viento y con la condición de abanto de su enemigo. Tocándolo por abajo pareció acoplarse pronto con redondos de su sello, cambio de mano incluido, pero esos detalles los emborronó con el sainete que dio con los aceros. Y el hecho de que en las cuatro corridas anteriores, el brillo llegase con el quinto, al salir Rescoldito y ver cómo Josemari se mostraba tan decidido con el capote y cómo lo cuidó en el caballo invitó al optimismo. Efectivamente, el alicantino parecía reencontrarse cuando toreaba a los sones de Cielo andaluz, su pasodoble habitual en esta plaza. Otra vana ilusión, ya que el mal uso de los aceros se repitió, sonando un aviso en medio de un chaparrón de descabellos.

Ese éxito que presagiábamos se hizo esperar y en vez de en el quinto fue en el sexto. Ya tenía Roca Rey una oreja de Asustado, el primero de su lote, y cuando sale al ruedo Halcón, colorao, basto y con morrillo, la idea es que muy malo ha de salir para que Andrés no viese cumplido el sueño que venía persiguiendo desde que se afincó en Gerena. Y así fue, aunque en el capote dio pocas opciones, pero nos dimos de bruces con una lección magistral de cómo se lucen los dos primeros tercios. A caballo José Manuel Quinta y con los palos el hijo del Pela, magnífico Antonio Chacón, los brotes verdes brotaron y todo parecía a modo para la apoteosis del cóndor andino… según algunos. Y el cóndor se encontró con un Halcón que no tuvo más remedio que entregarse para que todo el repertorio made in Roca surgiese. Y la estocada de libro, el clamor y el usía que, aunque tardío, concedió los trofeos que permitieron que Andrés viese cómo su sueño de toda una vida se cumpliese saliendo por la puerta mayor del toreo.

Por Jesús Bayort. ABC. Roca Rey culmina su conquista ibérica por la Puerta del Príncipe

Se estrujaban en un abrazo en el centro del ruedo. En medio de un manicomio blanco. Viruta lloraba, Roca estaba ausente. Sevilla le acababa de entregar su principado, el último bastión de la resistencia ibérica que le quedaba por conquistar. Más de una década batallando junto a ese fiel escudero que hoy se emocionaba de ver al niño Andy convertirse en ídolo del gran templo del toreo. Y Sevilla se rendía ante él, capaz de imponerse al viento, a los toros, a los detractores, que en esta plaza son muchos y variados. También derrotaba a su espada, tantas veces en su contra cuando creía acariciar este mismo triunfo.

Sonaba la música y los tendidos ya estaban en pie cuando el peruano todavía no le había cogido la muleta a Halcón, al que Antonio Chacón asó en banderillas. Segundos antes se había hecho el silencio, con el niño de 'El Pela' sosteniendo los palos desde los medios. Se distraía el entrepelado de Cuvillo, aguantaba el de Camas, que cuando lo sintió en su jurisdicción se asomó por derecho al balcón, sin exageraciones, sin volapiés, para poner a toda la plaza en pie. Crujía la Maestranza por la torería del camero, que protagonizaba el primer runrún de la tarde. El segundo llegaría ocho minutos después, cuando el matador fue en busca de Larita a por la espada.

Nadie había tenido tiempo de tomar asiento cuando el peruano aprovechó el impacto de Chacón para clavarse de rodillas sobre la primera raya del tercio. Lo pasaba por delante, por detrás. Espeluznante fue el segundo cambiado. Halcón le bordaba el dorso de la chaquetilla al despacito ritmo que traía su querencia hacia tablas. Y se ponía en pie Roca, como seguían estando los tendidos, con una música que prácticamente no había dejado de sonar. La faena fue un compendio de aciertos, en los terrenos, en los tiempos, en el pulso a un animal que no terminaba de derrochar clase, embistiendo con sutiles saltitos. Hasta que en la segunda tanda trató de desmayarse y el gañafón le llegó a la hombrera. Y trataba de buscarle las vueltas con la izquierda, con la muleta a ras de suelo, hundido sobre el sanctasanctórum del toreo. Hasta que visualizó en su cabeza el momento de pasar de lo ortodoxo a lo heterodoxo, en una sucesión de pases por la diestra, muy cortos de trazo, muy intensos. La ruleta peruana entregaba a unos desinhibidos tendidos. A todos: a sus partidarios, que venían a gustito, y a los que no se declaran precisamente de él, que también claudicaron. Como claudicó Halcón cuando le enterró el gavilán detrás del morrillo.

Una hora antes de aquel delirio ya había mostrado sus credenciales, espoleando a los 'birlongos' Urdiales y Manzanares, que no habían pasado en sus primeros del gesto desasosegado y los lagañazos, respectivamente. A Roca Rey no parecía molestarle el viento, aunque le soplase igual que a los maestros que le precedían. En lugar de cambiar su semblante o mandar a por pipas al toro se fue a los medios, a quitar por chicuelinas a Dudosito, al que Manzanares nunca le tomó el pulso. Para después aplomarse con Asustado, el tercero de la tarde, el primero de su lote, que le pasó cuatro o cinco veces por las espinillas. ¿Fue provocado? Parecía que sí, con la franela retrasada, para que no le molestase la brisa, para que el público viera por dónde es capaz de pasárselos.

Le consentía Roca al simplón tercero, que parecía taparse por su largura (de caja y de pitón). Y el público empezaba a sugestionarse con su capacidad, después de que ninguno de los maestros se hubiera puesto una sola vez con sus toros. Y lo seguían midiendo, con hostilidad. Como cuando trató de meterse al toro en su terreno y le pitaron. Renunció y tomó la espada, con la misma verdad que había toreado. Oreja, la primera de las tres. ¿Fue una exageración la Puerta del Príncipe? Es posible, como también parecía imposible que nadie salvase esta tarde del desastre. Que se prepare nuestra querida Rosana González, directora del Hotel Colón, que se avecinan curvas nocturnas.

Apenas doce minutos estuvo sobre el ruedo Lanudo, un armónico jabonero sucio que abrió plaza. La cara batallera de Diego Urdiales lo decía todo, desconfiado por el viento, que ciertamente soplaba con fuerza en ese arranque. No expuso un sólo alamar, siempre tirando líneas, dejándole que ganara la ventaja. Como le ocurrió con Asturiano, el cuarto, con el que salió espoleado tras la oreja, y el repaso generalizado, del peruano. Trataba Urdiales de encadenar verónicas, que fueron graciosas, sin rotundidad. Demasiado tiempo estuvo para lo que logró con ese cuarto, al que nunca le terminó de coger la velocidad, casi siempre sorprendido. Siendo una tarde difícil, su actitud y desacierto no parecen muy halagüeñas.

Mayor dislate ocurrió en los turnos de José María Manzanares, tan lejano de aquel torero predilecto de Sevilla. Rubricaba con un mitin a espadas su labor a Rescoldito, el quinto de la tarde, como reflejo del angustiante momento artístico que atraviesa. Ni la espada, su sempiterno bastión, es la que fue. La muleta, que parece la colgadura del balcón consistorial, volaba más que las banderas que ondean sobre el Palco Real de la Maestranza, sin ningún cuerpo pesado que la sujete. Sin color de muleta. Hubo, eso sí, un par de naturales con la cadencia del padre a ese quinto, al que no le llegó a tomar la temperatura, entre abreviaturas por la derecha y trallazos por la izquierda. ¿Cómo fue Dudosito, el segundo de la tarde? Siempre será una incógnita, una lidia que estuvo marcada por las rachas de viento, y por el desatino del alicantino. Pareció tomar los engaños con clase, al menos por el pitón derecho, por donde se ralentizaba al tercer pase de cada serie, cuando el torero tiraba a rematar… En resumidas cuentas, que tanto Urdiales como Manzanares están como para pensárselo.

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El Correo de Andalucía. Roca Rey logra su meta: abrió la Puerta del Príncipe

Roca había convertido la Puerta del Príncipe en un fin en sí mismo. Nunca había ocultado que le obsesionaba esa meta, asumida como un alto trofeo, un inalcanzable grial que se resistía a ser tomado. El paladín peruano ya había sumado méritos de sobra para traspasar el mítico arco de piedra en otras ocasiones pero la dictadura numérica –el dos más uno que devalúa el privilegio- y algunos vaivenes del palco mutante de la plaza de la Maestranza habían retrasado esa foto que sólo puede tomarse al anochecer, con el torero triunfante mirando a Triana más allá del Guadalquivir.

Algo decía de ayer podía ser el día. El torero, que no había tenido las mismas opciones con los declinantes ‘cuvillos’ del Domingo de Resurrección no había dudado en doblar la apuesta, jugando la casilla del mismo hierro, para esta segunda cita. Era la primera de verdadero tronío en el ciclo continuado, con una expectación desbordada que se tradujo en la colocación del ansiado cartel de “no hay billetes” al calor exclusivo del aura de este torero de Perú que ya venía ungido con vitola de primerísima figura del toreo desde su épica actuación con los ‘victorianos’ en la Aste Nagusia de Bilbao.

A partir de ahí, y perdonen el largo introito, hay que recordar que Andrés Roca Rey ya había logrado meter en el esportón la primera oreja de la tarde gracias a una faena de enorme seriedad ante un toro, el tercero, que nunca regaló nada. La firmeza sincera del torero se impuso a los defectos de un animal que casi nunca quiso nada por el lado derecho. La batalla era por el otro pitón aunque a la embestida, falta de entrega, había que sumarle el aguante del matador en una labor irreprochable que culminó con un sincero y apretado arrimón que certificó quién mandaba allí. El estoconazo validó el trofeo. Aún había que cortar dos más…

Lo dicho: mucho tenía que torcerse la cosa para que Roca no lograra alcanzar la marca. Decidido a descorrer ese pesado cerrojo, iba a poner toda la carne en el asador con el chorreado que hizo sexto, un toro que tardó en definirse –dio trabajo en la brega- y que no dudó en brindar a la plaza abarrotada después del grandioso par de Antonio Chacón, que escuchó la música de Tejera. Fue una faena de diapasón alto y fuerte apuesta en la que no cupieron dudas. La cosa se lanzó desde el segundo uno, pasando al toro de rodillas, cambiándolo por detrás, reuniéndose con él en una intensa serie diestra y arrancando la música –empezó a sonar Churumbelerías- mientras aquello empezaba a brotar en los medios.

No le importaron los derrotes, las teclitas del animal que le acabó sirviendo por su plena entrega. También lo pasó por el izquierdo por más que le faltara un tranquito pero la faena acabó de subir de decibelios –con la muleta en la mano diestra- en dos rotundas series muy en redondo, cada vez más trepidantes a un lado y otro de una inmensa trinchera que sirvió de ribera. Las dos orejas ya se cantaban y la espada entró a la primera. El toro se fue a morir a las tablas. Se había desatado la apoteosis definitiva. Roca Rey, primera figura del toreo, había abierto la puerta.

Fue el argumento único de una tarde en la que saltó un lote de excelencias que, una vez más, iba a caer en manos de José María Manzanares, lejano ya de sus años de vino y rosas en esta misma plaza en la que ha firmado sus más hermosas obras. No merece la pena entrar demasiado en los resortes técnicos de dos faenas discontinuas, de series cortas y escaso pulso que quedaron lejos, lejísimos de las grandes posibilidades que ofrecía el excelente tranco de un segundo con un toquecito de manso y el boyante pitón izquierdo del quinto, al que dibujó algunos naturales excelentes que recordaron lo lejos que navega de sí mismo. Cuando no hay hilo, ni planteamiento, ni nudo tampoco puede haber desenlace por más que rozara una ramplona oreja de ese quinto al que mató fatal. Su rol de as de espadas también queda lejos. Dicho queda.

Urdiales, por su parte, barajó pocas opciones. El toro que rompió plaza –un bonito jabonero- fue con mucho el garbanzo negro del desigual encierro de Cuvillo. Con genio y carbón, sólo cabía pararle los pies y marcharse a por la espada. La estocada fue habilidosa, también fulminante. El cuarto hizo albergar otras esperanzas y el riojano, que se había estirado en dos o tres lances en el recibo de capote, no dudó en brindarlo al personal. En un par de muletazos jugando la cintura pareció que el bicho iba a servir pero se puso a la defensiva demasiado pronto, sacando genio por ambos pitones. Urdiales le plantó batalla muy metido en la cuna hasta que le plantó los pitones en la cara. Pinchó a la primera y dejó una estocada de perfecta colocación que provocó derrame. Aún le queda otra en la Feria.

Por Toromedia. Roca Rey consigue su sueño de abrir la Puerta del Príncipe

Diego Urdiales dio lances estimables en el primero de la tarde, un toro que a pesar de ser cuidado en el caballo llegó sin fuerza y defendiéndose a la muleta. Quedó claro pronto que no era apto para Urdiales, que tras probarlo y comprobar que se quedaba debajo, abrevió y mató de estocada efectiva. Silencio.

Urdiales salió decidido con el capote en el cuarto. Brindó al público y comenzó la faena entre las rayas, aprovechando las primeras embestidas del toro para dejar un derechazo excelente. Cambió a la zurda y el toro mostró por ahí su aspereza y agotó su acometividad. Intentó de nuevo por el lado derecho sin obtener resultado. Mató de estocada al segundo intento.

Molestado por el viento, Manzanares no pudo torear con el capote al segundo de la tarde. Picó bien Paco María y salió al quite Roca Rey, que dio chicuelinas apretadisimas. Manzanares luchó contra las rachas de viento y ligó tres series diestras que fueron creando ambiente. Probó al natural pero era imposible por el viento. Volvió a la derecha y logró ligar una última serie de mérito. Falló con la espada.

Manzanares planteó la faena al quinto por el lado izquierdo y consiguió hilvanar muletazos excelentes al natural. Con la derecha ligó una serie e hizo sonar la música. Cuando volvió a torear al natural el toro no se lo puso fácil e incluso le sorprendió con un tremendo arreón. Tuvo complicación este Cuvillo al que Manzanares supo aprovechar, perdiendo un posible triunfo con la espada y el descabello.

Tampoco pudo lucir Roca Rey con el capote en el tercero de la tarde por la molestia del viento. Se jugó el tipo Viruta y saludó en banderillas. Roca Rey brindó a Dª Carmen Canorea y planteó una faena de superioridad absoluta desde el primer momento, sobresaliendo en el toreo al natural. Tragó mucho con un toro que no venía metido al que consintió hasta dominarlo. Acortó distancia en el tramo final de la faena y mató de gran estocada. Le fue concedida la primera oreja de la tarde.

El sexto se volvió al revés y no se empleó en el capote, de modo que Roca Rey no pudo lucirse. Picó bien José Manuel Quinta y Antonio Chacón clavó dos soberbios pares, levantando al público en sus asientos y haciendo sonar la música. Roca Rey comenzó la faena de muleta de rodillas y cambiando al toro por la espalda en dos ocasiones. La plaza reaccionó: podía pasar algo grande. Roca Rey se encargó de que así fuera en una faena muy bien estructurada que fue a más, terminando con dos soberbias series diestras de mano baja, gran profundidad y limpio trazo. Roca fue siempre superior a un toro importante, pero que no perdonaba errores. Supo buscarle el fondo y lo encontró. Fue un triunfo a golpe cantado que amarró yéndose a morir detrás de la espada. Cortó las dos orejas que necesitaba para saborear la máxima gloria de Sevilla.

Fotografías: Arjona/Toromedia.

21_abril_23_sevilla.txt · Última modificación: 2023/04/30 23:07 por paco