Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


sevilla_180412

REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

<img width="300px" height="210px" src=" http://estaticos04.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2012/04/18/toros/1334773151_0.jpg">

Miércoles, 18 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Fuente Ymbro (bien presentados, con buen juego, excepto el 2º, inválido para la lidia; 1º, 5º y 6º fueron aplaudidos en el arrastre).

Diestros:

Salvador Cortés. De azul marino y oro. Estocada caída (saludos desde el tercio); dos pinchazos, media estocada contraria (silencio).

Antonio Nazaré. De lila y oro. Estocada (silencio); media estocada en su sitio (oreja).

Esaú Fernández: De caldero y oro. Estocada baja (silencio); estocada entera caída (oreja).

Incidencias: el matador Antonio Nazaré recibió una cornada en el 5º de la tarde. Parte médico: “herida incisa por asta de toro en región gemelar derecha que interesa musculatura del gemelo. Se evacua hematoma, hemostasia y sutura aponeurótica”. Pronóstico: Leve. El torero ha sido traslado a la Clínica Sagrado Corazón de Sevilla. Firmado: Dr. Octavio Mulet Zayas.

Presidente: Julián Salguero.

Tiempo: nubes y sol, con rachitas de viento.

Entrada: más de media plaza.

Crónicas de la prensa: Marca, COPE, El Mundo, La Razón, ABC, El País, Diario de Sevilla, Hoy, El Correo de Andalucía.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Corrida provincial sevillana, metropolitana que diría un político, pues estaban representadas en el albero Mairena del Aljarafe, Dos Hermanas y Camas, todas en el cinturón de la capital. A la postre, en el balance final, la corrida de Fuente Ymbro sirvió, y bastante, para que los toreros hicieran las diversas faenas posibles. El primero, rajadito al final, dejó lucirse a Salvador Cortés, que no aprovechó la ocasión. Más justificable fue lo del cuarto, anovillado y sin continuidad. El segundo era inválido desde el primer tercio y Nazaré se quedó sin toro al que demostrar sus ganas. El quinto sí que embestía y con codicia y Nazaré estuvo allí para que con tandas desiguales pero con pases muy bellos alegrara la tarde. No sé todavía por qué Tristán paró la música. El caso es que el torero se fue enrabietado para la res y llegó la fea cogida, saldada con una cornada leve. Toreramente, acabó la faena y lo mató, ganándose la oreja a pulso y sangre. Esaú tampoco pudo hacer nada con el tercero, sin fuerza y que fue a menos en su embestida. Sin embargo, al sexto que embestía por los dos pitones lo fue metiendo en su muleta hasta que consiguió hacerse con él. La faena, de menos a más, fue rematada con un espadazo algo caído, que no impidió que el público, entregado, consiguiera el trofeo para el de Camas.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: la gesta de Nazaré

No se puede estar en una plaza de toros con más disposición, entrega y valor que el torero sevillano Antonio Nazaré. Se jugó la vida limpiamente y sin trampa ni cartón ante un toro como el quinto, alto de agujas y de impresionante arboladura, más propio de Bilbao que de Sevilla. La heroica estuvo porque en los medios lanzó la moneda con un vendaval que soplaba y convertía la muleta en un banderín. A pesar de lo cual, interpretó el toreo con la diestra arrastrando la muleta, corriendo bien la mano y encajando lo riñones. Las muñecas convertían el derrote del toro en un milagro, pues impedían el enganchón mientras el cuatreño tuvo fuerzas. Con la zurda se puso como si su oponente fuera de carril e hizo ascos a Eolo. De nuevo el pitón del toro rozó la taleguilla hasta tal punto que logró hacer presa. Una cornada, un sinfín de magulladuras y un héroe, que buscó como un resorte la muleta sin mirarse y se puso de nuevo en la cara de su enemigo. O triunfo o la enfermería. Afortunadamente su sangre regada por el albero ha servido para poner en evidencia que este enjuto matador de toros de Dos Hermanas merece ser escuchado por las empresas.

Lo peor: el tío del tambor

Dicen unas sevillanas “la lata que me dio el tío del tambor”, pues aplíquese el señor de la música, que por herencia ha cogido un cargo de una responsabilidad brutal para el desarrollo de los festejos. Y en lo que va de feria no ha dado una a derechas. Ayer propuso el cajonazo en mitad de la faena sin motivo aparente. Hasta tal punto que la gente chilló con furia. No se puede tener menos sensibilidad con un torero y con las circunstancias: un ventarrón increíble, un toro de pitones descomunales y una faena a cara de perro en la que un chaval se estaba jugando su temporada. Y luego dirá que él es aficionado… habrá que preguntarle aficionado a qué.

EL PAÍS

Por Antonio Lorca. ¡Qué dolor de toreros!

¡Qué dolor de corrida triunfal que pudo ser y se esfumó por las rendijas del triunfalismo…! ¡Qué dolor de toreros, que han dejado volar para siempre una oportunidad de oro que la vida les presentó como un manjar exquisito…! ¡Qué pena de toros, que ofrecieron lo mejor que tenían y nadie se deleitó con ello…! ¡Qué pena de Maestranza, otrora sabia, incapaz de distinguir entre el toreo de calidad y la bisutería barata…!

Enhorabuena al ganadero. Entre comillas, pero enhorabuena. Su corrida estuvo bien presentada y derrochó nobleza y calidad a borbotones. Las comillas se las ganó porque todos mansearon en los caballos y flojearon en demasía. Pero fue una excelsa corrida moderna, con codicia, bondad y recorrido en la muleta para que un necesitado de gloria tocara con los dedos su sueño.

Pero, no. Ni Cortés, que tuvo entre sus manos al mejor de la tarde, el primero, ni Nazaré, ni Fernández estuvieron, ni mucho menos, a la altura que exigían sus muy bondadosos oponentes. Hubo dos orejas, pero de mentira. No las merecieron por su conformismo, por su toreo insulso y, sobre todo, porque sus toros eran de líos gordos.

Salvador Cortés no tiene perdón. O, quizá, sí; a quien da lo que tiene no se le puede exigir más. Le tocó en primer lugar un bombón con un cortijo en cada pitón, y se quedó con la hipoteca del piso. Citó a Jopeo de lejos desde la boca de riego; acudió el animal al trote codicioso y al encuentro le faltó destello y pellizco. Y se sucedieron las tandas por ambas manos —incansable el toro en su nobleza— y, a excepción de unos naturales templados, todo sonó como hueco y diluido, sin gracia, sin intensidad, sin emoción. Torear no es dar pases; es cargar la suerte, ligar los muletazos y llevar al toro embebido en los vuelos del engaño. Justo lo que no hizo Cortés, vamos. Después del fiasco, salió muy desmotivado ante el cuarto, otro noble animal, que lo desbordó completamente, y se mostró sin ideas y con poco sitio. En fin, que hay toros que descubren a los toreros; a unos, para bien, y a otros…, como a Salvador Cortés.

El segundo no cuenta porque se lesionó en el caballo y no podía embestir a pesar de su buena intención. Pero el quinto, un pavo con dos largos y muy respetables pitones astifinos, puso el triunfo en bandeja a Nazaré, que tuvo el ánimo cogido con alfileres. Muy conformista con el capote, como deseando quitarse de en medio con rapidez, y acelerado y con escaso compromiso en la muleta. Una tanda cortísima de buenos naturales y se acabó.

Y alguien debe explicarle a Esaú Fernández antes de que sea tarde que el toreo es ceñimiento y hondura. Tuvo el valor de esperar a su lote de rodillas en la puerta de toriles, pero todo lo echó por tierra con un toreo despegado, con la muleta retrasada, y siempre fuera de cacho. ¿Qué por qué se concedieron las orejas? Porque la fiesta naufraga. Así de claro.

Hoy

Por Víctor J. Vázquez. Triunfos sevillanos con escuela

No estaría mal que en la puerta de las escuelas taurinas colgara un letrero con la famosa confesión de Bernard Saw de que a la edad de siete años tuvo que abandonar su educación para empezar la escuela. Y digo esto porque, después de una tarde como la de ayer en la Maestranza, a uno le parece imposible que un aficionado a los toros cubierto con el velo de la ignorancia, sobre la procedencia de los tres toreros que formaban el cartel, pudiese adivinar que aquella era la tarde de los toreros de la tierra, de los toreros sevillanos. Quizás esas formas aprendidas de la tierra se perdieron en la escuela. Quizás no esté siempre bien presente que entre exigencias de la técnica y los cánones del sitio, la quietud y las suertes, el toreo ha de ser un territorio para la identidad y la creación.

Para Salvador Cortés, quien abría ayer plaza, esta feria ha tenido que ser más amarga que dulce. Si el otro día se le escapaba el mejor toro de la corrida del Conde de la Maza, hoy le ocurría lo mismo al no poder desorejar a su primero, un gran toro, de la muy interesante corrida de Fuente Ymbro. Lo recibió bien al capote Salvador con un par de verónicas de mérito, en las que ya pudo verse la clase del toro. Consciente de ello, el torero quiso lucirlo citándolo desde lejos, y allí acudió el toro, al que sometió Salvador con una tanda muy limpia de derechazos. A partir de ahí nunca estuvo del todo cómodo el torero con un toro con nobleza pero que también exigía en la embestida. Sólo al final, cuando el diestro sevillano decidió bajarle la mano al toro, transmitieron realmente los muletazos, si bien los enganchones privaron a los tendidos de ver tandas del todo limpias. Esto y la ausencia de una idea coral en la composición de la faena, seguramente fueron las razones por las que la plaza no solicitó la concesión de un trofeo para un visiblemente decepcionado Salvador que conoce mejor que nadie el significado de esos silencios sevillanos.

Quizás el mejor toro de la tarde fue el que lidió en quinto lugar Antonio Narazé. Impecable de presentación, el toro demostró desde el primer tercio una extraordinaria fijeza y codicia en la embestida. Le dio muy buena distancia el torero y lo toreó bien por la mano derecha, en dos muy buenas series en redondo, rematada una de ellas con un sensacional pase de pecho que encendió a los tendidos. El peligro del toro estaba en el pitón izquierdo y el torero se exigió torearlo también por ese sitio, y fue cuando intentaba ligar su tercer natural, cuando el toro lo engancho dándole una espectacular voltereta y dejándole una cornada en la cara posterior del gemelo derecho. Se creció Nazaré ante el percance, demostrando que está hecho de buen material torero, y terminó herido su faena con una serie de manoletinas y una estocada muy caída que no desalentó la petición de una oreja, finalmente concedida.

Otro gran toro fue el que lidió Esaú Fernández en sexto lugar. Como en su inválido primero, recibió Esaú al toro a puerta gayola y procuró cuidarlo en el caballo. La faena fue de menos a más, no por el toro, sino por Esaú, quien empezó toreando muy despegado con la mano derecha, transmitiendo a los tendidos una cierta sensación de conformidad. Fue cuando tomó la muleta con la mano izquierda cuando el torero pisó los terrenos en los que germina la emoción, y bajando la muleta con mucho mando y decisión, sacó lo mejor de sí mismo y los mejores muletazos de una faena que supo rematar con una soberbia estocada que le valió un trofeo.

Torear como se es, resistiendo la angustia de las influencias y desdeñando autoridades, son máximas de este sublime oficio. En una tarde como la de ayer, sevillana para la Maestranza de Sevilla y con interesantes toros, uno sabe que se ha toreado bien, pero también que se ha quedado con la sensación de no haber podido aprehender la personalidad más esencial de sus protagonistas, por momentos demasiado normalizados, como si esto del toreo estuviera hecho para gente normal.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Toro, sangre y orejas a discreción

Fue una corrida de toros con algunos argumentos necesarios para lograr algo que se echa en falta en estos tiempos: la emoción. Para ello deben reunirse toros y toreros. En distinto grado, unos mejores y otros menos buenos, sobre el albero maestrante saltó la chispa que nunca debe desaparecer de esta fiesta. Dos orejas, mucha entrega, toros bravos y sangre de un torero que buscó con denuedo un triunfo vital para su futuro. La terna salió al ruedo con dos presiones, la de la necesidad de obtener un premio y la propia del ganado. Se sabe que Fuente Ymbro es ganadería con fama por brava y encastada. Es una divisa seguida por los entendidos. En este sentido, esa responsabilidad pesó mucho en el desarrollo de la corrida.

El balance de dos orejas es algo exagerado. Un análisis fino de las circunstancias nos lleva a la conclusión de que Antonio Nazaré la consiguió porque su entrega le costó una cornada. Esaú Fernández la obtuvo en el sexto por una faena pulcra y templada. En ambos casos faltó algo para el premio, incluso ambas estocadas fueron defectuosas y ello no debe ser premiado en Sevilla.

Sería mezquino restar méritos a un torero que ha recibido una cornada en la pantorrilla, como le pasó a Nazaré. Pocos pueden dudar de la disposición de Esaú y del temple que exhibió en el sexto. No se trata de desvalorizar ambos trofeos, pero uno espera que las orejas en Sevilla tengan más consistencia. Ya se ha dicho. En un momento delicado para la tauromaquia, no se pueden dar orejas por sistema para mostrar una fiesta triunfalista. Y menos en Sevilla.

La corrida de Fuente Ymbro tuvo de todo. Fue muy bueno el primero, el quinto tuvo un buen pitón derecho y el sexto embistió con clase por abajo, aunque le costó mucho repetir las arrancadas. El segundo fue un inválido, al tercero le costó un mundo embestir y el cuarto acabó rajado, como ya hicieron otros del encierro. Tampoco hubo uniformidad en la presencia. Segundo y cuarto no dieron la talla. Por contra, el quinto fue un toro de presentación exuberante y el sexto lo mismo.

Fue una corrida de toros con tres toros posibles, algo que en estos tiempos ya es algo positivo.

Nazaré se jugaba muchas cosas en su segunda corrida de la Feria. El primero de su lote debió ser devuelto por inválido. El toro era impetuoso pero los cuartos traseros no respondían a sus impulsos. Era un toro inútil para el triunfo. El quinto era el último cartucho. El toro, aplaudido de salida, tenía plaza. El toro fue mal lidiado. Tenía reservas sobradas por el lado derecho y el de Dos Hermanas se estiró en tres tandas de buen trazo y mucha rabia. La cuarta fue imperfecta y por el lado izquierdo se dejó enganchar. Para colmo, la banda cesó de forma brusca el pasodoble. Parecía todo hundido cuando surgió la voltereta y la media se llenó de sangre del torero. Media muy atravesada y la plaza, muy sensible, logró la oreja. Sin entrar en detalles finos, que le sirva en el futuro. Nazaré no ha tenido suerte en tres toros. Y Nazaré merece el triunfo.

La otra oreja la consiguió Esaú Fernández en el sexto. Se fue el de Camas a portagayola en sus dos toros, quitó con el capote en sus turnos y lo dio todo para pasear esa oreja postrera. El tercero, muy reservón, no le dejó templarse. Lo consiguió con el sexto, que, aunque algo tardo, embestía de lujo por los dos pitones. Esaú templó de manera perfecta. Ahí estuvo el secreto. La estocada no cayó arriba, el toro se resistió al final y la oreja llegó a las manos del espigado torero. Es evidente que los trofeos se han depreciado, pero está claro que los presidentes no son capaces de aguantar si la petición no es mayoritaria.

Dos orejas en la plaza de toros de Sevilla deben ser el resultado de una tarde de lujo. No se puede calificar de esta forma al festejo de ayer, donde hubo toros buenos y diestros con ganas. Fue una tarde emotiva, por mucho que el balance de orejas sea excesivo. Era una corrida necesaria para animar al aficionado. Un festejo que comenzó con un toro excelente con el que Salvador Cortés estuvo correcto, de menos a más, pero sin acabar de conseguir el acoplamiento necesario ante un toro muy vistoso. Fue su toro y no lo cuajó. Luego llegó el cuarto, un toro distinto, con el que ya no se podía levantar la tarde. Salvador ha pasado por sus dos tardes sevillanas de forma gris.

Al margen de estas consideraciones hay que volver al principio. Con toros y dos toreros entregados, la corrida se salvó, por mucho que sea preciso insistir en la necesidad de medir más los trofeos en esta plaza, porque el prestigio está por los suelos.

DIARIO DE SEVILLA

Por Luis Nieto. Nazaré, herido, y Fernández consiguen sendos trofeos

En el espectáculo, que transcurría por la senda del aburrimiento, se abrió un rayito a la esperanza cuando el quinto toro repetía y repetía como el conejo del anuncio de las pilas. El ejemplar de Fuente Ymbro, cinqueño como toda la corrida, presentaba un trapío descomunal. Antonio Nazaré, en las afueras, con la diestra, hilvanó muletazos en tandas cortas. Cuando lo vio claro consiguió dos series, por ese pitón, que calaron en el público. Por el izquierdo, el toro le enganchó la tela. Cuando citaba de nuevo con esa mano, el astado le lanzó una cuchillada certera a los gemelos de la pierna derecha. Cayó feamente. Nazaré se mantuvo en el ruedo, sangrando desde la pantorrilla a la zapatilla, con el público impresionado. Y tras unas manoletinas entró con decisión para enterrar la mitad del acero. Tras cobrar la oreja y comenzar la vuelta al ruedo entró al callejón por un burladero y, entre una ovación clamorosa, pasó por su propio pie a la enfermería.

El último capítulo de la función de ayer tuvo como protagonista a Esaú Fernández, en una actuación decidida y en la que logró buenos muletazos. El halcón de camas se la jugó en una larga cambiada de rodillas a portagayola, en la que el astado le buscó con agilidad de cuello. En los medios, fue buscando la veta de la bravura y nobleza del burel, brillando tanto con la diestra como al natural. Hubo ligazón en un par de series y muletazos templados. Lo más logrado fue una tanda con la diestra, en la que barrió la arena con las bambas de la muleta. Algunos remates, como una preciosa trincherilla, le dieron valor a una faena en la que tras una estocada fue premiado con una oreja; todo ello tras la incertidumbre que durante mucho tiempo aportó el toro, que se resistía encastadamente a morir.

Todo lo anterior tuvo escasa historia. Salvador Cortés, el otro actuante de una terna sevillana, realizó una faena desigual con el toro que abrió plaza, con movilidad. Y con el flojísimo cuarto concretó una labor que fue silenciada.

Nazaré, ante el segundo, que se defendió por su carencia de fuerzas, no pasó de apuntes. Y Fernández aportó entrega, desde una larga cambiada de rodillas frente a toriles hasta el cierre de una labor marcada por unipases a un flojo animal.

El séptimo festejo del abono no dejó mala nota si lo comparamos con otros que han alcanzado el grado de plúmbeos por su excesiva duración. Ayer, el espectáculo, medido en ese sentido, levantó el vuelo prácticamente en su epílogo, al dar el paso adelante Nazaré, con el añadido de la emotividad de una cornada por su entrega, y el sobrevuelo de el halcón de camas, con airosos muletazos, especialmente con la derecha, barriendo el dorado lomo del albero maestrante.

EL CORREO DE ANDALUCÍA

Por Álvaro Rodríguez del Moral. El mundo mal repartido

No fue un encierro de revolución pero sí muy apto para triunfar. Y además, Ricardo Gallardo echó dos toros nobles, enclasados y de viajes rebosantes para hartarse de torear que entre unas cosas y otras se fueron sin cuajar por completo. Esa pareja de ases en la manga del criador de Fuente Ymbro abrieron y cerraron un encierro serio y muy variado que constituyó una oportunidad envenenada que puso en evidencia las verdaderas posiblidades y el estado de sitio de la terna.

La verdad es que, a priori, el mayor interés del cartel recaía en Antonio Nazaré, posiblemente el torero de la cantera más mentalizado, preparado y concentrado para dar el salto definitivo al gran circuito. Pero la mala suerte que le suele acompañar en los sorteos volvió a hacerse patente cuando salió el segundo de la tarde, un toro que pareció lastimarse después de salir del caballo y que acabó refugiándose en los tableros afligido por su escasez de fuerzas. Nazaré lo intentó por todos los medios pero el animal estaba absolutamente derrengado y la faena no podía caminar a ninguna parte.

Había consumido casi todos los cartuchos de la canana y sólo quedaba un disparo para no dejar pasar en blanco una Feria en la que se jugaba el ser o no ser. Y así, el diestro nazareno salió echando humo a recibir al quinto, un toro bien hecho y muy ofensivo que enamoró al público desde que salió por la puerta de chiqueros. Humilló poco en los engaños en los primeros compases de su lidia pero a su matador no le importó y lo apostó todo en los medios cuando tuvo la muleta en la mano. La dejó puesta, lo templó y alcanzó el mejor son en una sensacional serie diestra que hizo crujir la plaza. En ese momento se hizo presente un ventarrón inoportuno que descompuso en parte la siguiente tanda de muletazos pero la emoción llegaba por las dificultades de un animal que no era precisamente el tonto de la pandereta. Tuvo mérito el trasteo de Nazaré aunque le faltara cierta redondez. Pero todo el mundo se puso de acuerdo cuando le echó el trapo por el lado izquierdo sufriendo una tremenda voltereta de la que salió herido en una pierna. Algo mermado de facultades, aún le enjaretó algunas manoletinas antes de echarlo abajo de una estocada fulminante que cambió por una oreja que no pudo pasear. Renueva crédito.

Pero habíamos hablado de dos grandes toros, también un pelín rajados, que tenían que haber servido para lanzar a sus matadores. El primero correspondió a Salvador Cortés, que navega en horas bajas. Muy acucharado de cuerna, blandeó algo en los primeros tercios aunque mejoró el tono en banderillas antes de llegar a la muleta con embestidas prontas, alegres y sobre todo rebosantes con las que Salvador no fue capaz de templarse.

Unas veces fue el viento, otras la falta de ajuste o los tirones innecesarios pero el toreo no fluía a pesar de que el toro de Fuente Ymbro seguía embistiendo en la muleta del diestro sevillano que, muy al final, llegó a acoplarse en algunos muletazos jaleados por la parroquia que supieron a muy poco. Pero a Cortés le costó siempre tomarlo muy por abajo. Por ahí el toro respondía y se desplazaba largo, muy largo. El público supo ver bien lo que había pasado y calibró los entusiasmos como hace tiempo que no se veía en Sevilla: ovacionando al toro en el arrastre y consolando al matador con unas leves y demoradas palmas que Cortés quiso cambiar por una improcedente vuelta al ruedo que nadie le permitió. Definitivamente afligido, tampoco se entendió con el cuarto, un toro blando y a la defensiva en los inicios que acabó tomando la muleta con cierta bondad. La verdad es que Salvador se amontonó y no encontró el temple mientras el público se mosqueaba.

Pero había otro as en esta baraja llegada de San José del Valle. Fue el sexto, un enorme, feote y pasado ejemplar que tocó en ¿suerte? a Esaú Fernández. El toro era un bombón, un carro que se desplazaba en todos los muletazos sin que el joven diestro camero acertara a ajustarse por completo en una labor mecánica y falta de alma que tampoco gozó de la colocación precisa. Posiblemente, encontró el mejor argumento en una templada serie al natural que también mostró las grandes posiblidades de un toro que, por levemente rajadito, dejaba estar muy agusto a su matador que amontonó pases y más pases sin llegar a cuajar por completo a un ejemplar que merecía más, mucho más. La oreja que le dieron después de la larga agonía sirve para las estadísticas pero tiene otras lecturas para meditar con tranquilidad. Antes, no había pasado de correcto con el tercero, al que recibió a portagayola -también al sexto- iniciando una labor friota y algo apresurada que no terminó de transmitir nada al tendido. Sorprendió el brindis a Lolo Espinosa, el hombre que más de verdad ha apostado por su incipiente carrera. “Gracias a ti estoy aquí”, le dijo Esaú. La cara del veterano picador de Camas era un criptograma.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amorós. Triunfo y sangre de Antonio Nazaré

En el cartel, tres diestros sevillanos, un veterano y dos jóvenes . Tres toros de Fuente Ymbro, primero, quinto y sexto, propician su éxito. Uno le toca a cada uno de los espadas: Antonio Nazaré paga con sangre un triunfo legítimo. También corta una oreja Esaú Fernández. Desaprovecha su oportunidad Salvador Cortés.

Los dedos de Gabriela Ortega, pariente de los Gallos, repicaban en la mesa, mientras repetía el estribillo: «Uno, dos y tres…» En su caso, eran tres banderilleros; esta tarde, tres matadores de Sevilla, «en el redondel» . Cada uno, en un momento distinto de su carrera: Salvador Cortés, nacido en Mairena del Alfaraje, de la dinastía de los Mariscal, pasa el trago de no ser ya novedad: lleva siete años de alternativa , consiguió dos veces abrir la Puerta del Príncipe (una, después de matar seis toros). Antonio Nazaré ha apuntado buenas cualidades, sobre todo con la mano izquierda, pero sólo toreó el año pasado tres veces (dos de ellas, en Sevilla): escasa preparación. El espigado Esaú Fernández tomó la alternativa triunfalmente el año pasado pero luego se estancó. Los dos jóvenes van a confirmar su alternativa en San Isidro.

Antonio Nazaré no había tenido suerte con el segundo, que se comía el capote pero flaqueaba claramente: en la primera serie de derechazos, ya estaba el toro en el suelo. Por su flojera, todo quedaba a mitad. Pero sale el quinto toro, por el que había apostado el ganadero. Es espectacular, levanta aplausos: «Vivero», de 520 kilos, negro, de piel reluciente, muy armado. Me recuerda el verso de Góngora: «Media luna las armas de su frente…». No lo colocan bien en el caballo, hace floja pelea, pero, en la muleta, va a más. Nazaré, que tiene buenas maneras, se va centrando con él, corre la mano con gusto. Las series de muletazos son buenas. Le da más distancia y el toro galopa. El diestro también se crece, encadena derechazos de calidad. Por la izquierda, el toro embiste todavía con fiereza y lo hiere: no se mira el joven torero, aunque la sangre empapa la pantorrilla derecha. Sin aspavientos, con gesto serio y responsable, logra media estocada: merecida oreja, con la que saluda, antes de pasar a la enfermería, con una herida leve en el gemelo. Ha sido el momento cumbre de la tarde.

Salvador Cortés tiene la suerte (¿la desgracia?) de que le corresponda un toro excelente, el primero, adelantado de pitones: es pronto, noble, humilla. Brinda al público y lo llama desde el centro del ruedo. Hay muletazos aceptables pero también, enganchones. Sube algo la nota en naturales largos. En el mismo platillo, el toro va de maravilla. Mata de estocada algo desprendida y hay petición insuficiente. El toro era de triunfo rotundo.

El cuarto es noble pero flojea demasiado. Inicia la faena con dos muletazos cambiados, en el centro. La faena es voluntariosa pero intermitente. El toro se raja, se pone andarín. Salvador Cortés no mata bien: me temo que no está en su mejor momento.

Esaú Fernández ha recibido a sus dos toros de rodillas, a porta gayola. En el tercero, se le ve suelto: parece ser que ha entrenado bastante, este invierno. Pero la faena no remonta.

Después del triunfo de Nazaré, la gente está muy a favor cuando sale el sexto: suelto, distraído, andarín. Esaú brinda al público, aguanta un arreón, logra buenos naturales. El toro va claramente a más; también, la faena, con derechazos de mano baja. La estocada y la hermosa muerte del toro ponen en sus manos una oreja.

¿Por qué no torean las figuras los toros de Fuente Ymbro, que triunfan en tantas Ferias? Dentro de los Domecq, suelen mostrar un plus de casta. Hoy hemos visto tres grandes toros. Pero no eran «la tonta del bote». Con buen arte, ha obtenido Antonio Nazaré un legítimo triunfo, refrendado con su sangre. Es el riesgo de esta profesión; sobre todo, con toros encastados. Por eso, algunos diestros, a los que sobra capacidad para dominarlos, los rehúyen: así estamos.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Herido Nazaré, que corta una oreja como Esaú

Otra tarde de viento en Sevilla. Y van… Corre Eolo por entre las antiguas gradas en corrientes desagradables y enreda y complica a los toreros en el ruedo.

'Jopeo' abrió la corrida de Fuente Ymbro con bajìo y mucha cara. Imponente testa acucharada y en puntas de diamante. Serio y en hechuras. Salvador Cortés marcaría ya en las verónicas al por mayor lo que sería una abundante faena. 'Jopeo' (sonaría mejor acentuando la primera o) se dejó pegar en el caballo; en el turno de quite de Nazaré se quiso salir sueltecito. Ese punto también lo tendría en la muleta para satisfacción del matador, para siempre volver, permitiendo una desahogada colocación. Cortés en largo y en los medios lo citó y la serie sucedió sin asiento. Después vendrían hasta siete intercambiando las manos (aunque el pitón del fuente ymbro era el izquierdo). A la séptima tanda dijo 'Jopeo' que no quería más y se aburrió y se quiso ir. Pena de buen toro. 'Oiría' una ovación en el arrastre.

A Nazaré le tocó en suerte un segundo que se tapaba por la cara y que ya desde salida mostró un extraño apoyo que se tradujo en quiebros con el capote. Como descoordinado, aunque más parecía una falta de fuerza alarmante de los cuartos traseros. Romaneó en el caballo; y apenas fue castigado en el siguiente encuentro. Dos constantes mantendría: las sentadillas de los cuartos traseros y una afición por escarbar. Al torero, que tanto lo había cuidado, le faltó temple ya en el primer muletazo que lo despidió como una lanzadera. La cara la soltaba más por impotencia que por mal fondo. No hubo caso.

Esaú se fue a portagayola. Esperó una enormidad a tirar la larga en el salir perezoso del castaño tercero. Libró bien el lance, aunque en pie las verónicas acabaron en desarme. Bueno, no acabaron, porque las retomó hasta acabar en una revolera. El jandilla de Gallardo embestía con nobleza y largura por el derecho, aun con la fuerza contada. La suficiente para estar mucho mejor. O al menos más puro, no con la pierna de salida retrasada y la muleta en uve. Y esa era la mano, la derecha. No hubo jamás embroque ni pretensión. Un bajonazo puso el punto final a la faena del torero de la triste figura.

El cuarto, de amplio cuello, se movió gazapón y a brincos. Cortés resolvió poco y embarullado. Habría justificación mayor ahora, pero Salvador del Aljarafe transmite la sensación del torero pasado al que se le ha pasado su momento.

Un tío era el quinto. 'Vivero'. Tremenda cuerna. Tocado arriba de pitones. Todo lo que hizo en el capote, el vuelo tras la onda de Nazaré prometía. Y las promesas se cumplieron en la muleta. En la primera parte de faena en especial, con el viento enredando mucho allí en los medios donde el diestro de Dos Hermanas presentaba la muleta en lucha contra el viento. Arrancó la música con la mano derecha tras inicio torero. Ondeaba la muleta incluso con la ayuda montada. De golpe y porrazo, en una tanda complicada al natural, el maestro Tristán cesó la música. En la siguiente, también por la izquierda, Eolo descubrió a Antonio Nazaré. Una voltereta espeluznante por las finas dagas del fuenteymbro, que en el suelo buscó presa. Y la encontró. Lo hirió en la pantorilla. Conmocionado, siguió: el toro no era el mismo y sacaba los pitones por encima del palillo. La sangre caía por la media. Lo mató de certera media y rincón infalible. La oreja cayó con mérito. Y Nazaré la agarró con fuerza camino de la enfermería.

Caía la tarde, arreciaba el frío y 'Pecador' la calentó con lo que habitaba en su fondo de 575 kilos. Esaú volvió a irse a portagayola, esta vez con un farol. El de Gallardo contaba con una embestida muy humillada y rítmica que templó con la mano muy baja, descubierta la veta con la mano izquierda. El toro además tuvo a su favor que respondía y repetía, que una vez que rompía a embestir no paraba. Con temple. En su estilo Esaú Fernandez lo toreó muy largo. Cobró una estocada ligeramente desprendida y un trofeo.

La Razón

Por Patricia Navarro. Fuente Ymbro resucita la feria

El quinto se llevó la palma. Una preciosidad de Fuente Ymbro pero serio a rabiar. Cuajado, con descarados pitones, muy rematado, por delante, por detrás, de perfil. No había margen de error. La corrida de Fuente Ymbro fue importante, por dentro y por fuera. En el ruedo cabía la expectación, sobre todo en el galope de la embestida, en la movilidad que sí remataba el viaje, que tenía calidad como el sexto, acometividad como el primero y una embestida templada y con ritmo como ese quinto en la primera parte de la faena.

Hubo un antes y un después marcado como premonición por la música. Antonio Nazaré estaba toreando a gusto. Y Sevilla feliz. Por fin veíamos a Nazaré, o queríamos verle, material había. En el centro del redondel cosió largos muletazos, de un largo viaje que llevaba el quinto toro. Entre olés, se apagó la música como si le hubieran quitado las pilas. Y en cuestión de segundos, toreaba Antonio por el izquierdo, se le coló el toro, quizá el viento, y le pegó una voltereta fuerte, de caer con el cuello y una cornada en la pierna derecha. Una vez que el toro hizo presa cambió. Se orientó y puso el final cuesta arriba. Nazaré cumplió, siguió en el ruedo, hundió la espada y Sevilla le concedió un premio. Tan sólo un poquito de ruedo lo paseó de camino ya a la enfermería.

El sexto tuvo el ritmo y el temple en las venas. Importaba lo que se hacía delante. Transmitía. Esaú Fernández se llevó un trofeo después de una estocada. Se había ido encontrando con el toro poco a poco, en tandas ligadas, que lograron encandilar al personal. Y el premio.

Abrimos la ventosa tarde con un Fuente Ymbro destacado: codicia, repetición, movilidad. Era faena de lío gordo y rápido. De esos que antes de digerirlos ya han pasado. Salvador Cortés puso voluntad. Pero ahí quedó. Y al toro, aunque amagó con rajarse, se le aplaudió. El cuarto fue más complicado, tenía movilidad, pero reponía, punteaba el engaño y Cortés no centró el tiro. La corrida de Fuente Ymbro puso un punto y aparte a la feria. La resucitó. Se pone interesante.

COPE

Por Sixto Naranjo. Fuente Ymbro pone el listón muy alto

De alta nota se podría calificar la corrida de Fuente Ymbro lidiada en Sevilla. El listón, por las nubes y eso que todavía queda todo el grueso de carteles fuertes de esta Feria de Abril. Ricardo Gallardo envió a Sevilla un lote magníficamente presentado, astifino, con hechuras muy ‘sevillanas’. Eso en cuanto al exterior. Porque el fondo ha venido a ser un reflejo de las formas.

Corrida interesante, con muchos registros, desde el espectacular primero de gran transmisión, al encastado y completo quinto al noble y de clase infinita lidiado en sexto lugar. Tres toros de triunfo grande. Uno más de clase infinita pero lesionado, el segundo. Otro más de complejo comportamiento pero aprovechable si se sabían tocar las teclas, el cuarto. El único lunar, el deslucido y desclasado tercero. Con corridas así, nadie se aburre en el tendido, las lidias se suceden con interés y quien sale ganando es en definitiva es la Fiesta.

Enfrente, una terna sevillana. Dos que repetían y uno que se la jugaba a una carta. Salvador Cortés, Antonio Nazaré quemaban su último cartucho en Sevilla y Esaú Fernández se asomaba por primera y única vez al albero, o más bien duna, de la Maestranza.

Por concepto y resolución, quien ha salido reforzado por su actuación al quinto toro fue Antonio Nazaré. Oreja ganada con sangre de por medio, pero conquistada también con las armas del buen toreo, especialmente en un par de tandas en redondo en las que Nazaré demostró que es un torero muy a tener en cuenta. El susto llegó con la muleta en la zurda. El de Fuente Ymbro vio presa y lanzó al diestro por los aires corneándole en la corva de la pierna derecha. Siguió el cuerpo a cuerpo entre el enrazado animal y el herido torero para concluir la faena con unas manoletinas antes de media delantera que dio paso a la petición y concesión de la oreja. Bravo torero y encastado toro.

En su primero, Nazaré tuvo que abreviar con un toro que apuntó clase pero que se movió disminuido por una lesión en los cuartos traseros en los primeros compases de la lidia.

La otra oreja del festejo la paseó Esaú Fernández ya sobre la bocina, en el sexto. El de Camas se encontró con un animal siempre a más, que humilló y se desplazó con ritmo y temple en sus embestidas. Hubo ligazón pero faltó mando en la muleta y colocación en el torero. Pese a ello, tras media estocada caída y una muerte espectacular del toro, se premió a Esaú Fernández con un trofeo. Qué le sirva al sevillano.

Menos suerte tuvo Esaú con el deslucido tercero, el garbanzo negro del sexteto de Fuente Ymbro. Faena sin mucha historia que se movió siempre entre la voluntad del diestro y la poca entrega de su oponente.

Quien dio un paso atrás este miércoles en Sevilla fue Salvador Cortés. Un torero que ha tenido tardes más afortunadas que ésta en el coso maestrante pero que mostró espeso y sin ideas durante todo el festejo.

En primer lugar enlotó un animal muy importante por transmisión y entrega. Comenzó dando distancias al toro pero a las tandas les faltó limpieza y trazo. El ‘fuenteymbro’ pedía mando y mano baja y Salvador sólo ofrecía toreo lineal y siempre remates por alto. El trasteo, sin estructura, se fue desmoronando poco a poco hasta finalizar en una ovación de reconocimiento al torero que sonó a premio menor. La ovación fuerte se llevó el toro camino del desolladero.

El cuarto fue un animal muy complejo, con muchos matices que no terminó de comprender. Faena desacoplada, sin sitio y saber coger la distancia. Del temple de nuevo no hablamos porque no apareció en ninguna de las faenas de Cortés durante toda la tarde. El toro acabó aburrido y el público mostrando su desaprobación con pitos antes de acabar la actuación del diestro sevillano.

Marca

Por Carlos Ilián. Nazaré, una oreja y una herida en La Maestranza

El ganadero de Fuente Ymbro ha cumplido con Sevilla, enviando una notable corrida de seriedad digna de esta plaza y de juego encastado por lo menos el que dieron el primero, el quinto y el sexto toros. Así se viene a las grandes ferias amigo. Para que vea usted que no necesita de las figuritas, que sus toros lucen de sobra en otros carteles, y hasta se destacan mucho más. Las figuritas a su vez ellas se pierden este Fuente Ymbro de ahora. A cambio van de bochorno en bochornop con los garcigrandes de marras.

Y con sangre pagó Antonio Nazaré una arbitrariedad del director de la banda que sin motivo mandó parar la música en plena faena. El muchacho, que ligaba una faena bien ejecutada, se aturulló con aquel silencio repentino y se ofuscó perdiendo su concentración y quedando a merced del encastado toro de Fuente Ymbro que lo cogió al intentar el toreo sobre la mano izquierda hiriéndole en la pierna derecha.

Sin embargo Nazaré se rehizo mentalmente y aunque embarullado remató su faena con más verguenza que serenidad. Los mejores muletazos los había ligado en la primera parte sobre todo en el toreo sobre la mano derecha. Al final la media estocada lagartijera tiró sin puntilla al toro y la oreja hizo justicia a la entrega del torero.

Otra oreja cortó Esaú Fernández en el sexto, un toro que humilló de lo, lindo y al que toreó muy por debajo de las excelentes condiciones del ejemplar de Fuente Ymbro. Tal vez esa serie sobre la derecha, al final de la faena, puede merecer una nota destacada. La gente se entusiasmó con esos muletazos y con una estocada en todo lo alto para conceder un trofeo que al muchacho, que le viene de perlas.

El gran toro de la tarde fue el primero, encastado y codicioso. Salvador Cortés lo trituró a punta de trallazos, colocado con descarada ventaja y anunciando que en este momento no está para un compromiso como el de ayer en Sevilla. Para colomo tuvo que pasar popr el bochorno de escuchar una reprimenda del público cuando intentó darse una vuelta al ruedo por su cuenta. En el cuarto repitio el recital de telonazos. Debe meditar sobre su futuro.


©IMágenes: Momento de la cogida de Nazaré|Efe. Los tres matadores/Empresa Pagés.

Sevilla Temporada 2012.

sevilla_180412.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)