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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

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Martes, 16 de abril de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victorino Martín (bien presentados, con juego desigual; fueron pitados en el arrastre, excepto 1º y 5º, que fueron aplaudidos).

Diestros:

El Cid. Pinchazo, estocada, descabello (saludos desde el tercio); estocada (silencio); pinchazo, estocada desprendida (saludos desde el tercio) .

Daniel Luque. Meia estocada trasera y tendida, dos descabellos (plamas); estocada trasera y tendida, descabello (silencio); pinchazo que escupe, estocada trasera, dos descabellos (silencio).

Sobresaliente: Fernández Pineda (aplaudido en un quite a la verónica en el 6º, invitación de Daniel Luque.

Banderillero que saludó: José M. Fernández “Alcalareño”, de la cuadrilla de El Cid, en el 1º.

Presidente: Ana Isabel Moreno.

Tiempo: soleado y caluroso al principio.

Entrada: más de tres cuartos de plaza.

Crónicas de la prensa: La Razón, El País, Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía, Firmas.

<iframe src="http://player.vimeo.com/video/64179813" width="384" height="241" frameborder="0" webkitAllowFullScreen mozallowfullscreen allowFullScreen></iframe> <p><a href="http://vimeo.com/64179813">Resumen 8ª de abono. Manuel Jesús 'El Cid' y Daniel Luque</a> from <a href="http://vimeo.com/maestranzapages">Maestranza Pag&eacute;s</a> on <a href="http://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Parece que lo que toca hoy es pegarle el palo a los Victorinos. Pero a mí no me ha parecido tan malo el encierro. He tenido la suerte de ver la corrida junto a un torero que mató muchos de estos de Galapagar y hemos ido coincidiendo en los análisis de cada toro. Es verdad que no ha salido ningún marrajo o alimaña de esos que dan emoción a una tarde sosa. Pero además del quinto - “Verderón”, el de mejor reata según el ganadero junto a “Petrolero”- ha habido otros dos o tres que se han dejado. Sin que los toreros hayan estado mal, pues El Cid hasta ha podido salir triunfante, posiblemente el cartel no era el idóneo. Este era un cartel hecho a contracorriente, a la trágala, en un mano a mano falso, pues no había competencia alguna entre ellos, y creo que eso ha condicionado el resultado del festejo. Tal vez otro cartel en la línea de gladiadores, con competencia real, con especialistas, hubiera deparado manejos y lidias distintas, y, por consiguiente, mejores o, al menos, distintas consecuencias. Pero, en fin, ha sido así como nos temíamos muchos. Pero no carguemos toda la culpa en el ganado, vamos a compartirla, al menos, con los programadores y responsables. Veremos qué pasa con la encerrona de Talavante en Las Ventas.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Tras el lunes del “pescaito”. Sevilla ya vive su Feria en plenitud con sus farolillos, sus bailes por sevillanas y sus flamencas guapas. Los tendidos están ya llenos de “feriantes” con sus corbatas y sus bellas compañeras con las peinetas bien puestas. Y resalto lo de los tendidos llenos, porque hoy había tres cuartos de entrada, muy bien, y más si lo comparamos con el año pasado. Hasta el momento, en cuanto a taquilla, es una feria bastante buena. De lo demás, salvo dos series con la diestra de El Cid y un ramillete de lucidez con el capote de Luque, la tarde no ha dado para más.

Lo peor: Resaca morantista. El aburrimiento se ha extendido hoy entre el público. Una tarde insulsa, insípida como una jarra de rebujito mal preparada, con poca manzanilla y aguada por los hielos. De la que esperas más y al final desilusiona. Todo esto, después de un lunes en el que el “iluminado Morante” provocó la borrachera colectiva con una jarra muy fría y en su punto justo del mejor rebujito sevillano.

La Razón

Por Andrés Muriel. El Cid, a pesar de Victorino

A Victorino Martín han llegado a abrirle hueco en el calendario litúrgico de Sevilla por tardes míticas. «San Victorino» Martín. Cuando sale el cárdeno que se come la muleta por abajo, con la cara de ratón, que sigue el engaño haciendo un surco en el albero, la emoción estalla. No hay toro que transmita tanto como el toro bueno de Victorino. Que se lo pregunten a El Tato, a Pepín Liria, a Ruiz Miguel. Que le pregunten a El Cid si se acuerda todavía de «Borgoñés». La alimaña de Victorino perfumada en cloroformo mejor que no salga. Pero si sale, el público se aprieta en el asiento como si bajara la montaña rusa. Esta polaridad está en la leyenda y la realidad de Victorino. Por eso lo peor que puede pasarle es que salga una corrida como la de ayer. Que ni lo uno ni lo otro. Ni el asaltillado que embiste al ralentí –tan de México-, ni el que deja un rastro de lava cuando coge por abajo la muleta, ni el que salta al ruedo haciendo ecuaciones de tercer grado, integrales y derivadas. Sí hubo algunos toros de la «A» coronada –tercero y cuarto, por ejemplo- que en mitad de la suerte se paraban en seco, como a tirón de serreta, y se volvían sobre los cuartos traseros, ejercicio que bien vale para la doma vaquera, pero no para la lidia de toros bravos.

Con todo, El Cid recordó en muchos momentos a El Cid que campeó por toda España conquistando puertas grandes. Cuatro veces la del Príncipe de Sevilla –y con Victorino-, que a algunos se les olvida. El Cid es uno de los toreros de las últimas décadas que mejor ha entendido a esta ganadería. No lo digo yo, lo ha dicho en más de una ocasión el de Galapagar. Ayer lo demostró con dos toros con más teclas que un piano. Y si al quinto le pega el estoconazo que le pegó al tercero hubiera cortado una oreja. Recordó a El Cid de otro tiempo por lo asentado, por la forma de tragar, por ir zurciendo la faena hasta encontrar la madre del hilván que da el triunfo. Ese hilván del que salieron los buenos derechazos al quinto y los pases de pecho a la hombrera. Pero en Sevilla hay que estar bautizado y El Cid, por muchas Puertas del Príncipe que haya abierto, se ha hecho en la Casa de Campo de Madrid y además no se parece a Marlon Brando. Ni un pañuelo en la sombra para pedir la oreja después de un pinchazo. Ni siquiera una ovación contundente para dar la vuelta al ruedo. Luque pasó el trago del mano a mano como Victorino, sin pena ni gloria.

El País

Por Antonio Lorca. Odiosas comparaciones

El recuerdo de Manzanares con el toro de Victorino la tarde de la encerrona engrandece la figura de Manuel Jesús El Cid. Y no se trata, en modo alguno, de desmerecer a nadie, sino de constatar una realidad a menudo olvidada. Lleva años el de Salteras tragando quina con los toros cárdenos, sufriendo y triunfando, y, quien más, quien menos, -este que firma entre otros- se permite el lujo de ponerlo en cuestión en cuanto una tarde no sale como se esperaba.

Y resulta que el señor Manuel Jesús es un torerazo, con sus defectos, como todos, que se ha hecho grande sintiendo la respiración de muchos toros que saben latín, te averiguan al momento el número del carné de identidad y te dan un serio disgusto cuando menos te lo esperas.

Y hete aquí que una figura tan en lo alto del escenario como el torero de Alicante pasa las de Caín ante el primer victorino al que se enfrenta en su vida y más que uno cae en la cuenta de que, oiga, primero, para ser figura reconocida hay que estar, también, a la altura de estos toros, y, segundo, pues sí que tiene mérito anunciarse con una del ganadero de Galapagar.

Fin de la comparación, pero que quede constancia de lo siguiente: lo normal no es hacerse figura oliendo a chamusquina la taleguilla, y esa heroicidad la ha conseguido Manuel Jesús El Cid.

Dicho lo cual, la corrida de Victorino fue un petardo. Los toros, más que hermanos, parecían sixtillizos, un calco uno de otro en cuanto a hechuras y peso, y todos de similar comportamiento: blandos de remos, mansurrones en los caballos, descastados y deslucidos. Mostraron la casta de su casa el primero y el quinto, pero sin exageración alguna; no rompió ninguno y colaboraron estrechamente a que el festejo resultara un pestiñazo de cuidado.

Y otro detalle: ¿a quién se le ocurriría la genial idea de anunciar un mano a mano entre El Cid y Daniel Luque? Sea a quien fuere, a la empresa o a los actuantes, el planteamiento no tiene pies ni cabeza, como ha quedado demostrado. Nada hay en las trayectorias de los toreros que permita pensar que mantienen una enconada rivalidad que diera lugar a un reto entre ellos. Estaban allí los dos como podían haber estado tres, que es lo normal. ¿Entonces? Inexplicable. Un sinsentido, si no una tomadura de pelo.

A la vista de lo ocurrido, además, se confirman los peores augurios. No hubo competencia entre los dos; ni un solo detalle, ni uno solo, que hiciera presumir que estaban dispuestos a mantener un pulso entre los dos. Cada uno estuvo a lo suyo mientras el público se aburría soberanamente.

Porque, claro, si la corrida está saliendo descastada y con escasas posibilidades, es lógico pensar que los toreros tienen en la recámara alguna iniciativa para calentar el ambiente. Pues nada. Como si con ellos no fuera el asunto. Se limitaron a matar sus tres toros por cabeza y a su casa. Conclusión: para ese viaje, mejor tres toreros que dos. Digo yo. Lo contrario suena a componenda con escasa sentido.

A pesar de todo, lo más interesante de la tarde fue comprobar que El Cid tiene una experiencia de maestro con estos toros, a los que parece conocer como si se hubiera criado con ellos. El primero, por ejemplo, muy protestado por su evidente falta de fuerza, sacó raza en el tercio final -la raza llega a suplir la falta de pujanza-, se movía con la rapidez de una lagartija y obligó al torero a hacer acopio de conocimiento para evitar que lo desbordara. Y no lo permitió El Cid, que estuvo muy por encima de su oponente. Muy descastado y dificultoso resultó el segundo de su lote, al que mató de un estoconazo en todo lo alto que hizo rodar al toro sin puntilla. Y el quinto, otro que se movió en medias embestidas aceleradas, permitió que el torero sacara a relucir su contrastada experiencia y le robara un par de tandas aceptables tirando de la embestida con ilusión desmedida. No hubo triunfo porque fue la suya una exposición de conocimientos más que una casi imposible labor ligada y emocionante, pero quedó claro que este torero se ha hecho figura con varias camadas de victorinos a sus espaldas. Y eso tiene un mérito que nadie debe olvidar.

No estuvo mal Daniel Luque; es que pasó desapercibido. Tuvo el peor lote sin duda, y no le faltó ánimo para intentarlo una y otra vez, pero sus toros derrocharon tibieza y falta de casta. Un mundo le costaba embestir a su primero, al que consiguió enjaretar una buena tanda de derechazos y pare usted de contar; un animal de carga parecía el segundo, al que, sin embargo, veroniqueó de salida con templaza y remató con una preciosa media. Y soso hasta decir basta resultó el sexto, -el público estaba ya muy cansado y con ganas de volver al real de la feria-, y Luque lo intentó por ambos lados con resultado adverso.

Acabó por fin una corrida decepcionante que debe servir de lección para el futuro: los mano a mano para quien los merezca; lo demás es un engaño.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. 'Victorinada' decepcionante

La esperada corrida de Victorino Martín para dar lustre a las divisas toristas, decepcionó totalmente. En conjunto, bien presentada, careció de fondo, de casta. El primero, encastado y exigente en la muleta, concibió esperanzas, pero se vino abajo. El segundo se rajó pronto. El tercero, blando, reponía. El cuarto, parado y corto en su recorrido. El quinto, aunque manso, fue noble y se quedó muy corto por el pitón izquierdo. Y el sexto, muy aplomado.

A la decepción ganadera se unió el que los diestros, Manuel Jesús El Cid y Daniel Luque, concretaron ficticio mano a mano, sin ningún tipo de tensión entre ellos, sin pelearse en el tercio de quites. El balance se saldó en blanco para los dos toreros. El más asentado fue El Cid, torero veterano, avezado con esta ganadería. Enrazado ante el primero, se entregó porfión en el tercero y logró la faena mejor estructurada de la tarde, con brillantes pasajes, especialmente por el pitón derecho. Pero, tras un arrimón, falló con la espada y perdió, posiblemente, un trofeo. Daniel Luque no pasó de entonado en el primero. Destacó a la verónica en el cuarto, aunque la faena, con un toro a menos, se diluyó. Y cerró sin opciones ante el aplomado y complicado sexto. En resumen, una victorinada decepcionante.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Aburrimiento para estrenar farolillos

No se esperaba demasiado de este mano a mano artificial al que se quiso unir el mal juego de una corrida de Victorino Martín que pareció el más soso de esos hierros a los que algunos aficionados tachan de comerciales. Resumiendo: que no pasó nada; pero nada de nada en el festejo que inauguró los Farolillos. Una corrida que, además, supuso un auténtico bajón ambiental en el hilo argumental de una feria que aún podría vivir dos o tres cumbres.

Pero ya lo hemos dicho: al vis a vis de El Cid y Daniel Luque le faltaba sal y pimienta. Toreros de distinta generación y proyección, sólo compartían la cuna sevillana para dotar de un mínimo hilo argumental a un duelo que fue con pistolas de agua y, para colmo, con un encierro muy alejado del canon que se puede esperar de Victorino Martín, que ya se había estrenado en esta Feria lidiando un pésimo y manso ejemplar que hizo tercero en la encerrona de Manzanares.

Poco más hay que contar. El Cid sorteó en primer lugar un ejemplar que humilló en los primeros compases de su lidia aunque pronto evidenció que no andaba sobrado de motor. Tuvo mérito Alcalareño prendiendo el tercer par de banderillas pero la faena posterior no pasó de una aburrida porfía con un toro con tendencia a apretar hacia los adentros y a embestir a la muleta con los viajes muy cortos. Se dejó algo más por el pitón izquierdo pero la faena nunca tomó vuelo.

Algunos quisimos ver alguna esperanza en las humilladas y primeras embestidas del tercero de la tarde. Pero todo fue un espejismo. Tardo como sus hermanos, sí dejó que Curro Robles brillara en el segundo tercio. Pero con la muleta fue otro cantar: rebañando y esperando delante de un precavido Cid que nunca llegó a cruzar la raya, muy a disgusto con unas cortas embestidas que fueron fulminadas con una estocada fulminante que remataron una faena que nunca fue.

Pero el caso es que el diestro de Salteras pareció animarse en parte con el quinto, el ejemplar más potable del decepcionante encierro de Victorino Martín. Quedón, tardo e informal en los primeros tercios, fue rompiendo a más en una corta y animosa faena que no consiguió romper el signo de la tarde. Los muletazos diestros y la actitud de El Cid cayeron bien en los aburridísimos tendidos pero a esas alturas ni los tibios esfuerzos del toreo ni la esperanza del público podían revocar una tarde que caminaba peligrosamente hacia el precipicio.

El segundo de la tarde, después de derribar al picador, no terminó de convencer a Daniel Luque, que pasó muy de puntillas en una tarde en la que se esperaba más, muchísimo más de él. Ese primero se dejó más y mejor por el pitón derecho siempre que el diestro de Gerena acertó a dejársela puesta en la cara aunque le costaba mucho más repetir por el pitón izquierdo. La faena, absolutamente plana, fue difuminándose a la vez que el victorino buscaba el abrigo de las tablas.

Tampoco iba a poder ser con el cuarto, un toro abantito que gateó y echó las manos por delante en el capote de Luque, que llegó a estirarse en ése o éste lance antes de quitar por vistosos delantales. No hubo más. Con un torero demasiado precavido y un toro que no terminaba de romper hacia delante no había mucho que rascar. El de Gerena pasó el toro sin demasiado compromiso mientras se quedaba cada vez más cortó, más a la defensiva. En ese momento, la tarde se rebozaba del más absoluto aburrimiento. Con el sexto, que no terminó de coger los capotes hay que anotar un gran par de Abrahán Neiro que nos despertó de la espesa siesta del Martes de Farolillos. Mientras el personal andaba loco por coger la puerta, el victorino pasó en la muleta de Luque sin entregarse ni humillar; sin emplearse en ningún momento. La tarde ya estaba derrotada y el público andaba loco por coger la puerta y marcharse a la Feria.

Firmas

Por Gastón Ramírez Cuevas. Victorinos con muy mala suerte

El encierro de Victorino tuvo la pésima fortuna de caer en manos de dos de los diestros (inevitable eufemismo) más desangelados y trapaceros que hayan pisado el albero sevillano esta temporada.

Los toros fueron un conjunto de nobleza que llegó hasta a dar, por momentos, la impresión de sosería. Pero lo cierto es que los toros, al igual que el respetable, se aburren cuando los toreros no ponen nada de su parte por sacarles partido. La lista de toreros que hubieran desorejado a varios de los astados corridos esta tarde es larguísima, y hasta me atrevo a incluir en ella al glorioso Rodolfo Rodríguez “El Pana”.

Nada que ver estos pupilos de los ganaderos de Galapagar con el que mandaron a la encerrona de Manzanares; si éste último fue un enigma con peligro, todos los de hoy fueron claros y colaboradores.

Manuel Jesús Cid estuvo por debajo de su lote. Al que abrió plaza llegó a pegarle un natural reminiscente de los viejos y gloriosos tiempos y pare usted de contar. Al tercero lo trajo a mantazo limpio con el capotillo y luego desarrolló una faena de muleta soporífera, nembutalesca, tediosa, aniquilante. Lo más relevante lo hizo en el quinto, en donde logró un ramillete de muy buenos derechazos, consiguiendo quietud, toreo de cercanías y algo de arte. Lástima que lo emborronó todo toreando al público de Sol con desplantes circenses, como el acariciarle la carita al pobre cornúpeta ya moribundo.

No tiene caso repetir que al Cid de las últimas temporadas le sobran pasitos, dudas e indecisión. Por eso sólo diré que es muy triste ver como este coleta -al que admiramos tantos aficionados por su pundonor y sobriedad- se va hundiendo en un mar de ramplonería y precauciones.

Luque fue el otro contendiente en este inolvidable duelo, en el que el objetivo era ver quién aburría más a la gente, quién lograba estar peor. Por cierto, la competencia no tuvo un claro ganador. El torero de Gerena no brilló ni con el percal, que dizque es su fuerte. Y con la muleta estuvo siempre fuera de cacho, falto de entrega y dejando una barbaridad de luz entre él y el trapo rojo. Empero, seamos justos y digamos que hubo por ahí un par de derechazos al primero de su lote que no fueron del todo despreciables.

Ojalá alguien pudiera explicar a la afición por qué Luque y El Cid dieron la impresión de ser alérgicos al bien torear, y por qué los pusieron en este inexplicable mano a mano. Y eso no es lo peor, lo verdaderamente atemorizante es que mañana y pasado Daniel y Manuel Jesús volverán a hacer el paseíllo en esta plaza.

Termino recordando a Luis XIII, Rey de Francia, quien gustaba de cazar a algún cortesano desprevenido, tomarle del brazo y decirle: “Venga señor, nos vamos a aburrir juntos”. Esa frase no se me quitó de la mente durante toda la dichosa batalla de figuras frente a los feroces victorinos.

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Sevilla Temporada 2013.

sevilla_160413.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:21 (editor externo)