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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Sábado 30 de abril de 2022

Corrida de toros

Ficha técnica del festejo

Ganadería: Toros de Victorino Martín (extraordinariamente presentados, de diferente juego; mansos y descastados en general, mejores los lidiados en 5º y 6º lugar).

Diestros:

Antonio Ferrera: Dos pinchazos, estocada caída, 4 descabello, aviso (silencio); estocada (vuelta al ruedo); pinchazo, aviso, estocada (oreja y fuerte petición).

Miguel Ángel Perera: Tres pinchazos, media estocada (silencio); estocada (silencio); estocada (vuelta al ruedo).

Banderilleros que saludaron: Chacón, Fernando Sánchez y Curro Javier.

Presidente: José Luque Teruel.

Tiempo: soleado, temperatura agradable.

Entrada: lleno, con huecos.

Imágenes

Video resumen AQUí

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Sopor, tedio y emoción en la misma tarde

Los toros son así, y benditos que sean así, si no no tendrían el menor interés. Los cuatro primeros victorinos - incluido el 1º, de padre “Cobradiezmos”- fueron cuatro marmolillos: remisos a entrar al caballo hasta un estremo exasperante, parados, dejando medios pases que no sirven para lucilos. Y en estas salió el quinto, un toro bravo en el caballo y que después desplegó una embestida templada y noble para que Ferrera hiciera con él lo que quisiera. Y lo hizo, una faena en los medios, llevándolo embebido en la muleta, . No nos gusta la forma de matar desde el córner de la plaza, juega con mucha ventaja, las cosas son al volapié o recibiendo…pero él insite en lo suyo. Tampoco nos gustó lo de sacar a Joaquín al ruedo -hay tres expedientes para los dos en marcha- pero en fín cortó la oreja tras pinchar, la otra no tenía sentido ni justificación. Y el sexto, el de embestida más larga. hirió a Perera que aguantó como un tío y mereció mejor premio.

Lo mejor, lo peor

Lo mejor. Se llamaba “Pobrecito” y fue lidiado en quinto lugar, no hay quinto malo. Acudió al caballo de manera extraordinaria.

Lo peor. El comportamiento teatralizado de Antonio Ferrera en el ruedo, que dio una vuelta de más y por su cuenta, el enorme capote azul de seda que usó, el empecinamiento ante el caballo, la suerte utilizada para matar, el brindis antirreglamentario y seguro que expedientado brindado a un futbolista sito en el callejón que de pronto saltó al ruedo. Muuucho Betis… Demasiado…

Crónicas de la prensa

Por Patricia Navarro. La Razón. Inquietante espectáculo de Ferrera y esfuerzo de Perera con la de Victorino

Emilio de Justo venía a desempatar el cartel, a convertir en terna lo que al final la empresa Pagés decidió dejar en un mano a mano. Un tercero hubiera enriquecido el espectáculo, pero quedó así la tarde del sábado, la noche del «pescaíto», el comienzo del ferial, la corrida de Victorino que antes eran palabras mayores y hoy sigue siendo una duda que despejar con otras connotaciones. Fue justo en Madrid donde Emilio sufrió una fuerte voltereta el Domingo de Ramos. De esos impactos que pudo tener un desenlace fatal y le ha retirado de la profesión durante unos meses. Otro susto nos llevamos ayer con Miguel Ángel Perera casi al acabar el festejo con el sexto. Era bueno el toro, pero lo cogió de mala manera y a pesar de que siguió se notó que todo fue un esfuerzo mayúsculo para el torero. Más porque el toro se orientó y hubo que convencerlo de nuevo. Era el único Victorino que le había dejado un resquicio para el triunfo.

Estrecho de sienes y agresivo de pitones el segundo. Y vacío de casta. Tremendo. Tanto que Perera se tuvo que resignar. No mejoró con el cuarto, que tenía buena condición pero ninguna fuerza ni transmisión. Perera quiso justificarse y lo hizo con derroche de temple, pero de ahí a la emoción hubo un abismo.

Ferrera nos sorprendió con un capote azul satinado que parecía de seda. Quiso poner al primer ejemplar de Victorino de lejos y lucirlo en el caballo, pero cuando la bravura no está no puede exhibirse. Chacón y Fernando Sánchez hicieron un buen tercio de banderillas, de esos de en corto y por derecho cargado de toda literatura. No fue toro con el sello de la leyenda del ganadero de Galapagar. Hundió los pitones en la arena en el comienzo de faena, pero duró poco. Después, esa entrega quedó en una media embestida sin fiereza con la que Ferrera se defendió con oficio y una mala espada.

Tenía presencia el tercero, aunque tampoco quiso ir al caballo. Sí tuvo cosas buenas el toro y lo vio Ferrera que no dudó en sacarse al toro al centro del ruedo y ahí plantarle faena. El victorino tomó el engaño por abajo y con franqueza. No tardó el extremeño en tirar la ayuda y despejado de ella torear al animal. Tenía la fiereza más que justa, así que como el empuje pero el tranco era bueno. Con la espada se retiró seis o siete metros y así fue caminando hacia al toro y resultó efectiva la estocada. La gente había entrado en la faena y pidió el trofeo. El presidente no quiso. Quedó la vuelta.

Todo cambió con el quinto. Como un presentimiento. Se hartó de pegarle lances, cosidos uno a otro hasta casi llevar al toro de vuelta. Se preveía la locura que estaba por venir. Brindó al futbolista Joaquín, que es ya un fijo, ayer con Juanma Moreno, y hubo una especie de disputa porque Ferrera quería sacarlo al ruedo y él no. (Está prohibido) A vistas de parar el espectáculo salió. Lo que vino después no es fácil de relatar porque entra dentro de las coordenadas de Antonio Ferrera, ese espectáculo que él genera, dentro de lo imprevisible, de no saber qué va a pasar en cada momento, de transitar entre el toreo agarrotado a un soberbio derechazo. Lo que no hay duda es que el público, en modo feria, entró de lleno en esta historia.

El toro era extraordinario por temple y ritmo, por querer tomar el engaño por los vuelos, como lo hizo en una tanda final de naturales en la que Antonio estaba relajado y en otra dimensión. En la suerte suprema recreó de nuevo las distancias, pinchó y a punto estuvimos de la tragedia porque forzó querer meter la espada ahí. Loco todo a la segunda agarró con precisión. Le dieron un trofeo, pero el alguacilillo desapareció a la hora de la entrega. Se le pidieron dos. Dio una vuelta al ruedo más por su cuenta. A estas alturas no se entendía nada. Vámonos que nos vamos a la Feria. ¿O ya estábamos?

Por Luis Carlos Peris. Diario de Sevilla. Y salió un hijo de 'Cobradiezmos'

Iban saliendo vitorinos y la gente se aburría soberanamente. Hasta cuatro toros de esos cárdenos que criaba el Paleto de Galapagar habían aparecido en el ruedo sevillano y nada que ver con la realidad ya legendaria del hierro con corona. Si algo no se comprende en una corrida de Victorino Martín es que en los tendidos cunda el aburrimiento. Cuatro toros sin que pasara algo y en esto aparece en el ruedo Pobrecito, un toro guapo como era su padre. Y nos damos cuenta de que el tal Pobrecito es uno de los primeros hijos que engendró su admirado padre. Y es que el padre de este Pobrecito es Cobradiezmos, aquella belleza cárdena que nos embelesó arrastrando el hocico por el albero en embestidas sin fin que le sirvieron para salvar la vida y padrear en Las Tiesas a la par que permitió que Manuel Escribano subiera a los cielos del toreo.

Hasta entonces, el tedio, desde el hijo de Cobradiezmos la emoción y la apoteosis. Guapo como su padre, Pobrecito fue una máquina de embestir a los engaños que ese heterodoxo que es Antonio Ferrera le presentaba. Y dentro de la buena actuación de Ferrera, el borrón de obligar a Joaquín a que saliese a la arena para recibir su brindis. Por lo demás y aunque puedan gustar más o menos las formas del extremeño en la puesta en escena hay que resaltar que a este portentoso toro lo entendió para terminar abandonándose y cuajar un faenón. Otra cosa es caer en la heterodoxia de una forma de matar, de una manera de echarse la muleta al hombro o de agacharse más de la cuenta para alargar el viaje, Antonio Ferrera entendió y sacó de Pobrecito lo mucho bueno que llevaba dentro. Cortó una oreja con fuerza y pudieron ser dos de no haber precedido la estocada con un pinchazo.

Hasta ese momento, Ferrera, que salió con un capote azul horroroso estuvo muy por encima de los dos primeros de su lote. Especialmente muy por encima del toro en su primero y entendiendo al semoviente tercero, consiguiendo incluso que le tocasen la música y hasta se vio obligado a dar una más que merecida vuelta al ruedo. Ganó el duelo entre extremeños con toros extremeños Antonio Ferrera y en ello tuvo mucho que ver la diferencia de juego de cada lote. En el sorteo salió claramente beneficiado, pero no puede decirse que Miguel Ángel Perera fuese un derrotado. El poderoso diestro de Puebla del Prior se topó con unos toros que no tenían un mínimo de transmisión. Este toreo, que cuenta con una muleta que se asemeja al látigo de un domador, necesita un toro no sólo que transmita sino que asuste. Y lo que Victorino mandó ayer a Sevilla no asustaba a nadie. Todo se arregló con Pobrecito, pero cerró plaza otro toro que, en tono menor, tuvo cierto parecido con lo que abunda en esta prestigiosa ganadería.

De nombre Buenacara, galopaba de salida, Perera se lució con las chicuelinas con que puso al toro en el caballo. Lo cuidó en varas, fue muy largo al capote de Ambel, Perera brindó a la plaza y empezó a torear sin probarlo ya en los medios. Se acopló inmediatamente con su poderosa mano derecha, llevándolo y trayéndolo con muy buen son. Se echó la muleta a la izquierda y ahí le echó mano el toro, cogiéndolo de forma dramática por la cintura. Claramente mermado y tragándose el dolor, Perera siguió como si no hubiera ocurrido nada. Otra vez con redondos para, en un alarde de valor, insistir por el pitón izquierdo, el que le cogió. Con una estocada despenaba al morlaco, pero la petición de oreja no fue suficiente a juicio del usía y todo quedó en saludos muy cariñosos para pasar a la enfermería. Ganó el mano a mano Ferrera, pero no puede Perera verse derrotado porque quien da lo que tiene no está obligado a más.

Por Antonio Lorca. El País. Amuermados victorinos

La tauromaquia teatralizada de Antonio Ferrera, no exenta de entrega, pellizco artístico y serias aspiraciones del torero a ser considerado un bailarín, no pudo maquillar el estrepitoso fracaso de la corrida de Victorino Martín.

No siempre se puede triunfar, y, en esta ocasión, los toros cárdenos cinqueños llegaron a Sevilla desinflados, amuermados, descastados, desbordantes de mansedumbre en varas y grandes dosis de nobleza.

Ni uno solo se salvó de la quema, a pesar de la vuelta al ruedo y la oreja que cortó Ferrera, empeñado toda la tarde en salvar el honor de la divisa, aunque no consiguió más que evidenciar las malas condiciones de sus oponentes.

Encandiló, eso sí, a La Maestranza con un toreo teatralizado, que, a veces, rayó en lo ridículo. Protagonizó, también, momentos de buen toreo, especialmente por naturales y a la verónica, y quedó la impresión de que solo su entrega y habilidad le permitieron salir airoso de la tullida corrida.

Ferrera hizo el paseíllo empeñado en demostrar la bravura de sus toros; por eso, colocó a su primero cerca de la boca de riego para que acudiera en un primer encuentro con el picador. Obedeció el toro sin ganas y hasta aquí hemos llegado. Insistió una y otra vez Ferrera, pero el animal, que era manso de cuna, dijo que nones.

Lo mismo sucedió en el tercero, otro manso de libro, pero la cabezonería del torero parecía no tener límite. Y solo el quinto fue más obediente y aceptó dos picotazos.

(Este toro último de su lote se lo brindó a Joaquín, futbolista del Betis, que estaba en el callejón. Ferrera insistió una y otra vez para que lo acompañara en el ruedo, a lo que se negaba el amigo, conocedor que así lo prohíbe el reglamento taurino. Uno de los alguacilillos le advirtió al futbolista que no debía invadir el albero; pero tanto insistió el torero -estuvo tesonero Ferrera toda la tarde- que Joaquín desoyó las recomendaciones y saltó al ruedo para recibir el brindis. Aunque no es oficial, parece que ambos se les abrirá un expediente sancionador).

Desfondado, sin recorrido alguno, se mostró el primero de la tarde; cortísimo fue el viaje del tercero y un noble animal con el alma en pena dijo ser el quinto. Ferrera, a quien no se le puede negar su disposición, muleteó a los tres con la mano izquierda, a veces con largura y profundidad. Muy voluntarioso con el que abrió plaza, exprimió al segundo e ilusionó a los tendidos en el quinto con momentos brillantes, fundamentalmente con la mano zurda y grandes dosis de suavidad y hondura.

A sus dos últimos los mató situándose a unos diez metros del toro; allí monta la espada, se acerca sigilosamente a su oponente y se vuelca sobre el morrillo del animal. De tal modo, consiguió un estoconazo en el tercero, por lo que le pidieron una oreja y solo pudo dar una vuelta al ruedo. Pinchó de tal guisa al quinto, lo que le impidió que paseara las dos orejas, solicitadas por una parte del público, que no salía de su asombro con el teatrillo del extremeño.

No pudo ser; a pesar de su empeño, no pudo demostrar Ferrera que los toros de Victorino eran bravos; y no lo consiguió porque eran mansos de solemnidad.

Con animales de la misma condición pechó Miguel Ángel Perera, más serio e hierático que su compañero, al que le pesan los años de alternativa, de modo que su toreo ha perdido vitalidad y hondura, se ha mecanizado y carece de personalidad. No es, ni de lejos, el Perera de sus buenos tiempos.

Su primero no tenía sangre en las venas; el cuarto desbordaba sosería, y al sexto, con más movilidad, lo muleteó voluntarioso y sufrió una espectacular voltereta que lo dejó maltrecho, aunque pudo continuar hasta el final de la lidia.

A pesar de todo lo dicho, hubo toreros de plata que brillaron con holgura; tales son los casos de Fernando Sánchez, José Chacón, Javier Ambel y Curro Javier. Los cuatro, pero especialmente el primero, destacaron con las banderillas.

Por Toromedia. Ferrera corta una oreja con petición de otra en la corrida de Victorino

Antonio Ferrera salió dispuesto de capa -utilizó un capote azul para visualizar el autismo- en el primero de su lote. Puso muy largo al toro en el caballo y en el segundo puyazo el de Victorino tardó en ir, provocando la impaciencia del público.. Protagonizaron un gran tercio de banderillas José Chacón y Fernando Sánchez, que saludaron. Férrea comenzó doblándose con mucha plasticidad. Vio el pitón izquierdo del toro y por ahí planteó las dos primeras series dejando muletazos largos. Por el lado derecho, el toro se quedaba más corto y volvió a la zurda pero el toro ya estaba parado. A pesar de ello pisó terreno comprometido y apuró las últimas embestidas con mucho mérito. Mató de dos pinchazos, estocada y descabello.

Ferrera no pudo lucir de capa en el tercero y se empeñó en dejar largo al toro en el primer puyazo y esperar mucho a que el animal se arrancara. En el segundo también fue tardo el de Victorino. Con la muleta, Ferrera se lo llevó a los medios y le dio tiempo, pero a pesar de ello el toro no acabó de romper por el lado derecho. En cambio sí le sacó series al natural tirando muy bien de la embestida con oficio. Se perfiló a muy larga distancia y cobró una estocada al paso como rúbrica a una faena de mérito.

Ferrera despertó al público en el quinto con un largo y brillante recibo de capa ganando terreno hasta más allá de los medios. Fueron casi una decena de verónicas que caldearon el ambiente. Brindó a Joaquín, a quien hizo incluso saltar al ruedo, y le dio tiempo al toro para, a continuación, ligarlo aprovechando su templada embestida por el derecho. Fueron dos series por ese pitón antes de pasar a la zurda para torear muy despacio al natural. También lo hizo por el lado derecho sin ayuda, dejando un muletazo interminable al que siguió otra serie diestra excelente. Volvió a matar citando desde muy lejos y pinchó. Lo intentó de nuevo y agarró una estocada efectiva. El público pidió dos orejas y el presidente dejó el premio en una.

Miguel Ángel Perera fue a más en el recibo de capa al segundo de la tarde, que fue medido en el caballo. Ferrera hizo un quite a la verónica tras el segundo puyazo. Perera comenzó la faena con la derecha, pitón por el que el toro se quedaba muy corto y reponía. Después de probar y de la impaciencia de algunos espectadores, decidió abreviar, pero no estuvo fino con el acero.

El segundo de su lote fue protestado de salida y durante los primeros tercios. El presidente lo aguantó y Perera lo sacó para templarlo por el lado derecho e ir haciéndolo. Le faltó celo y transmisión al de Victorino y eso limitó la labor de Perera. Lo mejor fueron un par de series al natural limpias y templadas. Mató de estocada.

El sexto se dejó más de salida. Perera se lució en un quite por chicuelinas y Curro Javier se desmonteró en banderillas. Perera brindó al público y se encontró con más colaboración en este 'victorino', dejando dos series ligadas por el derecho. Cambió a la zurda y el toro se le quedó abajo y lo volteó de fea manera. Volvió a la cara y comprobó de nuevo que el izquierdo era el pitón problemático, así que volvió a la derecha para apurar las últimas embestidas de forma templada. Lo hizo incluso al natural una vez dominado el toro como cierre a una faena de mérito que rubricó con una estocada. Hubo petición no atendida por el palco.

Por Jesús Bayort. ABC. Un espectáculo circense y dañino

Cada teclazo me está acalambrando. Son descargas que zarandean mi corazón. Pero si esto no lo hiciera, no sería yo. Me duele tener que escribirlo. Yo, que respeto y admiro al torero como el último héroe de mi generación. Yo, que sublimo este espectáculo como el gran rito litúrgico del mundo pagano. Y también yo, que hoy he visto profanar la santa ceremonia del toreo. El Antonio Ferrera que me hacía presentarle armas se ha diluido con su amalgama de dislates. El maestro que hoy podría haberse erigido mandamás de la Feria ante un superlativo animal se ha propuesto dejarnos en el recuerdo varias de las escenas más dantescas de cuantas hemos podido presenciar. La obra de Ferrera ante 'Pobrecito' ahondó sobre la podredumbre. No la recodaremos por sus verónicas iniciales, sus acompasados naturales y su excelso espadazo.

La rememoraremos por su espantoso capote azul, su reincidente capricho de colocar al toro próximo al Alcázar en un tedioso tercio de varas, el desvarío de sacar al ruedo a Joaquín Sánchez (futbolista), sus idas y venidas con la muleta sobre su hombro a modo de El Zorro, la estrafalaria ejecución de la suerte suprema, la oreja entregada por el puntillero porque no quiso esperar a la alguacililla y una segunda vuelta al ruedo que dio por la jeta. Y meneando el espantoso capote a modo de mantoncillo de flamenca, que lo hacía todo aún peor. Qué penoso todo.

Pero lo que más me ha herido ha sido el bochornoso brindis. Joaquín Sánchez empieza a convertirse en el laurel de todos los guisos. La gracieta y el compadreo empiezan a cansar. «Salta, que tú eres torero. Te pago yo la multa», le decía el incitador. Mire usted, no, torero es Miguel Ángel Perera, derramando su sangre en ese albero y manteniéndose estoico sobre él. Joaquín Sánchez es futbolista, no torero. Si acaso, aficionado al toreo. Toreros eran Ramón Soto Vargas y Manolo Montoliú, que en esa misma arena dejaron sus vidas. El excéntrico estilo de Antonio Ferrera no es disruptivo, sino deshonroso. Y el vergonzante espectáculo que torero y futbolista han protagonizado no debería solucionarse con una multa económica: no son dignos de volver a pisar el bajo del sanctasanctórum del toreo.

Fotografías: Arjona/Toromedia.


30_abril_22_sevilla.txt · Última modificación: 2022/05/06 01:19 por paco