Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


sevilla_230415

Real Maestranza de Sevilla

<img width="270px" height="200px" src="http://estaticos03.elmundo.es/assets/multimedia/imagenes/2015/04/23/14298170127610.jpg">

Jueves, 23 de abril de 2015

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victorino Martín (bien presentados, con diferente juego; los mejores, 3º, 5º y sobre todo el 4º, Mecanizado, que dio la vuelta lenta al ruedo en el arrastre).

Diestros:

Antonio Ferrera: de verde esmeralda y oro. Estocada caída (aplausos); pinchazo hondo, aviso, pinchazo hondo, descabello (vuelta al ruedo).

El Cid: de negro y oro. Dos pinchazos, aviso, pinchazo y municipal (silencio); dos pinchazos, media estocada (silencio).

Manuel Escribano: de verde botella y oro. Estocada en su sitio tras aviso (oreja), estocada tendida (palmas).

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: soleado y caluroso al principio.

Entrada: más de tres cuartos de plaza.

Video resumen de Canal Plus Toros: http://www.canalplus.es/toros/videos/sevilla/

Crónicas de la prensa:

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Por fin, una tarde de toros… Con todo, unos sosos, otros con peligro, otros mansitos y alguno queriendo coger, pero toreando. Hubo emoción y eso es lo que vale. Los victorinos cumplieron con el programa, el pronóstico y la fama de la ganadería. Que no sé por qué les ponen negros en el programa si eran, como casi siempre, cárdenos. “Mecanizado”, el cuarto, fue extraordinario y una máquina de embestir y humillar. Merecida vuelta aunque algún crítico se la regatee. Y gran faena de Ferrera -que había estado por debajo con el noble y soso primero-, mucho mejor que la del año pasado. Era dos orejas de ley si lo mata. El Cid anduvo por allí sin el ánimo de otros años, con dos toros incómodos. Y Escribano -al que cierta crítica y algunos talibanes le niegan el pan y la sal- estuvo hecho un tío con el tercero y la oreja fue merecida. Es un excelente capotero, da una tremenda emoción en banderillas y les baja la mano hasta barrer la plaza a victorinos, miuras y lo que le echen. No sé qué más le pueden pedir. Su triunfo de hoy es una inyección de moral para el cierre con los de Miura, y se ha ganado ferias como la de Pamplona. Bueno, pues eso, que disfrutamos una tarde de toros, porque de todo hubo, con un toro y una faena para el recuerdo.

Lo mejor, lo peor

Por Sandra Carbonero

Lo mejor: Y tuvo que llegar Victorino. La emoción llegó por fin a la Maestranza. Los astados de Victorino Martín han protagonizado la mejor tarde hasta el momento. “Mecanizado” saltó en cuarto lugar. Un toro precioso cárdeno bragado que tenía una embestida de extraordinaria calidad. Ferrera estuvo muy firme e inteligente toreándolo en los terrenos correctos. Hubo muletazos con la diestra largos, templados, profundos y ligados. Antonio tenía las orejas en la mano. El toro y la faena de la Feria. Pero la mala suerte hizo que pinchara y todo quedara en una vuelta al ruedo. El mismo premio recibió “Mecanizado”, que seguro conseguirá más de un premio. Escribano sí cortó una oreja en el tercero. “Paquecreas”, otro buen toro, al que el torero de Gerena toreó despacio al natural. Aprovechó este gran pitón del animal exprimiéndolo al máximo. Vimos a un Manuel más maduro y valiente, quedándose quieto y tragándole en más de una ocasión. La estocada rubricó su asentada actuación.

Lo peor: Pudo ser más. Era la segunda tarde de El Cid en su plaza y anunciándose con el hierro que tantos triunfos le dio en otros tiempos. No fue su tarde. Salvo alguna serie aislada, no consiguió el acople suficiente con sus oponentes para enjaretarles una faena sólida, especialmente con el buen quinto. Tal vez El Cid ya tiene puesta la cabeza en otra plaza y con otros hermanos de los que saltaron hoy en la Maestranza. Pero cada tarde es una oportunidad nueva que nunca se debe malgastar. Y en Madrid le quedan seis…

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Solera de Ferrera en una notable 'victorinada'

Emoción. Ese es el término que define el espectáculo de este jueves. Emoción que estalló en varios pasajes porque hubo materia prima. ¡Qué maravilloso que el toro embista tras la muleta descolgando, humillando! En la corrida de Victorino Martín, bien presentada y de juego variado, saltaron algunos ejemplares que hicieron lo apuntado y el público, tras la sequía de bravura y casta que se ha vivido en términos globales en esta feria, se frotaba los ojos ¡Por fín, el toro! Ya sea bueno, malo, noble o con peligro, cuando el toro acomete con casta, emociona. El año pasado, otro gran toro de Victorino, Disparate le correspondió a Antonio Ferrera. ¡Cosas del destino!

En esta ocasión, lo más maravilloso llegó en la faena de un asolerado Antonio Ferrera al cuarto, de nombre Mecanizado, número 73, cardeno claro, bragao, de 544 kilos, con suma nobleza y humillador. El toro, alto, largo, empujó con fuerza y entrega en un primer puyazo. Luego cabeceó en otro e incluso salió suelto. No era para ser premiado con la vuelta al ruedo.

Ferrera banderilleó con espectacularidad, con un segundo par de poder a poder fuertemente ovacionado. Y sin pensarlo apostó fuerte, en los medios, donde trazó dos tandas suaves con la diestra vitoreadas, sumándose la Banda Tejera con un pasodoble. Con la izquierda también dibujó muletazos largos. Pero lo extraordinario llegó en una serie diestra de mano baja en la que barrió con la franela la arena, con el toro haciendo el avión. El público enloqueció. Se preveía dos orejas como premio. Era el momento de entrar a matar, pero el extremeño alargó innecesariamente la faena, con un epílogo con torería y que dilató nuevamente con una tanda de muletazos genuflexos. Le costó cuadrar al toro y en la suerte contraria entró para un pinchazo hondo. Luego, otro más y un descabello, con aviso de por medio. Parte del público pidió la vuelta al ruedo para el toro, que fue concedida. Y también le hizo recorrer el anillo a un torero que estuvo muy importante.

Ferrera toreó a la verónica con buen aire al serio que abrió plaza. Realizó una labor fundamentada en la diestra, con temple y que fue a menos ante un toro flojo y con nobleza, con un buen pitón derecho. Con anterioridad invitó en banderillas a Escribano. Ferrera prendió el mejor par, de dentro afuera.

Manuel Escribano contó con otro buen toro de Victorino, el tercero, Paquecreas, número 33, negro entrepelado, de 546 kilos, un tío, que metió el hocico tras los vuelos del capote del gerenense, quien en banderillas salió vivo de milagro tras un arriesgadísimo par al quiebro, por los adentros, para clavar al violín. Las palmas echaron humo. El toro, con recorrido, embestía muy bien por el pitón izquierdo. Escribano, que había lanceado bien a la verónica, tiraba de él de muletazo en muletazo. Tardó en ponérsela -como se dice en el argot- y empalmar los muletazos. Nació así una serie al natural con ligazón, meritoria y coreada. La música comenzó a sonar, pero duró un suspiro. El toro ya se había orientado, medía y se paraba. Escribano se la jugó en plan guerrero y se metió al público en el bolsillo. Entró con gran decisión en la suerte suprema para enterrar el estoque, algo desprendido, y ganar la única oreja que se concedió.

El sexto toro, alto y largo, bravucón de salida, era otra cosa. Por el derecho se quedaba corto. Escribano, tras varios enganchones en la capa, prendió un par de infarto citando desde el estribo para prender al quiebro, sin apenas terreno. Dentro de su labor, estuvo a punto de ser cogido por perderle la cara al toro.

El Cid, con el segundo, ganó terreno a la verónica hasta llegar a la boca de riego. Se peleó honradamente, aunque sin acierto, en un trasteo basado en la diestra. El toro, que se quedaba corto por ambos pitones, acabó orientado.

Con el buen quinto, otro de los astados que dieron realce a la victorinada, al que picó muy bien Manuel Jesús Ruiz, El Cid realizó un trasteo voluntarioso y precipitado, en el que los muletazos resultaron rápidos.

La tarde, hasta el momento, ha sido la más interesante por esa chispa de emoción del toro, con una variada y notable corrida de Victorino Martín en la que embistieron con transmisión y condiciones tres astados -tercero, cuarto y quinto- y en la que Antonio Ferrera no rubricó con la espada una asolerada faena.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Victorino vuelve a conquistar Sevilla por calidad

Victorino Martín conquistó la Maestranza de nuevo con un toro de superior calidad como el año pasado con 'Disparate'. ¡Anda! Un tanto altón, largo, generoso el cuello, clara la cárdena capa de 'Mecanizado', que era de todo menos un mecano vulgar. Como el matador que encontró en frente con alma espléndida: Antonio Ferrera lo lució en el caballo más allá incluso de la afición por el caballo de 'Mecanizado', que acudió en largo pero que de la segunda vara se fue con ese punto mansito que sería lo que en la muleta le entregaría la suprema calidad de abrirse a los vuelos y planear. Ese punto que le pone a las embestidas entregadas el tamiz de la clase y el temple que 'Mecanizado' poseía en un manera de humillar por las afueras. Ferrera le hubiera cortado las orejas -salvo en un pequeño bache con la zurda- si no lo pincha. Porque bordó el ritmo cuando cuajó al toro, y no lo soltó, sobre la mano derecha en una serie de redondos descomunal. Un rugido de Sevilla. Y allí, de los medios ya hacia chiqueros, basculó la faena con veteranía dorada en adornos de torería y esa forma de andarle a los toros tan añeja. Para cerrar se dobló con la embestida de las rayas hacia adentro con una muñeca izquierda que apuraba la soberbia humillación. La vuelta al ruedo en el arrastre cayó para la calidad del victorino y otra con peso para Ferrera por su faena y su cabeza.

Provoca enorme satisfacción ver andar a Antonio Ferrera a los toros. Sucedió el otro día, aunque pasara desapercibido por la vaciedad de los torrestrella, y ocurrió el primer victorino, atacado de kilos. Rondaba los 600 su oronda y honda presencia. Ferrera se lo sacó a los medios jugando templadamente los brazos a la verónica por un sendero que desembocó en espléndida media. Por encima de las banderillas (compartidas con Escribano) con las que se queda la gente, la lidia. Después, su noblón pitón derecho se hundió con su tonelaje dejando AF templados pasajes.

Costaba un mundo y parte del otro pisarle el terreno y lanzar la moneda con el tercero de Victorino. Pero su pitón izquierdo merecía la pena la apuesta de la colocación y tragar porque cuando no se le dudaba el victorino respondía con profundidad. Sevilla empujaba a Manuel Escribano más que su propia convicción a veces. En esas veces de aflicción se perdía un tiempo preciso y precioso, porque el toro de bajas hechuras lo había dicho en el prólogo de la faena cuando Escribano le soltó la zurda. Pero se puso por la derecha para empezar. Vale. Y enseguida al natural. Hallarle el sitio pesaba en el alma, mas al encontrarlo se sucedieron tres naturales superiores. Miraditas previas incluidas. Esas miradas en la siguiente tanda trajeron precauciones y una ventana que el de Victorino aprovechó para asomarse a los muslos del torero. ¡Uy! La lucha interior por superarse se hacía terrible. Manuel Escribano optó por el camino equivocado y la mano derecha; por ahí el toro se metía por dentro y rebañaba. El matador se refugiaba en los costillares para evitar la cornada que le buscaba los gemelos. Minutos de gresca perdidos. Otra vez apretó los dientes para hacer de tripas corazón, ya con el toro con la cara entre las manos, y volvió a trazar otro trío de naturales interminables. Crujió la plaza. Se lo creyó de nuevo. Le ganó el pitón contrario para apurar lo que ya casi no había: un natural más. Como una vela se tiró a matar. Un cañonazo rinconero. La oreja, como el toro, de cara o cruz.

El tercer par por los adentros al alto y larguísimo sexto fue de tremenda exposición por parte de Escribano. No duró nada en la muleta en su amagada y lista mansedumbre.

El Cid se estrelló con un toro bizco del izquierdo que se frenó sobre las manos quedándose siempre por debajo desde el capote y luego con un bravo quinto de carbón de verdad y repetidor. La plaza se decantó por el toro repetidor, o reponedor, a falta de mando y entrega, y le señaló como culpable. No sé. Pero le esperan seis en Madrid.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Simbiosis de Ferrera y Victorino

El maridaje de los toros de Victorino Martín y la interesante madurez de Antonio Ferrera es una apuesta segura. El diestro extremeño volvió a revelar en la plaza de la Maestranza que se encuentra en el momento de su vida gracias a toparse con otro albaserrada que le puede volver a convertir -aún quedan tres tardes a pie- en el autor de la mejor faena del ciclo

La corrida -abierta en comportamiento y con muchas teclas que tocar- ya había ofrecido notas de interés en intensidad creciente pero estalló definitivamente a la salida de ese cuarto que el destino había reservado a Ferrera, que supo templarlo y pararlo andándole detrás de la bamba de su capote. El toro enamoró -exageradamente- al público por su incierto comportamiento en el caballo. Es verdad que se empleó fuerte en el primer puyazo pero también que salió huyendo. Ferrera lo abrió mucho para el segundo encuentro pero tardó un mundo en meterse debajo del peto mientras Dionisio Grilo se agarraba arriba con autoridad. El toro mantuvo el galope en banderillas, que Ferrera solventó a más, especialmente en el segundo par, resuelto en los medios.

No podía fallar y brindó al público antes de comprobar la calidad que atesoraba por el lado derecho. La faena comenzó a brotar: siempre bien medida, magníficamente estructurada y administrada y envuelta en una técnica invisible que -ojo- tapó la mansedumbre de un toro que estaba loco por rajarse. Ferrera gustó y se gustó, se explayó sobre el lado diestro e hizo arrancar la música después de una serie definitivamente reunida antes de echarse la muleta a la mano izquierda. Los muletazos pasaron del tanteo al toreo pero el lado bueno era el otro y el diestro extremeño siguió sobre ese pitón, perfectamente acoplado a una embestida enclasada que nos sirvió para desengrasar esta espesa Feria que ya da la vuelta.

Ferrera también supo darle tiempo a su enemigo, que iba marcando imperceptiblemente su tendencia a los terrenos de chiqueros. Allí, en su propio feudo, el torero amarró la faena con unos muletazos cambiados y un enorme pase de pecho con aire de desdén. Aún hubo un puñado de pases ayudados con la rodilla flexionada. Pero había que matarlo y la espada encalló en dos medias y un descabello que escamotearon los trofeos. Sí dio una merecida vuelta al ruedo, mucho más que la que regalaron a un toro notabilísimo pero lejos de ese honor póstumo. El matador extremeño había sorteado en primer lugar un toro soso y blando, de viajes cortos, al que toreó con exquisito pulso, compostura y enorme sentido del temple. Una cosa más: Ferrera está sumando brillantez y efectividad en la escenificación de la lidia. Enhorabuena.

Hubo una oreja en el festejo. La cortó un valentísimo y entregado Escribano, que pechó con un tercero de durísima embestida y complejo e importante pitón izquierdo. No siempre fue franco por ese lado, que volvió a embelesar a un público que estaba viendo la corrida -con toda justicia- pendientes del guión que marcaban los toros. El matador de Gerena se la jugó de verdad, y también se puso por el lado derecho, ganando una partida que no fue nada fácil. Hubo violencia, embestidas cambiantes, cuello de gaita y listeza natural en un toro que igual se entregaba en algún natural largo que le buscaba los muslos con saña. No fue una faena fácil de estructurar. Tampoco de valorar. El largo metraje del trasteo culminó con una estocada hasta el puño que puso en sus manos un merecidísimo trofeo. Manuel volvió a darlo todo con un sexto, que estuvo a punto de reventarle contra las tablas en ese par marca de la casa que inicia sentado en el estribo para quebrar por dentro. El animal acabó cambiando su temperamento inicial por embestidas muy cortas, de freno echado, que no dieron demasiadas opciones a Escribano, que aún tiene que fajarse con los miuras.

Dejamos para el final el papel de El Cid, que vuelve a culminar otra Feria gris. Se empleó en una larga y trabajosa faena con un segundo que reponía en una loseta. Seguramente habría merecido poder y brevedad. Pero estuvo demasiado tiempo en la cara hasta impacientar al personal, que ya no guardó las formas ante su escasa aptitud con un quinto de exigente y duro pitón derecho que pedía esperar y aguantar. Le esperan seis del mismo hierro en Madrid.

Marca

Por Carlos Ilián. Antonio Ferrera borda un gran Victorino

La vulgaridad, la borreguez, la mansedumbre y los trapazos desaparecieron de pronto de la Maestranza. Sí, de repente, con los victorinos y dos toreros sin cuento ha cambiado la cara de la feria. El toreo importante, con el toro fiero delante, nos recomensa de tanta miseria. Y un gran protagonista, Antonio Ferrera, que el año pasado cuajó tal vez la faena más importante de la temporada, a un Victorino, aquí en la Maestranza. El recuerdo de aquellos naturales majestuosos no se nos ha borrado.

Era difícil de superar esa faena. Y ayer, se hizo lo que parecía improbable en esto del azar taurino, es decir que se repita la hazaña. Y más difícil aún, que se supere. Un año después, también en la Maestranza y ante un Victorino, Antonio Ferrera ha bordado el toreo sobre la mano derecha a un sensacional toro de nombre Mecanizado que humilló dejando un surco.

Faena de muleta arrastrada, de muletazos solemnes, ligadísimos. Toro y torero se fundían para hacer una obra de la mejor tauromaquia. Por el pitón izquierdo, más complicado, dejó también una tanda de naturales lentísimos. Con las dos orejas esperando no entró a matar a ley y dos pinchazos hondos le dejaron sin esos trofeos. Vuelta al gran Victorino y vuelta para un gran Ferrera

A Manuel Escribano le costó acoplarse al genio y fiereza del tercer toro, pero luego venció con coraje la tempestad de embestidas de un gran toro. Faena tremenda de aguante y temple sobre el pitón izquierdo. Faena maciza y rematada de un espadazo. Una oreja, de peso. El sexto se paró. El Cid pasó el trámite ante el cortita embestida del segundo, un toro sin historia. No pudo con el genio del quinto que exigía la decisión y la fortaleza mental de El Cid de hace un tiempo, que escribió algunas de las páginas más importantes para Victorino Martín.

El País

Por Antonio Lorca. El grandioso misterio de la bravura

Eran las ocho y cuarto de la tarde cuando Mecanizado,un victorino cárdeno de 544 kilos, recibía los honores de la vuelta al ruedo ante una Maestranza conmovida tras haber sido testigo de uno de los misterios más deslumbrantes de la naturaleza: la bravura. El cadáver del animal quedó en manos de los matarifes y a estas horas ya estará hecho filetes, pero en el ambiente, en el alma de los presentes y en la historia del toreo figura con letras del oro un toro criado para la emoción y la gloria.

Presentó sus credenciales nada más aparecer por la puerta de chiqueros. Vio el primer capote y se lo quiso comer con ansiedad, de modo que no permitió el lucimiento de quien se lo presentó. Acudió con presteza al caballo, al que empujó con los riñones, aunque salió suelto al final; volvió de nuevo a la llamada del picador, esta vez de largo, y apretó con fijeza antes de cabecear en el peto. Fue una locomotora moderna cuando lo citaron en banderillas y obedeció al cite con alegre velocidad. Y ya en el último tercio, ahormado el toro en su extrema calidad y convencido de su afán de lucha hasta el final, embistió con largura, nobleza y fijeza hasta que la muerte lo separó de este mundo. Fue excepcional por los dos lados, aún mejor, quizá, por el derecho, y acudía con templanza, con dulzura, humillado siempre e incansable en su prontitud. Fueron unos siete minutos de belleza excelsa que no justifican tantas tardes de hastío, pero alivian los sufridos espíritus. Le concedieron la vuelta al ruedo, y para su pena, y la de todos, se llevó con él las orejas.

Su matador fue Antonio Ferrera, quien se lamentará durante mucho tiempo de su escasa puntería con los aceros, que le impidieron presumir de un triunfo ante un toro de categoría. Pero, quién sabe, quizá hubo justicia.

La bravura es un misterio tan deslumbrante que te ciega y te desnuda. Es casi un milagro estar a la altura de un toro bravo; porque su condición es como una sesión de fuegos artificiales que obliga a pensar con la cabeza, a crear con el espíritu, y a discernir mil detalles en décimas de segundo. Y, aun así, corres el peligro de que la belleza de la bravura te atrape y te anule.

Ferrera estuvo todo lo mejor que él puede estar. Con la figura arqueada, despegado siempre y en un intento permanente de no desmerecer de la calidad de su oponente. Alguna tanda de derechazos tuvo hondura y, en especial, los hermosos ayudados finales por bajo. Cuando montó la espada tenía ganado el excesivo premio de las dos orejas, pero no pudo ser. Ferrera tuvo la fortuna de disfrutar de un toro bravo; egoísta, también, el animal, que quiso toda la gloria para él, y para quienes pudimos disfrutar del espectáculo.

Las paradojas de la vida han querido que un artista esté hoy en los mostradores de un mercado de abastos. Maldita sea. Mecanizado debe estar en la gloria para siempre.

Nada pudo hacer Ferrera con su primero, un toro precioso que iba maquillado de bravo y solo lucía fachada. Escribano, por su parte, le cortó una oreja facilona al tercero, encastado y noble, de enorme calidad por el pitón izquierdo. Hubo seis naturales de categoría en el conjunto de una labor insípida, falta de unidad y pensada a borbotones. Solo voluntad pudo esgrimir ante el descastado sexto.

Y El Cid, especialista en este hierro, no acabó de encontrarse ni con el marmolillo primero ni el complicado quinto, que exigía dar un paso que el torero se ahorró.

Para siempre, no obstante, nos quedará el gozo de la bravura, que, aunque fugaz, es eterno. He ahí su misterio…

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amorós

Con Victorino, vuelve la emoción

Ha bastado que saltaran al ruedo los Victorinos para que todo el panorama cambiara. Son serios de presentación, encastados, desiguales de comportamiento. Al cuarto, magnífico, se le ha dado justamente la vuelta al ruedo. Ferrera tenía ya cortadas las orejas de ese gran cuarto, después de una excelente faena, pero ha pinchado. Escribano, con valor, ha cortado un trofeo de mérito al tercero. Nadie se ha aburrido. Eso debe ser una corrida de toros.

El primero de la tarde humilla (como harán todos sus compañeros), es noble pero le falta chispa. Ferrera liga bien los muletazos, se muestra muy profesional y mata con habilidad. El cuarto, «Mecanizado», de 544 kilos, cárdeno bragado, es un gran toro. Lo deja lejos del caballo y empuja bien, se aplaude a Grilo. Parea el diestro: sobresale el tercero, con un quiebro. En la muleta, el toro muestra su gran calidad: humilla, obedece, en algún momento hace el avión. Ferrera alarga las nobles embestidas, manda, liga, consigue series de naturales magníficos. «¡Gloria bendita!», comentan. Cuando lo cierra con torería, le tiran un sombrero. Algunos piden que no lo mate (sería excesivo). Tiene las orejas cortadas pero pincha dos veces. Se premia al toro, justamente, con la vuelta al ruedo y también la da, clamorosa, su matador.

El segundo humilla pero vuelve rápido, se acuerda de lo que deja atrás. El Cid está bien pero sin confiarse del todo, saca algunos derechazos con riesgo, alarga la faena sin necesidad y falla con la espada. El quinto exige gran firmeza; por la izquierda, busca. En la faena hay detalles de clase pero… Y vuelve a matar mal.

Banderillea Escribano al tercero: el último par, un comprometido quiebro al violín. El toro aprieta, prueba. Tarda en cogerle la tecla pero logra tres naturales buenos; a partir de ahí, vivimos una faena con altibajos pero muy emocionante. Entrando muy recto, deja una gran estocada: oreja de ley. El sexto embiste rebrincado. El tercer par de banderillas del diestro es un arriesgadísimo quiebro por dentro. El toro prueba, vuelve rápido, busca. Manuel está valiente; la pelea, en tablas, tiene emoción. Vuelve a matar bien. No ha redondeado el triunfo pero deja buena impresión.

¡Por fin hemos vivido una hermosa tarde de toros! Ya se ha visto: sin toros encastados, esta Fiesta no tiene sentido. Antonio Ferrera estará tirándose de los pelos por los trofeos perdidos; a la vez, feliz, por haber visto a la Plaza entera a sus pies. Victorino ha traído la emoción, lo que tanto hemos echado de menos. Esa es la «hermosa fiesta bravía» que cantó don Manuel Machado.

Posdata: los políticos siempre nos sorprenden. Pedro Sánchez –sin perder las vocales– ha enviado un mensaje «desde Soria, cuna de Machado». ¡Viva la erudición! ¿Por qué no puedo yo escribir «desde Sevilla, cuna de Vicente Pastor, Joaquín Bernadó y Cocherito de Bilbao»? También ha hablado, en el Parlamento, de «miembros y miembras». En el coso del Baratillo hay «exigentos» y «exigentas» pero también «triunfalistos» y «triunfalistas». Las reses de Victorino Martín han puesto de acuerdo a todos: cuando sale el toro bravo, el aburrimiento se acaba. Al final de la corrida, salimos, todos, «felizos» y «felizas».

La Razón

Por Patricia Navarro.

El coloso Ferrera y gran Victorino

No hubo triunfo. Ni importaba para lo vivido, sufrido, aunque para ser francos, Antonio Ferrera se lo mereció tanto que daba rabia que no se cerrara el círculo. En tardes como las de ayer queda poco camino entre la verdad y la mentira. Los pasos en falso se pagan y el talento se cobra. De ahí que cuando Ferrera se puso con la derecha en el cuarto toro de la tarde, segunda tanda por esa mano, y encontró, Dios quiso y él también, la comunión de todas las armas para hacer ese toreo por el que los locos seguimos locos, la explosión fue mayúscula. Delirio todo lo que vino después. Esa manera de estar, de querer y de ser, fue como si en esa tanda todo comulgara en una única dirección: resolver la misteriosa ecuación del toreo. Se templó una barbaridad, dejó llegar la embestida del toro en imperceptible distancia, ralentizado todo y ya embarcado, rey y señor Ferrera. Y cómplices el resto al unísono. Venía cantado el toro, ya había descolgado en los lances de salida e hizo un tercio de varas espectacular, cumplió en la distancia y empujó, aunque en la primera salió más ligero. La cosa apuntaba pero en el toreo y más con los toros de Victorino dos más dos no siempre suman cuatro. Qué dices. Hay tantos factores en juego que la suma se hace resta o se multiplica. Siguió Ferrera, vuelvo a la faena de muleta, con la derecha y se encumbró aunque la magia arrasó en los remates, toreros, profundos, relajado, pleno y feliz. El cierre fue memorial: a dos manos, doblando la rodilla, yéndose el toro todavía lejos, y tan toreado que cada pase era un pellizco, un paso más a la rendición. La puñetera espada truncó los planes que hacían justicia. Y no entró. Al toro se le dio la vuelta al ruedo, juego extraordinario, aunque ya en el límite de las pegas de reojo miró a tablas. Ferrera había sido un coloso. Pero no fue sorpresa, esta historia viene de largo.

Encastado y bravo de verdad fue el quinto. Eso era un huracán en la embestida. De cero a cien pasaba en un segundo, pero por abajo, entregado, roto a veces y midiendo la capacidad de la muleta de El Cid. Al sevillano se le resquebrajó la faena, porque las medias tintas en estos términos no valen y la ligereza de su toreo sobre los pies pasó factura. A todos, por cierto. De corta embestida pero humillada había sido el segundo. No hubo nada que sumar.

El tercero abría la veda de los toros con potencial. Fue complicado. Difícil dar con las teclas pero tuvo un pitón zurdo de brillante expresión, muy agradecido y cómplice. Manuel Escribano no volvió la cara, padeció los arreones de cuando las piezas no encajan al cien por cien, y dejó algún natural de por dónde estaba el camino. El sexto no rompió, ni para bien ni para mal. Y Escribano salvó la vida de purito milagro en un par de banderillas al quiebro. Bien por Ferrera y bravo por Victorino. ¡Por fin!


Sevilla Temporada 2015.

sevilla_230415.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)