Ganadería: toros de Garcigrande (correctamente presentados con diferente juego: pitados 2º y 4º, aplaudido en el arrastre el 5º).
Diestros:
José María Manzanares. Tres pinchazos, estocada (silencio; pinchazo, estocada tendida (silencio).
Borja Jiménez. Pinchazo, pinchazo hondo (silencio); tres pinchazos, estocada (vuelta al ruedo).
Andrés Roca Rey. Media estocada caída (ovación); estocada (silencio).
Banderilleros que saludaron: Diego Vicente y Juan José Trujillo, en el 1º.
Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.
Tiempo: soleado, caluroso al principio.
Entrada: lleno de no hay billetes.
Video resumen AQUí
Un mal encierro y la espada que quitó el triunfo a Borja
Lleno de no hay billetes en la Maestranza, lo que se esperaba, y un encierro decepcionante de Garcigrande de los que se salvó sólo el 5º, que embistió con nobleza en la muleta de Borja Jiménez. Perdió con la espada, el trofeo, o los trofeos (quién sabe, con lo que facilona que está la plaza sevillana y el que es ahora público maestrante) pero dejó una muy notable faena. Es verdad que el de Espartinas ha perdido algunos triunfos con la espada, pero tiene crédito suficiente en las plazas mayores, Madrid, Sevilla, Bilbao, Pamplona…ganado a pulso en el final de la temporada pasada y en ésta. Manzanares estuvo, en esta Sevilla que le tuvo como consentido muchos años, como últimamente, desdibujado, queriendo a medias, matando mal…en fin, algo tendrá que hacer o decidir. Y Roca Rey hizo un esfuerzo enorme y con mucha verdad con el tercero, y le sacó una faena que no tenía, ganándose a la grada que supo valorarlo, en la tarde en que el documental sobre su diario taurino ganaba el Festival de San Sebastián. Mañana apetecible final, no tanto por la despedida de Hermoso de Mendoza (que ha tenido vetado en el norte casi veinte años a Ventura) sino por los dos artistas sevillanos, Ortega y Aguado, Aguado y Ortega, que llegan en un gran momento en este cierre de temporada.
Por Jesús Bayort. ABC. Borja quiere, pero no puede, en el gran derrape de Garcigrande
Tuvo que morir Jaime de Armiñán para que en la Maestranza volviese a sonar Juncal. Sintonía de una época, serie de una generación. Se arrancaba la Banda Tejera con los sones de Vainica Doble como estímulo contra el hastío de una insufrible corrida de toros, con una ganadería rotundamente desdibujada. Cuánto daño le hizo, o nos hizo, el recuerdo previo de Victoriano del Río, tan diferente en láminas, estilos y fondo. Tuvo al menos este Diablillo, quinto de la tarde, el ímpetu que no tuvieron sus hermanos. Proporcional a la disposición de un Borja Jiménez que venía a comerse el mundo, aunque de tanto nadar no llegó a la otra orilla. Preso de una mala corrida, condenado por una preocupante espada y señalado por una ambición descontrolada. De su propiedad hubiera sido la única oreja de la tarde, la que debió pasear si se hubiera acordado de aquella suerte suprema que tan bien interpretaba antes de esta transmutación salmantina. Las raíces jamás se deben olvidar.
Trajo Justo Hernández un Ligerito, que sólo por su nombre llevó al delirio a más de un entusiasta morantista. Poco o nada tenía que ver con aquel: más descarado y absolutamente desfondado. Sólo rompió el quinto, que al menos tuvo empuje. Justo lo que pedía un Borja Jiménez que por dos veces se postró ante la oscuridad de la puerta de chiqueros, sin rehusar ninguna entrada en quites y apostando en cada inicio de faena. Mucho más entonado en distancias ante el quinto, aunque igualmente sobrado de resortes. Siempre inaugurando las series por un pitón para después aprovechar la flexibilidad de estos animales para cambiar el curso de su muleta hacia el lado opuesto. Demasiado previsible, como demasiado le exigía a sus toros hasta el final de la cadera. Eso sí, suya fue la faena de más enjundia de la tarde. Bellos fueron un par de lances a este quinto Diablillo –con el compás demasiado abierto– que brindó a su hermano Javier y que recibió nuevamente de rodillas con la muleta.
Sonaba Juncal y el de Espartinas, vestido de champán y oro, sintió, como José Álvarez, a una plaza entregada. Una entrega proporcional a la suya, siempre dispuesto en su bélica causa. Se había desmayado con la diestra cuando, bendita sorpresa, sacó su muleta por detrás para cuajar un eterno natural. Y así fue toda su faena, de idas y venidas, de un pitón al otro. Insistente, arrebatado y muy encima del astado. Tanta ambición le impidió cuajar al toro como se merecía, pero convenció a una plaza que no dejó de bullir durante toda su faena. No le dio respiro al toro. Como en sus naturales, siempre iniciados entre trincherazos o pases de pecho por la diestra. Lo dicho, todo muy previsible. Como previsible era el fallo con su espada, el lunar de su mayúscula temporada. Que vuelva a llamar al maestro Antonio Ruiz 'Espartaco' (padre) que tanto bueno le enseñó.
Fue ésta la gran oportunidad de apuntalarse en una cima que, pese al montante de su campaña, sigue quedando lejos. Era el día para mojarle la oreja a Roca, ese que algunos dicen que lo tiene vetado como para tratar de subirse al carro de otros. De la pena no se puede vivir. Y para reivindicar un sitio lo primero que debe hacer es reivindicarse en estos sitios. Que no todo son las orejas, como no todo es torear en cualquier sitio. Porque convendrá el bueno de su apoderado que no es lo mismo venir en este cartel a San Miguel que a un mano a mano en Cabra con un rejoneador o a Bilbao un 13 de octubre con seis novillos. La categoría, que lo engloba todo.
Fue una tarde como para darle un baño al del Perú, que estuvo extraordinario con el tercero y desganado con el sexto. Que a medio gas le mostró las costuras al 'vetado'. Se había llevado el ídolo de las masas el más bonito, armónico y expresivo del irregular conjunto de Justo Hernández. Si no embistió aquel Bandolero –tercero– fue por un calambre en los cuartos traseros, o porque no estaba de Dios que hoy embistiera alguno. Tuvo calidad, pero siempre muy limitado. Sus formas, las de Roca, ya los distanciaban de sus alternantes: largos, ceñidos y pulcros sus muletazos ante este Bandolero. Que de tanto aguantar, a la par que insistir, le robó una serie con la que amagó Tejera a tocar. Y Roca lo mandó a callar. Con el sexto, sin opciones y con el fin de su temporada a las puertas, no se dio coba. Tanto como para tirarse a los blandos con la espada.
Manzanares, en su línea. Suficiente con una línea.
Por Álvaro Rodríguez del Moral. EFE. Borja Jiménez se queda a las puertas de un gran triunfo en la Maestranza
El diestro sevillano Borja Jiménez ha firmado la actuación más sobresaliente de la segunda corrida de la Feria de San Miguel de Sevilla. Jiménez cuajó de cabo a rabo al buen quinto con capote y muleta pero no pudo pasear las orejas que se había ganado por el mal manejo de la espada que dejó todo en una aclamada vuelta al ruedo.
Fue, a la postre, el argumento más definido de una tarde declinante en la que José María Manzanares y Roca Rey se marcharon de vacío con una corrida de Garcigrande -era la segunda que lidiaba la divisa charra en el abono de 2024- en la que sólo hubo dos ejemplares con verdaderas posibilidades para triunfar.
Uno de ellos fue el quinto, una bola premiada que iba a caer en manos del torero que más la necesitaba y que, posiblemente, también podía aprovecharla mejor. Fue Borja Jiménez que puso la entrega, la disposición, el desparpajo, las ganas de ser y una creciente calidad para cuajar una completa, trepidante e inspirada actuación en la que sólo falló el acero.
Jiménez, que no había barajado opción alguna con el deslucido segundo, se volvería a marchar a porta gayola para recibir este quinto al que acabaría lanceando con sorprendente cadencia y personalidad. Ya había mostrado esa calidad capotera quitando por chicuelinas en el primer toro de Manzanares pero estos capotazos, citando enfrontilado y durmiendo el lance en el embroque, revelaron nuevos registros.
Tito Sandoval se iba a unir a ese buen hacer picando en maestro al animal en dos puyazos soberbios y medidos que lo dejaron a punto. Borja brindó a su hermano Javier, se hincó de rodillas y se puso a torear en la extensión más completa de la palabra. Los primeros muletazos, ligados en un palmo de terreno, los dictó de rodillas sin perder la compostura.
Con el toro en los medios se iba a lanzar la faena cosiendo una primera tanda en redondo mientras la banda de Tejera interpretaba 'Juncal'. Más espatarrado, hundido con el toro, el matador de Espartinas dibujó un larguísimo cambio de mano que cosió a un monumental pase de pecho con la plaza entera metida en la faena.
Los naturales surgieron reunidos, dichos para dentro, trazados en un palmo de terreno. Pero Borja tuvo criterio y capacidad para cortar a tiempo y con la plaza hirviendo, marcharse a por la espada y cuajar un sabroso puñado de muletazos por bajo que pusieron la firma a su faena. Las dos orejas estaban cantadas pero los pinchazos, hasta tres, habían enfriado el entusiasmo cuando cayó la estocada definitiva.
Poco más hay que contar de una tarde en la que el propio Borja, ya se ha dicho, estrelló sus esfuerzos con un segundo soso y guasón con el que sólo cabía abreviar. Tampoco rompería para ningún lado la faena de Manzanares, que sí se lució de capote con un primero al que toreó muy apoyado en la voz sin decidirse a tirar la moneda. El cuarto, un simple marmolillo, sólo pedía la espada.
Roca llenó la plaza y tuvo la parroquia a favor pero no terminó de encontrar el camino con el tercero, un toro protestado de salida pero que acabó enseñando más virtudes que defectos en la muleta del peruano, que se empleó en un largo sobo en el que hubo más esfuerzo que expresión antes de que encontrara el definitivo acople, muy al final, en una postrera serie diestra. El sexto, deslucido y con demasiadas taras, no le dio más opción que coger el estoque después de comprobar que cualquier esfuerzo era estéril.
Por Toromedia. Borja Jiménez da una vuelta al ruedo tras una gran faena en la segunda de San Miguel
Manzanares se lució a la verónica en el recibo al primero de la tarde, rematando con bonita media. Borja Jiménez hizo un buen quite por chicuelinas rematado con buena media. Manzanares comenzó la faena con muletazos suaves y un precioso cambio de mano. Siguieron dos series diestras y una zurda en la que el toro se le coló en dos ocasiones. Volvió a la derecha y obligó más al de Garcigrande, parándose por completo. Pinchó en dos ocasiones antes de dejar una estocada.
El cuarto no permitió a Manzanares el lucimiento con el capote. También quedó sin entrega para la muleta, sin fondo y sin emplearse en ningún momento. Insistió en su intento de sacar partido pero el público le pidió que acabara ante un animal parado y soso. Fue silenciado.
Borja Jiménez se fue a portagayola en el primero de su lote, protagonizando a continuación un buen recibo con delantales, verónicas y buena media. El toro se empleó en el primer puyazo y fue medido en el caballo. Hizo un quite Roca Rey. Borja brindó al público y comenzó la faena con buenos muletazos y el toro echó el freno muy pronto, por lo que el torero de Espartinas se tuvo que emplear para sacarle muletazos. Lo intentó todo, incluido un arrimón, pero no tuvo la necesaria colaboración del toro.
Borja Jiménez se fue de nuevo a la puerta de chiqueros en el quinto, al que toreó despacio a la verónica, destacando dos lances de cartel. El toro fue cuidado en el caballo, picando bien Tito Sandoval. Brindó a su hermano, Javier Jiménez, y comenzó de rodillas ligando con temple como prólogo a una faena de altura de principio a fin en la que toreó con verdad y pureza por ambos pitones a un gran toro de Garcigrande, humillado y con clase. Lo cuajó Borja, a gusto y sintiéndose en todo momento, cincelando la que hasta el momento es su mejor faena en Sevilla. La pena es que lo pinchó hasta en tres ocasiones, perdiendo un triunfo seguro.
Roca Rey estuvo entonado con el capote en el primero de su lote, un toro que fue protestado por falta de fuerza. Comenzó la faena en los medios dándole todas las ventajas al toro y así consiguió ligar dos series templadas con la derecha que calentaron. Por el lado izquierdo el toro se le coló pero acabó metiéndolo en la muleta. Faena de mérito muy por encima de su oponente en la que sobresalió una serie con la derecha muy lenta. Sacó todo el partido del toro y mató de más de media que fue suficiente. Ovación.
Al sexto lo llevó a los medios pero no encontró la necesaria colaboración del de Garcigrande, que no llegó a emplearse de verdad. Lo intentó todo el peruano pero no tuvo enemigo. Mató de estocada algo desprendida y fue silenciado.
Fotografías: Arjona/Toromedia.