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Toros en Pamplona

Viernes, 12 de julio de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Pilar y Moises Fraile, descastados, sin raza ni transmisión

Juan José Padilla: silencio y ovación

El Juli: oreja y ovación

Jiménez Fortes: oreja y palmas

Entrada: Lleno.

Video resumen del festejo: http://canalplus.es/toros

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

El toro del lío en la calle Estafeta, que se llamaba “Langostero” cuando lo toreó Fortes, a la salida de cada pase miraba al tendido a ver si veía a los mozos de por la mañana. Bueno, pues así todos, salvo el noble pero flojo tercero. La corrida de El Pilar fue un petardo ganadero más en esta que llaman Feria del Toro. El Pirata Padilla, con todo a favor -banderas y parches oculares en la solanera- no pudo sacar nada y se fue esta vez de vacío. El Juli cortó una oreja muy barata, tal vez la que más en esta plaza, y en el otro se le fue otra orejita entre la espada y el cachete. Pero no es el que era, toreó eléctrico, buscando el efecto -esos pases de pecho a la remanguillé- más que la calidad. Exhibe su poder ante el toro pero no la clase, que la tiene. Y además no está matando bien. Jiménez Fortes dejó muestras de su valor en ambos toros y al tercero lo toreó con temple aunque sin emoción, que el toro no ponía. En fin que hubo dos orejitas más, de las de Pamplona de este año que, con eso de la crisis, está de rebajas. Y poco que contar. Muchos se siguen acordando de los toros de Aguirre y de la oreja de peso de Escribano, pero es que no ha habido más. Muchas orejitas y ni una faena para el recuerdo. Qué digo faena, ni una tanda para llevarse a la memoria.

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. Insustancialidad

La corrida, toda ella, careció de sustancia, que es algo así como el fondo y la esencia. Ya se sabe que esta plaza está más atenta al ruido y a las viandas que a la pureza del espectáculo. Pero eso ocurre en los tendidos; ayer, lo insustancial sucedió en el ruedo. La corrida, por ejemplo, tuvo fachada y poco más. Con las fuerzas muy justas, —otra tarde más holgaron los picadores—, los toros derrocharon nobleza —razón por la cual los eligen las figuras— y carecieron de casta, de raza, de codicia…

Seguro que será ciencia-ficción, pero sería bueno que un día, un hombre de estos al que se considera maestro, dijera no, no me merezco la oreja y me niego a salir a hombros porque mi labor ha sido insulsa, aunque los pañuelos opinen lo contrario. Sería bueno para él y para la fiesta, que ganaría la credibilidad que está perdiendo a toda prisa.

Ayer, si El Juli no canta la gallina a la hora de matar al quinto echándose fuera con descaro, corta la oreja de ese toro y lo sacan a hombros por la puerta grande como si tal cosa. Pues es de suponer que el señor Julián sabe que su actuación ni fue de oreja en su primero, ni lo fue en su segundo, y, por supuesto, no hizo mérito alguno para salir a hombros.

Pero él, que tanto dice defender la fiesta, estaba dispuesto a pasar por alto estas menudencias. ¡Increíble…!

Su tauromaquia ante el primero, flojo y descastado, fue anodina e insulsa; todos los pases los dio muy despegado del toro y citó siempre fuera de cacho. La estocada provocó una hemorragia que precipitó la muerte del toro, y el torero paseó una oreja tan campante. En el otro, noblote y soso, se despegó y aceleró aún más, y si no llega a ser por la pésima forma de matar… En fin, que, si tanto ama la fiesta, sería bueno que un día renunciara a las orejas regaladas quien, como él, no las necesita.

Otra oreja insustancial le concedieron al joven Jiménez Fortes, animoso y valentísimo toda la tarde, pero su labor como enfermero cariñoso ante el nobilísimo tercero no justificó ni la vuelta al ruedo. Pero el chaval se hincó de rodillas al final de faena para torear por redondos, y la plaza se vino abajo. Total, que tuvo buenos detalles y poco más. Ante el sexto, el toro que se cebó por la mañana con un mozo en la calle Estafeta, el más deslucido del encierro, demostró que le sobra valor. Cuando tenía otra oreja inmerecida en la mano, no mató bien, y su gozo quedó en un pozo.

Y el ídolo y el protagonista de esta feria, Juan José Padilla, no tuvo su tarde. Es todo corazón, pero entre la poca clase del primero de la tarde y la suya propia, todo quedó para lo que sucediera en el cuarto. Y en ese toro, noble y soso, estuvo tan fácil como superficial, y sus devotos prefirieron la opípara merienda antes que aguantar pases y más pases insustanciales.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amoros. La corrida de El Pilar no llevó la emoción al ruedo de Pamplona

Los toros del Pilar, tan terribles en el encierro, han mostrado en el ruedo tan poca fuerza y casta que el espectáculo ha sido anodino, aunque se hayan cortado trofeos. Todo se hunde cuando falla el toro.

Juan José Padilla, muy querido en Pamplona, recibe rodilla en tierra al primero; quita por chicuelinas; dirige la lidia; clava los palos desiguales. En la muleta, el toro sorprende, va a peor, prueba, no se entrega. No cabe faena lucida: estocada eficaz y ovación. Al cuarto, colorado, lo recibe con una larga de rodillas. Empuja de lado en el caballo, flojea mucho. Renuncia acertadamente el matador a poner los palos. El toro embiste andando. Juan José mezcla muletazos clásicos con lógicas concesiones a la galería, rodillazos y desplantes. Logra una buena estocada pero el toro tarda mucho en caer y pierde el trofeo que querían darle.

Actúa por segunda vez El Juli. A su primero, apenas lo pican, pero pierde las manos. En la muleta, queda corto, se viene abajo: ¡una pena! Un diestro tan poderoso necesita más toro. Mata con su peculiar estilo. ¡Y le piden y le dan la oreja! Algo sorprendente, porque apenas ha habido faena. Quiero mucho a este público pero no se pueden devaluar así los trofeos. Cuidan al quinto, tan corto de embestida como sus hermanos. El Juli le arranca muletazos, con mando y profesionalidad, aunque el toro protesta: sacar agua de un pozo seco, decían los clásicos. Mata a la segunda.

Ha apostado fuerte en Pamplona el joven Jiménez Fortes: dos tardes; la segunda, con Miuras. Los cinéfilos suelen decir que hay tres grandes directores: John Ford, John Ford y John Ford. Los taurinos afirman que un diestro necesita tres cualidades: valor, valor y valor. Indudablemente, Saúl tiene las tres. Pero ya advertía Belmonte que, a atributos, gana siempre el toro… Hace falta cabeza.

El tercero, colorado, justo de presentación, blandea, tiene tendencia a tablas. Tampoco lo pican. También rueda por la arena. El toro, sin casta ni fuerza, tiene mucha bondad: pero yo deseo ver toros bravos, no discípulos de Teresa de Calcuta… Embiste como el carretón. El diestro está a gusto, claro. La emoción es imposible. Para que el público entre en la faena, ha de recurrir a circulares de rodillas. Media estocada y otra oreja: ¿eso es lo que quiere la gente?… Castigan poco al sexto, mal lidiado: es el que esta mañana se rezagó, con tanto peligro. En el ruedo, se queda corto, no humilla. Jiménez Fortes, muy quieto, intercala muletazos cambiados pero el toro no vale nada. Mata sin cruzar: también debería corregirlo.

Marca

Por Carlos Ilián. Cuadro comatoso del toro bravo

Ni los más viejos del lugar recuerdan unos sanfermines donde haya estado más ausente la casta y la fuerza de los toros, precisamente aquí en Pamplona, donde el toro es el gran protagonista. Si nos atenemos a esta circunstancia habría que certificar el estado comatoso del toro bravo.

Vean ustedes, por ejemplo:la corrida de El Pilar ha sido otro peñazo, algunos toros rayando en la invalidez y en general la casta lució por su ausencia. Este año en Pamplona, a falta de dos tardes, se puede hablar de fracaso ganadero en toda regla. Alcurrucén, Valdefresno, Victoriano del Río, Torrestrella y ayer El Pilar completan un cuadro comatoso del que se libra, por los pelos, Dolores Aguirre. Muchos pitones, eso sí, pero un lamentable muestrario de lo que nunca debe ser el toro de lidia.

Ni Juan José Padilla, adorado aquí, pudo hacer otra cosa que rebañar las migajas de sus toros. En el cuarto, de forma anárquica, anduvo de aquí para allá, improvisando, a ver que sacaba de aquel cuadrúpedo medio inválido. Al final se sacó de la manga una faena hecha de retazos. Para su desgracia el puntillero resucitó al animalito cuando ya le pedían la orejita.

El Juli sacó petróleo de un lote infame. Estuvo muy por encima de sus toros y especialmente meritoria fue la faena al quinto. El Juli echó mano de ese sacacorchos que es su muleta para meter en el trapo a un lisiado de escaso recorrido. En el segundo de la tarde utilizó las mismas armas y en esta ocasión acertó con el acero para cortar la oreja que aquí se concede siempre a los espadazos letales.

Jiménez Fortes hizo lo más calidad de la tarde con el toro más potable, el tercero; una faena impecable en la que el temple y hasta el buen gusto no faltaron. Fortes nos enseñó pues una versión cualitativa de su toreo. Y otra, al final con imaginación, ligando de rodillas unos muletazos que le salieron bordados. Y hubo oreja, faltaría más. El sexto era un buen que cazaba moscas. No tenía un pase.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El Juli y Jiménez Fortes se reparten sendas orejas

A Juan José Padilla lo recibieron en Pamplona como el verdadero héroe que siempre fue aquí, con aquellas corridas de pedernal en las que fundó su fama de gladiador. Un capote de paseo con la figura de San Fermín bordada envolvía su figura de negro y oro. Al toro que abrió plaza de la corrida de El Pilar, enteramente cinqueña, montado, con el lomo quebrado, cuajado y serio, lo saludó genuflexo con el capote, casi rodilla en tierra, para hacérselo todo por el pitón izquierdo a la verónica. El puyazo cayó bajo y sangró al toro con profusión por el pico de la paleta. Las banderillas de Padilla, tras un quite por chicuelinas rematado con vistosa larga, fueron al cuarteo en dos pares. En uno de ellos pidió que le abriesen el cerraado toro, al que ya le pesaban los adentros. Y cerró al violín en medio del delirio. Al inicio en bandera le siguió una serie de derechazos en la que el toro amagó con irse. Lo cambió de terrenos, pero siguió por la misma mano, lo que extrañó después de haber apostado por la izquierda en el capote como si lo viese más claro. Y más claro era: dos veces se le metería por del derecho sin humillar. Por la zocata se abría más, ya con poco fondo. Se cobró media estocada tendida que necesitó del verduguillo.

El Juli no le pegó nada en el caballo a un toro negro y tocado arriba de pitones de Moisés Fraile. Nada es que el primer puyazo no rompió ni la piel. Y antes de que casi ni le metieran las cuerdas en el segundo ya estaba Juli pidiendo el cambio. No le sobraba el poder al de Fraile. Que embestía con nobleza pero apoyado en las manos, sin terminar de viajar ni descolgar. Un toro medio al que Juli le puso todo lo demás. El tranco que faltaba, el ánimo e incluso la chispa de la que carecía para llegar a los tendidos. Tiró y mucho de la embestida para apurarla en la coda buscándole todas las vueltas, en circulares invertidos y así. Apuntó arriba y arriba fue una estocada corta y fulminante. Oreja elaborada.

Fue muy curiosa la escena en que Jiménez Fortes transformó casi media estocada y entera. Estaba viendo de cerca a ver si doblaba el tercero cuando se le arrancó el toro y al poner la mano por delante con instinto defensivo el pomo se encontró con la palma que empujó el estoque hasta los gavilanes. Magia accidental. La verdad es que Fortes había estado muy bien sobre la derecha con una embestida un punto gazapona pero muy franca y humillada. Un defecto, el andarín, digo, que fue corrigiendo con el mando. Los pases de pecho fueron sensacionales. La vez que más despejado y fresco se ha visto al malagueño en esta temporada. Al comprobar que por la izquierda el toro no era igual, volvió a la mano de la cuchara para con un molinete de rodillas abrir una tanda de hinojos arrojada y templada muy pamplonica. Incluso se llegó a pedir la segunda oreja tras la estocada accidental que de inicio solo era casi media delantera.

Padilla se quedó más mosca que un pavo en Navidad después de que el cuarto, como ya había hecho el lavado tercero, se metise por detrás con el capote. No lo vio para banderillear y dejó la tarea en manos de su cuadrilla. El toro se dejó sin clase, de aquí para allá, en una faena movida y deslavazada que concluyó al alza a base de rodillazos. La estocada en los mismos medios parecía mortal, pero el puntillero levantó el toro y El Ciclón se agarró un cabreo importante ante las frustración del trofeo perdido y cambiado por un aviso.

La expresión y las miradas del quinto imponían. Y luego pesaba en la muleta. Pesaba tirar de él y había algo sordo en su embestir no fácil de percibir desde arriba. Exigió al Juli, que trató de romperlo hacia delante no sin esfuerzo. Ese último tramo de muletazo esforzado se hacía cuesta arriba incluso para un figurón como Julián. Con la espada se fue de la suerte en un pinchazo muy trasero y cazó media estocada.

El toro “Langostero”, que causó una sangría por la mañana, atendía a todo menos a la muleta, sumamente distraído y sin humillar. Como si ya estuviera saciado del encierro. Por encima del palillo de la muleta de Jiménez Fortes llevaba la testa. Sin maldad pero sin posibilidad de lucimiento. Fortes se pegó un arrimón curioso ante los cortos viajes.

La Razón

Por Patricia Navarro

Pánico matinal, sosería vespertina

Padilla había metido a ocho mil personas en la plaza el día anterior en un tentadero público que se hizo por la mañana. No importó la solanera y si alguien se lo pasó bien fueron los niños viendo al pirata Padilla. Todo un símbolo ya en el toreo y en la vida, que son caminos que se pisan para alimentarse. Ayer las peñas le seguían cantando aquello de «illa, illa, illa, Padilla maravilla». Hay toreros que en Pamplona pasan por ser religión y el gaditano es uno de ellos. Un jerezano que se ha ganado el corazón navarro. La corrida de El Pilar, con dos toros de Moisés Fraile, sembró miedo a raudales por la mañana en un encierro larguísimo y sangriento. Dos toros, quinto y sexto, se habían llevado el mérito o demérito, depende de quién cuente la historia, de herir a dos corredores y hacerlo con saña. Se esperaba a la corrida pero salimos defraudados. El resultado de la tarde podría haber sido otro de hundir las espadas con más eficacia. Bien los sabe «illa, illa, illa, Padilla maravilla» y sobre todo su puntillero. Un fallo le condenó del todo a la nada. No hubo faena grande. No era posible con un toro que acudía a media altura, sin entrega y justo de fuerza, de raza… De todo un poco. Padilla tiró de repertorio, de recursos y se metió a la plaza en el bote cuando entró a matar al toro en el mismo centro del ruedo. Pero no pudo ser. Tampoco con ese primero, en la misma línea pero más complicadete.

El Juli sacó a relucir buen pulso e intentó obtener agua de un pozo seco. Descastado ejemplar le tocó en suerte. El quinto le hizo pasar más apuros, porque no era claro el toro, irregular en el viaje, se quería quedar a mitad de la arrancada. Trabajaba Julián aquello, se quedaba allí para tirar de él, para obligarle a ir más allá. Se notaba el esfuerzo detrás de la faena, lástima que el descabello enturbiara el final, porque del primer toro tenía cortado un trofeo.

A Jiménez Fortes le tocó el mejor toro, el que hizo las cosas por abajo. Tenía un ritmo peculiar y requería acoplarse a él. No dejaba tiempo entre muletazo y muletazo. Una vez que comenzaba unía un pase a otro, humillado y entregado… Era una virtud en cuanto Jiménez Fortes le encontró el ritmo al astado de El Pilar y se fue entendiendo. Llegaron entonces buenas tandas diestras y cuando quiso coger la zurda tuvo que aguantar alguna paradita. Anda sobrado de valor para no inmutarse. Antes de dar carpetazo a la faena cumplió con el patrón pamplonés y de rodillas cuajó una serie de derechazos con arrimón incluido. Hundió media espada, cuando muy cerquita del toro iba a sacarle el acero con la mano, el toro le pegó un arreón y él mismo pidió la muerte. Paseó un trofeo. Sólido, como es su toreo, como ha demostrado que son sus decisiones fuera del ruedo. Las más difíciles de tomar. Ahí también ha marcado la diferencia.

«Langostero», el toro que se cebó en el encierro con un chaval y le pegó tres cornadas saltó al ruedo en sexto lugar. Ni una vez humilló. Ni por error. No había manera. Tampoco tuvo maldad el de Moisés Fraile, pero el toreo distaba mucho de lo que ofrecía el toro. Por las mismas ingles se lo pasó una y otra vez. Por las ingles, qué valor. Dentro y fuera. Queda dicho. Respeto doble.


Pamplona Temporada 2013.

pamplona_120713.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:09 (editor externo)