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Real Maestranza de Sevilla

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Domingo de Resurrección, 5 de abril de 2015

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Juan Pedro Domecq (regularmente presentados, nobles, escasos de casta y fuerzas, sobre todo el 1º; el 4º, devuelto a corrales por debilidad manifiesta).

Diestros:

Espartaco, que volvía a los ruedos y se cortaba la coleta al final. De tabaco y oro. Pinchazo, estocada (oreja); estocada desprendida y trasera, dos descabellos (oreja).

José María Manzanares. De negro y azabache. Pinchazo, estocada (ovación); estocada caída, aviso, dos descabellos (saluds desde el tercio).

Borja Jiménez, que tomaba la alternativa. De blanco y oro. Dos pinchazos, media estocada (aplausos); pinchazo hondo, descabello (oreja).

Banderilleros que saludaron: Curro Javier y Luis Blázquez, de la cuadrilla de Manzanares, en el 5º.

Presidente: Gabriel Fernández Rey.

Tiempo: soleado y fresco, con nubes y a veces rachas de viento.

Entrada: lleno de no hay billetes.

<iframe src="https://player.vimeo.com/video/124165178" width="384" height="241" frameborder="0" webkitallowfullscreen mozallowfullscreen allowfullscreen></iframe> <p><a href="https://vimeo.com/124165178">Resumen Domingo Resurrecci&oacute;n Sevilla. 1&ordf; abono 2015. Juan A. Ruiz &#039;Espartaco&#039;, Jos&eacute; M&ordf; Manzanares y Borja Jim&eacute;nez</a> from <a href="https://vimeo.com/maestranzapages">Maestranza Pag&eacute;s</a> on <a href="https://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Los que tuvimos la suerte de vivir las vísperas y antevísperas con el maestro Espartaco -este sí que lo es, no los becerristas que se lo llaman a sí mismo- sabíamos lo dífícil que era. Incluso para un luchador nato como Espartaco. Ni él ni nadie las tenía todas consigo. Pero al final todo resultó como se había soñado. Domingo luminoso de Resurrección, la plaza de bote en bote. Y Espartaco que dejó dos faenas de las suyas a toros distintos, haciéndolo más despacio que hace 25 años. Después se desató la locura sevillana. Y los toreros que allí había - que deseaban de verdad el triunfo del maestro y la reivindicación de la Maestranza- se lo llevaron a hombros hasta el hotel, tras haberse cortado la coleta. En definitiva, se ha escrito una página de la historia taurómaca que nunca se olvidará, como aquella tarde del “Facultades” de Manolo González. Una historia como aquella de El Gallo que reapareció un domingo de Resurrección del 34 para salvar a Pagés del boicot de la Unión. Lo demás casi no cuenta: el chaval de la alternativa, su ahijado y discípulo, estuvo muy bien y mereció su trofeo en día tan señalado. Manzanares pinchó, tiene tres tardes más para triunfar en esta Feria. Y los Juanpedros justitos de todo, en especial de fuerzas, pero cuatro de ellos tuvieron la suficiente como para brindar algo -tres horas duró el festejo- que todos recordaremos. Yo estaba allí el día de la despedida de Espartaco….

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Un torero para el recuerdo. La Maestranza volvía a abrir un año más sus puertas en un día tan especial en Sevilla como es el Domingo de Resurrección. La plaza se puso bella para la ocasión y vio colgado en su pared el cartel de “No hay billetes” que hacía tanto que no ocurría. Espartinas y sus toreros han sido los protagonistas indiscutibles de la tarde. Borja Jiménez cumplía por fin su sueño, aunque el toro de la alternativa provocó que se le partiera un poquito las ilusiones. Fue el que cerraba plaza el que se las devolvió. Estuvo muy firme y decidido, lo que hizo que le cortara la oreja y no se fuera con mal sabor de boca. Pero hoy el día tenía nombre propio. Juan Antonio Ruiz “Espartaco” ha dicho adiós a los ruedos dando una gran lección de torería y entrega. En la memoria quedará su faena al segundo de la tarde. Sus verónicas y su espectacular media. Su toreo al natural. Su raza y su toreo clásico. Ha sido una tarde de emociones y sentimientos a raudales. Su hijo le desprendió entre lágrimas el añadido al lado de su abuelo. La Maestranza se rendía y un aluvión de profesionales del toreo se tiraron para alzarlo por la Puerta del Príncipe. Espartaco no volverá a vestir de luces, pero el mundo del toro conservará en sus corazones el toreo imborrable de un gran matador.

Lo peor: Contrincantes descafeinados. El ganado de Juan Pedro – Parladé estuvo a punto de arruinar la tarde. La extrema falta de fuerzas imposibilitó en muchas ocasiones la lidia. No eran los toros para una fecha tan señalada, pero al menos, esta historia tuvo un final feliz.

Crónicas de la prensa:

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La Razón

Por Patricia Navarro. Espartaco, locura que acabó en delirio

Ocurrió con exactitud a las 21:38 minutos de la tarde. Hora mágica para los restos. Nadie se había movido de su localidad a pesar de que Borja Jiménez ya había acabado de pasear el trofeo que cortó del sexto. Y entonces, ocurrió, más bien nos embaucó de pronto para hacernos cómplices sin remedio de esa locura que el maestro Espartaco había convertido en sueño con pasmosa naturalidad. Y del sueño fuimos dando tumbos al delirio, a la devoción. Atravesó Espartaco las rayas del tercio, ya sí que de veras por última vez, y acompañado por su padre y su hijo, tres generaciones sobre el albero de La Maestranza, se detuvo en seco, la sonrisa más que amplía, acorde a la tarde y en consonancia con lo que fue, y entre los dos, nieto y abuelo, cortaron la coleta a Juan Antonio Ruiz. El hombre. El torero.

Instantes después saltaron al ruedo una multitud de matadores, de aficionados jóvenes, con la única misión de pasear en hombros al maestro que se acababa de ir a los 52 años y dejando atrás una tarde de plenitud. Se lo rifaban. Juan José Padilla, Víctor Puerto, El Tato, Salvador Cortés, Conde, tantos y tantos en una mística vuelta al ruedo que tuvo un broche explosivo al abrir, así entre todos, como si fuera a empujones de torería y verdad, la Puerta del Príncipe para sacar al maestro. Incluso José María Manzanares, con el que había compartido cartel, fue cómplice del momento. Un adiós muy hondo y emotivo con una vuelta al ruedo parecida al homenaje con el que se fue el grande entre los grandes, José María Manzanares padre. Y con él hizo su debut en esta dorada plaza Espartaco. Esos vínculos que viven en silencio en la Tauromaquia.

El torero, Espartaco, se fue feliz. Así fue la tarde. Suave, cadencioso y como si el poso del tiempo hubiera sumado calidad a su toreo se mostró con el primero al natural. Tan vertical, limpio y puro, que no tuvo fisuras. Ni en él ni en el público para entregarse. Fue el toro de Juan Pedro buen cómplice y con cierto poder… Con la derecha, sutil, a media altura y recreándose al encontrar la magia del toreo muy cerca del cuerpo, sin necesidad de viajar más allá en busca de nada. No hay viaje más largo del toro que el que pasa por la barriga de veras. La faena bien valió el premio. Un trasteo que brindó a Romero, con unas gafas de sol sentado en el tendido, y de pronto, por momentos, todo era Curro. Curro y sus cosas. Su huella indeleble al paso del tiempo. El cuarto fue sobrero. Iba y venía en las telas desentendido y con la emoción contenida y entonces vimos la versión b, arrebatada, robusto y fuerte de ánimo en la búsqueda del final feliz. Lo logró de largo.

Manzanares poco pudo hacer con un deslucido tercero y no logró la rotundidad con un quinto, de buen aire aunque se rajó. Borja Jiménez logró el primer reto de tomar la alternativa con un toro imposible, al sexto le buscó la profundidad de la embestida e hizo faena para cortar un trofeo. Espartaco le había enseñado el camino. Ese camino envenenado que es el arte de torear. Una locura. Un sueño. Un maravilloso delirio.

El País

Por Antonio Lorca. Espartaco, a hombros de Sevilla

La corrida inaugural de la temporada no valió un duro, pero Sevilla acabó con la piel de gallina, las lágrimas en los ojos y el corazón henchido de emoción. Y Espartaco, que se despedía, vivió una de las tardes más intensas de su vida, gracias, sobre todo, a la explosión de cariño que recibió durante todo el festejo. El broche de oro lo pusieron el padre y el hijo varón del torero que, al final del festejo, le cortaron la coleta entre el entusiasmo popular, y Espartaco fue izado a hombros por toreros de paisano. Y así, a hombros de Sevilla, traspasó por sexta vez en su vida la Puerta del Príncipe.

La Maestranza lo recibió con una de las ovaciones más atronadoras que se hayan escuchado nunca en esta plaza. Tuvo Espartaco la despedida que merecen los grandes cuando peinan canas y lo que se les reconoce es su magisterio y sabiduría. Fue un homenaje de cariño a un torero grande que se vistió de luces, después de 14 años fuera de los ruedos, para dar una lección de solvencia y oficio y desgranar gotas del mejor toreo, ese que almacenó a lo largo de una extensa y exitosa carrera.

Y el torero respondió con lo más exquisito de su veteranía y el poso de su conocimiento, y toda su actuación fue un canto al toreo pausado, a la lentitud y al regusto.

No tuvo toros, esa es la verdad; ni por presencia ni actitud. Los dos, anovillados, flojos y tan descastados como de almibarada condición, lo que permitió al toreo el relajo necesario para gustarse, en su primero, a la verónica y en un par de muletazos con la mano derecha y dos naturales, largos todos ellos, y esencia del toreo más añejo y hermoso.

Justísimo de fuerza fue ese primero, al que Espartaco entendió a la perfección y se gustó en algunos muletazos sentidos y templados. A paso de palio, tal era su bondad, embestía el torete, y la plaza disfrutó como hacía tiempo con la lección de un torero macerado por el tiempo.

Con verónicas más relajadas recibió al cuarto, más aplomado que el otro, y exprimió su cortísima embestida con la mano derecha a un animal descastado y distraído.

Como es natural, no fue la labor de Espartaco la de un torero en plenitud. No podía serlo después de tantos años disfrutando de la tranquilidad del campo. Las dos orejas que cortó no fueron el justo premio a su labor, sino la expresión de un torrente de afecto y reconocimiento. Y lo de Espartaco fue un extraordinario ejercicio de responsabilidad de un hijo de Sevilla, enorme como torero, al que esta tierra ha recibido y despedido con grandeza.

Salió a hombros del cariño de Sevilla porque toda la corrida fue un emotivo abrazo, que alcanzó su clímax cuando el torero brindó su primer toro a Curro Romero, que recibió otra cerrada ovación, y el segundo, a sus hijos, a su padre, al público y al cielo.

No pudo alcanzar el éxito esperado Manzanares, que volvía como hijo pródigo tras la espantada del año pasado, y fue recibido como si nada hubiera pasado. Su primero era un inválido y su vida se acabó en el primer muletazo. Algo más duró la existencia del otro, al que banderilleó espléndidamente Curro Javier.

En ese segundo toro de Manzanares hizo un vistoso quite por chicuelinas el toricantano Borja Jiménez, que, después, recibió al sexto con meritorias verónicas tras haberse estrellado ante el amodorrado primero, que no le permitió ni un detalle lucido a pesar de su constante porfía.

Brindó al público la muerte del sexto y lo intentó con todas sus fuerzas. Comenzó con un pase cambiado por la espalda y un par de hondas tandas con la derecha que llevaban el sello de la calidad. No pudo refrendar su labor con la izquierda por la falta de vitalidad de su oponente, pero dejó patente que le sobran afición y aptitud para sorprender en el futuro.

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El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Espartaco se marcha del toreo por la Puerta Grande

Se mascaba desde que se abrió de capa para recibir al segundo de la tarde. Espartaco no había venido a pasearse y siendo consciente de las circunstancias de su edad y el escaso tiempo que ha tenido para preparar este compromiso, se dejó el pellejo para no decepcionar al público en la misma plaza que le encumbró cuando las sienes plateadas eran un inmenso flequillo rubio.

El maestro de Espartinas usó su mejor arma: el temple. Una cualidad torera que no necesita el apoyo de la juventud ni la pujanza de las facultades físicas para seguir brotando inalterable. Con ese don, Juan Antonio Ruiz supo torear con pulso de seda al flojo y nobilísimo ejemplar que saltó en segundo lugar, un toro que parecía preparado para despedir con sabor dulce al maestro, que brindó su faena a Curro Romero.

Hubo seda en el toreo a derechas pero el Espartaco más artista apareció cuando se cambió el engaño a la mano izquierda. Surgió el aire de maestro antiguo y las ganas de novillero cuando se tiró a matar de verdad pinchando al primer encuentro. La estocada definitiva puso en sus manos la primera oreja. Para entonces ya se mascaba que podía abrir la ansiada puerta por sexta vez en su carrera.

Pero las cosas no se iban a poner fáciles y el veterano diestro tuvo que sacar la raza que lleva dentro para sortear las dificultades que le planteó el sobrero que saltó en cuarto lugar. Fue un animal que puso dificultades en la lidia, esperó en banderillas y estuvo a punto de prender a Pedro Muriel a la salida de un par de banderillas.

Espartaco brindó esta vez a sus tres hijos y compartió el monterazo –era el último de su vida- con el público que abarrotaba la plaza de la Real Maestranza. Sabía que la papeleta no era fácil y el toro, reservón y sin romper, salía de los embroques con la cara por las nubes. Ahí aparecieron las ganas, pero también la sabiduría de cuarenta años de oficio que acabaron obrando el milagro.

El maestro se metió al toro y al público en el bolsillo y hasta se relajó por completo en las últimas fases de una faena que remató de una estocada que necesitó del refrendo del descabello. Cayó otra oreja y desaparecieron las dudas. A esas alturas ya había corrido por los tendidos el rumor de su salida a hombros de sus compañeros, tal y como ocurrió con Manzanares padre hace casi diez años.

Finalizado el larguísimo espectáculo, su padre y su hijo menor le desprendieron el añadido en los medios de la plaza mientras los toreros saltaban al ruedo para cogerlo a hombros.

Si Manzanares padre fue sacado a hombros en su última tarde vestido de luces en mayo de 2006 en la plaza de la Maestranza, su hijo acudía esta vez al mismo escenario vestido de negro en luto y homenaje a su padre y maestro. Lo hacía después de un año de polémica ausencia de la plaza que más y mejor le ha visto y el público supo reconocer ambas circunstancias con una ovación de gala antes de abrirse de capote.

El alicantino no tuvo suerte con el tercero de la tarde, un animal derrengado que sólo mereció el volapié con el que lo despenó. Tuvo muchas más opciones con el quinto, un toro de feas hechuras al que instrumento una faena estética y compuesta, no siempre reunida, que tuvo ritmo declinante. El toro acabó claudicando y la espada de Manzanares, otra vez al volapié, puso fin a su primer compromiso en Sevilla.

Lejos de ser un convidado de piedra, el toricantano Borja Jiménez sacó la raza, las tablas y sus muchos progresos para cortar una meritísima oreja al toro que cerró plaza con la noche completamente cerrada. Lo había recibido con frescura, variedad y ánimo manejando el capote y lo pasó en una faena firme, asentada y muy ceñida que abrochó con un sincero arrimón cuando el toro acortó distancias.

Con el toro de la ceremonia, que pasó de distraído a soso, apenas pudo justificarse con solvencia después de recibir los trastos del oficio de manos de su amigo y maestro Espartaco, que había encontrado la excusa perfecta para despedirse de la plaza de su tierra en un año que vuelve a contar con demasiadas ausencias en sus carteles.

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El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Espartaco se va en triunfador por la Puerta del Príncipe

Hay una hora para la nostalgia y otra para explicarla. Espartaco volvía a la Maestranza 14 años después. Blanco el pelo como Ortega, suave el temple como Domingo. Como si fueran distintos siendo el mismo guante de seda. Y el tabaco habano del terno como serio testigo del tiempo. El cartel de “no hay billetes” en las taquillas como en aquella década ochentera en que batió todos los récords del Paleto de Borox. Un misil de inteligencia y mando a la cúpula del escalafón.

La Maestranza se puso en pie al hacerse presente el maestro de Espartinas. Cinco Puertas del Príncipe lo contemplaban como símbolos de la Historia, cinco. Y al brindar a Romero, de repente, se agolparon los recuerdos en otro mar de nostalgias. ¡Cuántas resurrecciones, cuántos domingos de primavera! Siempre la espera, soñar incluso lo que no era.

Espartaco le había dado la alternativa a su discípulo calcado: Borja Jiménez. El toro de Juan Pedro de acapachada cara se había rajado sin hacer nada. Y le tocó el turno al maestro, que a sus 52 había echado empaque a las armas que siempre le hicieron triunfador: la templanza, la inteligencia y el fulgor de la conexión. No aparentaba demasiado el toro ni por fuera ni por dentro más que la bondad para construir en su altura el redondo y trazar el natural. Mejor la izquierda volada, ligada y siempre limpia. Como un concepto que no conoce un enganchón. La derecha forzada deshizo el nudo en un pase del desprecio de eterna sonrisa espartaquista. La misma que paseó la oreja justamente conquistada. La espada leal que nunca falló.

Otra fue fiel a su carrera de triunfador irreductible. De seductor de masas haciendo de tripas corazón. Ese corazón que se basó 'for ever' en una técnica bestial por encima de sus limitadas conexiones con el valor. De ahí la grandeza de Espartaco.

Las luces anaranjadas de la Maestranza se encendieron cuando José María Manzanares no se hallaba con el lustroso quinto, robótico y armado de una muleta que es la pantalla del Real Cinema. Notable juampedro entre voces y exagerados espacios (de distancia y ajuste). Mucho tiempo entre series hasta que el toro se aburrió. Hay toros que se rajan y otros que se aburren. Los circulares invertidos cuando ya pretendía las tablas se enredaron con al ineficacia de la espada.

Borja Jiménez consiguió la oreja del mirón e intermitente sexto. Antes de que Juanito y Espartaco padre le cortasen la coleta al maestro. Y se lo llevaron por la Puerta del Príncipe para sumar la sexta. Como un reconocimiento a su fructífera carrera. Pues ya que en su día hubo una sin ninguna, que menos que no hubiera cinco sin seis.

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Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Espartaco corta dos orejas y sale a hombros por la Puerta del Príncipe

De los balcones al tendido. De la calle con cera al ruedo con albero. Del bullicio de la Madrugá al 'No hay billetes' el Domingo de Resurrección en el Templo del Toreo. De la Semana de Pasión a la pasión por el toreo desde tres vértices: la veteranía de Espartaco en retorno y retirada, la madurez de Manzanares con el añadido luto por su padre y la novedad por parte del alternativado Borja Jiménez.

Así transita, con naturalidad, Sevilla: del misterio de la fe al taurino.

Y al descorrerse el velo de este misterio nos encontramos con un Espartaco asolerado al que sacaron a hombros, por la Puerta del Príncipe, varios de sus compañeros tras haber cortado dos orejas -una a cada uno de sus toros- tras haberle cortado la coleta su padre -Antonio Ruiz 'Espartaco'- y su hijo Juan. En tarde de emociones, Borja Jiménez cortó una oreja al sexto y Manzanares se marchó de vacío en un espectáculo que duró tres horas, largo metraje que no pesó en el público.

Espartaco, ante su primer toro, dejó un par de verónicas y una media de altura. Brindó la faena a Curro Romero. Y además de su habitual temple, el espartinero se relajó y muleteó con gracia con la diestra. Con la izquierda dibujó un racimo de bellos naturales pisando los terrenos del toro que fueron deliciosos. Las salida de la cara del toro y varios adornos dieron categoría a una faena de torero maduro, que disfrutó con lo realizado y que fue aplaudido en todo momento por un público que le mostró cariño en todo momento, ya desde que se rompió el paseíllo con una ovación cerrada y de corazón. Pinchazo previo a una estocada y una oreja.

Espartaco brindó a sus dos hijas y su hijo, en el tendido, su segunda faena al sobrero -el titular fue devuelto por inválido-. Resultó un toro complicado, al que calificó de 'ca…' antes de la misma. Este último toro de su carrera, de nombre 'Cacareo', número 137, castaño bragao, de 550 kilos fue un pajarraco que acometió en principio con una colada escalofriante. Pero el maestro, con tesón y raza espartaquista, se fue imponiendo al animal en los tercios. Fueron muy meritorios y aplaudidos todos los muletazos logrados, jugándose el tipo en muchos de ellos. Mató de estocada y dos descabellos para conseguir su segundo trofeo.

Manzanares no tuvo suerte en su lote. Su primero, tras perder numerosas veces las manos, acabó por el suelo y el alicantino no tuvo opción al lucimiento.

El quinto, que acabó rajado, acometió a media altura. Manzanares supo sacar provecho, toreando con suavidad, sin molestarlo, tras haber ganado terreno a la verónica. En la faena jugó muy bien la cintura y acompañó las embestidas, alargando los muletazos, en varias tandas. Tras una estocada, el toro no rodó. Sonó un aviso y el torero precisó de dos descabellos. El balance quedó en una fuerte ovación.

El joven Borja Jiménez, que tomó la alternativa, criado como torero en la casa Espartaco, concretó una labor voluntariosa con el toro de su doctorado, 'Embajador', número 162, negro, de 493 kilos, que brindó a su padre. El astado, noble, resultó flojísimo hasta el punto de que quedó aplomadísimo en la muleta.

El sexto, aunque sin clase, tuvo movilidad. Jiménez toreó bien a la verónica. Con la muleta, en los medios, con valor y arrojo se impuso en una faena que fue muy ovacionada. Mató de estocada corta y descabello para ganar una merecida oreja.

El cierre de la función fue sumamente emotivo. Tras el citado corte de coleta, varios diestros salieron del callejón -Liria, El Tato, Padilla, Salvador Cortés, Esaú Fernández, Lama de Góngora…- lo izaron y sacaron a Espartaco por la Puerta del Príncipe y recorrieron las calles de Sevilla, ya de noche, hasta llevarlo al Hotel Colón, donde se había vestido para este regreso y adiós triunfal.

Toromedia

Espartaco sale a hombros por la Puerta del Príncipe

Tarde llena de emociones la de este Domingo de Resurrección, que concluyó con triunfo de Espartaco y del toricantano Borja Jiménez. El torero de Espartinas logró cortar dos orejas y fue sacado a hombros por sus propios compañeros toreros que estaban en la plaza presenciando la corrida.

La tarde comenzó con una emotiva ovación de bienvenida a Espartaco. La afición de Sevilla, que había abarrotado la plaza -se colgo el cartel de 'no hay billetes'- en esta primera cita de la temporada, reconocía de esta manera la trayectoria de esta gran figura del toreo y su vuelta a esta plaza en una fecha tan especial.

El primero de la tarde estuvo justo de fuerza y fue soso en su forma de embestir, lo que limitó bastante la labor de Borja Jiménez. El joven torero de Espartinas tomó la alternativa de manos de Espartaco y se encontró con poco enemigo al que intentó sacar todo el partido posible con la derecha. Insistió lo suficiente y mató a la segunda. Silencio.

En el sexto, Borja Jiménez se lució con el capote. Comenzó la faena con dos pases cambiados por la espalda y una buena serie con la derecha. El pasodoble acompañó su labor, que fue limpia y ligada hasta que el toro se fue agotando. Cuando esto ocurrió, se pegó un serio y meritorio arrimón antes de concluir de media estocada y descabello. Le fue concedida una oreja pedida con insistencia por el público.

Espartaco captó la atención del público nada más abrirse de capa en su primer toro. Verónicas que despertaron los primeros oles de la tarde. Con la muleta el de Espartinas dejo claro que conserva intacto su temple. Hubo dos series muy buenas con la derecha y naturales de gran temple en una faena en la que no faltó ni sobró nada. Mató al segundo intento y fue premiado con una oreja.

El cuarto fue devuelto por claudicar en el capote y el caballo. Salió un sobrero del mismo hierro al que Espartaco toreó bien con el capote. El toro le sorprendió con una sería colada en el inicio de la faena anunciando su complicación. Pero Espartaco no se acobardó, sino que hizo el esfuerzo y supo meterlo en la muleta, logrando meritorias series con la derecha. La estocada atravesada no fue suficiente y tuvo que descabellar. A pesar de ello logró su segunda oreja, premio merecido por una faena de peso. Al finalizar la corrida, su hijo Juan y su padre Antonio le cortaron la coleta en el ruedo maestrante momentos antes de que todos los toreros que había en la plaza saltaran al ruedo para sacarlo a hombros por la Puerta del Príncipe.

Manzanares también fue recibido con una fuerte ovación antes de la salida de su primer toro. El viento le molestó mucho a en el comienzo de faena. Esto, unido a la debilidad del toro, limitó el lucimiento del torero en este reencuentro con la afición de Sevilla. No pudo haber faena, sólo intentos de mantener al astado de pie.

Al quinto Manzanares le pudo dar algunas verónicas de salida y en la muleta le hizo una faena en la que brilló el toreo diestro en dos series iniciales. La música sonó y todo iba encaminado a triunfo pero el toro se rajó cuando la faena tomaba vuelo. Mató de estocada que no fue suficiente y necesitó de un descabello. Fue ovacionado con fuerza.


©Imágenes: Jesús Morón, Matito, Raúl Caro y Juan Carlos Muñoz.

sevilla_050415.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)