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Plaza de Toros de Las Ventas

Viernes, 14 de junio de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Fuente Ymbro bien presentados en conjunto. El 1º, va y viene y sale desentendido; 2º, noble y a menos; 3º, irregular en el viaje pero con movilidad como el 4º; 5º, de buena condición; 6º, sobrero Conde de Mayalde, manejable.

Diestros:

Morenito de Aranda: de verde botella y oro (silencio tras aviso y silencio),

Pepe Moral: de azul rey y oro (silencio y pitos)

José Garrido: de teja y oro (silencio tras aviso y silencio tras dos avisos).

Entrada: Mas de dos tercios, 16547 espectadores

Incidencias:

Imágenes: https://www.las-ventas.com/la-tarde-tras-el-objetivo/las-ventas-14-de-junio-de-2019

Video: https://twitter.com/i/status/1139644744982827008

Crónicas de la prensa en breve

Por Alberto Bautista. Seis silencios sepulcrales para cerrar San Isidro

La adversa climatología con un viento uniforme, hizo daño en el cierre de San Isidro. Pepe Moral sucumbió ante el mejor lote. Sin opciones “Morenito” y José Garrido.

La última corrida de la feria de San Isidro fue un auténtico epíteto de cómo ha transcurrido el serial. Ni que decir tiene que a la feria le sobran días, una veintena de festejos rematados equivalen a un aumento de aforo a la plaza, aunque este año la empresa debe estar de celebración. El cartel de toreros de mitad del escalafón y necesitado de triunfos se fue por el sumidero. De manera rotunda y visceral. “Morenito” anduvo dispuesto, pero sus dos toros no rompieron y se fue igual que llegó. De vacío. A portagayola se fue a recibir al primero, un toro que se le vio con cierta indecisión en el capote del burgalés. Dejó detalles vacíos en medio del mundanal ruido. El cuarto, de juego deslucido no le dio ninguna opción de triunfo. Además tampoco lo arregló con los aceros. Dos tardes en blanco y el crédito por los suelos.

Más de lo mismo que Pepe Moral, que es una auténtica caricatura del grandioso torero que fue. Ni mano izquierda ni temple ni nada. Se le fueron dos toros de triunfo, sobre todo el quinto. Cierto es que molestó el viento de principio a fin, pero al sevillano se le vieron carencias antes desconocidas. Su segundo, un gran toro de Ricardo Gallardo tuvo un eléctrico comienzo de faena, pero no llegó a tomar vuelo. Dejó alguna tanda sin rubricar y su descentrado estado lo acabó pagando con los aceros. Los pitos que recibió debe hacerle valorar su feria. Y tal vez, todo pueda comenzar por un cambio en su equipo de apoderamiento.

José Garrido es otro torero sin suerte ni final. Se mantiene en mitad de la mediocridad y jamás ha roto en ninguna plaza de triunfo, a excepción de su paso como novillero en la arena bilbaína de Vistalegre. Su primero se descompuso entre trapazos y el sexto bis del Conde de Mayalde se defendió siempre y no encontró acople alguno.

El País

Por Antonio Lorca. Una vejez achacosa

Allá que se fue Morenito de Aranda a esperar a su primero de rodillas, en los medios, frente a la puerta de toriles. Asomó el toro, dio un par de pasos, lo miró, no le hizo caso, atisbó el horizonte, volvió a caer en el torero, se acercó a su terreno con el freno de mano agarrado y Morenito optó por levantarse por lo que pudiera ocurrir.

Era un toro serio, grande y veterano. Le faltaba un mes para cumplir los seis años -el más viejo de San Isidro-, con cara de persona mayor y semblante de jubilado. Instantes después demostró, además, que tenía malas pulgas. Manseó con aspavientos en el caballo y su comportamiento en banderillas fue desagradable, malaje, con guasa y un talante poco recomendable. En fin, un anciano con achaques.

Cuando su lidiador tomó la muleta, dijo con claridad que embestir no era lo suyo, que prefería la paz de la dehesa y huyó de Morenito al que desesperó con su mal carácter.

Después, salieron sus hermanos pequeños, y no representaron, precisamente, a la juventud que empuja. Eran jóvenes, sí, pero insuficientemente preparados para la lidia. Se notó a lo lejos que su referencia era el más veterano de la casa. Mansos todos en los caballos, desabridos en banderillas y muy sosos en el tercio final; tan manejables como irregulares el tercero, cuarto y quinto, que fueron injustamente ovacionados en el arrastre. Toros noblones, que iban y venían con escasa calidad y que, de vez en cuando, asomaron casta y fijeza, pero poco más.

Se ve que los achaques eran propios de la sangre y no solo de un veterano resabiado.

Y el cartel de toreros lo formaban tres hombres que no pasaban de los 35 años, pero los tres sufrían algo así como la crisis de los cuarenta. La corrida de Fuente Ymbro exigía claridad de ideas, un punto de exigencia, dar un paso más, fe en sí mismos y olvido de los miramientos, las dudas y las prisas. Los tres, además, necesitados de un triunfo en esta feria, y ninguno lo alcanzó por defectos propios.

Justificado Morenito ante el vejestorio primero, naufragó ante el cuarto, mitad descastado, mitad noble, que repitió sin mucho argumento, con el que estuvo envuelto en medianías, empeñado en dar pases y guardar la ropa, en lugar de romperse y jugarse el tipo.

Pepe Moral sale de Madrid muy dañado en su espíritu y, quizá, también, en su carrera. Brindó sus dos toros al público, evidencia de su buena disposición, pero no fue posible. Poca clase desarrolló el que hizo segundo, y el torero dijo sentirse embotado, confuso, con el norte un poco perdido. Quiso echar el resto ante el quinto, pero sus intenciones las traicionó su quehacer. Inició la faena con un pase cambiado por la espalda en el centro del ruedo, apareció el viento, esbozó algún muletazo estimable y la sensación que ofreció es que el sitio, ese que reclaman los toreros para triunfar, no está con él.

La campana salvó a Garrido de que le devolvieran el sexto a los corrales, lo que hubiera sido letal para sus aspiraciones. Manejó con gracia el capote y se lució en una tanda de derechazos al tercero. Eso fue todo. Lo demás, una espesura, una nebulosa, una cabeza poco despejada; muchos pases insulsos al noblote sobrero y un mitin impropio de un matador de toros en la suerte suprema.

En fin, achaques de viejo -el toro- y crisis profesionales de los toreros…

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una corrida de otoño

A las 20:25 horas el viento seguía tensionando las banderas con un espíritu demoledor. Esa era la máxima tensión vivida en casi hora y media de corrida. Sólo el momento de espera de Morenito de Aranda postrado en la puerta de toriles había desprendido su suspense. El toro de apertura de Fuente Ymbro remoloneó distraído. Y el latido de la plaza se aceleró hasta sentir el corazón en la boca. La larga cambiada en el último instante, con el torero en pie, le dio al lance un barniz de tauromaquia decimonónica. Desde entonces, apenas rebasada la frontera de los albores, la tarde entró en un tiempo eterno de descuento, envuelto en un ambiente otoñal. No solo por el clima, sino también por el aire de repesca del sexteto, ese punto de octubre, cuando ya no quedan otros en el campo y hay que tirar de todo el sobrante. Incluso del armario de dos cuerpos que cerraba la cosa, un torancanazo que no se sostenía. A las 21:07 Gonzalo de Villa asomó el pañuelo verde.

A la sensación otoñal, colaboraron los toreros con su luz tamizada de brillos. Como si Morenito, Pepe Moral y José Garrido viniesen de vuelta. O sea, que se juntó todo. Porque no es menos cierto que los fuenteymbros se movieron más de lo que embistieron. No es lo mismo moverse que embestir bien. Aunque al gran público le da lo mismo ocho u ochenta. Y así la gente aplaudía los arrastres por igual. A excepción del muy descarado quinto, que contó con una fluidez, una entrega y un ritmo más sinceros, todos lo demás acudieron a las telas más de lo que se fueron de ellas.

Ante ese penúltimo enviaron a Moral a quemar las naves por cambiados en los medios. Y, claro, después del esfuerzo del péndulo se consumió la gasolina. Que no da ahora mismo ni para el depósito de un Zippo. De la guiñá siguiente ya no se recuperó en esa lucha constante entre lo que dicta la mente y lo que tira el corazón. El tal Agitador -nombre de toro que sonó en su día con visos de gloria sin cuajar en Las Ventas- viajaba generoso sin ser aquél. El naufragio con la espada hundió la flota o lo que quedaba de ella. El matador sevillano ya lo había intentado en los terrenos de las afueras con el anterior de su lote, desafiando más al viento que al toro. Que iba a su muleta con el celo contado, sin maldad pero también sin empuje. Un engañabobos; Moral no engaña a nadie. Tan trasparente es el miedo.

Morenito, más allá de la larga cambiada de las 19:10 horas, compuso muchas posturas con aquel toro acucharado de descomunal pitón izquierdo e inmensas ganas por soltarse. Suelto pasaba sin querer molestar ni que le molestasen. Al menos, sin ser bonito, no se hacía tan feo como el castaño e insincero cuarto. Y Jesús Martínez lo toreó a la velocidad a la que se olvida su nombre. La escalera de FY sugería el otoño, muy lejos de nuevo de Valencia y Sevilla. A Ricardo Gallardo no le ha sentado bien Madrid.

Un toro muy bajo y muy descarado, el otro cinqueño de la corrida, humilló con pistón y lija. Iniciaba las series con más opciones de las que desarrollaba a partir del tercer muletazo. Su aspereza creció en las manos de José Garrido. Que también parece traerla de serie. Brutico, que dicen por Aragón. Uno por el otro se complicaron las cosas.

Y así el sobrero del Conde de Mayalde de las 21:07 tampoco solucionó nada con su fondo defensivo y su hosco estilo. Garrido lo dejó con el acero como a San Sebastián: asaetado y maltrecho. Con más agujeros que esta corrida de otoño para el olvido.

ABC

Por Andrés Amorós. Imposible torear bajo un huracán en Las Ventas

El día de San Isidro, Fuente Ymbro lidió un gran toro, «Pijotero», que propició el triunfo de Miguel Ángel Perera: es promesa de reses encastadas. Esta tarde, lidia toros serios, con mucha movilidad; varios son aplaudidos, en el arrastre. Reúne este cartel a tres diestros que no tuvieron suerte en su anterior comparecencia, en esta Feria: ni Morenito de Aranda, con los toros de Las Ramblas; ni Pepe Moral, con los de Baltasar Ibán; ni José Garrido, con los de El Pilar, lograron cosechar aplausos. Ninguno de los tres me parece que estén en su mejor momento. Han de apretar los tres, esta tarde. Así lo hacen pero, bajo un auténtico huracán, sus intentos no dan fruto. Ha sido una tarde muy desagradable, en lo climatológico, y muy anodina, en lo artístico. Además, los tres diestros han fallado mucho en la suerte suprema, la corrida ha durado dos horas y media, hemos escuchado seis avisos y ninguna palma. Los datos no mienten.

Morenito va a porta gayola en el primero: el toro no se fija en él y se para, muy cerca; si a eso se unen las ráfagas de viento, es un trago. El toro sale suelto, hace hilo, quiere irse a tablas. Lo sujeta con pulcros muletazos pero acaba yéndose a su querencia. Además de sus conocidas buenas maneras, ha mostrado decisión pero se dilata, al matar. En el cuarto, logra algunas verónicas, a pesar del viento racheado, y meritorios derechazos de mano baja. Cuando el toro engancha la muleta, ¿es culpa del diestro o del viento? Imposible saberlo. Mata mal.

En el segundo, pica bien Carbonell y lo saca del caballo Garrido toreando (igual que hace Ferrera). El toro va largo, con codicia. Luchando contra el vendaval, los muletazos de Moral no logran el necesario dominio y se muestra inseguro con la espada. Los aplausos se los lleva el toro, que se resiste con bravura a doblar. El quinto persigue a los banderilleros. Comienza Pepe de lejos, en el centro, con el muletazo cambiado: con este viento, me parece una temeridad. Intenta bajarle la cabeza, en muletazos de buen trazo, hace el esfuerzo pero todo queda a medias y mata mal.

El bien armado tercero es pronto, va largo, repite. Garrido liga algunos muletazos con vibración pero el toro no para de embestir, él no redondea la faena y mata caído. Devuelto por flojo el muy serio sexto, el sobrero del conde de Mayalde empuja fuerte al caballo de Óscar Bernal, se deja allí la punta del pitón y buena parte de sus fuerzas, pero es más manejable que los del hierro titular. Garrido logra algunos naturales largos y suaves pero el trasteo resulta desigual, como las embestidas del toro, que ha ido a más. Entrando de lejos, mata mal y suenan dos avisos. Un triste final para una tarde muy ingrata. El público se va hablando de Roca Rey, que vuelve el sábado, y de Pablo Aguado, que vuelve el domingo. ¿Volverá también el viento?

Dominar unas encastadas embestidas y torear con arte, bajo un vendaval, es totalmente imposible. Manejar el capote en medio de un huracán, una utopía. ¿Es una excusa? Sí, pero también es una realidad indiscutible. Con esta ventolera, ¿cómo no van a sentirse inseguros los diestros? Y el público, del que formo parte, ¿cómo va a enjuiciar con severidad unas suertes con enganchones?

Resumen claro: así, no se puede torear. ¿Está previsto hacer algo para paliar esto, en las necesarias obras de la Plaza? Como repite tres veces el bolero, «lo dudo, lo dudo, lo dudo».

Postdata. Se ha presentado, en Las Ventas, el libro de Salvador Balil «Viaje por la Barcelona taurina». A través de los recuerdos de un buen aficionado, demuestra el arraigo indiscutible que tiene la Fiesta en Cataluña. No debemos olvidar que el Tribunal Constitucional decretó que el Gobierno catalán no tenía competencia para lo que hizo: prohibir los toros. Esta misma tarde sería perfectamente legal celebrar una corrida en Barcelona pero el empresario no se atreve; los profesionales taurinos, en su conjunto, tampoco. Está vigente una Ley que obliga (repito: obliga) a las autoridades de toda España (repito: de toda España) a proteger y fomentar la Tauromaquia, como parte de nuestro Patrimonio Cultural Inmaterial. Esa Ley se incumple flagrantemente, en Cataluña. No es la única, por desgracia.

La Razón

Por Patricia Navarro. El viento de siempre gana la partida de hoy en San Isidro

A la tarde le faltó tanta entidad que cuando casi llegábamos a las nueve y media de la noche daba la sensación de que el festejo había sido la antesala de algo más que en sí el espectáculo. Nada llegó a romper, manteniendo toda la tarde una temperatura rasa, rara, afeada, un sí pero no que nos abocaba sin salida a un no rotundo. Uno detrás de otro. Como los silencios que fueron obsequiando las faenas, mientras las dudas sobrevolaban los tendidos. No salió el toro de bandera de Fuente Ymbro, que cumplía como algunos toreros en la feria, su tercera comparecencia, pero sí hubo ejemplares con opciones, con matices, con mimbres para el toreo. La tarde quedó en nada. El viento, el maldito viento que ha sido compañero de viaje durante toda la Feria, y van 31 días, se apoderó del festejo, se hizo el protagonista o quizá el recurso al que ampararnos cuando las cosas no salían. El viento cabrón no nos deja tregua ni un día y si Madrid es difícil lo multiplica. Pero ahí está, como una pieza más y parece que indestructible, de la plaza.

Iba y venía el primero mansito, desentendido, queriéndose ir entre un muletazo y otro de los encuentros con Morenito de Aranda, que se había ido a la puerta de toriles así en frío nada más comenzar. Fueron muletazos sueltos de bella factura los que dejó, pero sin redondear. No se lo puso fácil al entrar a matar, con esa carita (irónico) que tenía el toro, a punto de cumplir los seis años y desparramando la vista sin piedad justo en el instante en el que Moreno se perfilaba. El cuarto tuvo mejor condición, con sus matices, con sus complicaciones, mas la faena se desarrolló entre las irregularidades y tibieza.

De parecido comportamiento fue el tercero, que era el primero de José Garrido. Tuvo irregular el viaje, pero cuando logró coserle las arrancadas y que el fuenteymbro fuera embebido en los vuelos del engaño, el toro quería ser otro. Así lo vimos en algún momento. Un rescate dentro de una faena desigual. Se enfrentó con un sobrero de Mayalde, manejable aunque punto bastito, con el que se justificó.

A Pepe Moral se le vio sin sitio. De más a menos fue la faena al segundo, que tenía buen pitón diestro y a la defensiva con un quinto, que tuvo buena condición.

Madrid Temporada 2019

madrid_140619.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:27 (editor externo)