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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Jueves, 11 de abril de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Cuadri (bien presentados, de escaso recorrido. El 4º fue devuelto por partirse un pitón al derrotar contra el burladero).

Diestros:

Antonio Ferrera. Estocada trasera, aviso, descabello (saludos desde el tercio); estocada tendida y atravesada, aviso, descabello (saludos desde el tercio).

Leandro. Dos pinchazos, tres descabellos, aviso, dos descabellos (silencio); pinchazo, aviso, tres pinchazos, estocada baja (silencio).

Eduardo Gallo. Pinchazo, estocada (saludos desde el tercio); dos pinchazos, media estocada tendida (silencio).

Banderillero que saludó: Domingo Siro, de la cuadrilla de Eduardo Gallo, en el 3º.

Presidente: Fernando Férnandez-Figueroa.

Tiempo: nueblado, fresco.

Entrada: más de media plaza.

Crónicas de la prensa: El Correo de Andalucóa, La Razón, El Mundo, El País, Diario de Sevilla, Toromedia, EFE. Firmas.

<iframe src="http://player.vimeo.com/video/63853755?color=ff9933" width="384" height="241" frameborder="0" webkitAllowFullScreen mozallowfullscreen allowFullScreen></iframe> <p><a href="http://vimeo.com/63853755">Resumen 3º de abono. Antonio Ferrera, Leandro y Eduardo Gallo</a> from <a href="http://vimeo.com/maestranzapages">Maestranza Pag&eacute;s</a> on <a href="http://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La de Cuadri no sirvió, nos pongamos como nos pongamos. Y eso lo sabe el ganadero y todo el mundo. La presentación, espléndida, no lo es todo en el toreo. El toro debe embestir para crear la belleza artística del lance. Si no, estamos hablando de otra cosa a la que no quiero poner nombre pero lo tiene. Hubo dos o tres imposibles, sin un pase. Otros tenían su lidia, es verdad. Y no la tuvieron. Pero de ahí a triunfar con ellos va un abismo. Antonio Ferrera estuvo valiente, con oficio, pero en banderillas lo descubrieron. Leandro pudo hacer más, sin duda, pero eran mucho toro para él, en especial el quinto, el más codicioso y embestidor. Eduardo Gallo no tuvo suerte y se quedó más que inédito. Y digo yo: por qué los banderilleros reciben al animal en los burladeros con el capote asomado. Ayer se estropeó uno, pero creo que casi todos chocaron frontalmente contra la tablas en su primera cita y el estropicio pudo ser de órdago. En general, mala lidia tuvieron pero no es excusa suficiente. Saludó Domingo Siro muy bien en banderillas, y Agustín Sanz, el picador del tercero, bravo en el caballo, que luego se diluyó en la muleta. Y se me ocurre acordarme de los que se quedaron fuera de esta corrida en el último minuto, como Joselito Adame, Esaú o Manolito Escribano. Va por ellos, que tendrán sus ocasiones esta temporada. Se las merecen.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Siempre puede ser peor. Aún en los peores momentos debemos hacer una lectura positiva de todo, como es el caso de hoy. Los tendidos estaban expectantes ante la espectacularidad de los toros de Cuadri. Gran belleza, serios y pesados fueron los astados que pastan en “Comeuñas”, a pesar del escaso juego y complicaciones que dieron. Pero son pocas las ocasiones en las que unos animales son aplaudidos nada más saltar al albero como ocurrió. Del resto, poco más. Firmeza de Ferrera, detalles de corte artístico de Leandro y esfuerzo de Gallo, sumado al buen tercio de varas de Paco Tapia y el de banderillas de Domingo Siro, son las notas destacables de la adversa tarde.

Lo peor: De todo un poco. Lamentablemente, este apartado podríamos rellenarlo con un sinfín de infortunio que han causado que el público se aburriese, y para colmo la corrida se extendió hasta las dos horas y tres cuartos de reloj. Cuando iba pasando el tiempo, las ilusiones puestas en los Cuadris caían como el atardecer sobre La Maestranza. Antes de morir el sexto, la espantada general de los aficionados era extensible a todos los tendidos, sin añadir el desapacible tiempo de viento y frío. Sólo queda esperar que mañana mejore el asunto.

Firmas

Por Gastón Ramírez Cuevas. Ionesco reaparece en Sevilla

Eugenio Ionesco, el simpático creador del teatro del absurdo, de vez en cuando gusta de apersonarse en algún tendido de La Maestranza. Parece que el sarcástico dramaturgo rumano puede presentir cuando el festejo traspondrá la delgadísima línea que separa al ridículo de lo francamente deprimente. Hoy Ionesco debe haber sido el mortal más feliz del universo y el ganadero Fernando Cuadri el más deprimido.

Los toros que pastan en Comeuñas merecieron mucha mejor suerte, pero ahí estaban Ferrera y Leandro para deleitarnos con su antitoreo. Peor aun, ahí estaba un peón que merecería ir a la cárcel pues despitorró al guapísimo e imponente cuarto de la tarde.

Otro factor que debe haber hecho las delicias del autor de “La Cantante Calva”, fue sin duda el hecho de que el público era francamente ignorante y aplaudió jubiloso los trucos de Ferrera, y toleró en demasía la falta de valor y la incapacidad torera de Leandro.

En el que abrió plaza, Antonio Ferrera gritó, estuvo basto y francamente abusó de las precauciones. Pero el chaparrito nacido en la taurina isla de Ibiza es un avezado engañabobos y vende bien sus marrullerías al respetable. Más taimado estuvo Ferrera en el cuarto, donde improvisó algún inútil y ramplón numerito en banderillas, usando el capotillo de brega como un parapeto o algo así, para después pegar un petardo en los dos últimos pares del tercio.

Con la muleta se divirtió en hacer lucir al toro mucho pero de lo que era, levantando el engaño, instrumentando trapazos sin quedarse quieto, pegando pechugazos, etc. El diestro afincado en Badajoz debe haber pensado que estaba toreando en China y que la consigna era engañar. Desgraciadamente, la gente le dio la razón a Ferrera al celebrarle sus trapacerías.

Leandro estuvo fatal pero por otras razones. Lo que hizo en el quinto no tiene nombre. Bueno, sí: demostrarnos a todos que tiene el valor muy medido, si me permite usted el eufemismo. Lo dicho ¡pobre señor ganadero! ver cómo un coleta desperdicia a un toro repetidor, que humilla y tiene clase y recorrido, debe ser una pesadilla. Diremos, para ser justos, que en la lidia del segundo cornúpeta Leandro Marcos sólo porfió de manera inútil, pero no naufragó tan estrepitosamente.

Eduardo Gallo estuvo digno y logró los mejores momentos de la corrida cuando toreó al natural a su primer enemigo y cuando lanceó a la verónica al que cerró plaza. Además estuvo decoroso con el estoque y fue el único torero al que no le mandaron recados desde el biombo. Pobre muchacho, ojalá le hubiera tocado el lote de Ferrera, o el segundo de Leandro. Pero no, hoy la suerte estaba echada y le volteó la cara al torero salmantino. Sólo nos queda esperar que el multicitado Ionesco, el célebre autor de “El Rinoceronte”, no vuelva a querer ver toros este año en Sevilla.

Firmas

Por Francisco Javier Quintana. Dudas con postdata

La prensa taurina muestra una general decepción por la corrida de Cuadri ayer en Sevilla. Antonio Lorca la califica en El País sin embagues de mansa. Amorós habla en ABC de más fachada que casta. Todos salvan a Pleamar, el magnífico tercero que peleó bien en varas que acudió pronto y galopó en banderillas y que pesiguió con codicia la muleta de Eduardo Gallo hasta que se paró en la tercera tanda. ¿Pero fueron mansos los otros cinco? Al segundo más que manso lo calificaremos de parado. El cuarto bis (el titular, de excelente lámina y acometida fiera se rompió el cuerno por al cepa al derrotar en el burladero) nos pareció reservón y difícill. En general todos fueron nobles y nos queda la duda de que si no lucieron no fue por falta de casta sino por incapacidad de los toreros. Los espadas mostraron demasiadas prevenciones y dudas, perdiendo las opciones en probaturas.

Los toros, bien por su gran volumen, bien por desarrollar sentido, dejaron de embestir y aplomaron. Nos gustaría ver a las figuras con estos toros. Toreros que planteen la lidia precisa desde el primer cite y que sepan aprovechar las diez arrancadas de los toros. Saldríamos de muchas dudas; de si los toros eran realmente mansos, de sí tenían algo más dentro y, sobre todo, si las figuras lo son de verdad.

P.D. Según un rumor, Fernando Cuadri ha declarado que no le gustó la corrida y que el año que viene no vendrá a Seviila porque ayer no se lo ganó. Ojalá hagan lo mismo J.P Domecq, el dueño de los Garcigrandes y otros tantos que nos quedan por ver, aunque nos tememos que no será así.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Otro cuento de la lechera

Las redes sociales, especialmente Twitter, se han convertido en la gran mesa camilla del toreo. Son la versión virtual de esas tertulias que han acompañado esta bendita afición desde que el mundo es mundo. Una persona ajena a las lides taurinas pero versada en el mundo digital podría pensar –leyendo tweets y más retweets– que harían falta diez plazas de toros para albergar a ese público ruidosamente torista, amante y panegirista de los cuadris, que ayer no logró congregar ni la mitad del aforo de la plaza de la Real Maestranza a pesar de la pasmosa fe incondicional que acompaña a esta vacada en la que embisten contados pero memorables toros.

maestranza-portadaEl último que les embistió en Sevilla fue el célebre Bola pero los niños que nacieron ese año ya han hecho la comunión. El caso es que el serio encierro lidiado ayer no alimentó las quimeras de los deudos de los toros de Comeuñas. Bien presentados, hondos y cuajados, los toros tuvieron esa propensión general a aplomarse y frenarse en los engaños ante una terna, ésa es la verdad, cogidita con alfileres en la cartelería global de la Feria. El veterano Antonio Ferrera fue el encargado de abrir este plúmbeo y largo festejo al que los matadores se empeñaron en dotar de tiempos y más tiempos muertos y esa moderna parsimonia impostada que alarga las corridas más allá de las dos horas y media empobreciendo el espectáculo.

El extremeño vendió bien siempre todas sus motos desde que paró los regates que le hizo el primero de la tarde en el capote. No pasó de corriente y cumplidor con los palos pero escenificó un trasteo de terrenos cortos y ademanes grandilocuentes que tuvo sus mejores fases –a cuentagotas– por el lado izquierdo a pesar del cemento que lastró las patas del toro de Cuadri, cada vez más aplomado. Mientras, Ferrera se llevaba toda una vida en la cara marcando el tedioso ritmo que ya mantendría toda la corrida. Una estocada defectuosa puso final al empeño. Aún quedaba un largo tostón.

El cuarto se rompió un pitón al ser estrellado en un burladero y fue sustituido por un tremendo sobrero que Ferrera quiso emplear para hacer florituras. Nadie se explica aún para qué lo plantó en los medios haciendo apología de un falso torismo que a esas alturas ya noconvencía a nadie. Sucedió lo que tenía que pasar. El toro se desentendió del caballo y hubo que pisar las rayas para darle su ración de metralla. Para dejar limpia la chistera de conejos, el extremeño salió a banderillear en plan pluriempleo: con el capote y los palos en la mano mezclando lidia, cuarteos y dificultades en un segundo tercio que tampoco tuvo brillantez.

Pero Ferrera, perro viejo, sí supo dotar de prosopopeya y efecto teatral a una faena que no estuvo exenta de mérito. El toro tenía sus dificultades pero tampoco estaba falto de posibilidades que el torero supo aprovechar en un trasteo muy dosificado y teatralizado que cayó bien en el personal que se desperdigaba por los tendidos.

En cualquier caso, uno de los pocos alicientes del festejo –más allá de la fe inquebrantable de los toristas– era saber si Eduardo Gallo mantenía el estado de forma que le ha sacado del túnel. Estuvo a punto de enderezar la tarde con un tercero que engañó a casi todos al emplearse en el caballo y venirse arriba en banderillas. Pero duró un suspiro en la muleta, lo justo para que el diestro salmantino pudiera arrancarle los mejores muletazos de la tarde en una labor declinante que no logró elevar la media decepcionante de la corrida de Cuadri.

Cuando salió el sexto apretaba el frío, chillaba el reloj y caía la noche sobre la plaza de Sevilla. La parroquia estaba loca por coger la puerta y Gallo estuvo más tiempo del necesario delante de la cara de un pésimo sexto que sólo pegaba cabezazos y embestía al paso y a su aire. La tarde ya había caído al abismo.

Dejaremos para el final al frágil y almibarado estilista Leandro, colado en la feria por arte de birlibirloque y sujeto extraño delante de unos toros que, a priori, ya se sabía que le iban a hacer pasar un quinario. Medio se tapó con el segundo. otro ejemplar aplomado y deslucido, corto de viajes, tardo y sin clase que amagaba las embestidas y se paraba en el primer tranco de los muletazos. Ahí tuvo más excusa el torero, que estuvo a punto de ser derribado cuando el animal lo descubrió de puro descruzado que estaba.

Pero el matador de Valladolid –vestido de artista de manual– iba a tener la buena o mala suerte de enlotar el ejemplar con mayores o mejores posibilidades de lucimiento de un mal encierro del que algunos esperaban mucho más. Fue el quinto: en ése sí había que ponerse delante, intentar templar los muletazos y quedarse colocado para ligar el siguiente. Tan fácil, pero tan difícil. Leandro las pasó moradas y además se le notó pronto en el arqueo de las piernas, las dudas, los pasos atrás… ¿qué hacía un chico como tú en un lugar como éste? El toro de Cuadri, con sus problemas, tenía muchas teclas que tocar pero aquello terminó en mitin de los gordos.

La Razón

Por Paco Moreno. «Cuadris» sin triunfo: buena fachada, pero poco fondo

La tarde de ayer se presumía en La Maestranza para el toro bravo y encastado. Con ese interés llegó el público a la primera de feria. Era la tarde de Cuadri y de tres toreros curtidos, que volvían a este coso tras un periodo de ausencia. Pero al final quedó la sensación de que todo había salido al revés. Y es que de los «Cuadri», sólo el tercero, que sacó raza y se empleó hasta los primeros compases de la muleta, y el codicioso quinto se salvaron.

Antonio Ferrera estuvo muy dispuesto con el toro que abrió a la tarde. Un animal que apretó mucho en el capote, se quedó corto y reponía lo suyo. Pero el extremeño demostró estar muy curtido en la profesión para darle la lidia oportuna manejando las distancias y tiempos de recuperación. Tras banderillear, le sacó tandas muy meritorias buscando el fondo de bondad que el burel tenía, aunque le costaba un poco desplazarse. En redondo, Ferrera aprovechó el, en principio, pitón más potable. Aunque también acabó tomando el de «Cuadri» la muleta por la zurda. Esforzado en ganarle la partida, incluso se pegó un arrimón en el tramo final. Menos aún colaboró el cuarto –sobrero del mismo hierro tras partirse un pitón el titular–, que presentó muchas dificultades ya desde banderillas. Un animal enorme, de 629 kilos, que además echó siempre la cara arriba. Firme y seguro, Ferrera lo fue sometiendo y acortó las distancias para despertar el posible fondo bueno que pudiera tener. Por encima de su lote, saludó otra ovación.

Leandro poco pudo hacer ante su primero, falto de raza, al que le costó un mundo embestir. Se paró muy pronto. El torero le plantó cara e insistió en la faena, pero no pudo sacarle ningún partido. Imposible ante un animal que por no tener no tuvo ni maldad. Mejores condiciones se le apreciaron al encastado quinto. Llegó con codicia a la muleta y apuntó que podía tener mejor faena. Sin embargo, sus acometidas resultaron a veces atosigantes para Leandro, que no acabó de estar cómodo.

Completaba la terna Eduardo Gallo. El charro tuvo delante un tercero alegre y acometedor en el tercio de varas. Se empleó empujando mucho y recargando la suerte. Fue una estampa bella, que levantó el ánimo del público. Se presumía un triunfo rotundo. Y así lo buscó el torero desde el inicio de faena. Las primeras tandas por la derecha tuvieron profundidad, dominio, templanza. La tarde se fue arriba. Había acople entre las condiciones del toro y el pundonor del torero. Pero tras probarlo con la zurda, el animal se fue parando, posiblemente, acusando la pelea en el caballo. Ya todo fue distinto. Bajó la intensidad y la miel que saboreaban los aficionados se fue amargando. Lástima de lo que pudo ser y no acabó de rematarse. El sexto se paró pronto y anuló los intentos del salmantino por, al menos, salvar la tarde y su paso por Sevilla. No tuvo suerte en su retorno a La Maestranza.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Cuadri, decepción con matices

Decepción es la palabra, aunque con matices. El buen aficionado siempre encuentra motivos para la emoción cuando salen por la puerta de chiqueros los hermosos toros de Cuadri. Así lo entendió la plaza con sus aplausos cuando saltaron al ruedo las reses venidas de Trigueros. Aplausos a la presencia y después también algunos motivos de alegría por el juego de los toros.

El tercero fue bravo en el caballo en dos puyazos. Su trapío quedó minusvalorado en una salida de toro dormido. El sueño duró hasta que se fue al caballo de José Ney, que lo paró y aguantó en una acometida fija y poderosa. Quedaba la segunda entrada, donde se ven los toros bravos. El llamado Pleamar embistió de nuevo como bravo. En la muleta tuvo bondad y nobleza, pero careció de pujanza. Pagó su duro castigo en varas y derramó sangre por la plaza, brava sangre, para no culminar en el último tercio.

La historia se repite en la corrida de Cuadri. Hasta cierto punto es comprensible, pero a la corrida se le castiga de manera contundente. El toro de Cuadri tiene su lidia, que nunca puede consistir en restarle al toro su vitalidad en el caballo.

Ese tercero en bravo fue la estrella; el quinto, por su embestida vibrante en los primeros compases de la faena de muleta fue el otro Cuadri que superó la media por su nota. Dura prueba para un torero estilista y lleno de precauciones como Leandro que no se lo aprovechó. Era un toro digno de que un torero se la jugara, pero no lo encontró.

Detrás de estos dos astados, la nada en una corrida de muy largo metraje que llegó a cansar a más de uno, según se infiere de cómo de despobló la plaza a la muerte del quinto. La nada en toros apagados y agarrados al piso sin la más mínima alegría. La ilusión de rememorar encierros de esta divisa que han brillado en la Maestranza quedó frustrada. Esas mismas corridas de Cuadri que siempre recalan en otras plazas, que ganan premios y satisfacen a los llamados aficionados toristas, hace ya algún tiempo que no aparecen en la Maestranza.

Antonio Ferrera se ganó el respeto de la plaza en dos labores en las que fue lidiador experto y torero solvente. Logró alargar la embestida cansina del primero sin poder ligar los muletazos, misión casi imposible. Más de lo mismo con el cuarto, un sobrero inmenso, con el que casi obró el milagro de enjaretarle naturales más que estimables. A todo ello hay que sumarle su perfecta labor de director de lidia y la voluntad en banderillas, aunque ese detalle de dejar el capote en el centro de la plaza mientras colocaba los garapullos en el cuarto no parece muy convincente.

El torero más damnificado del festejo fue Eduardo Gallo, el más joven y el que más necesitado estaba del triunfo. El bravo tercero no le dejó culminar la faena, que comenzó muy bien con tandas sobre la diestra muy ligadas. La música atronó el ambiente pero cuando se echó la muleta a la izquierda se evaporó la posibilidad de triunfo. El animal se frenó y lo mismo le ocurrió a su prometedora faena.

Bellos lances a la salida del sexto. Fue lo único que le dejó hacer el toro más deslucido de la tarde. La porfía a esas horas de la noche era muy dura para el respetable. Quedó la impresión de que Eduardo Gallo está preparado para ofrecer una buena tarde de toros.

Con Leandro ocurrió lo que podía esperarse. Es un torero de buen estilo y capacidad justa. Su presencia en el cartel ya era más que discutible. Se confirmó que no era su corrida; tampoco era su día, y, por supuesto, no era su feria. Se colocó mal, adelantó el pico fuera de cacho y no arriesgó un alamar. Ya lo dijo el artista: El instinto de conservación es superior a todo. Leandro se quedó detrás de la mata frente a dos toros que nunca sabremos si hubieran sido distintos en caso de tener delante un torero colocado en el sitio de la verdad.

Decía uno del tendido que no podía con los de Cuadri porque era muy nuevo. Bueno, el torero nuevo ya pisó la Maestranza como matador de toros en 2004. Su actitud a la defensiva ante el vibrante toro quinto, que lo desbordó desde el primer muletazo, fue la evidencia de que no estaba para Sevilla. Pero él no tiene la culpa. Quedó cierto sabor amargo de decepción por los resultados globales. La capacidad de Ferrera fue lo más destacado ante toros que llegaron al último tercio sin fuelle. Se salvó, como siempre, la estampa de lo de Cuadri.

El País

Por Antonio Lorca. Guapos, serios, tristes…

Lo que es el toro… El tercero, de nombre Pleamar y 596 kilos de peso, hizo como quien no escuchó los clarines y se tomó su tiempo para salir al ruedo. Y sin prisas, con una parsimonia impropia de su raza. Avanzó lentamente por el callejón de los sustos, se asomó con cuidado al ruedo, y cuando vio lo que vio, salió como asustado. Olisqueó el albero, miró a los tendidos, no vio a nadie conocido y acudió sin ganas al capote que le mostró Eduardo Gallo. Mientras tanto, avanzaba la desconfianza de la afición que esperaba, de un momento a otro, la espantá de un manso de libro.

Lo que es el toro… En cuanto Pleamar atisbó el caballo de picador, despertó de su ensoñación, acudió con briosa alegría, y empujó con una fuerza descomunal en un primer puyazo largo que desplazó a la cabalgadura varios metros, mientras se lucía José Ney, el piquero. Aún volvió a una segunda entrada, pero esta vez no fue más que un simulacro. Recuperado el toro, galopó con codicia a la llamada de Domingo Siro, que colocó un espectacular par de banderillas, que corroboró en el segundo, y fue obligado a saludar, montera en mano, a la ovación del público.

Brindó Galló a la concurrencia y a su lado lo esperaba Pleamar con aire desafiante. Tras unos pases de tanteo junto a las tablas, lo abrió correctamente hacia los medios; y allí el animal respondió a su cantada bravura, y embistió con acometividad, fijeza y recorrido en dos tandas que hacían alentar la esperanza de faena grande. Muleteó con corrección el torero, pero lo hizo despegado, sin fe, sin profundidad… Vamos, que aquello no tuvo el eco que merecía.

Intentó probar suerte con la mano zurda y se deshizo el encanto. Pleamar se paró, y se apagó la luz que toda la plaza había encendido en su imaginación. Duró poco la alegría, pero es bonito el recuerdo de ese toro empujando en el caballo, galopando al encuentro con el banderillero y repitiendo en la muleta.

Otro que acudió al cite fue el quinto, que cayó en manos de Leandro, un torero frágil que dio toda la impresión de ser un convidado de piedra en una corrida que nada tiene que ver con su honda y corta concepción del toreo. No es posible torear sin convicción, a la defensiva, despegado… Así, no se dice nada; y nada dijo Leandro ante ese quinto que acudió una y otra vez hasta que el público, aburrido por los mantazos, le dijo aquello que dicen en México: “Matador, mátele”. Y Leandro lo acuchilló más bien, porque lo que es matar lo hizo muy mal toda la tarde.

Y ahí se acabó la presente historia de los Cuadri en la Maestranza. Guapos de lámina, serios, con mucho cuajo, pero mansos, aplomados, desfondados, tristes y duros de pelar algunos de ellos cuando echaban la cara arriba con tornillazos de miedo.

Esa fue la fotografía del lote de Antonio Ferrera, valiente, afanoso y pundonoroso toda la tarde, con un primer toro reservón y duro, al que arrancó muletazos estimables, en especial dos derechazos largos, metido entre los pitones, al final de una larga faena, cuando ya nada se esperaba. Volvió a las andadas ante el cuarto, otro animal bronco, con la cara por las nubes, al que aburrió a base de tesón. A los dos los banderilleó con más voluntad que acierto, pero quedó claro que la veteranía es un grado, y Ferrera superó el examen con plausible dignidad. Este cuarto fue un sobrero en sustitución del titular, un tío de 619 kilos, que, desde el centro del ruedo, vio a un subalterno en el burladero, aceleró como un formula uno y se dio tal topetazo contra la madera que el pitón derecho se lo arrancó de cuajo.

Leandro se encontró con un primero apagado y triste, con el que se mostró desangelado y dubitativo. Y Gallo no fue capaz de levantar la tarde en el sexto, al que veroniqueó con gracia, pero ya era de noche, el toro blandeaba, hacía frío, la gente tenía ganas de resguardarse, y el torero, a la defensiva, sin confianza en el toro ni en sí mismo, trató de justificarse, y todo quedó en una actuación sin relieve que no le servirá para lo que pretende ser una renovada carrera.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Enorme fachada, escaso fondo

Decía Gregorio Corrochano que la primera premisa para analizar bien un espectáculo taurino era no perder de vista al toro. Y es que el toro –no ese animal bobalicón que sale al ruedo en demasiadas ocasiones–, suele tener numerosas transformaciones a lo largo de la lidia. Varios cuadris de este jueves fueron muy exigentes en cuanto a su lidia, pero por encima de todo prevaleció la fachada, excelente. Cuando saltaron los dos primeros astados al ruedo, fueron ovacionados de salida.

De la terna compuesta por Antonio Ferrera, Leandro y Eduardo Gallo, fue el tercero, el salmantino, quien apostó con más cabeza. En cualquier caso, el espectáculo transcurrió por la senda del aburrimiento, salvo brevísimos pasajes, con unos diestros que apostaron por faenas largas y machaconas, en las que no hubo medida. Los avisos y más de dos horas y media de duración son otros dos signos de un espectáculo anodino.

El veterano Antonio Ferrera, volunarioso y con tablas, se enfrentó en primer lugar a un toro tardo, pero que humillaba cuando metía la cara. El extremeño, que cumplió en banderillas, se dilató en una labor sin ligazón, ovacionada por parte del público.

El cuarto se estrelló contra un burladero. En su lugar saltó otro toro de Cuadri, el de mayor peso del encierro, que precisamente no fue el de más trapío. Bravucón de salida, echando las manos por delante, puso en graves aprietos al matador en el segundo tercio. Ferrera llamó la atención del respetable cuando utilizó el capote para colocar y fijar al astado. Otra cosa fue la ejecución de la suerte de banderillas, en la que estuvo impreciso hasta el punto de no prender el tercer par. El trasteo, que comenzó con precauciones y sin ajuste, terminó en un serio arrimón.

Leandro apenas si tuvo presencia ante el segundo, con el que además estuvo mal en la suerte suprema, en la que se salió en los envites. Ante el quinto, un ejemplar encastado, destacó en una tanda con la diestra y un par de largos naturales. Tras ello, el toro comenzó a reponer con prontitud, y la posible faena, de nuevo pésimamente rubricada, se esfumó.

Eduardo Gallo se las vio en primer lugar con un ejemplar con numerosas transformaciones a lo largo de su lidia. Tuvo una salida mortecina, despertó en el caballo, cumplió en banderillas y acabó orientándose y midiendo al torero en la muleta. En el segundo tercio, Domingo Siro prendió dos pares de categoría, por lo que saludó tras una gran ovación. El salmantino, en los medios, hilvanó los mejores muletazos de la tarde en una serie diestra, con varios muletazos alargando la embestida del cuadri y con pases de pecho soberbios. Por el pitón izquierdo, el toro, tardo, cortó y se orientó. Tras un pinchazo, Galló mató de estocada hasta la bola.

Con los arcos maestrantes de testigo, ya iluminados por la luz artificial, saltó un animal largo como un tranvía y bien armado, como toda la corrida. El salmantino se embraguetó para enjaretar unas preciosas verónicas. El público las ovacionó como si fueran campanas anunciadoras de que el signo del festejo podría cambiar. Pero el salmantino no tuvo opción, ya que el animal resultó aplomado.

Con bastante desilusión el personal salió desencantado de la Maestranza cuando anochecía en Sevilla.

Toromedia

Antonio Ferrera ha mostrado una buena disposición toda la tarde, consiguiendo protagonizar los mejores momentos de la corrida de Cuadri. Ha sido superior a su lote y se ha ganado el respeto del público en una tarde que no ha tenido grandes emociones en el ruedo.

El primero de la tarde apretó mucho en el capote, poniendo en apuros a Ferrera, que resolvió con profesionalidad y recursos. Banderilleó con oficio a un toro que le echaba la cara arriba y también con buena técnica le sacó muletazos por el pitón derecho y al natural. Ferrera se mostró serio y capaz con este primero de la tarde y se ganó el reconocimiento del público aunque al toro le faltó emoción. Mató de estocada y descabello y fue ovacionado con fuerza.

El cuarto se inutilizó al estrellarse de salida contra un burladero y partirse un cuerno. Ferrera recibió animoso con el capote al sobrero y lo dejó largo al caballo, pero el toro no respondió. En banderillas tampoco hubo lucimiento porque el astado echaba la cara arriba. Ya en la muleta volvimos a asistir a una labor de oficio ante un toro que no se entregaba. Ferrera basó su faena en el pitón izquierdo y dio algunos muletazos estimables a base de entrega. Mató de estocada y descabello. Fue ovacionado.

Leandro toreó con soltura a la verónica a un toro que no humilló nada en el capote. A la muleta llegó el de Cuadri bastante apagado y Leandro no pudo conectar con el público. El toro empeoró su condición y estuvo a punto de darle un susto avanzada la faena. Vista la complicación, Leandro no tuvo más remedio que irse a por la espada. Le costó matar porque el toro echaba la cara arriba y escuchó un aviso. Silencio.

En el segundo de su lote Leandro no logró estar a gusto. Hizo un primer intento de ligar por el pitón derecho pero el toro solo se tragó la primera serie, desarrollando más problemas a continuación. La insistencia del torero no llevó a buen puerto y el público le recriminó la demora. Mató mal y escuchó un aviso.

El tercero de la tarde salió andando, como dormido, pero reaccionó bien en el caballo, haciendo una buena pelea. En la muleta tuvo un buen pitón derecho que Gallo aprovechó bien en las dos primeras series. Sonó la música y cambio a la zurda pero por ese lado el toro era más complicado y la faena bajó de intensidad, sin volver a recuperarla. Mató de pinchazo y estocada y fue ovacionado.

El sexto no humilló en ningún momento y presentó unas complicaciones que Gallo no pudo resolver. Mirón y siempre con la cara alta no fue toro apto para que la tarde tuviera un desenlace feliz.

EFE

Apenas medio toro

La corrida de Cuadri no fue, en cuanto a presencia, precisamente de “medios toros”, como se califica a los astados escasos de trapío y volumen, sino todo lo contrario. A todos se les podría haber calificado en ese sentido como “dobles toros”, por su cuajo y su apabullante presencia. Lo malo es que no se puede decir lo mismo de su juego.

En términos de casta, puede decirse que sólo hubo “medio toro”, un tercero de la tarde que fue el único que sacó casta para contrastar ante el deslucido comportamiento del resto de sus hermanos. Sólo que apenas duró un par de series de muletazos antes de pararse como un coche con el depósito vacío.

“Pleamar” se llamó ese “medio” toro destacado, el único que protagonizó una suerte de varas de cierta vibración y que embistió con más entrega a la muleta, en este caso la del salmantino Eduardo Gallo, que se decidió a aprovecharlo desde el primer momento.

Fueron esas dos series de pases con la derecha los momentos de más calor de la corrida, los que hicieron arrancar a la banda y los que despertaron los únicos olés que salieron del tendido, provocados por la decisión con que Gallo afrontó las emotivas embestidas.

Pero, de un plumazo, como en un golpe de hacha, el toro comenzó a desfondarse, hasta pararse tanto como el resto de la corrida, echando por tierra las ansias de su matador por alcanzar un triunfo que tocó con la punta de los dedos y, de paso, también las de un público muy a favor de los toros que empezaba por fin a disfrutar.

Ya no pudo sacar Gallo nada más en claro en toda la tarde, y más después de que el sexto se lesionara al rematar de salida contra un burladero y terminara acobardándose y parándose sin remisión.

Los dos primeros toros ya marcaron el guión del encierro, al que le faltó gas para mover su seria y voluminosa carrocería, esas hondas “cajas” de músculo que apenas les sirvieron para seguir a regañadientes muletas y capotes.

Antonio Ferrera, el más curtido de la terna, mostró ese oficio y esa experiencia lidiando con paciencia y un acertado criterio a un lote dispar en intenciones -noble el primero y aquerenciado y a la defensiva el sobrero- pero similar en cuanto a energías y voluntad: ningunas.

El extremeño banderilleó además a ambos, en dos tercios nada propicios al lucimiento, y especialmente el de cuarto, que fue un toro demasiado a la espera y con el que pasó notables apuros para clavar.

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Sevilla Temporada 2013.

sevilla_110413.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)