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Real Maestranza de Sevilla

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Miércoles, 7 de mayo de 2014

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Jandilla (1º), Domingo Hernández (2º y 4ª), Garcigrande (3º, 5º y 6º) (bien presentados, de juego desigual).

Diestros:

El Cid. De grana y oro. Estocada caída, descabello (silencio); estocada, descabello (vuelta al ruedo).

Daniel Luque. De catafalco y oro. Pinchazo, estocada tendida (saluds desde el tercio); media estocada (silencio).

Arturo Saldívar. De verde y oro. Media estocada tendida y caída, dos descabellos (silencio); pinchazo hondo, madia estocada caía (silencio)

Incidencias: Daniel Luque sufrió una “herida por asta de toro en cara posterior de muslo derecho que interesa planos superficiales, en una extensión de 4-5 cm. Se hace lavado de herida y sutura de la misma bajo anestesia local. Pronóstico leve. Continúa la lidia”.

Subalterno que destacaron: saludó el banderillero Abrahan Neiro, de la cuadrilla de Daniel Luque, en el segundo. El picador Juan Bernal, de la cuadrilla de El Cid, en el 4º.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: soleado, caluroso.

Entrada: media plaza.

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Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Tampoco hoy remontó la Feria. Ni de público ni de ambiente, ni de ganado, ni, obviamente, de resultados. La de Garcigrande –cinco de catorce que vinieron- estaba bien presentada. Pero yo creo que los que estaban en el campo para Juli y Morante no vinieron. Igual que ayer no vinieron los reseñados de Daniel Ruiz, que digo yo que los tendrán por allí guardados. No sirvieron, en cualquier caso, ni el Jandilla que abrió el festejo ni los Garcigrande que le siguieron. Estuvo cerca del triunfo El Cid con un mansísimo cuarto al que hizo faena de mérito, que no rubricó con el acero. Petición no mayoritaria, las cosas como son, y vuelta justa, no por su cuenta como dice alguno. Luque salió a lo suyo, pero se llevó una voltereta con puntazo, que le hizo darse cuenta de que si apretaba tenía el triunfo. Y lo hizo con arrimón final que hubiera valido oreja si no pincha. Salió de la enfermería en el quinto, pero ahí no pudo hacer mucho. Saldívar quedó inédito en sus dos toros, tal vez no acomodado al toro español, en este caso no facilón sino más complejo que el de allá. Bien Abraham Neiro con los palos y algunos derribos e incidentes espectaculares de picadores que no pasaron a mayores. Y mañana estamos a mitad de farolillos. Cada vez queda menos y la cuesta es más dura.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: La vuelta de El Cid. Manuel Jesús “El Cid” protagonizó lo más destacado esta tarde en la Maestranza. El de Salteras ha hecho un gran esfuerzo con el cuarto, un manso pero noble y repetidor astado de Garcigrande. El Cid batalló con él, toreándolo entre las rayas de picar y aprovechando el buen pitón derecho del animal. Faena meritoria y notable del diestro, que consiguió animar al público. Tras la estocada y un descabello aparecieron los pañuelos, aunque no fueron suficientes y se tuvo que conformar Manuel Jesús con dar una vuelta al ruedo. Daniel Luque recibió un puntazo del segundo, justo cuando el trasteo había llegado a su punto álgido. El matador de Gerena tropezó en la cara del toro y el animal hizo por él. Tras este incidente el toro se apagó, pero antes había dejado buenos muletazos a media altura con la diestra. El mexicano Arturo Saldívar dejó muestras de su valentía y firmeza frente al tercero, con el que se pegó un gran arrimón

Lo peor: ¿Y el aficionado de siempre? A estas alturas es ya sabido por todos que estamos viviendo una Feria atípica en todos los aspectos. Pero si hay algo que siempre ha caracterizado a la afición de Sevilla es por el inmenso respeto hacia los que se juegan la vida tarde tras tarde en el ruedo. No estamos en Madrid, ni tenemos “un tendido del 7”, para que cada cinco minutos se grite y se proteste, en muchas ocasiones sin motivos aparente. ¿Dónde está el silencio maestrante? Tampoco es de recibo que cuando esté un torero intentando entrar a matar empieza la desbanda de los tendidos. Esto no nos gusta en Sevilla.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. La resaca del naufragio

El día comenzó cuesta arriba. El personal andaba pendiente de las redes sociales y de esos amiguetes que presumen estar bien informados de lo que se cuece entre las tapias de los corrales baratilleros. Pasaron las doce y la una y aún no se había sorteado. El estadillo oficial del orden de lidia seguía sin ser remitido a los medios y la comidilla tuitera se iba caldeando a la vez que se conocían los primeros datos. La noche anterior ya había sido público y notorio el viaje de vuelta de los primeros siete toros rechazados.

El terreno estaba abonado: el naufragio oceánico de antes de ayer había contruibuido a envenenar el asunto por completo. Parece ser que tuvieron que llevar y traer hasta diecisiete ejemplares de Garcigrande y Domingo Hernández para aprobar los cinco que saltaron al ruedo. Jandilla remendó el envío y también enchiqueró los dos sobreros preceptivos. El festejo -que tampoco despertaba ilusiones previas- estaba salvado aunque no eran pocos, desgraciadamente, los aficionados que estaban pendientes de los avatares del reconocimiento para devolver sus localidades. Ese clima explica el ambiente que se vivió en la plaza en un festejo que volvió a pesar como una losa. El calor sofocante no ayudó y la desconocida geografía humana que puebla ahora los tendidos -que apenas rozaron la mitad de su aforo- contribuyeron a convertir la octava de abono en una nueva sesión de aburrimiento espeso salvado intermitentemente por algún pasaje feliz que no logró revocar el aire viciado que se está respirando estos días, del que desconocemos su definitivo alcance.

La gente se había impacientado con El Cid, que no se creyó nunca a sí mismo con el buen toro de Jandilla que inauguró la tarde. Sin estar sobrado de fuerza sí atesoró la calidad necesaria y suficiente para que el diestro de Salteras hubiera hecho un auténtico esfuerzo más allá de la faena de circunstancias -que no pasó de corrección y buenos modos- que no llegó a apurar, ni de lejos, las definitivas posibilidades de ese animal que tuvo viajes algo más cortos por el lado izquierdo. El Cid desistió pronto sin lograr estructurar su trasteo y se fue a por la espada para despenarlo de una buena estocada que necesitó el refrendo del descabello.

Las tornas iban a cambiar, sin desatar grandes clamores, con la salida del cuarto, un ejemplar grandullón, hondo y voluminoso marcado con el hierro de Domingo Hernández. El toro se frenó en los capotes antes de mostrar su fortaleza levantando como una pluma el caballo de Juan Bernal, que se agarró arriba y en maestro. El toro se enceló en el peto pero anunció buenas cosas en la lidia a pesar de la inoperancia de los banderilleros de tanda. En esos momentos -no falla- El Cid sabía ya que podía tener el toro de la tarde en sus manos y esta vez sí se esforzó con sinceridad después de comprobar que metía la cara con vibración, importancia y emotividad en la muleta. También pudo certificar desde esos primeros muletazos que el toro andaba loco por rajarse. Si hubiera aguantado algo más ese ramalazo de mansedumbre habría sido de lío pero, en cualquier caso y esta vez, El Cid se convenció a sí mismo de que podía triunfar con él. Y lo tuvo cerca. Toro y torero mantuvieron la emotividad del trasteo aunque faltó algún ingrediente desconocido para que su labor terminara de calar por completo en los tendidos. A la estocada le siguió un golpe de descabello y la petición de oreja no acabó de cuajar con intensidad aunque no le impidió dar una vuelta al ruedo en espera de retornar a la plaza dela Maestranza por San Miguel.

Luque también logró captar la atención intermitentemente. Lo hizo gracias a la faena instrumentada al segundo de la tarde, un serio castaño algo blandito de los cuartos traseros que fue tomado como chivo expiatorio para rebotar las iras y los gritos de los chavos del ocho. Es verdad que andaba corto de pilas pero tampoco hacía cosas feas. Trabó la mano del caballo y a punto estuvo de derribar a Juan Francisco Peña que luego le recetó un gran puyazo -sobrio y medido- a pesar del incesante murmullo de protestas. Abraham Neiro no quiso ser menos y logró gustar y gustarse en un brillante segundo tercio que culminó desmonterado. Luque se apercibió del buen fondo de su enemigo y se empleó en una larga faena administrada a media altura en un inicio aunque sobró algún tirón innecesario que echó por el suelo al animal. Poco a poco, fue acortando las distancias y entendiéndose definitivamente con el toro. La gente también fue entrando en situación a la vez que mejoraba el trazo de los muletazos y se escenificaba un arrimón que pudo costarle caro. El torero perdió pie en un molinete y cayó delante del bicho, que le largó una cornadita que necesitó algunos puntos en la enfermería. En cualquier caso, había logrado agradar pero la espada entró al segundo viaje y hubo que tirar del hierro de cruceta. Con el quinto, que no pasó de soso y manejable no se dio tanta coba. Viendo la escasa calidad de sus embestidas lo despenó pronto y bien.

Nos quedamos con las ganas de ver a Saldívar con mejor material para calibrar sus auténticas posibilidades. El diestro mexicano tiene valor y no está exento de calidad pero no pudo redondear su labor con el tercero de la tarde, un toro que iba y venía distrayéndose en todos los embroques. Saldívar se anotó algunos muletazos bien hechos y dichos en el inicio de su firme faena que enseñó su mejor momento en una serie diestra, resuelta con imaginación y dejándose pasar el toro por la espalda. El medio espadazo tendido no aportó demasiado; tampoco aportaría el comportamiento del sexto, de más a muy menos, progresivamente desentendido de la pelea y con ganas ciertas de rajarse. A esa hora todo se había consumado. Esta tarde hay más. Veremos…

La Razón

Por Patricia Navarro. Tibia vuelta de El Cid en la tarde de la discordia

A un paso estuvo Justo Hernández de traerse la ganadería a cuestas para lidiar en Sevilla. 14 toros viajaron de Salamanca a la Maestranza y tan sólo uno había pasado el corte la noche anterior. La polémica estaba servida en una feria que arde de por sí, y no por los éxitos. Después de la criba lograron reunir a cinco de la divisa entre los dos hierros, Garcigrande y Domingo Hernández, y un remiendo de Jandilla, que abrió boca con nobleza y calidad, como para despertar los ánimos de una plaza. La corrida fue fea y desigual, un sindiós, pero embistieron toros para estar hablando a estas alturas de que en el ruedo de la Maestranza pasan cosas. Ocurrió que el jandilla que remendó la tarde de la discordia sacó nobleza y claridad de ideas y ocurrió también y al mismo tiempo que su matador, Manuel Jesús El Cid le hizo una labor liviana, barnizada por las prisas que no tenía el toro. Y así, transcurrió todo ligero, decorado, compuesto pero vacío. Y nada hubo después que pudiéramos rescatar y el toro, qué demonios, había servido. El cuarto tenía los pitones negros, qué mal fario, pero nada más lejos de la realidad. Esperó a la cuadrilla, cinqueño el animal, reposado de conducta en ese tercio, aunque se olvidó de todo cuando llegó la hora de la verdad. Camino de tablas, queriendo irse, acudió al engaño de El Cid con una alegría y una transmisión tremendas. Se abría en los vuelos de la muleta, pasaba largo, conectando… El sevillano se lo llevó a tablas y ahí despachó rápido, una tanda detrás de otra. A pleno rendimiento la fábrica, en línea, una estocada, un descabello y una vuelta. Fallan las cuentas. El toro lo tenía dentro. Y se lo llevó.

Abraham Neiro se desmonteró con el segundo. Tenía el toro las fuerzas contenidas y mucha calidad en la embestida. Le tocó a Daniel Luque y la faena pasó por varias fases, buscando el acople, intermitencias en el pulso, en una de esas, le arrolló con los cuartos traseros y se quedó a merced lo que le provocaría un puntazo en el glúteo. Salió de ahí para la guerra de los circulares y el remate. El quinto tuvo media arrancada, no más. No era gran toro ni el peor. Luque lo enseñó pero no sumó nada. Más a la espera que en busca del triunfo.

Saldívar anduvo valiente con el tercero, basto y sin entrega, y se amontonó con un manejable sexto. Muchos pases y poco en claro. No arranca la feria. ¿A quién miramos? Hay muchas lecturas y una muy clara. A día de hoy, el plan b no está funcionando. Y no se trata sólo de la ausencia de figuras.

La Razón

Por Andrés Muriel. Feriando que es gerundio

A las 13:42 de la tarde llegó vía teléfono móvil el “cable” de la Delegación de la Junta anunciando que cinco toros de “Garcigrande-Domingo Hernández” habían pasado el corte del reconocimiento. Noticia salvífica para la empresa de la plaza de Sevilla, que evitó en el descuento enfrentarse a una enmienda ganadera a la totalidad y a la consiguiente cruenta devolución de entradas. Así que la corrida ya empezó con el remendón del baile de corrales, por donde pasaron en 24 horas 22 toros del ganadero Justo Hernández. Lo que mal empieza no tiene por qué acabar mal, por mucho que haya empapado el refrán. No fue el encierro de Garcigrande, zurcido con un primer toro de Jandilla, la causa principal del magro resultado artístico de ayer en La Maestranza. Ni fue el baile de corrales lo que provocó que otra vez la plaza se quedara a la mitad.

Leerán hoy a los “destroyer” del negro negrísimo decir que si el baño de mansedumbre, que si el toro aquel hacía esto y el de más acá miraba así. Bien. A riesgo de lapidación en plaza pública diré que fue una corrida difícil, con teclas, pero interesante, que se movió, y con varios toros que debieron irse con una o hasta dos orejas pasadas a cuchillo.

El Cid, rey de la potra y antiguo rey de la zocata, se llevó el lote. Su primero tenía el premio en el pitó derecho. El cuarto fue el mejor toro de la corrida. Mansurrón, en fuga expeditiva hacia los terrenos de sol, pero el mansurrón que dice a planear y a hacer la avioneta y aquí te quiero ver. ¡Cuántas faenas antológicas en la historia del torero con mansos de estas trazas! A El Cid le presento mis respetos, que suyas son y nadie le ha regalado sus cuatro Puertas del Príncipe en Sevilla, su zurda de platino que enamoró a España, y a mí el primero, y sus antológicos “tour de force” con los victorinos. Pero es que El Cid campea ahora de otra forma. Sobra en El Cid velocidad, sobre todo velocidad, extravío y violencia, y hace falta más aplomo, más cadencia y más apuesta.

Puestos a contar lo que sobra, sobró también la media vuelta al ruedo. Que tuvo mérito que El Cid consiguiera con acierto taparle la salida al buen manso fugitivo, y que persiguiera el oro de la embestida hasta las estribaciones de la solanera. Pero si había carne para mejor puchero, el primero que debe darse cuenta de eso es una figura del toreo. Con esto, y diciendo que Luque y Saldívar pasaron con más pena que gloria, en paz. Feriando, que es gerundio.

El País

Por Antonio Lorca. El aburrimiento puede matar

No es fácil que un boxeador noqueado se recupere y llegue a levantar los brazos en señal de triunfo. La Maestranza cerró sus puertas el martes hundida sobre la lona, con los pajaritos y las estrellitas revoloteando sobre su cabeza. Ayer volvió sobre sí misma, después de veinticuatro horas recibiendo cuidados intensivos en un rincón, pero no hay visos de que pueda ganar la dificultosa pelea en la que se ha convertido esta Feria de Abril de 2014.

De momento, los problemas comenzaron en los corrales. Hasta catorce toros de Garcigrande reconocieron los veterinarios para elegir cinco de feas hechuras y de muy escaso trapío. Si a estas alturas de la película un criador de postín no sabe el tipo de toro que debe traer a Sevilla, una de dos: o es un pésimo ganadero o no le tiene respeto alguno a esta plaza. Cualquiera sabe…

Comenzó una nueva corrida, una nueva terna, pero el mismo mal fario del primer día. He aquí materia de estudio: cómo un cuerpo humano es capaz de aguantar casi dos horas y media de aburrimiento profundo, cuando no enfado y dolor en lo más íntimo, y no morir en el intento. Y aún peor: recuperado el aliento, creer, ingenuamente, que mañana será posible el milagro.

La corrida no tuvo clase alguna. Algunos toros cumplieron en los caballos, y el sexto apretó en el peto, pero toda ella se paró en banderillas y llegó al tercio final con movilidad perruna, con medio recorrido, fijeza a medias y sosería a borbotones.

Así fue toda, menos el lote que le tocó a Manuel Jesús El Cid. Su primero, que era el remiendo de Jandilla, se movió en la muleta con codicia y nobleza el tiempo suficiente para cortarle las orejas, Pero Manuel Jesús venía a dar pases y no a torear, y dio una manta de derechazos que a estas alturas se cuentan por cientos. Y todo ello, acelerado, despegado, fuera de cacho, sin gusto ni gracia. Si es verdad que cuando el torero torea, manda, El Cid no mandó nada. Se limitó a dar pases y olvidó que la torería es cosa muy distinta.

Pero es que al rajado cuarto consiguió encelarlo en la muleta para ofrecer otra lección de cómo las prisas no son buenas, y lo toreó de manera vulgar y destemplada. Esta vez dio la vuelta al ruedo tras una leve petición. ¡No es eso, no es eso, torero, y mucho menos en quien ha sido catedrático por todos reconocido!

Daniel Luque y Arturo Saldívar dieron todo lo que llevan dentro, y supo a poco, bien es verdad, también, por la escasa colaboración de sus oponentes.

Luque es valeroso y suple con gallardía los defectos de los toros. Su primero, que era carne fofa y cadavérica, pura basura, le permitió dar muchos trapazos insufribles, y a punto estuvo de proporcionarle un disgusto, pues el torero se hizo un lío con la muleta, cayó en la cara del toro y recibió un puntazo superficial en el muslo derecho. Afanoso, como siempre, volvió a mostrarse en el quinto, otro bodrio.

Y Saldívar pasó por Sevilla como vino; es decir, que no ha dejado recado alguno. Bueno, es valiente, pero también un consumado pegapases con lo joven que es. Se quedó quieto ante su primero, un animal muy descastado, y no dijo nada. En el sexto, estuvo a punto de matar de aburrimiento al respetable en su totalidad. Eran ya las nueve menos cuarto de la noche, mientras Arturo Saldívar seguía dando pases insulsos y las asistencias no daban abasto para repartir oxígeno entre los moribundos espectadores. ¡Un horror…!

Por cierto, la Maestranza sigue con la mirada perdida y las posibilidades de que se recupere son remotas. La pelea está siendo muy dura y los ánimos están muy abandonados. Quedan cuatro corridas y la imperiosa necesidad de que suceda algo que permita recuperar el alicaído espíritu. Lo de este año es insoportable. Ayer, otra vez ladrillos vistos en los tendidos; una ofensa para esta histórica plaza.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La gran derrota de todos

Se está produciendo en esta Feria de Abril en mayo una de las mayores derrotas de la historia del toreo, una derrota de todos, olvídense ya de los bandos, de consecuencias inimaginables. La pésima gestión de la crisis de empresarios y figuras, figuras y empresarios, Pagés y el comando G del comandante Morante, ya ha superado con mucho el tramo de no haber envuelto el polvorón con algunos nombres para entrar de plano en el nivel del absoluto abandono. La afirmación de que algunos toreros iban a tener la ocasión de matar las corridas que matan las figuras se ha desprendido de la bata de la verborrea para quedar desnuda una mentira con las piernas muy cortas. Y para colmo de males se está confirmando una sospecha que venía de largo: el equipo de campo de Canorea y Valencia es de una ineptitud sólo comparable a la de sus jefes.

Es cierto que la ganadería de Domingo Hernández y Garcigrande se la pelean en la élite a codazos y que El Juli siempre se lleva el balón como los niños en el colegio. Como no menos verdad es que con las figuras no se hubiera desembarcado una corrida con las hechuras, el tipo y el sello, sobre todo el sello, yo me entiendo, de la de ayer. Y ya puestos tampoco se desencamina de la certeza que a Julián López el cuarto toro no se le va ni con alas.

Un hermoso, extenso y guapo cinqueño de Domingo Hernández que se enceló en el caballo y que embistió encastado y por abajo a la muleta en los medios de entonces. El Cid toreó allí con largura y vibración, pero a la salida de las emotivas series se lo dejaba ir (para respirar) en lugar de retenerlo o bascularlo hacia los terrenos que la Puerta del Príncipe ensombrece pronto. Claro, que habría mayor exposición… En la querencia de sol, cerca de chiqueros, donde quiso 'Raspocino' embestir, Cid siguió la faena, que el verbo torear se aproximaba más a lo que había hecho antes. En lo de Hernández se da mucho esto de quererse seguir con cuerda otro rato largo una vez marcada la querencia. Y en el Cid también se da no poco lo suyo: uno para allá y otro para acá y muchos pases del desprecio mirando al tendido de ladrillos vistos. Le pidieron una oreja con la fuerza de una gaseosa abierta de varios días. Tal y como fue la vuelta al ruedo. Toro para haber apretado y apostado de verdad.

En el anterior de su lote, un serio primer toro castaño de Jandilla, también cinqueño, Cid toreó más centrado cuando lo enganchó por delante y se dejó de desmayos para que pasara a su aire. Porque el jandilla tuvo, sin excelencias, un buen pitón derecho. Pero le faltó final. Y al Cid todo lo demás.

A D.H. también representó un toro larguísimo y altón de inexpresiva cara y 590 kilos. Pecó de blandear mucho en su noble condición. El estilo sin estilo de Daniel Luque no ayudó precisamente: cada muletazo surgía diferente. En altura, toque, trazo, velocidad y tacto. ¡Ay, el divino secreto del temple! Cuando el que perdió la vertical fue el torero, al ser barrido por la culata, el garcigrande no le caló de milagro. Prácticamente lo empujó. La ovación que finalmente saludó en el tercio -cualquier momento de emoción se agradece- no se repitió con un quinto, feo como pocos de la camada Garcigrande, que constantemente se frenó apoyado en las manos.

No mucho más bonito aparentaba un tercero badanudo, y tocado arriba del descarado pitón izquierdo, que topaba amoruchado y brusco al palilllo de la muleta de Arturo Saldívar. Firme faena que en una serie diestra y resuelta con una espaldina espabiló la típica indiferencia de este público cuando no conoce. Y sin conocer de verdad se quedó con un cuajado sexto que se defendió agarrado al piso para confirmar la enésima y gran derrota de todos: la devastación que se cierne como el reinado de Mordor sobre la Tierra Media de la torería. Un largo tiempo de oscuridad se presiente.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amorós. Tras la tempestad, calma chicha

La corrida del martes dejó amargo sabor de boca y no sólo por la cornada de David Galván sino por unos toros verdaderamente lamentables. Con esa resaca acudimos hoy a la Plaza. La gente que viene de la Feria, sofocada de calor, no se emociona pero tampoco coge grandes berrinches. Solamente El Cid roza un trofeo, no concedido. Daniel Luque muestra detalles de calidad pero no remata. El mexicano Arturo Saldívar sólo aporta voluntad.

Hablemos de los toros de Garcigrande-Domingo Hernández, previstos para esta tarde. En el segundo reconocimiento, de catorce toros, se han rechazado nueve: dos, «por falta de conformación»; dos, «por pitones escobillados»; cuatro, «por falta de conformación zootécnica» (se entiende: trapío); uno, «por cornicorto». Lo han podido leer los aficionados en el acta oficial, a la que deberían atender más los aficionados, que está expuesta a los dos lados de la Puerta del Príncipe.

¿Qué opina de todo esto el lector? Resulta que dos de las ganaderías más importantes, más amplias y que son de las preferidas por los «cinco magníficos», han sido incapaces de traer seis toros dignos de la Maestranza, a comienzo de temporada. Las preguntas se imponen: ¿no tienen esos toros o no los traen, en principio? ¿Quién los ha elegido, un veedor de la Empresa o el de alguno de los toreros que, finalmente, no han venido? ¿No se preveía que no iban a ser aprobados o los traían «por si cuelan»? ¿Eran estos toros los mismos que estaban reseñados, para algunas figuras, o el ganadero ha mandado otros, al no venir esos diestros? Éste es el rumor que está corriendo ahora por los mentideros sevillanos. Convendría saberlo.

Los toros de Garcigrande, justos de fuerzas, se han movido, han dado un juego aceptable; podrían haber sido aprovechados mejor.

El primero, de Jandilla, espera en banderillas, flaquea pero se mueve, con casta. Poco a poco, El Cid se va centrando. Alternan los momentos de clase con otros, de cierta inseguridad. Por la izquierda no se confía y el presunto éxito se viene abajo. Mata con facilidad.

El cuarto levanta largo rato al caballo: aguanta bien el picador Juan Bernal. Pone en apuros a los banderilleros. El Cid hace el esfuerzo, se pelea con él, la baja la mano, lo somete. Aunque el toro se raja a tablas, la porfía tiene emoción. Suena la música por única vez en la tarde. Mata bien: la petición es insuficiente pero da la vuelta al ruedo. Luque sufre un puntazo

El segundo es noble, va largo pero tiene escasa fuerza. Saluda Abraham Neiro en banderillas, que clava con firmeza. David Luque muestra sus cualidades en buenos muletazos, deslucidos porque el toro flaquea varias veces. Cuidándolo, a media altura, logra los mejores momentos. Muy en corto, consigue ligar. Al final, se cae en la cara del toro y sufre un puntazo leve en la nalga. Mata regular. Ha estado bien pero… A la faena le ha faltado unidad.

El quinto empuja bien al caballo, vuelve rápido. Cuando Luque le baja la mano, va al suelo. El trasteo es aceptable pero no logra transmitir emoción. Mata sin estrecharse.

Se recibe con simpatía al mexicano Arturo Saldívar, que ha hecho buena temporada en su tierra. En el tercero, encastado, se muestra tranquilo, valiente, aguanta tornillazos y parones pero también sufre desarmes y le tropieza las telas. Al final, le coge el aire en una serie limpia. Concluye con un arrimón.

En el último, con la tarde ya vencida, realiza un trasteo voluntarioso, con muchos muletazos que apenas dejan huella.

La afición no sale de la Plaza mesándose los cabellos de desesperación, como el día anterior, pero sí apagada, aburrida: calma chicha. Una tarde de toros tampoco debe ser eso.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/>Por Fernando Carrasco. El Cid, contra viento y marea da la única vuelta de la tarde

Una vuelta al ruedo para Manuel Jesús «El Cid» fue el resultado más destacado del noveno festejo del abono sevillano. Una faena de poder a un manso, el cuarto, que embistió por el pitón derecho hizo que el público saliese de su aletargamiento.

Antes dejó una buena tarjeta de visita el mexicano Arturo Saldívar, que se la jugo sin cuento ante el violento tercero. Mientras, Daniel Luque resultó herido con un puntazo de unos cinco centímetros al ser tropezado por el toro y caer al albero, donde le cazó el astado. Pasó a la enfermería pero salió a matar el quinto.

La corrida de Domingo Hernández y Garcigrande, de la que se reconocieron 14 toros y se rechazaron nueve, que se escribe pronto, se remendó con un astado, el primero, de Jandilla, que repitió por el pitón derecho sobre todo.

El Cid le plantó faena al jandilla por ese pitón precisamente, en cuatro series en las que faltó algo de reposo. Animoso el torero, vio que por el izquierdo se le quedaba más corto. Debió centrarse y acoplarse más. Bien con la espada.

El cuarto, de Domingo Hernández, fue un toro que metió muy bien la cara por el pitón derecho y que repitió, si bien era manso y buscaba las tablas y huir de la pelea. Gran tercio de varas de Juan Bernal y faena de poder, de someter a su enemigo de El Cid, bajando mucho la mano y tirando de su enemigo.

Siempre le puso la muleta en la cara para que no se marchase y, ya en los terrenos del diez, se hizo con las embestidas del animal. Las series contuvieron emoción y Manuel Jesús estuvo firme siempre. La estocada quedó algo desprendida. Necesitó el descabello y eso diluyó la concesión de oreja.

Daniel Luque se las vio con uno de Domingo Hernández grandón y feo de hechuras, de 590 kilos. Un toro que perdió las manos en varias ocasiones y al que no se le podía obligar. El de Gerena, a media altura, consiguió muletazos meritorios para buscar las cercanías.

Lo hizo pasar muy en corto y en uno de los molinetes por el izquierdo el toro le tropezó, perdiendo pie y cayendo al piso de plaza donde el astado hizo por él. Le dio un puntazo pero siguió toreando hasta matarlo.

Salió a matar el quinto, un astado que se acostó mucho en cada muletazo y que se revolvía pronto. No dudó el sevillano, que estuvo firme en una faena que tuvo más mérito del que llegó a los tendidos.

Sorprendió Arturo Saldívar ante su primero, un toro que llevó la cara alta y luego se desplazó violentamente. Muy firme el torero, pisando terrenos comprometidos y vaciando las embestidas. Una faena a más, sin alharacas pero con poso. Ha acabado metido entre los pitones y se ha entregado de verdad. Pena la espada.

El sexto sólo ha tenido medios muletazos y no ha acabado de romper. Lo ha intentado Saldívar pero sólo ha podido mostrar voluntad.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. El Cid, única vuelta al ruedo

Después del petardo monumental del día anterior, la corrida de del miércoles transcurrió sin sobresaltos en todos los sentidos, incluido el artístico, en el que tampoco se pudieron saborear grandes cosas. Un festejo en el que El Cid dio la única vuelta al ruedo, mientras sus compañeros Daniel Luque y Arturo Saldívar se marchaban de vacío.

Tarde bochornosa con una Maestranza cubierta en sus tres cuartas partes, aproximadamente.

El Cid logró lo mejor ante el encastado cuarto, un ejemplar que romaneó a la cabalgadura de Juan Bernal, quien picó muy bien. Gran pelea del astado y nobleza en la muleta. El Cid consiguió un par de tandas entonadas y una buena con la diestra. Sonó la música, y con el toro ya rajado, junto a un tendido de sol, el saltereño aprovechó las querencias del animal en una labor bullidora con la muleta. Mató de estocada y descabello y El Cid, tras sopesarlo, se decidió a dar una vuelta al ruedo tras una petición minoritaria de oreja.

Con su anterior ejemplar, de Jandilla, realizó una labor con altibajos ante un toro sin poder, pero que cabeceaba y se metía por el pitón izquierdo; siendo potable por el derecho.

Daniel Luque se las vio en primer lugar con un animal sin poder ni recorrido, protestado por el público. El gerenense realizó una labor porfiona y consiguió meter al personal en la faena cuando, en el epílogo, se dio un arrimón, con un susto de por medio, al arrollar el toro al torero, propinándole un pitonazo en la parte posterior del muslo derecho. Tras ser ovacionado, el sevillano pasó a la enfermería, donde fue intervenido con anestesia local.

Luque salió a enfrentarse a su segundo oponente, un ejemplar altote, reservón, con el que mantuvo un trasteo desigual y porfión.

Arturo Saldívar no dejó una buena impresión en conjunto. En su primero, bajo y astifino, que embistió con la cara alta, se mostró valiente, con una apertura de plantas asentadas. Logró una buena serie con la diestra, intercalada con un fallero improvisado, salvando una cornada. Pero el resto, no cobró vuelo y tampoco estuvo acertado con los aceros.

Con el noble sexto, un animal bajo y con nobleza, Saldívar no se acopló.

El espectáculo, huérfano de buen toreo con el capote, tuvo escasa historia en lo artístico y el nombre de El Cid, único espada que consiguió dar una vuelta al ruedo.

Toromedia

El Cid da una vuelta al ruedo

El primero de la tarde, de Jandilla, se prestó poco para el toreo de capa. El Cid lució más en el quite y Luque entró en su turno dejando gaoneras muy apretadas. La faena la empezó sin probaturas, logrando una buena primera serie. La segunda también fue ligada y con la tercera subió el tono de la faena. Fue lo mejor del trasteo. Por el izquierdo embistió con más brusquedad y problemas el de Jandilla y tuvo que desistir. Mató de estocada y descabello. Silencio.

Ninguna entrega en los primeros tercios tuvo el cuarto. En la muleta embistió bien en la primera serie, aunque al finalizar hizo amago de rajarse. En la siguiente, El Cid logró recoger la embestida del toro y sujetarla en una serie muy buena con la derecha. A partir de ese momento tuvo que buscar siempre al manso toro, pero logró meterlo y torearlo muy bien por la derecha. Fue una faena de mucho mérito con momentos de calidad que remató con buenos muletazos por bajo. Mató de estocada y el toro tardó en caer. Tuvo que descabellar. Vuelta tras petición.

El segundo de la tarde derribó al caballo de picar y en banderillas se lució Abraham Neiro, que saludó montera en mano. El toro fue protestado por falta de fuerza y Daniel Luque lo intentó por ambos pitones, haciendo lo mejor al natural y cuando ligó pases por alto con otros de pecho sin inmutarse, sufriendo una voltereta. Terminó con circulares con mérito. Pinchó. Ovación.

Luque lo intentó con el capote en el quinto, logrando algunos lances estimables. Brindó al público y en la muleta se encontró con un toro soso al que fue metiendo por el pitón derecho, pero sin lograr caldear el ambiente debido a la condición de su enemigo. Por el izquierdo fue peor. Mató de media. Silencio.

El tercero no humilló nada en los primeros tercios y en la muleta de Arturo Saldivar repitió, logrando el mexicano algunos muletazos por el pitón derecho más que estimables. Al natural el toro se vino más abajo y volvió a la derecha consiguiendo la mejor tanda que hizo reaccionar al público. La pena es que no tuvo continuidad. Pisó terreno de cercanía en el final de la faena y fue silenciado.

Saldívar corrió bien la mano en el sexto por el lado derecho, pero sin llegar al público. También lo intentó al natural, por donde el toro le avisó dos veces después de dibujar naturales de buen trazo y nula emoción. Insistió sin mucho sentido. Mató de media. Silencio.

Firmas

Por Gastón Ramírez Cuevas. Pepe Moros se ha vuelto obsoleto

José de la Loma, cuyo nom de plume fue Don Modesto, dejó para la posteridad al simpático pesimista Pepe Moros, ese personaje quizá ficticio que decía aquello de: “Cuando hay toros no hay toreros, y cuando hay toreros no hay toros.”

Ese aforismo fue un axioma hasta hace poco. Desgraciadamente, en La Maestranza ni hay toreros ni tampoco hay toros con alarmante frecuencia. De esta manera Pepe Moros y su frase célebre pronto no serán más que un nostálgico recuerdo en la mente de los viejos aficionados. El panorama está como para preguntarse lo siguiente: Si no hay toros y tampoco toreros ¿qué diablos hace uno en la plaza? No sé, está comprobado que el aficionado es un ser masoquista por naturaleza.

Ayer El Cid tuvo la oportunidad de lucir en serio con un bicho mansito y colaborador, el cuarto de la tarde. Pero el de Salteras ya no está ni para grandes hazañas ni para nada. Nunca se ajustó, toreó al público, gritó, nunca le puso calidad al asunto, etc. Pero eso sí ¡se dio una vuelta al ruedo por cuenta propia! Daniel Luque ha dado una cátedra de mal torear. Hizo muy poco excepto pegar medios muletazos y aburrir al respetable. Al muchacho de Gerena pueden aplicársele con acierto los adjetivos zaragatero, trapacero y birlongo.

Arturo Saldívar no demostró ambición ni claridad de ideas. Parecía como si tuviera siete mil contratos en España y no le interesase entregarse cada tarde. Una decepción más proveniente de ese extraño país en el que Morante sí torea a menudo y es abroncado con pasmosa regularidad. ¡Y pensar que uno anduvo por ahí recomendando al paisano, diciendo que le sobraba corazón y que se comía el mundo a puños!

En disculpa de la terna, especialmente de Luque y del mexicano, podríamos decir que el abigarrado encierro no ofreció posibilidades de triunfo porque no hubo un solo toro bravo, pero en realidad eso equivaldría a perdonarle a los coletas su abulia y desinterés. Mas no nos dejemos llevar por el ultra-pesimismo y el catastrofismo de salón, la tarde sí que tuvo dos cosas buenas: duró poco y no hizo demasiado calor.


Sevilla Temporada 2014.

sevilla_070514.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:26 (editor externo)